Capítulo
11.
Un paso más.
Sebastien.
El
día había amanecido teñido de un naranja tormentoso y a través de los grandes
ventanales podía olerse un ligero aroma a lluvia lejana. Antes de viajar a la
Isla del Oso recibí la visita de Bernardo. Después de esa conversación breve
que habíamos tenido en la boda de Douglas había prometido darme más detalles
sobre ese misterioso libro encontrado. Había adelantado que el texto
involucraba a la raza de vampiros, cuestión que llamó poderosamente la
atención.
Pero
fue más mi sorpresa cuando pude ver con mis propios ojos la firma de mi padre
en esa hoja tan antigua.
Levanté
la vista para contemplar a Bernardo bebiendo un trago de coñac. Sentado frente
a mí en el sofá, suspiró mientras aguardaba mi veredicto.
—Sí,
es la letra de mi padre. No entiendo por qué nunca lo mencionó.
—Es
cierto. El libro contiene frases importantes. Habla de profecías. Sabina dice
que quizás su madre lo firmó cuando era muy joven. Ya sabiendo que sería el
alfa.
—Suena
coherente, ahora… ¿A quién pertenece la tercera firma?
—Ella
lo ignora. Pensaba si tú… Sin embargo veo que no la reconoces.
—No
tengo la menor idea. Y pensándolo bien, mi padre ocultó a Lenya por años, ¿por
qué me contaría de este libro.
Arqueó
la ceja e hizo señal de aprobación.
—¿Hay
algo que contenga el libro que puedas resumirme? Me refiero a datos importantes
que nos involucre.
—Pues
verás datos precisos… no. Se basa en mantener la unión en las razas. En la
lucha contra el exterminio de parte del humano. Después, son reglas nuestras,
normas a seguir.
—Entiendo.
Entonces, ¿el humano era una amenaza para quienes redactaron el libro?
—¿Era?
¿Descartas que lo sea ahora?
—No
me lo recuerdes. No tuve un grato acontecimiento ayer. Pero dime, si se trata
de defendernos de la destructora raza humana, ¿quién firma junto a mi padre y
Maia?
—Nadie
lo sabe en la reserva.
Anouk
bajó las escaleras muy elegante con una carpeta bajo el brazo. Parecía lista
para una entrevista de trabajo.
—Buenas
noches. Lamento interrumpir.
—Buenas
noches, Anouk.
Apenas
se acercó nos pusimos de pie.
—No
sé si te he presentado formalmente a Bernardo. Sé que lo conoces.
—Tengo
el gusto sí, aunque nunca hemos hablado. Mi nombre es Anouk Gólubev. Del
aquelarre ruso.
—Encantado
formalmente –sonrió Bernardo estrechando su mano.
—Reitero,
disculpen la interrupción pero me urgía hablar con el señor Bernardo.
—¿Conmigo?
—Sí.
Miré
a ambos con curiosidad. ¿De qué hablaría Anouk con Bernardo?
—Coge
asiento, Anouk –invité—. ¿Deseas que me retire?
—Oh
no, jamás le pediría eso a nuestro talentoso líder.
—Okay
–sonreí— ¿Quieres beber un coñac? –me acerqué al bar.
—No
gracias, las damas no beben a estas horas.
—Y
bien –sonrió Bernardo—. ¿En qué puedo ayudarte? Si es un asunto entre Drank y
tú, deberías hablarlo con él.
—¿Drank?
–giré la cabeza mientras volcaba más coñac para mí—. ¿Qué tienes que ver tú con
Drank?
—No,
no –se exaltó Anouk—. Es un disparate. Señor Bernardo pienso que el coñac no
está sentándole bien.
—Ah,
perdón… porque como creí que… no nada, olvídalo.
—El
motivo por el que debo hablar con usted es porque ha llegado a mis oídos, por
supuesto que no por una filfa ni cotilleo sino por…
—¿Perdón?
¿Una qué?
—Filfa
señor Bernardo, chisme, murmuración, chismorreo.
—Ah…
—Continúo.
Llegó a mis oídos porque la noticia de que la reserva contará con un Jardín de
Infantes fue motivo de alegría para esta familia que tanto quiero como la mía.
Arquee
la ceja.
—Bueno,
un poco menos que la mía –corrigió.
—Eso
me parece más sincero –sonreí.
—Como
decía, dado que abrirán las puertas de esa institución que lleva en sus bases
nada menos que la responsabilidad de educar a los más pequeños, propongo que me
acepte para el cargo.
Bernardo
parpadeó. Miento, Bernardo y yo parpadeamos.
—Ah…
Tú dices para el cargo de maestra.
—Docente
queda mejor, señor Bernardo. Derivado de docens,
enseñar.
—¡Claro
cómo no se me ocurrió!
—Por
eso me tomé el atrevimiento de preparar el curriculum. Espero que esté
conforme. El documento contiene todas mis notas y experiencia en áreas de
práctica.
—Bernardo
sabe que contiene un curriculum, Anouk.
—¡Por
supuesto, por supuesto! No he querido menospreciarlo.
—No
has querido, es que a ti te sale natural –la regañé.
—Déjala,
a pesar de su verborragia, palabra que sé perfectamente que quiere decir
–sonrió divertido—, a pesar de ello me cae simpática. Es muy… fresca. Sí, eso
es.
—Es
muy amable.
—Bueno,
permíteme verlo y te llamaré.
—Si
se lleva el curriculum se olvidará y pasarán los días, y días, y días, y comenzará
el período de clase y los lobos no tendrán docente. Lobitos, en realidad.
Porque ustedes los adultos ya tuvieron quien les enseñara. Eso creo…
—Anouk…
—murmuré.
—Es
que no puedo decidirlo ahora.
—¿Por
qué no?
—Debo
consultarlo.
—¿Con
quién? ¿Cuántos tan bien instruidos hay aparte de usted?
—¡Anouk!
–exclamé.
—Perdón,
perdón, me expresé mal y eso no habla bien de una docente. Hasta los
cavernícolas del Matto Grosso pueden llegar a instruirse y no quita que vivan
en una reserva y sean lobos. ¡No perdón!
Bernardo
lanzó una carcajada.
—Quiero
decir, que a pesar de ser lobos pueden ser inteligentes y, ¡ay! Mil disculpas,
estoy nerviosa. Necesito el trabajo. Por favor, tómeme a prueba. ¿Qué perderá?
Bernardo
se recostó en el sofá.
—De
ninguna forma tomaré la decisión sin preguntarle a la manada.
—¡Ay
qué tierno es! Manada, como si fueran corderitos.
—Somos
lobos, señorita Gólubev –sonrió Bernardo—. Espero que no lo haya olvidado al
pedirme el puesto. Estará rodeada de ellos.
—No,
lo tengo bien en claro.
—Me
alegro, la llamaré por sí o por no, lo prometo.
—Espero
que sea por sí porque romperá mi corazón de lo contrario.
Liz
y Lenya entraron a la sala. Venían de su corta luna de miel.
—Bienvenidos,
¿qué tal lo pasaron?
—Muy
bien —contestaron sonrientes.
—Hola
rubia, ¡cómo crece ese bebé! –Bernardo la abrazó.
—Es
verdad, este último tiempo no ha parado de crecer –sonrió.
—Chicos,
¿beben un coñac con nosotros? –invité.
—Yo
no pero mi marido puede que sí. Estará hambriento de alguna charla de hombres.
Oh perdón. Anouk, ¿qué tal estás?
—Muy
bien, Liz. En realidad yo también me retiro. No se olvide del encargo señor
Bernardo.
—No
lo olvidaré. Y gracias por pensar en nosotros –sonrió.
Anouk
subió la escalera y Liz se despidió de mi hermano con un beso en los labios.
Sin embargo antes de retirarse sus ojos se clavaron en el viejo libro sobre el
sofá.
—¿El
libro de los lobos?
—Así
es.
Bernardo
lo cogió delicadamente y se lo dio.
—Guauu…
Lenya
se acercó curioso.
—Es
muy antiguo.
—Sí,
lo es.
—¿Y
qué hallaron de importante? ¿Solo son reglas para ustedes? ¿Qué hay de las
profecías?
—Aún
no podemos descifrarlas.
Lenya
pasó las hojas con cuidado.
—En
la última hoja está la firma de papá –agregué.
—¿En
serio?
—Sí,
y de Maia. Madre de Sabina. Era el alfa en ese momento.
—Hay
otra firma más –dijo observando detenidamente.
—Olvídalo,
no sabemos quién es.
Liz
deletreó en voz baja. Sus ojos se dirigieron a un punto fijo de la sala como si
pensara en ese nombre.
Alcancé
a leer sus labios… Vepar, o algo así.
—Liz,
¿conoces quién ha firmado el libro? Liz… —volví a repetir.
Entonces
me miró.
—No,
no sé quién es.
Vikingo.
Hablar
con Scarlet al día siguiente no solo no aclaró el panorama sobre Grigorii sino
que me desorientó más. Parecía una joven muy compungida y triste por la
separación y a la vez las razones no eran coherentes. Confesó que mi amigo fue
el único hombre del cual se había enamorado y seguramente nunca amaría a nadie
de esa forma. Sin embargo, no podrían estar juntos ni proyectar una familia en
el futuro. Cuando pregunté si ella creía que Grigorii no la merecía, respondió…
“soy yo que no lo merezco”.
Insistí,
lo admito. Pero no llegué a buen puerto. Se mantuvo en la postura muy segura. Hizo
que recordara esas parejas como Romeo y Julieta sin tanta tragedia. O familias
de judíos y católicos enfrentadas. Aunque nada de eso ocurría entre los dos.
Los Craig nunca habían demostrado desprecio por Grigorii, al contrario. Incluso
Sebastien había pagado aquella suma importante para que saliera bajo fianza…
¿Qué cuernos ocurría con mi amigo? ¿Cuál era el impedimento inquebrantable para
dejar escapar al amor de tu vida?
Conduje
por la avenida principal cubriendo la ronda de vigilancia como casi todas las
tardes. Esta vez me tomé el atrevimiento de desviarme dos manzanas y detenerme
en el viejo negocio de Jack. No iba en busca de un objeto antiguo, ni de un
cuadro de algún pintor en decadencia. Necesitaba un cargador para el móvil
encontrado. Me urgía saber si podía encontrar alguna respuesta sobre los
misteriosos Craig. Quizás no hallaría nada, solo mensajes de amantes. Quizás…
Apenas
entré eché un vistazo a las estanterías. Relojes, botellas decoradas con velas
de colores, balanzas antiguas, y hasta una máquina de escribir. Me acerqué al
mostrador y saludé.
—Buenas
tardes, Jack.
El
hombre inclinado en una de las estanterías levantó la cabeza.
—Oficial,
buenas tardes. ¿Qué lo trae por aquí?
Se
acercó limpiando sus manos en una franela.
—Verás,
busco un cargador para este móvil —extraje el aparato de mi bolsillo y lo exhibí.
Él
se acercó más y lo miró detenidamente.
—No
es tan viejo –observó la entrada de la ficha—. Se ha dejado de usar hará un par
de años.
—Es
posible. Pero ya no se consigue este modelo. Tú sabes salen al mercado nuevos
teléfonos cada tres meses.
—Cierto,
pero… no tengo nada parecido.
—¡Qué
pena! ¿Estás seguro?
—Completamente.
—Okay.
—¿Por
qué no se compra uno con tarjeta de crédito? Las compañías dan muchas
facilidades.
—Eso
haré. Gracias.
Subí
a la patrulla y retomé la ronda. Había pensado que Jack seguramente tendría un
cargador antiguo. De todas formas no me daría por vencido. Algo me decía que
ese móvil guardaba algo más que conversaciones de enamorados.
Al
llegar a la comisaría después de concluir mi jornada laboral, me crucé con
Scarlet en el pasillo.
—Vikingo,
buenas noches.
—Buenas
noches, Scarlet.
Ella
siguió camino pero a los segundos se detuvo.
—¿Grigorii
no vino a trabajar?
—No,
no se sentía bien.
Retomó
sus pasos con el rostro preocupado.
—¿Qué
le ocurre?
—¿Te
interesa?
—Sabes
que sí.
—Pues,
nada grave. Ha amanecido con fiebre y ha tenido que guardar cama. Quizás sea
gripe.
Ella
no habló, solo me miró fijamente con esos ojos tan bellos similares al violeta.
—¿Solo
fiebre?
—Sí,
eso dijo.
—Iré
a verlo.
—Preferiría
que no. Tú sabes. Verte no le haría bien salvo que fuera para reconciliarse.
—Entiendo.
De todas formas iré.
—Lo
imaginé.
Hansen
salió de la oficina.
—Vikingo,
sé que terminó tu jornada pero Tom necesita refuerzos. ¿Podrás quedarte horas
extras?
—Sí,
no se preocupe.
Scarlet
se alejó.
—¡Scarlet!
Giró
para verme.
—Por
favor, no le hagas más daño.
No
respondió y se alejó apresurada.
Una
descarga de contrabando en el puerto me entretuvo el resto de la noche ya
entrando la madrugada. Finalicé mi larga e improvisada jornada muy cansado y
con pocas ganas de prepararme algo de comer, así que de regreso tenía la idea
fija de dormir al menos doce horas corridas. Antes llamé a Grigorii para saber cómo
se sentía y si Scarlet y él habían cumplido un pacto de no agresión. Llamó la
atención que Anne contestara mi llamada. Aunque me aseguró que su hermano
parecía mejor a pesar de continuar con fiebre y escalofríos. No pude indagar
sobre la relación amorosa. No hubiera sido ubicado de mi parte meter a Anne en
ello.
La
idea fue dormir y reponer energía, pero no lo conseguí. Me desperté varias
veces y no por causas de pesadillas. En realidad, mi obsesión por saber de los
Craig causó un descanso interrumpido y la incesante idea en mi cerebro de qué
hacer para ayudar a la joven pareja.
Finalmente
me levanté cuando un indeciso sol despuntaba el horizonte por la ventana de mi
habitación. Preparé café y encendí un cigarrillo. Revisé mi móvil por si
Grigorii mi había hecho una llamada, pero no. Solo tenía un mensaje de texto de
Asgard, el ex Defensor de Menores. En él me contaba que Elvis se encontraba en
un hogar transitorio y que deseaba poder adoptarlo pero no llenaba los
requisitos.
Contesté
que lo lamentaba, hubiera sido genial que Asgard y el niño, pudieran estar
juntos. También aconsejé que no se diera por vencido.
Me
senté frente a la pequeña ventana a beber mi café. A Susan le gustaba amargo.
La extrañaba… Éramos muy confidentes… Por eso llamaba la atención que nunca me
hubiera comentado nada sobre los Craig a los que ella admiraba, y a la vez
sentía un temor reverencial.
¿Qué
escondían los Craig? ¿Qué escondía Scarlet?
Maldito
cargador…
Crucé
los brazos sobre la mesa y bostecé. Miré el viejo calendario de cartón colgado
de la pared, esos que te regalan en los negocios en todo lo largo y ancho de
diciembre. Ya final de junio… Mitad de año y sin hacer nada de mi vida más que
comer, dormir, y trabajar. Recordé que el viernes le había prometido a Patty
salir a cenar. Éramos viejos amigos y colegas. Aunque no ignoraba que ella
hubiera preferido ser algo más.
Patty… Recosté la espalda en la silla y mi memoria
hizo un “clic” como alguien que pone pausa en una parte importante de la
película. Patty… Había visto que usaba un móvil como el de Susan… Bebí tres
sorbos de café y la llamé.
“Vikingo,
¡qué sorpresa!”
—Sí,
disculpa la hora.
“¿Estás
bien?”
—Sí,
gracias. Yo… Verás, necesito pedirte un favor.
“Dime.
¿No saldremos a cenar?”
—No,
no se trata de nuestra salida. Es que… ¿Tú tienes un modelo XCM 2011?
“Ya
no, me compré un aparato nuevo a doce cuotas. Hace tres meses”.
—Ah…
“Si
sabía que necesitabas uno…”
—No,
es que… quería un cargador para ese modelo.
“Pues,
si es por el cargador aún lo tengo. Colecciono cargadores desde que me compré
el primer móvil. Locuras o manías.”
—¿De
verdad?
“Por
supuesto.”
—¿Podrías
dármelo? No ahora, quiero decir, mañana cuando nos veamos en la oficina.
“Cuenta
con ello.”
—Gracias,
Patty.
“Haría
cualquier cosa por ti.”
La
frase, “yo también” quedó suspendida en el aire pero no podía engañarla. Así
que terminé la charla con el famoso, “eres una buena chica, gracias amiga”.
Me
puse de pie y observé el horizonte. El naranja se diluía a medida que ascendía
como abanico por el cielo. Seguramente a la noche llovería. La breve noche de
Kirkenes y su particular estación de verano. Extrañaría la aurora boreal hasta
finales de septiembre, donde la oscuridad ganaría paso a paso terreno y la
ciudad se prepararía para las eternas nevadas.
Noches
mágicas y misteriosas. Noches subyugantes y extraordinarias. Noches de
Kirkenes, ciudad que acogía miles de turistas entusiasmados por la naturaleza.
Nunca hubiera podido vivir en otro lugar del mundo. Amaba mi tierra rodeada de
ese mar que en tiempo de tormentas parecía aterrador. De joven escapaba del
colegio e iba a caminar por la playa. Cansado de andar me paraba frente al
oleaje y dejaba que la brisa me arrebatara la energía para devolvérmela
incrementada. Dicen que el mar te arranca el alma y se la lleva. La pasea entre
las olas y la hunde en las profundidades. Después te la regresa. Pero ya no
eres el mismo. Nadie vuelve siendo el mismo después de estar frente al mar.
El
timbre de casa sonó dos veces. Alisé mi cabello para tratar de peinarme. Abrí
la puerta en segundos pero no había nadie…
Eché
un vistazo de izquierda a derecha y la calle parecía solitaria. ¿Quién habría
llegado hasta mi portal y habría corrido tan veloz que no había alanzado a
descubrirlo? De pronto, antes de cerrar la puerta mi pie chocó con un objeto…
Lo levanté y arquee la ceja. ¿Un zapato de dama? ¡Qué extraño! ¿Quién querría
dejar un zapato abandonado? ¿Una vagabunda? No, era muy costoso. ¿Una mujer mal
de la cabeza? ¿Pero por qué yo? ¿Con qué fin?
Anouk.
—¡Ah
pero tú sí que has perdido la cabeza, Rose! ¿Cómo se te ocurre?
Rose
se sentó en mi cama y frunció el seño.
—Di
lo que quieras. Se me ocurrió llamar su atención.
—Ese
humano no recordará porqué alguien dejó su zapato allí. Y era tan costoso. ¡Qué
lista eres te has quedado sin el calzado de marca!
—Me
compraré otro.
—Aún
no sé cómo Scarlet te dio su dirección.
—Le
dije que debía agradecer al oficial por haber sido tan amable conmigo aquel
día.
—¿Y
te creyó?
Rose
movió la cabeza tristemente.
—Scarlet
no es la misma desde que se peleó con Petrov. Anda entre nubes, pero no rosas,
nubes de tormenta.
—Pobrecilla.
¡Qué pena me da!
—No
entiendo porque no le dice la verdad. Todos los Craig la apoyaremos.
—No,
si tú no estás loca entonces has bebido alcohol y del malo. ¿Piensas que es
fácil? Imagínate, “hola Grigorii, yo te amo pero no podemos estar juntos porque
soy una vampiresa, asesino personas y tú cuidas de ellas”. ¡Olvídalo!
—Será
peor si lo descubre por otro.
—Nadie
se lo dirá.
—La
mentira tienes patas cortas.
—¿De
dónde has sacado esa frase?
—De
una humana en la feria.
—Mira
Rose, ponte a estudiar porque no salvarás exámenes copiando frases de humanos
en la calle.
—Estoy
enamorada –suspiró.
—Si
lo has visto dos o tres veces.
—Da
igual. No sabes, tiene unos ojos celestes como el cielo en verano. Esos
músculos trabajados que luce bajo la ropa de faena. Y esas manos… ¡qué fuertes!
—¿Manos
fuertes? ¿No será ancha o grande? Tu técnica del lenguaje me deja impresionada.
Sigue así y rendirás literatura cuando los elefantes vuelen.
—¡Ay
calla, Anouk! Déjame soñar con ese pedazo de humano. ¿Sabes qué cosas imagino
con él?
—Okay…
—rodee los ojos—. Aquí comienza tu lenguaje impropio. Que no es precisamente la
envidia de Cervantes.
—¿Quién
es Cervantes?
—¿Quién
es? Yo digo que te pongas a estudiar ya mismo.
Unos
golpes a la puerta interrumpieron la charla.
—¿Será
Cervantes que viene a sermonearme? –bromeó.
—¡Cielos!
Cervantes murió en 1616. Y antes de abrir la puerta te diré que fue el autor
del famoso “Don Quijote de la Mancha”. Al menos dime que te suena Shakespeare.
—Siii,
el autor de Romeo y Julieta. El cual se encontraba de muy mal humor cuando
escribió el final.
—Es
una tragedia.
—Ya
lo sé, ellos mueren.
—Tragedia,
Rose. Es el género dramático.
Abrí
la puerta y me encontré con Sebastien.
—Ah,
Sebastien. ¿Qué tal?
—Bien
Anouk, Necesito hablar contigo.
—Rose
rinde examen mañana y…
—Anouk,
te espero en el despacho.
—Okay…
Ya bajo.
Cerré
la puerta y miré a Rose.
—¿No
recuerdas si he metido la pata últimamente?
—Que
yo sepa no. Pero si te pregunta algo sobre mí y Vikingo, no me delates.
—Aprendí
que significa ser amigo, Rose. No te preocupes.
Salí
de la habitación y avancé por el pasillo hacia la escalera. ¿Llamaría mi
atención por el ofrecimiento a Bernardo? No le había consultado… Diablos,
trabajaba para Sebastien Craig y ni siquiera le había dicho que dejaría el
trabajo por otro. ¡Qué mala actitud! ¿Cómo pudo escapárseme no avisar la
posible renuncia al empleo? No era digno procedimiento de una Gólubev…
La
sala estaba vacía a no ser por Numa sentado en el sofá. Lo saludé pero no
respondió. Parecía demasiado pensativo para darse cuenta de mi presencia.
Golpee la puerta del despacho y esperé la voz de permiso de Sebastien Craig.
Apenas
entré lo vi sentado en su escritorio. Levantó la vista e hizo ademán de
invitarme a sentar.
En
cuanto lo tuve frente a frente lo observé apagar la notebook y cerrarla. La
hizo a un lado y apoyó los antebrazos en la mesa lustrada.
Una
Gólubev hubiera guardado silencio hasta escuchar el motivo de su llamado pero
yo… hace tiempo había dejado de tener costumbres de mi perfecto y educado
aquelarre ruso. Para bien o para mal.
—Sé
que puedes estar molesto porque no te he comentado sobre la idea de trabajar
como docente y seguramente mi proposición al lobo te tomó de sorpresa. Disculpa
por no haber actuado correctamente y avisarte de una posible rescisión del
contrato. Mis padres hubieran desaprobado mi actuar y con toda razón. Lo
olvidé, no fue a propósito para ocultarte algo. Mi cabeza últimamente no razona
en orden y…
Callé…
Él
me miraba con un gesto de paciencia que ni siquiera se lo había visto a mi padre
en toda su vida.
—¿Terminaste
Anouk? –habló con voz calma y melodiosa.
—Sí,
perdón. Solo que creí que adelantaría parte de la conversación porque sé de
antemano que no obre adecuadamente.
—Pues
–se rascó la barbilla—, diré que si fueras Natasha te diría que tu don está
fallando. Porque no es de eso que quiero hablarte.
—Ah…
Te escucho.
—No
solo quiero que me escuches, sino que me hables con la verdad. Y por una
sencilla razón. No soy tu padre pero vives bajo mi techo y eres en cierta parte
mi responsabilidad.
—Tienes
razón.
—Iré
al grano, sin rodeos.
—Sí…
—¿Qué
hay entre Drank y tú?
La
pregunta me descolocó. Como un disparo en el medio del pecho. Como un balde de
agua helada sobre mí. No lo hubiera imaginado. Tonta de mí. Era imposible que
un dato tan llamativo dado por el lobo hubiera escapado del líder de los
vampiros.
—¿Tú
dices porque el lobo lo nombró?
Cruzó
las manos sobre el escritorio y me observó fijamente.
—No
precisamente. No es el hecho que Bernardo o el lobo como tú lo llamas haya relacionado
a Drank contigo. Sino que fue tu particular reacción al escuchar su nombre.
Listo
Anouk, estás frita… No quedaba mucho por hacer frente a ese espécimen que
adivinaba sentimientos escondidos.
—¿Se
notó mucho? –balbucee.
—Al
menos para mí.
Permanecí
en silencio con la vista clavada en la alfombra de persa bajo mis pies.
—¿Entonces,
Anouk? ¿Qué ocurre entre Drank y tú?
Levanté
la vista y lo miré compungida.
—No
ha ocurrido nada, para mi desgracia. Me gusta eso es todo.
—¿Por
eso quieres trabajar en la reserva? ¿Para tenerlo cerca?
—Miento
si diría que la idea me entusiasma. Sin embargo hace tiempo que no consigo
hacer las prácticas finales para el título y para ello debo trabajar un tiempo
como docente. Pensé que en la reserva sería un lugar adecuado para aprobar
porque no consiguen quien se ofrezca a enseñar en esas condiciones. Me refiero
al lugar y la distancia del centro de Kirkenes.
—Ajá…
Pero son niños comunes. A pesar de tus ideas.
—No
discrimino.
—En
parte sí. Sin quererlo, lo sé. Pero lo haces. De lo contrario comenzarías a
llamar a Bernardo por su nombre no por su raza.
—Lo
siento. No me di cuenta.
—No
es a propósito para hacerlo sentir de menos, eso lo sé. Sin embargo marcas
inconscientemente una diferencia y te diré que no la hay. Los niños que
educarás si Bernardo acepta son como cualquier niño, sean vampiros, lobos, o
humanos.
—Lo
entiendo. Estoy lista para la práctica de cualquier niño.
—Me
alegro. Tengo entendido que necesitan cubrir un Jardín de Infantes con la idea
de guardería. La necesidad de los padres de dejar a sus hijos en buenas manos
mientras ellos, no están en sus hogares.
—Sí…
—¿Crees
que podrás con esa tarea?
—Me
gustan los niños, más que Drank. Si ese es tu temor.
—Bien,
ahora… ya que me has confesado parte de tus intenciones, hablaremos de Drank.
—¿De
Drank? No creo sea necesario, Sebastien. Te aseguro que no miento. No ha
ocurrido nada entre él humano y yo. Perdón, entre Drank y yo.
Sonrió
levemente.
—Hablaremos
de todos modos.
—Okay…
—Drank
es un buen hombre. Sin embargo tengo entendido que Liz es la dueña de su
corazón. No quiere decir que su actitud respetuosa y noble hacia mi hermano
haya arrancado su amor por ella de un día al otro.
—Lo
sé.
—Eso
significa que no te será fácil la conquista. Que tendrás que ir con cuidado de
no lastimarte. Pero hay otra barrera que deberás vencer si es que logras tu
propósito.
—¿Cuál?
—Tu
familia.
—Sebastien,
los Gólubev nunca han puesto impedimento en esa clase de relaciones. Anoushka
es humana y la adoran. Ha sido difícil al comienzo pero no por su raza sino por
un tema del linaje. Es bisnieta del asesino de los Romanov. Sabes que ha
significado para mamá.
—Conozco
los pormenores.
—Y
ya ves que la adora como una hija más.
—Te
diré algo. Mi padre fue un ser bondadoso y justo pero recuerdo su rostro de
decepción cuando confesé mi amor por una hembra que no era vampiresa. No es por
maldad. A veces lo padres proyectan un futuro que creen perfecto para sus hijos
y en el fondo del corazón un poco les preocupa cuando no es así.
—Pero
a Bianca logró quererla mucho con el tiempo. La hubiera asesinado si deseaba
otra hembra para ti.
—No
hablo de Bianca.
Recordé
que Sebastien no era la primera vez que se enamoraba de alguien de otra raza.
—Okay…
Pero las cosas no fueron tan mal.
—¿Tú
crees?
—Bueno…
La loba y tú se llevan bien.
—¿Piensas
que para llegar a donde hoy estamos parados no ha corrido agua bajo el puente?
—Supongo.
—A
ello hago hincapié. Debes estar preparada porque sospecho que nada será fácil
para ti. Y estás acostumbrada a que nada cuesta demasiado.
Abrí
la boca para contestar de inmediato pero la angustia me ganó y la cerré. Ante
el silencio sentí los ojos humedecerse. Tragué saliva y tomé impulso para
mirarlo a la cara y responder.
—Quiero
contarte que trabajar y mantenerme no fue fácil para mí. Como tú has dicho,
acostumbrada a tenerlo todo. Tuve que valerme sola y no solo por el dinero,
sino por no tener la contención de mi familia ante cada pequeño o grande
escollo. Y aprendí… —una lágrima se deslizó por mi mejilla, sin embargo no bajé
la mirada—. Aprendí a tener amigos y ser amiga. Aprendí a cumplir horarios y
tareas de lo contrario no cobraría mi sueldo. Aprendí a no gastar demás en
superficialidades porque no llegaría con el dinero a fin de mes. Aprendí a
salir adelante sin los Gólubev cuidando mis espaldas. Cada avance, cada
decisión, fue mi absoluta responsabilidad. Creo que no me fue tan mal.
Sonrió.
—No,
te ha ido muy bien. Tienes razón.
—Sé
bien que Drank es humano. También que no es rico… Y que no tendré junto a él un
apellido ilustre como los Gólubev o los Craig, pero es el dueño de mi corazón.
No me asusta luchar por él. Me aterra más que no crean en mí.
—Creo
en ti, Anouk. Y… adelante, ve por tus sueños. Solo recuerda no lastimar a nadie
en el camino. En cuanto a tus padres, no diré nada de esta conversación. Aunque
algún día si todo sale como sueñas, tendrás que hablarlo tú.
Thashy.
Había
oscurecido en esas tierras extrañas, cuando al fin pudimos entrar al lugar
donde tenían encerrado a Huan yen. Era un especie de cueva húmeda como las que
veíamos en Siberia. Pero tenían piedras rojizas como paredes y parecían
idénticas unas a otras. También había largos hierros que impedían pasar entre
ellos y llegar a él.
Miyo
había quedado cerca de la entrada, cuidando que ningún humano apareciera. Tenía
los ojos rojos, brillantes, casi escarlata, debido a la sangre bebida horas
antes en aquel tren.
Huan
yen parecía golpeado. Estaba echado en un rincón cuando me acerqué. Se
sorprendió al vernos. Acaricié los hierros y probé mi fuerza. Pero no era suficiente
para doblarlos.
—Vinieron
por mí –balbuceó.
—Sí
–contesté mientras seguía estudiando los hierros.
—Son
barrotes. Los usan cuando quieren encerrar humanos que se han portado mal
–informó.
—Pero
tú no eres humano y no te has portado mal.
—Dijeron
que estaba loco. Un loco asesino. Que vendrían por mí a la mañana.
—¿Sabes
cómo abren estas cosas?
—No
los abren. Las rejas tienen un candado –se puso de pie poco menos que
arrastrándose—. Te mostraré.
Llegó
hasta mí y tanteó un objeto de forma extraña.
—Es
un candado. Se abre con una llave.
—¿Llave?
—Sí,
es eso colgado allí. Pero está muy alta.
Seguí
la perspectiva.
—Cierto,
no llegaré con mi condición débil.
Miré
a Miyo. Recostada en el marco vigilaba la profunda oscuridad de afuera.
—Hermana,
¿crees que podrás usar tu don?
Ella
parpadeó sin entender y mordió una de sus uñas. Tenía la costumbre de hacerlo
cuando se sentía preocupada o desprotegida.
—Miyo,
debes intentarlo. Hay que salir de aquí antes de que el sol salga –señalé la
llave colgada—. Usa tu don para mover eso de allí.
Se
acercó con la vista fija en el objeto brillante.
—Debe
caer. Inténtalo.
—¿Qué
es?
—Huan
Yen dice que se llama llave. Con ella podemos abrir los hierros y escapar.
—Quiero
ver a papá otra vez.
—Escucha,
no veremos a papá nunca si esos humanos nos atrapan. Vamos, inténtalo. Eres la
que más se alimentó. No tengo fuerzas aún.
Huan
Yen se aferró a los hierros y aguardó inquieto. Podía oler su miedo.
Miyo
clavó la vista en la llave varios segundos. Sin embargo el objeto no se movió.
—Una
vez más, Miyo… Una vez más. Concéntrate.
Negó
con la cabeza y lloriqueó.
—Tranquila.
No hagas ningún ruido. Los humanos deben rondar. Inténtalo otra vez. ¿Recuerdas
cuando nuestro padre te decía, Miyo tú puedes lograr lo que desees?
Mi
hermana frunció el seño y llevó la mirada al objeto. Pasaron segundos eternos
antes que la llave comenzara a balancearse.
—Eso
es… Tú puedes.
—¿Sabe
telequinesia? –se sorprendió nuestro salvador.
—Sshh…
no hables.
El
objeto brillante continuó oscilando pero no lograba sacarlo de allí.
Estaba
a punto de darme por vencida y eso que no era mi forma de ser. La realidad era
que se hacía difícil lograr que la llave cayera al suelo. De pronto, el objeto
saltó de la pared como si alguien lo hubiera descolgado.
El
sonido que produjo fue la mejor música escuchada. Mejor que la flauta que
tocaban los apetitosos pastores cuando cruzaban las montañas con las cabras.
—¡Lo
hiciste Miyo! Muy bien.
—No,
no lo hice –murmuró—. Alguien ayudó a Miyo.
Cogí
la llave y la entregué a Huan Yen. No tenía la menor idea de cómo iba a servir
ese objeto tan pequeño contra esos hierros tan gruesos.
Mientras
él metía el objeto en eso llamado candado pensé en la frase de mi hermana. “Alguien
ayudó a Miyo”. ¿Sería mi padre? ¿No era ilusión de Miyo haberlo visto hace unas
horas? ¡Qué ganas de poder abrazarlo como aquella noche que se presentó para
despedirse!
Mis
ojos se llenaron de lágrimas.
—Thashy.
El señor libre –señaló a Huan Yen.
—Gracias,
gracias por venir por mí.
—Tú
nos libraste del mal. Hicimos lo mismo por ti.
Huan
yen le costaba caminar, pero aún así los tres salimos a través de la oscuridad
que nos amparaba. Quién sabe hacia dónde. ¿Al bosque? ¿Dónde más podríamos
ocultarnos?
Lo
ideal hubiera sido descansar. Huan Yen no se veía nada bien. Pero él decidió
seguir viaje atravesando el bosque. Dijo que debíamos llamar a los Craig. ¿Cómo
lo haría? Otra vez nos quedaríamos solas aguardando que lograra encontrar
ayuda. Era el único de los tres que podía mezclarse con humanos sin levantar
sospechas. Al menos no tanto como nosotras.
Caminamos
mucho, quizás una hora o más, hasta que llegamos a un claro donde se detuvo.
—Esas
luces que ven son casas de humanos. Allí puede que me presten un teléfono para
llamar.
—¿Llamar?
¿Teléfono? ¿Cómo Khatry?
Huan
Yen no me respondió. No entendía que quería decir. Mi mente recordaba el último
tiempo después que murió mi padre. Kathry me llevó hasta un pueblo cercano y
allí en un lugar que llamó “bar”, habló por un aparato con el hijo de Adrien.
Insistía en que debía aprender a mezclarme entre los humanos. Que los Craig
tenían razón. Me arrepentía de no haber practicado más.
—Debo
llamar al número de la libreta. Alguien responderá y nos encontrará –insistió.
—¿Qué
haremos nosotras?
Él
observó las frondosas copas de los árboles y señaló.
—Allí
estarán seguras.
Adrien.
La
luz que rodeaba a Agni por momentos se opacaba. Su preocupación por el guerrero
y sus hijas lograba desconcentrarlo. Lo entendía perfectamente. Había pasado
por ello cuando Agravar tenía en sus manos a mis hijos. Sin embargo debía
sobreponerse ya que no solo no lograría ayudarlos sino que corría el riesgo de
que las sombras del limbo lo tragaran.
Lo
vi acercarse con su manto lamiendo las grietas del suelo rocoso. Subía
lentamente la pendiente donde tantas veces descendí para contactarme con mis
seres queridos. Era un ser de luz, capaz de transmitir una paz profunda y una
filosofía de vida de “no dañar”, salvo la propia subsistencia. Si tuviera que
compararme con él resaltarían varias diferencias y muchas similitudes. Siempre
jugué con los límites, lo admito. Nunca aguardé que el universo pusiera las
cosas en su lugar. ¿Hubiera asesinado para resguardar nuestra raza? Sí, lo
hubiera hecho. Permisivo, hasta un punto. Valiente y tenaz hasta mi última
célula. Sin embargo, como Agni, me consideraba un amigo leal, y cuando amé,
nunca mentí y lo hice con todo mi corazón.
Sonreí
apenas llegó hasta mí, preocupado.
—Tranquilo,
tú más que nadie cree que en la vida todo vuelve. Hallarán a Sebastien y esa
serpiente tendrá su merecido.
—Las
he ayudado –murmuró entristecido.
—¿Cambiaste
el futuro por ello?
—No,
ellas habían decidido que hacer.
—¿Entonces?
No debes estar triste por hacer algo incorrecto.
—Me
apena que no puedan solas. Tienen tan pocos recursos por mi culpa. Si hubiera
escuchado a tu hijo.
—Por
centenas de años no has tenido que abandonar las montañas, ¿por qué pensar que
podría ocurrir?
—Por
la razón que pensaste tú cuando dejaste a Sebastien vivir entre humanos.
—Quizás
fue cumplirle su capricho.
—No,
fue tu inteligencia.
—No
te menosprecies… Y… ¿Manaslus? No la he visto entre nosotros últimamente.
—Mi
hembra está destrozada. Si no se sobrepone las sombras la arrastrarán.
—Eso
no ocurrirá.
Se mantuvo pensativo y finalmente asintió en silencio. Me miró sonriendo.
—Es
verdad. No debo perder mi fe. El bien a la larga siempre triunfa. Todo vuelve.
—Me
gusta que pienses así. Paciencia.
—Es
tu energía poderosa que me contagia –sonrió—. Y dime, ¿ya sabes que será tu
nieto? ¿Un niño o niña?
Mi
vista se dirigió hacia la pendiente. Sonreí.
—Sí,
lo sé desde que Bianca estuvo aquí. Y tienes razón… Todo vuelve.
Anouk conseguirá lo que se proponga, tiene las ideas muy claras y el don de la palabra y de la filfa:))
ResponderEliminarRose será la Cenicienta de Vikingo.
Es verdad que el final de una novela depende del estado de humor de los escritores? Si es así, Rose tiene mucha razón, Shakespeare estaba de muy mal humor.
Bso
¡Hola Ignacio! Muchas gracias por tu comentario. Anouk se ha propuesto acercarse a Drank aunque su vocación la ayudará mucho. Le encantan los niños y ha hecho una carrera adorable.
Eliminar¿Rose será la Cenicienta de Vikingo? A mí también me gusta la idea, habrá que esperar.
En cuanto al humor de los escritores salvando la distancia de ese genio de Shakespeare, espero estar de muy de buen humor al terminar este libro. Ansío que les guste como los anteriores. Un abrazo amigo, y buena semana para ti!
Uy a ver que pasa con Anouk esperó que algun día tenga oportunidad con Drank. Uy me dejaste intrigada con el final que todo vuelve. Te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar! Ojala Drank y Anouk estén juntos pero para eso ambos deben limar asperezas.
EliminarEl todo vuelve es una ley universal y creo que Adrien lo dice pensando en su pasado y amistades... más no puedo adelantar. Gracias amiga, espero te haya gustado. Un besazo y buena semana!
Holaaaaa, me ha encantado que rescaten a Huan yen. Ojalá encuentren pronto a los Craig!!!! A Drank le va a encantar la nueva maestra. Cómooooo no tiró Patty el cargador??? Socorrocooooo!!!!!
ResponderEliminarCapítulazo!!!!!
Besoteeeeesssss!!!!!!
¡Hola Merck! Como siempre tus comentarios son divertidos. Gracias por comentar y tu cuota de humor.
EliminarHuan Yen ha sido rescatado pero falta que puedan los tres llegan a los Craig. Vilu puede estar tras ellos. Siiii, coincido a Drank le va a gustar mucho aunque veremos que hace cuando tenga que reconocer que le interesa una Gólubev.
Patty tiene el cargador!!Si, Dios mío!! Vikingo no descansará hasta tener la respuesta. Hasta el próximo capi, te deseo una feliz semana y besotes miles.
Hola, Lou... Sigue el enigma del libro de los lobos... Adrien lo firmó, Maia también, pero hay una tercera firma desconocida... aunque Liz ha leído Vepar, y esto me ha sorprendido bastante
ResponderEliminarPues sí, Vikingo va a disponer del cargador de Patty... y creo que descubrirá lo que Scarlet no querría que Grigorii supiera nunca
No puedo dejar de decirte que me ha encantado como has expresado lo que siente Vikingo frente al mar
Me he reído con la idea de Rose de dejarle un zapato a Vikingo
Mi padre no podría creer que Rose no sabe quién es Cervantes, y su magistral "Don Quijote de la Mancha"... es que esta novela es algo muy grande para él, es su favorita
Miyo tiene razón... Agni la ha ayudado a coger la llave... y es que un padre es para siempre como dice el mío
Felicidades, Lou... y permite que te agradezca los buenos momentos leyendo tu novela
Besos
¡Hola Mela! Soy yo que te agradezco tu bello comentario y tus palabras. Me hacen muy feliz.
ResponderEliminarEs cierto, el enigma sigue pero al menos para algunos, no por mucho tiempo. Liz ha leído ese nombre y tendremos que esperar ya que Vepar se encuentra en otros mares.
Vikingo tiene la idea fija pero pienso que tampoco se imagina que hay detrás de los Craig. Amí tampoco se me ocurriría. En cuanto lo que dice sobre el mar, coincido contigo, me ha encantado.Debe ser porque pienso igual que él. El mar es algo maravilloso y después de estar en soledad frente a él, no partes siendo la misma.
He tenido la suerte de vivir cerca de una playa muchos años. Lástima que actualmente vivo en plena ciudad.
Rose se le ha metido en la cabeza conquistar a Vikingo, quizás sea su verdadero amor, eso lo veremos.
No conoce a Cervantes, terrible error si vas a rendir literatura. Por suerte aquí en Argentina sabemos y admiramos al autor. Un grande. Dile a tu padre que tiene toda la razón. Su obra es magnífica.
Agni ha ayudado a Miyo con la llave aunque me temo que mucho más no podrá hacer sin romper las reglas.
Pero siempre estará, como Adrien con sus hijos.
Por último reitero mi agradecimiento, es un bálsamo tu comentario, como siempre. Y me ayuda en momentos difíciles como los de hoy.
Un beso grande amiga y que tengas una bella semana.
Te mando un abrazo fuerte, muy fuerte
Eliminar¡Muchas gracias! Yo también a ti.
EliminarAnouk puede estar tranquila y segura de que Drank se enamorara porque a Liz la quiere como a una amiga,Liz esta con Lemya y Drank ya no esta enamorado.Con el telefono Vikingo lo descubrira todo y no se que pasara.El capitulo me ha gustado mucho.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por tu comentario. Es verdad, Anouk puede estar tranquila ya que Drank piensa en Liz como amiga. Igual debe luchar contra otros escollos que seguramente se le irán presentando.
EliminarYo creo que Vikingo está muy cerca, tenemos que esperar para descubrir si hay algún secreto en el teléfono.
Me alegro mucho que te haya gustado. Te mando un abrazo grande desde Buenos Aires y muy feliz semana!