El capítulo contiene escenas para adultos en la perspectiva de Marin. No es imprescindible para seguir la trama así que el que no lo desee los puede obviar.
Un beso grande y buena semana para todos.
Capítulo 7
Nupcias. (Segunda
parte)
Douglas.
Esperando
a Marin en el altar nunca se me cruzó el famoso pensamiento de, “¿qué hago
aquí?” Quizás porque a pesar de tener una edad muy joven para contraer
matrimonio y formar mi propia familia, había pasado por pruebas difíciles para
saber que deseaba para mi vida.
Había
sido ciego durante mi infancia y adolescencia. Siempre deseando poder disfrutar
de aquello maravilloso que tanto hablaban los demás. A pesar de ello no me
faltó casi nada. No tuve a mi madre por cuestiones del destino, por ese odio
abismal entre lobos y vampiros. Pero si tuve una familia, y también un hermano.
Un hermano de la vida, del corazón.
Busqué
a Numa con la mirada… Estaba concentrado en arreglar el nudo de su corbata. Él
también encontró un hermano en mí. Él… que desde niño no tenía nada que
esperar. Solo torturas y pesadillas.
Desvié
la vista hacia Nicolay, mi hermano menor. Desde que había entrado en nuestra
vida nos había cambiado el color de los días con sus preguntas y travesuras.
Ahora parecía impaciente porque llegara la novia, como yo.
Sonreí.
Junto
a él, Gloria. Muy charlatana. Gloria…
Mis
ojos buscaron a Lenya… Allí estaba muy elegante junto a Liz. Ya no tenía ese
semblante y rictus combativo como al llegar por primera vez. Había encontrado
lo que tanto había deseado.
Volví
la vista a Gloria, después a Lenya otra vez…
Recordé
aquella noche, aquella tormenta, aquella frase…
“Tú
Douglas lo llamarás por el debido nombre. Cuando la tormenta caiga sobre el bosque
y los truenos tapen tu voz de auxilio, solo él la escuchará”.
Podía
no estar aquí, podía no estar vivo. Gracias a él pisaba este altar esperando a
mi chica. Además, mi tío fue el que me convenció de rescatarla de los brazos de
Carl. ¡Cuántas buenas acciones de aquel que esperamos lo peor!
—¿Luzco
bien?
Giré
hacia mi costado derecho. Mi madre sonreía alisando su vestido.
—Estás
hermosa.
—Gracias
cariño, tú eres todo un galán. Me encanta ser tu madrina. Jamás lo hubiera
imaginado.
—Tampoco
yo. ¿Yako está bien?
—Molesto
por su nuevo diente. Pero disfruto todas las etapas de bebé.
—Las
que te has perdido conmigo.
—Importa
que estamos juntos.
—Lo
sé.
El
religioso que oficiaba la ceremonia se acercó.
—La
novia ya llegó.
—Estoy
listo –sonreí.
Sin
embargo no estaba listo. No refiriéndome a casarme sino a verla tan bella
vestida de blanco caminando hacia mí. Su cabello rubio recogido en ese hermoso
tocado, sus manos temblorosas sosteniendo el ramo. Ese vestido de ensueño que
astutamente fue escondido de mí para que no lo descubriera. Y ese rostro
angelical del que me enamoré desde que la vi. O quizás no… fue su voz la que
escuché por primera vez en Drobak, sí… cuando escapaba de Christopher y sus
aliados. Su familia me acogió como un hijo más por esos días. Y en entre tanta
oscuridad a la que estaba habituado, ella y su voz…
Marin
se acercaba y pude notar la emoción en sus ojos. Si me hubieran preguntado qué
música se escuchaba no hubiera podido decirlo. Porque sentía una melodía
propia, del corazón. Esa que hablan los cuentos de hadas.
—Me
metiste en tu cuento de princesa –dije apenas llegó hasta mí y tomé su mano—. Estoy
dentro de tu historia de amor para escribir cada página del libro junto a ti.
Creería
que mi madre habría abierto la boca asombrada. No imaginaría que tenía un hijo
tan romántico. Es que no lo era, Marin me había hecho así.
También
la moldee para mi amor. No me refería solo al sexo, sino a que mi chica se
había tornado fuerte y luchadora. Sé que resistiríamos cada tormenta que se nos
presentara. Aquí estábamos jurando amor eterno frente a su Dios y a todos los
presentes. ¿Tendría una familia tan numerosa como los Gólubev? ¿Sería capaz de
sacrificarme hasta las últimas consecuencias como mi tío lo hizo por Liz? ¿Me
brillarían los ojos cada vez que Marin apareciera como a mi padre le ocurría
con Bianca? Sí, por supuesto que sí. Porque para mí, como aquél caballero de
brillante armadura o aquel príncipe de sus cuentos no habría otro final que el
“felices por siempre”.
Al
trascurrir los minutos, esos en los que apenas escuché al religioso, llegó el
momento de poner en su dedo anular una de las alianzas que había escogido para
nosotros. No tenían grabados nuestros nombres, era muy original. La línea
quebrada de un electrocardiograma rodeaba todo el anillo como símbolo de los
latidos del corazón.
Después
el beso. Lo sé debía controlarme… Creo que lo hice… O no… No me importaba. Solo
sé que Eridan carraspeó y mi madre tironeo de mi chaqueta.
Mi
padre había preparado una bella fiesta pero debo confesar que con gusto lo
hubiera dejado plantado y hubiera escapado con ella como aquella vez. Sin
embargo guardaba un poco de cordura y un mínimo de madurez incipiente. Así que
me quedé.
Al
partir por ese sendero cubierto por la alfombra blanca, ella enredó su brazo al
mío. No era necesario. No iría sin Marin a ninguna parte. Ni hoy, ni mañana, ni
nunca.
Sasha.
Bailé
con mi marido varias piezas. Una fiesta muy divertida y maravillosa. Mijaíl era
un buen bailarín aunque él aseguraba que era yo quien lo guiaba en la pista.
—Cariño,
¿te molestaría que te abandonara por unos minutos? Me gustaría ir con Sebastien
y el resto de los machos.
Reí.
—Mijaíl,
¿desde cuándo me pides permiso?
—Cierto,
no es un permiso –sonrió y besó mis labios—, pero es de caballeros que te avise
que te dejaré sin bailar por un rato.
—Ve,
cariño. Quiero hablar con Svetlana. No la veo bien.
—Vale,
luego me cuentas.
Me
hizo girar delicadamente y besó mi mano.
—Estás
bellísima, como siempre.
Pestañee
coqueta y me quedé observando como ese pedazo de macho todo mío se alejaba
hacia la reunión. Busqué a Svetlana con la vista… La ubiqué sentada apartada en
un rincón con Milenka en sus rodillas.
Fruncí
el ceño y me apresuré a llegar hasta ella. ¿Dónde estaba Anthony?
Uno
de los mozos que llevaba la bandeja de copas me esquivó y choqué de frente con
una bella jovencita con ojos miel.
—Lo
siento.
—No
se preocupe.
Vi
a Svetlana ponerse de pie y apuré el paso sin prever que una parte del vestido
se enredaba con mi tacón. Tambalee pero no caí. Por suerte la mano tibia de un
humano me sostuvo y evitó la caída.
Me
miró con ojos de un azul profundo y cálida mirada.
—¿Se
encuentra bien, señora?
Su
cabello entre rubio y rojizo destelló por las luces del salón. No sonrió, se
notaba preocupado. Balbucee.
—Lo
siento yo… Iba apurada y…
Ese
humano… No recordaba haberlo visto, sin embargo la sensación fue de conocerlo.
Como si fuera alguien allegado a nosotros, los Gólubev. Pero imposible, estaba
rodeado por un par de lobos.
Iván
estuvo a los pocos segundos junto a mí.
—¿Qué
ocurre mamá? –su mirada aguda se dirigió a él.
Él
humano lo miró. Fueron instantes que se cruzaron miradas enemigas, aunque sabía
que no se conocían.
—Estoy
bien –me apresuré a aclarar—. El chico evitó que cayera, no sé como tropecé con
mi vestido.
Ivan
bajó la vista e inclinó la cabeza con educación.
—Es
usted muy amable caballero, gracias.
—No
fue nada –murmuró él y se apartó hacia Bernardo.
Lo
vi alejarse… Creo que Ivan insistía si me encontraba bien. No respondí de
inmediato. No… No pude… Porque una sensación de desamparo y desgarro me
sacudió. Caí en la cuenta que era la misma inquietud que percibí las dos veces
que había pasado cerca de los bosques que darían a la reserva. ¿Por qué? ¿Por
qué la reserva de lobos me producía tristeza y desazón? Los lobos no eran
enemigos de los Craig. Ellos no se metían con los vampiros, vivían en paz,
sobre todo después de la reconciliación de Sabina y Sebastien. ¿Por qué sentía
que me desgarraba el corazón? Como si ellos… algún día, pudieran quedarse con
parte de mí.
Anouk
me sorprendió.
—Mamá,
¿Estás bien?
—Tranquila
Anouk, Mamá tropezó pero ya está bien –contestó Ivan enlazando su brazo al mío.
—Estoy
bien. ¿Svetlana? ¿La han visto?
—Está
con Anthony y la niña.
—Okay…
Entonces hablaré con ella luego. Voy a saludar a los novios. No he tenido
oportunidad.
—Yo
tampoco así que te acompaño –aseguró Anouk tomando el lugar de Ivan.
—¿Segura?
—Sí
cariño, ve. Iré con Anouk.
—Muy
bien, te dejo en buenas manos. Estaré con Ekaterina. Quiero saludarla. Hace
tiempo que no nos vemos.
—¿La
errante? –pregunté—. Está muy bella con ese vestido.
—Es
muy bonita. Pero ya veo por donde viene tu comentario y puedes descartarlo. No
es una hembra para mí.
—Hermano,
para ti no hay hembra que te venga bien –se burló Anouk—. Tienes el techo muy
alto.
—No
tengo culpa de que admire la cultura y sueñe con alguien afín. Soy un Gólubev.
¿Y tú Anouk? ¿Con quién sueñas?
—No
es momento para confesiones, Ivan.
—Tiene
razón Anouk, ve tranquilo. Dale un cariño de mi parte a Ekaterina.
—Si
es que no te gruñe –murmuró Anouk.
—¡Graciosa!
Ivan.
Fui
haciendo camino entre los invitados que bailaban hasta llegar a la mesa de Sara
y Rodion. Allí estaba ella con un bebé en sus rodillas. Levantó la vista como
si presintiera mi llegada y sonrió.
—Buenas
noches.
Todos
respondieron cortésmente.
—Ekaterina,
un gusto verte.
—También
yo. Quiero decir que… es un placer encontrarte después de tanto tiempo.
—Es
verdad, pasó mucho tiempo.
—Dame
el bebé –Sara alzó al bebé y sonrió con picardía—. ¿Por qué no vas a bailar con
Ivan?
—No
sé bailar.
—Entonces
aprovecha a conversar con tu amigo, ¿verdad Rodion?
—¿Qué?
Sara
frunció el ceño al ver el móvil en manos de Rodion.
—Rodion,
¡otra vez con ese aparato!
—Mi
amor, perdón. Ya lo dejo en mi bolsillo, ¿ves? Lo guardo.
—Así
está mejor.
Sonreí.
Extendí
la mano a Ekaterina.
—¿Me
acompañas?
—Con
gusto.
Nos
dirigimos a la parte trasera del hotel, donde un jardín con flores nocturnas
perfumaba la breve noche de Kirkenes. Nos detuvimos para sentarnos en un
cantero.
—¿Y?
¿Qué tal tu vida con los Craig?
—Muy
bien, sí.
—Me
alegro.
—¿Tú?
¿Sigues estudiando en la Universidad?
—Ya
me recibí hace muchos años, ahora doy clases para graduados.
—¡Qué
bien! Siempre supe que llegarías muy lejos.
—Tú
puedes hacer lo mismo ahora que ya no vives en el corazón de Siberia.
—El
estudio no es para mí.
—¿Por
qué te rebajas así? Eres una chica inteligente.
—Gracias,
siempre tan gentil y caballero.
—Digo
la verdad.
—Quizás
algún día Nicolay se sienta orgulloso de su tía graduada –sonrió con tristeza.
—Nicolay
ya debe estar orgulloso de ti. Eres una gran hembra.
—Pero
no fui nunca tu modelo de hembra, ¿verdad?
No
supe que decir y bajé la vista.
—No
te preocupes, tampoco eres mi modelo de macho. Solo bromeaba.
—Tú
sabes, yo soy… muy particular.
—Cierto,
¿sigues solo?
—Sí.
Mi familia ya ve con malos ojos que nadie me venga bien. Como acusa mi hermana
menor.
Un
silencio prolongado nos rodeó.
—Y…
¿cómo vas con Nicolay? ¿Se adaptó?
—Sí,
por suerte.
—No
te he dado el pésame por tu hermana. Bonita chica. Una pena su decisión.
—Gracias…
Más
silencio…
—Es
corta la noche aquí. ¿Te has acostumbrado? –busqué que decir.
Ella
me miró con pena.
—No
tenemos mucho de qué hablar, Ivan. ¿No es así? Somos de mundos diferentes.
Bajé
la vista.
—No
siempre me gusta hablar de teología –me excusé.
—Tampoco
sé de antro… antro
—Antropología
–murmuré apenado—. Aunque es mi mundo. Quizás debería salir un poco de la
estructura para no quedarme viejo y solo.
Rio.
—Brander
y Boris dicen lo mismo de mí. En mi caso aseguran que mi carácter me juega en
contra.
—Ellos
no deben saber que cuando quieres eres muy dulce.
Se
ruborizó.
De
pronto unas palmadas en mi espalda me sobresaltaron.
—¡Amigo!
—¡Numa!
–me puse de pie al igual que Ekaterina.
—¿Qué
tal como va?
—Bien
y tú.
—¿Interrumpo?
—No,
en absoluto.
—Yo
voy por un vodka –dijo Ekaterina con cierta dosis de enfado.
—¿Te
vas porque llegué?
—En
absoluto, no eres tan importante –retrucó.
Miré
a uno y a otro. Iba a ofrecerme dejarlos a solas pero la errante no me dio
tiempo y se alejó.
—Lo
siento, pensé que no le molestaba si me sumaba a la reunión.
Lo
miré fijo.
—No
soy tonto Numa. Es evidente que no te gustó vernos juntos. Si te sirve de algo
la errante y yo somos viejos amigos.
—Ajá…
Y… Tuvieron algo, ¿verdad?
—Soy
un caballero, niño. Y los caballeros no tienen memoria.
—Pensé
que dabas lecciones solo en la Universidad. Y no soy un niño.
—Ya
ves que no. Los años de vida también enseñan. No quise ofenderte. En realidad
si eres un niño comparado conmigo. Nací en 1920.
—Y
no soy un Craig, ¿no es así?
—Nunca
dije eso. Creo que bebiste demasiado.
—Sí…
Puede ser. Te pido disculpas.
—No
te preocupes. Suele pasar. ¿Por qué no pides disculpas a la dama?
—Si
me acerco me morderá.
—Puede
que no. Si no lo intentas no sabrás.
—¿De
verdad no te importa?
—No.
Y es lo único que te diré. Te repito, no va con mi estilo hablar del pasado de
una hembra.
—Claro…
Okay… Nos vemos quizás más tarde.
—Posiblemente
si es que dejas de beber. O te sorprenderá el amanecer durmiendo.
Asgard.
Me
acerqué para saludar a los novios y excusarme por no llegar a la ceremonia
religiosa. Había tenido una reunión importante con el famoso amigo de mi madre.
Le expliqué el comportamiento del juez Schneider, sin embargo hice hincapié en
la adopción de Elvis y los contratiempos. El nuevo Defensor me había puesto al
tanto de los requisitos y ser divorciado y sin trabajo actual no ayudaba mucho
para ser un postulante. El Ministro amablemente se ofreció a ayudar en todo lo
que pudiera.
Después
de dar mis felicitaciones al hermano de Nicolay y su bella novia, Sebastien se
acercó a saludarme.
—Gracias
por venir, Defensor. Nicolay lo aprecia –extendió la mano que estreché.
—Es
un gusto. Lo felicito por la fiesta.
—Gracias.
—Nicolay
me contó por teléfono que vive con sus padres adoptivos por su decisión.
—Cierto.
Es lo que deseaba mi hijo. Usted lo sabe.
—Sí…
También debo felicitarlo por ello. No cualquiera hubiera tomado esa
determinación con un juicio a su favor.
—Mis
hijos siempre estarán por encima de todo.
—Disculpe
mi indiscreción… Ya… ¿Pudo solucionar sus conflictos familiares?
Sonrió.
—Sí,
Bianca y yo seremos padres.
—Me
alegra mucho. ¿Cómo tomó Nicolay la noticia?
—Bueno…
Está un poco travieso y contestatario.
—Normal
–reí.
—Supongo
–rio también.
Un
hombre mayor con una hermosa dama se acercó a saludar.
—Sebastien,
recuerdo al señor en el juzgado. ¿Defensor de Nicolay?
—Exacto
Charles. Margaret te presento al señor Nilsen.
—Un
gusto.
—Lo
mismo digo.
—¿A
podido escapar de sus labores? Trabaja mucho por los niños, ¿verdad?
—Trabajaba.
Renuncié.
Ambos
me miraron asombrados.
—Largo
de explicar. Resumiendo, no estaba de acuerdo con cierta parte de la mal
llamada justicia.
—Entiendo.
En lo que pueda ayudarlo cuente conmigo –dijo Sebastien.
—Gracias.
—¡Asgard!
–Nicolay corrió a abrazarme.
Lo
alcé entre mis brazos.
—¡Campeón!
¿Cómo estás?
—Bien,
contento.
—Me
alegro mucho.
—Voy
a tener un hermano.
—¿En
serio? Eso es genial. Ya no estarás solo para compartir tus juegos.
Lo
deposité con delicadeza en el suelo. De pie y erguido, imitando a su padre,
declaró.
—Tengo
traje puesto, Asgard. Soy grande.
—Oh…
Me doy cuenta.
—Sí,
pero no puedes beber café –aseguró su padre.
—¿Café?
No es gustoso. ¿Para qué quieres beber café?
—Porque
todos los grandes beben café.
Reímos.
—Deberás
esperar un poco más.
—¿Cómo
cuanto? ¿Así? –mostró sus diez dedos extendidos.
—Algo
así, sí.
—Ufaaa.
En
ese instante otro hombre muy elegante se acercó.
—Disculpen,
Douglas y Marin cortarán el pastel.
—Oh
sí, vamos. Antes quiero presentarte al señor Nilsen.
—Encantado,
Lenya Craig, hermano de Sebastien.
—El
gusto es mío.
La
reunión se disgregó y los seguí a la distancia para disfrutar del momento
especial de los novios.
—¡Hola
Asgard!
—¡Bua!
¡Qué bella estás! Un hermoso vestido.
—Va
de acuerdo con el bosque –sonrió—. Es verde. De todas formas no es mío, me lo
prestaron.
La
miré, sonreía con el rostro iluminado. Bua me atraía, no por ser tan hermosa,
sino por ser tan particular en comparación con el resto de las chicas. Tenía
fortaleza para enojarse frente a una situación injusta como al atropellarla
frente a la Universidad. A la vez gozaba del poder de diferenciar los hechos y
acudir en ayuda espontánea cuando un niño como Elvis la necesitó. Era
caritativa y dadivosa. Me había abierto las puertas de su casa en la reserva. Y
ahora… Ahora sin avergonzarse me había confesado que el vestido que lucía era
prestado. No tenía porque hacerlo, no me enteraría. Sin embargo me lo había
dicho.
Le
sumaba que no tenía un ápice de superficialidad, ya que aunque estaba envuelta
en esa tela costosa y zapatos de tacón, no había abandonado la pulsera de cuero
que colgaba delicadamente de su muñeca. Tuve curiosidad por saber quien le
había regalado alguna vez ese obsequio tan humilde pero a la vez que tendría un
significado sentimental. A ella no le importaba si no combinaba, era evidente.
—Bonita
pulsera –sin poder aguantarme pregunté.
Ella
levantó el brazo y dejó que balanceara ante mis ojos.
—Es
muy bonita, sí. Me la regaló un amigo cuando tenía seis años. En esa época tuve
que darle tres vueltas –rio.
—Es
maravilloso que guardes tesoros así, después de tanto tiempo. La mayoría de las
personas no le dan tanto valor.
Sus
ojos miel me miraron divertidos.
—Pero
yo no soy como la mayoría de las personas.
Reí
y asentí con la cabeza.
—Me
he dado cuenta. Eres muy diferente.
—¿Eso
es bueno o malo para ti?
Me
hundí en ese iris que esperaba ansiosa una respuesta.
—Muy
bueno.
Nos
miramos por largos segundos. Ese color miel, tornasolado por las luces del
salón. Esas pestañas largas y espesas… Su pequeña nariz… Esa boca tan rellena y
perfecta por naturaleza. ¿Sería que estaba acostumbrado a ver juezas, abogadas,
y madres de menores, operadas para llamar la atención?
Sí…
Bua pertenecía a otro mundo del que yo participaba con desgano. Ese alrededor
de coches lujosos y trajes de Gucci o Christian Dior. El mundo de mansiones
costosas y oficinas de muebles lustrosos con olor a papel nuevo… Sí… Ella vivía
en la reserva cerca de las tribus Sami, lugar recóndito y de vida salvaje. Ella
era fresca como la lluvia matutina, libre como el viento que se deslizaría
entre la espesa arboleda, ella era auténtica.
—¿Qué
se sabe de Elvis? –Preguntó, aceptado una copa de champagne del mozo—. Muchas
gracias.
—De
nada, señorita. ¿Usted señor?
—Sí,
gracias –el mozo se alejó—. Pues, fui a visitarlo. Me extraña y quiere vivir
conmigo. Le dije que debíamos esperar. Al menos está a salvo y eso es una
tranquilidad para mí.
—Para
mí también después de conocer su historia. No pierdas la esperanza. Terminarás
siendo el padre del niño.
—Eso
espero.
Ella
bajó la vista y dudó.
—¿Qué
ocurre?
—Nada…
Es que… cuando Elvis se quedó en casa…
—¿Qué
ocurrió? ¿Se portó mal?
—No,
nada de eso. El mencionó… No deja no puedo preguntarte eso en una fiesta y…
nada.
—Dime.
Pregunta lo que sea.
Suspiró
y los hombros cayeron como si se diera por vencida ante su curiosidad.
—Él
mencionó que tenías un hijo que falleció. ¿Es así?
—Sí,
es así... Tenía cuatro años. Ya pasaron siete años.
—¿Un
accidente?
—Sí,
un descuido. Se ahogó en la piscina y… —tragué saliva—. No pude hacer nada.
Bajé
la vista y relaté los hechos mirando las baldosas del salón. No podía verla a
la cara sin dramatizar demasiado. Era cierto, estábamos en una fiesta con mucha
gente alrededor. Sin embargo tampoco quise evitar el tema. Ella había sido tan
honesta y caritativa que se lo debía.
Al
concluir el triste relato levanté la vista. El corazón se me encogió… Esos ojos
miel ahora casi transparentes como el ámbar, habían dejado escapar un par de
lágrimas.
—No,
no te pongas mal. No quiero ser el culpable de tus lágrimas.
—Es —balbuceó—. Es muy triste…
Sin
mediar segundo me abrazó.
Fue
un abrazo espontáneo aún con la copa de champagne. Con el mismo cuidado que
ella la envolví en mis brazos como pude. Su largo cabello cayó en cascadas
sobre mi pecho. Besé su coronilla y la acurruqué.
—Si
hubiera estado contigo, si hubieras sido mi amigo, no te hubiera dejado solo.
—Pero
ahora estás aquí –apoyé la perilla en su cabeza—. Ahora estás aquí.
Marin.
Salí
del baño vestida para matar. De un blanco inmaculado, las medias cubrían mis
piernas y prendían de un delicado broche las ligas de seda. Mis diminutas
bragas de encaje completaban el atuendo junto al corset ajustado.
Douglas
levantó la cabeza y se apoyó con un codo en el colchón. Vestido con el pantalón
y sin camisa, sonrió al verme avanzar hacia la cama.
—Madre
mía, ¿todo eso es para mí?
—Todo.
De punta a punta –sonreí gateando en la cama.
Besé
sus labios mordisqueando el inferior.
—Tu
profecía que abandone los videos juegos, se cumplirá a rajatabla.
—¿Has
entendido el mensaje del pastel? ¡Qué bien!
Reí
refiriéndome al adorno de bodas sobre la torta. En él la novia arrastraba al
novio y se lo llevaba lejos de la consola de un ordenador.
—Lo
entendí –sonrió, al tiempo que me sentaba a horcajadas sobre él.
De
pronto sus ojos se abrieron asombrados.
—¿Tienes
un piercing? –acarició mi ombligo.
—Ajá…
—Cielos…
¿Por eso no querías bañarte conmigo estos días?
—Exacto,
¡qué rapidez mental!
—Ah,
¿te burlas de mí? –sonrió.
Mis
manos bajaron la cremallera del pantalón y él ayudó con el resto hasta que la
prenda voló por los aires.
Un
bóxer de algodón negro amoldaba perfectamente su virilidad.
Magree
mi entrepierna por la tela abultada.
—Uf…
—suspiró.
—Creo
que aún tienes mucha ropa –pasé la lengua por mis labios.
—Quítame
lo que quieras, total ya me has robado el corazón.
—¡Qué
romántico!
—¿No
te gusta el romanticismo? –acarició mi cintura y el vientre plano.
—Sí,
pero fuera de nuestra habitación.
—Ah…
Diablos —se sorprendió.
Mis
uñas esculpidas arañaron el pecho musculoso.
—¿A
qué no sabes que hice mientras tu estudiabas o jugabas videos juegos?
—Pues…
no.
—Miré
películas condicionadas.
—¿No
digas? –rió.
—No
sabes cuánto aprendí –me incliné para llegar a su cuello perfumado y la lengua
lamió lentamente.
—Oh
oh…
Mordí
una de sus tetillas y continué lamiendo más allá de su ombligo. Él puso sus
manos por arriba de la cabeza y se abandonó al placer.
—Ah
no querido mío.
—¿Qué?
–levantó la cabeza.
—Me
gustas activo.
—¿Qué
tan activo? –sonrió.
Me
puse de pie y avancé hasta mi bolso. Me aseguré que mi culo se apreciara
vestido por las ligas y las braguitas. Sabía que sus ojos estaban fijos en el
objetivo. Como ignorando la escena quité lo que había comprado con mucha
ilusión.
Cuando
giré para tenerlo de frente, Douglas se había quitado los bóxer y sus ojos se
abrieron por la sorpresa que colgaba de mi mano.
Las
esposas tintinearon balanceándose en el aire.
—¿Y
eso? –Abrió la boca—. ¿Es para mí o para ti, caja de sorpresas?
—Para
mí –avancé hacia la cama achinando los ojos, tal como veía a las chicas porno
provocar—. No te imaginas como me excita que me domines.
—¿Yo
a ti? –balbuceó.
—Como
ese día que me robaste en moto.
—Pero
no fue a la fuerza.
—Ahora
tampoco –sonreí—. ¿Jugamos?
—¡Por
supuesto qué sí!
Se
abalanzó y me atrapó en segundos. Arrancó el corset, y cuando reaccioné sentí
mis pechos aprisionados contra el colchón. Él detrás aferrando mi cintura.
Quitó
las esposas de mi mano y escuché nuevamente el tintinear.
—¿Estás
segura que quieres esto? ¿No me harás juicio por maltrato?
Reí.
—Miedoso.
Por
el espejo podía ver mi perfil y el de él. Sus hombros redondeados, moldeados
por sus músculos, subían y bajaban por la excitación. El rostro inclinado con
la vista fija en mi culo. Sus piernas fuertes me atrapaban entre ellas sin
posibilidad de escapar. ¿Quién querría escapar con tremendo macho?
Cuando
aprisionó mis muñecas a la cabeza de la cama no perdió tiempo. Sentí sus manos
aferrarse a mis nalgas y acariciar con firmeza.
—Eres
una chica muy mala.
—Lo
soy, y me encanta –sonreí.
Una
nalgada sonó a la vez que sentía el escozor y las llamas que ganaban mi cuerpo.
—¡Otra
vez! ¡Hazlo otra vez!
Se
notó cierta reacción de incredulidad de parte de mi lobo. Al fin su voz ronca
respondió.
—Pídeme
por favor.
Sonreí.
Íbamos por buen camino. Al final cabo éramos dos improvisados en el tema.
—Por
favor –fingí suplicar—. Hazlo otra vez, soy una chica muy mala.
Unas
cuantas nalgadas sirvieron para enloquecer de placer. Lo quería dentro de mí,
profundo y embistiendo fuerte. Sin embargo él tenía otros planes y después de
todo yo le había dado el permiso de dominar la situación.
Un
ruido de tela rasgada y las bragas volaron deshechas. Abrió mis muslos y su
boca se hundió provocado un grito de placer.
Era
como un sueño del que no quería despertar. Un sueño erótico como tantos que
tenía con él desde que lo había conocido. Sin confesarlo a nadie. Porque para
el mundo yo era la chica tímida y angelical que prometía solo buenas acciones.
Sin embargo no quería eso para mí. Necesitaba calmar mi sed de hembra que era
capaz de enloquecer a su marido, al amor
de mi vida. Porque aunque en el juego él dominaría, era yo quien controlaba la
escena.
Mis
gemidos cubrieron el silencio de la habitación mientras su lengua jugaba a
llevarme al clímax. Aferré las sábanas y mordí mis labios, esperando paciente
que se hundiera en mí y apagara el incendio que crecía en mis entrañas.
—¿Sabes
qué me gusta? –lo instigué—. Me gusta cuando me posees por detrás —jadee—. Como
hacen los lobos machos con sus hembras.
Escuché
su aliento escapar de un soplo.
—¡Mala
chica! ¡Siente como me pones!
Su
sexo duro se apoyó en mis nalgas presionando con firmeza. Vi por el espejo su
cabeza hacia atrás y sus ojos cerrados por el deseo. Empujé contra su cuerpo,
provocándolo, apresurando el instante de la perfecta unión. Lo escuché rugir y
mi útero se contrajo de placer.
—Por
favor –volví a jugar—. Por favor, ¡te necesito dentro!
Introdujo
su sexo apenas.
—¿Así?
¿Así me quieres?
—¡Más!
Su
boca se entreabrió dejando escapar un largo gemido mientras el espejo me
mostraba las puntas de dos filosos colmillos.
Mi
amor…mitad vampiro, mitad lobo… Mío, solo mío para siempre.
Llegamos
al orgasmo, juntos. Moviéndonos al unísono, con las manos entrelazadas, con
gemidos mezclados, con su placer y el mío fundiéndose en un único goce. Porque
aunque Douglas tuviera colmillos y sangre de otra raza, nuestros corazones eran
iguales. Ambos latían por un amor verdadero e indestructible.
Sebastien.
Conducía
por la carretera junto a Bianca. Regresaba de la fiesta con un sol despuntando
el horizonte. Anouk y Rose iban silenciosas en el asiento trasero, formando una
cuna entre las dos, mientras Nicolay dormía cansado de corretear y saltar por
todos los rincones. ¡Qué energía! Compartir con mi hijo algunos días de la
semana era una experiencia nueva aunque ya había sido padre. Douglas había sido
un niño muy tranquilo, quizás por su ceguera o por su temperamento. En Nicolay,
me gustaba el agotamiento que producía tener cada respuesta para sus
insaciables preguntas. Amaba sus ojos mirándome como dudando si lo que había
escuchado de mis labios era la absoluta verdad. Adoraba la sonrisa de
satisfacción cuando la alegría bañaba su carita inocente. Y con Bianca, me
deleitaba verlos juntos en esas charlas compinches. O cuando pasaban momentos
divertidos sentados en la alfombra de la sala con el tren que lanzaba vapor.
Observé
a Bianca a mi lado. Entre dormida sus ojos por intervalos cortos se perdían en
el bosque que rodeaba la carretera. El verano había rejuvenecido el follaje y
algunos renos se animaban a caminar entre los cipreses buscando el alimento.
Una
de mis manos se apartó del volante y se apoyó en su vientre. Ella cubrió mi mano
con la suya y me miró sonriendo.
—Falta
mucho.
—Lo
sé, debemos tener paciencia.
De
pronto se incorporó un poco y su iris buscó las alturas del paisaje, tras los
frondosos pinos.
Seguí
la perspectiva y sonreí.
Allá,
a la distancia, las cumbres de Kirkenes…
—Lamento
que tus padres no hayan llegado a conocer a nuestro bebé.
Aparté
mi mano para acariciar su mejilla.
—Quien
sabe –murmuré.
El
recuerdo de aquel día que mi padre regresó para cumplir el deseo de sus hijos.
La visita de mi madre. Cada minuto de esos momentos estaban frescos en mi
memoria. ¿Mi padre regresaría alguna vez? ¿Mi madre podría contemplar a mi hijo
o hija alguna noche como esa vez? Siempre se extrañarán a los seres que se van.
Sin embargo nos queda en la memoria sus voces, sus aromas, y el amor tan
intacto.
—Nicolay
ha conocido a su abuelo.
Ante
mi asombro Bianca me miró sonriente.
—¿Cómo
lo sabes? –pregunté.
—Él
me contó que hablaba con su amigo imaginario. Por los datos que me ha dado, es
Adrien. Estoy segura.
—Ojalá
cariño. ¿Qué más te ha contado?
—No
mucho, temía que no le creería.
—¿Y
le has creído? –sonreí.
—¿Tú
crees que después de todo lo que me ha ocurrido podría no hacerlo?
—Tienes
razón.
—Me
ha pedido si su hermano podía llamarse Peter.
—¡Madre
mía que la tiene con ese nombre!
—Le
dije que no podía ser porque su gato ya se llama así.
—Ah,
¿quedó conforme?
—Sí.
Es normal que adore ese nombre.
Arquee
la ceja.
—Perdón,
¿me perdí de algo?
—¡Oh
cielos! ¿No digas que no sabes que el Hombre Araña se llama Peter?
—Pues…
no.
—Trata
de saber todas esas cosas o no te lo perdonará.
Reí.
—Tienes
razón.
En
ese instante un Falcon pasó a más velocidad y tocó bocina.
—¡Mira
Charles! ¿Se volvió loco?
—Estará
apurado por llegar, además… no lleva una carga tan preciada –guiñó el ojo.
—Ah,
sí lo dicen por mí, les agradezco que sepan apreciar a una Gólubev.
Reímos.
Miré
por el espejo retrovisor a Anouk.
—Pensé
que te ibas con tu familia a Moscú por unos días. Te he dado vacaciones,
¿recuerdas?
—Lo
recuerdo. Pero tengo otros compromisos. Quizás me llamen de un colegio para
trabajar y hacer la práctica.
—Me
parece muy bien.
—¿Y
Liz y Lenya? –preguntó Rose.
—Se
quedaron en el hotel.
—¿No
digas que para hacer la vida imposible a esos pobres recién casados?
—No
–reí—. Fue un deseo de Lenya para tener un poco de intimidad.
—¿No
tienen intimidad en la mansión? Somos una docena, con bebé y niño incluido, ¿y
creen que no tienen intimidad?
Reímos
ante la ocurrencia de Rose.
—¿Y
tú Rose? ¿Cómo van tus exámenes?
—Bien,
solo perdí uno. Porque no me presenté. Olvidé la fecha.
—Debes
ser más responsable.
—Lo
sé, Sebastien. Prometo no hacerlo más.
—De
lo contrario puedo anotar tus fechas y recordártelo –aseguró Anouk.
—Tú
ya tienes demasiado en tu cabeza, pero gracias igual.
—¿Han
visto a Scarlet? –preguntó Bianca.
—La
vi en la fiesta junto a Grigorii y a Anne.
—Se
fue con él –informó Rose.
—¿Con
Petrov? ¿A dormir con Petrov? –me inquieté.
—Tranquilo
cariño, ella sabrá qué hacer.
—Eso
espero, Bianca. Eso espero.
Al
llegar a las puertas de la mansión, Charles esperaba en la puerta.
—¡Qué
extraño! ¿Qué hace Charles esperando en los portones?
—No
lo sé, cariño.
Estacioné
y salí rápidamente del coche. Bianca me siguió mientras Rose y Anouk trataban
de despertar a Nicolay.
—Charles,
¿qué ocurre?
—Tienes
que venir al garaje. Iba a entrar mi coche pero tenemos visitas.
Nos
apresuramos a llegar a la parte trasera de la mansión.
—¿Puedes
adelantarme algo?
—Tienes
que verlo con tus propios ojos.
Al
llegar noté un cuerpo tirado junto a Ron y Margaret. Parecían tratar de
reanimarlo. Sara y Rodion miraban asombrados.
—¿Qué
hace un humano aquí? ¿Un ladrón?
Al
acercarme mis preguntas quedaron en el aire.
Era
un vampiro. Y lo conocía perfectamente. Un dije de oro con la famosa serpiente
de símbolo colgaba de su cuello.
Me
incliné preocupado tratando de sacarle una palabra. Parecía agotado y lucía en
su rostro la desesperación.
—¡Chelle!
No
respondió, apenas balbuceaba.
—Chelle,
¿Por qué no estás con los Huilliches? ¿Tu hermana?
Trató
de fijar la vista en mi rostro.
—¿Qué
te ocurrió? ¿Por qué estás aquí?
—Sebastien,
ayúdalos.
—¿A
quién, Chelle? ¿A quién debo ayudar?
—Los
tiene ella, por favor. Sácalos de allí.
—Dime,
¿a quién tiene ella? ¿Hablas de tu hermana?
Cerró
los ojos agotado.
—Estoy
seguro que se materializó en el parque, entró al garaje escapando del sol –dijo
Charles inclinándose.
—Dijo
algunas cosas sobre Vilu –agregó Ron—. Pero no le entendí.
—¡Diablos
Chelle! Si quieres que haga algo explícate más.
—Pude
escapar… Pude escapar…
—¿De
tu hermana? ¿Vilu quiso hacerte daño?
—Ella
no sabe que estoy aquí… Pero los tiene, debía avisar. Es un sacrilegio…
Lo
cargué en brazos y corrí hacia la mansión. Los rayos de sol serían mortales a
esta hora para él si no tenías protección como nosotros.
Ron
hizo a un lado los almohadones del sofá y Charles trajo un vaso con whisky.
—Ayudaré
a las chicas a despertar a Nicolay, lo llevaré a la habitación –dijo Bianca
preocupada.
Sara
hizo lo mismo con el bebé mientras Rodion se sentaba frente a Chelle observando
la extraña visita.
—Bebe
un poco, te reanimará –le ofreció Charles.
Lo
ayudé a beber un trago y tosió.
—Bebe
despacio –ordené— Y dime de una vez a quién tiene tu hermana.
Él
respiró profundo y extendió el puño cerrado. Poco a poco sus dedos se abrieron
dejando ver lo que guardaba con afán.
Mi
rostro se descompuso, lo supe porque sentí la sangre recorrer vertiginosa cada
molécula de mi cuerpo.
En
su palma, opaco y sucio, descansaba el colmillo del leopardo de las nieves.
—Los
Sherpa –murmuré espantado—. Tiene a los Sherpa.
—Los
secuestró, los engaño y los secuestró –tosió otra vez—. Quiere sus joyas.
—¡Maldita
serpiente! –exclamó Charles.
—Está
loca. Ya lo sabíamos –respiré agitado envuelto en la furia.
—¡Ayúdalos
hijo de Adrien Craig! Eres nuestro líder. No permitas que los maten.
Me
puse de pie con la decisión de materializarme en el hogar de los Huilliches.
Pero era tanta mi indignación que no podía controlar la ira.
—Iré
contigo, tranquilo –dijo Charles.
—No
sé materializarme –se preocupó Ron—. Y no recuerdo el hogar del aquelarre.
—No
te preocupes, te quedarás con él.
—Creo
que si es tan peligrosa, deberían saber más sobre la situación. Si los ve podría
dañarlos –dijo Rodion.
—Tienes
razón. Pero no podemos perder tiempo.
—Ella
se fue a los Montes Komi… Por las joyas… y piedras preciosas –respiró profundo
otra vez—. Consiguió que Tashy le diga su ubicación.
—¡Si
será hija de puta! –exclamé.
—¿Entonces
están solos en tu casa? ¿Los Sherpa están en tu casa? –preguntó Charles.
—Sí,
ahora o nunca, aprovecha a rescatarlos. Huan Yue quedó al cuidado de que no
escapen.
—¡Encima
tiene un aliado, maldita!
—No,
no… Huan Yue le tiene terror. Siempre lo castigó sin piedad.
—¿Quién
es Huan Yen? –preguntó Rodion.
—Es
un sirviente de los Huilliches. Licarayen y Huicha lo trataban muy bien. Pero
ellos ya no están –informó Charles.
De
pronto lo miré con angustia.
—Charles…
—Sí,
sé qué estás pensando. Licarayen y Huicha no murieron de muerte natural, ella
los mató.
—Cielos…
No puedo perder tiempo.
Holaaaaaaaa, lo sabía y lo resabía!!!!! Después de la boda tenía que llegar el ejem, ejem, más ejem:)))))) Pasión a raudales!!!! Un incendio en las entrañas de Marin y sin un bombero para apagarlo porque me da del verbo donación que Douglas en lugar de apagarlo ha avivado más el fuego!!!!!
ResponderEliminarCapítulazo!!!! Vivan los novios y que siga el amor amore incendiario!!!!!
Besoteeeeeeesssssss!!!!!
¡Hola mi sol! Jajaja, me encanta que haya sido de tu agrado. No, Douglas de bombero no creo que sirva de mucho, creo que él también tenía fuego que resolver. Seguirá el amor, estoy segura, aunque siempre tendrán que esforzarse porque esa llama no se extinga. Un besazooo Merck, y gracias por estar aquí. Buena semana!!
EliminarUy que dulce encuentro entre Douglas y Marin . Uy lo dejaste muy interesante ojala logren salvar a los Sherpa
ResponderEliminar¡Hola amiga! Gracias por comentar! Sí, es un encuentro que muchos esperaban. Los Sherpa están en peligro, veremos si Sebastien y los Craig llegan a tiempo.
EliminarUn beso grande y muchas gracias!! Buena semana para ti.
Hola, Lou... Bueno, me ha encantado todo lo que sentían Douglas y Marin antes de la ceremonia... La maravillosa felicidad de Douglas; las manos temblorosas de Marin, sosteniendo el ramo, mientras camina hacia el altar
ResponderEliminarLa alianza es muy original, preciosa
Me ha parecido muy hermoso lo que Douglas piensa de Numa... que es su hermano de la vida, del corazón
La reserva de los lobos le sigue produciendo mucha desazón a Sasha... quizás sea por Anouk, no lo sé... No me lo digas, ya lo averiguaré
Me parece bien, según para qué, eso de que los caballeros no tienen memoria... En fin, me ha hecho gracia la frase de Ivan
Es estupendo que el ministro de Justicia esté dispuesto a ayudar a Asgard... Asgard lo merece
Me ha encantado como ve Asgard a Bua... "Fresca como la lluvia, libre como el viento"
Bien, creo que Douglas y Marin están celebrando su unión por todo lo alto... Enhorabuena a los dos
Me he reído con Nicolay en cuanto he leído que también quería llamar Peter a su hermano
Bueno, la verdad es que la fiesta no ha acabado muy bien... Sin embargo, has dejado el capítulo muy interesante... y, como de costumbre, ha sido un placer leerlo
Besos
¡Hola mi querida escritora! Fue muy romántica la ceremonia, tal como esperaba Marin. Las alianzas han sido una genial idea de nuestro "ojos de lobo".
EliminarDouglas sabe que la sangre que une a la familia es importante pero los lazos que se forman por el amor y la vida cotidiana son indestructibles. Él ha contado con su hermano desde la corta edad.
La reserva de lobos, Sasha... no, no puedo adelantar nada.
Ivan es muy particular, parece un perfecto caballero pero hasta los más caballeros pueden equivocarse, y tampoco puedo adelantar nada sobre ello.
Asgard recibirá ayuda, aunque por ahora debe esperar paciente. En Bua ve a una chica de las que él no está acostumbrado y eso le fascina. Ella es tal cual la define él.
La pareja de recién casado ha tenido su justa luna de miel y me parece que se lo merecían. Ahora en más deben luchar día a día por esa pasión y el amor que los une.
¿Has visto? Has elegido el nombre adecuado para su gato. Justo así se llama el Hombre Araña. ¡Gracias por la idea!
La fiesta no ha acabado bien, los Sherpa están en peligro. Ojalá los Craig lleguen a tiempo.
Un besazo grande amiga, muchas gracias por tu bello comentario. Una feliz semana para ti.
A veces soy desmemoriado, será que tengo algo de caballero:))No recordaba si soy adulto, mi carnet dice que sí. He podido leer la perspectiva de Marin!
ResponderEliminarCuando Ivan se enamore sabrá qué poco importa que ella sea culta o esté a su altura pero que no se enamore de Ekaterina, a Numa no le sentaría bien. Con lo bien que iba todo, Los Sherpa en peligro!
Bso
¡Hola Ignacio! Gracias por comentar. Me has hecho reír con tus ocurrencias. Gracias también por ello.
EliminarIvan le espera una apasionante historia de amor perooo... no puedo adelantar nada. Al menos no es Ekaterina.
Su media naranja aún no apareció.
Los Sherpa en peligro, sí. Veremos que ocurre con ellos en manos de esa malvada.
Te mando un abrazo grande desde Buenos Aires y un feliz fin de semana para ti!!
Estaban todos felices y algo tiene que pasar,lo ha enredado todo Vilu.No se lo que quiere y no se si tendran tiempo de ayudar a los Sherpa.El capitulo me ha gustado mucho,la parte de Marin tambien porque son marido y mujer y es normal lo que hacen,se quieren y se han casado.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por tu comentario. Cierto, a veces todo va muy bien y algo quiebra la armonía. Vilu no tiene escrúpulos y su ambición es desmedida. Ojalá puedan llegar los Craig a salvar a los Sherpa.
EliminarMe alegro mucho que te haya gustado todo el capi.
Un abrazo grande desde Argentina y feliz fin de semana.