INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

sábado, 10 de noviembre de 2018

¡Hola! Aquí estoy con nuevo capi. Espero lo disfruten ya que sé que extrañaban saber de los Craig.
Un besote y gracias por comentar.
PD: El jueves dejaré una entrada en la página de face.


Capítulo 3.
Así están los hechos.

Charles.


Después de finales de mayo con tantas emociones y trajín, Margaret y yo decidimos pasar unos días en nuestra cabaña, a mitad de camino de las cumbres.

Con la maravillosa vista al mar, recostada en una reposera, mi querida hembra contemplaba la tormenta alejándose hacia el oeste. Le ofrecí un vaso de jugo de naranja y me senté a sus pies.

—Gracias Charles. ¿Tú no bebes?
—Más tarde, querida. ¿Cómo te sientes?
—Muy bien.
—Has trabajado mucho decorando los alrededores.
—Me encanta la jardinería. ¿Crees que habrá flores para el verano?
—Las especies que compramos son de temporada. No lo dudes.
—¿Y tú? ¿Has terminado de arreglar el techo del altillo?
—Ha quedado como nuevo.

Una bandada de gaviotas atravesó la costa bajo el cielo aún plomizo.

Margaret las siguió con la mirada y quedo suspendida en aquel cuadro viviente, hasta que las aves se convirtieron en diminutos puntos negros.

Sonrió.

—¿En qué piensas?
—En que algún día deberemos migrar. Ya no vivimos en las cumbres escondidos. Son varios años que los humanos nos tienen vistos.
—Cierto. Pero no te preocupes, Sebastien sabrá que hacer.

Se mantuvo pensativa.

—¿Dónde te gustaría vivir, Charles?
—Da igual, mientras que tú estés conmigo.
—Eres un encanto… En serio, ¿tienes un lugar en el mundo que prefieras si no fuera Kirkenes?
—Pues… París es muy bonito pero me trae un poco de tristeza.

Margaret sonrió.

—¿Estás feliz que Bianca nombre a su niña Odette? Ha sido un bello detalle.
—Sí, aunque no sabemos si será niño… ¿Cómo seré en papel de abuelo, Margaret?
—El mejor. Ya has venido ensayando. Con Douglas de pequeño, con Nicolay. Te gustan los niños. No olvidemos al bebé de Liz y Lenya que nacerá en otoño.
—No lo olvido. Pero el hijo de Bianca significa otra cosa para mí. Es como…
—Entiendo. Sebastien y Lenya son hijos de tu mejor amigo. Sin embargo Bianca es como tu hija. Aunque los quieres como tales, a ella le diste la vida. ¿Es eso?

Moví la cabeza con duda.

—No quisiera hacer diferencias.

Margaret rio.

—¡La harás! Todos lo sabemos. Te enojas con Douglas cuando te dice abuelo.
—Lo dice para molestarme. Su abuelo siempre fue Adrien. Cierto que lo consentí como si fuera él.

Sonreí.

—Es divertido solo de imaginarte —volvió a reír.
—No sé el porqué de tanta risa –arquee la ceja.

Se recostó en el respaldo de la reposera con el vaso en la mano.

—Trato de imaginar al padre de Bianca y a ti tironeando del bebé.
—¿Qué padre?
—¡Eridan! —su carcajada divertida se perdió entre las ramas del bosque que nos rodeaba.
—Tienes una hermosa risa. En cuanto a Eridan, no hay problema. No vive en la mansión así que yo estaré más cerca de mi nieto.
—Serás un abuelo muy apuesto.
—¿Lo crees?
—Seguro qué sí. Ven, recuéstate a mi lado y soñemos con el maravilloso futuro.

Me cobijé a su lado y ambos observamos el paisaje.

—Charles…
—¿Qué cariño?
—¿Qué ocurrirá con Scarlet y Petrov?

Suspiré.

—No lo sé, realmente no lo sé. Además algún día debemos partir de Kirkenes. No podemos tener por décadas la misma edad.
—Cierto, en las cumbres no había peligro. Ahora convivimos con humanos que ignoran nuestra condición.
—Ya te lo he dicho, tú tranquila. Será decisión de Sebastien. Sé que hará lo correcto.
—Lo bueno que todos nos hemos superado para poder desarrollarnos en cualquier medio humano.
—Sí, hasta los errantes.
—¿Cómo te llevas con Ekaterina? Pregunto porque ha tenido sus contradichos con Bianca.
—Es una pobre chica. No es mala. Le han ocurrido hechos muy fuertes y de a poco creo que irá saliendo de su encierro y tristeza. Bianca ha colaborado en la armonía. Ella haría cualquier cosa por los Craig.

Me miró curiosa.

—¿Cuándo te diste cuenta que Bianca daría hasta su vida por los Craig?

Mi vista se perdió en el horizonte y aquellas imágenes volvieron a mi mente.

—Desde la primera vez. Aquel instante que le abrí la puerta.
—En mi caso pienso que me impactó aquel día. ¿Recuerdas? Cuando se cortó con el cuchillo por Sebastien.
—Lo recuerdo. Tuvo decenas de actos a favor nuestro. Aunque quizás el primero y más importante fue algo elemental.
—¿A cuál te refieres?
—Guardar nuestro secreto. Es una médica forense. A pesar de trabajar con la muerte no estudió para quitar vidas.
—Igual que Petrov.
—Sí…
—Por suerte Anne está de nuestro lado. Nos conoce. Sabe cómo somos.
—No dejamos de ser asesinos, Margaret. Piensa que en su profesión hizo un juramento. Tendría que amar mucho a Scarlet y aún así hay personas que ponen en la balanza los valores en la vida.
—A eso le sumamos que es tan recto y moralista.
—Ya veremos. Por ahora solo debemos esperar.

Afiné el oído…


—¿Escuchas? Es una moto… Se acerca.

Margaret se incorporó y se acercó a la baranda del bello balcón que daba a los bosques.

—No veo nada.

Me puse de pie y avancé hacia el costado izquierdo.

—Por aquí, querida. Es el único sendero de acceso.

Ella se acercó y se puso de puntillas de pie.

El espeso follaje visto desde arriba dejaba ver pequeños tramos del angosto sendero.

El motor se escuchó más cerca.

—¡Allí Charles! Es Douglas y Marin.
—Oh, ¡qué sorpresa! ¿Habrá ocurrido algo malo?
—Ojalá sea una visita.

Bajamos apresurados hasta llegar a la entrada principal, justo cuando Douglas aminoraba la marcha.

—¡Hola abuelo! –sonrió.
—¡Qué patán! –murmuré.

Me crucé de brazos mientras estacionaba la moto y Marin se acercaba sonriente.

—Douglas, querido. ¿No me digas que nos has traído las macetas que rompiste en tu intempestiva luna de miel?

Marin rio y Douglas negó con la cabeza sonriendo.

—Siempre quieres ganar.
—Pues no te metas con un viejo zorro.

Margaret y yo abrazamos a Marin.

—¿Vienen a visitarnos? Charles y yo nos preocupamos al verlos.
—Todo bien, no se preocupen —contestó ella.

Douglas se acercó y quitó un sobre blanco de su chaqueta de jeans.

—Hablando de luna de miel… —extendió el sobre y lo cogí—. Es para ustedes. Son los terceros en recibirla.

Abrí el sobre y observé una bella tarjeta de invitación.

—¡Te nos casas! Mira Margaret –le extendí la tarjeta—. ¡Mira qué bonito diseño!
—Lo ideamos entre los dos –dijo Marin.
—Oh, chicos… Es maravillosa. Pero… ¡Es la fecha de tu cumpleaños! Once de junio. ¡Tengo que comprarme un vestido y un traje a Charles!
—Llegarás a tiempo, cariño.
—Tienes razón. Ven, Marin. Acompáñame a preparar algo para comer.
—No te molestes.
—No es molestia. Me encanta recibir visitas y sobre todo si van a probar mis recetas.

Cuando ambas entraron entusiasmadas Douglas me miró.

Me acerqué y sonreí emocionado.

—Estoy muy feliz por ti.
—Lo sé.

Nos abrazamos. En segundos vagas imágenes de aquellos tiempos volvieron.

Él con apenas catorce años lloraba abrazado a mí.

“Charles, nunca podré ver. Mi vida será siempre así. Nunca tendré novia ni nadie que me ame. No puedo salir como el resto de los chicos”.
“Sí podrás. Solo tienes que tener paciencia. Podrás ver, y serás muy feliz junto a una chica que te quiera”.

—Te quiero, Charles.
—Yo también.

Lo aparté para verlo a la cara. Dibujó un gesto de desagrado y bajó la vista.

—He dado muchos problemas.
—Todos los jóvenes los dan.

Me miró fijo.
—Casi muero aquel día… Lenya me salvo… A pesar que lo destrataba.
—Es pasado. De la vida se aprende, y tú lo hiciste. Eso cuenta.
—Sí… Espero no cometer más errores.
—Uno siempre comete equivocaciones. Yo también.
—¿Tú? Eres perfecto.
—Te juego que no. Mira… —pasé el brazo por su hombro y caminamos lentamente hacia la cabaña—. A veces pienso que pude hacer mucho más por mi amigo y su depresión, o quizás hablar con Lenya y contarle de su padre.
—Pero no era una decisión solo tuya. Involucraba a otros.
—Puede ser. Sin embargo con tu madre…

Se detuvo y me miró.

—¿La odiabas tanto, Charles?
—Sebastien es intocable para mí, tú lo sabes. Verlo sufrir me cegó. No quise ver parte de su culpa. ¿Entiendes?

Sonrió.

—Pero ahora mi madre te cae bien.
—Sí. Además sin ella, tú no estarías aquí.
—Cierto –rio.
—Vamos a brindar por tu felicidad y la de Marin.
—¿Tienes licor?
—Esos es para los flojos “ojos de lobo” Iremos por un whisky.



Ekaterina.

Apresurada, contando mis pasos para llegar a la parada de autobús, miré el cielo encapotado. Nubes grises y espesas avanzaban desde el norte hacia el centro de Kirkenes. El aeropuerto había quedado atrás. El arribo del avión se había atrasado. La travesía desde Siberia a Noruega no había sido para nada tranquila. Sufrimos muchas turbulencias. Eso sin contar la interminable espera en migraciones por los cuidados antiterrorismo. Pero todo valía la pena. Por ella valía la pena. Es que visitar la tumba de Olga me hacía sentir un poco más cerca aunque sonara ridículo. Allí, donde sus restos descansaban me sentía libre para hablarle y llorar sin testigos. La seguía extrañando como el primer día que se fue.

Aproveché a contarle lo bien que le iba a Nicolay en su nuevo colegio. Que Boris trabajaba y ganaba muy bien y Brander había rendido ya cuatro materias de medicina. También que me sentía más cómoda con los Craig. Y que Bianca y yo ya no nos gruñíamos. ¡Ah! Y no olvidé de hablarle de Sara, mi nueva amiga. A Olga le hubiera caído genial.

Un trueno sonó mientras la luz del relámpago iluminaba el cielo. Apreté el paso un poco más. La parada se veía a mitad de la manzana, pero no había nadie esperando. Quité el móvil de mi pequeño bolso y miré la hora. Media noche…

Descubrí tres llamadas perdidas de Sara y un mensaje de texto.

“Ekaterina, ¿llegaste bien?”

Sonreí.

Era extraño sentir que a alguien le interesabas o estaba pendiente de ti. Por supuesto que Boris y Brander siempre lo hacían, sin embargo con Sara no nos conocíamos desde hace tanto tiempo. Al final terminaría por creer que la amistad es algo mágico que no se mide por tiempo ni espacio.

Contesté el mensaje al instante.

“He llegado. Estoy bien. Gracias.”

Las primeras gotas de lluvia cayeron sobre mis hombros poco antes de llegar al techo de acrílico. La brisa pasó de ser ligera a fría. Mi atuendo era acorde al verano pero últimamente el clima nos daba grandes sorpresas. Recordé con desagrado haber olvidado la chaqueta en el guarda equipaje del avión. Es que después de semejante vuelo lo único que deseamos todos los pasajeros fue pisar tierra firme. Sí, inclusive una vampiresa casi inmortal.

Observé el final de la calle iluminada. Las luces de neón de los negocios le daban un poco de vida al asfalto. A través de los grandes faroles la llovizna golpeaba suavemente y el agua comenzaba a escurrirse por los cristales simulando lágrimas. Quizás un poeta con el alma inspirada vería con entusiasmo material para su obra en aquel paisaje, pero no yo. Aún tenía dolor y tristeza en mi corazón.

La gente que había salido del aeropuerto ya se había dispersado. Solo quedaban algunos coches a la espera que la luz del semáforo cambiara. Un caballero cruzaba apresurado llevando su perro collie. Su mascota tironeaba del collar y él murmuró algo para calmarlo.
De pronto, la lluvia comenzó a caer con intensidad, y el autobús ni vislumbraba. La tormenta de verano tenía su encanto si estabas guarecida en tu hogar, o al menos en uno prestado, como la mansión de los Craig. Pero no era mi caso. Me encontraba a quince minutos de coche y en una parada solitaria a medianoche.

Miré el cielo… Los rayos como flashes de cámara de fotos interrumpían la inmensidad del cielo. Aquella espesura negra parecía no estar tan lejos de mi diminuta figura. Sin embargo no era como en Siberia. ¿Por qué las tormentas ninguna se le parece? Aunque las condiciones climáticas sean idénticas.

Antes de un nuevo escalofrío por la brisa helada, mis hombros sintieron la calidez de una prenda y el aroma a cuero.

Me sobresalté y giré a mi espalda Me topé con sus ojos, de un rojo renegrido y gesto risueño.

—Me preocupaste.
—¿Qué diablos haces aquí?

Numa elevó la vista al cielo y bajó a mi confundido rostro.

—Supe que vendrías en el avión de las nueve. Pero son más de las doce.
—Tuvimos… —balbucee—. Tuvimos turbulencia. Hicimos escala en Oslo.

Sin darme tiempo a nada, acomodó su chaqueta sobre mis hombros.

—Hace frío.
—No es necesario –intenté quitármela y sus manos retiraron las mías.
—Déjatela. Tengo un suéter.

Hubiera insistido ante tanto desparpajo, sin embargo no lo hice. La cercanía de Numa me convertía en alguien vulnerable. A pesar que jamás lo reconocería en voz alta. Aceptar la chaqueta al menos lo mantendría alejado de mi cuerpo.

—Gracias, de todas formas ya vendrá el autobús y me dejará a dos manzanas de la mansión.
—No lo creo. Es domingo y medianoche. Ya no pasará hasta que aclare.
—¿Estás seguro?
—Vivo en Kirkenes desde que nací.

Encogí los hombros y apreté el bolso contra mi pecho.

—Caminaré.
—La calle es peligrosa.
—Sé conducirme sola por la noche. Tú sí que no debes saber nada de andar solo por la calle.

Una mueca ensombreció su rostro a la luz del farol.

—Te equivocas. Sé más de lo que te imaginas.

No supe el porqué no indagué más sobre esa extraña respuesta. Hasta donde yo sabía, Numa era el niño rico de los Craig. ¿Qué pasado tendría? Cierto que había sido convertido por Sebastien pero, ¿antes? ¿Qué había sido de su vida?

—Anda, bebamos un café en la esquina. No cierran por la madrugada. Es por el turismo.
—Tú y yo, ¿beber un café en un lugar público?
—¿Por qué no? Que yo sepa no somos ladrones ni nos persigue la policía.
—No corresponde.
—¿Ante quién?

Bufé.

—Por favor, no molestes. Me iré caminando sola y tú ve hacer lo que tienes pendiente.
—Cuidar de ti es lo pendiente. No me iré. Entérate que soy bastante terco.
—Era de esperar. Caprichoso como todo aquel que lo tiene todo.

Sus ojos se detuvieron en mis ojos. Mejor dicho, parecía querer leer mi alma.

—Con qué facilidad hablas de mí. Pero lo dejaré pasar. En cierta parte te entiendo. A simple vista parezco lo que dices. Ahora… Si quisieras conocerme más…
—De ninguna forma estoy interesada en saber sobre ti. Por favor, retírate. Si llegamos juntos a la mansión podrían hablar mal de mí.
—No permitiría que nadie pusiera en duda tu reputación. Anda, bebamos un café. Aunque sea por venir hasta aquí a comprobar si estabas bien.
—¿Quién te pidió que lo hicieras?

Rodó los ojos y cruzó los brazos a la altura del pecho.

—Mira que eres dura, errante.

Alcé la barbilla y fruncí el ceño.

—¿Creías que por ser errante era una hembra fácil?

Negó con la cabeza.

—No… Sin embargo pensé que eras un poco más amistosa. No te hecho nada malo. ¿Por qué me tienes esa aversión?
—¡Eres un niño!
—Otra vez te equivocas. Hace tiempo deje de serlo.
—No me hagas reír. ¿Dejaste de ser un crío antes de ayer cuando cumpliste los veinte?
—No, dejé de serlo a los seis años.

Lo miré aturdida. Aún así, tampoco pregunté.

—Vamos, bebamos un café y marcharemos a casa.

No había razón para hacerle caso. No había razón para seguirlo. Y lo hice.

Me guió bajo los aleros de los negocios para no mojarnos, hasta llegar a la esquina. Entramos por una puerta de madera y cristal. El pequeño bar era acogedor. Pocas mesas, quizás unas quince ubicadas en diagonales. El mostrador lucía limpio. Un humano acomodaba unas botellas en los estantes, mientras otro vestido de negro con delantal al tono cambiaba los canales de una tv que colgaba de un rincón superior.

Ambos giraron al escuchar la puerta.

—Buenas noches –saludamos.
—Buenas noches –respondieron.



Numa me señaló una mesa apartada, junto a una de las ventanas.
Pero me dirigí a otra que no daba a la calle.

—Aquí está mejor.

Sonrió.

—Como gustes. Eliges tú. Eres la dama.

La dama… Nadie me había llamado así.

Antes de sentarme colgué la chaqueta en el respaldo de la silla. Al tacto se sentía un poco húmeda por la poca lluvia que no había alcanzado. Se secaría en minutos gracias al ambiente cálido que nos rodeaba.

El suéter azul de Numa, lucía pequeñas diademas de gotitas de agua atrapadas en la trama. Antes de sentarse, se lo quitó y quedó vistiendo una camiseta de algodón blanco.

Bajé la vista al mantel a cuadros. No quería mirarlo como lo hacía cuando él no se daba cuenta. Sabía de memoria su contextura de hombros perfectos y pectorales bien delineados.

Cielos… Era un chico… Le llevaba más de veinte años humanos. Porque en cuanto años vampiros, ¡uf! Eran incontables.

—¿Qué deseas beber? ¿Café o algo fuerte?

Levanté la vista y cuidé expresamente en clavarme en sus ojos. No más allá.

—Café, está bien. Gracias.

Cualquiera de las ventanas quedaba alejada, sin embargo podía escucharse perfectamente la caída de la lluvia torrencial.

—Hemos hecho bien, ¿escuchas la lluvia?
—Sí… ¿Y si no cesa?
—Tranquila, es una tormenta de verano. Durará menos de una hora.
—En Siberia no es tan así.

El mozo se acercó sonriente.

—¿Qué va a beber, caballero?
—Dos cafés, por favor.
—¿Algo de comer para usted o su madre?

Numa alzó la vista y frunció el ceño. Yo desee desaparecer en el aire.

—No es mi madre. Es una amiga. Su acotación estuvo demás.
—¡Mil disculpas, señor! Perdóneme. No lo hecho con intensión de incomodar.
—Está bien, traiga dos cafés, por favor.

Apenas el mozo se fue compungido intenté ponerme de pie.

Cogió mi mano y jaló suave.

—Ni se te ocurra.
—Esto no está bien –balbucee.

Volví a sentarme.

—¿Siempre haces caso a cualquier cosa que diga un idiota?
—Tiene razón. Parezco tu madre. No sé qué hago aquí.
—Bebiendo un café conmigo. Relájate. No estamos haciendo nada ilegal.
—Al menos dime que tienes más de dieciocho.
—Sí. Tranquila.
—Es que pareces tener menos.
—Sebastien me convirtió antes de cumplir dieciocho.
—¿Cómo hizo eso? No es aconsejable.
—Le dije que era mayor.
—Eso se llama mentira.
—Eso se llama desesperación.

Callé otra vez…

—De todas formas, ahora soy mayor. No tienes nada que preocuparte.
—Bueno, solo estamos bebiendo café en un bar –murmuré observando la lluvia en los cristales.
—Por supuesto –volvió a sonreír.

El mozo regresó con los cafés. Depositó el azucarero de acero inoxidable, un servilletero de igual material, y dos cucharitas.

Se retiro en silencio.

Numa extendió el azúcar y di las gracias.

Sus dedos fríos rozaron los míos en segundos. Una sensación extraña. Incómoda, pero también placentera. Aunque no lo miraba a la cara, no ignoraba que el a mí sí.

Cuando escuché el choque de la pequeña cuchara en la taza aproveché a mirarlo. Seguramente estaría concentrado en la acción de revolver.

No me equivoqué. Tenía la mirada baja hacia el líquido oscuro y aromático.

¡Qué pestañas tan largas y espesas! ¡Qué rostro bello y varonil! Sus labios entreabiertos de un color rosa tenue. De piel sedosa y rellenos.

Cielos… Tragué saliva.

Apenas levantó la vista busqué refugió en mi taza. Bebí un sorbo y otro más.

—¿En qué trabajas? –Corté el silencio—. Quiero decir, ¿qué haces en la Isla?

Al comenzar a hablar tuve que mirarlo a la cara. Tampoco podía pasar por una errante bruta y maleducada. A Olga le hubiera disgustado.

—Ayudo a mi padre en la organización y las cuentas. No me agrada demasiado. Los balances y la aritmética no es mi fuerte. Es el de Douglas, pero no creo que le guste asentarse tan lejos de Kirkenes.

Douglas… Terrible problema si me ponía a pensar que era su mejor amigo y me odiaba.

—¿Y piensas estudiar alguna carrera?
—Me gustaría ser analista de sistemas, o creador de un video juego. A la vez me gusta trabajar en algo que tenga que ver con las empresas de los Craig. La química también me apasiona.
—A Nicolay le encantan los video juegos –sonreí.

Su mirada recorrió mi rostro con ternura.

—Deberías sonreír más a menudo. Luces más bella de lo que eres.

Sentí la circulación de la sangre alterarse y un calor acaparó mis mejillas.

Bebí un sorbo de café y volví la vista a la primera ventana.
—No te incomodes. Es la verdad. Eres una hembra muy bella. Deberías estar acostumbrada a que lo digan.

Tomé valor y lo miré.

—Nadie me ha dicho semejante cosa.
—¿Son ciegos en Siberia?

Reí.

—¡Eres un tonto!

Bebí otro sorbo y él también.

—¿Qué tal si me cuentas algo de ti?

Arquee la ceja divertida.

—Mi vida fue muy aburrida a pesar de ser errante. Puedo contarte sobre los lugares que conocí.
—Me parece bien.
—¿Si mejor me cuentas tú?
—¿Yo? Mi vida la conoces. Vives hace meses en la mansión.
—Lo sé, aunque debe haber una vida fuera de ella. ¿Qué haces en el tiempo libre?
—Me gusta leer y…

En ese instante dos chicos de corta edad entraron al bar. Lucían empapados y muy delgados.

El mozo se adelantó hacia ellos.

—Disculpen, deben retirarse.

El que parecía mayor de los dos niños, quizás de once años, mostró en su mano varias monedas.

—Queríamos comprar un sándwich de jamón y queso.
—Tendrán que ir a otro lugar. Por favor, retírense.

Iba a pronunciar “pobres niños” pero Numa se puso de pie de un salto. Su rostro dibujaba un rictus de enfado.
Lo seguí con la mirada mientras se acercaba al grupo.

—Que yo sepa ustedes venden sándwiches –interpeló al mozo.
—Sí, caballero. Pero estos niños no tienen dinero.

Numa cogió la palma abierta del chico y la acercó al mozo.

—Esto es dinero.
—Entiendo, pero no es suficiente.
—¿Ya lo contó? –replicó molesto.
—Por supuesto.

De inmediato vi que quitaba su billetera del bolsillo trasero del jeans. La abrió y un billete suculento fue a parar a la mano del pequeño.

—Pues ahora sí es suficiente. Que coman lo que quieran y guarde el vuelto de propina.

El mozo giró para intercambiar miradas con el otro empleado que encogió los hombros.

—Muy bien, como guste —refunfuñó.

Numa regresó a la mesa y nos quedamos en silencio un buen rato.

Podía pensar que aquel acto de arrojo y bondad podría ser una acción de hacerse ver ante mí. Sin embargo… algo dentro de mí me dijo que había puesto el corazón en ello.

Durante una hora que permanecimos allí, mientras la lluvia parecía dar tregua y caer mansamente, conté sobre mis viajes a las entrañas de Siberia, sobre mi estadía en Rusia, etc. Él me escuchaba fascinado. A veces sonreía al escuchar alguna anécdota de Brander o Boris. Numa tenía una sonrisa fresca y bella. Me hubiera gustado continuar por horas en aquel bar, pero la realidad era que ya se hacía muy tarde y no hubiera quedado bien amanecer lejos de un hogar. Las veces que lo había hecho, era acompañada de un macho que ni siquiera recordaría mi nombre. No quería comparar la situación. Porque por donde lo viera, esta cita improvisada, no se le parecía en nada.

………………………………………………………………………………………………..

Al llegar a la mansión Numa se encerró en el despacho. Por suerte no había nadie en la sala. Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación. Sin embargo antes de llegar, al pasar por la puerta de la alcoba de Rodion y Sara, escuché llorar a Dyre.

Retrocedí y no lo dudé. Golpee suavemente la puerta.

—Sara, ¿necesitas ayuda?

Ella tardó unos segundos en abrir con el bebé en brazos.

—Ekaterina, no sé qué ocurre. Tiene sueño y no puede dormir. Creo que se pasó de revolución –sonrió un tanto desesperada.
—Ven, vamos a la cocina y trae el biberón. Prepararé leche tibia. Es muy relajante.
—¿En serio?
—Funcionó siempre con Nicolay.

Ya en la cocina preparé el biberón mientras Sara hamacaba en brazos al bebé. Parecía llorar con rabia debido al sueño.

—Con esto se calmará, verás.
—A veces me siento una madre inútil.
—No te preocupes a todas les suele pasar. Nadie viene con un libro bajo el brazo de cómo ser padres.
—Sí… Para colmo Rodion salió a cazar. Entre los viajes a Moscú por la nueva mueblería y… en fin.
—Tranquila, todo volverá a la normalidad.

Entregué el biberón a Sara y ella se sentó junto a la encimera. Cogí asiento frente a ella.

El niño llorisqueó unos instantes hasta que tanteó con su pequeña boca la tetina. Chupó inmediatamente y fue calmándose poco a poco.

—¿Lo ves?
—Eres brillante. Gracias.

Sonreí.

—Me alegro de tenerte, Ekaterina. Te he extrañado.
—También yo.
—¿Cómo te ha ido? ¿El vuelo fue normal?
—No. Hubo turbulencia y nos desviamos a Oslo.
—Con razón has llegado muy tarde.
—Sí, pero ya estoy aquí.

La puerta del despacho se escuchó al cerrarse.

—¿Sebastien? ¡Qué extraño! Lo vi salir junto a Bianca hace un par de horas y dijeron que pasarían la noche en el hotel.
—No, es… Es… Debe ser Numa.

Sara me miró.

—¿Numa?
—Sí… Yo… Bueno… vinimos juntos desde el centro de Kirkenes y él se metió en el despacho.
—Ah… Al menos no viniste sola. A una hora no circulan autobuses.
—Eso me dijo cuando me encontró en la parada.

El bebé cerró los ojos aunque continuaba chupando el biberón.

—Ya casi se duerme, ¡qué suerte!
—Me alegro.
—Gracias.
—De nada.
—¡Qué extraño! ¿Numa en la ciudad por la noche?
—¿Extraño? –desvié la vista hacia la ventana.

Quería disimular que algo me interesaba. Algo que no fuera él.

—Bueno, si no sale con Douglas o con alguien más no creo que le guste andar solo por la calle a altas horas.
—Ah… Y… ¿Eso por qué? Es decir, pregunto porque es curioso que siendo vampiro tema a la noche –observé al bebé y su biberón.
—No le teme a la noche, sino a la calle. No es miedo. Diría que le trae malos recuerdos. ¡Ay mira ya casi se duerme!
—Sí –sonreí.

La frase de Sara se grabó en mi cabeza. “No le teme a la noche sino a la calle.” “Le trae malos recuerdos”.

—Ah sí… Él me dijo que… —Sara se puso de pie.
—Acostaré a Dyre. ¿Tú vas a dormir? Se te ve cansada.
—¡Oh sí! Ya subo. Él dijo que…

Sara acomodó el bebé en brazos y yo cogí de su mano el biberón.

—No te preocupes, yo lo lavo.
—Eres un sol.
—No me cuesta nada.
—Oye, te interrumpí. ¿Qué querías preguntarme?
—Pues…
—Era sobre Numa, creo. Hablábamos de él.
—Ah… Bueno, nada importante… Eso de la calle que… que me dijo que la conocía muy bien.
—Vivió en la calle toda su infancia y parte de su adolescencia. Sebastien lo salvó.
—¿Y sus padres?
—Eran golpeadores. Lo hacían trabajar y pedir limosna. Si quieres saber más de él puedes preguntarle a Charles. Conoce los pormenores del maltrato. Lo que alcancé a saber es horrendo.
—No, ¿cómo crees? Era curiosidad.

Rodion abrió la puerta de la cocina.

—Mi flor de primavera, ¿estabas aquí? Con el pimpollo –rio.
—Sssh… Rodion, vas a despertarlo.
—Que ni se le ocurra –bajó la voz—. Tengo planes para los dos.

Sara sonrió.

—Calla, está Ekaterina. ¿No la ves?
—¡Claro qué la veo! Buenas noches, Ekaterina.
—Buenas noches.
—Subamos antes de que despierte, amor.
—Vayan, yo lavo el biberón y subiré a dormir.
—Gracias por todo, de verdad.

Sonreí.

—No es nada.

Cuando Sara y Rodion abandonaron la cocina me dirigí a la pileta. Abrí el grifo y coloqué el biberón bajo el chorro de agua.

“Vivió en la calle toda su infancia.” “Sus padres eran golpeadores…”

La angustia subió por mi garganta. ¿Cómo podían existir humanos así?

“Si quieres saber más sobre él, pregúntale a Charles.”

Estaba segura que no deseaba escuchar crueldades. Sin embargo, a la vez necesitaba saber sobre su vida.

Cielos… ¿qué estaba ocurriéndome?

Al terminar la tarea guardé el biberón en el armario y salí a la sala.

Miré de soslayo pero distinguí perfectamente que Numa estaba sentado en el sofá leyendo algo parecido a una tarjeta.

—Buenas noches –saludé mientras subía apresurada la escalera.
—Buenas noches, Ekaterina.

Al llegar al pasillo superior me atreví a mirar la planta baja. Él seguía ensimismado en la lectura, pero antes de que yo desapareciera, levantó los ojos y los clavó en los míos.

Apresurada avancé hasta encerrarme en mi habitación.



















12 comentarios:

  1. Genial capítulo , me alegra que hayas escrito de nuevo. Me gusta mucho la relación de Ekaterina y Numa aunque recién empieza. Te mando un beso

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    1. ¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar. Sí, parece que ambos prometen. Veremos que nos depara con ellos. Un besazo grande y buena semana. Pasaré por tu blog en breve.

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  2. Lo sabía! Tenía que pasar y está pasando! Ekaterina, a pesar de su miedo y prejuicios, le robará el corazón a Numa:))
    Por qué este capítulo me habrá parecido maravilloso? Quizá porque lo es.
    Bso

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    1. ¡Hola Ignacio! Gracias por comentar. ¿Has visto? Tenías razón, algo pasará entre los dos. Veremos si es verdadero o ambos se confunden.
      Me alegro que el capi te haya gustado. Espero tengas una hermosa semana. Un abrazo.

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  3. Hola guapísima!!!! Tengo que darles la razón a Citu y a Ignacio. El capi es genial y maravilloso!!!!
    Heyyyy, Ekaterina que se encierre muy encerrada en la habitación. La última mirada de Numa es muuuyyyy sospechosa!!!! Me encanta que vuelvan a salir Los Craig!!!!! Qué personajes tan rebuenos!!!!

    Besoteeeesssss!!!!!

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    1. ¡Hola corazón! Gracias por estar aquí. Me alegro mucho que te guste el capi y la historia que vislumbra. Hay que esperar como se desarrollará. Yo también creo que esa mirada es sospechosa. Los Craig han regresado y tendremos muchas novedades.
      Muy buena semana para ti y besotes!!

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  4. Hola, Lou... Primero, y por si acaso se me pasa, te diré que me encanta la portada que has puesto en el blog
    También me encanta esa cabaña, en el bosque, donde van a pasar unos días Charles y Margaret
    Estoy segura de que Charles será un abuelo encantador... él es encantador
    Me parece muy emotivo que Ekaterina vaya a visitar a su hermana y le cuente como van las cosas
    Tiene una nueva amiga, Sara... Pues estoy convencida de que esta nueva amistad le aportará brisa fresca y renovada, y esto le irá muy bien
    Pues yo también pienso que la amistad tiene algo mágico... y por supuesto que la amistad no se puede medir por tiempo ni espacio
    Bueno, pues Numa y Ekaterina han comenzado tomando un café
    Está claro que Ekaterina ve en Numa a casi un niño... pero, por otra parte, también está viendo a un hombre
    También está muy claro que le ha encantado que la llame "dama"... Es posible que Numa sea todo un caballero, y damas y caballeros suelen llevarse bien... no siempre, pero algunas veces sí
    Me ha encantado como cubre Numa, con su chaqueta, a Ekaterina... como se preocupa de que los dos niños tengan sus sándwiches
    Numa tuvo unos padres indeseables... pero eso ya es pasado, le toca vivir el presente... y, en el presente, termina de clavar su mirada en los ojos de Ekaterina ;-)
    Me ha encantado reencontrarme con Los Craig... y entre Los Craig y Loa Sami nos vas a presentar una obra fabulosa... Estoy segura
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Muchas gracias por comentar. La portada me ha gustado también, aunque no tengo herramientas de photoshop. Es un programa caro. Así que solo elegí una que me gustó en internet.
      Yo también estoy segura que Charles será un abuelo encantador y nos divertiremos, te lo prometo.
      La amistad no tiene tiempo ni espacio, estoy convencida. De hecho eres una gran amiga a pesar de la distancia.
      Se nota que Ekaterina buscó una forma de estar cerca de Olga, es buena idea.
      En cuanto a ella y Numa... Uf... Tendrás para entretenerte, esto recién comienza y trataré que sea de tu deleite.
      Es cierto que Numa fue convertido de muy joven pero los años pasan y se madura aunque haya quedado congelado en el tiempo. Es un caballero, sí. Tuvo de maestro nada menos que a Sebastien Craig.
      Veremos si a Numa el pasado no lo tortura, yo desearía que no.
      Tu sabes las novelas deben tener altibajos de lo contrario sería sin gracia. Pero tú conoces al dedillo como creadora de tu novela maravillosa.
      Me alegro que te haya gustado reencontrarte con los Craig, no dejaría de escribir sobre ellos. Hay muchas cosas que debo resolver.
      Te mando un besazo enorme y buena semana!

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  5. Me ha gustado mucho el capitulo y los padres de Numa son unos trastos porque el que pega a un hijo es capaz de cualquier cosa.Tuvo suerte de conocer a Sebastien.No se lo que pasara entre Ekaterina y el,pienso que tendran problemas por la edad.Besos.

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    1. ¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar. Me alegro que te haya gustado el capi. Los padres de Numa han sido despreciables y por suerte en su camino, el destino lo ayudó a cruzarse con Douglas Craig. Así fue como se conocieron de niños en aquella plaza. No sé si lo recuerdas del libro dos.
      Ekaterina y Numa la tienen difícil aunque no sabemos que sentirán cada uno. Puede ser amor o simple atracción. Habrá que esperar.
      Te mando un abrazo y buena semana para ti!

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  6. Mi bello Charles va a ser el mejor abuelo de todos!
    En cuanto a Numa y Ekatherina, me encanta esa pareja, me gusta ver como sale a flote el lado más "humano" de ella con otra persona que no sea Nikolay!.

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  7. ¡Hola Johaa! Gracias por el comentario! Sí Charles está muy entusiasmado, ojalá sea una niña como su Odette. Habrá que esperar.
    Numa y Ekaterina me dan mucha pluma e imaginación para crear, será divertido.
    Me alegro que te haya gustado. Un beso grande reina y buena semana!!

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