INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

viernes, 12 de octubre de 2018


¡Hola! Bienvenidos mis queridos lectores. Poco a poco entraremos en el mundo de los lobos.
Para ustedes con mucho cariño, primer capítulo. Besos miles y gracias totales.

Capítulo 1
Mi lugar en el mundo


Bua.


Fin de mayo… Principio de junio… Mis pasos acariciaron la gramilla crecida al costado del sendero. Adoraba llevar la contraria y caminar libre. Los caminos en cierta forma limitaban tu destino. Si te detienes y los miras solo tienes dos sentidos que marcan tu andar. Puedes ir hacia adelante o regresar por donde viniste. Y esa determinación no iba con mi naturaleza.

Desde pequeña provoqué dolores de cabeza a mis padres. La rebeldía creo que era innata en mí. Incluso a partir de ser un bebé que crecía en las entrañas de mi madre. Ella siempre recordaba, “naciste en casa porque no esperaste que llegara la ambulancia”.

Sonreí.

Después, mis primeros pasos, colgada de mis hermanos mayores. Aprendiendo de su infancia. Claro que con un toque distintivo. A ellos nunca se les hubiera ocurrido teniendo siete años subir a los árboles. O montar la motonieve con apenas once. Lo peor es que las penitencias y amenazas no servían de mucho. Ganaba por cansancio. Así fue que papá decidió construir mi primera casa de árbol y mi hermano mayor me enseñó a conducir.

Sin embargo, no era el demonio personificado. Un poco traviesa con esas ansias de libertad que aún no me abandonaban. Pero juro que siempre tuve un buen corazón.

De niña traía a mi casa cuanto cachorro abandonado y salvaje me encontraba en el bosque. Mi niñez estuvo rodeada de mascotas de distintas especies. Les daba de comer, los bañaba, etc… La última vez fue a los dieciséis. Cuando un osezno me mordió la cara y aprendí que no todos cambian bienestar por libertad. Aún lo recuerdo, y aún lo admiro.

Me acerqué a un ciprés alto y frondoso. Sentándome sobre la gramilla observé el horizonte tormentoso. Las nubes jugaban a entremezclarse entre rosas y grises. Eran colores claros que hacían resaltar las verdes copas de los pinos. El sonido cotidiano del bosque había enmudecido, salvo la corriente de agua cristalina que chocaba contra las piedras y formaba el ya conocido y persistente musgo.

El verano se acercaba, y con él la naturaleza despertaba de un letargo de largos meses. También vendrían las tormentas eléctricas a causa de la presión. Entonces, el cielo descargaría su furia en tan solo pocas horas. La tierra despedía el aroma característico y la temperatura daba un descanso al calor agotador.

Me quedé escuchando el murmullo del agua hasta que el aullido de un lobo cercano interrumpió la melodía.

Giré mi cabeza hacia la derecha y lo vi entre las matas. Un ejemplar delgado. Las puntas blancas de su pelaje resaltaban con el negro opaco. Un lobo viejo. Sí, hasta ellos envejecen y pierden el brillo natural. El tiempo les cobra el paso. A nosotros también. Perdemos lozanía y la fuerza de la mirada.

Mi dedo índice se apoyó en los labios. Debería respetar las canas. Aun así lo miré fijo y chisté.

—¡Sssh!

El lobo calló.

—Así está mejor.

De pronto, vi un rayo caer perpendicular en el horizonte. Conté los segundos… Uno, dos, tres, cuatro. Cerré los ojos. El sonido del trueno era lejano. Pronto el rosa de las nubes iría mimetizándose con los grises y debía partir a mi hogar. Ya no era gracioso preocupar a mis padres. Hay hechos que dejan de divertirte cuando tomas conciencia y maduras.

Con mis hermanos, he tenido temporadas de peleas y discusiones. Como todos los hermanos. Para ser cinco conviviendo en una cabaña lo habíamos llevado bastante bien. O quizás no recordaba con exactitud. El cerebro tiende a olvidar lo que no es tan grato.

Burnaby, mi hermano mayor, ya no vivía en la reserva sino en el centro de Kirkenes desde que se había graduado de doctor y trabajaba en el hospital. Hauk, tenía su propia cabaña. Convivía con una hembra hacía un año. Aún no tenían hijos. Creo que mi hermano se curó de espanto por el desgaste emocional que yo había a mis padres. Y eso que era muy valiente. Fue el único que quedó en la reserva con las heladas mortales.

Era la tercera de los cinco. La única hembra y la única que pavoneaba su libertad. Porque Kristoff estaba enamoradísimo de una loba que lo traía de las narices. En cuanto a Mike convivía con Kriger desde hace dos años. Podía notarse como lo amaba y lo admiraba.

Recuerdo aquella tarde… El menor de mis hermanos teniendo apenas diecisiete años, dijo a mis padres su orientación sexual. Cayó como bomba, era factible. Sin embargo, apoyaron sus sentimientos. Lo supe mucho antes. Él confió en mí y guardé su secreto. Después de todo no era tan egoísta e insensible.

Eso se murmuraba en la reserva. Egoísta e insensible. Quizás porque dejaba el tendal de corazones rotos a mi paso sin ningún cargo de conciencia. Pero nunca prometí nada de lo que no sería capaz de dar.

Amelia, mi mejor amiga, aseguraba que haría lo que fuera por ser bella como yo y tener tanta suerte. ¿Es que nunca entendería? Mi virtud para atraer no estaba en lo bello, sino en lo inalcanzable. Lo fácil no es atractivo. Es la esencia de todos los seres que habitamos el planeta.

El amor… Bueno… No es que no creía en ese sentimiento tan poderoso. Lo veía con mis propios ojos en distintas parejas de la reserva. También en las miradas entre mis padres aun después de tanto tiempo juntos. Pero estaba convencida que no puedes vivir buscando el amor. Porque sin querer, la misma vida se te escurre en ello. Para mí, el amor no era una meta a alcanzar. Era mucho más que eso. Y como todos los hechos importantes, llegan sin avisar.

Otro rayo atravesó el cielo por encima de mi cabeza. Esta vez no esperé para encogerme ante el ruido ensordecedor. La tierra cimbró bajo la palma de mi mano y el lobo volvió a aullar.

—¡Okay, ya me voy! –me puse de pie y eché a andar.

Quedaban quince minutos camino a casa.

El rayo y el trueno se unieron esta vez compartiendo los segundos. Gotas de lluvia comenzaron a caer sobre las hojas del espeso follaje. No mojaban mi cabeza pero podía escuchar el sonido desde el amparo de los cipreses.

Apresuré el paso. No porque temiera al aguacero, sino porque debía regresar para cenar todos juntos. Mamá amaba que nos reuniéramos alrededor de la mesa y comentáramos que tal había sido nuestro día. Era la única hora que coincidíamos, al menos los que quedábamos viviendo bajo el mismo techo.

Conocía que a pesar de la alegría de saber sus hijos felices, le apenaba que el tiempo transcurriera tan rápido y cada uno tomara su propio vuelo. Lo sabía cada vez que había que tender la mesa y contaba un plato menos. Así era la vida. Primero partieron mis abuelos, le siguió Burnaby, Hauk, y Mike.

A veces antes de dormir, daba vueltas en mi cama y me preguntaba si terminaría sola en esa mesa. Por ley de la naturaleza mis padres algún lejano día nos abandonarían. Y Kristoff… si continuaba tan enamorado querría formar su propia familia.

¿Qué sería de mí sin amor? ¿Viviría saltando de corazón en corazón? ¿De cama en cama? Quizás…

Con Kun me ocurría algo especial. Era un buen amigo y extrañaba cada vez que partía a Oslo para estudiar en la Universidad. Sin embargo intuía que no estaba enamorada de él. Simplemente la costumbre de llevarnos bien, entendernos, y la complicidad que tuvimos de niños podían haberme engañado. Pero estaba segura que no deseaba una vida en pareja ni formar una familia con él.

El camino se estrechaba y mostraba la última curva. Mi cabello largo y castaño se adhería a mi camiseta por la lluvia. Ahora escucharía a papá exclamar mi nombre y fruncir el ceño. No más que eso. Conocía a mi padre y era el ser más bueno y paciente de toda la reserva.

La reserva… El único lugar en el mundo que cobijaba mis andanzas, que guardaba mis secretos. ¿Si tengo muchos? No, no tantos ni tan graves. Jamás me acosté con machos comprometidos. Ni me burlé de los defectos de mis pares. Nunca me había apoderado de lo que no era mío. A lo mejor alguna escapada de la escuela sin saber mis padres. O pelearme cuerpo a cuerpo con alguna niñata insoportable. Pero eso se lo debía a mis hermanos.

¿Cómo aprendes a defenderte como una dama si tienes cinco machos viviendo en tu casa? Imposible. Aunque debo decir que mi padre no era amigo de las riñas. Solo una vez… Sí, lo recuerdo como si fuera hoy… Un profesor me llamó “burra y salvaje”. Se enfrentó a él y su mano ancha y fuerte se cerró sobre su cuello. Fue la primera vez que vi de cerca ojos mutar del ámbar al amarillo.

¿Qué será de ese profesor? Creo que se mudó de Kirkenes.

Mi hogar se divisó a la distancia. Apresuré el paso un poco más. Al pasar por la suntuosa cabaña de los Rotemberg, vi a los sobrinos de Carl en una de las ventanas. Sus manos y narices pegadas a los cristales. La imagen no me pareció ver pequeños asustados por la tormenta, sino niños atrapados. Eso era mucho peor. Porque las tormentas pasan, y los errores de ciertos adultos persisten.

Me estremecí pensando en Carl. Cuantas veces lo había odiado. Su prepotencia, vanidad, y soberbia inaguantable. Ahora era una sombra entre nosotros. Con el tiempo dejaría de ser un fantasma. Estaba segura del trabajo de Tim. No solo por ser guardián de Gloria, sino porque Tim todo lo lograba. Era paciente, amable, solidario. Con una fortaleza de espíritu sin igual. Un lobo admirable por donde lo vieras, además de ser muy bello.

Sonreí recordando…

Fue al único macho que pedí matrimonio. Él, cargaba quesos en su furgoneta para vender a los Sami. Llegué hasta él y le dije.

—¿Quieres casarte conmigo?

Se detuvo en la tarea sorprendido, después sonrió con esa sonrisa que iluminaba mi mundo.

Acercándose, se inclinó hasta quedar a mi altura.

“Sería un honor, pero tendrías que tener más de seis años.”

Al par de semanas me trajo un regalo. Una pulsera de cuero hecha por él. Dijo, “es para ti. Es el símbolo de nuestra amistad”.

Nunca me la quité. Aunque esa pulsera había significado un rechazo. Cuando era niña no lo entendí y después que crecí admiré su caballerosa respuesta. Porque no te enamoras de la mejor persona por el hecho de serlo. El amor no se trata de eso.

Antes de llegar a casa lo vi bajo su tinglado. Había varios lobos reunidos.

Giraron la cabeza para verme y saludé con la mano. Ellos respondieron del mismo modo y continuaron en lo suyo. Seguramente comentarían el extraño acontecimiento. El hallazgo de “El libros de los lobos” hace más de una semana.

Lo comentaba toda la reserva. ¿Cómo fue a parar al cementerio Sami? ¿Quién lo había enterrado allí?

Entre los lobos no vi a Drank. Quizás era lo correcto. Drank era humano. Sin embargo, lo hubiera hecho participar. No, no… Sé lo que están pensando. No lo haría por bello ni porque sus revolcadas conmigo habían sido colosales. La razón sería porque si lo haces parte de la reserva lo justo es que lo incluyas en todo.

Carl estaba sentado junto a Tim en la reunión. Si lo pensaban bien, él sí que no parecía pertenecer a nosotros. Él y su negocio de trajes franceses y costosos. Su apellido ilustre. Su cabaña extraordinaria. Y su familia… que mejor perderla que encontrarla. Hoy por hoy, había tenido que vender hasta la última prenda para colaborar con Tim, en su cabaña vivía la malvada de su hermana y sus dos engendros, no tenía familia en todo lo que significaba la palabra, y su apellido para la manada era uno más del montón.

Atravesé el sendero que llevaba a las puertas de mi hogar y un rayo partió el cielo en dos. El ruido ensordecedor cimbró los cristales de las ventanas. Subí apresurada la escalera de madera hasta el balcón terraza.


Mi madre abrió la puerta antes que mi mano se extendiera hacia el picaporte.

—¡Bua, te gusta preocuparnos!

Se hizo a un lado para dejarme pasar.

—Mamá, solo es lluvia.
—¡Es una tormenta eléctrica! ¡Tu padre y tu hermano salieron a buscarte!
—Lo siento, mamá.
—Ve a cambiarte, enfermarás. Lo llamaré para avisar que estás aquí.

Cogió su móvil muy enfadada mientras me dirigía a mi habitación. Quité la ropa empapada, me di un baño caliente, y volví a la sala.

—¿Ya saben que estoy aquí? –susurré apenada.
—Sí, irán a la casa de Tim.
—Vi a algunos reunidos. Es por el libro, ¿verdad?
—Eso creo. Te traeré una tizana caliente.
—Gracias, mamá.

La lluvia golpeaba furiosa las ventanas. La tarde oscureció más mientras la tormenta se cerraba sobre la reserva. Una sensación de escalofrío acaparó mi cuerpo. La naturaleza es muy bella y atrayente, hasta que caes en la cuenta que no puedes dominarla. ¿Y si la lluvia no cesaba? ¿Si ocurría como esa vez que debimos abandonar la reserva por la helada mortal?

Me quedé recostada al marco del ventanal que daba al jardín. Mamá preparaba la cena. Un aroma a laurel invadía mi olfato cada vez que ella abría y cerraba la puerta de la cocina. La tercera vez que entró a la sala fue para buscar un mantel para la mesa.

—¿Te ayudo?
—No, cariño. La salsa está casi lista y si no ocupo mi cabeza me volveré loca.
—¿Tú también le temes al clima?

Se detuvo con la tela floreada entre sus brazos. Bajó la vista y como si recordara su rostro ensombreció.

—Es que nunca sabes si volverá a ocurrir.
—Lo sé.

Otra vez mi vista se dirigió a los jardines.

—¿Por qué no has querido participar de la reunión? ¿O los lobos se han vuelto machistas?

Sonrió y se acercó.

—Nada de eso. Las hembras nos hemos puesto de acuerdo. Sabina dijo que nos reuniríamos por separado.
—¿Y eso por qué?
—Bua, ¿no digas que no sabes que somos más divertidas?

Reí.

—Tienes razón.
—Además seguro que a ellos les interesa otros puntos a discutir.

En ese instante vi a Drank coger el camino principal montado en la moto.

—¿Dónde irá con esta tormenta?
—¿Quién?
—Drank. Acabo de verlo. ¿Está loco?
—Te interesa el humano, ¿no es así?
—No de la forma que crees.
—Es un hermoso hombre. Parece buen chico.
—Es un amigo.
—Bueno, por un lado mejor. No es de nuestra raza.

Giré la cabeza y la miré.

—Tú tampoco lo eras.
—Bua…
—Es la verdad. Te mordió un lobo y fue expulsado.
—Yo tenía veinte años.
—Eso no cambia la historia. Discutieron si dejarte en la reserva, pero ya sabías el secreto y papá se había enamorado de ti.
—No volvamos al pasado. Estoy orgullosa de ser lo que soy ahora.
—Eso no lo discuto. Drank podría pasarle lo mismo.
—Sí… Pero esperemos que no. Porque si es así alguien de la reserva sería repudiado.

Volví la vista al bosque. Drank había desaparecido bajo la cortina de agua. ¿Dónde iría? ¿A ver a Liz? Algo me decía que no era por ella que se había arriesgado a salir. ¿Pero por quién? ¿Por quién lo haría?

La tormenta por suerte cesó. Serían las ocho de la noche cuando el cielo enmudeció y la lluvia caía serena. Papá y Kristoff entraron a casa y saludaron. Traían una agradable visita. Vinter había sido invitado a cenar.

—¡Hola Vinter!
—¡Hola preciosa!

Vinter significaba “invierno” en Sami. Era un lobo mayor. Tendría cincuenta años aproximadamente. Los años parecían no transcurrir para él. Pero no por parecer joven, sino todo lo contrario. Desde que tenía memoria lo recordaba tal como hoy. No lucía canas salpicando su cabello, aunque varias arrugas marcaban el rostro amable y sonriente. Sus orejas parecían terminar en punta y eso le daba un toque gracioso. Tenía humor. Sabía bromear y soportar bromas. Sin embargo su vida no había sido fácil sufriendo reuma desde hace muchos años.

En la reserva todos sabíamos que había sido muy pobre. Trabajó desde muy pequeño para solventar sus gastos y ayudar a sus padres. Apenas había terminado el Estudio Superior, pero era muy inteligente. Continuó el negocio de su padre, un taller mecánico pequeño que poco a poco sacó adelante. Su padre sufría el vicio de la bebida, así que poco podían ahorrar y pagar cuentas. Cuando sus ascendientes fallecieron hubo un antes y un después en su vida. Para bien y para mal. Porque de ahí en más cuentan que se volvió solitario y retraído.

Todo no terminó allí. Lamentablemente, Vinter perdió a su esposa con la ola de frío. Ella no resistió y no pudo partir a Suiza. A veces no entendía como había seres que les ocurren cosas espantosas y aún sonríen. Él era uno de ellos.

Durante el café, en la sala, se hablaron de muchas cosas. De la nueva guardería escuela. Del clima. De la temporada de pesca. Y por supuesto, del “Libro de los lobos”.

Parece que en la reserva estaban de acuerdo que Bernardo lo tuviera en su poder. Era lo más razonable. Era guardián de Gloria, su padre adoptivo, y estaba casado con Sabina. Nada menos que la hija de la antigua alfa.

De todas formas Bernardo había dicho que el libro pertenecía a todos y quien quisiera leerlo podría hacerlo con total libertad. No todos sabían sami ni estaban interesados en las leyes antiguas. Sin embargo fue una buena actitud de su parte.

Después de todo, ¿quién sabría cuando podría ser útil entre nosotros? Tal vez nunca, tal vez muy pronto.

Bernardo.

Sentado en el sofá leía el libro que habría pertenecido a los alfas. No mencionaba autor original. Una parte estaba escrita en lienzos muy finos y con tinta no común. Seguramente hecha de sulfato de hierro. La otra, en papel. Pero el deterioro general indicaba ser muy antiguo. El libro contenía capítulos de apenas un artículo. Como si hubieran tenido la idea de continuar agregando anexos o algo así. Había trescientos diez capítulos. Después el libro parecía detallar excepciones de las prohibiciones. Por último se asimilaba a un diario describiendo profecías.

Lo que llamó mi atención fueron las firmas en la última hoja. La primera era clara, “Maia”, la madre de Sabina. La segunda, nada menos que la firma de Adrien. Y la tercera… La tercera era una incógnita. Muy poco legible.

Si seguía un razonamiento. Dos firmas, dos razas… Entonces, ¿la tercera? ¿Un humano?

Sabina regresó de acostar a Gloria y a Yako. Se sentó a mi lado y arqueó la ceja.

—Mi amor, tendremos tiempo de leerlo. Al menos lo hemos encontrado.
—Sí… Aunque creo que en particular no puedo dejar de saber las reglas originales ahora que está en nuestras manos. Soy responsable de Gloria. ¿Y si dice algo trascendental para ella?
—Nuestra hija tiene ocho años. Nos queda tiempo para su adolescencia.
—Sí, lo sé. Quizás haya que guiarla. Después de todo es mi rol.
—Te ayudaré. Además Tim y Louk también son sus guardianes. No asumas la responsabilidad tú solo.
—Esta bien, cariño. Lo tomaré con más tranquilidad… Oye… Mira esto… —señalé las firmas—. ¿Es la firma de tu madre?

Se incorporó en el sofá y acercó el libro.

—Sí, Maia… ¡Ey! También ha firmado Adrien. Y… ¿Quién es el dueño de la tercera firma?
—Eso es lo que llama la atención. Lobos, vampiros, ¿y quién más?
—¿Un humano?
—Es probable.

Ella leyó detenidamente la última hoja borrosa…

—“Nos comprometemos a mantener la paz entre nosotros… evitando que el humano nos destruya” —me miró asombrada—. La tercera firma no es un humano, no tendría coherencia—.
—¿Qué más dice? No llego a entender. Mi traducción es precaria.
—Déjame ver…

Leyó en silencio tratando de descifrar…

—Habla de un gigante de fuego…
—¿Qué? Parece mitológico.
—“Debemos estar unidos antes que el gigante de fuego despierte otra vez.”
—¿De qué gigante hablan?
—No lo sé.
—¿Crees que deberíamos comentarlo con los Craig?
—Creo que sí. Pero primero debemos darlo a conocer entre nosotros. Después de todo es nuestro libro.
—Tienes razón. Sin embargo algo me dice que fue escrito para los vampiros también. Los involucra.
—Cierto, a ellos… Y a alguien más.

Drank.

Era una locura aventurarse a salir con la tormenta. Era un chico de ciudad pero tampoco tan tonto para no darme cuenta el peligro de los rayos e inundaciones. Sin embargo era una locura más grande dejar a mi amigo Sami a la buena de nada con este clima. Quizás estaría acostumbrado, sobre todo si me ponía a pensar que había sobrevivido a la ola de frío y a otros riesgos más. Pero no podía quedarme en mi cabaña al resguardo bebiendo un café exquisito pensando en él y la precariedad.

Sabía que si lo invitaría a mi casa jamás diría que sí. Su pasado oscuro y toda una reserva que lo ignoraba y él a ella me indicaban que no querría acercarse a su propia raza. Aunque podría intentarlo. Sería cortés de mi parte ofrecérselo sin preguntar su historia. El Sami me salvo aquella noche de Navidad de ser atacado por los lobos. No me conocía y me salvó. ¿Por qué yo debía conocer quién era para auxiliarlo?

La moto resbaló en el barro pero pude dominarla. La lluvia corría por mi cara y dificultaba la clara visión. Mejor ir bajo los frondosos árboles. Debía llegar a como diera lugar.

Cuando el trueno ensordeció mis oídos no me detuve. Aunque debo confesar que titubee en regresar cuando me enfrenté a la crecida de la cañada. Bordee el camino por los pastizales y me adentré en el bosque cortando camino hasta llegar a un sendero de piedra.

Con los gruesos guantes, aferrado al manubrio, aceleré para llegar cuanto antes.

………………………………………………………………………

Apenas la precaria cabaña se mostró tras la cortina de agua, mi corazón pareció detenerse. Los lobos no estaban bajo el alero. Quizás se guarecían en el hogar junto a su dueño. Pero algo me dijo que no había nadie allí…

Bajé de la moto. Caminé con ella a mi costado tratando de no resbalar. Mi regalo al Sami no podía verse por ningún lado. ¿Habría salido?

Rodee la humilde cabaña hasta llegar a la parte trasera. El sidecar estaba allí cubierto con una manta tejida.

¿Dónde estaba el Sami? ¿Durmiendo en el interior de la cabaña? No había visto ninguna luz a través del par de pequeñas ventanas. La lluvia no cesaba. Preferí protegerme bajo el alero y esperar. Sin embargo antes de abandonar la parte trasera me detuve…

El barro se deslizaba por la lluvia en forma de pequeñas corrientes, dejando al descubierto troncos gruesos y sogas roídas como parte de una construcción. Lo que llamó más mi atención fue lo chamuscado y color negruzco de la mayoría de ellos. Habían sido quemados hace mucho tiempo ya que no despedían el olor característico.

Mi vista recorrió las dimensiones a pesar de la lluvia que corría por mi cara. Con mis pocos conocimientos en construcción no era muy difícil adivinar que la parte incendiada había pertenecido a la misma cabaña. ¿Quién habría provocado el incendio? ¿Un error del Sami el cual solo pudo salvar lo que había quedado en pie? ¿O alguien había tratado de asesinarlo hace tiempo?

Regresé bajo el alero y golpee la puerta. Como era de esperar nadie salió…

Me senté en el umbral después de quitarme el abrigo impermeable. Por suerte el inicio del verano traía consigo una brisa caliente y húmeda. De lo contrario hubiera muerto de frío. Creo que esperé más de una hora y hubiera esperado más si el Sami no aparecía. Pero lo hizo cuando la tormenta aminoró y la lluvia se convirtió en una caída mansa.

Me puse de pie en cuanto lo vi, seguido de sus tres lobos. Sabía que me habría visto antes que yo a él. Tenía sus sentidos mucho más desarrollados que cualquiera.

Avanzó hacia mí envuelto en un abrigo de hule. Los lobos fueron los primeros en llegar bajo el alero. Me rodearon como si me dieran la bienvenida.

—Estaba preocupado por ti –dije antes de que llegara.

Se detuvo aun antes de llegar bajo el alero y me miró.

—No debiste hacerlo “brann har”. Sé cuidarme solo.
—Okay…

Abrió la puerta y lo seguí tras los lobos.

—Pero eso hacen los amigos –retruqué molesto.
—Siéntate –se quitó el abrigo y desató el nylon grueso que cubría las botas—. Prepararé algo de beber.
—No gracias. Ya me voy.

Encendió la lámpara de aceite concentrado en lo que hacía. Aunque sería una tarea sencilla para él después de tanto tiempo.

—Puedes quedarte.
—No quiero, gracias. Te veré otro día.

Me giré hacia la puerta y lo escuché con desesperación.

—No te vayas, ¡por favor!

Me detuve y lo miré.

El iris de sus ojos junto a la lámpara parecía de un ámbar casi transparente. Su aspecto era el de un niño que suplica no quedar en soledad.

—Es mejor así. No es buen día para ti –susurré.
—Quédate… Lo siento… Es la primera vez que pido “por favor”, desde aquel día.

Me quedé quieto unos instantes hasta que me acerqué al tronco que servía de asiento. Me senté y me mantuve en silencio mientras mi mente no dejaba de pensar, ¿por qué habría pedido “por favor” aquella vez… ¿Y a quién?

Levanté la vista de la mesa cuando escuché su voz.

—Cuando hay gran tormenta voy con mis hermanos. Ellos me esperan.

Observé la preparación del café con esos utensilios tan precarios. Seguramente Anouk se hubiera asqueado de ver tantas carencias de lo que ella suponía básico para vivir. Por ejemplo su cafetera exprés.

Arquee la ceja.

Después de todo no sabía el porqué pensaba en ella. No podría imaginarla viviendo en la reserva carente de sus muebles y ropas de lujo. Cuando el Sami volvió a hablar retorné a la realidad.

—La tormenta ya pasó.
—Eso creo –murmuré, mientras el aroma del café impregnaba mi nariz.

Jugué con mis pulgares sobre la mesa. Levanté la vista y eché un vistazo a las paredes de la cabaña aprovechando que mi huraño amigo buscaba dos jarros para el café.

Nunca me había percatado de la pared trasera. No parecía del mismo color que el resto. Como si hubiera sido restaurada. Tras del pequeño armario los troncos lucían muy oscuros. También en ambos rincones.

El Sami se acercó con el café. Depositó dos cucharas pequeñas en la mesa. Extendió un jarro y se sentó frente a mí.

—¿Por qué se quemó tu casa?

La pregunta salió de mi boca antes que él pudiera acomodarse en el tronco que servía de asiento.

—Aquí tienes miel –acercó un pequeño recipiente de vidrio—. Se acabó el azúcar, pero tengo miel. Pruébala, endulza igual. Sabrá bien.
—Prefiero amargo.

Permanecimos en silencio bebiendo. Aunque una pregunta había quedado flotando en el aire. Debía guardarme mi curiosidad bien sellada si no quería molestarlo. Era evidente que no deseaba hablar de ello.

Sin embargo me equivoqué…

—Fue mi hermano.

Continué en silencio soplando el líquido caliente de mi jarro. Hubiera querido que hubiera azúcar para llenar el silencio aunque fuera con el chocar de la cuchara en el jarro.

—Tenía diez años cuando él me abandonó.

Bebí un sorbo sin mirarlo a la cara. Temía que detuviera el relato. Necesitaba saber de su pasado a pesar que no condicionara en absoluto nuestra amistad.

Él agregó miel al café. Lo noté de soslayo.

—Dijo que saliera de casa y prendió fuego todo. Después corrió hacia el bosque con su bolso. Yo lo seguí… pero era pequeño… Lo perdí de vista en segundos. Yo me quedé gritándole, “¡no te vayas! ¡No te vayas, por favor! –su voz se quebró.
—Maldito bastardo –murmuré.
—Me salvé. Eso importa –suspiró.

Continuamos en silencio mientras bebíamos. Hasta que decidí preguntar.

—¿Cómo salvaste el resto de tu casa?
—Mis hermanos, los Sami llegaron y apagaron el incendio.
—¿Cómo lo lograron?
—Los Sami cantaron un joik, aún lo recuerdo. Está dirigido al gran “Gumpe”. El espíritu de un lobo poderoso.
—¿Y el fuego se detuvo?
—Una tormenta comenzó. La fuerte lluvia extinguió el fuego. Solo quedó una parte de la cabaña.
—Entonces, ¿los Sami te llevaron con ellos?
—Solo por un tiempo. Hasta pasar el primer invierno.
—¿Por qué no te quedaste con ellos?
—Sería una deshonra para mí vivir en una tribu común siendo hijo de los guardianes del alfa. Ellos creían en ello.
—Pero eras un niño.
—Con sangre poderosa. Debía subsistir.
—Es una locura –susurré.
—Me asistieron muchas veces pero salí adelante por mi fortaleza.

Bebí el café y él también. Volvimos ambos a refugiarnos en el silencio.

Recordé a Mamina… “¿Él era Rob?”

No había duda. El niño perdido había sobrevivido a la maldad de su hermano.

—¿Tu nombre es Rob?

Me miró sorprendido.

—¿Quién te lo dijo?
—Una anciana –sonreí—. Una anciana que te adora y te sigue esperando. “Mamina” es su nombre. Abuela de Louk.
—No volveré jamás a la reserva y tú…

Lo interrumpí.

—Y a mí tendrán que matarme para que rompa el silencio.
—Lo sé “brann har”. Eres mi amigo.
—Tú también eres mi amigo… Y… quisiera confesarte algo que me inquieta. Necesito tu consejo. No lo he hablado con nadie.
—Dime.
—Gloria es una pequeña de ocho años. Dicen que será la futura alfa de la reserva. Ella habla con un lobo blanco. Ella… me contó del alfa y sus cuatro guardianes. Nombró a tres de ellos. Bernardo, Louk, y Tim. Todos vieron un lobo blanco alguna vez. Sin embargo Gloria dice que son cuatro guardianes. Falta uno… Yo… vi un lobo blanco esa tarde contigo, ¿recuerdas?
—Lo recuerdo.
—Yo… Te pregunto… ¿Crees que debería partir de la reserva?

Me miró a los ojos fijamente y respondió.

—No.

Bua.

Golpee la cabaña de Drank cuando la noche cubría los cielos. No lo había visto regresar pero la luz tenue a través de la ventana me indicó que se encontraba a salvo.

Cuando abrió la puerta se sorprendió, después sonrió y amablemente me invitó a pasar.

—Estaba preocupada por ti. Y debes saber que no soy la única.
—Lo siento. Ignoraba que me habían visto salir con la tormenta.

Lo seguí hasta la cocina y me senté en una de las sillas.

—¿Un café?
—No gracias, bebí con mi familia y Vinter hace menos de una hora. Cenamos temprano.
—Me prepararé un té y algo de comer. ¿Si gustas?

Negué con la cabeza.

Mientras preparaba la infusión y un emparedado seguí sus movimientos. Camisa leñadora azul, espalda ancha, hombros redondeados, y brazos fuertes. Resbalé la vista hacia su perfecto culo en esos jeans gastados. Cabello mojado. Seguramente se habría dado una ducha caliente después de empaparse bajo la lluvia torrencial.

Quité la cajilla de cigarros de la chaqueta de jeans y encendí uno.

—Perdón, sé que fumas. No te importa, ¿verdad?

Giró su cabeza y me miró.

—Claro que no. ¿Me convidas? Olvidé comprar antes de que comenzara la tormenta.
—Aja… Aquí tienes —extendí la cajilla y lo miré fijo. Sus ojos azules me devolvieron la mirada provocativa.

Encendí su cigarro y los labios carnosos se cerraron sobre el extremo. Aspiró y achinó los ojos. Me miró desde su posición erguida con una mano en el bolsillo delantero.

—¿Solo viniste porque estabas preocupada por mí?
—Digamos… que fue mi primera motivación al golpear tu puerta.
—Oh… Y… ¿Cuál es ahora tu motivación?

Sonreí y expiré el humo.

—La misma que la tuya.
—¿Eres adivina? —sonrió con burla.
—Si lo fuera sabría el porqué saliste en medio de una tormenta.

Bajó la vista.

—Descuida, no te forzaré a que digas lo que no quieres decir. Aunque tienes muchos secretos. Eso para una hembra es un incentivo a querer desentrañarte.
—Nada importante, es decir… Lo es para mí.
—Sé que no fue por Liz. ¿Me equivoco?
—No. Es por un amigo. Pensé que podría necesitarme. ¿Satisfecha?

Sonreí.

Aspiré el humo…

—Tiempo atrás, cuando tus ojos azules lucían un velo de pena, sabía en brazos de quien querías estar. ¿Y ahora?

Suspiró.

—Ahora nada… Solo quiero permanecer aquí. La reserva es mi refugio. Ni siquiera deseo viajar a Drobak por vacaciones. Siento… Siento que si me voy por horas, días, lo que fuere… No partiré completo. Dejo parte de mí aquí.
Lo miré curiosa.

—No, no quiero confundirte. No es por ninguna hembra. Es… Lo siento, es extraño de explicar.
—Nunca te dejaremos ir, humano.

Sonrió.

—Quizás eso es lo que necesito. Que alguien me diga que soy importante.

El recipiente para hervir agua dio un silbido. Él giró y continuó en la tarea interrumpida.

Apagué el cigarrillo en un cenicero de hueso. Me puse de pie y caminé hacia él. Apenas me separaban pocos centímetros de su espalda. Supe que sonreía mientras volcaba el agua en la taza.

Mi nariz rozó su oreja. El aliento escapó lento por mi boca. Olía a pino silvestre… Apagó el cigarrillo contra el acero de la pileta y tiró la cabeza lentamente hacia atrás hasta apoyarse en mi hombro.

Sus ojos se cerraron como abandonándose.

—Eres importante para nosotros –susurré.
—Gracias… Ustedes lo son para mí.

Acaricié su espalda.

—¿Estás triste?
—Algo así.
—¿Puedo saber el porqué?
—Me da tristeza cuando sé sobre la existencia de seres malvados.
—¿Lobos o humanos?
—Digamos que lobos… Aunque…

Al parecer un recuerdo fugaz cruzó su mente.

—Una enfermera me trato muy mal cuando padecía mi enfermedad. Fue malvada e insensible.
—Supongo que tampoco quieres hablar de ello.
—Cierto. Esta noche no deseo hablar demasiado, solo olvidar.
—Me quedaré. Solo porque tú y yo muy bien sabemos que al llegar el nuevo día, nada nos atará.

























14 comentarios:

  1. Buen comienzo! Con este primer capítulo me has superenganchado. No te deseo suerte porque el movimiento se demuestra andando y tú no es que hayas andado, has corrido. Bua y el Sami, buena pareja!
    Bso

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    1. ¡Hola Ignacio! ¡Muchas gracias! Me alegro que te guste el comienzo. El Sami, Bua, ¿cuál será el camino que recorra cada uno? Ya veremos. Bienvenido querido amigo. Un abrazo y buena semana.

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  2. Hola, Lou... Antes que ninguna otra cosa, tengo que decirte que he mirado la fecha que has publicado... 12 de octubre, es el día del Pilar aquí, y es festivo... y Pilar es el nombre de mi madre... Me ha emocionado esta coincidencia... y es que yo creo en las señales

    Las descripciones que has hecho me han transportado a los lugares
    Bua es encantadora,,, y gustándole tanto los animales tiene que ser cierto que es buena persona
    Pienso que tiene razón... y que el amor llega sin avisar, es bastante maleducado ;-) No, no es necesario ir a buscarlo
    Bueno, para cualquier padre sería intolerable que un profesor llamara "burra y salvaje" a su hija
    Me ha encantado saber más sobre la familia de Bua y sus cuatro hermanos
    Con solo seis años le pidió a Tim que se casara con ella... una niña muy valiente;-)
    Me pregunto quién puede ser el gigante de fuego... pero no me lo digas
    El Sami es un personaje que me encanta... siempre sospeché que se trataba de Rob
    Su hermano mayor hizo algo horrible e incomprensible... puedo entender que ya no quiera pedir absolutamente nada "por favor"
    Drank es estupendo y un buen amigo
    "Hay seres que les ocurren cosas espantosas y aún sonríen"... me ha llamado la atención esta frase... Es cierta, existen seres muy valientes que son un ejemplo a seguir... aunque no es sencillo
    Bueno, el capítulo me ha encantado... también pienso que ha sido un buen comienzo
    Miel, canela y ámbar ha empezado a dar sus primeros pasos... Enhorabuena
    Besos

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    1. Mi querida y talentosa escritora, bienvenida.
      Pilar es un nombre muy bello. También creo en las señales. Nada es casualidad. No he conocido a tu madre pero si ha criado esas hijas maravillosas puedo imaginarme como fue.
      Me alegro que te haya transportado al bosque. Sé que ya has estado pero quizás ahora lo veas con ojos de lobo.
      Ojalá que para Bua le llegue el amor sin avisar y entregue su corazón de verdad.
      Su padre actuó como buen padre y aún nadie sabe que pasó con el profesor. Creo que habrá perdido el habla del susto.
      Nuestra loba es muy valiente, veremos si lo es para enfrentar el verdadero amor.
      El gigante de fuego... Sí, habrá que esperar.
      Tenías razón era Rob. Y deseo que se encuentre alguna vez con Mamina. Ojalá...
      Christopher era de lo peor, así terminó en las manos de nuestro querido Charles.
      Es cierto que hay personas con fortaleza, quisiera tenerla siempre. Drank aún debe salir de la penumbra. Estoy segura que los lobos lo ayudarán y... Bueno lo dejaré para más adelante.
      Muchas gracias por tan bello comentario. Lo leo con ilusión.
      Una buena semana para ti y un besazo enorme.


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  3. Holaaaaaaa, qué blog más chuli!!!!!
    Me han encantado Bua y el Sami!!!! Las tormentas me encantan!!!!!
    Has empezado con un capítulazo!!!!! Plas, plas, plas, plas!!!!!

    Besoteeeeesssssss!!!!!!

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    1. ¡Hola, querida y guapísima amiga! ¡Bienvenida!
      Sabremos más de Bua, del Sami, y de muchos más que ojalá te agraden.
      Te agradezco mucho que siempre estés acompañándome con ese cariño y el buen humor. Un don maravilloso en ti.
      Te mando un besote desde la distancia y te deseo una genial semana.

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  4. Me gusto tu primer capítulo y como siempre Drank me enamoró. Te mando un beso

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    1. ¡Hola cielo! Bienvenida amiga! Me alegro que te haya gustado.
      Drank es un sol, también me cae genial.
      Te mando un besote grande y buena semana! Muchas gracias por comentar.

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  5. Te ha quedado el blog muy bonito,tiene el fondo de una biblioteca y esta bien porque venimos a leer.El Sami me ha gustado y su hermano mayor no tiene perdon,a quien se le ocurre abandonarle con 10 años y quemarle la casa??Bua tambiem me ha gustado y pienso que si conoce al Sami puede pasar que se gusten.Es verdad que ha empezado muy bien esta novela.Besos.

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    1. ¡Hola Ramon! Bienvenido! Un gusto que estés por aquí.
      Gracias por lo del blog. Me pareció acorde al libro delos lobos.
      Christopher ha sido malvado pero ha tenido su merecido en los Ojos de Douglas Craig.
      Podrían gustarse Bua y el Sami, pero quizás no sean mis planes. Veremos...
      Muchas gracias por comentar querido amigo. Un abrazo grande desde Argentina!

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  6. Hola Lou, me encanta el nuevo blog, y el primer capítulo estuvo de lo más bueno, se nota que está historia va hacer buenísima!...gracias por la nueva aventura!

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    1. ¡Hola Lau! Gracias por estar aquí. Bienvenida!
      Me alegro que te guste. Veremos si no los defraudo y se emocionan y divierten junto a estos lobos y los Craig.
      Besotes miles reina y buena semana!

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  7. Tremendo primer capítulo!!!! Me emociona empezar a saber más de mis queridos lobos... OJO! Sin olvidar a mis amados Craig!♥

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    1. ¡Hola Johaa! Bienvenida al blog, gracias belleza por comentar. Tendremos de lobos y tendremos de los Craig. Besotes mileees!! Buena semana para vos!!

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Gracias por visitarme y comentar.