INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

domingo, 27 de junio de 2021

 

Capítulo 53.

Fuego y agua.

 

Lenya.

 

La moto voló por los senderos bordeados de espesa vegetación, hasta que la maleza comenzó a cerrarse y todo se hizo más difícil. Liz se sujetó con más fuerza.

 

-¿Estás seguro de ir por aquí? –gritó.

-No queda otra, no tenemos mucho tiempo.

 

Continué zigzagueando y saltando obstáculos hasta que el paisaje se abrió ante mis ojos. Comenzaba la parte más lejana de la playa. El suelo de tierra firme pasó a ser arena húmeda, y rocas puntiagudas sobresalían de la superficie poniéndome a prueba como conductor. No tenía experiencia en conducir motos y menos en esas condiciones pero creo que el miedo y la urgencia hacen que logres cosas increíbles, bueno… ese detalle y que seas vampiro.

 

Aceleré por la orilla con la mira fija en el acantilado. Debía llegar allí, lugar más alto de la playa. Si Liz detendría un tsunami no estaríamos a salvo en tierras bajas.

 

Eché un vistazo al horizonte… El mar parecía normal. Quizás nunca saldría de su seno y nuestros temores solo quedarían en la imaginación. Entonces, volvería junto a Liz a la reserva para unirme a nuestros bebés.

 

De pronto, un temblor seguido de una enorme explosión provocó que perdiera el equilibrio. Caímos en la arena y la moto derrapó estrellándose en unas rocas. Me puse de pie de un salto para ayudar a mi hembra que no tardó en incorporarse.

 

-¿Estás bien?

-Sí, ¿tú?

-Solo un poco golpeado, nada grave.

 

El breve diálogo se cortó cuando nuestros ojos se fijaron en las cumbres. Una columna de espeso humo acompañaba una serpiente de naranja brillante que se deslizaba ladera abajo.

 

-¡Entró en erupción!

-Tranquila, saldremos de aquí –sujeté su mano y ella tironeó.

-No puedo irme. El temblor fue muy grande, habrá consecuencias.

-Liz…

 

Una lluvia fina de piedras comenzó a caer entre nosotros. Teníamos los cascos  pero no hubiera apostado que nos servirían por mucho tiempo. No lo pensé, cogí a Liz y corrimos hacia las grutas. Allí al menos no correríamos peligro de morir aplastados.

 

Al llegar a los pies del primer acantilado una aparición nos detuvo.

 

-¡Aguarden!

 

Era una hembra de cabellos rubios y rostro preocupado.

 

-¡Vepar! –gritó Liz, y corrió hacia ella-. ¿Qué debo hacer?

-Suban lo más rápido que puedan. Busca la gruta más alta. La lava bajará por el este y el tsunami no tardará en llegar.

 

Mi corazón comenzó a latir fuerte y rápido. Podía haberme detenido a preguntar si Liz era capaz de lograr algo tan peligroso y salir indemne, pero la seguí, solo la seguí, trepando por las mesetas de piedra y aristas puntiagudas con el solo objetivo de salvar vidas.

 

Es cierto, yo no tenía una misión especial de ayudar a los humanos pero sentí que poco a poco junto a Liz, lograba contagiarme de su fuerza altruista.

 

Sebastien.

 

 

Bajé por las escaleras sin perder tiempo para organizar a las familias que llegaban al hotel. Tras el nuevo temblor, la ciudad padecía un temor generalizado de no saber qué seguía después. Padres, hijos, abuelos…. Vi sus rostros entre la confusión de no saber porque Kirkenes se encontraba en esta situación, y la esperanza de que fuera solo un mal sueño que pronto terminaría. Para ambas, no tenía respuesta.

 

Los orienté hacia las puertas del ascensor entre sus muestras de agradecimiento y temor. George, mi mano derecha, y una decena de empleados esperaban allí.

 

-Divídanse en cuatro grupos. Cada grupo se hospedará en un piso. Mis empleados los guiarán hasta las habitaciones desocupadas.

 

Me acerqué a George para hablarle por lo bajo.

 

-¿No han quedado turistas en planta baja?

-No, señor Craig. Nuestros clientes ya están instalados en los pisos superiores.

-Perfecto. Hay que brindar tranquilidad. Los cimientos de esta construcción no caerán por terremotos.

-Señor Craig…

-Dime.

-¿Cree que el tsunami llegará a la ciudad?

-Esperemos que no.

-Bien… He reservado una suite para usted y su esposa en el cuarto piso.

-Gracias pero nos quedaremos en otro hogar. Cerca de la reserva sami. Según los estudios es una parte alta y estaremos también a salvo.

-Pero… Disculpe… Si el tsunami nos sorprende, no habrá mucho tiempo, ¿cómo saldrá de aquí?

 

Sonreí apenas. Tenía razón. Si ocurría otro temblor importante y el mar salía de su lecho, no habría forma de salir de la ciudad.

 

-Tranquilo. No llegaremos a eso –palmee la espalda y me dirigí a la entrada del hotel para ayudar a un conserje que trataba de ordenar un par de familias recién llegadas.

 

Fue cuando vi una furgoneta detenerse y salir de allí a mi hijo junto a Drank y Tim. Se acercaron apenas me vieron.

 

-Vinimos a ayudar. En la reserva no podremos hacer mucho. Ya tenemos todo controlado.

-¿Seguro?

-No te preocupes, papá. Tim y Drank han venido a darte una mano. Iré por Bianca y Marin y volveré por ti.

-¿Y qué ocurrirá con esos vampiros? –preguntó Tim.

-¿Qué vampiros?

 

Al preguntar noté el gesto de Douglas. Parecía en desacuerdo.

 

-¿De qué vampiros hablan? –repetí.

 

Tim y Drank se miraron dubitativos. Al fin mi hijo habló.

 

-Al conducir hacia la ciudad debimos coger el camino hacia la ruta principal y la mansión queda de camino… Nos pareció ver a tres vampiros merodeando.

-¿Qué?

-Papá tranquilo, nos pareció. La furgoneta iba rápido fue un golpe de vista. La luz violeta pudo ser un reflejo de algún reflector.

-¡Vamos Douglas no me tomes por tonto! Si han visto vampiros y no los has reconocido, podemos estar en problemas.

-Te repito fue muy rápido.

 

Me dirigí a Tim y Drank.

 

-Ustedes son lobos puros, no pudieron haber dudado.

 

Volvieron a mirarse entre ellos.

 

-Escuchen, todos sabemos que hay una asesina suelta, ¿eran vampiros merodeando la mansión?

-Sí –contestó Drank-.

-Y había una hembra entre ellos –agregó Tim.

-Joder…

-Papá, no podemos pensar en eso ahora, hay un volcán a punto de entrar en erupción y un tsunami que amenaza.

-Lo sé, y todo es grave. No me mientas, también viste el aura violeta.

-Algo así… Es que solo quiero llevar a Marin, a Bianca, y a ti a la reserva, a salvo. Y te conozco. Por favor…

-No te preocupes nos reuniremos allí, ve por Marin y Bianca.

-¿Y tú?

-Iré, pero no con ustedes. Me materializaré en la mansión. Quiero saber si Vilu se ha atrevido a pisar Kirkenes.

-¡Por favor, papá!

-Douglas, ¡haz lo que te digo!

 

Mi hijo frunció el ceño enfadado pero subió a la furgoneta en el lugar del conductor. Me acerqué a la ventana y palmee el hombro.

 

-Vamos, no te preocupes. No haré nada contraproducente. ¿Y tú? ¿Desde cuándo conduces furgonetas?

-Bernardo me enseñó. Cuídate, voy por Marin y Bianca.

-Te pido que no le digas nada a Bianca, en su estado podría preocuparse mucho.

-No me pidas que le mienta, papá.

-No dije que mientas solo que no cuentes.

-Va a preguntar por ti e intuye mis pensamientos. ¿Lo olvidaste?

 

Suspiré y lo miré a los ojos.

 

-Estaré con ustedes antes que ella note mi ausencia.

 

Dio arranque al motor y partió. Drank y Tim se acercaron.

 

-Dime en que podemos ayudar.

-Vengan conmigo.

 

Entramos a la sala y la pregunta que flotaba en el aire salió de la boca de Tim.

 

-Sebastien, sobre esos vampiros… ¿no crees que de ninguna forma deberías ir solo?

-No hay porque alarmarse. Si es ella no logrará hacerme daño.

-Es muy poderosa – agregó Drank.

-Te equivocas, es malvada. No quiere decir que sea poderosa. Siempre ha actuado como cobarde.

-Pero hay dos más. Dos vampiros machos.

-Eso sí me llama la atención. Por eso debo ir urgente. Quizás Douglas no los conoció y pueden ser de un aquelarre amigo.

-Dudo que Douglas no pueda reconocerlos si fueran los Gólubev –dijo Drank.

-Y los Sherpa están en la reserva –agregó Tim-. ¿Qué otro aquelarre amigo tienes?

 

George se acercó agitado.

 

-Señor Craig, necesitamos una ambulancia, una señora se descompuso.

-Okay, llama al hospital –señalé a los lobos-. Ellos vinieron a ayudar, son Drank y Tim.

-Un gusto señores, mi nombre es George.

-Encantado –respondieron al unísono.

-George, como mi padre –murmuró Drank sonriente.

 

De pronto, un ruido extraño y gritos se escucharon desde la calle.

 

-¿Qué ocurre? –me acerqué a la puerta junto a George y los lobos.

-¡Santo cielo, señor Craig, está lloviendo pequeñas piedras del cielo!

-No perdamos tiempo, ayuden a las personas a entrar al hotel, yo… yo enseguida estaré con ustedes.

 

Apenas me alejé, busqué un lugar discreto para materializarme.

 

 

Douglas.

 

Entré a la sala principal del hospital buscando con los ojos a Marin. No se hallaba detrás del escritorio donde solía atender las llamadas y recibir los ingresos y altas de pacientes. Me detuve y observé alrededor. Llamaba la atención que la sala no hubiera personas deambulando, estaba prácticamente vacía. Solo alcancé a ver dos camilleros con goteros de suero y catéteres subiendo a unos de los ascensores. Corrí hasta interponerme entre las puertas.

 

-Subo con ustedes.

 

Al cerrarse el ascensor pregunté.

 

-¿A qué piso van?

-Al primero, necesitan asistencia en pediatría –informó uno de ellos.

-¿Tiene un paciente en el hospital o busca refugio?

-No, yo busco a mi esposa, la señorita Berg. Ella es recepcionista. Y también a la doctora Bianca Craig, forense. ¿Podrían decirme dónde encontrarlas?

-La doctora está en la morgue, tercer piso y Marin en el segundo, ayudando en el quirófano. Con esta catástrofe falta personal. Algunos profesionales cobardes pidieron licencia urgente y se fueron quien sabe dónde.

 

¿Marin? ¡Qué familiaridad! Eché un rápido vistazo al camillero y su espectacular físico. Arquee una ceja… Calma Douglas… no es momento para hacer escenas de celos.

 

-Bajaré en el segundo. Gracias.

 

Las puertas del ascensor se abrieron y ambos bajaron. Antes de seguir, el susodicho “Tarzán moderno” trabó con el pie las puertas y me entregó parte de lo que llevaba. Una mascarilla y bata.

 

-Tenga, por si lo necesita más adelante –sonrió.

 

De más decir, sonrisa perfecta…

 

-Gracias, que amable –murmuré a regañadientes.

 

Al llegar al segundo piso las puertas volvieron abrirse. Salí apresurado. Estaba perdiendo mucho tiempo y aún no encontraba a mis chicas. Sin embargo el impacto de ver ese espacio frente a mis ojos repleto de personas deambulando, de pie o sentadas en el piso me detuvo unos segundos. Parecía el Apocalipsis.

 

Una enfermera apresurada empujaba un carrito de metal hacia unas puertas de doble hoja. Trataba de llegar zigzagueando entre una gran cantidad de gente que la acosaba con preguntas. Caras de preocupación, llantos, murmullos… Seres desesperados, angustiados. Creo que esa imagen me bajó a la realidad. Parte del hospital era un caos.

 

Me apresuré y logré alcanzarla antes de entrar por una de las puertas.

 

-¡Enfermera!

 

Me miró sorprendida y reaccionó.

 

-Caballero, puede ubicarse en la habitación 209, allí aún hay lugar y puede quedarse junto al resto…

-Escuche, no busco refugio…

 

Ella volvió a interrumpir con un gesto casi desquiciado.

 

-¡No hay tiempo! Debe ponerse a salvo, ¡un tsunami alcanzará la ciudad! Por favor no me contradiga.

-¡No quiero buscar refugio!

-¡No entiende que estamos todos en peligro! Volverá a repetirse la inundación, ¿no recuerda? ¡Muchos murieron!

-Tranquila, el tsunami no llegará a la ciudad, no ocurrirá como esa vez.

-¿Cómo puede saberlo? ¡Por favor póngase a salvo! Aún tengo que trabajar, soy anestesista, hay un paciente en el quirófano esperando ser operado. No puede entrar.

-Escuche, yo me encargaré.

-¿Es personal del quirófano? No lo conozco.

-No soy de Kirkenes, vine para ayudar.

-Entonces sígame, ¡no hay tiempo!

 

La primera pregunta que me hice fue, ¿estás loco? La segunda, ¿cómo lograrás hacerte pasar por doctor por mucho tiempo? Pero necesitaba llegar a Marin y Bianca, para alejarlas de la ciudad.

 

Sebastien.

 

Me materialicé en la sala ante el silencio sepulcral que me rodeaba. Las piedras habían dejado de caer en el parque. La ceniza que había azotado los alrededores no había logrado cubrir el ambiente ni los muebles pero se sentía un aire extraño y calor… Mucho calor.

 

Revisé mi hogar de punta a punta tratando de tener cuidado por si me encontraba con visita indeseada. ¿Vilu se habría atrevido a regresar a Kirkenes? Quizás, ¿habría convertido a un par de humanos para seguir un plan siniestro? Era evidente que las noticias sobre el volcán en Kirkenes serían conocidas en el mundo entero. ¿Podría haber tenido idea de aprovechar la situación?

 

Bajé las escaleras y me quité el suéter. La temperatura parecía subir cada minuto. Al menos había corroborado que no había intrusos en mi casa.

 

Al pasar por el despacho cogí mi arma del cajón, en el escritorio. ¿Me serviría contra Vilu? Solo si tenía buena puntería. A un vampiro se lo asesinaba si la bala impactaba en el cerebelo o en el corazón. La única forma que sus células no tuvieran tiempo de regenerarse.

 

El siguiente paso fue salir al parque y recorrer las inmediaciones pisando las pequeñas rocas diseminadas por el suelo. Sabía que debía correr riesgos si es que en verdad Vilu y quienes diablos fueran se encontraban escondidos entre arbustos y cipreses del inmenso jardín. Mi vista privilegiada paseó desde el portal hasta los altos muros que dividían la ruta de la mansión.

 

Nada… No había nadie. En algún punto prefería enfrentarme a esa enemiga antes que hubiera buscado esconderse en el bosque como aquella vez, ese triste episodio que terminó con la vida del padre de Bua y Mike.

 

El parque lucía solitario y con la triste imagen de la vegetación marchita. Era evidente que la alta temperatura de varios días comenzaba hacer estragos. Tras de los puntiagudos cipreses, mis ojos se fijaron en una columna de humo que se elevaba hacia el cielo. El volcán seguía activo y otra explosión podía suceder.

 

De pronto ruidos extraños llegaron a mis oídos… Venían del fondo de la mansión. Exactamente desde el interior del garaje. Extraje mi arma de la cintura y liberé el seguro. Siempre había sido valiente a lo largo de mi vida, podría asegurar que desde pequeño mostré señales de serlo, pero mentiría si dijera que ante los ruidos, mi corazón pareció detenerse.

 

Sabía que no estaba poniendo en riesgo solo mi vida ante la asesina más despiadada que hubiera conocido, sí… casi incluyo algunos humanos en la historia universal. Pienso que le ganaban por poco. En realidad, pensaba también en mi familia y amigos. ¿Qué haría Bianca sin mí? ¿Podría sobreponerse? Quizás… ¿Douglas? ¿Nicolay? ¿Y Odette? ¿No conocería a su padre? Porque un líder es factible encontrar, sin embargo el lugar que ocupa cada uno en los corazones de quienes ama, es casi imposible reemplazar.

 

Sigiloso me acerqué hasta las puertas del extenso garaje tratando de cubrirme con las cortezas de los árboles cubiertos de ceniza. Poco a poco, pude ver más claramente el interior. Entre la penumbra, los vehículos abandonados desde aquella tarde que los lobos vinieron por nosotros, parecían conformar un cuadro deprimente. Las superficies brillantes de los coches que habían sabido asombrar a más de un humano por las calles de la ciudad, habían desaparecido bajo la capa espesa y gris de la ceniza.

 

Avancé lentamente sin hacer ningún ruido… Había penumbra… Continué adentrándome en ese ambiente extenso y profundo. Una sombra pareció deslizarse entre los coches y avanzar hacia mí. Apunté hacia el objetivo sin parpadear…

 

En ese instante varias latas de pintura cayeron de uno de los estantes del fondo. No transcurrieron segundos que un silbido de bala rozó mi oreja y el quejido grave de alguien herido retumbó en el garaje. Me desconcerté. Yo no había disparado mi arma.

 

-Fui yo –la voz de Scarlet a mi espalda provocó que girara hacia ella.

-¿Qué diablos haces aquí?

-¡Cubrete! –exclamó mientras me jalaba del brazo hacia el árbol más cercano.

 

Ya escondidos nos miramos agitados.

 

-Has herido a alguien, espero que no sea un humano que buscaba refugio porque tendremos que dar explicaciones.

-Tranquilo, es evidente que se hubiera mostrado al verte.

-Quizás eso quería cuando le disparaste. De todas formas, gracias por cubrir mi espalda.

-Pasé por el hotel y los lobos me dijeron lo que harías. ¿Querías enfrentar solo a Vilu? Impertinente lo tuyo.  ¿Eres Batman y no me enteré?

-Deja el chiste, hay alguien en el garaje y está herido. Debemos entrar.

-Iré yo, o Bianca jamás me lo perdonará.

-Grigorii tampoco.

-Pero mi novio no espera un bebé.

 

De pronto más ruidos, está vez nada disimulados.

 

-Quien sea saldrá del garaje –murmuré y preparé mi arma nuevamente.

 

Scarlet también se preparó…

 

Lo que ocurrió segundos después, jamás lo hubiéramos imaginado.

 

El intruso herido salió y lo siguieron dos más. Abrí mi boca asombrado y exclamé…

 

-¿Odin? ¿Daven? ¿Gerda? ¿Qué cuernos hacen aquí?

 

Sus rostros lucían demacrados, desconcertados. Aun así el vampiro herido se adelantó y habló. Fue cuando vi al bebé envuelto entre los brazos de Daven.

 

-Nos materializamos en las cumbres, vinimos por tu ayuda. Pero… todo está hecho fuego. Odin nos guio hasta tu hogar.

-Y… ¿Ese bebé? ¿Es tuyo? –pregunté aturdido.

 

Scarlet arrancó un trozo de su chaqueta y vendó el hombro sangrante de Daven.

 

Él hizo un respingo de dolor.

 

-Tranquilo, la bala solo te rozó. Ahora solo espera que cicatrice. Y lo siento, creí que era alguien detestable.

 

Volví a insistir.

 

-Daven, ¿ese bebé es tuyo?

-Sí –balbuceó- Kaira… no sobrevivió al derrumbe. Solo pude rescatar a nuestro bebé –rompió a llorar.

-¿Derrumbe?

-Fue sorpresivo, nadie de los escarlata lo imaginaba. Nuestras grutas quedaron sepultadas. Escapamos como pudimos –su voz tembló y Gerda se echó a llorar.

-Cielo santo…

 

Me abracé a los tres vampiros.

 

-Me alegro de verlos bien. Podrían haber muerto en las cumbres. Hay un volcán en erupción.

-Ya nos dimos cuenta. Hay lava escurriéndose por las grietas –dijo Odin.

-Tenemos que salir de aquí –dijo Scarlet.

-Tienes razón. Llevaré a los escarlata a la reserva. Tú vuelve a la ciudad, los humanos te necesitan.

 

 

Bianca.

 

-¡Scarlet no me mientas!

-Te juro que Sebastien está bien.

 

Me senté en el sofá de la gran sala del hotel.

 

-Tranquila, Bianca. Sebastien y los escarlata se refugiaron en la reserva –se sentó a mi lado.

 

Respiré profundo.

 

-Entonces, ¿los Escarlata ya no tienen hogar en sus montañas?

-Parece que ocurrió un derrumbe, solo ellos pudieron sobrevivir.

-Pobre Gerda… Sin Aren… Y ese bebé sin madre…-observé la pantalla de mi móvil-. Parece bloqueado, no hay señal. ¿Sabes algo de Liz?

-No mucho. Lo último que sé, Lenya la llevaba en moto hasta la costa.

-¿Lenya conduciendo moto?

-Así parece.

-Pensé encontrar a Drank y Tim en el hotel. George me ha dicho que dieron una mano muy grande con los huéspedes y que luego decidieron auxiliar en la ciudad.

-Los lobos, nos están ayudando con el traslado de personas a sus hogares. Todas las razas están colaborando. Irónico, ¿no?

-Sí.

 

George se acercó.

 

-Señora Craig, hemos repartido agua mineral y café para las personas que se han sumado, pero la señora Marin dijo que no sabe si nos darán las provisiones si esta situación continúa.

-No te preocupes, iremos paso a paso. Quizás salgamos del problema mucho antes de lo que suponemos.

-Dios la escuche.

-Se lo nota muy cansado, George. Quiero que regrese a su casa con su familia si es que tiene un lugar a salvo. De lo contrario puede traerla aquí.

-No tengo a nadie, señora Craig. Me quedaré a ayudar. Mi vida es este hotel desde hace muchos años.

-Bien –sonreí-. Lo acompaño a la cocina. Le daré una mano en lo que pueda.

-¿Ya no tienes que ir al hospital? –preguntó Scarlet.

-Otro forense me reemplaza –la miré fijo mientras George se alejaba-. Debí aceptar el turno para descansar. Ningún humano aguantaría tantas horas de trabajo.

-Ah… Entiendo. Okay, regreso con Vikingo. Douglas decidió patrullar en la furgoneta por si alguien se encontraba en las calles, lo llevaría al hospital.

-Sí, Douglas me lo dijo al verme en el hospital. Diles que se cuiden, por favor.

-Lo haré.

 

 

Liz.

 

Desde la meseta de rocas vi a Vepar a un kilómetro. Estaba de pie frente al mar y a su espalda el gran hueco oscuro que parecía meterse hasta las entrañas de la montaña. La lluvia furiosa de pequeñas rocas se había detenido. En el horizonte, la línea azul oscura de las aguas, engrosaba rápidamente. ¿Cuánto mediría la ola? ¿Cuál sería su fuerza capaz de arrastrar todo a su paso?

 

-¿Qué está haciendo tu amiga? ¿Por qué no está con nosotros? ¿No nos ayudará? –preguntó Lenya angustiado.

-Ayudará. Solo que ella se encargará de la primera ola. Tratará de llevarla al corazón de la montaña.

-¿Primera ola? ¿Cuántas habrá?

-No sabemos exactamente pero más de una seguro.

-Joder Liz…

-¿Tienes miedo de morir? –lo miré fijo a los ojos.

-Sabes que no. Mi gran temor es quedarme sin ti. Ten la seguridad que haré todo lo posible para protegerte.

-Lo sé. Escucha… Cuando la segunda ola esté próxima, quiero que subas a la moto y des arranque.

-¿Y dejarte aquí? ¡Ni lo sueñes!

-Detendré el tsunami pero cuando lo crea conveniente deberé escapar a toda velocidad. Usaremos la moto para cortar camino y ponernos a resguardo.

-¿Ese es tu plan? No me parece muy seguro.

-Tú haz lo que te digo.

-No olvides que el vampiro poderoso, hijo de Adrien soy yo.

-Y tú no olvides que soy la Reina del Mar –sonreí.

 

Siempre pensé que no deseamos que los momentos maravillosos culminen, como tampoco deseamos que los terribles lleguen, pero todo pasa en la vida. El reloj transcurre aunque no quieras. Y la primera ola llegó…

 

Vi a Vepar esperar esa gran masa de agua ante los ojos atónitos de Lenya y el galope de mi corazón. Ella aguardó hasta casi estar a pocos metros de ese gigante de agua. Entonces… se zambulló hacia la caverna. El tsunami la siguió como si  tuviera vida propia y un encantamiento lo llamara hasta las profundidades de la gran gruta. Esa fue la última vez que la vi…

 

Bernardo.

 

Refugiados en el gran salón que usábamos de reunión, ya no escuchábamos los golpes y repiqueteos de las piedras que habían caído del cielo. Mucho temor lucían los rostros de nuestros lobos, y también de nuestros queridos vampiros que habían confiado en la reserva como refugio. Y… Sí también de esos tres nuevos chupasangres con un bebé, que llegaron con Sebastien. Lo cierto que no era un buen momento para preguntar de dónde los había sacado. La prioridad era la contención entre todos, no importaba su raza y sus genes. Había algo que nos había tranquilizado después de todo. Ninguno era Vilu Huiliche. Ya con eso era más que suficiente.

 

Sabina y Anouk entretenían a los niños con juegos improvisados aunque cada tanto alguno de ellos preguntaba a sus padres cuando podrían regresar a sus casas. Algunos parecían más asustados que otros o quizás ansiosos de saber qué ocurriría después. Nosotros, los adultos, tampoco teníamos la respuesta.

 

Gloria se acercó con rostro compungido.

 

-Papá… ¿Qué ocurrirá con los humanos?

-No te preocupes, Scarlet está con ellos en la ciudad, y Liz detendrá el tsunami.

-Creo que no será suficiente.

 

Mi sonrisa fingida desapareció.

 

-¿Crees o estás segura?

-No, no estoy segura, solo que pienso que deberíamos ayudar.

-Gloria, no podemos salir del refugio. Hay rocas volcánicas que pueden volver a caer del cielo.

-No volverán a caer.

-Me alegra escucharte decir eso.

 

Mike que había escuchado la conversación, interrumpió.

 

-Gloria tiene razón. Debemos regresar a la ciudad. Lobos y vampiros siempre seremos menos vulnerables que ellos.

 

Suspiré y observé mi móvil. La pantalla me mostraba señal, mínima, que iba y venía por lapsos cortos de tiempo, pero al menos no estábamos incomunicados en la reserva. Douglas había hablado con su madre. Él y los lobos que habían llegado hasta la ciudad tenían todo controlado junto a los agentes de seguridad. Ignoraba si era una buena idea salir de la reserva porque quizás encontráramos graves problemas en el camino. Tal vez ellos volverían, nosotros iríamos… No estaba seguro de ocasionar un caos entre las familias. Sin embargo Gloria estaba preocupada por los humanos y debía tranquilizar a la sabia y futura alfa de la manada.

 

-Cariño, tú has dicho que no habrá más lluvia de rocas. ¿No crees que hay que esperar el regreso de los lobos? El volcán parece aplacarse.

-No es el volcán lo que me preocupa ahora, papá.

-Es el tsunami –la voz de Chelle se escuchó a mi derecha. Lo miré angustiado.

 

Lo pensé por unos segundos ante la mirada angustiada de muchos. Entre ellas, la de Anouk.

 

-Bien, saldremos con vehículos hacia la ciudad.

 

 

Grigorii.

 

Lucíamos agotados, pero descansar no era una opción en este momento. Las calles estaban vacías, sin embargo podía haberse quedado alguien rezagado. Miré por el espejo retrovisor y vi a Calvin, mi compañero, en una patrulla. Conducía a ritmo lento para poder observar bien cada manzana. Era bueno que cuatro patrulleros recorrieran la ciudad por diferentes puntos estratégicos. La organización de parte de Vikingo era perfecta. Pero yo sabía que aunque mis compañeros pusieran ahínco, yo tenía el don de la vista privilegiada. Gracias a Scarlet mis sentidos eran mucho más desarrollados, incluso si alguien pedía auxilio a kilómetros a la redonda. Jamás hubiera pensado que agradecería tanto a un vampiro por morderme.

 

De pronto, a dos manzanas vi a tres personas con cámaras y maletines. Aceleré con rabia. ¿Qué pensaban que aún no se encontraban en refugios? ¿Eran sordos y no habían escuchado las sirenas de emergencia?

 

Frené y salí del patrullero cerrando la puerta de un golpe. Antes de acercarme a los rebeldes giré mi cabeza para comprobar que la puerta no se había desencajado. Sí… La fuerza extraordinaria también era culpa de Scarlet.

 

-¡Oficial! –exclamó uno de ellos-. Si viene para echarnos de aquí le diré que no nos moveremos.

-¿Están locos?

-No, somos reporteros. Cubriremos la catástrofe pese a quien le pese.

-¿No me diga?

-La editorial nos dará un premio considerable por hacerlo –alegó el otro acomodando la cámara en el hombro.

-No creo que le sirva el premio si no subsisten. Suban al patrullero, ¡ahora!

-La lluvia de piroclastica ya cesó. Nuestro coche sufrió abolladuras pero el motor funciona perfectamente así que no habrá peligro –dijo un tercero.

-Un tsunami podría arrasar la ciudad, suban al patrullero. Los llevaré a un sitio alto.

-¿Tsunami? ¿Quién lo dice? El mar de Barents queda a ciento de kilómetros de aquí.

-Lo digo yo. ¡Suban!

 

En ese instante un ruido ensordecedor se escuchó… como si algo fuera arrasando todo a su paso. Al fondo de la calle vi la gran masa de agua aproximarse hacia nosotros.

 

-¡Suban!

 

Los tres giraron sus cabezas hacia la dirección y sus bocas se abrieron. Quedaron congelados, atónitos, sin poder reaccionar.

 

Con la agilidad y rapidez que en el último tiempo me caracterizaba, abrí las puertas y cogí de la chaqueta uno por uno de los inconscientes lanzándolos al patrullero. Cogí el volante y a arranqué a toda velocidad para ponernos a salvo.

 

A pesar que los rostros asustados no dejaban de mirar por la ventana trasera, la masa de mar que comía las calles y bosque aledaño, un silencio reinaba dentro del patrullero. Supe que mi hazaña no había sido normal para cualquier oficial de policía, supe que mi fuerza había llamado la atención, y recé para que ninguna de las cámaras hubiera estado encendida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4 comentarios:

  1. Genial volverte a leer. Extrañaba tu novela lo dejaste interesante . Ojalas todo se puedan salvar te mando un beso

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    1. ¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar. Sí esperemos que todos puedan salvarse.
      Muchas gracias amiga, que tengas una feliz semana. Beso grande.

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  2. ¡Hola, Lou!
    Espero y deseo que Grigorii y los tres reporteros consigan huir de la ola que los persigue
    No sé qué habrá sido de Liz y Lenya... tampoco de Vepar... espero que estén bien... es que merecen estar bien
    He llegado a pensar que la malvada Vilu estaba en el garaje... pero no y me he alegrado
    Puedo imaginar muy bien el miedo de la gente... en el hotel, en el hospital... Y puedo ver a grandes valientes, con corazones nobles, como lo son los protagonistas de tu novela
    Y por supuesto que Odette tiene que conocer a su padre
    Como entenderás, también deseo que todos se salven... es que todos tus personajes son irreemplazables
    Felicidades, Lou, por este nuevo capítulo
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Gran alegría leer tu comentario como siempre. Muchas gracias.
      No puedo adelantar nada como tu ya sabes pero solo te diré que trataré de que los lectores se sientan contentos. Siempre en estas catástrofes hay pérdidas, pero creo que con la unión de las razas se podrá evitar el mayor daño posible.
      Eres muy amable en transmitir el cariño que sientes por los personajes y por la novela, de verdad te agradezco de todo corazón.
      Te mando un beso enorme y deseo una feliz semana para ti y familia.

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