¡Hola Chicos! Gracias por su paciencia. Un beso enorme y aquí el nuevo capi al fin que tanto esperaron.
Feliz semana para todos.
Capítulo
52.
El
comienzo.
Bernardo.
Después
que Bianca tuvo que partir para presentarse en el hospital, todo parecía lucir
normal. Juntos, en el salón que servía de reunión a los lobos, las sombras naturales
de la noche, caían. Gracias a ráfagas ocasionales que provenían de la costa las
cenizas fueron poco a poco arrastradas por una brisa y elevadas hacia el cielo.
Un anochecer extraño. Se percibía algo entre nosotros que nunca podré saber
explicar. Miedo, ignorancia, inquietud.
Todos
lucíamos nerviosos, incómodos por la situación. No hablaría por mí ya que la
estadía de vampiros en nuestra reserva lo consideraba adecuado dada la
situación. Sin embargo no podría asegurar que mis hermanos se sentían felices
rodeados de chupasangres. De todas formas en ese salón seríamos quince lobos
que ofrecieron sus hogares para albergar a los vampiros, el resto temerosos ya
no quisieron salir de su cabaña. Afirmaron que si iban a morir lo harían entre
las paredes de su hogar y con su familia.
En
mi caso, ¿qué significaba familia? ¿Sabina, Gloria, y el pequeño Yako? ¿O
también Douglas, hijo de mi hembra? ¿Bianca, mi mejor amiga, y Sebastien? ¿O
las chicas que adoraba, Liz y Marin? ¿Scarlet, la madrina de mi hijo? Y por
supuesto, ¿Tim, Mamina, Louk, Mike y los Fjellner? Tantos otros que había
aprendido a querer durante estos años. Es que no quería perder a nadie.
Necesitaba ayudar en lo que pudiera a todo aquel que tenía un lugar en mi
corazón.
Con
Sebastien tuvimos algunos enfrentamientos sobre todo en este último tiempo,
casi se había convertido en un rival. Sin embargo cuando uno tiene frente a si
un contrincante de la envergadura de Sebastien Craig, es un lujo. No porque
fuera un empresario millonario ni porque sus dones de vampiros superarían los
míos, sino porque era un ser íntegro y de una ética moral admirable. Supe
siempre que su enojo se basaba en la defensa de los suyos no en amor propio.
Según decían, así eran sus padres.
Observé
a Drank y Anouk abrazados. Al menos lucían tranquilos y sonrientes. Sobre todo
después que Drank había llegado hasta el corazón del bosque para constatar que
Rob, “el Sami” estuviera bien. Ante la invitación que se nos uniera respondió
que no se preocupara, ya que partía junto a sus hermanos samis, hacia las
tierras altas por un camino seguro.
Sabina,
sentada junto a mí, acarició mi mano mientras sonreía a Luna con cara de
pánico. Cada tanto la escuchaba murmurar, “¿Vamos a morir?” Sabina la
tranquilizaba, “no cariño, todo saldrá bien. Estamos muy lejos del volcán”.
¿Estábamos
muy lejos del volcán? ¿Al menos lo suficiente para no correr peligro?
Mis
ojos se desviaron a uno de los rincones donde Gloria junto a ocho niños jugaban
a las adivinanzas. Creo que fue idea de Gloria y ese sentido superior que tenía
para buscar pequeños remedios a situaciones adversas. Al menos se notaban
lejanos a las charlas entre adultos, bueno… Gloria quizás no tanto.
De
pronto, un patrullero se acercaba por el sendero principal, estacionó a unos cien
metros y del coche bajaron dos oficiales y Scarlet. Mike abrió la puerta y me
puse de pie.
—Buenas
noches –dijeron al unísono.
Todos
respondieron al saludo, aunque debo confesar que la llegada de los humanos
asombró más que ver a la princesa de los Craig. Después de todo Scarlet solía
visitarnos a menudo antes que las desavenencias entre lobos y vampiros
comenzaran.
—Antes
que protesten, estimados lobos –Scarlet sonrió—, los humanos que me acompañan
saben quiénes somos, así que… tranquilos.
—¿Desde
cuándo los humanos saben nuestro secreto? –se inquietó Vinter.
—No
son todos los humanos –corrigió Scarlet—. El caballero rubio, alto, y de
músculos sobresalientes que nos acompaña, es el comisario de Kirkenes. Es decir
el de ustedes también. Es de plena confianza. Y… —giró para mirar al otro—. Y
el otro rubio apuesto que parece modelo, es mi novio.
—Scarlet…
—murmuró Sebastien—. ¿No te parece que están demás las bromas en esta
situación?
—¿Te
parece? –lo miró sonriendo.
—Es
que nadie se va a reír.
—Pues
yo creo que deberían porque no sabemos si tendremos otra oportunidad de pasarla
bien.
—¡Scarlet!
–Douglas frunció el ceño.
Se
sentó en una de las sillas vacías y cruzó las piernas elegantemente.
—Bien,
hablemos en serio… La ciudad es un caos sumando a los periodistas de toda
Noruega. En estas últimas horas los científicos han percibido más temblores, no
intensos, pero lo suficientes para causar el miedo en los habitantes. Las
cenizas han comenzado a disiparse pero el aire sigue casi irrespirable.
—Hay
gases que no se ven –interrumpió Chelle—. Es factible que el volcán sigue en
actividad.
El
comisario reparó en él.
—¿Y
entonces? –Sabina se preocupó.
—Hay
que buscar una salida para protegerse –contestó el comisario—. Hablé con
algunos geólogos de Oslo y temen que pueda haber erupción en poco tiempo.
—Eso
ya lo dijo Chelle –dijo Mike mirándolo con ese amor y admiración que
desbordaba.
—¿Así
que Chelle? –el comisario echó un vistazo a los rostros reunidos después de
clavar los ojos unos segundos en Mike—. Me suena el nombre.
—Soy
yo –Chelle se puso de pie –Chelle Huilliche. Soy ingeniero en geología.
—Ah…
—Sí,
y nos dirá como escapar del volcán llegado el caso –agregó Louk.
—No,
si de escapar se trata, tengan fe que el caballero tiene un “master” en la
materia –bufó el comisario.
Mike
rodó los ojos.
—Resultó
rencoroso, comisario.
—Olvídelo,
debemos ponernos de acuerdo para salir indemnes de esta catástrofe. Señor
Craig… ¿Tienen algo pensado? ¿Se quedarán aquí?
—Por
el momento –contestó el líder de los vampiros—. Por supuesto si es que a los
lobos no les molesta.
—¡De
ninguna manera! —exclamó Sabina—. Los Craig nos ayudaron con la falta de agua.
Las napas estaban contaminadas. Tenemos que tener al menos la decencia de
devolver el favor.
—No
lo menciones, hicimos lo que corresponde.
—Pero
no podemos hacernos los tontos. Nuestras razas se odian –replicó Rita—. No
llegaremos a nada. A la larga si deben salvar una vida siempre preferirán a uno
de ellos.
—Y
nosotros también –afirmó Hauk.
—Quiero
recordarles a todos que un bendito libro que se supone escribieron y firmaron
los que más sabían, dice que solo nos salvará la unión –exclamé indignado—. ¡Y
qué ese libro, maldita sea, no por casualidad se titula, “El libro de los
lobos!
Todos
callaron, miento… algunos me aplaudieron.
El
comisario preguntó.
—No
tengo idea de qué libro de lobos y vampiros están hablando pero creo que los
humanos también tenemos derecho a salvarnos.
—Por
supuesto, todos… —Gloria se acercó a Sebastien—. ¿Cómo podríamos ayudarlos?
Sebastien
la observó por unos segundos y todos aguardaron en silencio. Al fin habló…
—Sugiero
que abramos las puertas del hotel para que las familias más expuestas puedan
alojarse allí. Hay casas que solo cuentan con planta baja. ¿Qué opinan mis
hermanos?
—Estoy
de acuerdo –afirmó Scarlet.
—También
yo –agregó Lenya—.
—Iré
con ustedes a la cuidad para avisar a George, el conserje.
—Nosotros
también podemos ayudar a organizar a los humanos –dijo Tim—. Me ofrezco para ir con ustedes.
Pondré en marcha la furgoneta.
—Yo
también voy –Louk se puso de pie.
Al
ofrecimiento le siguieron el de cuatro lobos que poseían vehículos.
Ron
se acercó a Sebastien.
—Me
encantaría ayudar pero quiero proteger a Anne de cualquier cosa que suceda. Me
quedaré en la reserva.
—Me
parece lógico –sonrió.
El
novio de Scarlet reparó en la conversación y sus ojos fueron directo al noble
guardaespaldas de los Craig.
Vi
a Ron incomodarse por unos segundos pero se acomodó el suéter y se irguió a
medida que el oficial se acercaba.
—A
mí no me parece tan lógico pero… estoy seguro que es una brillante idea
–sonrió.
El
comisario se despidió.
—Les
agradezco mucho a todos. Esperamos que sea previsión y no tenga lava volcánica
recorriendo las calles.
—La
lava no, pero el mar sí –Chelle lo alertó—. La ramificación de la cadena
montañosa no solo se extiende hacia la ciudad. Es lógico que también se
extienda hacia el oeste, por la costa, mar adentro.
Noté
la cara de pánico del comisario. Aunque por supuesto se repuso en segundos.
—Muy
bien, no perderé más tiempo. Espero verlos en mejores condiciones. Que tengan
una tranquila noche.
—¿Qué
hay de la mansión? –preguntó el novio de Scarlet.
Hubo
un silencio profundo y las miradas fueron a Sebastien y luego al vampiro
Huilliche.
—Si
el volcán entra en erupción… me temo que… desaparecerá.
Drank.
La
noche transcurrió tranquila. No habíamos percibimos más temblores y poco a poco
con el nuevo día, volvíamos a recuperar la esperanza que hubiera sido una falsa
señal del volcán, y que como en muchos casos la erupción principal no fuera a
darse nunca.
Ayer
había sido un día atípico en la reserva para nosotros y los vampiros. Hoy
también lo sería. A pesar de que el peligro no desaparecía e impedía que
disfrutáramos un comienzo del día agradable, nos sentíamos bien de estar
contribuyendo sobre todo después de la gran ayuda del agua potable recibida por
los vampiros. Las cabañas no eran tan espaciosas así que se habían repartido
para pasar la primera noche. Rose se había quedado en nuestra cabaña, Anne en
la de July y su familia. Por supuesto con Ron sentado en el umbral haciendo
guardia. Bernardo había dado asilo a Bianca y a Sebastien. Douglas y Marin
hospedaron a Liz y sus bebés. Las chicas sherpa habían descansado en la cabaña
de Tim y Carl. Vinter ofreció un lugar en el sofá cama de su sala para Lenya
Craig. En cuanto a Scarlet y el oficial Petrov, no volvieron a la reserva.
Continuaron la guardia trabajando duro junto al comisario.
Esta
mañana Sebastien y Bianca partieron temprano hacia la ciudad. Bianca debía
presentarse en el hospital, su lugar de trabajo. El líder de los vampiros se
quedaría en el hotel durante el día para ayudar a George y al resto de los
empleados. Aún los humanos esperarían para regresar a sus hogares y según
Chelle era una sabia decisión.
Por
la tarde, Douglas volvió de dejar a Marin en el hospital. Estacionó la moto en
la puerta de su cabaña y se sentó en el umbral cabizbajo. Era obvio que la idea
de su chica de continuar trabajando no le había caído en gracia. Aunque sabía que
tenía razón. Ahora más que nunca los humanos necesitaban refuerzos.
Sentado
en un tronco junto a Liz, tenía entre mis brazos a mi ahijada, la pequeña
Halldora. Sonreí…
—Es
igual a ti.
Ella
apartó la vista de Anouk, Rose, y July, que jugaban con unos niños y con
Lost, y observó a su pequeña.
—Mi
madre dice lo mismo. Creo que tiene gestos de Lenya. Sobre todo cuando se
enfada –su rostro se iluminó con una sonrisa.
Se
notaba que amaba a Lenya incluso en sus enfados.
Halldora
cerró los ojos por el cansancio. En el correr del día había permanecido de
brazo en brazo de las lobas más jóvenes de la reserva. Si bien los vampiros no
eran considerados amigos propiamente dichos ni mucho menos, la estadía entre
nosotros de esa raza tan antagónica y distante no fue lo que esperábamos.
Muchos pensaron que al ser tan diferentes a la vista también lo eran en su forma
de ser y sentir. La verdad es que no era así. Los vampiros también amaban la
familia y a sus hijos. Sufrían por las angustias y preocupaciones de amigos,
temían a la naturaleza, tal como nosotros.
—¿Estás
más tranquilo por tu amigo Rob?
—Sí,
sobre todo por lo que dijo Sebastien. Los Sami buscaron refugio en la cabaña de
Charles. Son muchos, ¿es tan grande esa propiedad?
—Sí,
y es muy bella. Sebastien y Bianca se la regalaron en un cumpleaños. Está
ubicada del lado opuesto del volcán.
—Vaya…
—observé a Halldora—. Duerme como ángel –murmuré acariciando su cabecita rubia.
—Suerte
la de ella. Los niños están ajenos a lo que pueda pasar. Mejor…
—¿Y
qué podría pasar, Liz? –Pregunté mirándola a los ojos—. Porque sospecho que
sabes más que el resto de nosotros.
Bajó
la vista e insistí.
—Soy
yo, Drank. El mismo amigo de hace años. Confía en mí. Sabes que soy bueno
guardando grandes secretos.
Ella
me miró a los ojos y sonrió.
—¿Puede
saberse qué tan grandes secretos guardas de mí?
—Pues…
—observé el cielo con nubes grisáceas producto de las fumarolas anteriores—. Quitando
que eres una vampiresa… Por ejemplo, que en quinto año varias veces no entraste
al aula y te fuiste con un grupo de amigos a vagar por el centro de Drobak. Que
falsificaste la firma de tu madre unas diez veces ante amonestaciones. Que
olvidaste el dije de Marin en un baño en esa fiesta y que no te lo robaron.
—Y
que no era virgen cuando me conociste, como creía mamá —agregó
Reí.
—Oh
sí, detalle que ya había olvidado.
—Bien,
un caballero sin memoria.
—Bueno…
No aseguraría que no tengo memoria. En realidad sí la tengo para aquello que nunca
quiero olvidar.
—¿Por
ejemplo?
—Eres
muy audaz al preguntar.
—Me
conoces, es mi estilo. ¿Entonces?
—No
olvidaré jamás que me cuidaste cuando enfermé. Y que peleaste con una enfermera
que no te dejaba pasar. Tú con mi café y…
—Y
le dije, voy a pasar quiera o no –rio.
—Una
de las razones que me mantuve vivo fue gracias a tu poder y fortaleza que me
contagiaba.
—Eso
lo hiciste tú, y Adrien.
—Lo
sé, sin embargo no hubo día que no me transmitieras que iba a poder curarme. Y
aquí estoy. ¿Lo ves? Consigues lo que quieres. No temes a nada.
Sus
ojos volvieron al bosque y su rostro ensombreció.
—No
te creas. Hay cosas que debo hacer y no estoy segura que lo lograré.
—Lo
harás, sea lo que sea. Naciste para triunfar y…
—Debo
detener un tsunami –interrumpió y me miró fijo—. La base del volcán comienza en
los acantilados. Si hay explosión habrá temblor bajo tierra y si hay temblor el
mar saldrá de su lecho.
—Quizás
no ocurra.
—Cierto,
quizás no.
—Tú…
¿Es cierto que dominas las aguas? Quiero decir, yo lo he visto, ¿recuerdas?
Estabas enojada conmigo y esa ola me bañó ante un ademán que hiciste.
—Sí,
eso trataré de hacer. Dominar las aguas para que no destrocen la ciudad.
—Pero…
Es diferente, ¿verdad?
—Claro
que sí. Y no sé si saldrá bien.
—Tengo
mucha en fe en ti, amiga. Aunque estarás sola y no podré ayudarte. Solo tú
tienes ese don.
—No
estaré sola.
—¿Qué
vampiro tiene ese don extraordinario?
Dudó
antes de hablar. Sin embargo sus ojos se encontraron con los míos. Como si
comprobara que ese pacto de amistad y fidelidad seguía intacto. Entonces… me contó.
Había
sirenas… Existían vampiros, lobos y… sirenas.
Charles.
Entré
a la sala repleta de humanos con su atuendo colorido. Desde el balcón terraza
había podido ver el paisaje calmo y bastante visible que horas anteriores. Las
grandes fumarolas parecían haberse reducido, al menos por el momento ya no eran
necesarias las mascarillas, y las decenas de sami que habían buscado refugio en
mi hogar, recobraban poco a poco la tranquilidad. En cambio yo no… No por
sentirme invadido por humanos, ni mucho menos. Pero había escuchado los
consejos de Chelle y no debíamos cantar victoria. El volcán podía romper en
erupción y arrasar con parte de la ciudad.
Sebastien,
la mayoría de los Craig, y mis queridas Sherpas, se encontraban a salvo en la
reserva, lugar que Chelle informó que se ubicaba muy lejos del epicentro. Pero
Bianca estaría trabajando en el hospital junto a Olaf Arve y su hijo, Scarlet y
Grigorii debían ocupar el preciado puesto de oficiales y mucho de la seguridad
de los habitantes dependería de la buena organización y salvataje de ellos.
Busqué
a Margaret entre los sami de la sala, sentados en el gran sofá o en el suelo
tan solo aguardaban en silencio alguna buena novedad, pero no estaba allí.
Sabía que mi hembra no se habría ido lejos sin embargo necesitaba verla casi
permanentemente. Como si alguien o algo pudiera arrancármela en cualquier
instante. Creo que la situación me hacía sentir susceptible, pequeño,
indefenso. En realidad frente a la naturaleza… lo estábamos.
Ella
al fin salió de la cocina, antes que mi corazón comenzara ese latido intenso
como al tener miedo frente algo desconocido. Que yo recordara, nunca me había
sentido así.
—Charles,
¿quieres probar el té? Son hierbas que trajeron nuestros huéspedes.
Me
hundí en esa mirada celeste por las lentecillas de contacto.
—No,
yo prefiero café. Puedo ayudar a prepararlo.
—No
hace falta –sonrió con ternura—. Tengo varias colaboradoras en la cocina.
El
té es bueno para los nervios, señor Charles –un sami anciano con abrigo rojo
intenso y collares que colgaban de su cuello, se puso de pie e inclinó la
cabeza con un gesto de respeto—. Soy el chamán de mi tribu. Aprovecho para
agradecer su hospitalidad.
—No
es nada, no se preocupe –balbucee, quizás por mi condición de vampiro frente a
ese humano que parecía hablar poco y saber mucho—. Debemos ayudarnos entre
todos, esto es solo un contratiempo, ya verá.
Sin
embargo calló. No afirmó que así sería. Y yo tampoco hubiera creído si lo hacía.
Todos conocíamos que no era solo un contratiempo. Una larga espera con final imprevisible.
El
aroma a lobo se deslizó delicadamente por mis fosas nasales. Giré la cabeza
hacia el gran ventanal y entre un pequeño grupo de humanos sentados en el piso,
se puso de pie un individuo alto y corpulento. Sus ojos de canela ambarino me
confirmaron su procedencia. Buscó algo en su mochila y quitó una bolsa de
galletas. De pronto, se encontró con mi mirada.
—Debo
alimentar a mis lobos, hace tres días no han salido a cazar pero esto engañará
su estómago.
Me
acerqué.
—¿Los
lobos que están en la puerta de la cabaña son suyos?
Sí,
señor. Son mis amigos.
—Ah…
Okay… Creo que tengo algo de carne en la heladera.
—¿Carne?
–se sorprendió.
—Sí…
Es que con mi esposa tenemos a menudo visitas… —sonreí—. “normales”.
Me
devolvió una efímera sonrisa.
—Voy
por la carne, acompáñeme –me retiré de la sala hacia la cocina.
¿Qué
hacía un lobo viviendo con los sami?
Abriéndome
paso con cuidado entre algunos humanos sentados en el piso y otros echados
durmiendo, abrí el refrigerador. Él lobo llegó segundos después y de forma
educada aguardó desde la puerta.
—Venga,
acérquese.
Con
precisión para no pisar a nadie caminó lentamente hacia mí.
—¿Los
sami saben nuestro secreto? –bajé la voz.
—No
todos, señor. El Chamán y sus allegados. No se preocupe, es un secreto guardado
hace decenas de años.
—Entiendo
–busqué el paquete de chuletas entre los estantes—. No vives en la reserva, es
extraño.
—Una
larga historia.
Apoyé
la bandeja descartable en la mesada y deshice el nylon que la cubría. Se la
extendí.
—Hay
gestos de ti que me recuerdan a alguien, no sé a quién. ¿Eres familiar de
Sabina Quisling o de Mike Fjellner?
—No.
No tengo familia.
—Ah…
Una
pequeña sami se acercó con timidez.
—Señor
Charles, ¿tendría agua para beber?
—Claro
pequeña.
—Yo
me encargo –Margaret entró a la cocina esquivando a los sami con mi móvil en
mano—. Lo dejaste sobre la mesa de living, tienes una llamada perdida de
Bianca.
—Oh,
la llamaré –cogí el móvil y me dirigí al lobo—. Haga de cuenta que está en su
casa.
Bianca.
Reunidos
en la guardia del hospital, Olaf y Branden no dejaban de hacerme preguntas
sobre el volcán y su posible erupción.
—No
sé mucho más de lo que ya les conté. Acabo de hablar con Charles y dijo que los
sami están en su cabaña. Es uno de los lugares que no estará al alcance de la
catástrofe si se llegara a dar. Nosotros nos refugiamos en la reserva de lobos.
Otro de los sitios a salvo.
—¿No
te ha dicho nada de la ciudad? –preguntó Branden.
—No,
él no conoce demasiado. Solo seguimos los pasos de lo aconsejado por Chelle
Huilliche, él sí tiene experiencia.
—Es
una suerte que Nicolay haya querido viajar a la Isla del Oso con Ekaterina
–dijo Branden.
—Es
verdad. ¿Boris está en tu casa?
—Sí,
le ofrecí que se quedara antes de que tuviera que quedarse en la reserva. Tú
sabes, es un vampiro antiguo y cuesta más adaptarse a nuevas normas. En
realidad –sonrió—. Le ha costado siempre cualquier norma o imposición.
—Lo
sé. Queridos vampiros errantes –sonreí.
—Debo
seguir atendiendo los pacientes, disculpen –se excusó Olaf—. Y tengo llamada
perdida del comisario de Kirkenes.
—Sí,
yo también debo seguir atendiendo –aseguró su hijo.
—Bueno
al menos por mi parte sigo teniendo trabajo normal y espero que siga así. Nos
veremos después –contesté.
Salí
de la sala y me dirigí a los ascensores. Al pasar por la puerta principal me
detuve. Muchas personas entraban al hospital y no parecían convalecientes. Al
contrario hubiera creído que venían de vacaciones ya que veía grupos familiares
con bolsos y alguna que otra maleta.
Me
acerqué a Marin que extendía un documento en el escritorio de entrada.
—Tenga
el turno señorita Faigth, el doctor la atenderá por el pasillo a la izquierda.
—Marin.
Levantó
la vista y me miró.
—Bianca,
¿está todo bien en la reserva? Hablé con Douglas hace una hora y todo parece
normal.
—Sí,
tranquila. Pensé que te quedarías en la reserva.
—Eso
quería Douglas pero lo convencí que debía presentarme a trabajar sobre todo en
estos momentos. Necesitamos gente que asista.
—Me
alegro que lo haya entendido.
—No
le di mucha opción –sonrió.
—Oye,
¿qué es toda esa gente con bolsos? ¿Se mudan al hospital?
—Fue
una orden del comisario. Llamó por teléfono y dijo que hablaría con el
director. Habitantes en peligro se alojarán en segundo y tercer piso
provisorio. Es por esta noche o quizás por dos. Por si el volcán entra en
erupción.
—Sebastien
abrió las puertas del hotel para las familias que viven en cabañas sin planta
alta. Me lo contó por móvil y me pareció buena idea.
—Sí,
es genial. Pero igual es mucha gente que podría estar en peligro. Mucha… Por
eso el comisario ocupará también el hospital.
Las
palabras de Marin hicieron que me estremeciera. Mucha gente a la merced de algo
que aún no conocíamos pero sabíamos que no era nada bueno.
—Bianca…
¿Mi hermana estará bien?
—Por
supuesto, se encuentra en la reserva.
—Sé
que está en la reserva, por ahora… Pregunto si estará bien… después.
Suspiré.
—Liz
estará bien. Ni Drank ni Lenya no dejarán que le ocurra nada.
Asintió
con una sonrisa débil.
—Subo
a la morgue. Tengo a mi asistente esperando con un cadáver. Es nuevo pobrecillo
y se le nota en la cara. Saldré a las cuatro y media, si deseas marcharemos
juntas. Pasaré por el hotel.
—Salgo
menos cuarto pero te esperaré.
—Okay,
te veré luego.
—Hasta
luego.
Es
difícil transmitir lo que sentía. Como si cada palabra que dijera como ser,
“hasta luego, te veré más tarde” y cosas por el estilo, cobraran otro sentido.
Es que si jamás podíamos adivinar si en lo cotidiano veríamos a las personas
queridas, mucho menos en esta situación.
Cogí
el móvil y llamé a mi tía por tercera vez.
—Hola
tía Mildri. ¿Ya están en el hotel?
“Sí
cariño, quédate tranquila”.
—Okay,
yo tendré que permanecer en el hospital. Cualquier cosa me llamas.
“Por
supuesto. Estamos muy cómodos. Tu padre se ha dormido”.
—Un
beso, pronto los veré.
—“Claro
qué sí.”
¿Pronto
los veré? ¿Lo vería otra vez?
Ya
en la morgue me dispuse a efectuar la autopsia con ayuda de Vahg, un joven que
transitaba el último año de la carrera forense. Traté de ser considerada con mi
casi colega. Uno nunca debe olvidar que también fue nuevo en el tema y que solo
los años te hacen menos sensible. Así que lo oriente en todo lo que pude
conversando de anécdotas y cuestiones triviales sobre todo en los momentos que
no debía prestar tanta atención.
—¿Se
recibió joven doctora? Quiero decir, aún es joven pero me refería…
Sonreí
bajo la mascarilla.
—Sí,
siempre supe que era lo que deseaba ser. No he sido una alumna excelente pero
podría calificarme como “buena”.
—Si
ha trabajado en el “hospital escuela” de Oslo debe ser muy buena.
—¿Cómo
sabes que he trabajado allí?
—El
director me lo dijo. Y además de que iba a tener una muy buena profesional a mi
lado. Que aprovechara la oportunidad.
—El
director me tiene cariño, exagera a veces –sonreí—. Bien, le diremos a Mark que
guarde el cadáver. ¿Quieres escribir el dictamen? Yo te lo firmaré.
—Sí,
gracias. Así practicaré. Doctora… El director está preocupado por lo del
volcán. ¿Usted qué opina? ¿Saldremos bien de esto?
—Pues…
No lo sé. Esperemos que sí. ¿Tienes familia en la ciudad?
—No,
soy de Bergen. Estoy solo en Kirkenes.
Me
aparté varios metros para desechar los guantes ante la tarea concluida.
—Es
difícil estar solo en una ciudad. ¿Y amigos? ¿Has hecho amigos? –me asomé por
la puerta de la oficina mientras encendía las luces del ordenador.
No
contestó. Hubo un breve silencio antes de que volviera a insistir. Volví sobre
mis pasos hasta la sala de operaciones. Lo vi con los ojos grandes fijos en la
camilla.
—Doctora…
La camilla se movió. El cadáver no puede estar vivo.
Di
varios pasos acercándome lentamente para ver de qué hablaba. Entonces, mi
sangre pareció congelarse.
—Sí,
la camilla vibra, pero no es el cadáver.
Mis
ojos se elevaron a la lamparilla de luz…
—¡Corre
hacia la puerta y mantente bajo el marco!
—¿Qué
está pasando? –exclamó.
—Lo
que tanto temíamos.
Ron.
Recostado
en un viejo ciprés observaba a Anne sentada en un tronco rodeada de niños lobo.
Conversaba y reía al escucharlos. Le gustaban los niños tanto como a Anouk.
Quizás cuando se sintiera más fuerte y recuperada le gustaría seguir una
carrera docente. La imaginaba en un aula dando clase con esa sonrisa de niña
que tanto disfrutaba ver. ¿Y con hijos? ¿La imaginaba con hijos? Sí, lo había
hecho muchas veces en mis sueños. Con nuestros hijos. Aunque parecía un camino
largo por recorrer, tenía toda una eternidad para esperarla. Porque cuando amas
de verdad, esperas lo que sea necesario.
Vino
a mi mente ese primer día que la conocí. Ella y su hermano intentaban entrar al
restaurante y no se lo permitían. Entonces la vi, indefensa, con esos ojos
azules y tristes. No sé porque desde ese instante quise que esa mirada se
tornara alegre y divertida. No era mi trabajo. Yo era un simple vampiro solo y
decepcionado sin nada porque vivir… Y Anne cambió mi mundo desde ese día. Sin
conocerla, algo había en esa chica con rostro de ángel que me decía, “es ella”
“es el amor de tu vida, no lo dejes escapar”.
Una
palmada en mi espalda me sobresaltó.
—¿Observando
el paisaje?
—Lenya…
—sonreí—. ¿Todo tranquilo?
—Por
ahora sí.
Extendí
los brazos para coger a Adrien que no lo dudó. El niño me conocía de vivir en
la mansión y de jugar con él todas las veces que podía. Sí, a mí también me
gustaban los niños.
Mis
ojos fueron a Lenya después de cobijar al bebé contra mi pecho.
Su
mirada iba directo a Liz y Drank que se encontraban a veinte metros de
nosotros, sentados en un tronco.
—¿Te
molesta verlos juntos?
Negó
con la cabeza.
—Ya
no. Asumí que siempre serán grandes amigos y es algo que jamás podría cambiar.
—Cierto.
Sin embargo algo te preocupa, ¿verdad?
Suspiró.
—Liz
insiste en ir a….
De
pronto la tierra tembló leve bajo nuestros pies.
—Mierda,
es un terremoto –balbucee y por instinto rodee al bebé entre mis brazos.
Lenya
se alejó hacia Liz y Anne con los niños me miraron aterrados.
—Tranquilos,
vengan aquí junto a mí. Mantengan la calma.
Así
lo hicieron mientras sus ojos observaban una fina grieta a los pies de un pino
que parecía abrirse cada vez más. De inmediato muchos lobos salieron de sus
cabañas, y gritos… Gritos de miedo que lograron erizar de punta a punta mi
piel.
De
pronto el temblor pareció profundizarse. Los segundos transcurrían y al
contrario de cesar, la situación parecía agravarse. La pregunta, la pregunta
que se haría toda la reserva incluido los vampiros que nos refugiamos allí.
¿Cuándo se detendrá? Y una súplica… Por favor que esto termine…
Bernardo,
Sabina, y Chelle, procuraban reunir a los grupos en los claros del terreno,
donde no habría peligro de que las construcciones se desmoronaran. Uno a uno,
fueron sentándose en la pradera, e hicimos lo mismo. El temblor pareció cesar.
Solo duró segundos pero parecieron interminables. Adrien comenzó a llorar y
traté de calmarlo. En instantes Liz, Lenya, y Drank con la bebé, estuvieron
junto a mí.
—Dame
a Adrien, Ron –dijo Lenya—. Se calmará conmigo.
Anne
sentada a mi lado me miró con temor. Mi mano buscó la de ella apoyada sobre el
césped hasta que el temblor pareció detenerse.
—Todo
irá bien –sonreí.
—¿De
verdad? –murmuró—. ¿Cómo estás tan seguro?
—Porque
tengo muchos proyectos contigo, Anne. Y los vamos a cumplir. No pereceremos.
Sonrió
débilmente y dudó antes de hablar. Finalmente sus ojos brillaron por las
lágrimas.
—Pienso
que por mi psiquis enferma no te dije algo que siento desde que te conocí.
—¿Qué
cosa, cariño?
—Que…
después de mi hermano… eres el único hombre que me hace sentir segura y feliz…
Que… no quiero que te ocurra nada malo… nunca. Y…
—¿Y?
–pregunté con el corazón latiendo a mil.
—Y
que… te amo.
En
ese instante creí que el volcán albergaba dentro de mí. Como si el fuego de la
pasión en mi pecho hubiera querido salir. Mis ojos en sus ojos azules y
tristes… Abrí la boca y la cerré.
En
ese momento Anouk se acercó a Drank. Clavó la vista en Liz y ella también.
—Debo
irme –susurró Liz.— No sabemos si este temblor ha sido suficiente para
desencadenar el tsunami.
—No
irás sin mí –dijo Lenya.
—Dame
el niño, Lenya –dijo Anouk extendiendo los brazos.
—Por
favor, amor alguien debe quedarse por si algo no sale bien –se angustió Liz.
—Tú
estás loca si crees que te dejaré sola. Juntos hasta el mismo infierno,
¿recuerdas? Lo prometimos.
No
dio tiempo a que su chica se negara corrió hacia la moto de Douglas y montó en
ella.
Douglas
lo siguió.
—¿Sabes
conducir una motocross?
—He
montado en moto alguna que otra vez.
—Pero…
La necesito para buscar a Marin.
—Tranquilo
–interrumpió Tim que se acercaba apresurado—, te llevaré a la ciudad. Hay que
traer a Sebastien y Bianca.
—Iré
con ustedes –dijo Drank.
Douglas
fue por los cascos para Lenya y Liz. Anne estaba cogida de mi mano y se
aferraba como si pudiera salvarla de todo. Ojalá, no estaba tan seguro de poder
con la naturaleza pero sí que dejaría mi vida por hacerlo.
Lo
último que vi antes de reunirme con los grupos, fue la moto de Douglas perderse
de vista hacia la costa.
Uy me a legra leerte de nuevo. Genial capítulo . La interrupción del volcán lo complica todo. Me encanto ver tan unidos a tus personajes en esta crisis. Lo dejaste muy interesante. Te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar. Si veremos que pasa con el volcán. Es bueno que estén unidos en esta situación. Un beso grande desde Argentina. ¡Feliz semana!
EliminarHola, Lou... Tus queridos personajes tienen un grave problema que enfrentar... un problema que se llama volcán
ResponderEliminarEs muy lógico que rueguen y supliquen por que termine aunque, prácticamente, aún no ha comenzado
Liz debe detener un muy posible tsunami y Lenya no ha podido evitar marchar con ella
¡Pobre Bernardo! No quiere perder a nadie... Ni a familiares ni a amigos... A nadie... ¡Cuánta inquietud y miedo!
Drank y Anouk, abrazados... Gloria juega con otros niños, pero no sé si esta niña está muy ajena a lo que sucede
Ron quiere proteger a Anne... ¡Tiene tantos proyectos con ella! No le ha importado esperar, no le importa tener que esperar más... lo único que le importa es Anne
Y los humanos, en el hotel, también en el hospital
¡Muy buen capítulo, Lou! Mucha inquietud, mucha incertidumbre, mucho miedo... y mucha valentía y amor
Te felicito por otro gran capítulo
Besos
¡Hola Mela! Una alegría leer tu comentario.
EliminarMucho miedo e inquietud. La incertidumbre creo es peor que saber que va a ocurrir y como, aunque no sea bueno.
Liz debe enfrentar algo terrible y no sabe si lo hará bien, pero muchos dependen de ella y debe sacar fuerza y coraje de eso.
La mente de Bernardo es como la cinta de una película en la que recuerda hechos y seres que no quiere perder. Todos nos sentiríamos igual.
Estar juntos es un punto a favor contra el temor. Y Drank y Anouk lo están. Veremos como lo resuelven.
Los niños siempre viven en un universo paralelo, tienes razón, Gloria no es un niño normal y seguro que sabe lo que se acerca. Sin embargo no está desanimada, quizás el lobo blanco que anida dentro de ella le da fuerzas.
Lobos, vampiros, humanos, sirenas, todos unidos frente a una catástrofe. Pienso que es la única forma de salir de ello.
Muchas gracias como siempre por tener paciencia en la espera y por acompañarme siempre. Miles de besos y feliz semana.