Capítulo 53.
Fuego y agua.
Lenya.
La
moto voló por los senderos bordeados de espesa vegetación, hasta que la maleza comenzó
a cerrarse y todo se hizo más difícil. Liz se sujetó con más fuerza.
-¿Estás
seguro de ir por aquí? –gritó.
-No
queda otra, no tenemos mucho tiempo.
Continué
zigzagueando y saltando obstáculos hasta que el paisaje se abrió ante mis ojos.
Comenzaba la parte más lejana de la playa. El suelo de tierra firme pasó a ser
arena húmeda, y rocas puntiagudas sobresalían de la superficie poniéndome a
prueba como conductor. No tenía experiencia en conducir motos y menos en esas
condiciones pero creo que el miedo y la urgencia hacen que logres cosas
increíbles, bueno… ese detalle y que seas vampiro.
Aceleré
por la orilla con la mira fija en el acantilado. Debía llegar allí, lugar más
alto de la playa. Si Liz detendría un tsunami no estaríamos a salvo en tierras
bajas.
Eché
un vistazo al horizonte… El mar parecía normal. Quizás nunca saldría de su seno
y nuestros temores solo quedarían en la imaginación. Entonces, volvería junto a
Liz a la reserva para unirme a nuestros bebés.
De
pronto, un temblor seguido de una enorme explosión provocó que perdiera el
equilibrio. Caímos en la arena y la moto derrapó estrellándose en unas rocas.
Me puse de pie de un salto para ayudar a mi hembra que no tardó en
incorporarse.
-¿Estás
bien?
-Sí,
¿tú?
-Solo
un poco golpeado, nada grave.
El
breve diálogo se cortó cuando nuestros ojos se fijaron en las cumbres. Una
columna de espeso humo acompañaba una serpiente de naranja brillante que se
deslizaba ladera abajo.
-¡Entró
en erupción!
-Tranquila,
saldremos de aquí –sujeté su mano y ella tironeó.
-No
puedo irme. El temblor fue muy grande, habrá consecuencias.
-Liz…
Una
lluvia fina de piedras comenzó a caer entre nosotros. Teníamos los cascos pero no hubiera apostado que nos servirían
por mucho tiempo. No lo pensé, cogí a Liz y corrimos hacia las grutas. Allí al
menos no correríamos peligro de morir aplastados.
Al
llegar a los pies del primer acantilado una aparición nos detuvo.
-¡Aguarden!
Era
una hembra de cabellos rubios y rostro preocupado.
-¡Vepar!
–gritó Liz, y corrió hacia ella-. ¿Qué debo hacer?
-Suban
lo más rápido que puedan. Busca la gruta más alta. La lava bajará por el este y
el tsunami no tardará en llegar.
Mi
corazón comenzó a latir fuerte y rápido. Podía haberme detenido a preguntar si
Liz era capaz de lograr algo tan peligroso y salir indemne, pero la seguí, solo
la seguí, trepando por las mesetas de piedra y aristas puntiagudas con el solo
objetivo de salvar vidas.
Es
cierto, yo no tenía una misión especial de ayudar a los humanos pero sentí que
poco a poco junto a Liz, lograba contagiarme de su fuerza altruista.
Sebastien.
Bajé
por las escaleras sin perder tiempo para organizar a las familias que llegaban
al hotel. Tras el nuevo temblor, la ciudad padecía un temor generalizado de no
saber qué seguía después. Padres, hijos, abuelos…. Vi sus rostros entre la
confusión de no saber porque Kirkenes se encontraba en esta situación, y la
esperanza de que fuera solo un mal sueño que pronto terminaría. Para ambas, no
tenía respuesta.
Los
orienté hacia las puertas del ascensor entre sus muestras de agradecimiento y
temor. George, mi mano derecha, y una decena de empleados esperaban allí.
-Divídanse
en cuatro grupos. Cada grupo se hospedará en un piso. Mis empleados los guiarán
hasta las habitaciones desocupadas.
Me
acerqué a George para hablarle por lo bajo.
-¿No
han quedado turistas en planta baja?
-No,
señor Craig. Nuestros clientes ya están instalados en los pisos superiores.
-Perfecto.
Hay que brindar tranquilidad. Los cimientos de esta construcción no caerán por
terremotos.
-Señor
Craig…
-Dime.
-¿Cree
que el tsunami llegará a la ciudad?
-Esperemos
que no.
-Bien…
He reservado una suite para usted y su esposa en el cuarto piso.
-Gracias
pero nos quedaremos en otro hogar. Cerca de la reserva sami. Según los estudios
es una parte alta y estaremos también a salvo.
-Pero…
Disculpe… Si el tsunami nos sorprende, no habrá mucho tiempo, ¿cómo saldrá de
aquí?
Sonreí
apenas. Tenía razón. Si ocurría otro temblor importante y el mar salía de su
lecho, no habría forma de salir de la ciudad.
-Tranquilo.
No llegaremos a eso –palmee la espalda y me dirigí a la entrada del hotel para
ayudar a un conserje que trataba de ordenar un par de familias recién llegadas.
Fue
cuando vi una furgoneta detenerse y salir de allí a mi hijo junto a Drank y
Tim. Se acercaron apenas me vieron.
-Vinimos
a ayudar. En la reserva no podremos hacer mucho. Ya tenemos todo controlado.
-¿Seguro?
-No
te preocupes, papá. Tim y Drank han venido a darte una mano. Iré por Bianca y
Marin y volveré por ti.
-¿Y
qué ocurrirá con esos vampiros? –preguntó Tim.
-¿Qué
vampiros?
Al
preguntar noté el gesto de Douglas. Parecía en desacuerdo.
-¿De
qué vampiros hablan? –repetí.
Tim
y Drank se miraron dubitativos. Al fin mi hijo habló.
-Al
conducir hacia la ciudad debimos coger el camino hacia la ruta principal y la
mansión queda de camino… Nos pareció ver a tres vampiros merodeando.
-¿Qué?
-Papá
tranquilo, nos pareció. La furgoneta iba rápido fue un golpe de vista. La luz
violeta pudo ser un reflejo de algún reflector.
-¡Vamos
Douglas no me tomes por tonto! Si han visto vampiros y no los has reconocido,
podemos estar en problemas.
-Te
repito fue muy rápido.
Me
dirigí a Tim y Drank.
-Ustedes
son lobos puros, no pudieron haber dudado.
Volvieron
a mirarse entre ellos.
-Escuchen,
todos sabemos que hay una asesina suelta, ¿eran vampiros merodeando la mansión?
-Sí
–contestó Drank-.
-Y
había una hembra entre ellos –agregó Tim.
-Joder…
-Papá,
no podemos pensar en eso ahora, hay un volcán a punto de entrar en erupción y
un tsunami que amenaza.
-Lo
sé, y todo es grave. No me mientas, también viste el aura violeta.
-Algo
así… Es que solo quiero llevar a Marin, a Bianca, y a ti a la reserva, a salvo.
Y te conozco. Por favor…
-No
te preocupes nos reuniremos allí, ve por Marin y Bianca.
-¿Y
tú?
-Iré,
pero no con ustedes. Me materializaré en la mansión. Quiero saber si Vilu se ha
atrevido a pisar Kirkenes.
-¡Por
favor, papá!
-Douglas,
¡haz lo que te digo!
Mi
hijo frunció el ceño enfadado pero subió a la furgoneta en el lugar del
conductor. Me acerqué a la ventana y palmee el hombro.
-Vamos,
no te preocupes. No haré nada contraproducente. ¿Y tú? ¿Desde cuándo conduces
furgonetas?
-Bernardo
me enseñó. Cuídate, voy por Marin y Bianca.
-Te
pido que no le digas nada a Bianca, en su estado podría preocuparse mucho.
-No
me pidas que le mienta, papá.
-No
dije que mientas solo que no cuentes.
-Va
a preguntar por ti e intuye mis pensamientos. ¿Lo olvidaste?
Suspiré
y lo miré a los ojos.
-Estaré
con ustedes antes que ella note mi ausencia.
Dio
arranque al motor y partió. Drank y Tim se acercaron.
-Dime
en que podemos ayudar.
-Vengan
conmigo.
Entramos
a la sala y la pregunta que flotaba en el aire salió de la boca de Tim.
-Sebastien,
sobre esos vampiros… ¿no crees que de ninguna forma deberías ir solo?
-No
hay porque alarmarse. Si es ella no logrará hacerme daño.
-Es
muy poderosa – agregó Drank.
-Te
equivocas, es malvada. No quiere decir que sea poderosa. Siempre ha actuado
como cobarde.
-Pero
hay dos más. Dos vampiros machos.
-Eso
sí me llama la atención. Por eso debo ir urgente. Quizás Douglas no los conoció
y pueden ser de un aquelarre amigo.
-Dudo
que Douglas no pueda reconocerlos si fueran los Gólubev –dijo Drank.
-Y
los Sherpa están en la reserva –agregó Tim-. ¿Qué otro aquelarre amigo tienes?
George
se acercó agitado.
-Señor
Craig, necesitamos una ambulancia, una señora se descompuso.
-Okay,
llama al hospital –señalé a los lobos-. Ellos vinieron a ayudar, son Drank y
Tim.
-Un
gusto señores, mi nombre es George.
-Encantado
–respondieron al unísono.
-George,
como mi padre –murmuró Drank sonriente.
De
pronto, un ruido extraño y gritos se escucharon desde la calle.
-¿Qué
ocurre? –me acerqué a la puerta junto a George y los lobos.
-¡Santo
cielo, señor Craig, está lloviendo pequeñas piedras del cielo!
-No
perdamos tiempo, ayuden a las personas a entrar al hotel, yo… yo enseguida
estaré con ustedes.
Apenas
me alejé, busqué un lugar discreto para materializarme.
Douglas.
Entré
a la sala principal del hospital buscando con los ojos a Marin. No se hallaba
detrás del escritorio donde solía atender las llamadas y recibir los ingresos y
altas de pacientes. Me detuve y observé alrededor. Llamaba la atención que la
sala no hubiera personas deambulando, estaba prácticamente vacía. Solo alcancé
a ver dos camilleros con goteros de suero y catéteres subiendo a unos de los
ascensores. Corrí hasta interponerme entre las puertas.
-Subo
con ustedes.
Al
cerrarse el ascensor pregunté.
-¿A
qué piso van?
-Al
primero, necesitan asistencia en pediatría –informó uno de ellos.
-¿Tiene
un paciente en el hospital o busca refugio?
-No,
yo busco a mi esposa, la señorita Berg. Ella es recepcionista. Y también a la
doctora Bianca Craig, forense. ¿Podrían decirme dónde encontrarlas?
-La
doctora está en la morgue, tercer piso y Marin en el segundo, ayudando en el
quirófano. Con esta catástrofe falta personal. Algunos profesionales cobardes
pidieron licencia urgente y se fueron quien sabe dónde.
¿Marin?
¡Qué familiaridad! Eché un rápido vistazo al camillero y su espectacular
físico. Arquee una ceja… Calma Douglas… no es momento para hacer escenas de
celos.
-Bajaré
en el segundo. Gracias.
Las
puertas del ascensor se abrieron y ambos bajaron. Antes de seguir, el susodicho
“Tarzán moderno” trabó con el pie las puertas y me entregó parte de lo que
llevaba. Una mascarilla y bata.
-Tenga,
por si lo necesita más adelante –sonrió.
De
más decir, sonrisa perfecta…
-Gracias,
que amable –murmuré a regañadientes.
Al
llegar al segundo piso las puertas volvieron abrirse. Salí apresurado. Estaba
perdiendo mucho tiempo y aún no encontraba a mis chicas. Sin embargo el impacto
de ver ese espacio frente a mis ojos repleto de personas deambulando, de pie o
sentadas en el piso me detuvo unos segundos. Parecía el Apocalipsis.
Una
enfermera apresurada empujaba un carrito de metal hacia unas puertas de doble
hoja. Trataba de llegar zigzagueando entre una gran cantidad de gente que la
acosaba con preguntas. Caras de preocupación, llantos, murmullos… Seres
desesperados, angustiados. Creo que esa imagen me bajó a la realidad. Parte del
hospital era un caos.
Me
apresuré y logré alcanzarla antes de entrar por una de las puertas.
-¡Enfermera!
Me
miró sorprendida y reaccionó.
-Caballero,
puede ubicarse en la habitación 209, allí aún hay lugar y puede quedarse junto
al resto…
-Escuche,
no busco refugio…
Ella
volvió a interrumpir con un gesto casi desquiciado.
-¡No
hay tiempo! Debe ponerse a salvo, ¡un tsunami alcanzará la ciudad! Por favor no
me contradiga.
-¡No
quiero buscar refugio!
-¡No
entiende que estamos todos en peligro! Volverá a repetirse la inundación, ¿no
recuerda? ¡Muchos murieron!
-Tranquila,
el tsunami no llegará a la ciudad, no ocurrirá como esa vez.
-¿Cómo
puede saberlo? ¡Por favor póngase a salvo! Aún tengo que trabajar, soy
anestesista, hay un paciente en el quirófano esperando ser operado. No puede
entrar.
-Escuche,
yo me encargaré.
-¿Es
personal del quirófano? No lo conozco.
-No
soy de Kirkenes, vine para ayudar.
-Entonces
sígame, ¡no hay tiempo!
La
primera pregunta que me hice fue, ¿estás loco? La segunda, ¿cómo lograrás
hacerte pasar por doctor por mucho tiempo? Pero necesitaba llegar a Marin y
Bianca, para alejarlas de la ciudad.
Sebastien.
Me
materialicé en la sala ante el silencio sepulcral que me rodeaba. Las piedras
habían dejado de caer en el parque. La ceniza que había azotado los alrededores
no había logrado cubrir el ambiente ni los muebles pero se sentía un aire
extraño y calor… Mucho calor.
Revisé
mi hogar de punta a punta tratando de tener cuidado por si me encontraba con
visita indeseada. ¿Vilu se habría atrevido a regresar a Kirkenes? Quizás,
¿habría convertido a un par de humanos para seguir un plan siniestro? Era
evidente que las noticias sobre el volcán en Kirkenes serían conocidas en el
mundo entero. ¿Podría haber tenido idea de aprovechar la situación?
Bajé
las escaleras y me quité el suéter. La temperatura parecía subir cada minuto.
Al menos había corroborado que no había intrusos en mi casa.
Al
pasar por el despacho cogí mi arma del cajón, en el escritorio. ¿Me serviría
contra Vilu? Solo si tenía buena puntería. A un vampiro se lo asesinaba si la
bala impactaba en el cerebelo o en el corazón. La única forma que sus células
no tuvieran tiempo de regenerarse.
El
siguiente paso fue salir al parque y recorrer las inmediaciones pisando las
pequeñas rocas diseminadas por el suelo. Sabía que debía correr riesgos si es
que en verdad Vilu y quienes diablos fueran se encontraban escondidos entre
arbustos y cipreses del inmenso jardín. Mi vista privilegiada paseó desde el
portal hasta los altos muros que dividían la ruta de la mansión.
Nada…
No había nadie. En algún punto prefería enfrentarme a esa enemiga antes que
hubiera buscado esconderse en el bosque como aquella vez, ese triste episodio
que terminó con la vida del padre de Bua y Mike.
El
parque lucía solitario y con la triste imagen de la vegetación marchita. Era
evidente que la alta temperatura de varios días comenzaba hacer estragos. Tras
de los puntiagudos cipreses, mis ojos se fijaron en una columna de humo que se
elevaba hacia el cielo. El volcán seguía activo y otra explosión podía suceder.
De
pronto ruidos extraños llegaron a mis oídos… Venían del fondo de la mansión.
Exactamente desde el interior del garaje. Extraje mi arma de la cintura y
liberé el seguro. Siempre había sido valiente a lo largo de mi vida, podría
asegurar que desde pequeño mostré señales de serlo, pero mentiría si dijera que
ante los ruidos, mi corazón pareció detenerse.
Sabía
que no estaba poniendo en riesgo solo mi vida ante la asesina más despiadada
que hubiera conocido, sí… casi incluyo algunos humanos en la historia
universal. Pienso que le ganaban por poco. En realidad, pensaba también en mi
familia y amigos. ¿Qué haría Bianca sin mí? ¿Podría sobreponerse? Quizás… ¿Douglas?
¿Nicolay? ¿Y Odette? ¿No conocería a su padre? Porque un líder es factible
encontrar, sin embargo el lugar que ocupa cada uno en los corazones de quienes
ama, es casi imposible reemplazar.
Sigiloso
me acerqué hasta las puertas del extenso garaje tratando de cubrirme con las
cortezas de los árboles cubiertos de ceniza. Poco a poco, pude ver más
claramente el interior. Entre la penumbra, los vehículos abandonados desde
aquella tarde que los lobos vinieron por nosotros, parecían conformar un cuadro
deprimente. Las superficies brillantes de los coches que habían sabido asombrar
a más de un humano por las calles de la ciudad, habían desaparecido bajo la
capa espesa y gris de la ceniza.
Avancé
lentamente sin hacer ningún ruido… Había penumbra… Continué adentrándome en ese
ambiente extenso y profundo. Una sombra pareció deslizarse entre los coches y
avanzar hacia mí. Apunté hacia el objetivo sin parpadear…
En
ese instante varias latas de pintura cayeron de uno de los estantes del fondo. No
transcurrieron segundos que un silbido de bala rozó mi oreja y el quejido grave
de alguien herido retumbó en el garaje. Me desconcerté. Yo no había disparado
mi arma.
-Fui
yo –la voz de Scarlet a mi espalda provocó que girara hacia ella.
-¿Qué
diablos haces aquí?
-¡Cubrete!
–exclamó mientras me jalaba del brazo hacia el árbol más cercano.
Ya
escondidos nos miramos agitados.
-Has
herido a alguien, espero que no sea un humano que buscaba refugio porque
tendremos que dar explicaciones.
-Tranquilo,
es evidente que se hubiera mostrado al verte.
-Quizás
eso quería cuando le disparaste. De todas formas, gracias por cubrir mi
espalda.
-Pasé
por el hotel y los lobos me dijeron lo que harías. ¿Querías enfrentar solo a
Vilu? Impertinente lo tuyo. ¿Eres Batman
y no me enteré?
-Deja
el chiste, hay alguien en el garaje y está herido. Debemos entrar.
-Iré
yo, o Bianca jamás me lo perdonará.
-Grigorii
tampoco.
-Pero
mi novio no espera un bebé.
De
pronto más ruidos, está vez nada disimulados.
-Quien
sea saldrá del garaje –murmuré y preparé mi arma nuevamente.
Scarlet
también se preparó…
Lo
que ocurrió segundos después, jamás lo hubiéramos imaginado.
El
intruso herido salió y lo siguieron dos más. Abrí mi boca asombrado y exclamé…
-¿Odin?
¿Daven? ¿Gerda? ¿Qué cuernos hacen aquí?
Sus
rostros lucían demacrados, desconcertados. Aun así el vampiro herido se
adelantó y habló. Fue cuando vi al bebé envuelto entre los brazos de Daven.
-Nos
materializamos en las cumbres, vinimos por tu ayuda. Pero… todo está hecho
fuego. Odin nos guio hasta tu hogar.
-Y…
¿Ese bebé? ¿Es tuyo? –pregunté aturdido.
Scarlet
arrancó un trozo de su chaqueta y vendó el hombro sangrante de Daven.
Él
hizo un respingo de dolor.
-Tranquilo,
la bala solo te rozó. Ahora solo espera que cicatrice. Y lo siento, creí que
era alguien detestable.
Volví
a insistir.
-Daven,
¿ese bebé es tuyo?
-Sí
–balbuceó- Kaira… no sobrevivió al derrumbe. Solo pude rescatar a nuestro bebé
–rompió a llorar.
-¿Derrumbe?
-Fue
sorpresivo, nadie de los escarlata lo imaginaba. Nuestras grutas quedaron
sepultadas. Escapamos como pudimos –su voz tembló y Gerda se echó a llorar.
-Cielo
santo…
Me
abracé a los tres vampiros.
-Me
alegro de verlos bien. Podrían haber muerto en las cumbres. Hay un volcán en
erupción.
-Ya
nos dimos cuenta. Hay lava escurriéndose por las grietas –dijo Odin.
-Tenemos
que salir de aquí –dijo Scarlet.
-Tienes
razón. Llevaré a los escarlata a la reserva. Tú vuelve a la ciudad, los humanos
te necesitan.
Bianca.
-¡Scarlet
no me mientas!
-Te
juro que Sebastien está bien.
Me
senté en el sofá de la gran sala del hotel.
-Tranquila,
Bianca. Sebastien y los escarlata se refugiaron en la reserva –se sentó a mi
lado.
Respiré
profundo.
-Entonces,
¿los Escarlata ya no tienen hogar en sus montañas?
-Parece
que ocurrió un derrumbe, solo ellos pudieron sobrevivir.
-Pobre
Gerda… Sin Aren… Y ese bebé sin madre…-observé la pantalla de mi móvil-. Parece
bloqueado, no hay señal. ¿Sabes algo de Liz?
-No
mucho. Lo último que sé, Lenya la llevaba en moto hasta la costa.
-¿Lenya
conduciendo moto?
-Así
parece.
-Pensé
encontrar a Drank y Tim en el hotel. George me ha dicho que dieron una mano muy
grande con los huéspedes y que luego decidieron auxiliar en la ciudad.
-Los
lobos, nos están ayudando con el traslado de personas a sus hogares. Todas las
razas están colaborando. Irónico, ¿no?
-Sí.
George
se acercó.
-Señora
Craig, hemos repartido agua mineral y café para las personas que se han sumado,
pero la señora Marin dijo que no sabe si nos darán las provisiones si esta
situación continúa.
-No
te preocupes, iremos paso a paso. Quizás salgamos del problema mucho antes de
lo que suponemos.
-Dios
la escuche.
-Se
lo nota muy cansado, George. Quiero que regrese a su casa con su familia si es
que tiene un lugar a salvo. De lo contrario puede traerla aquí.
-No
tengo a nadie, señora Craig. Me quedaré a ayudar. Mi vida es este hotel desde
hace muchos años.
-Bien
–sonreí-. Lo acompaño a la cocina. Le daré una mano en lo que pueda.
-¿Ya
no tienes que ir al hospital? –preguntó Scarlet.
-Otro
forense me reemplaza –la miré fijo mientras George se alejaba-. Debí aceptar el
turno para descansar. Ningún humano aguantaría tantas horas de trabajo.
-Ah…
Entiendo. Okay, regreso con Vikingo. Douglas decidió patrullar en la furgoneta
por si alguien se encontraba en las calles, lo llevaría al hospital.
-Sí,
Douglas me lo dijo al verme en el hospital. Diles que se cuiden, por favor.
-Lo
haré.
Liz.
Desde
la meseta de rocas vi a Vepar a un kilómetro. Estaba de pie frente al mar y a
su espalda el gran hueco oscuro que parecía meterse hasta las entrañas de la
montaña. La lluvia furiosa de pequeñas rocas se había detenido. En el
horizonte, la línea azul oscura de las aguas, engrosaba rápidamente. ¿Cuánto
mediría la ola? ¿Cuál sería su fuerza capaz de arrastrar todo a su paso?
-¿Qué
está haciendo tu amiga? ¿Por qué no está con nosotros? ¿No nos ayudará?
–preguntó Lenya angustiado.
-Ayudará.
Solo que ella se encargará de la primera ola. Tratará de llevarla al corazón de
la montaña.
-¿Primera
ola? ¿Cuántas habrá?
-No
sabemos exactamente pero más de una seguro.
-Joder
Liz…
-¿Tienes
miedo de morir? –lo miré fijo a los ojos.
-Sabes
que no. Mi gran temor es quedarme sin ti. Ten la seguridad que haré todo lo
posible para protegerte.
-Lo
sé. Escucha… Cuando la segunda ola esté próxima, quiero que subas a la moto y
des arranque.
-¿Y
dejarte aquí? ¡Ni lo sueñes!
-Detendré
el tsunami pero cuando lo crea conveniente deberé escapar a toda velocidad. Usaremos
la moto para cortar camino y ponernos a resguardo.
-¿Ese
es tu plan? No me parece muy seguro.
-Tú
haz lo que te digo.
-No
olvides que el vampiro poderoso, hijo de Adrien soy yo.
-Y
tú no olvides que soy la Reina del Mar –sonreí.
Siempre
pensé que no deseamos que los momentos maravillosos culminen, como tampoco
deseamos que los terribles lleguen, pero todo pasa en la vida. El reloj
transcurre aunque no quieras. Y la primera ola llegó…
Vi
a Vepar esperar esa gran masa de agua ante los ojos atónitos de Lenya y el
galope de mi corazón. Ella aguardó hasta casi estar a pocos metros de ese
gigante de agua. Entonces… se zambulló hacia la caverna. El tsunami la siguió
como si tuviera vida propia y un
encantamiento lo llamara hasta las profundidades de la gran gruta. Esa fue la
última vez que la vi…
Bernardo.
Refugiados
en el gran salón que usábamos de reunión, ya no escuchábamos los golpes y repiqueteos
de las piedras que habían caído del cielo. Mucho temor lucían los rostros de
nuestros lobos, y también de nuestros queridos vampiros que habían confiado en
la reserva como refugio. Y… Sí también de esos tres nuevos chupasangres con un
bebé, que llegaron con Sebastien. Lo cierto que no era un buen momento para
preguntar de dónde los había sacado. La prioridad era la contención entre
todos, no importaba su raza y sus genes. Había algo que nos había tranquilizado
después de todo. Ninguno era Vilu Huiliche. Ya con eso era más que suficiente.
Sabina
y Anouk entretenían a los niños con juegos improvisados aunque cada tanto
alguno de ellos preguntaba a sus padres cuando podrían regresar a sus casas.
Algunos parecían más asustados que otros o quizás ansiosos de saber qué
ocurriría después. Nosotros, los adultos, tampoco teníamos la respuesta.
Gloria
se acercó con rostro compungido.
-Papá…
¿Qué ocurrirá con los humanos?
-No
te preocupes, Scarlet está con ellos en la ciudad, y Liz detendrá el tsunami.
-Creo
que no será suficiente.
Mi
sonrisa fingida desapareció.
-¿Crees
o estás segura?
-No,
no estoy segura, solo que pienso que deberíamos ayudar.
-Gloria,
no podemos salir del refugio. Hay rocas volcánicas que pueden volver a caer del
cielo.
-No
volverán a caer.
-Me
alegra escucharte decir eso.
Mike
que había escuchado la conversación, interrumpió.
-Gloria
tiene razón. Debemos regresar a la ciudad. Lobos y vampiros siempre seremos
menos vulnerables que ellos.
Suspiré
y observé mi móvil. La pantalla me mostraba señal, mínima, que iba y venía por
lapsos cortos de tiempo, pero al menos no estábamos incomunicados en la reserva.
Douglas había hablado con su madre. Él y los lobos que habían llegado hasta la
ciudad tenían todo controlado junto a los agentes de seguridad. Ignoraba si era
una buena idea salir de la reserva porque quizás encontráramos graves problemas
en el camino. Tal vez ellos volverían, nosotros iríamos… No estaba seguro de
ocasionar un caos entre las familias. Sin embargo Gloria estaba preocupada por
los humanos y debía tranquilizar a la sabia y futura alfa de la manada.
-Cariño,
tú has dicho que no habrá más lluvia de rocas. ¿No crees que hay que esperar el
regreso de los lobos? El volcán parece aplacarse.
-No
es el volcán lo que me preocupa ahora, papá.
-Es
el tsunami –la voz de Chelle se escuchó a mi derecha. Lo miré angustiado.
Lo
pensé por unos segundos ante la mirada angustiada de muchos. Entre ellas, la de
Anouk.
-Bien,
saldremos con vehículos hacia la ciudad.
Grigorii.
Lucíamos
agotados, pero descansar no era una opción en este momento. Las calles estaban
vacías, sin embargo podía haberse quedado alguien rezagado. Miré por el espejo
retrovisor y vi a Calvin, mi compañero, en una patrulla. Conducía a ritmo lento
para poder observar bien cada manzana. Era bueno que cuatro patrulleros
recorrieran la ciudad por diferentes puntos estratégicos. La organización de
parte de Vikingo era perfecta. Pero yo sabía que aunque mis compañeros pusieran
ahínco, yo tenía el don de la vista privilegiada. Gracias a Scarlet mis
sentidos eran mucho más desarrollados, incluso si alguien pedía auxilio a
kilómetros a la redonda. Jamás hubiera pensado que agradecería tanto a un
vampiro por morderme.
De
pronto, a dos manzanas vi a tres personas con cámaras y maletines. Aceleré con
rabia. ¿Qué pensaban que aún no se encontraban en refugios? ¿Eran sordos y no
habían escuchado las sirenas de emergencia?
Frené
y salí del patrullero cerrando la puerta de un golpe. Antes de acercarme a los
rebeldes giré mi cabeza para comprobar que la puerta no se había desencajado.
Sí… La fuerza extraordinaria también era culpa de Scarlet.
-¡Oficial!
–exclamó uno de ellos-. Si viene para echarnos de aquí le diré que no nos
moveremos.
-¿Están
locos?
-No,
somos reporteros. Cubriremos la catástrofe pese a quien le pese.
-¿No
me diga?
-La
editorial nos dará un premio considerable por hacerlo –alegó el otro acomodando
la cámara en el hombro.
-No
creo que le sirva el premio si no subsisten. Suban al patrullero, ¡ahora!
-La
lluvia de piroclastica ya cesó. Nuestro coche sufrió abolladuras pero el motor
funciona perfectamente así que no habrá peligro –dijo un tercero.
-Un
tsunami podría arrasar la ciudad, suban al patrullero. Los llevaré a un sitio
alto.
-¿Tsunami?
¿Quién lo dice? El mar de Barents queda a ciento de kilómetros de aquí.
-Lo
digo yo. ¡Suban!
En
ese instante un ruido ensordecedor se escuchó… como si algo fuera arrasando
todo a su paso. Al fondo de la calle vi la gran masa de agua aproximarse hacia
nosotros.
-¡Suban!
Los
tres giraron sus cabezas hacia la dirección y sus bocas se abrieron. Quedaron
congelados, atónitos, sin poder reaccionar.
Con
la agilidad y rapidez que en el último tiempo me caracterizaba, abrí las
puertas y cogí de la chaqueta uno por uno de los inconscientes lanzándolos al
patrullero. Cogí el volante y a arranqué a toda velocidad para ponernos a
salvo.
A
pesar que los rostros asustados no dejaban de mirar por la ventana trasera, la
masa de mar que comía las calles y bosque aledaño, un silencio reinaba dentro
del patrullero. Supe que mi hazaña no había sido normal para cualquier oficial
de policía, supe que mi fuerza había llamado la atención, y recé para que
ninguna de las cámaras hubiera estado encendida.
Genial volverte a leer. Extrañaba tu novela lo dejaste interesante . Ojalas todo se puedan salvar te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar. Sí esperemos que todos puedan salvarse.
EliminarMuchas gracias amiga, que tengas una feliz semana. Beso grande.
¡Hola, Lou!
ResponderEliminarEspero y deseo que Grigorii y los tres reporteros consigan huir de la ola que los persigue
No sé qué habrá sido de Liz y Lenya... tampoco de Vepar... espero que estén bien... es que merecen estar bien
He llegado a pensar que la malvada Vilu estaba en el garaje... pero no y me he alegrado
Puedo imaginar muy bien el miedo de la gente... en el hotel, en el hospital... Y puedo ver a grandes valientes, con corazones nobles, como lo son los protagonistas de tu novela
Y por supuesto que Odette tiene que conocer a su padre
Como entenderás, también deseo que todos se salven... es que todos tus personajes son irreemplazables
Felicidades, Lou, por este nuevo capítulo
Besos
¡Hola Mela! Gran alegría leer tu comentario como siempre. Muchas gracias.
EliminarNo puedo adelantar nada como tu ya sabes pero solo te diré que trataré de que los lectores se sientan contentos. Siempre en estas catástrofes hay pérdidas, pero creo que con la unión de las razas se podrá evitar el mayor daño posible.
Eres muy amable en transmitir el cariño que sientes por los personajes y por la novela, de verdad te agradezco de todo corazón.
Te mando un beso enorme y deseo una feliz semana para ti y familia.