INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Nuevo capítulo para ustedes. Gracias por esperarme. Feliz semana.


Capítulo  54.

Descontrol.

 

Grigorii.

 

Aceleré la patrulla todo lo que podía el motor, mientras por el espejo retrovisor veía como el mar comía calle tras calle. Aterrados los periodistas no cesaban de rezar. Pudiera ser que sirviera, quizás. Yo solo pensaba en Liz… ¿Dónde estaba? ¿Había sucumbido bajo las furiosas aguas del Mar de Barents? ¿Y Lenya? Scarlet había dicho que él la acompañaría en la misión difícil de detener el tsunami.

 

De pronto, en una esquina, como a tres manzanas atrás, una moto giró y cogió la calle. Agudicé mi vista en el espejo retrovisor… ¿Lenya? ¿Conducía Lenya? Bajé la velocidad para que me alcanzara. Dicho sea de paso no tuve que esperar demasiado, la moto parecía volar por el asfalto y en pocos segundo estuvo a la par de la patrulla. Pude observar a Liz sentada como acompañante, sin embargo no iba de forma tradicional sino al revés, de espalda a Lenya. Bajé el cristal de la ventanilla y grité.

 

—¡Ey! ¿Todo controlado?

 

Liz no me miró, su vista estaba fija al final de la calle. Lenya giró la cabeza y ordenó.

 

—¡Apresúrate! ¡Acelera todo lo que puedas, y sígueme!

—¿Qué? ¿Pero el mar está controlado?

 

No contestó aumentó la velocidad hasta ubicarse unos veinte metros delante de mi coche. Entonces vi a Liz, ahorcajadas en el asiento, sus ojos parecían mirarme pero no, no era a mí. Levantó lentamente sus palmas a la altura del pecho como si cerrara una puerta. Uno de los periodistas me alertó.

 

—¡Quieren que te detengas! Quizás necesiten ayuda. Haremos lugar en el coche.

 

Otro agregó.

 

—¡Escuche oficial, quiere que nos detengamos!

 

Mis ojos fueron directo al espejo. Respiré profundo.

 

—No es un mensaje para mí. Es al mar que avanza detrás de nosotros.

 

Los dos giraron la cabeza y un silencio invadió el interior y luego el pánico.

 

—¡Dios, nos cogerá! ¡Moriremos!

—No si ella lo logra –pensé en voz alta sin quererlo.

—Pero… pero, ¿cómo detendrá el mar? –tartamudeó uno de ellos—. Es un simple ser humano.

 

No respondí, no podía confesarle que ella no era un simple ser humano. Era una vampiresa con poderes. Era la Reina del Mar. Y si ella no lograba detener el tsunami nadie más podría hacerlo.

 

Presioné el acelerador a fondo y traté de seguirlos. Durante varias manzanas parecía que íbamos por buen camino. Observaba el agua golpeando jardines y paredes de casas con una furia incontrolable, pero nosotros lográbamos mantenernos a gran distancia. Hasta que mi fino oído alcanzó escuchar el grito de alguien, más específico el de un niño. Frené la patrulla y abrí la puerta.

 

—¿Qué rayos haces? –Gritó uno de los periodistas— ¡Regresa y conduce! El mar nos alcanzará.

 

Haciendo oídos sordos me quedé quieto unos instantes… El llanto… ¿De dónde venía?

 

—¡Vuelve aquí! ¡Moriremos!

—¡Cállate idiota! ¡No puedo escuchar!

 

De pronto, lo ubiqué. El llanto provenía desde una casa, sin embargo no veía al niño.

 

—¡Ey! ¡Vine a ayudarte! ¡Dime dónde estás!

 

Entre las exclamaciones de los ocupantes de mi patrulla que deseaban que dejara todo atrás y regresara, escuché el grito lloroso.

 

—¡Aquíiii! ¡Aquíiii!

 

La voz venía del jardín de una de las casas.

 

—¿Dónde estás? –Grité con desesperación.

 

Tenía poco tiempo, lo sabía.

 

—¡Estoy aquí! –lo vi ponerse de pie detrás de un arbusto. Tendría ocho años.

 

Corrí a toda velocidad pero las rejas de los portones estaban cerradas. Intenté abrir el candado con mi fuerza sobrenatural pero ante un odioso “click” supe que se había partido en el interior, demoraría demasiado en liberarlo, así que hice lo que me parecía más coherente… Usar mi fuerza para derribar las rejas.

 

—¡Idiota, si no regresas ahora conduciré yo! ¡Te dejaremos con el desgraciado niño!

—¡Infeliz, moriremos todos! –gritó otro.

 

Sin hacer caso a esos patanes derribé los portones y entré al jardín.

 

—¡Vamos, corre! ¡Ven conmigo!

 

El niño corrió hacia mí y lo sujeté entre mis brazos.

 

—Todo saldrá bien, tranquilo.

 

Me apresuré para llegar a la patrulla pero el ruido del motor arrancando me paralizó.

 

—¡No se vayan! —salí hacia la calle gritándoles

 

El niño comenzó a llorar mientras el coche cogía la calle a toda velocidad dejándonos atrás.

 

—¡El agua! –el chico señaló con terror más allá de la esquina. Mis ojos recorrieron alrededor. No había escalera que permitiera subir a la terraza, solo los marcos de las grandes ventanas y puerta. No lo lograría, menos con el niño en brazos. Frente a las casas no había vereda, sino un sendero sinuoso que parecía perderse en la zona boscosa. Una pendiente de arbustos y follaje mustio se alzaba hacia el corazón del monte.

 

Pero no tendría tiempo de llegar a una altura necesaria. Eran segundos que me separa de la gran masa de agua que avanzaba hacia nosotros. Quise cerrar los ojos pero ni siquiera podía, tenía al niño conmigo y eso hubiera sido como abandonarme. No podía darme ese lujo. Él dependía de mí.

 

Entonces, sucedió… El tsunami pareció detenerse a metros de mí. La masa de agua comenzó a elevarse como si tuviera una gran muralla invisible… No era un milagro… Era Liz. Había regresado. Lenya la esperaba con la moto encendida. Ella… ¿Cómo explicarlo? Parecía sacada de un libro de Harry Potter. Su cabello largo y rubio danzaba con la brisa y las palmas de sus manos mágicas, frenaban la fuerza de la naturaleza imponente.

 

—¡Corre! –Gritó Lenya— ¡Hacía la cima!

 

Obedecí sin protestar, sin dudar que lo que un vampiro me diría sería lo adecuado. Corrí con el niño con todas mis fuerzas humanas, bueno… humanas y algo más.

 

 

Scarlet.

 

 

Corté la llamada y miré furiosa a Vikingo.

 

—¡No me atiende! ¿Puedes creerlo? ¡Sabe que estoy nerviosa por él!

—Tranquila, no podrá. Quizás esté sacando gente de las casas de una planta. Esas familias no podrán ponerse a salvo.

 

Vikingo se sentó en la acera. Lucía realmente agotado. Quitó la gorra y deslizó su mano por el sudor de la frente. Al menos no queda nadie en las calles. Debemos ponernos a salvo. Vamos a la jefatura, nos quedaremos en el tercer piso por si el agua llega hasta aquí. Los chicos de  la reserva ya están en el hotel. Es una suerte que hayan querido colaborar.

—Es que ni siquiera Lenya ni Liz me contestan. ¿Si perecieron? –mis ojos se llenaron de lágrimas.

 

De pronto vimos un coche a toda velocidad avanzar por la calle principal. Era la patrulla de Grigorii.

 

—¡Ahí viene! –grité feliz.

—¿Lo ves? Te dije que iba a estar bien.

 

El patrullero siguió de largo sin aminorar la carrera pasando frente a nosotros.

 

—¡Grigorii no iba con esos hombres!

—¿Qué dices, Scarlet? Es su patrulla.

—Vikingo, tengo más vista que tú. Grigorii no estaba allí.

—¿Estás segura? –Se puso de pie—. Vamos, los seguiremos en mi patrulla.

 

Así fue, a toda velocidad logramos tener una distancia de medio kilómetro. Sin embargo aún no los alcanzábamos lo suficiente para adelantarlos y cruzar la patrulla o pedir que se detuvieran. La sirena que Vikingo había activado y retumbaba en cada calle solitaria de la ciudad, parecía no importarles. Como si estuvieran fuera de sí, como locos desquiciados escapando del infierno.

 

—Huyen de algo, Vikingo. Es el tsunami, seguro que es por ello.

—No veo el mar entrando en las calles.

—Quizás Liz lo logró. ¿Pero qué ocurrió con Grigorii? –mi voz llena de angustia tembló.

 

Ni siquiera tuve tiempo de ponerme a llorar. Una gran explosión rompió el asfalto en mil pedazos y una llamarada de fuego se elevó por los aires junto a la patrulla de Grigorii, convirtiéndola en segundos en miles de añicos.

 

Abrí la boca impactada ante el fenómeno y las muertes de esos humanos ante mí, mientras Vikingo frenaba con fuerza el coche para no ser comidos por la inmensa grieta que partió la calle en dos.

 

—Hay que salir de aquí, son las tuberías de gas. Hay demasiado calor debajo de la tierra. ¡No pensamos que ocurriría!

—¡Sal tú! Seguiré buscando a Grigorii.

—No te dejaré sola, Scarlet. Pero no podemos seguir por el asfalto, hay que buscar otra vía.

 

Otra explosión similar ocurrió dos calles adelante, le siguió una más a cincuenta metros tras de nosotros. La patrulla cimbró bajo las ruedas y partió el chasis.

 

—¡Salgamos de aquí!

 

Yo estaba inmóvil, en estado de shock. Había visto muchos hechos impresionantes a lo largo de mi vida, sin embargo… nunca como lo que mis ojos estaban contemplando. Las calles iban explotando como cráteres una tras otra.

 

Solo atiné a reaccionar cuando Vikingo abrió mi puerta, y aferrando mi brazo me sacó del asiento con rostro desencajado. Todo esto nos superaba. No hubiéramos estado jamás preparados para algo así… porque jamás lo hubiéramos ni soñado.

 

En ese instante gritos que venían del Edificio de Justicia provocó que miráramos hacia la derecha.

 

—¡Scarlet! ¡Oficial! ¡Aquí! ¡Suban rápido!

 

Era Bua, que nos llamaba para ponernos a salvo, desde el final de las escaleras de mármol de la enorme construcción. Junto a ella pronto reconocí a Asgard Nilsen, Defensor de Menores de Kirkenes.

 

Corrimos y subimos con rapidez hasta llegar a ellos.

 

—Vamos, pasen –la loba sonrió—. Con ayuda de algunos funcionarios y autoridades hemos resguardado a las personas en los pisos más altos. El edificio es muy grande y por suerte muchas familias están a salvo aquí.

—Tengan cuidado al pisar –Asgard iluminó con una linterna una escalera interior—. Tuvimos que cortar la electricidad con la primera explosión.

 

Vikingo tambaleó, parecía mareado. Realmente había trabajado sin comer y sin descanso. Asgard lo ayudó a subir ofreciendo su hombro para apoyarse.

 

—Yo debo volver por Grigorii –me detuve—. No estaré en paz hasta que lo encuentre.

—No puedes salir –la loba se acercó a mí. Me miró con sus ojos canela brillantes y susurró—. Hay pocas posibilidades de sobrevivir… Aunque seas un vampiro.

—Me iré de todos modos.

—Sé sensata.

—¿Qué harías tú si tu hombre estuviera fuera con estás explosiones y un tsunami amenazando? ¿Dime?

 

Nos miramos por segundos. Asintió en silencio para luego volver a la carga.

 

—Escucha, si caminas por las calles morirás. Intentaremos localizarlo por el móvil.

—No responde mis llamadas.

—Entonces menos lo encontrarás. Scarlet, ¿dónde irás a buscarlo?

 

Mis lágrimas comenzaron a aflorar.

 

—¿No entiendes? Sé qué tengo pocas posibilidades de encontrarlo recorriendo las calles, pero menos si me quedo aquí. Y en cuanto a morir… No tiene sentido vivir sin él. Si no me entiendes es…

—Sí, entiendo –interrumpió.

—Tranquila, puedo materializarme en distintos puntos de la ciudad. No caminaré por las calles arriesgándome.

—Okay… —desprendió una pulsera de cuero y me la ató a la muñeca—. Sé que los vampiros no tienen la misma creencia que nosotros, pero es una pulsera que me regalo mi amigo, y está hecha con el cuero de un reno anciano. Lleva la fuerza del bosque y la protección de la naturaleza. Ella te ayudará.

—Gracias.

 

Cuando ella subió rápidamente la escalera en penumbras, observé la gran puerta que me separaba de las explosiones, acaricié la pulsera, cerré los ojos, y desaparecí.

 

Drank.

 

Me tomé unos segundos para observar el panorama dentro del hotel y beber dos tragos de café que me había ofrecido Marin. Sobre la baranda del primer piso del lujoso hotel, había muchos rostros compungidos con la vista fija en la sala central de planta baja. Mujeres, hombres, niños, que se habían resistido a quedarse en sus habitaciones. Todos estarían pensando cuando esta pesadilla acabaría. También yo deseaba saberlo, pero no tenía respuesta a este ataque de la naturaleza, porque sencillamente en la larga historia del mundo ningún ser vivo había podido con ella. Solo se detendría cuando ella lo quisiera. Yo rezaba para que se apiadara de nosotros.

 

—Todo controlado en el hotel –Tim palmeó mi hombro y me ofreció agua.

—Gracias, estoy bebiendo café.

—Ánimo, lo peor ya pasó. Estoy seguro que Liz podrá evitar que el tsunami llegue a la ciudad. ¿Te has comunicado con Anouk?

—Sí, hace unos minutos pero la señal se perdió. Al menos le dije que estábamos a salvo.

—Bien, las hembras se ponen nerviosas cuando corremos peligro. Bueno… supongo –sonrió con tristeza—. No puedo hablar por mí. Hace tiempo que ninguna se preocupa por mi existencia.

 

Lo miré a los ojos y reí.

 

—¡Y mira que tienes con qué! No entiendo porque andas siempre tan solo.

—No son ellas, soy yo. Tú sabes… Parece que cuesta recuperarme del dolor.

—Tú me dijiste que debía seguir adelante, ¿lo recuerdas? Estaba triste por Liz en aquella reunión de lobos. Era nuevo y recién me integraba a la manada.

—Lo recuerdo, sí. Será que es más fácil aconsejar –sonrió.

—Estoy seguro que te llegará la hora en que encuentres ese alguien especial. No quiere decir que olvides tu gran amor, sin embargo tienes que ser feliz, te lo mereces.

 

De pronto se escucharon explosiones que hicieron cimbrar los cristales. Los humanos comenzaron a inquietarse y murmurar. Algunos intentaron bajar las escaleras para salir a la calle y ver que ocurría.

 

—¡Vuelvan a los pisos superiores! –Exclamé—. ¡No se preocupen, están a salvo aquí!

 

Tim me ayudó a calmar a las personas y convencerlas de subir a planta alta. Se nos sumaron Bianca y Marin. En pocos minutos todos volvieron a obedecer aunque la tensión se respiraba en el aire. George y dos camareros  iban y venían por el pasillo con algunos bocadillos y agua explicando que las autoridades tenían todo bajo control. Al cabo de diez minutos los humanos parecían más tranquilos y colaboraron bastante con el orden y en no cundir el pánico. Sin embargo, ¿qué había ocurrido? ¿Qué eran esas explosiones que sonaban tan cerca?

 

Charles entró al hotel, y sus ojos cubiertos con las lentecillas azules se abrieron asombrados. Bianca se apresuró a llegar hasta él.

 

—¿Qué haces aquí? Tu cabaña está fuera del alcance del volcán y del tsunami, no debiste aventurarte.

—No te preocupes –bajó la voz—. Me materialicé detrás del hotel. Necesitaba saber cómo estaban. No puedo comunicarme con ninguno de ustedes. Es aterrador ignorar si están a salvo.

 

Bianca lo abrazó.

 

—Lo estamos, al menos por ahora.

—Cariño, es bueno verte bien y a mi querida Odette ignorando esta catástrofe. Drank, Tim, Marin, es genial verlos. ¿Sebastien? ¿Douglas?

—Sebastien en la reserva, no te preocupes, Allí todo está bien.

—Douglas está ayudando en los pisos superiores –agregó Marin—. Hay mucha gente y hay que tratar de que no entren en pánico.

—Bianca… ¿Tu padre?

—Está en una habitación con la tía Mildri. Tuvo que darle el doble de la dosis para que durmiera. Tiene alzhéimer pero no es tonto.

—Okay… En cuanto a los Sami escalaron hasta la cabaña. Margaret quedó al cuidado y conteniéndolos. Escucha… Hubo una explosión a tres manzanas, partió el asfalto y sale vapor. Las cañerías de la ciudad deben están ardiendo.

 

George se acercó apresurado.

 

—Señora Craig, un caballero dice que el agua de los grifos está caliente. Tiene razón, yo mismo lo comprobé.

—¿Qué haremos? –preguntó Marin angustiada—. Kirkenes ha recibido ayuda de otras ciudades cercanas pero no darán a basto. ¿Cómo apagaremos el fuego si se propaga? ¿Y el tsunami? No podremos con todo.

—Tranquila –la abracé—. Saldremos de esto.

—Mi hermana, no sé nada de ella, Drank. Ni siquiera Lenya se comunicó.

—Confía en Liz. Ella podrá detener la gran ola.

 

Charles se acercó a las ventanas pensativo. Sus ojos clavados en la calle deshabitada… Hasta que giró para mirarnos con un brillo de astucia. Era muy inteligente, era obvio que la gran idea se le ocurriría a él.

 

—No tiene que detener el tsunami, solo dominarlo. ¡Hay que comunicarse con Liz!

—¿Qué estás diciendo? –Bianca lo miró sin comprender al igual que todos nosotros—. El tsunami no puede llegar a la ciudad, ¿no recuerdas lo que ocurrió en la inundación?

—No se trata que el mar entre con fuerza, pero lo necesitamos. Es la única forma que baje la presión y el calor.

—No hay forma de comunicarse con Liz o Lenya. Ya lo intentamos –aseguró Marin.

—Hay que buscar la forma. Trataré de hallarlos.

—Charles, por favor, no te vayas.

—Bianca, tranquila –observó alrededor para asegurarse de que no había humanos cerca—. Hace falta mucho más que un volcán y un tsunami para matar a este viejo vampiro.

 

Dicho esto salió por la puerta principal ante la mirada preocupante de todos.

 

 

Grigorii.

 

Había logrado llegar a la zona más alta del bosque. No miré hacia atrás mientras corría y trepaba con el niño en brazos. No sabía que había sido de Liz y Lenya. Solo corrí con todas mis fuerzas y con el solo deseo de ponernos a salvo. Tomé conciencia de que ya lo estaba cuando contemplé decenas de renos que pastaban alrededor. Los animales habían buscado refugio en ese alto y claro corazón del bosque y ellos no podían equivocarse.

 

Deposité al niño de pie en el suelo y lloriqueó.

 

—Perdí mis tenis.

—No te preocupes, compraremos otros. Te lo prometo –sonreí—. ¿Cómo te llamas?

—Dam.

—Mucho gusto Dam, soy Grigorii –extendí la mano y la estrechó.

—¿Quién era ella?

 

Miré alrededor tratando de verificar si podríamos pasar la noche a resguardo. No tenía idea cuando podríamos salir de allí sin peligrar nuestras vidas. El niño volvió a repetir la pregunta mientras buscaba en mi mente qué diablos decir sobre Liz.

 

—¿Quién era ella? ¿Es una maga? –insistió.

—Ehm… Sí, algo así.

—Pero la magia no existe.

—¿Quién lo dice?

—Tiny. Ella dice que el libro que leí del niño mago es toda mentira.

—¿Quién es Tiny?

—Mi niñera.

—¿Tu niñera? ¿Dónde estaba cuando te vi en el jardín?

—Se fue con Jul, el chofer. Estaba asustada y se olvidó de mí.

—¡Qué bien! ¡Buena niñera te han buscado tus padres! ¿Y ellos dónde están?

—Mis padres viajaron por negocios, muy lejos. A Bélgica. ¿Conoces Bélgica?

—No… Okay… Mira, te diré algo –nos sentamos en la hierba—, la magia sí existe. Y no debes creerle sobre todo a alguien que te abandonó para ponerse a salvo.

—Pero yo quise una vez que mis padres estuvieran para fiesta en mi curso, era importante para mí. Pero no lo logré.

—Bueno, no todos tienen el don de dominar la magia.

—¿Cómo se llama ella? ¿La conoces?

—A…

—Sí, a la maga rubia que nos salvó.

—Se llama Liz.

—Es muy bonita, y tiene los ojos raros.

 

Sonreí.

 

—Escucha, debemos descansar. Ven, te cobijaré con mis brazos. Pronto llegará la noche y aunque es corta sentirás más frio. Procura dormir.

—¿No vendrán los zombis?

—No existen los zombis.

—¿Estás seguro?

—Totalmente.

—¿Volveremos a ver a la maga?

—Ojalá Dam, ojalá…

 

Natasha.

 

Creo que llamar a mamá fue peor. No quedé muy tranquila con la situación en Kirkenes. Sabía que los Craig tenían soluciones para escapar aunque fuera el último recurso, pero pensaba en los humanos, sí aunque la mayoría me tachara de superficial.

 

Sentada en el sofá frente al hogar apagado, mis ojos estaban fijos en las grises cenizas. Un volcán en Kirkenes… Nadie lo había imaginado. Al parecer las cumbres no solo supieron guardar el gran secreto de Adrien, sino su profundo corazón, cuna de fuego.

 

Mamá me había contado que Bianca estaba preocupada por un tsunami, sin embargo tenían todas las esperanzas puestas en Liz, la Reina del Mar. Pensaba en Lenya, seguramente estaría junto a ella. No la dejaría sola. Conocía de memoria como pensaba.

 

—¿Un café?

 

Levanté la vista y vi al guerrero.

 

—Khatry, no te escuché venir.

 

Sonrió y extendió una de las tazas humeantes.

 

—Estabas concentrada. ¿Estás segura que todo está bajo control?

—Sí, no te preocupes, mi madre no me mentiría. Tus hermanas están en la reserva, a salvo.

—Debí estar ahí.

—¿Otro vampiro en el hogar de los lobos? Olvídalo. Con los que dieron refugio son más que suficientes. Deben estar felices.

—Lo sé, solo estorbaría. ¿El niño? No lo vi desde esta mañana.

—Salió a la playa con Numa y Ekaterina. Quieren mantenerlo distraído, no es tonto e intuye que algo malo ocurre.

—Pensé que viajarían los tres al enterarse. Numa parece muy protector de su familia.

—Sí, pero Sebastien habló con él y le pidió que mantuviera a Nicolay en la Isla. Otro que no está muy feliz de no ayudar en Kirkenes. Pero fueron las órdenes de su padre y las acató.

 

Bebí un sorbo de café y observé a Khatry sentado a mi derecha. Era muy bello. Tenía puesto una camiseta negra que parecía prensar sus pectorales. Estaba descalzo, y los jeans caían más allá de sus tobillos. Subí la mirada lentamente hasta su cintura estrecha, su abdomen, clavícula, y me detuve en sus labios rellenos.

 

Bebí otro sorbo de café sin poder apartar la mirada de su boca. Hasta que su taza de café se interpuso en mi visión. Bebió un trago y fue entonces cuando nuestros ojos se cruzaron. Escarlata… color escarlata era su iris. La situación pareció ser algo incómoda y desvié la mirada fija depositando la taza de café.

 

Cambia de tema Natasha… Cambia de tema.

 

—Mañana dicen que estará nublado, ¿quieres dar una vuelta por la paya? No trabajo y los científicos tampoco. Día libre –sonreí.

—Claro… Pero primero hay que pasar la noche. Odio las noches.

 

Bajé la cabeza apenada. Conocía que sus pesadillas desde que Vilu lo había secuestrado, no lo habían abandonado. Por suerte los vampiros dormíamos poco.

 

—¿Aún…? Yo… No sé cómo ayudarte. Quizás tenga en el laboratorio unas pastillas o algún componente que te haga descansar.

—No quiero nada de esas cosas, pero gracias. Debo salir solo de esto.

—Mi hermano podría ayudarte, lo hizo con Numa. Es un gran psicólogo.

—No necesito un psicólogo.

—Y… conmigo…

—¿Contigo qué? –Sus palabras sonaron como susurros.

—Quiero decir, si conmigo, ¿te gustaría hablar? A lo mejor te sientes mejor.

—Moriría de vergüenza.

—¿Por qué? Soy científica, casi como una doctora clínica… ¡Tengo una idea! Lo he probado una vez y me dio resultado. Mi hermano me aconsejó cuando no quería contarle mis miedos.

—¿Qué?

—Escribe en una hoja lo feo que está dentro de ti y no puedes olvidar. Y si quieres me lo dejas y lo leeré. Así no tendrás que contármelo cara a cara.

 

Sonrió y se mantuvo en silencio bebiendo el café.

 

—Okay, no te preocupes, solo quiero que sepas que puedes contar conmigo.

 

En ese instante golpearon la puerta con fuertes golpes.

 

Me puse de pie y me acerqué para ver por la ventana. Él me siguió, como alerta ante cualquier peligro que pudiera pasarme. Era alto y sus músculos parecían forjados de acero. Ningún humano podría hacerme daño cerca de Khatry Sherpa.

 

—Es Yuri, mi colaborador. ¡Qué extraño! Pensé que ya estarían en su cabaña.

—¿Trabaja contigo?

—Sí, es mejor que no te vea sin los lentes de contacto.

—Está bien, estaré en la cocina por cualquier cosa.

 

Abrí la puerta antes que Yuri golpeara nuevamente. Tenía el rostro desencajado y lucía preocupado.

 

—Hola Yuri! ¿Ocurrió algo? ¿Terminaron con la célula madre?

—Aún no… Pero… Doctora, tiene que venir al laboratorio.

—¿Ahora?

—Sí, hay algo que debe ver.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

6 comentarios:

  1. Genial capitulo con tanta acción. Extrañaba leerte. Te mando un beso.

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  2. Genial, espero que Liz impida que el tsunami cause más daño. Go go, Natasha y Kathry!!! ❤❤❤

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    1. Gracias por el comentario. Natasha y Khatry?.... Yo esperaría querida lectora. Me gustan las sorpresas. Quizás no es el que ella espera como amor de su vida...
      Miles de besos y gracias!!

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  3. Hola, Lou... Me alegra que hayas publicado; yo también estaba echando de menos tu novela
    Creo que si alguien puede detener el tsunami es la Reina del Mar o, lo que es lo mismo, Liz
    Grigorii no podía dejar atrás al pequeño Dam, tenía que salvarle o, por lo menos, intentarlo
    Los periodistas han huido, se han comportado de un modo cobarde... supongo que estaban muy asustados y lamento que no hayan llegado muy lejos... Es que no me ha parecido que hayan procedido con mala intención, estaban muy asustados, y eso es humano y lógico en semejantes circunstancias
    Ya me parece más imperdonable que Tiny, la niñera, se haya marchado sin el pequeño
    Siempre me encanta Charles y espero que sea verdad que haga falta mucho más que un volcán y un tsunami para matarle
    También espero que la pulsera de Bua ayude y proteja a Scarlet
    Me pregunto qué será eso tan importante que debe ver Natasha de inmediato
    Muchas Felicidades, Lou, por otro excelente capítulo
    Besos

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    1. Hola Mela! Gracias como siempre por el comentario. Yo los extrañe a ustedes muchísimo.
      Tienes razón solo la Reina del Mar podrá. Esperemos que no haya más daño. Los periodistas han actuado por el terror. Es difícil ante esa situación no correr por tu vida.
      Grigorii ha salvado al niño y no podía esperar otra cosa de él. Esperemos que Scarlet lo encuentre pronto.
      Tiny no ha sido una niñera con vocación, eso se ha notado ya que debía proteger a ese niño. Era su trabajo.
      Charles ha dicho una gran verdad, deben enfriar la ciudad y el mar es una buena solución.
      La pulsera de Bua lleva la magia de los lobos y la naturaleza estoy segura que protegerá a Scarlet.
      Hemos quedado todos con esa gran incógnita sobre lo que hay en el laboratorio. Ojalá los humanos que trabajan no se den cuenta de que algo extraño hay en esas células. Veremos como sale Natasha de la situación.
      Muchas gracias querida amiga. Me alegra leerte otra vez. Besos miles.

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