Queridos lectores, con ustedes el capi 55. Espero les guste. Les envío besos miles y buen fin de semana.
Capítulo 55.
El día después.
Anouk.
El
atardecer de ese día tan trágico para Kirkenes, daba paso a una breve noche otoñal. Poco y nada se sabía de la ciudad. Los móviles tenían poca señal y
solíamos aprovecharla para hablar con nuestros seres queridos. Lo último que
nos habíamos enterado es que el mar de Barents había entrado a la ciudad como
aquella vez, aunque fue diferente. Hoy, la Reina del Mar había convertido las
furiosas aguas en mansas y las había guiado por alcantarillas y subsuelos
profundos, para calmar el infierno bajo tierra provocado por el volcán.
Entrando
la noche, el gigante de fuego al fin se rindió. Se despidió dejando suelos
cubiertos de ceniza, follajes grises y opacos, techos dañados, cielos nublados
que poco a poco iban disipándose gracias a los vientos del oeste, y razas
antagónicas unidas. Aquí en la reserva, los ojos color miel, canela, y ámbar,
se mezclaban con los grises, púrpura, y escarlata. La angustia y el cansancio
no eran condición de rostros de lobos o vampiros. Éramos todos sintiendo la
misma sensación de desazón e incógnita. ¿Qué ocurriría mañana? ¿Volvería el
volcán a despertar algún día? ¿Sería la reserva la próxima afectada? ¿Esto
habría terminado? No lo sabíamos, nadie lo sabía. Sin embargo de algo estábamos
seguros… Volveríamos a unirnos para ayudarnos. Había sido la mejor salida para
salvar muchas vidas.
Me
acomodé sobre los hombros el chal que Mamina me había prestado y caminé por el
sendero hacia la ruta. Me detuve en la tranquera que algún día había dividido
el mundo de los lobos con el resto de los seres. Apoyé las manos sobre uno de
los troncos de madera cubierto de ceniza y miré hacia el final del camino…
Drank volvería al amanecer junto con Tim, Louk, Douglas, y otros lobos más, que
habían decidido ayudar a los humanos. Seguramente habría que trabajar mucho en
la ciudad para ponerla nuevamente de pie, pero nadie temía a eso.
Giré
la cabeza hacia atrás para contemplar a lo lejos la fogata que habían encendido
Carl y Mike. Sentados alrededor estaban muchas de las hembras con sus niños. Lost,
nuestro lobito, saltaba entre los críos buscando la atención. Vi a Sebastien y
dos de los vampiros escarlata, a Ron, y a Anne, sumarse a la reunión… Le
siguieron las chicas Sherpa.
Bernardo
y Sabina salían de su casa. Cargaban cervezas para beber en aquella reunión
improvisada. Él había trabajado duro junto a varios de los lobos para quitar la
ceniza de los techos. Esta noche sería difícil conciliar el sueño, no
recuperaríamos la tranquilidad por un tiempo. Bueno, quizás yo sí… Porque tenía
a mi lado a Drank.
Tantee
mi móvil en el bolsillo de los jeans y lo extraje. Pulsé el número y lo acerqué
al oído. Necesitaba escuchar su voz aunque estuviera muy ocupado y fuera de
peligro. La grabadora de voz me informó que el móvil estaba apagado. Era de
esperar que la batería se le hubiera agotado, sin embargo Drank estaba junto a
sus amigos y entre ellos se protegerían.
Solo
deseaba verlo y poder fundirme en sus brazos de lobo. Me parecía mentira todo
el camino recorrido hasta aquí. Lo que hice para conquistarlo, para poder
lograr que se enamorara de mí. Yo que creía que jamás ningún macho me amaría de
verdad, sin que le interesara mi linaje y fortuna. Sin embargo, había sucedido.
Drank era el perfecto ser que toda hembra desearía para el resto de su vida.
Buen amante, buen amigo y compañero, honrado, leal, trabajador, inteligente, y
guapo.
Sonreí…
Se había truncado la cena romántica que planeamos antes de que el volcán
estallara. Quería contarle lo feliz que me sentía desde hace días, quería verle
sonreír con esos labios perfectos. No importaba, íbamos a tener la oportunidad,
porque nadie nos separaría. Y ahora… ahora menos.
Envuelta
en mis pensamientos románticos no escuché a Gina venir. Solo cuando pronunció
mi nombre a pocos metros me giré y la miré.
—¿Qué
ocurrió?
—Disculpa,
sé que debes estar agotada. Nos has ayudado mucho con los niños, pero… Ese
vampiro…
—¿Cuál?
—Ese
extraño con el bebé. Lo trajo Sebastien Craig.
—Ah,
sí… Se llama Daven.
—Pues,
su niño no cesa de llorar. Tiene hambre. Pero él no quiere que lo ayude. Parece
que no confía en nosotros. Le ofrecí –extendió su mano con un biberón de leche—
es de cabra. Lo alimentará. ¿Podrías insistir tú? Quizás te escuche.
—Por
supuesto.
Cogí
el biberón tibio y regresamos al complejo de cabañas.
Gina.
Cuando
me acerqué con el biberón a ese extraño vampiro, me miró amenazante. ¿Creería
que me robaría su bebé? ¿Qué pensaba que éramos los lobos? ¿Delincuentes
despiadados? ¡Qué idiota! Ni siquiera me había dado las gracias al rechazar la
ayuda. Un cavernícola sacado de los libros de historia. Con el único que
articulaba palabras era con su líder, Sebastien. Ah sí, también con Chelle y
ese vampiro que había llegado del mismo infierno que él. Un tal… Odin. Juro que
ponía todo de mí para ser amable y hospitalaria pero parecía que me ponían a
prueba con esas caras y gestos de, “¿qué diablos hago aquí en estas tierras de
ignorantes lobos?” Okay, podría ser mi imaginación… Sin embargo hubiera
agradecido una amable sonrisa o un “muchas gracias por hacernos un lugar”.
Nada, de parte de esos dos solo gestos duros y ceños fruncidos.
Solo
esa vampiresa que los acompañaba parecía al menos más educada. Aunque no
hablaba con nadie permanecía callada y cabizbaja junto a las Sherpa. Me enteré
que su macho había muerto y creo que eso en mí despertó una gran compasión. La
entendía… Yo había pasado por lo mismo.
Cuando
Anouk se acercó con el biberón al troglodita y a ese pequeño bebé, aproveché
para sentarme cerca de la fogata, junto a esa vampiresa. Mientras Thashy
observaba las profundidades del bosque como alerta a algún suceso nuevo, y Miyo
seguía las chispas saltarinas que desprendía la leña, me dirigí a ella para
tratar de consolarla.
—Mi
nombre es Gina. ¿Tú cómo te llamas?
Ella
no levantó la vista del suelo pero respondió.
—Gerda.
—Lindo
nombre…
Hubo
un silencio prolongado y volví a insistir.
—¿Vivías
en las cumbres con Adrien?
Asintió
con la cabeza.
—¿Y
dónde te has mudado después de la ola de frío?
Pareció
pensar la respuesta para luego murmurar.
—Creo
que se llama Alberta, muy lejos… En Canadá.
—No
conozco Canadá, debe ser bonito –uní las manos en mi regazo sin saber si
continuar la charla.
Hubo
más silencio hasta que ella susurró.
—Ya
no importa. No tengo nada allí.
Más
silencio…
—Entiendo
–retorcí mis dedos con pena.
—No
creo que entiendas.
Por
supuesto, yo vivía en una reserva con mis seres queridos.
La
voz de Thashy nos interrumpió a pesar de que su mirada no se apartó del bosque.
—Gina
perdió a su macho.
Noté
que su cuerpo hasta ese momento decaído e inmóvil, se irguió echando los
hombros hacia atrás, aunque no me miró.
—¿Cómo
fue? –preguntó con voz débil.
—Pues…
—mis ojos encontraron el rostro de Chelle desde el otro extremo de la fogata—.
Un accidente.
—Lo
asesinó mi hermana –retrucó él.
Gerda lo miró y volvió a bajar la vista.
—Bueno…
lo importante es que entiendo la pérdida –continué con voz trémula.
—Pero
tienes hijos, ¿no es así? No estás sola
–balanceó su cuerpo para atrás y adelante, lento. Como si hamacarse la
librara del tema tan penoso.
—Sí…
Pero es diferente a tener tu compañero. Los hijos algún día hacen su vida y se
van. Es la ley de la vida.
Entonces,
levantó la vista y me miró.
—¿Cómo
has hecho para vivir después que se fue?
Callé
y por unos segundos cerré los ojos y traté de recordarlo. Entrando a casa
después de trabajar, sonriendo con alguna ocurrencia de nuestros hijos,
paseando por senderos del bosque de mi mano, a la noche… el calor de sus brazos
aún lo siento, su aroma… Y respondí…
—Es
que no se fue. No lo veo pero sé que está.
—¡Es
cierto! ¡Papá está, yo lo vi una vez! –Miyo nos miró sonriente.
—Es
diferente conmigo. Aren no querrá verme –lagrimeó.
—¿Por
qué dices eso? –pregunté.
—No
lo salvé. Debí hacer algo y solo corrí cuando escuché el temblor –se echó a
llorar desconsoladamente.
—Escucha,
no es que no quisiste salvarlo. No había mucha opción, debías escapar del
derrumbe.
—Debí
morir con él.
Thashy
apartó la vista del bosque y la miró.
—No,
no debiste morir porque por algo estás aquí. Entiende, nada es casualidad.
Mike.
Después
de una hora de estar reunidos alrededor de aquella fogata, me puse de pie y
extendí la mano a Chelle. Él elevó la vista hasta encontrarse con mis ojos y
sonrió.
—¿Dónde
vamos?
—A
dar una vuelta por ahí. Ven…
Se
puso de pie y sacudió sus jeans con energía. No es que estuvieran sucios, pero
Chelle era así. Meticuloso y prolijo en su apariencia y forma de vestir. Sí,
aún recuerdo esa pulcritud y elegancia de sus trajes y camisas cuando daba
clase. Y no era solo su exterior, todo en él era correcto. Su postura, las
palabras que usaba al dirigirse a los demás, su voz pausada de volumen neutro.
Era extraño escuchar que alzara la voz. Bueno quizás… en algunas ocasiones… Sí…
Cuando yo lo sacaba de su eje.
Sonreí
mientras caminábamos hacia el bosque y sin quererlo encerré su mano en la mía
con más fuerza.
—¿Tienes
miedo perderte? –Rio—. Es tu bosque, lo conoces mejor que yo.
—Aunque
no lo creas, estuve mucho tiempo perdido en mi propia tierra. Por suerte
llegaste.
Él
me miró y sé que recordó aquellos días que comenzamos a conocernos. La muerte
de mi padre me había dejado un vacío enorme, una tristeza infinita, sumado a la
rotura de Kriger. Estaba perdido, hecho trizas, y cuyos pedazos no me importaba
recoger. Pero él lo logró. Me armó de nuevo, me dio consuelo y me regaló nuevas
ilusiones. A mi dolor, lo abrazó y cobijó. Y todo ya no fue tan horrible y
oscuro.
—Sé
que estás pensando –dijo sonriendo.
—¿En
serio?
—Sí,
y quiero decirte que tú también me salvaste.
Me
detuve y arquee la ceja.
—¿Cómo
sabes que pienso?
—Porque
tu mirada cambia, se ilumina cuando piensas en lo que yo significo para ti. Me
alegro por ello porque tú eres todo para mí.
Lo
atraje como si fuera a besarlo pero no lo hice. Mis manos fueron a su rostro y
la yema de los dedos recorrió el marco de su cara, la frente, las mejillas, el
mentón…
—Nunca
hubiera imaginado que me hundiría muerto de amor ante el iris púrpura de un
vampiro.
Sonrió
y sus brazos encerraron mi cintura.
—Tampoco
yo hubiera imaginado que amaría esos ojos… ¿miel? ¿O son canela ahora? –me miró
fijo como buscando el tono, bajo la lejana luz de los faroles de las cabañas.
—Pues,
depende mi estado de ánimo. Ya aprenderás a descifrarlo.
—No
importa, no tengo apuro. Me basta con saber cuando se tornan casi dorados.
Reí
y sonrió.
—Debes
saber que estoy a punto de mutarlos.
—¡Qué
buena noticia! –sus brazos me atrajeron hasta pegarme a su cuerpo, y me besó.
Extrañaba
sus besos. Últimamente bajo la presión de correr por nuestras vidas, y la
tensión que nos había dejado el volcán, creería que hace siglos no intimábamos.
El
calor que provocaron sus besos y el contacto de su piel, no tardó en recorrerme
de pies a cabeza. Como si se extendiera verticalmente desde la tierra donde
pisaba y el fuego se abriera como abanico por cada vena de mi cuerpo. Me aferré
a Chelle mientras lo empujaba al árbol más cercano.
Despegó
sus labios para tomar aire y sonrió contra mi boca.
—¿No
crees que estamos muy cerca de que nos vean? –susurró.
—Tienes
razón –cogí su mano y tironee de él hacia las profundidades del bosque.
Cerca
de la cañada, me detuve. Sin dejar de mirarlo a los ojos quité mi camiseta y
jadee. Podía sentirse aún un olor desagradable en el medio ambiente, pero el
perfume de Chelle, ese tan exquisito y caro que encendía mis sentidos, logró
que olvidara la huella del volcán.
Él
no tardó ni diez segundos en desnudarse, siempre me ganaba en tiempo, aunque
juro, no me molestaba en absoluto. No había entre nosotros competencias ni
trofeos para cualquiera de los dos. Chelle no se parecía en nada a Kriger, y
yo… Yo tampoco era el mismo de antes que podía frustrarse por tonterías.
No
podíamos meternos en el agua, y tampoco recostarnos en la hierba, sin embargo
un gran tronco caído que yacía atravesado, sirvió de perfecta silla para el
amor. Sentado a ahorcajada de él sus manos fuertes me atenazaron. Como si a mí
se me hubiera ocurrido la loca idea de escapar.
Nuestros
ojos se encontraron segundos antes de devorarnos a besos. Amaba sus gemidos en
compás con los míos. Amaba su piel fría tornándose caliente bajo mis manos.
Desordenar su cabello, el deslizar de sus colmillos por mi cuello, y ese
silencio de alrededor que sabíamos romper tan bien.
Amaba
todo de ese Huilliche. Y amaba en qué me convertía yo cuando estaba con él.
Entró
en mí con lentitud, buscando en mis ojos tal vez la aprobación.
Sonreí
contra sus labios.
—¿Acaso
crees que te diría que no?
Sonrió
y antes de volver a besarme balbuceó.
—Es
solo protocolo.
Era
tan correcto en todo, en cada acto de su vida. Un señor, un caballero sin la
armadura, romántico empedernido. Mi antítesis, pero mi complemento.
Nuestras
caderas se movieron al compás de nuestros gemidos. Entonces ese trozo de bosque
que poco antes había estado envuelto en muerte y desolación, vibró por nuestros
latidos. Pareció renacer entre las cenizas. Es que el amor es eso… Vida.
Scarlet.
Ya
había caído la noche y no había podido encontrar a Grigorii. Traté que la angustia no me ganara para poder
usar mi don de visualizarlo y poder hallarlo sano y salvo. Caminé muchas horas
adentrándome en el bosque, llamándolo a gritos. Mi móvil había quedado sin
batería y eso me desesperaba.
Muchas
veces me detuve para estudiar el paisaje. Es que la imagen de mi amado era
nítida y contundente. Lo que no era tan claro era el sitio exacto. La
vegetación era muy similar en la mayoría de los sectores. No había algo
específico que me llevara hasta él. Ni roca, ni lago, ni cartel, que pudiera
servirme de dato.
De
pronto, recordé la pulsera de Bua. Acaricié el cuero y rogué porque encerrara
algo de magia. Me senté en un montículo de tierra y ceniza. Estaba agotada pero
no cesaría la búsqueda. Solo me tomaría unos minutos para desentrañar el
misterio de aquel amuleto. Adrien siempre señalaba que el bosque era de los
Samis y los lobos. Entre ellos había una extraña relación. Era su tierra, pero
ante todo un respeto por la naturaleza. Cuando los aborígenes y lobos cazaban
no lo hacían por diversión, necesitaban del alimento para subsistir. Nosotros
tampoco matábamos por hobby, pero yo sabía que este lugar que me rodeaba no me
pertenecía. Era una extraña, que debía pedir permiso.
Cerré
los ojos mientras las yemas de los dedos se deslizaban por el amuleto.
—Por
favor –rogué—. Si hay algún espíritu del bosque, necesito encontrar a Grigorii.
Ayúdame.
Todo
era silencio, ni trinos, ni grillos, ni aullidos. Nada…
Intenté
visualizarlo nuevamente. Lo vi… Otra vez entre malezas, sentado junto a un fuego
improvisado. Y un niño… Un niño dormido entre sus brazos.
Abrí
los ojos pero todo era penumbra. No había luz de fogata a la redonda. Volví a
acariciar la pulsera.
—Por
favor… Necesito encontrarlo.
Un
ruido entre los arbustos de la izquierda hizo que girara mi cabeza. Dos lobos
negros me miraban fijo.
Me
puse de pie lentamente. No deseaba asustarlos y mucho menos luchar contra
ellos. Yo era la extraña en sus tierras. Solo los observé por instantes
mientras ellos parecían estudiarme. Noté que sus ojos brillosos apuntaban a mi
mano derecha. De inmediato me di cuenta que la pulsera les había llamado la
atención. ¿Les había llamado la atención? ¿O parecía que la reconocían?
—Estoy
de paso –hablé—. Solo quiero hallar a mi humano. Él tampoco es de aquí. No me
llevaré nada que no sea mío.
Uno
de los lobos giró y echó andar por un sendero semi cubierto de maleza. Después
de un trecho corto se detuvo y me miró.
Sonreí.
—Sí,
por favor. Llévenme con él.
Bernardo.
Serían
las siete de la mañana cuando me desperté gracias al abrazo tibio y
reconfortante de mi amada Sabina. Entreabrí los ojos y noté su iris dorado
recorriéndome con lujuria. Sonreí y restregué los ojos.
Antes
de balbucear un “buen día” sentí sus labios deslizarse por mi pecho.
—Cariño…
¡Qué maravilloso despertar!
Entornó
los ojos y fue bajando hasta mi abdomen. Sentí las suaves yemas de los dedos
abriendo camino bajo la sábana.
El
móvil sonó en la mesa de luz y a regañadientes lo cogí. Miré la pantalla y
gruñí.
—Mmm…
Es Tim. ¿Por qué tan inoportuno? Siempre es tan ubicado y perfecto.
Sabina
rio y me abrazó por la cintura. Recostó su cabeza en mí mientras yo atendía la
llamada.
—Tim…
¿Todo bien? ¿Ya están regresando a la reserva?
Silencio…
Escuché su respiración agitada.
Me
senté de un impulso en la cama y volví a preguntar.
—Tim,
¿Todo bien?
“No.”
—Pero…
Anoche Louk me dijo que estaba todo controlado. El volcán cesó la actividad. En
la tv lo vimos con Sabina.
“Es
que la inundación llegó a las calles y…”
—Tim,
¡dime! ¿Liz? Las noticias no hablaron de otro tsunami.
Sabina
se incorporó y me observó asustada.
“Bernardo,
la inundación fue controlada, el agua bajó pero… Bernardo, Drank tuvo un
accidente.”
Me
puse de pie de un salto.
—¿Qué
clase de accidente?
“Pisó
una parte de la calle inundada y parece que debajo del agua había una
alcantarilla destapada. La fuerza del agua la levantó.
—Cielos,
¿está herido? ¿Lo llevaron al hospital?
“Bernardo…
Drank desapareció.”
¿Qué?
¿Cómo que desapareció?
“Lo
tragó un remolino.” Supongo no lo vio. No quisimos avisarte porque pensamos que
sería fácil el rescate. Pero Douglas le extendió la mano y no alcanzó a
aferrarse, desapareció. Todos estamos buscándolo. La policía también…”
—¡No
puede ser! Voy para allá. Iré con algunos de aquí. Tranquilo, lo encontraremos.
“Bernardo…”
Lo escuché llorar.
En
ese instante me di cuenta que no tenía muchas esperanzas y me aterré.
—¡Dime
dónde están!
“En
la avenida Weissels Gate. Frente a la Universidad.”
—Tranquilo
iré con ayuda.
Sabina
ayudó a vestirme lo más rápido posible, cogí el móvil, la chaqueta, y abrí la
puerta de la habitación. Frente a mí, el rostro asustado de Gloria. Empalidecí.
—Gloria…
Es Drank… Dime que estará bien –dije casi en un susurro.
Ella
me miró angustiada.
—Dime
Gloria, todo lo que sepas. Cuanto antes mejor.
—Salvar
Al cuarto guardián no depende de nosotros.
—¿De
quién? Dime, porque lo iré a buscar al mismo infierno para que nos ayude.
—Tú
no lograrás traer. No vendrá por ti.
—¿Qué
dices? ¿Quién?
—El
amor debe vencer al odio, es la única forma. Me lo dijo el lobo blanco.
Sabina
interrumpió la charla.
—Bernardo
debes intentarlo, ve de todas formas. No puedes quedarte aquí de brazos
cruzados.
—Tienes
razón –miré a Gloria—. Haré lo imposible por rescatarlo. Tranquila. A veces el
futuro puede cambiar.
Salí
de mi cabaña a pedir ayuda y dirigirme a la ciudad.
Sabina.
Senté
a Gloria en el sillón de mimbre y preparé una leche caliente para las dos. Yako
dormía por suerte porque necesitaba hablar con mi pequeña y sonsacarle algo
más.
Me
senté frente a ella mientras bebíamos la leche.
—Gloria,
¿puedes decirme algo más? ¿Por qué papá no puede salvarlo? Irá con varios de
nosotros.
Ella
bebió un sorbo y mantuvo el rostro apenado.
—Porque
no lo encontrarán. Los lobos no lo encontrarán y el morirá solo –se echó a
llorar.
—Cariño…
—acaricié su cabellera pelirroja—. Seguro que los vampiros sí. Cualquiera de
los Craig puede ayudarnos.
—Mami…
Dijo el lobo blanco que solo un vampiro tiene los dones que se necesitan.
—¡Dime
quién es! Le diremos que nos ayude.
Negó
con la cabeza dubitativa.
—Es
que me temo que… Él no querrá.
Anouk.
Quité
un pastel recién horneado y lo apoyé en la encimera. Estaba muy cansada pero no
había podido dormir esperando el amanecer, deseosa de reencontrarme con Drank.
A él le encantan los pasteles de fresas que había aprendido a cocinar. Sé que
era muy torpe en la cocina pero poco a poco había logrado hacer ricos platillos
para él.
Peiné
mi largo cabello con los dedos y suspiré. Pronto llegarían los chicos desde la
ciudad. Las noticias habían anunciado buenos augurios en lo sucesivo. Sin
embargo, estos trágicos días no se olvidarían para los habitantes de Kirkenes.
Tres
golpes sonaron en la puerta y corrí atravesando la pequeña sala para abrir y
encontrarme con los ojos miel que tanto amaba. Aunque confieso, ni siquiera
pensé porque Drank llamaría a la puerta y no entraría directamente.
La
respuesta estaba tras la puerta. No era él quien había llamado. Sino Rita, y
también estaba Sabina y Luna.
—Hola
–saludé confusa.
—Anouk…
Mi
sonrisa desapareció.
Siempre
odié que alguien no respondiera el saludo con una frase común, sino con mi
nombre. Para mí el “Anouk” reemplazando un “hola” o un “qué tal” no sonaba a
buen comienzo. Y no me equivoqué.
—¿Qué
ocurre? ¿Drank? ¿Los chicos? ¿Ya volvieron?
—Anouk,
¿podemos pasar?
—Sí…
—me hice a un lado mientras mi corazón latió más fuerte.
Sasha.
Sequé
mis lágrimas mientras buscaba el pasaporte de Mijail y lo introducía en su
bolso. Él terminó de vestirse acongojado y murmuró.
—Debo
estar tranquilo o no me materializaré.
—No
hay otra forma, querido. El aeropuerto de Kirkenes no está liberado.
—Lo
sé.
Acomodé
su chaqueta en los hombros y acarició mi cabello.
—No
dejes de tenerme al tanto. Nuestra hija estará desesperada.
—Te
llamaré en cuanto pueda. No sé si las señales de comunicación serán buenas,
pero no te preocupes, estaré junto a Anouk en este difícil momento.
—¿Hablaste
con Sebastien?
—Antes
de entrar a la ducha pude comunicarme, y las noticias no son alentadoras. Pasó mucho
tiempo sin encontrarlo.
—Cielos
–sollocé—. Es tan buen chico, ¿verdad? No se merece un final así.
—Creo
nadie lo merece. Morir solo sin tus seres queridos rodeándote…Y su padre tan
lejos.
—Es
verdad… ¿Sabes qué pienso y me apena?
—¿Qué?
—No
pudimos entregarle el águila bicéfala.
—Ni
me lo recuerdes. No sé por qué Iván se comportó así. Quizás si todo sale bien, cuando
se entere de cómo ha sufrido Anouk, entienda que es lo que ella ha elegido para
ser feliz… Quizás se arrepiente y formaremos una familia junto a ese chico.
Aunque sea un lobo leñador, eso no es importante.
—Pues…
Titubee
y me miró fijo.
—¿Ya
lo sabe?
—Sí,
lo llamé y le conté de lo ocurrido.
—¿Y
qué te dijo?
—Bueno,
que lamenta los hechos y le envía un gran beso a su hermana.
—¿Nada
más?
Sabes
que no es muy expresivo en sus sentimientos… Sé que no deseará el mal.
—No,
pero tampoco le preocupa demasiado, ¿verdad?
—Mijail…
Se
acercó y me dio un beso suave en los labios. Intentó sonreí pero su iris estaba
cubierto con un velo de tristeza.
—Recemos
a los Dioses porque todo salga bien.
—Sí
querido. Cuídate. Y dale un gran abrazo y beso a nuestra hija. Contenla, yo no
quise atosigarla, debe estar desesperada y ocuparle el móvil no es lo
aconsejable.
—Tranquila.
Te llamaré. Ahora déjame solo en la habitación. Debo concentrarme o no lo
lograré.
—Sí,
suerte cariño.
Cerré
la puerta en silencio y me dirigí a la
sala. Me senté en el sofá cerca del ventanal.
Mi
café estaba helado. Desde la trágica noticia mi día se había revolucionado.
¿Cómo podía ayudar a Anouk desde tanta distancia? A pesar de los kilómetros que
nos separaban podía sentir su dolor. Desgarrador… Me puse en su lugar… Perder a
Mijaíl y en una situación así… Ella que había luchado tanto por conseguir el
amor.
Sentía
tristeza pero también rabia. ¿Por qué le sucedía esto a ellos dos que se amaban
tanto? Tantos seres despreciables en el mundo… ¿Por qué a ellos?
Durante
el tiempo que pasé sentada en el sofá, recibí varios llamados de Natasha, de
Demetri, y de Svetlana. Estaban preocupados por Drank y por su hermana. Iván…
Iván no me llamó. Cierto que mostró pesar por la angustia de Anouk, sin embargo
supe que Drank no le importaba demasiado. Lo que él no entendía que la
felicidad de su hermana estaba ligada a la aparición con vida de Drank.
Recuerdo
que al contarle lo sucedido entre lágrimas, suspiró.
“Mamá,
no te pongas mal. Todo saldrá bien. Dale un abrazo a Anouk de mi parte. Yo…
Debo entrar a dar la conferencia sobre “Antropología biológica”. No me darán
otra fecha para exponer. Si logro esto seré reconocido a nivel mundial.”
—Lo
sé, quise acompañarte con tu padre e insististe que te pondrías nervioso por
eso…
—No
estoy reprochando que no me hayan acompañado a Bélgica, sé lo que les dije…
Pero tengo la cabeza puesto en ello y por otra parte sé que Anouk saldrá bien
de esta tragedia.
—Ivan,
no hables como si todo estuviera perdido.
—Tú
has dicho que su búsqueda fue infructuosa y ya han pasado veinticuatro horas.
Solo soy realista. Mamá, te prometo que viajaré para verla en cuanto termine la
Conferencia.
—Sí,
está bien, hijo. Cuídate y te deseo mucha suerte.
Respiré
profundo y recosté la espalda en el sofá. Mis ojos pasearon por el atardecer de
Moscú. Un sol de otoño, débil y tibio, bañaba las cúpulas y edificios grises.
La plaza había perdido en este último tiempo el verde característico del
verano. Y las hojas ocres decoraban las cabelleras de los árboles y las aceras.
Un paisaje típico otoñal que pronto se despediría dando la bienvenida al frío
invierno.
Los
inviernos en familia siempre fueron maravillosos, a pesar del crudo clima.
Estas paredes habían sabido guardar el calor de un hogar unido. Aún suena en
mis oídos las voces de mis hijos, los desayunos compartidos, las risas, las
discusiones. Todas las familias tienen conflictos entre sus integrantes.
Nosotros éramos siete, ¿cómo no tener desacuerdos? Sin embargo tarde o temprano
priorizábamos el amor que nos teníamos.
Hoy
por hoy, el hogar había quedado en silencio. Por supuesto, los hijos crecen y
tienen su vida, trabajo, amor… Confieso que me había costado notar que ya no
dependían de nosotros, de sus padres. Es que al contemplarlos crecer, sabes que
algún día la independencia llegará y no te necesitarán a menudo. Es obvio, ¿qué
padre no lo sabe? Pero nadie te prepara para ello. ¿Cómo lo llama Demetri? Ah
sí… Síndrome del nido vacío.
La
llamada de Natasha me sacó de los recuerdos para volver a la realidad, a la
triste realidad. Drank estaba desaparecido, y las opciones de hallarlo con
vida, eran pocas a medida que el reloj avanzaba. No pude comunicarle noticias
alentadoras, solo que Mijail ya estaría con Anouk para acompañarla. Lo mismo
ocurrió veinte minutos después con Svetlana. El único aliciente para mí fue escuchar
la voz de mi nieta a través del móvil.
“Hola
abu”
—Hola
cariño, ¿estás portándote bien?
“Sí,
siempre.”
Sonreí.
Era poco probable que así fuera. Milenka era bastante traviesa e inquieta y
sabía que tenía a Gisele en vilo a cada momento del día. Pero también era señal
de su energía y buena salud.
Me
puse de pie y fui a la cocina por un nuevo café. Vertí el líquido frio de la
taza y encendí la cafetera. Un mensaje de whatsapp de Bianca respondió el mío
de esta mañana.
“Estoy
bien querida amiga, Odette también. Solo que consternados con lo de Drank.
Tranquila, haremos lo imposible para encontrarlo. En cuanto a Scarlet, no podrá
usar su don. Ha estado buscando a Grigorii por muchas horas y está agotada”
Contesté
rápidamente.
“¿Lo
ha encontrado?”
“Sí,
en el bosque. Fue una suerte. Las temperaturas a la noche en Kirkenes ya son
muy bajas.”
“Me
alegro”.
“Sasha,
pensé en Iván, quizás pueda ser de gran ayuda.” ¿Sabes si vendrá?”
Me
tomé mi tiempo para responder… Quizás lo suficiente para que ella se diera
cuenta. Al cabo de unos minutos escribió…
“Entiendo.”
Acongojada,
deposité el móvil en la encimera. Conocía que ninguno de mis hijos era
insensible y malvado. Solo que… Justo Drank e Iván… Justo estos dos que no se
llevaban bien…
¿Quién
podría obrar el milagro de que mi hijo dejara tan importante acontecimiento en
Bélgica y ayudara a encontrar a su peor enemigo? Drank, para él, había sido el
culpable de la tristeza de Anouk por conseguir su amor. De haber sufrido varios
desplantes mientras intentaba conquistarlo. Y después, de hacerle llevar una
vida con carencias y sacrificio. No podía explicarle a Ivan que ese camino con
espinas recorrido por su hermana a veces es parte del amor. Lo importante era
el presente, lo que ambos sentían uno
por el otro y que a ella se la veía feliz. ¿Pero cómo entendería si jamás se
había enamorado? Estaba convencido que Anouk se equivocaba y era otro más de
sus caprichos. Capricho que le había salido caro, rechazando ofertas de trabajo
prestigiosas y sumiéndola en una vida de tareas duras en el medio de un bosque
de animales salvajes.
Anouk.
El
mundo se vino abajo. La noticia de Drank desaparecido había partido mi corazón
en dos. Es que con el correr de las horas se apagaba la ilusión de encontrarlo
con vida. Quería despertar de esta pesadilla, no podía ser real que el destino
me arrebatara la felicidad. Nunca hubiera imaginado que Drank, que había
luchado tanto por su vida, la perdiera de esta forma tan absurda. ¿Y yo? ¿Qué
haría sin él? No, no quería pensar que nuestra historia de amor terminara así.
Creo
que grité y lloré tanto por el dolor que varias lobas intentaron contenerme sin
éxito. Después de la desesperación surgió la acción. Hice lo que cualquier
hembra hubiera hecho en mi situación. No quedarme de brazos cruzados sollozando
en un rincón. Así que a pesar de los consejos cogí mi móvil y corrí a toda
velocidad hasta la ciudad. Debía estar ahí, si era preciso bajar y rastrearlo
por cada túnel subterráneo, lo haría.
Sin
embargo, mi intención no bastó. Debido a mi estado delicado sufrí un desmayo y
Vinter tuvo que sacarme entre el agua y la oscuridad. Me desperté en una cama
del hospital. Lo primero que contemplé fue a mi padre. Lucía preocupado y
triste. Intenté ponerme de pie de un salto para continuar la búsqueda pero la
habitación giró como carrusel y mi padre se apresuró a sostenerme.
—Anouk,
tranquila. Toda la guardia Civil lo busca y tus amigos. También los Craig. Lo
encontrarán. Ten fe.
—Debo
ir, necesito ir…
Lo
cierto es que mis piernas no me sostenían. No podía volver a las alcantarillas,
era una realidad que me rehusaba a reconocer.
Mi
padre acarició mi cabello mientras yo secaba las lágrimas.
—Papá,
nunca fui tu orgullo como mis hermanos, siempre te he dado más trabajo,
¿verdad? Ni siquiera ahora sirvo para algo.
—No
digas eso –sonrió—. Has tenido muchos triunfos y me he sentido orgulloso. Mira
todo lo que has logrado tú sola. Acostumbrada a los lujos y sin embargo por
amor no te ha importado nada de eso. Es de valientes jugarse por lo que siente
el corazón. Como lo ha hecho Demetri o Svetlana en su momento. ¿Recuerdas?
–sonrió.
—Sí…
Aunque Natasha e Ivan nunca les dieron dolores de cabeza –murmuré.
Una
enfermera interrumpió entreabriendo la puerta.
—Señorita
Gólubev, ¿cómo se siente?
—Mejor,
gracias…
Creo
que dijo algo más, pero ya no la escuché. Una idea había surgido en mi cabeza.
Una idea descabellada y casi imposible. Sin embargo, debía intentarla.
Cogí
el móvil y pulsé el número de aquel último ser en el mundo que querría ayudar a
Drank. Quizás… Quizás lo haría por mí.
Respiré
profundo después de escuchar el sonido de llamada y su voz…
“Anouk”
—Ivan…
Te necesito, por favor. Solo escúchame…
Genial fragmento me encanta tu nieva cabecera. Ojala puedan salvar a Drank te mando un beso
ResponderEliminarMuchas gracias amiga, me alegro que te haya gustado. Veremos que ocurre con la desaparición de Drank. Un beso grande y gracias por comentar.
EliminarHola, Lou... ¡Ya lo he leído! Y ha sido un placer
ResponderEliminarLo primero que quiero decirte es que me han encantado las descripciones que haces... son muy buenas
La Reina del Mar, Liz, lo ha conseguido... y cuánto me alegro
Sí, hay mucho que reconstruir... y ojalá no vuelva a despertar el gigante de fuego
Gina intenta consolar a Kira... pero qué difícil hallar consuelo cuando has perdido a quien amas... me temo que hay heridas que no cicatrizan
Estoy de acuerdo con Mike... Chelle es un caballero sin armadura y un romántico
¡Pobre Anouk! ¡Qué disgusto! Pues creo que es Ivan el vampiro que puede salvar a Drank
Sé que no le gusta Drank, que no lo acepta... pero no creo que soporte ver a su hermana infeliz
La pulsera de Bua ha ayudado a Scarlet... y Sasha y Mijail son unos padres encantadores
Gloria ha dicho que el amor debe vencer al odio... yo creo que eso no es difícil... el amor es más fuerte sin duda
Has publicado un muy buen capítulo, Lou... y permite que vuelva a llamarte Escritora con mayúscula
La portada también me encanta, no quiero irme sin decírtelo
Muchos besos
¡Hola Mela! Gracias como siempre por comentar con ese cariño y por tu halago. De verdad te lo agradezco de todo corazón.
EliminarEl gigante de fuego creo que no despertará, ya he hecho bastante daño en Kirkenes y además ha dado una lección importante. Con la unión todo se logra.
Gina intenta consolar a Kaira pero cada uno debe vivir su propio duelo, de todas formas ha tenido una buena actitud.
Chelle es el amor de Mike y viceversa. Pienso que he logrado una feliz pareja.
Tienes razón, opino lo mismo. Ivan tiene rencor hacia Drank pero su hermana es lo que quiere y deberá bajar la guardia. Pienso... porque aún no sé que hará.
Gloria siempre dice frases contundentes aunque se nota que no confía demasiado en el vampiro rubio. Veremos que ocurre.
¡Qué bueno que te guste la portada! No tengo mucha experiencia pero va con cariño.
Gracias querida escritora y amiga. Muchas gracias por acompañarme siempre. Besos miles y genial fin de semana.
Ojala viniera la reina del mar a apagar el volcan que tenemos en España en una isla.Si es Ivan el que puede salvar a Drank lo tiene que hacer.Los padres estan conformes con la relacion de la hija,la familia tiene que apoyar.Me ha gustado mucho el capitulo.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por leerme y comentar.
EliminarOjalá hubiera una Liz para apagar el volcán en España. Espero de todo corazón que la situación mejore muy pronto.
La familia ha aceptado a Drank porque sabe que ella es feliz. Debemos confiar que Ivan así también lo crea.
Gracias querido amigo. Un gran abrazo y feliz fin de semana.
¿Qué ha sido de Liz? Yo, siempre preguntando.
ResponderEliminarTe sigo leyendo con mucho interés.
Beso
¡Muchas gracias Ignacio! Liz se sabrá el próximo capi. Estará agotada y descansando y supongo que ignora lo de Drank. Veremos que ocurre. Te agradezco mucho que me leas y comentes. Un gran abrazo y feliz semana.
EliminarESTE CAMIÓN ──────▄▌▐▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▀▌
ResponderEliminar───▄▄██▌█ ░VA CARGADO DE MUCHO,---- ░▐
▄▄▄▌▐██▌█ ░░░AMOR!░░░____ ........****▐
███████▌█▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▄▌PAZ Y PROSPERIDAD*♥ Feliz año 2022. Besos.
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