Capítulo 2
Aceptar el destino.
Tim.
La
noche que siguió a la tormenta “Buki” había comenzado trabajo de parto. Así que
no dormí en mi cama sino en el establo de mis cabras. Por suerte el
alumbramiento de los dos cabritos no fue difícil y ella se portó como una
verdadera lady.
Al
amanecer contemplaba el cuadro de una mamá orgullosa y un par de ojos del macho
que me miraban amenazantes.
Me
puse de pie apenas acomodé la manta donde “Buki” yacía cómoda. Lo miré a esos
ojos desconfiados y renegridos.
—Te
advierto que estuve aquí para ayudarla. Tarea que tendrías que haber hecho tú
siendo su macho –lo señalé con el índice—. Pierde cuidado no me llevaré tus
crías.
Al
terminar la frase que por supuesto jamás iría a retrucarme, escuché una risa.
Giré
hacia la puerta del establo y vi a Carl.
—¿Hablas
con los animales?
—Oh
sí, algunas veces –sonreí.
—¿Terminamos
por hoy?
—Terminamos
por ahora.
No
es que Carl me hubiera ayudado en el parto de la cabra pero al menos se quedó a
hacerme compañía y me alcanzó café varias veces. Sinceramente lo preparaba
horrible, a pesar de ello no había tenido el valor de rechazarlo.
—¿Quieres
más café?
—No,
gracias. Bebí demasiado y el café desvela.
Bueno…
el de él mucho más.
Antes
de retirarme me fijé si había suficiente heno y eché un vistazo a la flamante
madre. El macho se acercó y quedó de pie como soldado alerta. Una imagen cruzó
mi mente…
Hace
años yo hubiera asistido el parto del amor de mi vida. Hubiera encerrado mis
brazos formando una cuna con ellos para sostener a mi hijo por primera vez. Sin
embargo, el destino me quitó esa posibilidad y me arrebató a ambos un terrible
día. Un accidente cuando ella salía de la Universidad… Estudiaba para ser una
gran arquitecta.
Recuerdo
que le dije por teléfono, “cariño, iré por ti. Está haciendo mucho frío.” Pero
ella no quiso. Aseguró que cogería un taxi porque yo había trabajado mucho y
estaría muy cansado. Insistí… Era muy terca.
El
taxi en el que iba chocó de frente con un camión de combustible. Nada pudo
hacerse.
Cuando
me dijeron la horrible noticia creí que estaba soñando. Que despertaría de la
pesadilla, pero no… No despertaría porque era real.
Los
cabritos buscaron a tientas la leche tibia de la madre. Quedé observándolos por
algunos segundos hasta que la voz de Carl interrumpió la tierna escena.
—Yo
también no podré ver nacer a mi hijo.
Creo
que en el poco tiempo que convivíamos había aprendido a conocer mi mirada y lo
que podría estar pensando. Era buen observador.
Lo
miré y suspiré con los brazos en jarro. Me dolía todo el cuerpo de la mala
noche.
—No
digas eso. Tú estás a tiempo. Puedes encontrar a Ernestina. No pudo esfumarse
en el aire.
Sonrió
con pena.
—Debe
odiarme.
—Si
pudo aguantar a la insoportable de tu madre debe haberte amado de verdad. Y el
amor no se va de un día al otro.
—Pudo
abandonar la ciudad. Incluso Kirkenes es muy grande.
—Será
más grande si te quedas en la cabaña y no la buscas.
—¿Cómo
quieres que haga? No sé por dónde empezar.
—Piensa
donde pudo ir.
En
ese instante vi a la hermana de Carl avanzar por el sendero hacia el establo.
Carl
siguió mi vista y la descubrió.
—¿Qué
querrá aquí?
—Tranquilo,
no ganas nada siendo agresivo.
Cuando
Suly llegó hasta las puertas se detuvo sonriente.
—Hola
Tim, hola Carl.
—Buen
día, Suly.
Su
hermano no contestó. Encendió un cigarrillo ignorándola por completo.
—Disculpa
la molestia, Tim. ¿Nacieron los cabritos?
—Sí,
hace unas horas —contesté.
—Ah,
pues… Mis niños quieren verlos. ¿Te molestaría que los trajera hasta aquí?
—No
tendré problema en la semana. Ahora es imposible. Es por la tranquilidad de su
madre.
—Ah…
Es que imagino que mis niños se decepcionarán con la negativa.
—Entonces,
deberás enseñarles que no siempre uno puede conseguir lo que quiere –contesté.
Carl
interrumpió mirándola a los ojos.
—Me
divierto de solo imaginar la rabieta que les dará a esos dos malcriados.
—Carl…
—murmuré.
Ella
lo miró pero no contestó al agravio. Al contrario, creo que se veía
avergonzada.
—¿Les
dijiste que su padre está preso por estafa a una financiera? No, ¿verdad?
—Carl,
es suficiente –reclamé.
—¿Y
de qué vives? Oh sí, alquilas un par de habitaciones a Max y John. Habitaciones
que son parte de mi casa. Porque no es solo tuya. Yo que tú si te queda
dignidad me entregaría el inmueble, después de toda la fortuna que tu maldito
marido me robó.
—Puedes
ir a vivir a la cabaña con nosotros. Nunca te eché. No soy igual que mamá.
—¿Contigo?
Prefiero estar muerto. Y sí, eres igual. Tú permitiste que llegara lejos. ¿Te
convenía? ¡Claro qué sí!
—¡Dije
suficiente, Carl!
Al
fin calló. Suly giró y retomó el sendero rápidamente.
Salimos
del establo y cerré con la aldaba las puertas. Caminamos despacio, con el paso
cansino. Ambos estábamos sin dormir.
—Sé
que no debo meterme en tus asuntos pero no debiste tratarla así –rompí el
silencio.
—No
te imaginas quien es.
—Aún
así. Es una dama.
—Lo
menos que es mi hermana es ser una dama. Víbora le queda chica. Y esos dos
engendros del demonio.
—Carl…
Son niños. No lo olvides.
—Nunca
vi criaturas tan malvadas.
—Es
que crecieron en un hogar de mierda. ¡Qué quieres!
—¡No
verlos más! Eso quisiera. Que desaparecieran como Ernestina. Ellos debieron
irse para siempre.
Antes
de pisar mi portal vi a Bua dirigirse a su casa. En cuanto nos vio se acercó
sonriente.
—¡Buen
día!
—¡Buen
día, Bua!
Carl
saludó a regañadientes.
—¿Nacieron
los cabritos?
—Sí,
dos.
—¡Qué
bien!
—¿Tú
estás bien?
—Sí,
gracias. A ti se te ve cansado.
—El
trabajo de parto fue largo.
—Pienso
que una loba decente no debería estar saliendo de cabañas a estas horas
–interrumpió Carl.
Bua
apartó la vista de mí y lo miró de arriba abajo.
—Y
yo pienso que un lobo decente no debería estar viviendo de otros. Buscaría
trabajo. ¿O ya lo encontraste?
—Nosotros
ya nos vamos a dormir –corté el diálogo filoso.
—Lo
digo por tu bien. Es un consejo.
—¡Guarda
tus consejos para tu estúpida familia!
—Bua,
tranquila.
—¿Pero
qué se cree que es? ¿La moralidad caminando? No querido, tú estás muy lejos de
lo que llamamos moral.
—No
puedes hablar de mí con liviandad, no sabes nada.
—Tú
tampoco sabes nada de mí. Trata de no meterte conmigo. Ignórame, ese es mi
consejo para ti. Lo digo por tu bien.
—Okay
–interrumpí—, nos vamos.
Bua
nos vio alejarnos pero sabía que no quedaría así… A veces es complicado meterte
con hembras.
—¡Ah,
Tim!
Nos
detuvimos aunque ya me la veía venir…
—Drank
me contó que Douglas y Marin se casarán este mes. ¿No es un mes bonito para
jurarse amor eterno? Me encanta, se los ve muy enamorados.
La
miré y fruncí el entrecejo.
Ella
sonrió como niña cual travesura y corrió abrazarme.
—Eres
fatal –susurré.
—No
te enojes conmigo.
La
aparté y busqué sus ojos canela.
—Tú
no eres así. Anda, está haciendo frío. Pórtate bien.
—Te
quiero, amigo. Nos vemos. Visitaré los cabritos y a su madre esta semana.
—Te
espero.
Retomé
el sendero. Llegamos a mi cabaña y me desplomé en el sofá. Él quedó de pie
junto a la chimenea apagada.
—No
lo dije para que se sintiera mal. Lo juro. Es que no es bueno que hablen de
ella.
—A
ella no le importa, Carl. Es su vida. Cada uno la vive como quiere. No debes juzgar.
—A
mí nadie me aconsejó. No sería el que soy.
—Te
equivocas. Tú te apartaste de nosotros. El hecho de no tener amigos en la
reserva complicó las cosas. O quizás ni siquiera nos hubieras escuchado.
—Sí…
Es que mi familia me convirtió en un ser detestable, ojalá paguen por ello.
—Debes
tratar de seguir tu vida. No puedes seguir alimentando tanto rencor.
—¡Déjame!
–su voz tembló—. Déjame vociferar todo lo que siento aquí adentro.
Se
golpeó el pecho varias veces.
—¡Los
odio! ¡Los odio a todos los Rotemberg! ¡Maldito mi apellido y mi linaje! No
sabes por lo que pasé desde niño. Por culpa de mis padres, de mi hermana y su
tránsfuga marido, de mis odiosos sobrinos –se sentó en el sofá frente a mí y
rompió a llorar.
Lo
dejé descargar el dolor por un rato. Creo que lo necesitaba. Después, me puse
de pie y me incliné a su lado. Palmee su hombro.
—Tranquilo…
Sé que te duele. Sin embargo es hora de comenzar a vivir de otra forma. Voy a
ayudarte. No estás solo.
—No
puedo borrar el destrato de tantos años. Nadie me quiso, ni siquiera en la
reserva.
—A
ver… —me senté en la alfombra—. Lo de tu familia te entiendo. En cuanto a la
reserva quieras o no fue tu responsabilidad. Pudiste coger otro camino. Por eso
insisto en que debes mirar hacia adelante. Estás a tiempo, créeme.
Secó
sus lágrimas y me miró.
—¿Qué
se siente ser alguien tan importante?
—¿Importante
yo? –sonreí—. En absoluto.
—Eres
uno de los guardianes de Gloria.
—Eso
dicen, porque vi al lobo blanco.
—¿Fue
hace mucho?
—Bueno…
Sí… Una noche de insomnio que miraba por la ventana. Creí que era el fantasma
de ella que venía a buscarme. A salvarme de la soledad. Pero no… Un lobo enorme
y blanco se movía por la nieve. Se acercaba a mi cabaña hasta que se detuvo.
Fijó los ojos oscuros y brillosos en mí. Parecía haberse quedado congelado por
varios segundos como diciendo, “estoy aquí por ti”. Después se escurrió entre
los cipreses.
—¿Se
lo dijiste a los padres de Gloria?
—No,
en realidad en ese tiempo se pensaba que Sabina era nuestra alfa. Y ella había
abandonado la reserva.
—Cierto…
¡Cuántos hechos pasaron aquí! Yo… creo que me perdí la mayoría por vivir un
mundo ficticio.
Lo
miré y sonreí.
—¿Entonces?
—Entonces,
¿qué? –preguntó.
—¿Cuánto
más vas a perderte?
Hizo
una mueca complaciente y de resignación.
—Nada
más. No quiero perderme nada más.
—Me
alegra escuchar eso.
Mike.
Después
de la cantidad de lluvia que cayó hasta entrada la noche el nuevo amanecer
lucía despejado y fresco. Al mediodía fuimos con Drank y Kriger a verificar si
había daños en la nueva construcción. Bernardo y Sabina llegaron una hora más
tarde. El guardián de Gloria estaba muy ilusionado en terminar de leer el
famoso libro encontrado en el cementerio Sami.
A
mí en particular no me atraía tanto, debo confesar que era solo mera
curiosidad. Sin embargo lo único que temí, era si el libro de los lobos se
refería en algún apartado o norma sobre la homosexualidad. En ese caso, había
pensado abandonar la reserva. Amaba a Kriger y nadie, ni el más prestigioso
chamán, me diría como vivir mi vida.
En
eso me parecía a Bua. Indomable, si es que de reglas injustas se trataba.
Pensando
en ella eché un vistazo a Drank. Estaba observando detenidamente una parte del
techo para asegurarse que no habría gotera.
Abrí
varias ventanas para que el aire renovador entrara en el aula. Aún había nubes
grises mezcladas con copones blancos. El perfume a clorofila húmeda me invadió
y tuve deseos de correr por el bosque.
De
niño lo hacía muy a menudo, cada vez que dejaba de llover. Pero en la infancia
corremos sintiéndonos libres. Y esa libertad es real. No tienes tantas
obligaciones, ni horas que cumplir. Tu mayor problema es terminar la tarea de
la escuela. O llegar justo cuando mi madre servía la cena para evitar el
sermón. Después… Nada importante. Llegar a fin de mes con las cuentas al día
era un problema de adultos. Las normas de la sociedad te parecen algo lejano y
difuso. Y los años pasan, creces, te haces adulto, y ya nada es tan sencillo.
Sin embargo es ley de la vida, nos toca a todos.
Observé
a Drank… Era buen chico. Me hubiera gustado de cuñado pero no era una decisión
que partía de mi voluntad.
Como
adivinando mi mirada sobre él, giró su cabeza y arqueó la ceja.
—¿Qué
ocurre? ¿Por qué me miras como si me estudiaras?
Negué
con la cabeza y me acerqué.
—Nada,
solo que… Bua regresó al amanecer. ¿Pasó
la noche contigo?
Puso
los brazos en jarro y sus ojos azules notaron arrepentimiento.
—Creí
que no te molestaba.
—No
me molesta. Ella sabe lo que hace y tú también.
—¿Por
más que sea humano?
—No
viene por ahí.
—¿Entonces?
Sé que hay algo que te da vueltas y no me dices.
—Te
lo he dicho ya desde que lo supe. Si alguno de los dos se enamora y el otro no…
Es decir, amo a mi hermana y a la vez no quiero perder un amigo como tú.
—Descuida,
ambos lo tenemos claro.
—Okay…
—De
todas formas –bajó la cabeza pensativo—, si te deja más tranquilo, prometo que
no volveremos a intimar.
—No,
es que…
—De
verdad –sonrió—. No quiero que estés preocupado. Hablaré con ella. Sé que lo
entenderá.
—¿Quieres
que me corte en pedacitos por meterme? –rio.
—No
le diré de nuestra charla.
—Gracias.
De todas formas, si estás seguro de lo que sientes y ella también… No tengo
objeción. Es que ni siquiera es objeción sino temor de que salgan mal las
cosas.
—Tranquilo,
entiendo.
Me
senté sobre una de las sillas pequeñas para los infantes.
—¿Te
enteraste del libro?
Se
acercó y se sentó en otra silla.
—Sí,
estaba con Bernardo cuando Tim le contó.
—Aún
no lo tuve entre mis manos.
—Seguro
ya te tocará.
—Sí…
Me gustaría que tú también lo leyeras.
—Bueno,
dicen que está escrito en sami y yo no me desenvuelvo muy bien.
—No
creas que yo sí. Algo sé. Es nuestro primer idioma apenas comenzamos a
balbucear. Con el tiempo fue perdiéndose la costumbre de hablar como nuestros
ancestros. En realidad no es práctico si te pones a pensar que no es la idea
encerrarnos en un grupo apartado del resto del mundo.
—Suena
coherente. A pesar que podrían hablar los dos idiomas a la vez. Los Sami que
viven en Kirkenes lo hacen.
—¿Los
conoces?
—No…
Bueno… Los crucé una vez que me interné en el bosque. Terminé en una aldea en
su territorio.
—¡Drank!
No vuelvas a meterte en terreno desconocido. Aún eres nuevo en estas tierras.
Hay lobos.
—¿En
serio? –rio.
—¡De
los salvajes, tonto! –reí.
—Okay,
tendré cuidado.
Louk
y July aparecieron por la puerta principal.
—¿Qué
onda, amigos? –sonrió Louk.
—¡Hola!
–contestamos.
—Hola
chicos, ¿Cómo encontraron el lugar?
—Todo
bien July.
—Sí,
por suerte hemos trabajado como se debe.
—¡Genial!
—¡Y
las chicas también trabajamos! –Sonrió July acercándose a los armarios—.
Pintamos de colores alegres.
—Quedó
muy bonito –dijo Drank.
—¿Qué
va a ocurrir con las maestras? –preguntó Louk.
—No
se sabe nada –contesté—. Solo Adelaida se ofreció. Ella tiene título de
docente.
—Sí,
pero está muy mayor para lidiar con niños.
—Lo
sabemos Louk, pero no hay otra opción. Bernardo dijo que si no conseguíamos a
alguien que quiera trabajar aquí tendremos que dejar el lugar como guardería.
Al menos los padres tendrán un lugar para dejar sus críos sin ser el centro de
Kirkenes.
—Es
un desperdicio pudiendo tener la enseñanza elemental tan a mano –aseguró Drank.
—¿Y
la chica vampiro? –preguntó July.
Louk
y yo nos sorprendimos.
—¿Qué
chica vampiro?
—No
sé cómo se llama. La vi varias veces aquí en la reserva. Estaba contigo, Drank.
En la kermese de Kirkenes.
Todos
lo miramos.
—No…
No creo que puedan pensar en ella… Es…
—¡Es
una vampiresa! Tiene razón Drank –apoyó Louk.
Lo
observé mientras iba por una escalera. Cuando la trajo la apoyó en la pared.
—Creo
que la tapa de luz se salió. Es la del interruptor. No quedará prolijo.
—Podríamos
decirle a Bernardo sobre esa chica. ¿Por qué no? –pregunté.
—¡Estás
loco! Drank tiene razón.
—Yo
apoyo decirle a Bernardo –dijo July sentándose en una silla—. Que él decida.
—Ella
no aceptará –murmuró Drank.
—Claro
qué no. Es una Gólubev. ¿Te imaginas dando clase en esta humilde reserva y
entre lobos? Jamás aceptará.
—¡Están
juzgándola, chicos! Ustedes siempre igual.
—Bueno,
no la conozco tanto. Drank, ¿tú qué dices? –Louk se apoyó en la escalera.
—Pienso
que nunca aceptará.
Varios
lobos fueron llegando poco a poco. La mayoría habían colaborado en la
construcción. Fue extraño no ver a Tim y a su inseparable Carl. Pero Kriger me
contó que una de las cabras había parido en la madrugada y ambos no habían
dormido.
En
momento donde todos estaban muy entretenidos hablando sobre la tormenta pasada,
hice una seña a Kriger y me dirigí hacia el baño de los docentes. Apenas llegué
cerré la puerta y quité mi camiseta. El espejo me mostró una imagen de un lobo
de músculos fuertes y torneados. Los jeans caídos a las caderas descubrían un
perfecto ombligo y vientre plano. A medida que fui alejándome de mi pos adolescencia había dejado de sentirme inseguro y no atractivo. Lo sabía, a los
veintidós años lo sabía. Era un espécimen bello de ojos ámbar y labios
sensuales. Conocía de memoria que hasta los machos seguros de sí mismos y de su
heterosexualidad, admiraban mi físico, envidiaban mi aspecto. Sin embargo,
también sabía que nada de mi orgullo y porte servía si no estaba él. Kriger… El
macho del cual me había enamorado perdidamente desde los diecisiete años. Aun
cuando no entendía por qué me tocaba ser diferente. Aun cuando ignoraba todo lo
que debía hacer frente.
Y
debí hacer frente… Ser diferente ante todos no es fácil. No significa que debes
soportar algún idiota que sonría disimuladamente, o que bromeen contigo en
alguna que otra situación. No… Luchar contra la discriminación es mucho más que
eso. Sientes el reparo de tus compañeros del club cuando debes cambiarte de
ropa o desnudarte en las duchas. Mismo cuando saludas efusivamente porque estás
feliz, y abrazas fuerte por la amistad que sientes por el otro. Lo sientes…
Sientes ese temor aunque ellos deseen que no lo sepas. Entonces, aprietas los
labios y guardas lo que tienes ganas de gritarles, solo porque los aprecias y
no lo hacen por mal. Si no tomara en cuenta el cariño por muchos de ellos les
diría, “¡tranquilo, no quiero acostarme contigo! ¡Sé la diferencia entre amor y
amistad!
Y
las hembras… Muchas de ellas te cuentan secretos, piden consejos, ¿qué les
ocurre por sus cabezas? ¿Qué creen que es ser gay? ¿Alguien en el que pueden
sentirse seguras por el físico imponente, y a la vez gozan de un corazón tierno
y femenino capaz de entenderlas hasta en las cosas más descabelladas? No… No es
eso. Ser gay no es ser un engendro extraño.
No
tenía un tierno y femenino corazón. Sin embargo, sí me dolían ciertos actos
como a cualquier ser del planeta.
La
puerta se abrió lentamente y Kriger me miró de arriba abajo. Frunció el ceño.
—Te
has vuelto loco, ¿verdad?
Negué
con la cabeza mientras sonreía.
—¿Te
das cuenta que esto es un Jardín de Infantes?
—No
hay niños.
—Pero
no estamos solos.
—Aquí
lo estamos.
—Mike,
esto no está bien.
—¡Qué
estructurado eres! Nadie vendrá.
—Por
supuesto que no. Porque deben imaginarse que estamos haciendo tu y yo
encerrados en el baño.
—No
es la primera y última vez que una pareja se encierra en un lugar público para
hacer el amor.
Avancé
hasta chocar con su cuerpo y cerré la puerta. Sus ojos se deslizaron para morir
en mis labios.
—¿No
me has extrañado? —la mano encerró su nuca y lo atraje más.
—Por
supuesto que sí —su voz bajó el tono.
—No
me has buscado en la cama desde hace varios días.
—Lo
siento. Sabes que estoy preparando un examen de admisión.
—Sí,
lo sé. Pero hacerlo no nos lleva demasiado tiempo.
Sonrió,
fingiendo enojo.
—¿Es
un reproche? ¿Estás acusándome de precoz?
Reí
contra su boca.
—Nada
de eso. Sabes a qué me refiero. Antes trabajabas con tu padre y aun en la madrugada
escapabas conmigo a la mitad del bosque. ¿Recuerdas? –mis manos desprendieron
los botones de su camisa.
—Recuerdo…
—¿Entonces?
–besé su pecho de pectorales duros.
Sentí
palpitar su corazón y la respiración alterarse.
—Me
pone nervioso saber que pueden sorprendernos.
—Tú
mismo dijiste –me apoyé contra él incitándolo—, se lo imaginan. Nadie vendrá a
interrumpir.
Me
miró a los ojos con una mirada febril. De esas que te indican que no puedes
volver atrás, que solo quieres seguir y seguir…
Me
besó… Fue un beso como solo sabía darme él. Haciendo que mis piernas temblaran,
que todo mi cuerpo respondiera al deseo, devorando mi boca y mi alma.
Gemimos
al mismo tiempo, con el cuidado de saber que no estábamos en completa soledad.
Desprendí sus jeans y él hizo lo mismo conmigo. Aprovechó el mínimo movimiento
de debilidad para usar esa fuerza que tanto admiraba en él.
En
segundos me vi frente al espejo aferrado a la pileta.
—¿Así
que reprochas que no te haya tenido en cuenta estos días? –mordisqueó mi cuello.
Jadee
mientras sonreía.
—Sí…
No me gusta tenerte que rogar.
—Ahora
no tendrás queja, te lo aseguro –bajo mis jeans de un tirón y apretó fuerte mis
nalgas—. ¡Tienes el mejor culo que he visto en mi vida!
El
aliento escapó de mi boca ante la espera. La ansiedad por tenerlo dentro de mí
me carcomía, desesperaba…
Así
sentía con él. Cada vez que nos uníamos olvidaba el mundo. Solo disfrutaba
entre sus poderosos brazos. No existían los problemas, ni los grandes ni los
menos importantes. Nada… Nada importaba. Aunque tuviera que soportar más
discriminación o enfrentarme a su mismo padre.
Nuestros
ojos se encontraron en el espejo… El ámbar de su iris había oscurecido por la
excitación. Amaba esos ojos, deseándome.
—Te
amo –susurré casi sin aliento—. Te amo, mi amor.
No
respondió con palabras. Él era así. Costaba que expresara sus sentimientos de
una forma convencional. Sin embargo, a mí no me importaba ese detalle y nunca
me importaría. Al menos, eso creí…
Drank.
Con
el transcurso de las horas todos fueron retirándose. Solo quedamos Louk y yo ya
que July había partido a su casa enfadada por una discusión de celos entre
ellos. Traté de aconsejar a mi amigo pero Louk era bastante terco y seguía
empecinado en tener la razón.
—No
puedes enojarte porque no contestó tus llamadas. Podría haber estado ocupada
–protesté.
—No
entiendes, Drank. Un solo mensaje que me dijera que está bien.
—Te
explicó que la señal era pésima con la tormenta. ¿No la escuchaste?
Encogió
los hombros.
—Bah,
ya se le pasará.
—Cuida
que no se harte de tus celos y posesión.
—Está
enamorada de mí.
—Lo
sé. Pero no indica que cualquier día te mande a la mierda.
—Trataré
de seguir tu consejo.
Reí.
—Sí
claro, ¡cómo no! Es lo mismo que me digas “cállate y sigue en lo tuyo”.
—Hablando
de ello, ¿qué tal si buscamos las llaves y cerramos todo? Dijiste que irías a
anotarte en la Universidad. Hoy es el último día.
—Y
tú me dijiste que aprenderías conmigo a leer.
—¡Anda
ya! Buscaré la llave.
—Okay.
Ah, y Bua me dijo que había una prórroga hasta la semana entrante. Así que no
está todo perdido.
—Me
alegro.
Louk
desapareció y eché un vistazo al aula. Había quedado muy bonita. Ojalá pronto
se llenara de risas y voces de niños.
Observé
el pizarrón sin estrenar… ¿Anouk enseñando aquí? Era un disparate pensar en esa
posibilidad.
—Permiso,
¿se puede?
Por
la puerta apareció el ser más dulce sobre la tierra.
—Hola
Mamina.
—Hola
Drank. ¿Mi nieto?
—Fue
por las llaves. Ya nos íbamos. Es que hubo muchas personas y no recordamos
haberlas visto.
Ella
dirigió una mirada ilusionada a toda el aula. Reunió sus manos a la altura de
la boca y sonrió.
—¡Qué
bello quedó todo!
—Sí,
está muy lindo.
—Trabajaron
duro para esto. Tú también –me miró con ternura.
—Gracias.
Me gustó hacerlo. No fue por obligación.
—Lo
sé. Cuando uno hace las cosas obligado se nota. Tú nos aprecias.
—Sí,
mucho.
—Nosotros
también a ti. Por eso nos alegramos que decidieras quedarte.
Louk
apareció con las llaves.
—Aquí
están. Podemos irnos. ¡Hola abuela! Te esperaba más temprano.
—Almorzamos
con mi amiga Tiny. Ya sabes que nos gusta reunirnos y charlar.
—Sí.
¿Hablaron sobre el libro?
—No
más de lo necesario. No sé porque pero sospecho que con los años que tengo nada
de lo que hay allí me sorprenderá.
—Tienes
razón. ¿Nos vamos?
—Sí,
pero adelántate. Quiero hablar con Drank.
Arquee
la ceja y me invadió un temor por saber que necesitaba hablar conmigo.
Creo
que mi miedo se palpó en el aire porque Louk rio.
—Descuida,
te llamará la atención por tu escapada en la tormenta.
Cuando
Louk se fue, bajé la vista. Sabía que ella estaba mirándome fijo.
—Lo
siento. No quise preocuparla.
—¿Por
qué te fuiste al bosque con terrible clima?
Su
voz no sonaba a reproche sino a verdadera curiosidad. Y eso era mucho más
pesado que lidiar con un rezongo.
—Tuve
que ir —murmuré.
—¿Te
faltaban víveres? Yo te los hubiera dado.
Negué
con la cabeza.
—¿La
reina del mar te llamó? Quizás ocurrió algo con los Craig.
—No…
Al
ver mi incomodidad no quiso insistir.
—Descuida.
No deseo ponerte tan incómodo. Debe ser un secreto muy grande para que no
quieras hablar de ello.
—Es…
A veces siento necesidad de hacer esas cosas. Lo siento.
—El
bosque es atrayente, sí. Sin embargo también es peligroso. No quiero que te
ocurra nada malo, humano. Ya perdí a alguien que quería mucho. Hace ya mucho
tiempo.
—Gracias…
Mis
ojos estaban clavados en el piso, incapaces de mirarla a la cara. Conocía su
sufrimiento por Rob. No ignoraba la tristeza por saberlo muerto. A la vez…
valía la pena el secreto. Mi amigo había confiado en mí.
—Yo…
debía ver a un amigo. Me preocupaba la tormenta.
—Entiendo.
¿Y tu amigo no podía venir a tu cabaña?
—No…
Él… No quiere venir. Yo… quisiera pero él… no… nunca volverá.
Nuestros
ojos se encontraron. Un silencio nos rodeó en el que solo importó las miradas.
—¿No
volverá, has dicho? No, “no vendrá”. Usaste “no volverá”.
Su
mano delgada se aferró a mi brazo sin dejar de mirarme. Tenía en sus ojos
canela un velo de pena y resignación.
—Eso
dije.
—Solo
se vuelve o no de aquello donde una vez hemos estado –susurró.
—Sí,
cierto.
De
inmediato miró alrededor y dio tres pasos hasta sentarse en la silla más
cercana.
—¿Te
sientes bien, Mamina?
—Sí,
no te preocupes.
Me
acerqué y apoyé mis rodillas en el suelo, junto a sus piernas vestidas con esa
falda de arpillera colorida. Como usaban los Sami.
—¿Quieres
que llame a Louk?
—No,
querido. No es necesario.
Se
mantuvo en silencio un buen rato con la vista clavada en las baldosas nuevas.
Después me miró.
—¿Sabes
por qué llegaste a esta reserva, brann har?
—Porque
Bernardo se apiadó de mi padre y de mí y habló con ustedes para darme una mano.
—Ese
es un resultado. No la razón. Todo lo que te ha ocurrido, lo malo y lo bueno,
solo fue para llegar a tu destino. Dicen nuestros chamanes antiguos que hay un
hilo conductor que guía a las personas en su verdadero camino. Muchos llegan a
entenderlo, otros no.
—Creo
que comienzo a entenderlo.
—Me
alegro por ti. Aunque aún noto tu temor. Eso no me preocupa, Drank. Eres
valiente… Valiente y nuestro.
Al
llegar a mi cabaña nos separamos. Apenas entré, aún la pequeña sala olía el
aroma del café mañanero compartido. Recostado a la ventana observé el paisaje
calmo y reverdecido. A una distancia prudencial una pareja de renos se
escondían entre los árboles. Alcé la vista hacia la primera copa del frondoso
ciprés. Padres y pichones se habían animado a revolotear cerca del nido. El
silencio de la cabaña se hizo más profundo. Solo otra vez… Yo que soñaba desde
muy joven ser feliz con una mujer que amara hasta la muerte y con el bullicio
de niños llamándome papá. Había imaginado tantas veces a mi padre consintiendo
a sus nietos. Pero nada de aquello pasó. Al menos no me sentía un paria en
estas tierras.
Por
uno de los senderos vi a Gloria y a su amiga Ruth caminar de la mano. Parecían
felices saltando los pocos charcos de barros que aun no se habían evaporado por
el calor. Sabina iba unos metros detrás de ellas. Seguramente habría dejado a
Yako con Bernardo.
Me
aparté de la ventana y me recosté en el sofá. Encendí la tv y busqué algo
entretenido para ver. Dibujos infantiles, programas de política, rugby, “Los
puentes de Madison”… ¡Ni loco! Lo último que me faltaba era terminar viendo una
película romántica.
Eché
un vistazo a la mesa de living. Me incorporé y cogí el móvil. Enviaría un
mensaje a Liz. Ahora que podíamos entablar una conversación amena sin
reproches.
“¡Hola
cariño! ¿Has visto qué tormenta?”
De
inmediato borré el “cariño”. Por más que fuera amistoso ya no quedaba bien. Quizás
Lenya leía el texto y se enfadaría con ella.
Leí
el mensaje antes de enviar…
¿No
sonaba ridículo preguntar por la tormenta? Sí… Borré más texto.
“¡Hola
Liz!”
No…
sonaba a desesperación porque contestara. Y solo deseaba charlar con ella.
Finalmente
antes de enviar el “hola” me arrepentí.
Volví
a recostarme y mirando el techo, me quedé dormido.
Me
despertó el aullido de un lobo a medianoche. Sobresaltado me senté en el sofá.
Mi corazón latía fuerte y mi piel estaba cubierta de sudor. Entonces, recordé
el sueño. Estaba en el mar rodeado de olas gigantes que parecían querer
ahogarme. Gritaba pidiendo ayuda y nadie acudía. La playa solitaria, el mar
bravío. Hasta que la vi… Vi a Liz en el acantilado. Me miraba con tristeza. No
hacía nada, estaba inmóvil con un vestido vaporoso blanco que hacía danzar el
viento. No me ayudaba. Entendí que no podría ayudarme. Esa era la parte de la
pesadilla que se asemejaba a lo real. Porque en mi vida, por más que Liz
quisiera, no podría ayudarme. Debía arreglar solo mi turbulento y solitario
corazón.
El
lobo volvió a aullar. Me puse de pie y cerré las cortinas. No deseaba ver el exterior.
No quería ver nuevamente al lobo blanco. Me pondría los auriculares para
escuchar música y trataría de dormir. Mañana quizás iría a la Universidad. Otro
día más igual a tantos… Aunque nadie podría asegurar que te depara el mañana.
Después de todo es bueno saber que sea como sea, verás un nuevo amanecer.
Alberta,
Canadá…
Aren.
Sostenía
el cuerno con savia frente a mi amigo. Daven también trataba de persuadirlo que
bebiera. Odin hacía un tiempo considerable que no salía a cazar. Pasaba horas
tumbado entre las rocas, en su lecho, con los ojos cerrados, murmurando cosas.
En el correr del día se ponía de pie y se sentaba en un rincón recogido como
ovillo. Ya no se reunía con nosotros, ni siquiera compartía el silencio de la
gruta. Porque el silencio también se comparte. Sin embargo cuando tu mente está
lejos, muy lejos, la dimensión es inalcanzable. Aún teniendo amigos que te
apoyan.
Desde
la muerte de Freya, Odin deseaba morir. Hubiera jurado que con tantos defectos
nadie podría amar a esa hembra. Pero los seres a veces somos indescifrables. Lo
que más dolía es que mi gran amigo no pudiera cargar con la tristeza. Me temía
lo peor.
Con
Gerda volvimos de cazar la pasada noche. Hablamos sobre Odin. Ella me aseguró
que la pena de nuestro amigo no se alimentaba solo de la muerte de su hembra.
Era un motivo más, pero no el único. Era posible que tuviera razón. Las hembras
tienen la virtud de cavar hondo en los corazones. Ellas los conocen bien. Saben
el ritmo de cada latido y sus cambios. Por eso no se pierden cuando te miran
fijo y entran en tu pecho. Son como brujas del amor y la amistad.
Daven
se acercó a Odin e insistió nuevamente.
—¡Vamos,
debes alimentarte!
Odin
permaneció inmóvil, acostado.
Me
senté a su lado y dejé a un costado el cuerno.
—Escucha,
esta conversación ya la hemos tenido varias veces pero creo que vale la pena
una vez más.
Daven
también se sentó y guardó silencio.
—Odin,
sé que estás dolido por la muerte de Freya. Es razonable… Pero sigues vivo y
debe haber alguna razón.
Sus
ojos se abrieron aunque no me miró.
—Tú
tienes algo importante que terminar antes de irte de este mundo. No puedes
dejar inconcluso un deseo que has ocultado por el egoísmo de otro.
—No
quiero escucharte –susurró.
—¡Ah!
Al menos te has dignado a hablar. Aunque fuere por llevarme la contraria. Bien…
Hablaré de todos modos. Quizás logre que levantes tu culo de ahí para huir.
—Si
quieres nos materializaremos lejos, le diré a Kaira que te acompaño. Sabrá
entender –dijo Daven.
—Odin
–insistí—, tú no eres un ser que está solo en el mundo. Y no hablo de nosotros,
tus amigos. Hablo de ella. Tienes que verla y enfrentarla.
—Me
odiará –volvió a susurrar—. No lo soportaría.
—Fuiste
cobarde aquella vez. Eso te carcome y te debilita. Tu destino puede cambiar.
Depende solo de ti.
—Ella
deseaba un padre ejemplar, siempre lo dijo.
—¡Ella
desea un padre! No importa si tiene defectos.
—Ya
es tarde.
—¿Quién
lo dice? –apoyó Daven.
—Lo
vi en sus ojos. En su cariño hacia mí cuando me vio en la mansión. ¿No se dan
cuenta que destruiría la admiración que siente?
—Odin…
¿De qué vale la admiración si no puedes abrazarla y decirle la verdad?
Guardó
silencio y cerró los ojos.
—¿Sabes
qué te ocurre? Además de la tristeza tienes rabia. Te invade la ira. ¿Por qué?
Lo sé bien… Porque se ha muerto y no has podido decirle todo el daño que te
hizo. Pero ella no volverá ¡Ya no puedes reprocharlo! En cambio puedes ir por
tu hija. ¡Tú y ella están vivos! ¡Salva tu error!
—Déjame,
solo quiero morir.
—No,
en el fondo no quieres. Porque si hubiera sido así, hubieras partido de aquí y
no podríamos encontrarte. Estás aquí. Quieres ayuda y no sabes pedirla. Se te
olvida un detalle, Los amigos no se dan por vencidos.
Hice
una seña a Daven y cogí el cuerno. Con la fuerza que me daba la impotencia ante
su terquedad, decidí que había que hacer algo urgente. Ya no importaba si
después me odiaría por obligarlo a alimentarse.
Con
un movimiento rápido Daven y yo lo reducimos. Odin era muy fuerte pero no
estaba en condiciones de luchar. Daven apretó su mandíbula hasta abrir su boca.
Ambos lo sosteníamos mientras se revolvía furioso. Vertí el contenido de savia.
Esta vez pura. Con la esperanza que una vez alimentado su cabeza pensara
claramente.
No
sabía si lo lograríamos, sin embargo era una meta que me había propuesto
llegar. No perdería a mi amigo.
El destino lo acepto si es bueno. Malo, nunca!
ResponderEliminarEl sexo alarga la vida, Mike y Kriger vivirán mucho. Yo viviré menos:D
Drank casi lo dice. Intuirá Mamina quién es el amigo que no quiere volver?
Bso
¡Hola Ignacio! Me has hecho reír. Me gusta tu optimismo. En cuanto a Mike y Kriger no sé... creo que no serán todo rosas. De lo contrario no tendría gracia, ¿verdad?
ResponderEliminarDrank le insinuó a Mamina por pena que siguiera triste por el Sami. Creería que ella es astuta y algo entendió. Habrá que esperar.
Muchas gracias por el comentario, ¡y que tengas buena semana!
Hola, Lou... La portada, muy de Halloween... da miedo de verdad
ResponderEliminarA mí me parece muy normal que Tim hable con los animales... es imposible no hacerlo cuando los quieres
Es terrible el accidente que recuerda Tim... perder a la mujer que amaba, y a su bebé... Entiendo muy bien que pensara que es una pesadilla de la que debía despertar
Creo que Carl tiene que encontrar a Ernestina... debe encontrarla
Y sí, la familia Rotemberg es una de esas familias de las que nadie se puede sentir orgulloso de pertenecer
No creo que Mike y Kriger tengan ningún problema, en la reserve, por su relación
Y me parece muy bien que Mike sea indomable ante las reglas injustas... me parece perfecto, porque acatar o seguir leyes, normas o reglas injustas es lo que hacen grandes necios
Pues yo creo que Anouk sería una estupenda maestra para los pequeños de la reserva... y también creo que aceptará si se lo proponen
No sé si Mamina ya sabrá que Rob es el amigo del que le ha hablado Drank... pero estoy convencida de que un día lo sabrá... le espera una gran alegría a Mamina
Odín tiene unos excelentes amigos que no van a permitir que se deje morir... ya han empezado por obligarle a comer... buen comienzo
Ya solo me queda por decirte que entiendo muy bien que le estés dedicando esta novela a tus lobos... lo merecen, son grandes personajes que conseguirán que escribas una excelente historia... y tus lectores la disfrutaremos
Besos
¡Hola Mela! Me alegro que te guste el capi. Tim es adorable y le ha pasado algo terrible. Ojalá la vida le de una oportunidad de amar otra vez.
ResponderEliminarYo también deseo que Carl encuentre a Ernestina. Aún no sabemos dónde hallarla. Habrá que esperar. La familia de Carl es de lo peor por suerte su madre y cuñado ya no viven allí.
Mike y Kriger aparentemente no tienen problemas, aunque recuerda que siempre puede haber alguien que discrimine. Veremos su historia.
Coincido que Anouk sea una estupenda maestra. Ama los niños. Tendrían que ofrecerle el puesto.
Mamina intuye quien puede ser. Creo que lo asimilara si alguna vez tiene la suerte de verlo.
Odin debe levantarse y salir de la depresión. Los amigos siempre nos salvan.
Quiero contarte que esta novela tiene mucho de lobos, pero también de vampiros. No me hubiera animado a dejar a los Craig por mucho tiempo y sin saber de ellos.
Muchas gracias querida amiga. Te mando un beso grande y que tengas bella semana.
Holaaaa, a ver yo voté que Drank se lo chivaba a Mamina, se lo ha dicho peroooo no se lo ha dicho o se lo ha dicho??? No sé si Bua entenderá que Drank ya no quiera practicar amor amore!!!! Ah, que no era amor amore lo que practicaban:)))))))))
ResponderEliminarCapi genial!!!!!
Besoteeeessssss!!!!!
¡Hola Merck! Muy bien, creo que acertaron todos los que opinaron de Drank y Mamina. Esmuy probable que ella haya entendido el mensaje oculto.
EliminarBua entenderá porque es un espíritu libre y pienso que no esta enamorada de Drank. ¿De quien? Ah... Habrá que esperar. Muchas gracias querida amiga por el comentario y que tengas una feliz semana. Besazos enormes!!
Yo tambien vote que se lo decia a Mamina,no se si se ha enterado.Anouk puede dar clases y tendra mas contacto con Drank y creo que Mike y Kriger tendran problemas.El padre de Kriger no lo sabe,por ahi vendran problemas.Drank puede mandarle mensajes a Liz porque son amigos y Lenya lo sabe y Lenya no tiene que leer los mensajes aunque Liz sea su mujer.Me ha gustado mucho,esta interesante.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Gracias por estar aquí y comentar. Muy bien acertada tu respuesta en cuanto a Drank. Pero te diré que has tenido otra deducción brillante. Aunque no puedo decirte en que acertaste. Ya sabrás.
EliminarTienes razón Lenya no debe leer los mensajes de Liz y tampoco creo que lo haga. Quizás Drank supuso antes de evitar un problema ya que no conoce a Lenya. Nosotros sí.
Mike y Kriger, sí, habrá problemas pero no puedo abrir mi boca.
Muchas gracias Ramón, un abrazo y buena semana para ti.
Uy genial capítulo me encanta Tim y ojala Drank y Anouk se encuentre. Te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola Citu! Me alegro mucho que te haya gustado. A mí también me encanta Tim. Veremos que pasa con Drank y Anouk.
EliminarTe mando otro beso gigante para ti y buena semana. Muchas gracias por comentar!
Buenísimo capítulo quiero más!!!
ResponderEliminarQuiero que Drank y Anouk se encuentren esta parejita se las trae...Tim me encanta, Lou amiga muchas gracias por el capítulo!!
¡Hola Lau! Muchas gracias por estar aquí. Yo también quiero que e encuentren Drank y Anouk como pareja, pero tú sabes ellos son bastante rebeldes.
EliminarTim es encantador. Me alegro mucho que te haya gustado el capi. Tendremos a los Craig en el capi 3. Besotes miles cielo!! Y buena semana!