INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

sábado, 2 de marzo de 2019

¡Hola chicos! Disculpen la demora. No tengo mucho tiempo libre hasta que este de vacaciones. Falta menos.
Les dejo un capi con novedades y alguna que otra intriga. Espero que la larga espera sea acorde a un capi interesante. Ojalá lo sea. Les deseo una genial semana. Muchas gracias por comentar. Miles de besos.

Capítulo 10.
La venda de los ojos.

Vikingo.

Había llegado a casa muy tarde. Mi día libre había terminado en un enfrentamiento con la toma de un Banco. Por suerte salimos ilesos, salvo Rudolf con herida de bala en el antebrazo aunque nada de qué preocuparse.

Me di un baño y preparé café. Mientras la cafetera hacía lo suyo encendí un cigarrillo y pensé en Grigorii. Lo vi abatido, desconcentrado… Mierda que le había pegado mal lo de Scarlet. Para colmo yo había tenido que suspender esa reunión con Cenicienta. Tal vez tenía razón y podíamos hacer algo para reconciliarlos.

Estos Craig sí que eran extraños. Scarlet cortaba con Grigorii afirmando que lo amaba. Por otro lado esa chica de la familia que intentaba ayudar… ¿No serían las cosas más fáciles si hablaran con la verdad frente a frente? Ya no eran niños. Salvo que esa verdad fuera peor que la huida sin explicación… ¿Cuál sería esa verdad si fuera así? Susan… ¡Qué pena no estás aquí para preguntártelo! ¿Me lo dirías? ¿O acaso el director del hospital conocía lgo oscuro sobre los Craig y te pidió guardar el secreto?

Giré para ver la puerta de calle… La casa de Susan estaba a cinco manzanas de la mía. Y pensar que no solíamos visitarnos tan a menudo…

Después que falleció, una vez en la semana entraba a esa casita de madera color azul para ventilar y asearla. Había dejado todas sus cosas. Allí encontré su caja de tatuajes. Grigorii dijo que no la había visto en mi oficina. Fue una lástima que gente de limpieza pensando en que sería inútil, la botara a la basura. De todos modos no había nada en particular, solo ese león que buscaba mi compañero y amigo.

¿Habría algo más en esa habitación? No lo creía. Si hubiera sido así lo hubiera descubierto. Recuerdo que el primer mes después de su fallecimiento me animé a ordenar su habitación. Sus prendas en el ropero, la caja de música con bijouterie como le gustaba usar, la botinera con sus zapatos de tacones, sus CDS de música clásica, sus libros de medicina…

La cafetera silbó y la apagué. Aspiré el humo del cigarro y exhalé lentamente… ¿Podría haber algo relacionado con los Craig que aún no había descubierto? Si así era, en la casa de Susan sería el único lugar para averiguarlo. Aunque para ello tuviera que dar vuelta de punta a punta la habitación.
Salí de casa con las llaves del coche en la mano. Antes de subir al viejo Dodge Grigorii me sorprendió.

—¡Amigo!
—Hola Vikingo, disculpa. Yo… Pasé por el hospital para ver a Rudolf, por suerte está mucho mejor.
—Buena noticia. ¿Y querías café y compañía?

Sonrió a duras penas.

—No quería estar solo. Dejé a Anne con Candy. No estoy en condiciones de alegrar la reunión.
—Entiendo.
—Ibas a salir, no quiero entorpecer tus planes.
—Nada de eso. Voy cerca. A la casa de mi hermana. Es hora de que prepare el inmueble para alquilar y debo mudar cosas y…Bueno ese es un motivo.
—¿Y el otro?
—El otro es por ti.
—¿Por mí?
—Necesitas saber más sobre Scarlet y su familia. Susan los conocía muy bien. Quizás haya algo que ayude a entender porque no quiere saber nada de ti.
—No creo que ayude…
—Lo intentaré. Así que si quieres acompañarme llenaré el termo de café y saldremos para allí. ¿Qué dices?
—No tengo nada que hacer solo pensar en ella.
—Muy bien, vamos.

Sebastien.

En la lujosa cafetería de mi hotel, Bianca y yo disfrutábamos un vermut a solas. Claro que no sería por mucho tiempo. La cita era con alguien más. Una dama muy insistente la cual me había dejado alrededor de una veintena de mensajes en un mes.

—¿Es bonita?

Bebí un trago y sonreí de lado.

—¡Anda! Dime, juro no hacer escándalo.
—Ya te dije que no tengo ojos para otra hembra que no seas tú.

Bebió un trago y me miró por encima del vaso.

—Te has casado conmigo pero no has quedado ciego.
—Cierto. Sin embargo recuerda que cuando la conocí estaba solo. Tú me habías abandonado y aun así no tuve nada con ella. Da igual si es bonita o no.
—No me recuerdes que te abandoné. Estoy sensible por mi embarazo y no creo que quieras que me ponga a llorar antes de que ella llegue –hizo un puchero fingiendo estar triste.
—No, te lo suplico –reí—. Estaremos en todas las planas de revistas y periódicos.

Su mano recorrió mi espalda por debajo de la chaqueta.

—¿Te he dicho que me ha encantado el jugo de bergamota?
—Sí –besé sus labios—. Me los has hecho saber muy bien.
—Me encantó. Sobre todo beberlo sobre tu cuerpo –guiñó un ojo.
—Buenas noches señor Craig. Lamento la demora. Mil disculpas.
—Señorita Romberg –me puse de pie y extendí la mano—. No se preocupe.
—Gracias –observó a Bianca y volvió a disculparse—. Lo siento, si tiene otra cita podemos dejarlo para otro día.
—De ninguna manera. Permítame presentarlas. Mi esposa Bianca. Bianca, la señorita reportera de la que te hablé.

Bianca extendió la mano y sonrió.

—Querida, un placer.
—Lo mismo digo señora Craig.

Hice a un lado la silla para que cogiera asiento.

—Por favor, ¿Qué desea beber?
—Un café está bien.
—¿Desea acompañarnos con un vermut?
—Oh no, no bebo alcohol.
—¡Ay qué sana es! –Exclamó Bianca risueña, y de inmediato se retractó—. Disculpe no lo digo por burlarme. Lo que ocurre que siendo tan joven y en estos tiempos que los chicos beben tanto.
—No soy tan joven, tengo treinta y seis.
—¡Qué bien se conserva!
—Bianca… –susurré.
—Oh sí, perdón. Cierto, la entrevista.

Llamé al mozo y ordené un café para la reportera. Le sonreí amablemente.

—Y bien, aquí me tiene. Puede comenzar cuando quiera.
—Quiero agradecerle nuevamente. Sé que es un hombre muy ocupado.
—Me dijo que dependía su continuidad en la editorial así que no podía pasar por alto tanta responsabilidad.
—Sí él es muy bueno —agregó Bianca—. Diría que es perfecto, pero claro no tomará en cuenta mis palabras ya que soy una mujer muy enamorada.

Mi pie tocó disimuladamente el pie de Bianca.

—Se equivoca –dijo ella sonriendo—. Todo lo que digan en esta mesa lo tomaré en cuenta.
—Claro… Es reportera –susurró Bianca entre dientes—. ¡Qué lista!

El mozo no tardó en traer un espumante café mientras ella depositaba sobre la mesa sus herramientas de trabajo. Una grabadora, un anotador y una lapicera.

Se acomodó en la silla erguida como si fuera a dar examen. En realidad el que debía pasar la prueba sería yo. Con cuidado de no decir una palabra demás. Encendió la grabadora y Bianca se dedicó a terminar el vermut en silencio.

—Señor Craig, una de las preguntas que todo Kirkenes se hace es cómo llegó a tener tan grande fortuna.
—Bueno… soy empresario.
—¿Desde muy joven lo fue?
—Sí, me dediqué a los negocios junto con mi padre. Ahora fallecido.
—Siento la pérdida señor Craig, y dígame… ¿Su padre fue quién contrató con el Estado? Me refiero a la concesión de la Isla del Oso.
—Sí. Después seguí sus pasos.
—Primero hablamos de una empresa de embutidos. Productos del mar, ¿no es así?
—Exacto, veo que está bien informada.
—Trato de ser buena profesional.
—Me alegro saberlo. No escucharé preguntas indiscretas.
—Querido –interrumpió Bianca—, si no hace preguntas indiscretas no sería buena reportera, ¿estoy en lo cierto?

Ella sonrió.

—No estaría bien incomodarlo.
—Pero lo hará igual, ¿verdad? –sonrió Bianca.

Romberg golpeó la lapicera sobre el anotador.

—Sepa de antemano que el periodismo amarillo es el que provoca muchas ventas.
—Entonces sepa de antemano que hay ciertas preguntas que no responderé.

Suspiró y me miró resignada.

—¿Puede contarme como se compone su familia? Tengo entendido que viven muchos en su mansión.
—Cierto. Somos muchos de familia. Mi esposa, mis tres hijos y uno en camino, mi hermano y su esposa Liz, y en general parientes cercanos. La casa es grande y nos llevamos muy bien.
—Ya lo creo. De lo contrario no vivirían tantos en armonía. ¿Llegan a ser más de diez?
—Algo así.
—Grandioso, en mi caso no tengo a nadie. Mis padres murieron jóvenes. Nunca me casé ni tuve hijos. ¿Es el único que sostiene su hogar?
—No, todos trabajan y colaboran.
—¿De qué edades son sus hijos? Si estoy bien informada uno de ellos era ciego.
—Sí, el mayor. Por suerte salió exitoso de una operación de trasplante.
—¿Sufre talasemia?
—¿Perdón?
—Tengo entendido que su hijo… ¿Su nombre es Douglas?
—Sí… ¿Cómo sabe de la enfermedad de mi hijo?
—Descuide, no es por el chismerío de Kirkenes. Tenía una amiga que conocía a los Craig muy bien. Desde Oslo me escribía mails y me contó de su triste caso.
—¿Una amiga?
—Sí, Susan Hakon.

Bianca y yo nos miramos fugazmente.

—Ah…sí… Susan. Nuestra querida enfermera –contesté tratando de reponerme de la sorpresa—. Envíele saludos de parte de los Craig.
—Ella falleció por la terrible ola mortal de frio. ¿No lo sabía?
—Ah pues no. Pedimos contacto hace tiempo.
—Pobrecita… Creo que su hermano vive en Kirkenes, es policía. No he podido ubicarlo pero me encantaría verlo y hablar sobre Susan.
—Mi hermana trabaja en la Jefatura. En cuanto tenga noticias le haré saber.
—Muy amable, señor Craig. Sí… —estudió unas anotaciones en el block de notas y reafirmó—. Scarlet Craig, oficial de policía.
—Veo que por poco más sabe de mi familia mejor que yo –sonreí.
—No se crea. Estos datos fui averiguando para no hacerle preguntas inútiles. No quiero robar su tiempo.
—No se preocupe. ¿Y qué más le ha dicho Susan de nosotros?

Sonrió con picardía.

—Señor Craig, creí que las preguntas las haría yo. Pero tiene razón. Nobleza obliga. Está aquí accediendo a la entrevista así que le responderé. Mi amiga les tenía mucho cariño. Decía que era una familia honorable, aunque debo confesarle que últimamente no deseaba hablar sobre ustedes.
—¿En serio? ¿Y eso por qué?
—Pensé que usted me respondería esa pregunta.
—No tengo la menor idea.

Estudió el anotador mientras Bianca bebía el último trago de vermut. Nuestros ojos se encontraron mezcla de curiosidad y temor.

—A ver… Mnnn… Señor Craig, según mis registros Susan envió un último email… en febrero del 2015. Después no contestó nunca más mis correos.
—¿Y qué le llama la atención de ese último email?

Bianca posó suavemente el vaso sobre la mesa pero evitó mirarme.

—La noté un tanto incoherente. Parecía por momento que estaba despidiéndose. Como si fuera a ocurrirle algo. Dijo... saber un secreto, pero que si lo divulgaba sería asesinada.
—¿Qué? –Se exaltó Bianca—. ¿Qué idiotez está diciendo?
—No se enfade, señora Craig. Solo son preguntas inofensivas. Por ejemplo… ¿Cómo se la arregló Douglas Craig sin transfusiones durante la ola de frio? Explíqueme que es lo que esconden los Craig.
—Usted no es reportera, ¿verdad? –la miré fijo—. Dígame quién la envía y le diré cual podría ser el secreto.
—Sebastien –murmuró Bianca.
—Vamos, dígame la verdad y le diré qué quiere saber sobre su amiga.
—No estoy empleada en una editorial. Soy reportera pero no me dedico a ello. Solo intento saber que ocurrió con mi amiga.
—La mató la ola de frío.
—Me refiero a un tiempo atrás de la catástrofe. Exactamente cuando su esposa llegó a Kirkenes a trabajar como forense. ¿Por qué Susan estaba aterrada? Dígamelo, por favor.
—Muy bien. ¿Quiere saberlo?
—Sebastien –volvió a interrumpir Bianca nerviosa.
—Tranquila cariño. Confía como yo, que la señorita aquí presente no divulgará el secreto.
—Se lo prometo.

Sonreí.

—¿Lo ves, amor? Ahora bien, dígame qué escribió Susan en su último email.
—No fue clara se lo repito, por eso estoy aquí. Pero es evidente que algo peligroso los rodea a ustedes. Algo prohibido que no podría contar.

Mientras mis ojos se clavaban en el líquido pensé rápidamente…

—Señorita Romberg, lo que hicimos los Craig es un delito. Pero espero que entienda el porqué lo hicimos.
—Explíquese, señor Craig. ¿Qué clase de delito?
—Douglas necesitaba sangre por su enfermedad y… hacía tiempo que era difícil conseguirla… bueno… la compramos.
—¿Pagaron por su sangre?
—Sí, créame que si hubiera habido otra alternativa no lo hubiéramos hecho pero era mi hijo que podía morir. ¿Puede entenderlo?

Sentí los latidos de Bianca volver a la normalidad.

—Durante la ola de frío un médico continuó vendiendo la sangre.
—¿Un médico? Olaf Arve, ¿el amante de mi amiga?

Titubee…

De todas formas, está prohibido hacer comercio con el cuerpo humano.
—Lo sé. Y si no tiene hijos no comprenderá.
—Entonces, ¿ese era el gran secreto que sabía Susan de ustedes?
—Así es. Como enfermera ha colaborado en ponerme en contacto con personas que vendían su sangre y estaban dispuestos a transfundirse.
—¿El director del hospital también lo sabía?
—Sí, señorita Romberg.
—Es la culpa de una básica ley de trasplante. Deberíamos todos tomar conciencia de lo importante que es.
—Estoy de acuerdo. Ahora… ¿Está satisfecha? No teníamos otra salida que hacer algo por su vida.
—Yo… no puedo aplaudir algo que está en contra de la ley pero pensé que era más grave.
—¿Más grave? Somos personas de bien. Solo le pido que guarde el secreto.
—Lo haré. Por mi amiga Susan.
—Gracias.

Bianca.

Conocía a mi marido como la palma de mi mano, como cada latido de mi corazón. Tuvo temor, y lo que es peor, aún lo tenía. Eso indicaba una sola cosa. No se quedaría de brazos cruzados mientras esa reportera daría vueltas buscando algo más. Porque no le creyó y a decir verdad, yo tampoco.

Los Craig estábamos en peligro. Nuestro íntimo secreto parecía pender de un fino hilo. Un hilo que el líder de los vampiros jamás permitiría que se cortase, cualquiera fuera la consecuencia. Lo vi en sus ojos, en los gestos, en los movimientos naturales de sus manos. Cuando me miró con ese gris tormentoso y su boca formuló la pregunta, supe que respuesta debía dar. La suerte de la reportera estaba echada.

—Cariño, ¿sigues sintiéndote mal?

Lo miré con naturalidad. Con la más amable sonrisa que se le puede dar a un depredador.

—Estoy un poco mejor pero sigo con molestias.
—Debe cuidarse señora Craig –agregó la reportera.
—Si me disculpa, la llevaré a casa. Ha tenido una jornada larga.
—Oh sí, por supuesto. También debo irme, pediré un taxi.
—De ninguna forma. Soy un caballero –guiñó un ojo—. Eso también puede ponerlo en la entrevista. La llevaré hasta su hogar. Es muy tarde.
—No quisiera ocasionarle molestias.
—No lo son. Recuerde que ha sido tan gentil de guardarnos el secreto. Quisiera darle hospedaje en mi hotel pero lamentablemente estamos cubiertos en esta época.
—Está bien, señor Craig. Le agradezco que me lleve. Sinceramente, a esta altura del mes no tengo tanto dinero que disponer.
—Por supuesto, con qué necesidad cogerá un taxi. Por favor –señaló la puerta de la cafetería y se puso de pie.

Me tomé el tiempo en imitarlo. Mis piernas parecían no responder. Sin embargo no porque me sintiera mal ni por mi estado de embarazo, sino porque mi mente comenzaba a imaginar que ocurriría una vez que Sebastien me dejara en casa.

Hace tiempo que ya sabía quién era Sebastien. Quienes eran los Craig. Yo era uno de ellos. Aunque esa verdad me estremecía en este momento. Vampiros… Éramos vampiros y vivíamos de la sangre de los humanos. Siempre cazábamos para subsistir, ahora… era diferente… o no.

Ella retomó el camino hacia la puerta. Cogí mi bolso y la seguí. Tras de mí, Sebastien.

Murmuró…

—Lo siento Bianca, no tengo alternativa.
—Lo sé –balbucee.

Durante el viaje permanecí callada. Romberg habló algo del clima y después de cómo había llegado a Kirkenes. Mencionó otra vez a Susan y cuánto la extrañaba. Sebastien la escuchó, creo que contestó con monosílabos. Más que nada estaba atento a mi estado. Él también me conocía muy bien.

Llegamos a los portones y activé el control. Abrí la puerta y salí del coche con un breve, “buenas noches”. Avancé por el parque sin mirar atrás escuchando como las pesadas puertas se cerraban a mi espalda. El aroma a resina de cada ciprés de nuestro jardín impregnó mis pulmones. Un ligero olor a lilas silvestres se mezcló por una brisa del este. Antes del portal me detuve. Mi respiración se notaba agitada. Me estremecí. Charles abrió la puerta y me observó bajo la luz del farol.

Di un beso en la frente a mi amado padre del corazón y continué hasta el sofá donde me dejé caer.

—¿Todo bien? ¿Discutieron?
—No.

Él desapareció para regresar con un café liviano. Se sentó y aguardó que le contara.

Y le conté, todo. Incluso aquello que estaba segura ocurriría.

—Es horrible –murmuré cogiendo la taza con ambas manos—. Sé lo que somos pero es horrible.
—Entiendo. Para Sebastien lo será también.
—Sí… Quizás es mi estado que me pone tan susceptible y… ¡Diablos, Charles! Sé que somos asesinos pero… No sé si me explico. Yo… Recuerdo aquella vez en el yate, pudo asesinarme.
—No lo hizo.
—Exacto, ella no correrá con la misma suerte. Ahora entiendo a Scarlet. Por un lado está en juego el secreto y por otro si le dice la verdad a Grigorii y sale mal… ¿Te imaginas? Tendría que asesinarlo.
—Confiemos que no se llegará a tanto. Creo que desapareceríamos de Kirkenes antes de permitir que Scarlet recurriera a ello.

Clavó sus ojos dulces en mi vientre.

—¿Cómo está mi nieto, Bianca?
—Creciendo.
—Es verdad, creciendo feliz porque está protegido. Y lo estará siempre.
—Cielos, ¿por qué tiene que ocurrirnos esto?

Sonrió con ternura.

—Porque se trata de sobrevivir. Mismo en la naturaleza nos puede resultar cruel. Pero la elección es una. Comer o ser comido, querida Bianca. No puedo saber que ha sentido Sebastien por la reportera. Seguramente una inminente amenaza.
—Sí… Aun así… Es escalofriante.

Creo que observé el reloj de pared unas diez veces en una hora. ¿Ya habría ocurrido? ¿Sebastien se habría desecho de la reportera? ¿Cómo habría ocurrido el asesinato? ¿Habría sufrido? ¿Le habría dicho la verdad antes de robar su vida? Las preguntas iban y venían en mi cabeza. Imágenes breves se formaban en mi mente una y otra vez. Ni siquiera escuché el diálogo de Charles y Rose cuando ella bajó con un libro bajo el brazo. Ni presté atención al saludo de Scarlet antes de partir a la Jefatura.

Cuando subí a mi habitación, me bañé y me vestí con la bata de seda. Me senté frente al tocador y estudié mi rostro… Me vi reflejada en el espejo. Un rostro bonito. Cabello negro que caía en cascadas, aún húmedo por la lluvia de la ducha. Nariz casi perfecta. Boca de labios rellenos que escondían mi arma más mortal, los colmillos. Y ojos borgoña…

Nunca había pensado en posibles situaciones extremas. No había ocurrido con Bernardo, ni con Olaf Arve, ni con cada humano que se había cruzado en nuestras vidas. ¿Cómo reaccionaría mi padre al saber quién era yo? ¿Y mi tía, madre de Liz y Marin? ¿Y Tom, el camillero que llevaba los cadáveres a la morgue? ¿Y Paul, el empleado del hospital al que le compraba el café? Es que todo había resultado bien hasta ahora. ¿Y si un día…?

El motor del coche de Sebastien se escuchó atravesar el parque hasta llegar al garaje. Poco después, la puerta de casa se abrió y cerró. Afinando el oído esperé escuchar sus pisadas subiendo la gran escalera. Los pasos por el pasillo siguieron de largo por nuestra puerta. Segundos después se escuchó ruidos en la habitación de Douglas.

Me quedé estática frente al tocador. Sebastien no deseaba verme luego del suceso. Es que no había querido demostrar mi reacción, fue inconsciente. Estaba segura que lo habría hecho sentir un despiadado asesino.

Escuché otra vez sus pasos alejarse por el pasillo. Se encerraría en su despacho libre de todo rastro homicida. Respiré profundo… Es que no sabría qué decir al verlo. No desconocía cuál sería su estado de ánimo. Lo noté cada vez que me miró a los ojos, mezcla de angustia y resignación.

Mis manos descansaron sobre mi vientre. Acaricié la pequeña forma redondeada que latía cada segundo. Mi pequeño Craig dormiría lejos de todo peligro. Él también sería vulnerable como todos nosotros. Mi bebé llevaba el secreto desde que se formó en mis entrañas. Un secreto de una raza oscura y escondida del ojo humano. Pero nada malo le ocurriría. Porque su padre, líder de los vampiros se ocuparía de ello.

Entendí que las palabras de Charles en un momento determinado en la sala no habían sido en vano. Él nunca decía frases por decir.

“¿Cómo está mi nieto, Bianca?”
“Creciendo”.
“Es verdad, creciendo feliz porque está protegido. Y lo estará siempre”.

—Lo estará siempre –repetí bajito.

Me puse de pie y abandoné la alcoba. Ron salía de la habitación donde descansaba Khatry. Saludó con una sonrisa amable y respondí de igual modo. Bajé la escalera y contemplé a Rose y Anouk cuchichear en el sofá sumergidas en libros y apuntes. No me detuve hasta llegar a la puerta del despacho. Entré sin golpear. Entonces lo vi… recostado al marco de la ventana con un vaso de whisky en la mano. Me miró de soslayo y su vista volvió a perderse a través del parque, quizás entre las cumbres lejanas.

Mis pasos me acercaron a él hasta quedar a pocos centímetros. El aroma a jabón de manzana era delicioso. Tenía puesto una camiseta y un jeans de Douglas.

—Te queda un poco grande –murmuré.

Sonrió apenas y bebió un trago.

—Pensé que irías a la habitación.
—No quería que me vieras, Bianca.

No lo dudé. Me acerqué por la espalda y mis brazos lo encadenaron a la cintura. Apoyé mi nariz en la suave tela de algodón.

—Yo sí quería verte.
—No es un buen momento –susurró compungido.
—Sí lo es. Porque necesitaba darte las gracias.
—¿De qué? ¿Por ser insensible y borrar toda amenaza?
—No, por protegernos.
—Te cruzaste en mi vida sin saber de qué era capaz.
—Cierto, pero lo sabía cuando me casé contigo y te juré amor eterno. No soy engañada cada día que comparto la casa junto a ti. Tampoco cada noche en la que me haces el amor. Las únicas veces que me sentí vulnerable y desprotegida fue en esa dimensión que tú no podías cruzar. Hasta ese tiempo que permanecí en Canadá sabía que nada me ocurriría. Porque cuento contigo en cualquier rincón del mundo que estemos. Así que… Nuestro bebé y yo, te damos las gracias.

Giró entre mis brazos y me aprisionó en su pecho.

—Junto a ti no nos ocurrirá nada malo.
—Ten la seguridad que daré la vida por ello.

Liz.

Lenya hizo que pasara maravilloso en el hotel. Como los enamorados que éramos disfrutamos la soledad de esa lujosa habitación. No era que deseaba competir con Marin pero la realidad demostraba que no debías dejar que la rutina te agobiara. La idea de pasar un par de días en el hotel pudiendo hacer el amor y conversar de nuestros proyectos sin que nadie interrumpiera fue tentadora y acertada.

Pero no solo nos encerramos como dos desesperados por el sexo, Lenya sabía cómo hacerme feliz fuera de la cama. Paseamos de la mano al anochecer por el céntrico Kirkenes, y compramos algunas prendas muy bonitas para el bebé. Una de las mejores sorpresas fue al beber un jugo de grosella en un restaurante. Lenya pagó a unos Mariachis que paseaban entre las mesas ofreciendo canciones a los turistas. Fue emocionante y hasta creo que me sonrojé al ser el punto de atención de los comensales.

Esa noche cazamos juntos al pie de las cumbres. Hicimos el amor bajo ese cielo teñido por una bella aurora boreal. Después, caminamos de la mano, sin prisa, por la playa.

Me sentía feliz. Feliz y agradecida por todo lo que la vida me había regalado. En otoño nacería nuestro hijo y conformaríamos una familia en lo estricto de la palabra. Además mi corazón había abandonado la angustia de no reconciliarme con mi amigo. Drank y yo podíamos hablar frente a frente sin que sintiera su tristeza por no ser correspondido y mi impotencia por no poder hacer nada al respecto.

El sonido suave del mar rompiendo en las rocas fue lo único que me trajo nostalgia. Pero el amor de mi vida también había pensado en ello...

Se detuvo aún con su mano cogida de la mía.

—¿Dónde dices que aparecen tus sirenas?

Giré hacia aquellas rocas lejanas que formaban una cuna para recibir el oleaje más fuerte.

—Allí fue la última vez que las vi.
—Te cargaré en brazos y te dejaré a salvo mientras recorro la playa. No te muevas de allí hasta que regrese por ti.
—¿En serio? –sonreí.

Se acercó y besó mis labios.

—Sé que las extrañas.

Lo rodee por el cuello y reí.

—¡Gracias!

El beso que siguió fue lento y apasionado. Amaba que mi lengua recorriera cada rincón de su boca. Amaba que se dejara besar hasta hacerlo estremecer. Amaba sus manos poderosas sujetando mi cintura. Amaba el aroma su piel ahora mezcla de su perfume y el salitre del mar, la textura de su barba incipiente. Amaba su mirada encendida después de cada beso… Amaba a Lenya Craig en cuerpo y alma.

—Prométeme que no te apartarás de allí hasta que regrese por ti.
—Lo prometo.
—Las rocas puedes ser traicioneras y no me perdonaría jamás haber tenido una mala idea.
—Es una buena idea, de verdad –sonreí—. Te esperaré allí.
—Además… quiero que me prometas que te harás la ecografía. Necesito saber que está todo perfecto.
—Te lo prometo, amor.

Lo miré a los ojos. A esos maravillosos ojos grises que se convertían en plata cuando gozaba entre mis brazos.

—No me mires así. Harás que te tumbe aquí en la arena y te haga cubrir el ruido del oleaje con tus gritos. Y mira que a ti últimamente no te cuesta nada.

Apoyé mi nariz en su pecho y reí.

—Lo sé, vivo excitada y caliente por ti. Deber ser mi estado de gravidez.

Me cargó entre sus brazos y sonrió.

—Entonces debo estar embarazado desde que te conocí.

Reí otra vez.

—¿Vamos, señora Craig?
—Vamos, mi amado vampiro.

………………………………………………………………………………………………

Lenya cumplió su palabra. Me dejó a salvo sentada en las rocas con los pies chapoteando en el agua y se alejó lo suficiente hasta que su cuerpo podía verse como un pequeño punto en la playa. Observé el mar calmo hasta el horizonte. Solo parecía cobrar vida al aproximarse a la costa, donde las olas se formaban con crestas de espuma y rompían hasta morir bañando al pie de los acantilados. Pero el mar no cobraba vida solo con las olas. Tenía vida a lo largo y ancho de su superficie y en las profundidades misteriosas.

Esperé un buen rato. Aspirando ese aroma particular y entrañable desde aquella primera vez cuando me convertí. Mientras mis pies acariciaban el agua cristalina, las diminutas partículas de arena jugaban una danza alrededor, arremolinándose y apartándose entre mis dedos en movimiento.

Miré el horizonte. Un barco pesquero hundía su proa en las aguas para luego elevarse hacia el cielo. El mar parecía mecerlo como si fuera una cuna, suavemente, con cuidado. Aún sabiendo que quizás al terminar el día ese  barco se llevaría parte de las riquezas. El bien a cambio del mal… Como ese dicho… ¿Cómo era? Ah, sí… Sé como el sándalo que perfuma el hacha que lo hiere. ¿Y yo? ¿Cómo era yo?

—Mi reina, bienvenida a sus dominios.

Giré la cabeza hacia la voz, grave pero melodiosa. Un hombre semi sumergido dejaba ver su torso desnudo y musculoso. Las puntas de sus cabellos largos y dorados lamían las crestas de espuma antes de romperse contra las rocas. Al ver mi expresión de asombro una media sonrisa se dibujó en su boca de labios morados y carnosos.

—Mi nombre es Tidevannet. Marea en noruego. Puedes llamarme Tide.
—Hola Tide… Eres… ¿Como las sirenas?
—Si te refieres a la misma raza, sí. Con algunas diferencias que con tu extraordinaria inteligencia no necesitarán ser explicadas –su iris verde y rojizo lanzó chispas de diversión.

Reí.

—Lo imagino. Y dime, ¿Has visto a Vepar? ¿O a Mily, o a Splash?
—Ellas partieron a aguas rusas, hace un par de meses.
—¿No las veré más?
—Claro que las verás. Quizás regresen cuando nazca tu bebé vampiro.
—Ah…
—¿Hay algo que deban saber con urgencia?
—No… En realidad las extrañaba. Hace tiempo no visito la playa. Bueno… también contarle algunas cosas sin importancia.
—Todo lo que desees que sepan se lo diré en cuanto regresen.
—Ehm… A ver… Puedes decirle que mi bebé nacerá en otoño. Y que mi amigo y yo nos llevamos mejor. Lo he vuelto a ver y visito la reserva.
—Eso suena bien.
—Que Bianca Craig está fuera de peligro y… ¡Ah! Que Bernardo, su amigo le ha contado a Sebastien que encontraron el libro de los lobos.

En segundos nado hasta mí. Apoyó sus brazos enormes sobre una roca y me miró preocupado.

—Eso no es de poca importancia.
—¿No?
—Al menos no para Vepar.
—¿Por qué?
—El libro contiene profecías y deberían ser bien interpretadas.
—Los lobos son inteligentes. Sabrán hacerlo.
—No se trata de inteligencia sino de leerlo con el corazón. De todas formas, cuando regrese Vepar ella te contará mejor. Ahora, debo irme.
—Sí… Yo también. Cuando veas a las chicas diles que las extraño. Regresaré pronto aquí, para verlas.
—Eso será cuando tus ojos vean a Halldora y a Adrien juntos.
—¿Juntos? ¿Los veré juntos? ¿Por qué?

No respondió. Echó una última mirada y se hundió en las profundidades.


Vikingo.

El chorro de líquido oscuro y aromático fue cayendo del termo en ambos vasos descartables. La cocina de Susan era pequeña pero tenía una hermosa ventana donde podías ver el patio y aún las distintas flores en grandes macetas. Flores que yo intenté que sobrevivieran después de la helada mortal.

—¿Azúcar? –pregunté señalando el armario de madera turquesa.
—Sí, por favor. Bastante amarga está mi vida.
—Cógela tú mismo, segundo estante –suspiré y bebí un sorbo de café—. Ánimo amigo. Te sentirás mejor con el tiempo. Nadie se murió porque una chica lo dejara.
—No es una chica cualquiera, Vikingo. Lo sabes. Es el amor de mi vida.

Después de traer el pequeño azucarero se sentó en el taburete.

—Lo sé. Me refiero que… Olvídalo.
—Tus intenciones son buenas pero es difícil sobrellevarlo. Lo único que aliviaría el dolor es que ella me dijera que no me ama frente a frente. Que nunca se ha enamorado de mí. Entonces podré cerrar la puerta.

Sonreí de lado y bebí otro sorbo.

—No quieres eso, Grigorii. Huyes a esa respuesta. De lo contrario hubieras ido a la mansión. Sin embargo te entiendo. Créeme.
—¿Por qué me dijiste que no fuera allí? Que sería mejor hablarlo en la oficina.
—¿Y tú me hiciste caso? –sonreí—. Conoces de memoria que eres terco como mula. Y en cuanto a lo que dije, no lo sé. Fue un presentimiento. Allí viven los Craig. Es su familia, sus hermanos. No creo que hubiera sido buena idea estar solo con ellos dando vueltas.
—Jamás le faltaría el respeto aun enojado o resentido. Y… ¿A qué has venido aquí?
—Ah… Pues… busco algo que nos sirva para entender a tus Craig, te lo dije. Mi hermana los conocía muy bien. Algo me dice que algún rincón de esta casa puede haber una pista.
—¿Tu carrera de investigador frustrada? –sonrió y bebió el café.
—Algo así. Ven, vamos al ático. Es el único lugar que no di vueltas patas para arriba. Solo llevé sus cajas de ropa y objetos de recuerdo.
—¿Allí encontraste los calcos de tatuajes?
—Sí, la última vez que vine. No presté atención al resto.

Con el café en mano subimos por la escalera plegable. Encendí la lamparilla y observé alrededor. Todo estaba igual como lo dejé. Había un ventilador en desuso, un kit de limpieza, una colección de muñecos de peluche que los niños internados solían regalarle. Era tan dulce con ellos. Una buena profesional.

Comencé por el baúl donde había encontrado la caja de calcos.

—¿Quieres que te ayude?
—Claro, revisa los cajones de ese armario. Si ves algo que te llama la atención, me lo dices.
—Okay. ¿Qué tal si antes abro el ventiluz? Hay un poco de olor a humedad.
—Vale.

Permanecimos casi una hora con cuidado de no romper objetos ni traspapelar documentos importantes. Aunque era irrisorio. En poco tiempo debía vaciar la propiedad para alquilarla o venderla. Susan ya no regresaría y era mi deber guardar algún recuerdo y solo aquello de vital importancia.

—El armario no tiene nada del otro mundo. Si es que buscamos algo sobre los Craig –aseguró Grigorii.
—Me lo temía pero valió la pena intentarlo.
—Gracias de todos modos.
—¿Revisaste bien los cajones?
—Sí. Hay bijouterie, anillos, pulseras, etc. En el primer cajón papeles de escritura y pago de impuestos.
—En el baúl hay ropa, y más muñecos.

Mis manos descansaron en la cintura.

—A ver, tú que eres el experto investigador. Dime, ¿dónde esconderías algo para que nadie lo encontrara?

Grigorii estudió alrededor.

—Creo que si la pared hubiera sido de ladrillos detrás de alguno, pero no lo es.
—¿Detrás de un cuadro? –pregunté.
—Es muy obvio. Y no hay cuadros. De hecho hay fotos en el tercer cajón.
—Sí, deben ser de nuestra niñez y adolescencia. Y también alguna que otra de ese atorrante de Olaf Arve.
—¿Quién?
—El director del hospital. Mi hermana mantenía una relación clandestina con él.
—¿Tenía esposa?
—No. Pero dicen que desde que su hijo partió lejos se volvió huraño y no deseaba que nadie supiera de su vida privada.
—¿Estuvieron mucho tiempo de amantes?
—Más de lo que yo hubiera querido.
—Evidentemente no te caía bien.
—No es que tuviera algo específico contra él salvo que ocultaba a mi hermana como si fuera ladrona. Tengo entendido que era genio como biólogo. Después llegó a ser director.
—Quizás con ayuda de los Craig. Son poderosos.
—Quizás. Que mantenían estrecha relación no podían negarlo. Un hijo de Sebastien Craig sufre talasemia. Arve arregló todo para que la ambulancia con la sangre a transfundir se trasladara a la mansión. Imagínate si todos los pacientes pudieran lograr lo mismo.
—Ajá… El poder del dinero.
—Y bien, ¿no se te ocurre por donde buscar?
—No…
—Piensa. Si hay algo oculto debe estar en un lugar impensable.
—Podría haber sido desechado si no deseaba que nadie lo encontrara y si hubiera querido seguir viéndolo o usándolo…
—La muerte la sorprendió, Grigorii. Si hay algo estoy seguro que no le dio tiempo a botar.
—Yo… guardaría detrás de un artefacto del baño o lo hubiera enterrado en alguna maceta.
—Bajemos, buscaremos allí. ¿Quieres más café?
—Acepto.

Nada había detrás de los artefactos del baño. Ni en la mochila del depósito de agua. Para cuando terminamos todo el termo de café y a punto de darnos por vencidos Grigorii desenterró un objeto de la Violeta de los Alpes. Estaba envuelto en una pequeña bolsa impermeable. Le quitó la tierra y me acerqué. Limpié mis manos en los jeans e intenté en vano quitarme las diminutas espinas de los cactus enanos.

—Es un móvil. Un modelo viejo.

Lo cogí y traté de encenderlo.

—No tiene batería. Creo haberle visto este aparato. Lo tenía para comunicarse con Arve.

Lo giré para ver la ficha de entrada de energía.

—No recuerdo tener un cargador igual en casa. Tienes razón el móvil es un modelo viejo.
—Si logras encenderlo, ¿con qué fin quieres ver mensajes de amantes?
—Lo sé… Sin embargo intentaré encenderlo. Lo llevaré a casa.







15 comentarios:

  1. Muy interesante, muchas gracias por compartir.
    Feliz fin de semana

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    1. ¡Hola Trini! Gracias por la visita y comentar. Un abrazo!

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  2. Bianca no va tener más celos de la señorita Romberg, seguro que no! Espero que Sebastien no la tome conmigo, también sé su secreto:)
    Grigorii será un problema tarde o temprano, permitirá Scarlet que lo eliminen? Creo que no.
    Bso

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    1. ¡Hola Ignacio! Gracias por comentar.
      Es verdad no va a tener más celos, aunque ha sentido pena. Me has hecho reír. No creo que debas preocuparte por Sebastien y conocer el secreto de los Craig. Los lectores están a salvo, te lo prometo.
      Grigorii es un problema, coincido contigo. Aún no sabemos como reaccionará. Creo que no muy bien. Habrá que esperar.
      Un gran abrazo querido amigo, y feliz semana!!

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  3. La reportera preguntaba mucho y Sebastien ha querido proteger a su gente y es lo normal.Creo que con el movil que han encontrado averiguaran cosas y no se lo que pasara.Esta muy interesante,me ha gustado mucho.Besos.

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    1. ¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar. Sebastien vio en peligro a su familia y también a toda una raza. No tuvo otra salida que quitarla del medio. Estoy segura que si hubiera habido otro remedio no lo hubiera hecho.
      Ese móvil tienes razón... no se sabe que encontrarán.
      Un gran abrazo amigo desde Argentina y feliz semana!

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  4. Uy adoro la pareja de Bianca y Sebastien me alegra que estén bien juntos. Esperoque la señorita Rosenberg no sea un problema. Te mando un beso y buen capítulo

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    1. ¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar. A mi también me gusta esa pareja y creo que se aman mucho.
      La señorita Romberg no creo sea un problema. Veremos que ocurre con Vikingo.
      Un besote grande amiga y que tengas una feliz semana!

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  5. Hola, Lou... La intención de Vikingo es clara, él quiere ayudar a Grigorii y a Scarlet... pero me temo que no los va a ayudar como, sin duda, desearía
    Imaginé que en casa de Susan encontrarían algo... y, en efecto, en el desván han hallado ese móvil antiguo
    Bueno, Sebastien le concedió la entrevista a la señorita Romberg para que no la echaran de la editorial... entiendo que haya visto un peligro para su raza en ella... pero lo cierto es que, como a Bianca, me ha dado pena esta mujer
    Tal vez he visto un poco precipitada la decisión de Sebastien... y, por esta razón, me doy cuenta que Grigorii y Scarlet lo van a tener muy complicado para ser felices juntos... Es que si solo mataran a asesinos o a humanos malvados, quizás Grigorii lo aceptara... pero no creo que acepte que asesinen a humanos para sobrevivir ellos
    Muy interesante la conversación entre Liz y Tide... Sí, los hombres sirena también existen ;-)
    Bueno, pues ya veremos cuando ve Liz a Halldora y a Adrien juntos... y si los lobos leen con el corazón las profecías para interpretarlas correctamente
    Como siempre, y para no variar... un excelente capítulo... Enhorabuena
    Besos hacia Buenos Aires

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    1. ¡Hola Mela! Muchas gracias como siempre por tu comentario.
      Tienes razón la intensión de Vikingo es ayudar a Grigorii y a Scarlet, aunque yo me atrevería a pensar que sobre Scarlet tiene muchas dudas y algo le huele extraño.
      Sebastien tuvo buena intensión al querer ayudar a la reportera, pero su olfato le dijo que no todo quedaría en esa reunión. Ella hubiera ido más allá con la consecuencia del fin del secreto de la raza. Es decir, el humano se enteraría de la existencia de vampiros y... cuando mete mano el humano... Bueno a veces no, pero puede que sí. Tuvo temor y no vio otra salida. Es muy respetable tu opinión, te entiendo perfectamente.
      Grigorii no creo que acepte la verdad de buena gana. Sin embargo hay otra razón por la que pienso que podría enfadarse. Y es la mentira por tanto tiempo. A lo mejor, eso le duele más.
      Tide dijo a Liz algo muuuy importante, y lo has mencionado. Tiene una trampa, un secreto escondido. Ha dicho mucho más en esa frase pero... sssh... no puedo adelantarlo.
      Muchas gracias tesoro por estar aquí y por tu beso viajero. También va el mío para España. Feliz semana!!

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  6. Hola guapi!!!! Llego tarde, llego la última???? Los últimos serán los primeros en el reino de los cielos, jejejejejej. Me encanta que Liz pueda hablar y relacionarse con Drank como un amigo, me encanta Lenya, Sebastien, Bianca, me encantan tooodooosssss!!!! Los Craig estaban en peligro y Sebastien ha hecho bien!!!!
    Grigorii se enterará de todo todito, creo, peroooooo está enamorado de Scarlet y el amor amore salta cualquier barrera!!!! Viva el amor amore, vivan Grigorii y Scarlet!!!!
    Capi genial!!!!!

    Más besotes viajan a Buenos Aires, los míoooosssssss!!!!!!

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    1. ¡Hola mi sol! Muchas gracias por comentar. No importa si primera o última lo importante es que me dejes tu bello comentario.
      Liz y Drank van a llegar a buen puerto y con caminos separados. Su amistad ha superado dificultades y se lo merecen.
      Los Craig corrían peligro. Sabemos como son los reporteros y más si llega a ser prensa amarilla. Así que Sebastien obró como le parecía lo mejor.
      Grigorii está mur cerca de saber la verdad. ¿Por quién? Eso aún no lo sabemos.
      Yo creo que deberá amar mucho a Scarlet para perdonar todo lo que se le ha ocultado.
      Gracias nuevamente, un besote grande que vuela para España, y el deseo de que tengas feliz semana!!

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  7. Que feo es no poder decir algo en especial de los distintos puntos de vista! Todo el capítulo fue un placer de leer!

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    1. ¡Holaaa! Mi sol gracias por leerme y comentar.
      Tu di lo que quieras y cuando puedas. El placer es tenerte de lectora. Un besazo Johaa!!

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Gracias por visitarme y comentar.