Nuevo capítulo para ustedes. Gracias por esperarme. Feliz semana.
Capítulo
54.
Descontrol.
Grigorii.
Aceleré
la patrulla todo lo que podía el motor, mientras por el espejo retrovisor veía
como el mar comía calle tras calle. Aterrados los periodistas no cesaban de
rezar. Pudiera ser que sirviera, quizás. Yo solo pensaba en Liz… ¿Dónde estaba?
¿Había sucumbido bajo las furiosas aguas del Mar de Barents? ¿Y Lenya? Scarlet había
dicho que él la acompañaría en la misión difícil de detener el tsunami.
De
pronto, en una esquina, como a tres manzanas atrás, una moto giró y cogió la
calle. Agudicé mi vista en el espejo retrovisor… ¿Lenya? ¿Conducía Lenya? Bajé
la velocidad para que me alcanzara. Dicho sea de paso no tuve que esperar
demasiado, la moto parecía volar por el asfalto y en pocos segundo estuvo a la
par de la patrulla. Pude observar a Liz sentada como acompañante, sin embargo
no iba de forma tradicional sino al revés, de espalda a Lenya. Bajé el cristal
de la ventanilla y grité.
—¡Ey!
¿Todo controlado?
Liz
no me miró, su vista estaba fija al final de la calle. Lenya giró la cabeza y
ordenó.
—¡Apresúrate!
¡Acelera todo lo que puedas, y sígueme!
—¿Qué?
¿Pero el mar está controlado?
No
contestó aumentó la velocidad hasta ubicarse unos veinte metros delante de mi
coche. Entonces vi a Liz, ahorcajadas en el asiento, sus ojos parecían mirarme
pero no, no era a mí. Levantó lentamente sus palmas a la altura del pecho como
si cerrara una puerta. Uno de los periodistas me alertó.
—¡Quieren
que te detengas! Quizás necesiten ayuda. Haremos lugar en el coche.
Otro
agregó.
—¡Escuche
oficial, quiere que nos detengamos!
Mis
ojos fueron directo al espejo. Respiré profundo.
—No
es un mensaje para mí. Es al mar que avanza detrás de nosotros.
Los
dos giraron la cabeza y un silencio invadió el interior y luego el pánico.
—¡Dios,
nos cogerá! ¡Moriremos!
—No
si ella lo logra –pensé en voz alta sin quererlo.
—Pero…
pero, ¿cómo detendrá el mar? –tartamudeó uno de ellos—. Es un simple ser
humano.
No
respondí, no podía confesarle que ella no era un simple ser humano. Era una vampiresa
con poderes. Era la Reina del Mar. Y si ella no lograba detener el tsunami
nadie más podría hacerlo.
Presioné
el acelerador a fondo y traté de seguirlos. Durante varias manzanas parecía que
íbamos por buen camino. Observaba el agua golpeando jardines y paredes de casas
con una furia incontrolable, pero nosotros lográbamos mantenernos a gran
distancia. Hasta que mi fino oído alcanzó escuchar el grito de alguien, más
específico el de un niño. Frené la patrulla y abrí la puerta.
—¿Qué
rayos haces? –Gritó uno de los periodistas— ¡Regresa y conduce! El mar nos
alcanzará.
Haciendo
oídos sordos me quedé quieto unos instantes… El llanto… ¿De dónde venía?
—¡Vuelve
aquí! ¡Moriremos!
—¡Cállate
idiota! ¡No puedo escuchar!
De
pronto, lo ubiqué. El llanto provenía desde una casa, sin embargo no veía al
niño.
—¡Ey!
¡Vine a ayudarte! ¡Dime dónde estás!
Entre
las exclamaciones de los ocupantes de mi patrulla que deseaban que dejara todo
atrás y regresara, escuché el grito lloroso.
—¡Aquíiii!
¡Aquíiii!
La
voz venía del jardín de una de las casas.
—¿Dónde
estás? –Grité con desesperación.
Tenía
poco tiempo, lo sabía.
—¡Estoy
aquí! –lo vi ponerse de pie detrás de un arbusto. Tendría ocho años.
Corrí
a toda velocidad pero las rejas de los portones estaban cerradas. Intenté abrir
el candado con mi fuerza sobrenatural pero ante un odioso “click” supe que se
había partido en el interior, demoraría demasiado en liberarlo, así que hice lo
que me parecía más coherente… Usar mi fuerza para derribar las rejas.
—¡Idiota,
si no regresas ahora conduciré yo! ¡Te dejaremos con el desgraciado niño!
—¡Infeliz,
moriremos todos! –gritó otro.
Sin
hacer caso a esos patanes derribé los portones y entré al jardín.
—¡Vamos,
corre! ¡Ven conmigo!
El
niño corrió hacia mí y lo sujeté entre mis brazos.
—Todo
saldrá bien, tranquilo.
Me
apresuré para llegar a la patrulla pero el ruido del motor arrancando me
paralizó.
—¡No
se vayan! —salí hacia la calle gritándoles
El
niño comenzó a llorar mientras el coche cogía la calle a toda velocidad
dejándonos atrás.
—¡El
agua! –el chico señaló con terror más allá de la esquina. Mis ojos recorrieron
alrededor. No había escalera que permitiera subir a la terraza, solo los marcos
de las grandes ventanas y puerta. No lo lograría, menos con el niño en brazos.
Frente a las casas no había vereda, sino un sendero sinuoso que parecía
perderse en la zona boscosa. Una pendiente de arbustos y follaje mustio se alzaba
hacia el corazón del monte.
Pero
no tendría tiempo de llegar a una altura necesaria. Eran segundos que me separa
de la gran masa de agua que avanzaba hacia nosotros. Quise cerrar los ojos pero
ni siquiera podía, tenía al niño conmigo y eso hubiera sido como abandonarme.
No podía darme ese lujo. Él dependía de mí.
Entonces,
sucedió… El tsunami pareció detenerse a metros de mí. La masa de agua comenzó a
elevarse como si tuviera una gran muralla invisible… No era un milagro… Era
Liz. Había regresado. Lenya la esperaba con la moto encendida. Ella… ¿Cómo
explicarlo? Parecía sacada de un libro de Harry Potter. Su cabello largo y
rubio danzaba con la brisa y las palmas de sus manos mágicas, frenaban la
fuerza de la naturaleza imponente.
—¡Corre!
–Gritó Lenya— ¡Hacía la cima!
Obedecí
sin protestar, sin dudar que lo que un vampiro me diría sería lo adecuado.
Corrí con el niño con todas mis fuerzas humanas, bueno… humanas y algo más.
Scarlet.
Corté
la llamada y miré furiosa a Vikingo.
—¡No
me atiende! ¿Puedes creerlo? ¡Sabe que estoy nerviosa por él!
—Tranquila,
no podrá. Quizás esté sacando gente de las casas de una planta. Esas familias
no podrán ponerse a salvo.
Vikingo
se sentó en la acera. Lucía realmente agotado. Quitó la gorra y deslizó su mano
por el sudor de la frente. Al menos no queda nadie en las calles. Debemos
ponernos a salvo. Vamos a la jefatura, nos quedaremos en el tercer piso por si
el agua llega hasta aquí. Los chicos de
la reserva ya están en el hotel. Es una suerte que hayan querido
colaborar.
—Es
que ni siquiera Lenya ni Liz me contestan. ¿Si perecieron? –mis ojos se
llenaron de lágrimas.
De
pronto vimos un coche a toda velocidad avanzar por la calle principal. Era la
patrulla de Grigorii.
—¡Ahí
viene! –grité feliz.
—¿Lo
ves? Te dije que iba a estar bien.
El
patrullero siguió de largo sin aminorar la carrera pasando frente a nosotros.
—¡Grigorii
no iba con esos hombres!
—¿Qué
dices, Scarlet? Es su patrulla.
—Vikingo,
tengo más vista que tú. Grigorii no estaba allí.
—¿Estás
segura? –Se puso de pie—. Vamos, los seguiremos en mi patrulla.
Así
fue, a toda velocidad logramos tener una distancia de medio kilómetro. Sin
embargo aún no los alcanzábamos lo suficiente para adelantarlos y cruzar la
patrulla o pedir que se detuvieran. La sirena que Vikingo había activado y
retumbaba en cada calle solitaria de la ciudad, parecía no importarles. Como si
estuvieran fuera de sí, como locos desquiciados escapando del infierno.
—Huyen
de algo, Vikingo. Es el tsunami, seguro que es por ello.
—No
veo el mar entrando en las calles.
—Quizás
Liz lo logró. ¿Pero qué ocurrió con Grigorii? –mi voz llena de angustia tembló.
Ni
siquiera tuve tiempo de ponerme a llorar. Una gran explosión rompió el asfalto
en mil pedazos y una llamarada de fuego se elevó por los aires junto a la
patrulla de Grigorii, convirtiéndola en segundos en miles de añicos.
Abrí
la boca impactada ante el fenómeno y las muertes de esos humanos ante mí,
mientras Vikingo frenaba con fuerza el coche para no ser comidos por la inmensa
grieta que partió la calle en dos.
—Hay
que salir de aquí, son las tuberías de gas. Hay demasiado calor debajo de la
tierra. ¡No pensamos que ocurriría!
—¡Sal
tú! Seguiré buscando a Grigorii.
—No
te dejaré sola, Scarlet. Pero no podemos seguir por el asfalto, hay que buscar
otra vía.
Otra
explosión similar ocurrió dos calles adelante, le siguió una más a cincuenta
metros tras de nosotros. La patrulla cimbró bajo las ruedas y partió el chasis.
—¡Salgamos
de aquí!
Yo
estaba inmóvil, en estado de shock. Había visto muchos hechos impresionantes a
lo largo de mi vida, sin embargo… nunca como lo que mis ojos estaban
contemplando. Las calles iban explotando como cráteres una tras otra.
Solo
atiné a reaccionar cuando Vikingo abrió mi puerta, y aferrando mi brazo me sacó
del asiento con rostro desencajado. Todo esto nos superaba. No hubiéramos
estado jamás preparados para algo así… porque jamás lo hubiéramos ni soñado.
En
ese instante gritos que venían del Edificio de Justicia provocó que miráramos
hacia la derecha.
—¡Scarlet!
¡Oficial! ¡Aquí! ¡Suban rápido!
Era
Bua, que nos llamaba para ponernos a salvo, desde el final de las escaleras de
mármol de la enorme construcción. Junto a ella pronto reconocí a Asgard Nilsen,
Defensor de Menores de Kirkenes.
Corrimos
y subimos con rapidez hasta llegar a ellos.
—Vamos,
pasen –la loba sonrió—. Con ayuda de algunos funcionarios y autoridades hemos
resguardado a las personas en los pisos más altos. El edificio es muy grande y
por suerte muchas familias están a salvo aquí.
—Tengan
cuidado al pisar –Asgard iluminó con una linterna una escalera interior—.
Tuvimos que cortar la electricidad con la primera explosión.
Vikingo
tambaleó, parecía mareado. Realmente había trabajado sin comer y sin descanso.
Asgard lo ayudó a subir ofreciendo su hombro para apoyarse.
—Yo
debo volver por Grigorii –me detuve—. No estaré en paz hasta que lo encuentre.
—No
puedes salir –la loba se acercó a mí. Me miró con sus ojos canela brillantes y
susurró—. Hay pocas posibilidades de sobrevivir… Aunque seas un vampiro.
—Me
iré de todos modos.
—Sé
sensata.
—¿Qué
harías tú si tu hombre estuviera fuera con estás explosiones y un tsunami
amenazando? ¿Dime?
Nos
miramos por segundos. Asintió en silencio para luego volver a la carga.
—Escucha,
si caminas por las calles morirás. Intentaremos localizarlo por el móvil.
—No
responde mis llamadas.
—Entonces
menos lo encontrarás. Scarlet, ¿dónde irás a buscarlo?
Mis
lágrimas comenzaron a aflorar.
—¿No
entiendes? Sé qué tengo pocas posibilidades de encontrarlo recorriendo las
calles, pero menos si me quedo aquí. Y en cuanto a morir… No tiene sentido
vivir sin él. Si no me entiendes es…
—Sí,
entiendo –interrumpió.
—Tranquila,
puedo materializarme en distintos puntos de la ciudad. No caminaré por las
calles arriesgándome.
—Okay…
—desprendió una pulsera de cuero y me la ató a la muñeca—. Sé que los vampiros
no tienen la misma creencia que nosotros, pero es una pulsera que me regalo mi
amigo, y está hecha con el cuero de un reno anciano. Lleva la fuerza del bosque
y la protección de la naturaleza. Ella te ayudará.
—Gracias.
Cuando
ella subió rápidamente la escalera en penumbras, observé la gran puerta que me
separaba de las explosiones, acaricié la pulsera, cerré los ojos, y desaparecí.
Drank.
Me
tomé unos segundos para observar el panorama dentro del hotel y beber dos
tragos de café que me había ofrecido Marin. Sobre la baranda del primer piso
del lujoso hotel, había muchos rostros compungidos con la vista fija en la sala
central de planta baja. Mujeres, hombres, niños, que se habían resistido a
quedarse en sus habitaciones. Todos estarían pensando cuando esta pesadilla
acabaría. También yo deseaba saberlo, pero no tenía respuesta a este ataque de
la naturaleza, porque sencillamente en la larga historia del mundo ningún ser
vivo había podido con ella. Solo se detendría cuando ella lo quisiera. Yo
rezaba para que se apiadara de nosotros.
—Todo
controlado en el hotel –Tim palmeó mi hombro y me ofreció agua.
—Gracias,
estoy bebiendo café.
—Ánimo,
lo peor ya pasó. Estoy seguro que Liz podrá evitar que el tsunami llegue a la
ciudad. ¿Te has comunicado con Anouk?
—Sí,
hace unos minutos pero la señal se perdió. Al menos le dije que estábamos a
salvo.
—Bien,
las hembras se ponen nerviosas cuando corremos peligro. Bueno… supongo –sonrió
con tristeza—. No puedo hablar por mí. Hace tiempo que ninguna se preocupa por
mi existencia.
Lo
miré a los ojos y reí.
—¡Y
mira que tienes con qué! No entiendo porque andas siempre tan solo.
—No
son ellas, soy yo. Tú sabes… Parece que cuesta recuperarme del dolor.
—Tú
me dijiste que debía seguir adelante, ¿lo recuerdas? Estaba triste por Liz en
aquella reunión de lobos. Era nuevo y recién me integraba a la manada.
—Lo
recuerdo, sí. Será que es más fácil aconsejar –sonrió.
—Estoy
seguro que te llegará la hora en que encuentres ese alguien especial. No quiere
decir que olvides tu gran amor, sin embargo tienes que ser feliz, te lo
mereces.
De
pronto se escucharon explosiones que hicieron cimbrar los cristales. Los humanos
comenzaron a inquietarse y murmurar. Algunos intentaron bajar las escaleras
para salir a la calle y ver que ocurría.
—¡Vuelvan
a los pisos superiores! –Exclamé—. ¡No se preocupen, están a salvo aquí!
Tim
me ayudó a calmar a las personas y convencerlas de subir a planta alta. Se nos
sumaron Bianca y Marin. En pocos minutos todos volvieron a obedecer aunque la
tensión se respiraba en el aire. George y dos camareros iban y venían por el pasillo con algunos
bocadillos y agua explicando que las autoridades tenían todo bajo control. Al
cabo de diez minutos los humanos parecían más tranquilos y colaboraron bastante
con el orden y en no cundir el pánico. Sin embargo, ¿qué había ocurrido? ¿Qué
eran esas explosiones que sonaban tan cerca?
Charles
entró al hotel, y sus ojos cubiertos con las lentecillas azules se abrieron
asombrados. Bianca se apresuró a llegar hasta él.
—¿Qué
haces aquí? Tu cabaña está fuera del alcance del volcán y del tsunami, no
debiste aventurarte.
—No
te preocupes –bajó la voz—. Me materialicé detrás del hotel. Necesitaba saber
cómo estaban. No puedo comunicarme con ninguno de ustedes. Es aterrador ignorar
si están a salvo.
Bianca
lo abrazó.
—Lo
estamos, al menos por ahora.
—Cariño,
es bueno verte bien y a mi querida Odette ignorando esta catástrofe. Drank,
Tim, Marin, es genial verlos. ¿Sebastien? ¿Douglas?
—Sebastien
en la reserva, no te preocupes, Allí todo está bien.
—Douglas
está ayudando en los pisos superiores –agregó Marin—. Hay mucha gente y hay que
tratar de que no entren en pánico.
—Bianca…
¿Tu padre?
—Está
en una habitación con la tía Mildri. Tuvo que darle el doble de la dosis para
que durmiera. Tiene alzhéimer pero no es tonto.
—Okay…
En cuanto a los Sami escalaron hasta la cabaña. Margaret quedó al cuidado y
conteniéndolos. Escucha… Hubo una explosión a tres manzanas, partió el asfalto
y sale vapor. Las cañerías de la ciudad deben están ardiendo.
George
se acercó apresurado.
—Señora
Craig, un caballero dice que el agua de los grifos está caliente. Tiene razón,
yo mismo lo comprobé.
—¿Qué
haremos? –preguntó Marin angustiada—. Kirkenes ha recibido ayuda de otras
ciudades cercanas pero no darán a basto. ¿Cómo apagaremos el fuego si se
propaga? ¿Y el tsunami? No podremos con todo.
—Tranquila
–la abracé—. Saldremos de esto.
—Mi
hermana, no sé nada de ella, Drank. Ni siquiera Lenya se comunicó.
—Confía
en Liz. Ella podrá detener la gran ola.
Charles
se acercó a las ventanas pensativo. Sus ojos clavados en la calle deshabitada…
Hasta que giró para mirarnos con un brillo de astucia. Era muy inteligente, era
obvio que la gran idea se le ocurriría a él.
—No
tiene que detener el tsunami, solo dominarlo. ¡Hay que comunicarse con Liz!
—¿Qué
estás diciendo? –Bianca lo miró sin comprender al igual que todos nosotros—. El
tsunami no puede llegar a la ciudad, ¿no recuerdas lo que ocurrió en la
inundación?
—No
se trata que el mar entre con fuerza, pero lo necesitamos. Es la única forma
que baje la presión y el calor.
—No
hay forma de comunicarse con Liz o Lenya. Ya lo intentamos –aseguró Marin.
—Hay
que buscar la forma. Trataré de hallarlos.
—Charles,
por favor, no te vayas.
—Bianca,
tranquila –observó alrededor para asegurarse de que no había humanos cerca—.
Hace falta mucho más que un volcán y un tsunami para matar a este viejo vampiro.
Dicho
esto salió por la puerta principal ante la mirada preocupante de todos.
Grigorii.
Había
logrado llegar a la zona más alta del bosque. No miré hacia atrás mientras
corría y trepaba con el niño en brazos. No sabía que había sido de Liz y Lenya.
Solo corrí con todas mis fuerzas y con el solo deseo de ponernos a salvo. Tomé
conciencia de que ya lo estaba cuando contemplé decenas de renos que pastaban
alrededor. Los animales habían buscado refugio en ese alto y claro corazón del
bosque y ellos no podían equivocarse.
Deposité
al niño de pie en el suelo y lloriqueó.
—Perdí
mis tenis.
—No
te preocupes, compraremos otros. Te lo prometo –sonreí—. ¿Cómo te llamas?
—Dam.
—Mucho
gusto Dam, soy Grigorii –extendí la mano y la estrechó.
—¿Quién
era ella?
Miré
alrededor tratando de verificar si podríamos pasar la noche a resguardo. No
tenía idea cuando podríamos salir de allí sin peligrar nuestras vidas. El niño
volvió a repetir la pregunta mientras buscaba en mi mente qué diablos decir
sobre Liz.
—¿Quién
era ella? ¿Es una maga? –insistió.
—Ehm…
Sí, algo así.
—Pero
la magia no existe.
—¿Quién
lo dice?
—Tiny.
Ella dice que el libro que leí del niño mago es toda mentira.
—¿Quién
es Tiny?
—Mi
niñera.
—¿Tu
niñera? ¿Dónde estaba cuando te vi en el jardín?
—Se
fue con Jul, el chofer. Estaba asustada y se olvidó de mí.
—¡Qué
bien! ¡Buena niñera te han buscado tus padres! ¿Y ellos dónde están?
—Mis
padres viajaron por negocios, muy lejos. A Bélgica. ¿Conoces Bélgica?
—No…
Okay… Mira, te diré algo –nos sentamos en la hierba—, la magia sí existe. Y no
debes creerle sobre todo a alguien que te abandonó para ponerse a salvo.
—Pero
yo quise una vez que mis padres estuvieran para fiesta en mi curso, era
importante para mí. Pero no lo logré.
—Bueno,
no todos tienen el don de dominar la magia.
—¿Cómo
se llama ella? ¿La conoces?
—A…
—Sí,
a la maga rubia que nos salvó.
—Se
llama Liz.
—Es
muy bonita, y tiene los ojos raros.
Sonreí.
—Escucha,
debemos descansar. Ven, te cobijaré con mis brazos. Pronto llegará la noche y aunque
es corta sentirás más frio. Procura dormir.
—¿No
vendrán los zombis?
—No
existen los zombis.
—¿Estás
seguro?
—Totalmente.
—¿Volveremos
a ver a la maga?
—Ojalá
Dam, ojalá…
Natasha.
Creo
que llamar a mamá fue peor. No quedé muy tranquila con la situación en
Kirkenes. Sabía que los Craig tenían soluciones para escapar aunque fuera el
último recurso, pero pensaba en los humanos, sí aunque la mayoría me tachara de
superficial.
Sentada
en el sofá frente al hogar apagado, mis ojos estaban fijos en las grises
cenizas. Un volcán en Kirkenes… Nadie lo había imaginado. Al parecer las
cumbres no solo supieron guardar el gran secreto de Adrien, sino su profundo
corazón, cuna de fuego.
Mamá
me había contado que Bianca estaba preocupada por un tsunami, sin embargo tenían
todas las esperanzas puestas en Liz, la Reina del Mar. Pensaba en Lenya,
seguramente estaría junto a ella. No la dejaría sola. Conocía de memoria como
pensaba.
—¿Un
café?
Levanté
la vista y vi al guerrero.
—Khatry,
no te escuché venir.
Sonrió
y extendió una de las tazas humeantes.
—Estabas
concentrada. ¿Estás segura que todo está bajo control?
—Sí,
no te preocupes, mi madre no me mentiría. Tus hermanas están en la reserva, a
salvo.
—Debí
estar ahí.
—¿Otro
vampiro en el hogar de los lobos? Olvídalo. Con los que dieron refugio son más
que suficientes. Deben estar felices.
—Lo
sé, solo estorbaría. ¿El niño? No lo vi desde esta mañana.
—Salió
a la playa con Numa y Ekaterina. Quieren mantenerlo distraído, no es tonto e
intuye que algo malo ocurre.
—Pensé
que viajarían los tres al enterarse. Numa parece muy protector de su familia.
—Sí,
pero Sebastien habló con él y le pidió que mantuviera a Nicolay en la Isla.
Otro que no está muy feliz de no ayudar en Kirkenes. Pero fueron las órdenes de
su padre y las acató.
Bebí
un sorbo de café y observé a Khatry sentado a mi derecha. Era muy bello. Tenía
puesto una camiseta negra que parecía prensar sus pectorales. Estaba descalzo,
y los jeans caían más allá de sus tobillos. Subí la mirada lentamente hasta su
cintura estrecha, su abdomen, clavícula, y me detuve en sus labios rellenos.
Bebí
otro sorbo de café sin poder apartar la mirada de su boca. Hasta que su taza de
café se interpuso en mi visión. Bebió un trago y fue entonces cuando nuestros
ojos se cruzaron. Escarlata… color escarlata era su iris. La situación pareció
ser algo incómoda y desvié la mirada fija depositando la taza de café.
Cambia
de tema Natasha… Cambia de tema.
—Mañana
dicen que estará nublado, ¿quieres dar una vuelta por la paya? No trabajo y los
científicos tampoco. Día libre –sonreí.
—Claro…
Pero primero hay que pasar la noche. Odio las noches.
Bajé
la cabeza apenada. Conocía que sus pesadillas desde que Vilu lo había
secuestrado, no lo habían abandonado. Por suerte los vampiros dormíamos poco.
—¿Aún…?
Yo… No sé cómo ayudarte. Quizás tenga en el laboratorio unas pastillas o algún
componente que te haga descansar.
—No
quiero nada de esas cosas, pero gracias. Debo salir solo de esto.
—Mi
hermano podría ayudarte, lo hizo con Numa. Es un gran psicólogo.
—No
necesito un psicólogo.
—Y…
conmigo…
—¿Contigo
qué? –Sus palabras sonaron como susurros.
—Quiero
decir, si conmigo, ¿te gustaría hablar? A lo mejor te sientes mejor.
—Moriría
de vergüenza.
—¿Por
qué? Soy científica, casi como una doctora clínica… ¡Tengo una idea! Lo he
probado una vez y me dio resultado. Mi hermano me aconsejó cuando no quería
contarle mis miedos.
—¿Qué?
—Escribe
en una hoja lo feo que está dentro de ti y no puedes olvidar. Y si quieres me
lo dejas y lo leeré. Así no tendrás que contármelo cara a cara.
Sonrió
y se mantuvo en silencio bebiendo el café.
—Okay,
no te preocupes, solo quiero que sepas que puedes contar conmigo.
En
ese instante golpearon la puerta con fuertes golpes.
Me
puse de pie y me acerqué para ver por la ventana. Él me siguió, como alerta
ante cualquier peligro que pudiera pasarme. Era alto y sus músculos parecían
forjados de acero. Ningún humano podría hacerme daño cerca de Khatry Sherpa.
—Es
Yuri, mi colaborador. ¡Qué extraño! Pensé que ya estarían en su cabaña.
—¿Trabaja
contigo?
—Sí,
es mejor que no te vea sin los lentes de contacto.
—Está
bien, estaré en la cocina por cualquier cosa.
Abrí
la puerta antes que Yuri golpeara nuevamente. Tenía el rostro desencajado y
lucía preocupado.
—Hola
Yuri! ¿Ocurrió algo? ¿Terminaron con la célula madre?
—Aún
no… Pero… Doctora, tiene que venir al laboratorio.
—¿Ahora?
—Sí,
hay algo que debe ver.
Genial capitulo con tanta acción. Extrañaba leerte. Te mando un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias cielo!
EliminarGenial, espero que Liz impida que el tsunami cause más daño. Go go, Natasha y Kathry!!! ❤❤❤
ResponderEliminarGracias por el comentario. Natasha y Khatry?.... Yo esperaría querida lectora. Me gustan las sorpresas. Quizás no es el que ella espera como amor de su vida...
EliminarMiles de besos y gracias!!
Hola, Lou... Me alegra que hayas publicado; yo también estaba echando de menos tu novela
ResponderEliminarCreo que si alguien puede detener el tsunami es la Reina del Mar o, lo que es lo mismo, Liz
Grigorii no podía dejar atrás al pequeño Dam, tenía que salvarle o, por lo menos, intentarlo
Los periodistas han huido, se han comportado de un modo cobarde... supongo que estaban muy asustados y lamento que no hayan llegado muy lejos... Es que no me ha parecido que hayan procedido con mala intención, estaban muy asustados, y eso es humano y lógico en semejantes circunstancias
Ya me parece más imperdonable que Tiny, la niñera, se haya marchado sin el pequeño
Siempre me encanta Charles y espero que sea verdad que haga falta mucho más que un volcán y un tsunami para matarle
También espero que la pulsera de Bua ayude y proteja a Scarlet
Me pregunto qué será eso tan importante que debe ver Natasha de inmediato
Muchas Felicidades, Lou, por otro excelente capítulo
Besos
Hola Mela! Gracias como siempre por el comentario. Yo los extrañe a ustedes muchísimo.
EliminarTienes razón solo la Reina del Mar podrá. Esperemos que no haya más daño. Los periodistas han actuado por el terror. Es difícil ante esa situación no correr por tu vida.
Grigorii ha salvado al niño y no podía esperar otra cosa de él. Esperemos que Scarlet lo encuentre pronto.
Tiny no ha sido una niñera con vocación, eso se ha notado ya que debía proteger a ese niño. Era su trabajo.
Charles ha dicho una gran verdad, deben enfriar la ciudad y el mar es una buena solución.
La pulsera de Bua lleva la magia de los lobos y la naturaleza estoy segura que protegerá a Scarlet.
Hemos quedado todos con esa gran incógnita sobre lo que hay en el laboratorio. Ojalá los humanos que trabajan no se den cuenta de que algo extraño hay en esas células. Veremos como sale Natasha de la situación.
Muchas gracias querida amiga. Me alegra leerte otra vez. Besos miles.