Un besote y gracias por comentar.
PD: El jueves dejaré una entrada en la página de face.
Capítulo 3.
Así están los hechos.
Charles.
Después
de finales de mayo con tantas emociones y trajín, Margaret y yo decidimos pasar
unos días en nuestra cabaña, a mitad de camino de las cumbres.
Con
la maravillosa vista al mar, recostada en una reposera, mi querida hembra
contemplaba la tormenta alejándose hacia el oeste. Le ofrecí un vaso de jugo de
naranja y me senté a sus pies.
—Gracias
Charles. ¿Tú no bebes?
—Más
tarde, querida. ¿Cómo te sientes?
—Muy
bien.
—Has
trabajado mucho decorando los alrededores.
—Me
encanta la jardinería. ¿Crees que habrá flores para el verano?
—Las
especies que compramos son de temporada. No lo dudes.
—¿Y
tú? ¿Has terminado de arreglar el techo del altillo?
—Ha
quedado como nuevo.
Una
bandada de gaviotas atravesó la costa bajo el cielo aún plomizo.
Margaret
las siguió con la mirada y quedo suspendida en aquel cuadro viviente, hasta que
las aves se convirtieron en diminutos puntos negros.
Sonrió.
—¿En
qué piensas?
—En
que algún día deberemos migrar. Ya no vivimos en las cumbres escondidos. Son
varios años que los humanos nos tienen vistos.
—Cierto.
Pero no te preocupes, Sebastien sabrá que hacer.
Se
mantuvo pensativa.
—¿Dónde
te gustaría vivir, Charles?
—Da
igual, mientras que tú estés conmigo.
—Eres
un encanto… En serio, ¿tienes un lugar en el mundo que prefieras si no fuera
Kirkenes?
—Pues…
París es muy bonito pero me trae un poco de tristeza.
Margaret
sonrió.
—¿Estás
feliz que Bianca nombre a su niña Odette? Ha sido un bello detalle.
—Sí,
aunque no sabemos si será niño… ¿Cómo seré en papel de abuelo, Margaret?
—El
mejor. Ya has venido ensayando. Con Douglas de pequeño, con Nicolay. Te gustan
los niños. No olvidemos al bebé de Liz y Lenya que nacerá en otoño.
—No
lo olvido. Pero el hijo de Bianca significa otra cosa para mí. Es como…
—Entiendo.
Sebastien y Lenya son hijos de tu mejor amigo. Sin embargo Bianca es como tu
hija. Aunque los quieres como tales, a ella le diste la vida. ¿Es eso?
Moví
la cabeza con duda.
—No
quisiera hacer diferencias.
Margaret
rio.
—¡La
harás! Todos lo sabemos. Te enojas con Douglas cuando te dice abuelo.
—Lo
dice para molestarme. Su abuelo siempre fue Adrien. Cierto que lo consentí como
si fuera él.
Sonreí.
—Es
divertido solo de imaginarte —volvió a reír.
—No
sé el porqué de tanta risa –arquee la ceja.
Se
recostó en el respaldo de la reposera con el vaso en la mano.
—Trato
de imaginar al padre de Bianca y a ti tironeando del bebé.
—¿Qué
padre?
—¡Eridan!
—su carcajada divertida se perdió entre las ramas del bosque que nos rodeaba.
—Tienes
una hermosa risa. En cuanto a Eridan, no hay problema. No vive en la mansión
así que yo estaré más cerca de mi nieto.
—Serás
un abuelo muy apuesto.
—¿Lo
crees?
—Seguro
qué sí. Ven, recuéstate a mi lado y soñemos con el maravilloso futuro.
Me
cobijé a su lado y ambos observamos el paisaje.
—Charles…
—¿Qué
cariño?
—¿Qué
ocurrirá con Scarlet y Petrov?
Suspiré.
—No
lo sé, realmente no lo sé. Además algún día debemos partir de Kirkenes. No
podemos tener por décadas la misma edad.
—Cierto,
en las cumbres no había peligro. Ahora convivimos con humanos que ignoran
nuestra condición.
—Ya
te lo he dicho, tú tranquila. Será decisión de Sebastien. Sé que hará lo
correcto.
—Lo
bueno que todos nos hemos superado para poder desarrollarnos en cualquier medio
humano.
—Sí,
hasta los errantes.
—¿Cómo
te llevas con Ekaterina? Pregunto porque ha tenido sus contradichos con Bianca.
—Es
una pobre chica. No es mala. Le han ocurrido hechos muy fuertes y de a poco
creo que irá saliendo de su encierro y tristeza. Bianca ha colaborado en la
armonía. Ella haría cualquier cosa por los Craig.
Me
miró curiosa.
—¿Cuándo
te diste cuenta que Bianca daría hasta su vida por los Craig?
Mi
vista se perdió en el horizonte y aquellas imágenes volvieron a mi mente.
—Desde
la primera vez. Aquel instante que le abrí la puerta.
—En
mi caso pienso que me impactó aquel día. ¿Recuerdas? Cuando se cortó con el
cuchillo por Sebastien.
—Lo
recuerdo. Tuvo decenas de actos a favor nuestro. Aunque quizás el primero y más
importante fue algo elemental.
—¿A
cuál te refieres?
—Guardar
nuestro secreto. Es una médica forense. A pesar de trabajar con la muerte no
estudió para quitar vidas.
—Igual
que Petrov.
—Sí…
—Por
suerte Anne está de nuestro lado. Nos conoce. Sabe cómo somos.
—No
dejamos de ser asesinos, Margaret. Piensa que en su profesión hizo un
juramento. Tendría que amar mucho a Scarlet y aún así hay personas que ponen en
la balanza los valores en la vida.
—A
eso le sumamos que es tan recto y moralista.
—Ya
veremos. Por ahora solo debemos esperar.
Afiné
el oído…
—¿Escuchas?
Es una moto… Se acerca.
Margaret
se incorporó y se acercó a la baranda del bello balcón que daba a los bosques.
—No
veo nada.
Me
puse de pie y avancé hacia el costado izquierdo.
—Por
aquí, querida. Es el único sendero de acceso.
Ella
se acercó y se puso de puntillas de pie.
El
espeso follaje visto desde arriba dejaba ver pequeños tramos del angosto
sendero.
El
motor se escuchó más cerca.
—¡Allí
Charles! Es Douglas y Marin.
—Oh,
¡qué sorpresa! ¿Habrá ocurrido algo malo?
—Ojalá
sea una visita.
Bajamos
apresurados hasta llegar a la entrada principal, justo cuando Douglas aminoraba
la marcha.
—¡Hola
abuelo! –sonrió.
—¡Qué
patán! –murmuré.
Me
crucé de brazos mientras estacionaba la moto y Marin se acercaba sonriente.
—Douglas,
querido. ¿No me digas que nos has traído las macetas que rompiste en tu
intempestiva luna de miel?
Marin
rio y Douglas negó con la cabeza sonriendo.
—Siempre
quieres ganar.
—Pues
no te metas con un viejo zorro.
Margaret
y yo abrazamos a Marin.
—¿Vienen
a visitarnos? Charles y yo nos preocupamos al verlos.
—Todo
bien, no se preocupen —contestó ella.
Douglas
se acercó y quitó un sobre blanco de su chaqueta de jeans.
—Hablando
de luna de miel… —extendió el sobre y lo cogí—. Es para ustedes. Son los terceros
en recibirla.
Abrí
el sobre y observé una bella tarjeta de invitación.
—¡Te
nos casas! Mira Margaret –le extendí la tarjeta—. ¡Mira qué bonito diseño!
—Lo
ideamos entre los dos –dijo Marin.
—Oh,
chicos… Es maravillosa. Pero… ¡Es la fecha de tu cumpleaños! Once de junio.
¡Tengo que comprarme un vestido y un traje a Charles!
—Llegarás
a tiempo, cariño.
—Tienes
razón. Ven, Marin. Acompáñame a preparar algo para comer.
—No
te molestes.
—No
es molestia. Me encanta recibir visitas y sobre todo si van a probar mis
recetas.
Cuando
ambas entraron entusiasmadas Douglas me miró.
Me
acerqué y sonreí emocionado.
—Estoy
muy feliz por ti.
—Lo
sé.
Nos
abrazamos. En segundos vagas imágenes de aquellos tiempos volvieron.
Él
con apenas catorce años lloraba abrazado a mí.
“Charles,
nunca podré ver. Mi vida será siempre así. Nunca tendré novia ni nadie que me
ame. No puedo salir como el resto de los chicos”.
“Sí
podrás. Solo tienes que tener paciencia. Podrás ver, y serás muy feliz junto a
una chica que te quiera”.
—Te
quiero, Charles.
—Yo
también.
Lo
aparté para verlo a la cara. Dibujó un gesto de desagrado y bajó la vista.
—He
dado muchos problemas.
—Todos
los jóvenes los dan.
Me
miró fijo.
—Casi
muero aquel día… Lenya me salvo… A pesar que lo destrataba.
—Es
pasado. De la vida se aprende, y tú lo hiciste. Eso cuenta.
—Sí…
Espero no cometer más errores.
—Uno
siempre comete equivocaciones. Yo también.
—¿Tú?
Eres perfecto.
—Te
juego que no. Mira… —pasé el brazo por su hombro y caminamos lentamente hacia
la cabaña—. A veces pienso que pude hacer mucho más por mi amigo y su
depresión, o quizás hablar con Lenya y contarle de su padre.
—Pero
no era una decisión solo tuya. Involucraba a otros.
—Puede
ser. Sin embargo con tu madre…
Se
detuvo y me miró.
—¿La
odiabas tanto, Charles?
—Sebastien
es intocable para mí, tú lo sabes. Verlo sufrir me cegó. No quise ver parte de
su culpa. ¿Entiendes?
Sonrió.
—Pero
ahora mi madre te cae bien.
—Sí.
Además sin ella, tú no estarías aquí.
—Cierto
–rio.
—Vamos
a brindar por tu felicidad y la de Marin.
—¿Tienes
licor?
—Esos
es para los flojos “ojos de lobo” Iremos por un whisky.
Ekaterina.
Apresurada,
contando mis pasos para llegar a la parada de autobús, miré el cielo
encapotado. Nubes grises y espesas avanzaban desde el norte hacia el centro de
Kirkenes. El aeropuerto había quedado atrás. El arribo del avión se había
atrasado. La travesía desde Siberia a Noruega no había sido para nada
tranquila. Sufrimos muchas turbulencias. Eso sin contar la interminable espera
en migraciones por los cuidados antiterrorismo. Pero todo valía la pena. Por
ella valía la pena. Es que visitar la tumba de Olga me hacía sentir un poco más
cerca aunque sonara ridículo. Allí, donde sus restos descansaban me sentía
libre para hablarle y llorar sin testigos. La seguía extrañando como el primer
día que se fue.
Aproveché
a contarle lo bien que le iba a Nicolay en su nuevo colegio. Que Boris
trabajaba y ganaba muy bien y Brander había rendido ya cuatro materias de
medicina. También que me sentía más cómoda con los Craig. Y que Bianca y yo ya
no nos gruñíamos. ¡Ah! Y no olvidé de hablarle de Sara, mi nueva amiga. A Olga
le hubiera caído genial.
Un
trueno sonó mientras la luz del relámpago iluminaba el cielo. Apreté el paso un
poco más. La parada se veía a mitad de la manzana, pero no había nadie
esperando. Quité el móvil de mi pequeño bolso y miré la hora. Media noche…
Descubrí
tres llamadas perdidas de Sara y un mensaje de texto.
“Ekaterina,
¿llegaste bien?”
Sonreí.
Era
extraño sentir que a alguien le interesabas o estaba pendiente de ti. Por
supuesto que Boris y Brander siempre lo hacían, sin embargo con Sara no nos
conocíamos desde hace tanto tiempo. Al final terminaría por creer que la
amistad es algo mágico que no se mide por tiempo ni espacio.
Contesté
el mensaje al instante.
“He
llegado. Estoy bien. Gracias.”
Las
primeras gotas de lluvia cayeron sobre mis hombros poco antes de llegar al
techo de acrílico. La brisa pasó de ser ligera a fría. Mi atuendo era acorde al
verano pero últimamente el clima nos daba grandes sorpresas. Recordé con
desagrado haber olvidado la chaqueta en el guarda equipaje del avión. Es que
después de semejante vuelo lo único que deseamos todos los pasajeros fue pisar
tierra firme. Sí, inclusive una vampiresa casi inmortal.
Observé
el final de la calle iluminada. Las luces de neón de los negocios le daban un
poco de vida al asfalto. A través de los grandes faroles la llovizna golpeaba
suavemente y el agua comenzaba a escurrirse por los cristales simulando
lágrimas. Quizás un poeta con el alma inspirada vería con entusiasmo material
para su obra en aquel paisaje, pero no yo. Aún tenía dolor y tristeza en mi
corazón.
La
gente que había salido del aeropuerto ya se había dispersado. Solo quedaban
algunos coches a la espera que la luz del semáforo cambiara. Un caballero
cruzaba apresurado llevando su perro collie. Su mascota tironeaba del collar y
él murmuró algo para calmarlo.
De
pronto, la lluvia comenzó a caer con intensidad, y el autobús ni vislumbraba.
La tormenta de verano tenía su encanto si estabas guarecida en tu hogar, o al
menos en uno prestado, como la mansión de los Craig. Pero no era mi caso. Me
encontraba a quince minutos de coche y en una parada solitaria a medianoche.
Miré
el cielo… Los rayos como flashes de cámara de fotos interrumpían la inmensidad
del cielo. Aquella espesura negra parecía no estar tan lejos de mi diminuta
figura. Sin embargo no era como en Siberia. ¿Por qué las tormentas ninguna se
le parece? Aunque las condiciones climáticas sean idénticas.
Antes
de un nuevo escalofrío por la brisa helada, mis hombros sintieron la calidez de
una prenda y el aroma a cuero.
Me
sobresalté y giré a mi espalda Me topé con sus ojos, de un rojo renegrido y
gesto risueño.
—Me
preocupaste.
—¿Qué
diablos haces aquí?
Numa
elevó la vista al cielo y bajó a mi confundido rostro.
—Supe
que vendrías en el avión de las nueve. Pero son más de las doce.
—Tuvimos…
—balbucee—. Tuvimos turbulencia. Hicimos escala en Oslo.
Sin
darme tiempo a nada, acomodó su chaqueta sobre mis hombros.
—Hace
frío.
—No
es necesario –intenté quitármela y sus manos retiraron las mías.
—Déjatela.
Tengo un suéter.
Hubiera
insistido ante tanto desparpajo, sin embargo no lo hice. La cercanía de Numa me
convertía en alguien vulnerable. A pesar que jamás lo reconocería en voz alta.
Aceptar la chaqueta al menos lo mantendría alejado de mi cuerpo.
—Gracias,
de todas formas ya vendrá el autobús y me dejará a dos manzanas de la mansión.
—No
lo creo. Es domingo y medianoche. Ya no pasará hasta que aclare.
—¿Estás
seguro?
—Vivo
en Kirkenes desde que nací.
Encogí
los hombros y apreté el bolso contra mi pecho.
—Caminaré.
—La
calle es peligrosa.
—Sé
conducirme sola por la noche. Tú sí que no debes saber nada de andar solo por
la calle.
Una
mueca ensombreció su rostro a la luz del farol.
—Te
equivocas. Sé más de lo que te imaginas.
No
supe el porqué no indagué más sobre esa extraña respuesta. Hasta donde yo
sabía, Numa era el niño rico de los Craig. ¿Qué pasado tendría? Cierto que
había sido convertido por Sebastien pero, ¿antes? ¿Qué había sido de su vida?
—Anda,
bebamos un café en la esquina. No cierran por la madrugada. Es por el turismo.
—Tú
y yo, ¿beber un café en un lugar público?
—¿Por
qué no? Que yo sepa no somos ladrones ni nos persigue la policía.
—No
corresponde.
—¿Ante
quién?
Bufé.
—Por
favor, no molestes. Me iré caminando sola y tú ve hacer lo que tienes
pendiente.
—Cuidar
de ti es lo pendiente. No me iré. Entérate que soy bastante terco.
—Era
de esperar. Caprichoso como todo aquel que lo tiene todo.
Sus
ojos se detuvieron en mis ojos. Mejor dicho, parecía querer leer mi alma.
—Con
qué facilidad hablas de mí. Pero lo dejaré pasar. En cierta parte te entiendo.
A simple vista parezco lo que dices. Ahora… Si quisieras conocerme más…
—De
ninguna forma estoy interesada en saber sobre ti. Por favor, retírate. Si
llegamos juntos a la mansión podrían hablar mal de mí.
—No
permitiría que nadie pusiera en duda tu reputación. Anda, bebamos un café.
Aunque sea por venir hasta aquí a comprobar si estabas bien.
—¿Quién
te pidió que lo hicieras?
Rodó
los ojos y cruzó los brazos a la altura del pecho.
—Mira
que eres dura, errante.
Alcé
la barbilla y fruncí el ceño.
—¿Creías
que por ser errante era una hembra fácil?
Negó
con la cabeza.
—No…
Sin embargo pensé que eras un poco más amistosa. No te hecho nada malo. ¿Por
qué me tienes esa aversión?
—¡Eres
un niño!
—Otra
vez te equivocas. Hace tiempo deje de serlo.
—No
me hagas reír. ¿Dejaste de ser un crío antes de ayer cuando cumpliste los
veinte?
—No,
dejé de serlo a los seis años.
Lo
miré aturdida. Aún así, tampoco pregunté.
—Vamos,
bebamos un café y marcharemos a casa.
No
había razón para hacerle caso. No había razón para seguirlo. Y lo hice.
Me
guió bajo los aleros de los negocios para no mojarnos, hasta llegar a la
esquina. Entramos por una puerta de madera y cristal. El pequeño bar era
acogedor. Pocas mesas, quizás unas quince ubicadas en diagonales. El mostrador
lucía limpio. Un humano acomodaba unas botellas en los estantes, mientras otro
vestido de negro con delantal al tono cambiaba los canales de una tv que
colgaba de un rincón superior.
Ambos
giraron al escuchar la puerta.
—Buenas
noches –saludamos.
—Buenas
noches –respondieron.
Numa
me señaló una mesa apartada, junto a una de las ventanas.
Pero
me dirigí a otra que no daba a la calle.
—Aquí
está mejor.
Sonrió.
—Como
gustes. Eliges tú. Eres la dama.
La
dama… Nadie me había llamado así.
Antes
de sentarme colgué la chaqueta en el respaldo de la silla. Al tacto se sentía
un poco húmeda por la poca lluvia que no había alcanzado. Se secaría en minutos
gracias al ambiente cálido que nos rodeaba.
El
suéter azul de Numa, lucía pequeñas diademas de gotitas de agua atrapadas en la
trama. Antes de sentarse, se lo quitó y quedó vistiendo una camiseta de algodón
blanco.
Bajé
la vista al mantel a cuadros. No quería mirarlo como lo hacía cuando él no se
daba cuenta. Sabía de memoria su contextura de hombros perfectos y pectorales
bien delineados.
Cielos…
Era un chico… Le llevaba más de veinte años humanos. Porque en cuanto años
vampiros, ¡uf! Eran incontables.
—¿Qué
deseas beber? ¿Café o algo fuerte?
Levanté
la vista y cuidé expresamente en clavarme en sus ojos. No más allá.
—Café,
está bien. Gracias.
Cualquiera
de las ventanas quedaba alejada, sin embargo podía escucharse perfectamente la
caída de la lluvia torrencial.
—Hemos
hecho bien, ¿escuchas la lluvia?
—Sí…
¿Y si no cesa?
—Tranquila,
es una tormenta de verano. Durará menos de una hora.
—En
Siberia no es tan así.
El
mozo se acercó sonriente.
—¿Qué
va a beber, caballero?
—Dos
cafés, por favor.
—¿Algo
de comer para usted o su madre?
Numa
alzó la vista y frunció el ceño. Yo desee desaparecer en el aire.
—No
es mi madre. Es una amiga. Su acotación estuvo demás.
—¡Mil
disculpas, señor! Perdóneme. No lo hecho con intensión de incomodar.
—Está
bien, traiga dos cafés, por favor.
Apenas
el mozo se fue compungido intenté ponerme de pie.
Cogió
mi mano y jaló suave.
—Ni
se te ocurra.
—Esto
no está bien –balbucee.
Volví
a sentarme.
—¿Siempre
haces caso a cualquier cosa que diga un idiota?
—Tiene
razón. Parezco tu madre. No sé qué hago aquí.
—Bebiendo
un café conmigo. Relájate. No estamos haciendo nada ilegal.
—Al
menos dime que tienes más de dieciocho.
—Sí.
Tranquila.
—Es
que pareces tener menos.
—Sebastien
me convirtió antes de cumplir dieciocho.
—¿Cómo
hizo eso? No es aconsejable.
—Le
dije que era mayor.
—Eso
se llama mentira.
—Eso
se llama desesperación.
Callé
otra vez…
—De
todas formas, ahora soy mayor. No tienes nada que preocuparte.
—Bueno,
solo estamos bebiendo café en un bar –murmuré observando la lluvia en los
cristales.
—Por
supuesto –volvió a sonreír.
El
mozo regresó con los cafés. Depositó el azucarero de acero inoxidable, un
servilletero de igual material, y dos cucharitas.
Se
retiro en silencio.
Numa
extendió el azúcar y di las gracias.
Sus
dedos fríos rozaron los míos en segundos. Una sensación extraña. Incómoda, pero
también placentera. Aunque no lo miraba a la cara, no ignoraba que el a mí sí.
Cuando
escuché el choque de la pequeña cuchara en la taza aproveché a mirarlo.
Seguramente estaría concentrado en la acción de revolver.
No
me equivoqué. Tenía la mirada baja hacia el líquido oscuro y aromático.
¡Qué
pestañas tan largas y espesas! ¡Qué rostro bello y varonil! Sus labios
entreabiertos de un color rosa tenue. De piel sedosa y rellenos.
Cielos…
Tragué saliva.
Apenas
levantó la vista busqué refugió en mi taza. Bebí un sorbo y otro más.
—¿En
qué trabajas? –Corté el silencio—. Quiero decir, ¿qué haces en la Isla?
Al
comenzar a hablar tuve que mirarlo a la cara. Tampoco podía pasar por una
errante bruta y maleducada. A Olga le hubiera disgustado.
—Ayudo
a mi padre en la organización y las cuentas. No me agrada demasiado. Los
balances y la aritmética no es mi fuerte. Es el de Douglas, pero no creo que le
guste asentarse tan lejos de Kirkenes.
Douglas…
Terrible problema si me ponía a pensar que era su mejor amigo y me odiaba.
—¿Y
piensas estudiar alguna carrera?
—Me
gustaría ser analista de sistemas, o creador de un video juego. A la vez me gusta
trabajar en algo que tenga que ver con las empresas de los Craig. La química
también me apasiona.
—A
Nicolay le encantan los video juegos –sonreí.
Su
mirada recorrió mi rostro con ternura.
—Deberías
sonreír más a menudo. Luces más bella de lo que eres.
Sentí
la circulación de la sangre alterarse y un calor acaparó mis mejillas.
Bebí
un sorbo de café y volví la vista a la primera ventana.
—No
te incomodes. Es la verdad. Eres una hembra muy bella. Deberías estar
acostumbrada a que lo digan.
Tomé
valor y lo miré.
—Nadie
me ha dicho semejante cosa.
—¿Son
ciegos en Siberia?
Reí.
—¡Eres
un tonto!
Bebí
otro sorbo y él también.
—¿Qué
tal si me cuentas algo de ti?
Arquee
la ceja divertida.
—Mi
vida fue muy aburrida a pesar de ser errante. Puedo contarte sobre los lugares
que conocí.
—Me
parece bien.
—¿Si
mejor me cuentas tú?
—¿Yo?
Mi vida la conoces. Vives hace meses en la mansión.
—Lo
sé, aunque debe haber una vida fuera de ella. ¿Qué haces en el tiempo libre?
—Me
gusta leer y…
En
ese instante dos chicos de corta edad entraron al bar. Lucían empapados y muy
delgados.
El
mozo se adelantó hacia ellos.
—Disculpen,
deben retirarse.
El
que parecía mayor de los dos niños, quizás de once años, mostró en su mano
varias monedas.
—Queríamos
comprar un sándwich de jamón y queso.
—Tendrán
que ir a otro lugar. Por favor, retírense.
Iba
a pronunciar “pobres niños” pero Numa se puso de pie de un salto. Su rostro
dibujaba un rictus de enfado.
Lo
seguí con la mirada mientras se acercaba al grupo.
—Que
yo sepa ustedes venden sándwiches –interpeló al mozo.
—Sí,
caballero. Pero estos niños no tienen dinero.
Numa
cogió la palma abierta del chico y la acercó al mozo.
—Esto
es dinero.
—Entiendo,
pero no es suficiente.
—¿Ya
lo contó? –replicó molesto.
—Por
supuesto.
De
inmediato vi que quitaba su billetera del bolsillo trasero del jeans. La abrió
y un billete suculento fue a parar a la mano del pequeño.
—Pues
ahora sí es suficiente. Que coman lo que quieran y guarde el vuelto de propina.
El
mozo giró para intercambiar miradas con el otro empleado que encogió los
hombros.
—Muy
bien, como guste —refunfuñó.
Numa
regresó a la mesa y nos quedamos en silencio un buen rato.
Podía
pensar que aquel acto de arrojo y bondad podría ser una acción de hacerse ver
ante mí. Sin embargo… algo dentro de mí me dijo que había puesto el corazón en
ello.
Durante
una hora que permanecimos allí, mientras la lluvia parecía dar tregua y caer
mansamente, conté sobre mis viajes a las entrañas de Siberia, sobre mi estadía
en Rusia, etc. Él me escuchaba fascinado. A veces sonreía al escuchar alguna
anécdota de Brander o Boris. Numa tenía una sonrisa fresca y bella. Me hubiera
gustado continuar por horas en aquel bar, pero la realidad era que ya se hacía
muy tarde y no hubiera quedado bien amanecer lejos de un hogar. Las veces que
lo había hecho, era acompañada de un macho que ni siquiera recordaría mi
nombre. No quería comparar la situación. Porque por donde lo viera, esta cita
improvisada, no se le parecía en nada.
………………………………………………………………………………………………..
Al
llegar a la mansión Numa se encerró en el despacho. Por suerte no había nadie
en la sala. Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación. Sin embargo antes
de llegar, al pasar por la puerta de la alcoba de Rodion y Sara, escuché llorar
a Dyre.
Retrocedí
y no lo dudé. Golpee suavemente la puerta.
—Sara,
¿necesitas ayuda?
Ella
tardó unos segundos en abrir con el bebé en brazos.
—Ekaterina,
no sé qué ocurre. Tiene sueño y no puede dormir. Creo que se pasó de revolución
–sonrió un tanto desesperada.
—Ven,
vamos a la cocina y trae el biberón. Prepararé leche tibia. Es muy relajante.
—¿En
serio?
—Funcionó
siempre con Nicolay.
Ya
en la cocina preparé el biberón mientras Sara hamacaba en brazos al bebé.
Parecía llorar con rabia debido al sueño.
—Con
esto se calmará, verás.
—A
veces me siento una madre inútil.
—No
te preocupes a todas les suele pasar. Nadie viene con un libro bajo el brazo de
cómo ser padres.
—Sí…
Para colmo Rodion salió a cazar. Entre los viajes a Moscú por la nueva
mueblería y… en fin.
—Tranquila,
todo volverá a la normalidad.
Entregué
el biberón a Sara y ella se sentó junto a la encimera. Cogí asiento frente a
ella.
El
niño llorisqueó unos instantes hasta que tanteó con su pequeña boca la tetina.
Chupó inmediatamente y fue calmándose poco a poco.
—¿Lo
ves?
—Eres
brillante. Gracias.
Sonreí.
—Me
alegro de tenerte, Ekaterina. Te he extrañado.
—También
yo.
—¿Cómo
te ha ido? ¿El vuelo fue normal?
—No.
Hubo turbulencia y nos desviamos a Oslo.
—Con
razón has llegado muy tarde.
—Sí,
pero ya estoy aquí.
La
puerta del despacho se escuchó al cerrarse.
—¿Sebastien?
¡Qué extraño! Lo vi salir junto a Bianca hace un par de horas y dijeron que
pasarían la noche en el hotel.
—No,
es… Es… Debe ser Numa.
Sara
me miró.
—¿Numa?
—Sí…
Yo… Bueno… vinimos juntos desde el centro de Kirkenes y él se metió en el
despacho.
—Ah…
Al menos no viniste sola. A una hora no circulan autobuses.
—Eso
me dijo cuando me encontró en la parada.
El
bebé cerró los ojos aunque continuaba chupando el biberón.
—Ya
casi se duerme, ¡qué suerte!
—Me
alegro.
—Gracias.
—De
nada.
—¡Qué
extraño! ¿Numa en la ciudad por la noche?
—¿Extraño?
–desvié la vista hacia la ventana.
Quería
disimular que algo me interesaba. Algo que no fuera él.
—Bueno,
si no sale con Douglas o con alguien más no creo que le guste andar solo por la
calle a altas horas.
—Ah…
Y… ¿Eso por qué? Es decir, pregunto porque es curioso que siendo vampiro tema a
la noche –observé al bebé y su biberón.
—No
le teme a la noche, sino a la calle. No es miedo. Diría que le trae malos
recuerdos. ¡Ay mira ya casi se duerme!
—Sí
–sonreí.
La
frase de Sara se grabó en mi cabeza. “No le teme a la noche sino a la calle.”
“Le trae malos recuerdos”.
—Ah
sí… Él me dijo que… —Sara se puso de pie.
—Acostaré
a Dyre. ¿Tú vas a dormir? Se te ve cansada.
—¡Oh
sí! Ya subo. Él dijo que…
Sara
acomodó el bebé en brazos y yo cogí de su mano el biberón.
—No
te preocupes, yo lo lavo.
—Eres
un sol.
—No
me cuesta nada.
—Oye,
te interrumpí. ¿Qué querías preguntarme?
—Pues…
—Era
sobre Numa, creo. Hablábamos de él.
—Ah…
Bueno, nada importante… Eso de la calle que… que me dijo que la conocía muy
bien.
—Vivió
en la calle toda su infancia y parte de su adolescencia. Sebastien lo salvó.
—¿Y
sus padres?
—Eran
golpeadores. Lo hacían trabajar y pedir limosna. Si quieres saber más de él
puedes preguntarle a Charles. Conoce los pormenores del maltrato. Lo que
alcancé a saber es horrendo.
—No,
¿cómo crees? Era curiosidad.
Rodion
abrió la puerta de la cocina.
—Mi
flor de primavera, ¿estabas aquí? Con el pimpollo –rio.
—Sssh…
Rodion, vas a despertarlo.
—Que
ni se le ocurra –bajó la voz—. Tengo planes para los dos.
Sara
sonrió.
—Calla,
está Ekaterina. ¿No la ves?
—¡Claro
qué la veo! Buenas noches, Ekaterina.
—Buenas
noches.
—Subamos
antes de que despierte, amor.
—Vayan,
yo lavo el biberón y subiré a dormir.
—Gracias
por todo, de verdad.
Sonreí.
—No
es nada.
Cuando
Sara y Rodion abandonaron la cocina me dirigí a la pileta. Abrí el grifo y
coloqué el biberón bajo el chorro de agua.
“Vivió
en la calle toda su infancia.” “Sus padres eran golpeadores…”
La
angustia subió por mi garganta. ¿Cómo podían existir humanos así?
“Si
quieres saber más sobre él, pregúntale a Charles.”
Estaba
segura que no deseaba escuchar crueldades. Sin embargo, a la vez necesitaba
saber sobre su vida.
Cielos…
¿qué estaba ocurriéndome?
Al
terminar la tarea guardé el biberón en el armario y salí a la sala.
Miré
de soslayo pero distinguí perfectamente que Numa estaba sentado en el sofá
leyendo algo parecido a una tarjeta.
—Buenas
noches –saludé mientras subía apresurada la escalera.
—Buenas
noches, Ekaterina.
Al
llegar al pasillo superior me atreví a mirar la planta baja. Él seguía
ensimismado en la lectura, pero antes de que yo desapareciera, levantó los ojos
y los clavó en los míos.
Apresurada
avancé hasta encerrarme en mi habitación.
Genial capítulo , me alegra que hayas escrito de nuevo. Me gusta mucho la relación de Ekaterina y Numa aunque recién empieza. Te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar. Sí, parece que ambos prometen. Veremos que nos depara con ellos. Un besazo grande y buena semana. Pasaré por tu blog en breve.
EliminarLo sabía! Tenía que pasar y está pasando! Ekaterina, a pesar de su miedo y prejuicios, le robará el corazón a Numa:))
ResponderEliminarPor qué este capítulo me habrá parecido maravilloso? Quizá porque lo es.
Bso
¡Hola Ignacio! Gracias por comentar. ¿Has visto? Tenías razón, algo pasará entre los dos. Veremos si es verdadero o ambos se confunden.
EliminarMe alegro que el capi te haya gustado. Espero tengas una hermosa semana. Un abrazo.
Hola guapísima!!!! Tengo que darles la razón a Citu y a Ignacio. El capi es genial y maravilloso!!!!
ResponderEliminarHeyyyy, Ekaterina que se encierre muy encerrada en la habitación. La última mirada de Numa es muuuyyyy sospechosa!!!! Me encanta que vuelvan a salir Los Craig!!!!! Qué personajes tan rebuenos!!!!
Besoteeeesssss!!!!!
¡Hola corazón! Gracias por estar aquí. Me alegro mucho que te guste el capi y la historia que vislumbra. Hay que esperar como se desarrollará. Yo también creo que esa mirada es sospechosa. Los Craig han regresado y tendremos muchas novedades.
EliminarMuy buena semana para ti y besotes!!
Hola, Lou... Primero, y por si acaso se me pasa, te diré que me encanta la portada que has puesto en el blog
ResponderEliminarTambién me encanta esa cabaña, en el bosque, donde van a pasar unos días Charles y Margaret
Estoy segura de que Charles será un abuelo encantador... él es encantador
Me parece muy emotivo que Ekaterina vaya a visitar a su hermana y le cuente como van las cosas
Tiene una nueva amiga, Sara... Pues estoy convencida de que esta nueva amistad le aportará brisa fresca y renovada, y esto le irá muy bien
Pues yo también pienso que la amistad tiene algo mágico... y por supuesto que la amistad no se puede medir por tiempo ni espacio
Bueno, pues Numa y Ekaterina han comenzado tomando un café
Está claro que Ekaterina ve en Numa a casi un niño... pero, por otra parte, también está viendo a un hombre
También está muy claro que le ha encantado que la llame "dama"... Es posible que Numa sea todo un caballero, y damas y caballeros suelen llevarse bien... no siempre, pero algunas veces sí
Me ha encantado como cubre Numa, con su chaqueta, a Ekaterina... como se preocupa de que los dos niños tengan sus sándwiches
Numa tuvo unos padres indeseables... pero eso ya es pasado, le toca vivir el presente... y, en el presente, termina de clavar su mirada en los ojos de Ekaterina ;-)
Me ha encantado reencontrarme con Los Craig... y entre Los Craig y Loa Sami nos vas a presentar una obra fabulosa... Estoy segura
Besos
¡Hola Mela! Muchas gracias por comentar. La portada me ha gustado también, aunque no tengo herramientas de photoshop. Es un programa caro. Así que solo elegí una que me gustó en internet.
EliminarYo también estoy segura que Charles será un abuelo encantador y nos divertiremos, te lo prometo.
La amistad no tiene tiempo ni espacio, estoy convencida. De hecho eres una gran amiga a pesar de la distancia.
Se nota que Ekaterina buscó una forma de estar cerca de Olga, es buena idea.
En cuanto a ella y Numa... Uf... Tendrás para entretenerte, esto recién comienza y trataré que sea de tu deleite.
Es cierto que Numa fue convertido de muy joven pero los años pasan y se madura aunque haya quedado congelado en el tiempo. Es un caballero, sí. Tuvo de maestro nada menos que a Sebastien Craig.
Veremos si a Numa el pasado no lo tortura, yo desearía que no.
Tu sabes las novelas deben tener altibajos de lo contrario sería sin gracia. Pero tú conoces al dedillo como creadora de tu novela maravillosa.
Me alegro que te haya gustado reencontrarte con los Craig, no dejaría de escribir sobre ellos. Hay muchas cosas que debo resolver.
Te mando un besazo enorme y buena semana!
Me ha gustado mucho el capitulo y los padres de Numa son unos trastos porque el que pega a un hijo es capaz de cualquier cosa.Tuvo suerte de conocer a Sebastien.No se lo que pasara entre Ekaterina y el,pienso que tendran problemas por la edad.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar. Me alegro que te haya gustado el capi. Los padres de Numa han sido despreciables y por suerte en su camino, el destino lo ayudó a cruzarse con Douglas Craig. Así fue como se conocieron de niños en aquella plaza. No sé si lo recuerdas del libro dos.
EliminarEkaterina y Numa la tienen difícil aunque no sabemos que sentirán cada uno. Puede ser amor o simple atracción. Habrá que esperar.
Te mando un abrazo y buena semana para ti!
Mi bello Charles va a ser el mejor abuelo de todos!
ResponderEliminarEn cuanto a Numa y Ekatherina, me encanta esa pareja, me gusta ver como sale a flote el lado más "humano" de ella con otra persona que no sea Nikolay!.
¡Hola Johaa! Gracias por el comentario! Sí Charles está muy entusiasmado, ojalá sea una niña como su Odette. Habrá que esperar.
ResponderEliminarNuma y Ekaterina me dan mucha pluma e imaginación para crear, será divertido.
Me alegro que te haya gustado. Un beso grande reina y buena semana!!