¡Hola chicos! Lamento la demora pero aquí estoy otra vez. No se puede capturar a las musas escurridizas pero si convencerlas de volver. Espero les guste el capi. Con el cariño de siempre les deseo una genial semana. Gracias por acompañarme. Lou.
Capítulo 51.
Unidos.
Sebastien.
Bajé
las escaleras, atravesé la sala, y pulsé el botón de apertura de los portones.
Suspiré… ¿Y ahora qué? Ocho de la mañana…
Sonreí
amablemente cuando al fin llegó al portal.
—Comisario…
¿O puedo llamarlo Vikingo? Digo… dada la continuidad de las visitas que ya infiere
familiaridad. Estoy pensando seriamente si otorgarle una llave de mi casa.
—Veo
que conserva un cierto sentido del humor, señor Craig. Admirable en su caso,
porque su vida es bastante movida, rozando lo aterradora. Y sí puede llamarme
Vikingo.
—Tome
asiento, ¿quiere algo de beber?
—No
gracias. Estoy en servicio.
—Puede
ser un café.
—Desayuné
en la oficina.
—¿Se
sabe algo de Chelle y Mike?
—Pensé
que estaba enterado usted antes que yo. Creí que encontraría a los caballeros
en su hogar.
—No,
no están. No los he visto. Dígame. ¿Ha venido con alguna orden de arresto para
mi protegido?
—No,
quería darle personalmente la buena noticia de la modificación de la causa por
tráfico que ya conoce. El señor Mike Fjellner está fuera de culpa y cargo.
Exonerado como consecuencia de las nuevas pruebas que tenemos.
—No
entiendo.
—Alguien
dejó unos videos muy oportunos donde muestran al señor Fjellner entrando al
edificio del señor Mykolaiv sin nada en sus manos y saliendo con unos
determinados paquetes sospechosos en dos oportunidades. Además, junto con los
videos, una nota de puño y letra de Mykolaiv confesando que el chico no sabía
nada de lo que llevaba en las encomiendas, que lo usó para traficar la droga.
—Vaya…
¡Qué buena acción viniendo de un delincuente poderoso como el señor Mykolaiv!
—Lo
mismo digo yo, ¿verdad? Es más, creo que alguien lo indujo a confesar, pero eso
ya no importa. Ni para Mike Fjellner ni para Mykolaiv ya que este último se
suicidó hace tres horas aproximadamente.
—Supongo
que la culpa.
—Así
parece… No puedo alegar nada más ya que la pólvora se halló en su mano derecha.
—Debe
estar satisfecho, comisario. Si esto no hubiera ocurrido tendríamos un inocente
en la cárcel. ¿No?
—Claro…
Aun así, no creo que el mismo Mykolaiv haya llevado las cintas de grabación
hasta la comisaría. Es más, la hora de muerte no condice con el tiempo que
debió tener para acercarse hasta la comisaría y suicidarse. Además… Según los
oficiales testigos que recibieron la prueba el sujeto era más bien joven.
—¿Importa
acaso?
—Ya
no… En cuanto al “joven” que se acercó a entregar las pruebas…
—Un
acto de arrojo y valentía –interrumpí—. Pudieron encarcelarlo para averiguar
dónde halló las pruebas.
—No
si es suficientemente rápido. ¿Verdad?
—¿Qué
tan rápido podría ser? Estaría repleto de policías.
—Claro…
Como al escapar con Mike Fjellner.
—Vayamos
al grano. Si va a amenazarme, hágalo de frente y ahora.
—No,
solo quiero dejar en claro que no soy estúpido.
—Nadie
en esta familia piensa eso de usted.
—Okay…
Ahora me retiro, ha sido muy amable en recibirme.
—Por
favor, haga de cuenta que es su casa –sonreí—. Que tenga buenos días.
Apenas
se fue subí a la habitación de Charles y golpee la puerta. En pocos minutos se
asomó con rostro aturdido.
—¿Se
incendia algo? ¿Te has caído de la cama? Es domingo.
—No,
el que se ha caído de la cama es el comisario que acaba de irse.
Ajustó
la bata y salió al pasillo preocupado.
—¿Qué
dijo?
—Te
diré dos cosas. La primera que Mike Fjellner está libre de culpa y cargo por
unas cintas de grabación que le llegaron a la policía. Por lo tanto ya no tiene
que huir, Chelle tampoco. Y la segunda… que si quieres darte una vuelta por tu
cabaña para ver si todo está en orden o el freezer no se descongeló, lo puedes
hacer.
Sonrió.
—Seguiré
tu consejo. Me vestiré y daré una vuelta por la cabaña.
—Lo
imaginé.
Mike.
Dicha,
dicha en la máxima expresión es lo que sentí a partir del día que estuve fuera
de culpa. Aunque me sabía inocente desde un
primer momento conocía que no sería fácil demostrarlo. Sobre todo
teniendo un jefe poderoso y millonario. Sin embargo no contaba con la valentía
y audacia de mi pareja, Chelle Huilliche. Hijo de un poderoso aquelarre. Sí,
tenía una hermana asesina imposible de olvidar pero mi madre valoró el acto de
arrojo que tuvo él, a pesar de tener en contra al líder de los vampiros. Bua,
Kristoff, y Burnaby también vieron con buenos ojos la acción del Huilliche,
Hauk… Bueno, Hauk aún tenía sus reparos y no le caía simpático que un vampiro
fuera mi pareja. ¿Sería cuestión de tiempo?
Levanté
la copa de champagne frente a Chelle y sonreí. Él me imitó hasta chocar el
cristal de la suya. Eché un vistazo al bar acogedor que habíamos elegido para
distendernos y festejar. Pocas parejas bebían en las mesas alejadas. Nos
habíamos ubicado en un rincón cerca de una ventana y lejos de la puerta de
acceso.
Bebí
un trago y deposité la copa en la mesa. Cogí un arrolladito entre mis dedos y
lo devoré.
Me
observó con una sonrisa de lado.
—¿Rico?
Negué
con la cabeza y rio.
—¿A
quién se le ocurre ofrecer sushi a un lobo?
—Pues,
venía con el champagne. Gentileza de la casa. Puedo pedirte un bistec de
cordero o algo parecido, aunque mi escaso conocimiento gastronómico me indica
que no iría de acuerdo a la fina bebida.
Arquee
una ceja, dudoso.
—No
creo que tengas escaso conocimiento gastronómico. A mí me da que eres de la
alta sociedad. Te haces el humilde. Mi hermano Kristoff dice que buscó y vio
por You tuve la extensión de las bodegas de tus padres. La marca de vinos es
famosa.
Encogió
los hombros.
—Da
igual. Nada de lo que soy tiene importancia si no estás tú. Además no tengo
acceso a nada de ello.
—¿Sabes
qué estoy a punto de clavarte un beso en esa boca ante todos los comensales?
—Por
favor, no –rio.
Mi
carcajada cristalina se unió a la de él.
—Me
encanta que te pongas colorado a pesar de que a esta altura te conozco de punta
a punta.
—¿Y
eso te gusta? –bebió un trago y aguardó expectante.
—Me
encanta. Amo que te pongas nervioso cada vez que me acerco o te miro.
—No
estamos en equilibrio, ¿Qué hay de ti cada vez que me ves o me acerco?
Sonreí.
Lentamente
deslicé mi mano sobre la suya a medida que mi sangre se alteraba.
—Hiervo.
Bajó
la vista y sonrió. Apenas volvió a mirarme su rostro cambió el rictus de
felicidad por uno de sorpresa… Sus ojos estaban fijos hacia mi espalda, en
dirección a la puerta.
—¿Qué
ocurre? ¿Es Sebastien? Me dijiste que ya habían hablado y estaba todo bien. ¿O
es Hauk?
—No.
Ninguno de los dos.
No
tardaron segundos para escuchar la voz junto a mí. Levanté la vista y maldije.
—¿Qué
diablos haces aquí, Kriger?
—Lo
siento, no te enojes, solo vine… Solo vine a pedirte perdón.
Me
recosté en el respaldo de la silla y suspiré.
—¿Es
que no te rindes?
—No,
te repito. No vine a molestarte Solo quiero pedirte perdón.
Chelle
me miró con una mirada un tanto de compasión y resignación.
—Okay,
¿si te digo que te perdono te irás y no molestarás más?
—No
molestaré más. Pero necesito que me perdones de corazón. Yo… Te amé… A mi
manera, lo sé. Pero te amé… No quería hacerte daño.
—¡Pero
lo hiciste!
—Sí…
Por eso, perdóname.
—Yo
mejor, dejo que hablen –murmuró Chelle, amagando ponerse de pie.
—Tú
no te vas. Eres quien amo y mi pareja, así que lo que hable que lo haga frente
a ti.
—Estoy
arrepentido, Mike. Perdóname.
—Si
hubiera sido por ti no estaría junto a Chelle. Hiciste lo imposible y te uniste
nada menos que a esa bruja de Camile.
—Sí…
—sus ojos se humedecieron—. Créeme la desesperación nos vuelve otra clase de
personas.
—Me
fuiste infiel cuando creía en ti, no te volviste otra persona. Siempre fuiste
lo que finalmente demostraste.
—No…
No sabía lo que tenía a mi lado.
—De
todas formas es tarde, y lo sabes. Lo dejé bien claro desde el primer momento.
—Lo
sé. Solo… Perdóname.
—Okay…
Okay… Te perdono.
—¿De
corazón me lo dices?
Me
mantuve en silencio unos segundos. ¿Qué más daba ya? Yo era feliz, tenía a
Chelle y un futuro promisorio.
—Sí,
de corazón. Ojalá seas feliz.
—Gracias.
Fueron
segundos… Sí… Segundos. Kriger metió su mano dentro de la chaqueta de cuero y
sacó un arma ante nuestros ojos aterrados. No nos dio tiempo a nada, lo juro.
Chelle solo alcanzó a murmurar un “no, no lo hagas”. Sin embargo él no se
detuvo, apoyó el caño en su cien… y disparó.
Bianca.
Agotada
me senté en el sofá y lancé el bolso de mano a un costado. La casa estaba en
silencio a esa hora de la tarde. Thashy y Miyo paseaban por el parque,
melancólicas. La partida de Khatry a la Isla del Oso junto a Numa y Ekaterina
las había sorprendido. Suponía, que ambas a lo largo de sus vidas se habrían
separado muy poco del guerrero al que consideraban como su hermano.
Rose
en su habitación se preparaba para rendir el ingreso a la Universidad de Leyes.
Scarlet y Grigorii en su habitación, al igual que Liz y los bebés. Mi marido y
Lenya habían concurrido a una reunión de negocios en el hotel y luego junto a
Ron cargaron más bidones de agua en el helicóptero para llevar a la reserva.
Anne había ido de compras al Centro Comercial. Era la cuarta vez que se animaba
a ir sola. Por otro lado Charles y Margaret habían organizado una cena en la
cabaña para Douglas y Marin.
Estaba
sola en la sala, y hacía mucho tiempo que esta mansión no me encontraba en esa
situación. Es que éramos una numerosa familia. Por supuesto, si hilaba fino
Odette me hacía compañía mientras acariciaba mi vientre. Pero ella no sabía del
motivo de mi cansancio y tristeza. Bien… tenía dos opciones… Me preparaba un
café y volvía a lanzarme al sofá con cada uno de mis horribles pensamientos o…
llamaba a mi mejor amigo…
“¡Bianca!
¿Estás bien?”
Su
voz siempre era un oasis para mí.
—Ehm…
¿Estás ocupado? No miré la hora y creo que debes estar con la tarea de repartir
el agua y… Sí, lo siento, estás ocupado.
Él
respondió como hacen los verdaderos amigos.
“Estaba
ocupado pero ahora no lo estoy. ¿Qué te ocurre?”
—Es
que, ¡no! No te preocupes, no es grave… En realidad un poco sí…
“Bianca,
por favor, dime qué ocurre. ¿Es Odette?”
—No,
por suerte no. De lo contrario hubiera llamado a Sebastien. No puedo mantenerlo
apartado de lo que compete a nuestra bebé.
“¿Entonces?”
—Es
mi padre. Hoy hablé con el neurólogo que lo trata.
“Es
Burnaby? Tiene fama de ser muy bueno. ¿Qué te dijo?”
—Lo
es. Sin embargo la enfermedad de mi padre no tiene buen pronóstico por más que
su médico fuera el premio Nobel de medicina.
“¿Es
por la conducta de este último tiempo?”
—Sí,
él ahora… olvida donde guardar sus cosas y hay días que ni siquiera recuerda
dónde encontrar el tarro de café. El otro día, tía Mildri dijo que dejó la
llave de gas abierta y por suerte ella sintió el olor y ninguno encendió
fósforos o la misma luz de la lamparilla, hubiera desatado una catástrofe.
Escuché
que suspiraba.
“¿Alzheimer?”
—Sí…
Soy doctora sé lo que es. Aunque no en profundidad. Es que cuando no te toca
cerca es algo lejano que no interesa demasiado.
“A
nadie le gusta saber más sobre cosas feas.”
—No
sabré qué hacer.
“Claro
qué sí. Sabrás, eres inteligente y los médicos lo apoyarán en el duro trance.”
—No
me refiero a saber qué hacer con él… Sino… ¿Qué haré yo cuando él me olvide?
Y
esa pregunta dicha al pasar había nacido de mi corazón, y sin saberlo me
acompañaría por un largo tiempo.
Charles.
Mientras
me bañaba pensaba en la cena de anoche. Marin y Douglas nos habían alegrado la
cabaña. A pesar que el heredero de Sebastien Craig lució preocupado por la
insalubridad del agua de la reserva, Marin supo reanimarlo con la esperanza que
todo sería una falla subsanable con el tiempo. De hecho el Estado puso manos a
la obra para estudiar y resolver el caso extraño en las napas de una gran parte
del bosque. Quizás llevaría tiempo, pero continuaríamos con la ayuda de
abastecer a los lobos porque creíamos que era lo correcto. Nosotros podríamos
haber estado en una situación similar y seguramente los lobos nos brindarían
auxilio. Bueno… Al menos la mayoría.
Salí
de la bañera envuelto en la toalla y echando un vistazo a mi habitación, abrí
la puerta y exclamé.
—¡Margaret!
¡Te me has escapado! –sonreí al escuchar su voz desde la sala.
—¡Viene
tormenta Charles! ¡Debo entrar las plantas del balcón!
—¡Okay!
¡Ya te capturaré!
Hice
a un lado la puerta del placar e indeciso observé mis camisas… Una a cuadros,
informal. Unos jeans estarían perfectos para un día tranquilo en casa viendo
tv.
—¡Charles!
¡Ven!
—¡Un
segundo, querida!
—¡Charles!
Abandoné
las prendas sobre la cama y calcé las pantuflas. Ajusté la toalla a la cintura
y mientras corría las cortinas para que entrara la luz del día, me pregunté qué
cosa urgente necesitaba Margaret que no podía esperar que me vistiera. Pero al
hacer a un lado las cortinas quedé tieso. ¿Qué hora era? ¿No había amanecido y
miré mal el reloj? ¿Por qué estaba todo muy oscuro? ¿La tormenta?
Al
deslizar el cristal un aire denso me rodeó. Volví a cerrarla no sin antes
percatarme, sobre el marco de la ventana parecía haberse acumulado una capa
gruesa de suciedad.
—¡Charles!
Margaret
entró a la habitación con rostro preocupado.
—¡Charles!
¿Qué ocurre? Mis plantas tienen una capa de… como si hubiera nevado nieve gris.
Salí
de inmediato hasta la sala y abrí la puerta ventana que daba al balcón… Las
baldosas estaban cubiertas por la misma sustancia, y más allá también. A pesar
de la penumbra que rodeaba el día podían notarse las copas grises de los
árboles que rodeaban la cabaña, y el sendero que guiaba hasta la escalera no se
distinguía de la vegetación. Todo era gris. Con claros oscuros como película
antigua.
Anoche
junto a Douglas y Marin habíamos pronosticado una tormenta que amenazaba en el
horizonte. Sin embargo algo andaba mal… Lo que cubría gran parte del relieve no
era lluvia ni nieve.
Según
el reloj de la sala eran siete y media de la mañana, en la mansión casi todos
dormirían. Me dirigí a la habitación y cogí el móvil. Margaret se sentó en la
cama lentamente sin apartar la vista de la ventana.
Aguardé
unos segundos antes de que un Sebastien entre dormido me atendiera.
—Hola…
Ve a la ventana, dime que ves.
“Charles…
¿Qué?”
—Por
favor, ve a la ventana y fíjate fuera de la mansión. Dime que ves.
Margaret
me miró sorprendida.
—¿Qué
crees que es, Charles?
—Nunca
lo he visto en años que vivo en Kirkenes… Tampoco en Inglaterra. Quizás lo viví
hace más de un siglo, en un viaje a Italia… Pero no… No puede ser lo mismo.
—¿De
qué hablas?
“Charles,
no puedo ver prácticamente nada, el suelo del parque… Como si hubiera caído
nieve gris” Contestó Sebastien.
—Encenderé
la tv, quizás es un fenómeno sin importancia aunque te diré que es bastante
molesto. Abrí el cristal solo por segundos y parece que se mete por la nariz.
“Espera,
bajé a la sala, Chelle quiere decirme algo, no cortes.”
—Okay…
Ese
silencio de unos segundos se hizo eternidad. Chelle… ¿Qué querría decirme?
“Charles,
escucha… Debes cerrar puertas y ventanas. Pon paños húmedos en las rendijas. Es
importante que la ceniza no entre.”
—¿Ceniza?
Perdón no escucho bien, creo que hay interferencia. ¿Ceniza?
“Ceniza
volcánica. Sé de lo que hablo.”
—¿Qué?
Pero… En Kirkenes no hay volcanes –dibujé una sonrisa temerosa.
“Al
parecer, la cumbre es un volcán. Por eso huyeron hace miles de años.”
—¿Quiénes
huyeron?
“Los
vikingos. Lo leí. No sabía cuál podía ser el motivo pero ahora lo tengo claro.”
—Es
una locura, Chelle.
“Locura
o no, cubre cualquier espacio por el que pueda colarse la ceniza. Si sales
protege tu rostro lo más que puedas. Debemos seguir las noticias en la tv,
porque...”
—¿Por
qué?
“Porque
todo puede cambiar de un momento a otro.”
Bernardo.
Conmoción
en la reserva, temor, dudas, miles de preguntas sin responder. Todo había
comenzado finalizando la madrugada. Esa que daría paso a un nuevo día, un nuevo
amanecer quizás lluvioso, sin embargo nunca llegó. Reunidos a pocos metros de
la puerta de mi casa, los lobos, mis pares, la gran familia que conformábamos
en esa porción de tierras que alguna vez fue solo de los samis, los rostros
compungidos, las miradas encontradas, los rezos por lo bajo al gran Jumpe, pero
nada de eso servía para aliviarnos o encontrar respuesta. ¿Por qué? ¿La madre
naturaleza se había cansado y agotada de su uso indiscriminado nos daba una
lección? Y la duda más importante… ¿Nos daría otra oportunidad de aprender como
los padres a sus hijos?
Mike
nos había comentado lo que Chelle había dicho por medio de una llamada
telefónica. Debíamos mantenernos encerrados en las próximas horas. Cenizas de
un volcán estaban cubriendo gran parte de Kirkenes y aún no eran densas en la
parte del bosque producto de los vientos hacia el este.
¿Un
volcán? ¿Las cumbres habían sido un volcán dormido?
De
pronto recordé… Una advertencia, un hallazgo, un libro…
“Debemos
estar unidos antes que el gigante de fuego despierte”.
Me
acerqué a Claire y Fanny, ambas enfermeras. Explicaban como debían armarse
cubrebocas que fueran útiles para casos similares. Todos atentos seguían las
indicaciones y yo… por un momento creí que estaba soñando. ¿Estaba ocurriendo
de verdad? ¿Un volcán amenazaba nuestras tierras?
Tim
preguntó angustiado.
—Si
es un volcán, no solo serán cenizas, ¿qué ocurrirá después?
—No
lo sé –respondí—. Juro que no tengo idea. Solo vi películas sobre volcanes.
—Yo
he visto muchos videos en “You tuve” –Kristoff se acercó junto a su madre—. Y
son aterradores. No escaparemos.
—¡No
digas eso, hijo! Debemos seguir las indicaciones e incluso los humanos deben
saber que hacer.
—¡Qué
van a saber los humanos, mamá! –Hauk protestó—. Si todas las catástrofes son
por culpa de ellos.
—Estás
exagerando, nosotros no somos bebés de pecho. ¿Acaso no haces cabañas usando árboles?
–retrucó Louk.
—Pero
no indiscriminadamente.
—Basta
–los detuve—, ahora no es momento de echar culpas, hay que ayudarnos. Por lo
pronto seguiremos las noticias como aconsejó Chelle y nos aislaremos de las
cenizas.
—Resulta
que un vampiro nos dice que hacer, ¿no es cómico? –volvió atacar Hauk.
—¡Cállate,
le tienes rabia y hablas de terco! – exclamó Mike.
—¡Sí!
¿Quieres que te recuerde el por qué?
—¡He
dicho basta! Vamos, pongamos manos a la obra.
—Encerraré a mis cabras –dijo Tim.
—Debo
ir por él –Drank se alejó.
—¡Drank!
¿Dónde vas? –Anouk se preocupó.
—Rob,
está solo en el bosque. Lo traeré. Todos unidos lograremos más que separados.
—¡Por
favor cuídate!
Drank
quitó su camiseta y la ató cubriendo parte de su rostro.
—No
te preocupes, al menos lo lobos vemos mejor en la oscuridad.
—Pero
los vampiros no –la voz de Douglas tembló—. No sabrán por donde escapar.
—¡Cielos,
mi hermana también está en la mansión y si esto continúa será una trampa
mortal! –lloró Marin
—Calma…
—murmuré—.
—Bernardo,
piensa bien lo que irás a decir –se enfadó Hauk.
Volví
a recordar la profecía del libro…
—Por
supuesto... Necesito que todos aquellos que dispongan de un vehículo ágil lo
pongan en marcha. Iremos por los vampiros.
Sebastien.
Rose
bajó apresurada la escalera con el mapa de Kirkenes que había pedido Chelle. Lo
extendió en la mesa de living y lo estudió minuciosamente. Habíamos tapiado
cada rendija de la mansión y el silencio de la sala por momento se hacía
insostenible.
Observé
a Bianca, más pálida de lo común. Me acerqué a ella y la abracé.
—Todo
saldrá bien, cariño. Somos vampiros inmortales.
Sonrió.
Lenya
y Liz en el sofá, con sus bebés en brazos, trataban de calmarlos. Parecían que
intuían los nervios o temores de sus padres.
—¿Qué
estudias, Chelle? –preguntó Ron.
—El
relieve. Es importante en estos casos.
—Es
que no hay duda, si esto es producto de un volcán proviene de las cumbres.
—No
me preocupa de dónde viene, ahora lo más importante es saber que si hay
erupción… hacia dónde se deslizará la lava.
—¡Lava!
–fue la exclamación unísona.
No
era que alguien ignorara que la lava era una consecuencia más que inminente de
un volcán, pero… es que era todo tan irreal y en tan poco tiempo asimilar la
catástrofe dificultaba pensar con claridad.
Chelle
recorrió su dedo índice por la superficie del mapa. Todos aguardamos que dijera
algo alentador. Creo que estábamos muy impacientes.
—¡Chelle,
di algo por favor! –exclamé.
—Lo
siento, hay una grieta profunda desde la cumbre hacia la ciudad, y esta
mansión… queda a mitad de camino.
—¿Entonces?
–Lenya se puso de pie.
—Hay
que salir de aquí.
Rose
aún sin creerlo y en un acto de desesperación, se acercó a la ventana y
entreabrió los cristales.
—Cierra
Rose, ordené.
Ella
obedeció. Esos segundos no bastaron para que la ceniza entrara pero en ese
instante algo provocó que Liz se pusiera de pie y respirara profundo. Dejó a
Halldora en el cochecito y lo que dijo cayó como bomba en la sala. Sobre todo a
su marido.
—Aroma
a salitre… Debo ir, me llaman.
—¿Qué?
¿Dónde quieres ir? ¡Liz, te has vuelto loca!
—Lo
siento, debo ir. No puedo hacer oído sordo a ellas.
Nadie
preguntó, “¿a ellas? ¿A quiénes te refieres? Nadie. Pienso que era lo menos que
importaba ante esa decisión al parecer descabellada.
—Liz,
por favor, te lo suplico. ¿Cómo llegaremos a la costa si no podemos movernos de
aquí?
—Llegaremos
no, llegaré. Tú debes quedarte con los niños.
—¡Has
perdido la razón! ¿Qué haré si te ocurre algo? Piensa en ellos. No te dejaré
sola.
—En
ellos pienso. Debo ir sola a la costa.
—No
se ve nada, salvo por los faroles del parque. No podrás llegar a ningún lado.
Es como si estuviéramos ciegos –aseguró Rose.
Liz
enfrentó a Chelle.
—Dime
la verdad, ¿qué probabilidades hay de que haya un gran temblor con la erupción?
Chelle
dudó en contestar.
—Por
favor, necesito la verdad.
—Muchas.
—¿Lo
ves, amor? Solo yo podré detener al tsunami. Por eso me llaman, lo sé.
—Liz…
—los ojos de Lenya se llenaron de lágrimas—. ¿No te das cuenta que no podemos
ver a tres metros de nosotros? ¿Estamos atrapados?
De
pronto ruidos de motores se escucharon, parecían llegar de todas partes.
Después bocinas al unísono. Mi móvil vibró…
—Hola…
“Sebastien
–la voz de Bernardo se bifurcaba—, estamos en los portones de la mansión.
Vinimos a buscarlos. Vamos, junten lo indispensable y salgamos de aquí.”
Como
pudimos juntamos lo indispensable, algo de ropa, documentos, y las notebooks.
En mi caso me tomé unos segundos más para coger el escudo del león de los
Craig. No podía irme sin él. Ignoraba que quedaría de todo aquello a lo que amé
año tras año, de lo que tanto me costó conseguir, pero era una realidad… La
mansión quedaba en la ruta que seguiría la lava si en tal caso el volcán entraba
en erupción.
Llamé
a Scarlet y le comenté la situación. En la ciudad los humanos aún ignoraban el
peligro. El viento iba avanzando lentamente hacia el este llevando consigo las
cenizas. Quizás pronto todo Kirkenes quedaría bajo la sombra siniestra del
volcán.
No
podía conducir mi coche porque alguien debía guiarme en la ruta al conducir y
sería más complicado. Tampoco Ron estaba en condiciones de echar andar su moto
a velocidad. Por lo tanto decidimos que cualquiera de los lobos tomará nuestro
lugar. Nunca hubiera imaginado prestar el coche a un licántropo, tampoco
imaginaba un volcán en Kirkenes. En esta situación solo los lobos tenía la
visión perfecta del día envuelto en ceniza, envuelto en incertidumbre y
oscuridad.
Al
llegar a los portones gracias a los faroles del parque, la perfecta
organización de los lobos nos ayudó a ganar cada segundo que nos jugaba en
contra. Había alrededor de diez lobos, tres motos, y tres furgonetas. Una de
ellas, la de Bernardo quien se apresuró a cargar los objetos que habíamos
decidido llevar. Chelle usando una bufanda improvisada para cubrir su boca y
nariz, subió a la moto de Mike. Douglas se acercó a Liz que intentaba no perder
el control ante el impacto de la catástrofe inimaginable.
—Sube
a la moto, seré yo quien te lleve a la reserva. Se lo prometí a tu hermana.
—Lo
siento Douglas debo ir a la costa. Por favor si quieres ayudarme llévame hasta
el acantilado. Solo tomará unos minutos.
Lenya
entregó los bebés a Rose y a Anne y se acercó desesperado.
—¡Por
favor, Liz!
Ella
encerró su rostro entre sus manos.
—Debo
ir, sabes en el fondo que debo ir. Mucha gente puede perecer. No ayudaré desde
aquí.
—Lo
sé… Por favor solo quiero que piensen en nosotros, que te amamos y deseamos
volverte a ver.
—Me
verán, tranquilo. Confía en mí.
La
“Reina del mar” subió a la moto de Douglas y me acerqué suplicante.
—Por
favor, cuídense.
—Tranquilo
papá. Estaremos pronto en la reserva.
Creo
que nunca olvidaré el sonido de la moto de mi hijo al alejarse rumbo a la
costa, como tampoco el llanto de uno de los bebés que ante tanto movimiento se
habría asustado.
Bianca
se acercó a mí y acomodó mejor mi cubreboca.
—Vamos,
debemos irnos. Chelle dice que Charles y Margaret estarán a salvo. No te
preocupes todo saldrá bien.
Antes
de subir a una de las furgonetas conducidas por un tal Ches, giré para ver la
imponente mansión. ¿Sería la última vez que la vería?
Liz.
Douglas
condujo a gran velocidad entre la penumbra como si fuera de día. En cinco
minutos a mis oídos penetró el ruido del mar, las olas chocando contra las
rocas. Eso me tranquilizó. Las aguas del Mar de Barents continuaban llegando
normal y se retiraban de la misma forma. El ritmo era constante y repetitivo.
No había habido temblor y aún estábamos a tiempo.
Bajé
de la moto ante las decenas de súplicas de Douglas.
—Liz,
no demores, y no te alejes demasiado. Debemos llegar a la reserva antes que la
niebla espese.
—No
te preocupes, solo dame unos minutos.
—Encenderé
la luz alta del foco así podrás verme donde estoy e iluminaré el camino. Ten
cuidado con las rocas.
—Gracias.
Me
escurrí agazapada por las rocas para no resbalar y caer en pozos formados por
el desgaste del mar. Gracias al foco potente de la moto y que conocía de
memoria la costa y sus rincones, continué camino. Sabía que las sirenas irían
aparecer. El llamado fue el mismo que aquella vez recién convertida en
vampiresa, con ese aroma a sal a pesar de la distancia y la bruma. A medida que
descendía me di cuenta que las cenizas no eran tan abundantes y espesas.
Evidentemente el viento las elevaba y las dirigía hacia el este.
Cogí
valor y las llamé…
—¡Aquí
estoy! –hice un esfuerzo porque mi grito saliera parejo y sin temblor bajo el
cubreboca. No debería mostrar el temor. Ellas me buscaban y estaba segura que
necesitarían de mi don.
Vepar
fue la primera que se acercó. Con su largo cabello rubio surgió de las
profundidades y la niebla no impidió ver su imagen trepando las rocas hacia mí.
—Vepar,
mucho tiempo que no te veía –sonreí bajo el barbijo protector.
Ella
también sonrió.
—Reina
del Mar, también te extrañé. Pero como te había dejado dicho, nos volveríamos a
ver cuándo Halldora y Adrien estén juntos.
—Mis
mellizos. En ese momento no entendí a qué se refería esa sirena. Como tampoco
creí que nos viéramos en esta situación.
—Difícil
sí… Pero nada imposible –sus ojos brillaron aún sin luna—. Pronto no habrá
oscuridad, pero el suelo temblará bajo tus pies. Es señal que habrá llegado el
momento de que vuelvas aquí.
—¿Las
cenizas se disiparán?
—Sí,
es el ciclo. Como aquella vez hace miles de años.
—Los
vikingos que mencionó Chelle…
—Escucha,
diles a los lobos que la grieta donde el agua contaminada se colaba ha sido sellada,
pronto podrán beber del río como lo hacían antes.
—¿Lo
han hecho las sirenas?
—Sí,
pero eso lo puedes obviar. Ahora, escúchame bien. Tú y yo debemos salvar a los
humanos. El volcán entrará en erupción y con ello el suelo temblará. Significa
que las entrañas del mar se abrirán y cerrarán produciendo lo que ya las dos
imaginamos.
—Salvar
a los humanos… —de pronto razoné y murmuré—. Los vampiros salvaron a los lobos
abasteciéndolos de agua, los lobos están ayudando a los vampiros. Ustedes
lograron salvar el agua de la reserva… Yo te ayudaré a ti, y ambas a los
humanos.
—Así
es. La base de la existencia. Las razas unidas.
—Tú
firmaste el libro. Reconocí tu nombre. Sin embargo dicen que son tres razas las
que deben ayudarse. Con los humanos serían cuatro.
—Todo
libro puede contener un error. Toda obra puede quedar incompleta –sonrió—. Eran
otros tiempos.
La
bocina de Douglas se escuchó repetidas veces. Giré mi cabeza hacia el sonido y
volví a mirar a Vepar.
—No
sé si podré –reaccioné—, nunca lo he hecho solo en situaciones graciosas. No he
dominado grande masas de agua.
—No
es muy diferente. Solo debes concentrarte y ser muy rápida. Estaré contigo lo
más que pueda.
—¿Tu?
¿Me ayudarás con el tsunami?
Sonrió.
—Nací
bajo Neptuno. Como tú. A veces hay secretos que solo se rebelan en el momento propicio.
—Entonces…
¿Por qué me dices que estarás conmigo lo más que puedas? ¿No es hasta que lo
logremos?
—Un
tsunami generalmente no es solo una gran ola, es muy probable que sean dos. Con
la primera llevaré las aguas hasta el corazón del volcán. Por aquella gran
cueva que alguna vez un vampiro con ojos de lobo quedó atrapado.
—Douglas…
—murmuré recordando la hazaña de Lenya.
—La
segunda ola… te la dejaré en tus manos. Debes aplacar su furia antes de que
llegue a la ciudad.
—Cielos…
—Tranquila,
confío en ti –hizo ademán de retirarse y la detuve.
—Aguarda,
tú… ¿Cómo saldrás de la cueva?
Sonrió,
no contestó, y se sumergió bajo las oscuras aguas.
Scarlet.
El
rostro de Vikingo reflejaba la confusión. En realidad era uno más de tantos que
parecían estar viviendo un sueño. Yo incluso, que en mis ciento y pico de años
nunca imaginé que de las cumbres pudiera brotar esa ceniza que dificultaba la
respiración.
Grigorii
llegó con mi Civic y se acercó a nosotros consternado. Fue el último coche que circuló y estacionó
por las calles aledañas a la comisaría. Los que se animaban a salir cubriéndose
parte de la cara optaban por volver a encerrarse en sus casas o mantenerse
dentro de los vehículos.
Nosotros
en la acera, con cubrebocas y tiesos. Es que no sabíamos cómo actuar. En mi
caso era comprensible, tendría dos años de cumplir servicio, ¿pero Vikingo?
Vikingo también lo superaba la situación. Según él, las cumbres siempre habían
sido estudiadas, aunque no en profundidad. El clima extremo y la altura no
permitían aventurarse ni aún aquellos alpinistas experimentados.
—¿Cómo
has visto la ciudad? –Vikingo clavó su mirada en Grigorii.
—Parece
abandonada. No hay movimiento. Todos siguieron nuestro consejo.
—Eso
es bueno. Si es ceniza de un volcán tendremos que estar alertas. La táctica
deberá cambiar si es que la lava llega a la ciudad.
—Chelle
dijo que no era posible –contesté.
—Oh
sí… Chelle. Ese vampiro virtuoso que puede aparecer y desaparecer cuando
quiere. ¿Sabe algo de volcanes?
—Mucho,
es ingeniero en geología. Además es oriundo de Chile. Tiene experiencia en ese
tipo de catástrofes.
—Pues
esperemos que no se equivoque. Aconsejar que la ciudad se encierre no sería
buena idea si esta situación cambia. Así terminó Pompeya.
—Confío
en él.
—Vamos
Vikingo, no seas fatalista. Las cumbres son pequeñas –alegó Grigorii tratando
de tranquilizarlo.
—Quizás
lo que se ve es solo una parte de las entrañas de la tierra. Nunca se sabe.
Un
colega salió con la cara envuelta con un pañuelo.
—Comisario,
llamaron de la calle Pringles. Un coche quedó varado sin poder avanzar. Un
conductor, un acompañante y dos niños. No pueden volver a su hogar.
—Pringles
es cerca de la mansión –dijo Grigorii.
—Mi
hermano asegura que pueden ver apenas. Las cenizas parecen ser más espesas
allí.
—Bien,
lo guiaremos con una de las patrullas. Usaremos las luces más potentes.
Las
horas que siguieron fueron caóticas. Tuvimos que trasladar al hospital a
ciudadanos que se descomponían en distintas partes de la ciudad. Conducimos con
cuidado. Nosotros tampoco teníamos buena visibilidad aunque las luces que
usáramos estaban preparadas para facilitar el trabajo en la oscuridad. ¿Y qué
venía después? Muchos rostros de esa gente hicieron que recordara aquella
inundación en Kirkenes donde Bianca casi muere.
¿El
Mar de Barents nuevamente nos haría pasar un mal trago? Sí, después de la
llamada de Liz ya no tuve duda que las cenizas eran solo un pequeño eslabón de
la catástrofe. Debería seguir las indicaciones de la Reina del Mar en cuanto a
buscar lugares altos. Si un temblor castigaba la ciudad tras él azotaría un
tsunami. También dijo que trataría de detenerlo y pensé… ¿lo lograría?
Uy extrañaba leerte no esperaba lo del volcán lo dejaste muy interesante. Adoro como unes a los personajes y la acción eres genial. Te mando un beso y ten una buena semana
ResponderEliminarMuchas gracias Citu. Es un placer tenerte de lectora. Un beso enorme y veremos que pasa con ese volcán. Ojala los lobos y vampiros sepan que lo mejor es estar unidos. ¡Genial semana!
Eliminar¡Hola, Lou!
ResponderEliminarBueno, ya he disfrutado con tu capítulo... ahora me toca comentar
Es una alegría que Mike ya haya sido declarado inocente... Creo recordar que el señor Mykolaiv pidió a Chelle que le matara; cuando alguien pide algo semejante, ya no es muy extraño que se suicide
Sí te diré que me ha sorprendido mucho el suicidio de Kriger; para nada imaginaba que tras pedir perdón a Mike se quitara la vida... Los dos suicidios me han impactado, pero el de Kriger más
La enfermedad del padre de Bianca es terrible, nadie debería olvidar sus recuerdos... por lo menos, los buenos... y no reconocer a las personas que quieres, ya es demasiado
Qué puede hacer Bianca cuando él la olvide... esta es una pregunta complicada... Yo supongo que lo querría más que nunca, pero me iba a doler y sería muy duro
Pues creo que el gigante de fuego se está despertando, también tengo la sensación de que vampiros y lobos se están uniendo
Un momento que me ha llegado... cuando Sebastien mira la mansión y se pregunta si será la última vez que la ve
La desesperación y preocupación de Lenya son muy comprensibles, pero Liz debe acudir a la llamada de las sirenas
He imaginado ese paisaje gris, la conmoción de todos...
La verdad es que creo que el volcán ya ha entrado en erupción, y que lo peor está por llegar... La lava, el tsunami con sus dos olas... Voy a desearles mucha suerte a Vepar y a Liz
Y a ti te mando un tsunami de aplausos y felicitaciones por este capítulo
También, con el tsunami, van mis besos
¡Hola mi sol! Extrañaba tus bellos comentarios. Muchas gracias como siempre.
EliminarGracias a Chelle, Mike fue declarado inocente. Es un gran apoyo después de haber perdido a su padre. El suicidio de ese delincuente pasará de largo, personas así no necesitamos en el mundo.
En cuanto a Kriger... Temo que sus amigos y padre lo extrañarán. Creo que parte de no salir airoso de lo que ha hecho y de su desesperación quizás sea la gran falta de apoyo de los que lo rodean. Una pena, mucho dinero y pocos valores. Digo pocos y no nada porque al menos supo pedir perdón y eso es un gran valor.
La enfermedad del padre de Bianca la he vivido muy cerca con mi ex suegra. Una persona maravillosa pero que lamentablemente se fue de este mundo sin saber casi quien era ella. Horrible experiencia.
El gigante de fuego ha despertado, como bien dices. Hay que unirse y ayudarse entre todos. Creo es la idea que dejaron los más sabios.
Liz tiene una tarea muy difícil porque no ha tenido demasiada práctica en dominar el mar. Pero tiene el don y la fortaleza y pienso que tal vez sea suficiente.
Yo también me acongoja imaginar a Sebastien ver la mansión, no por lo que le ha costado sino por lo que imaginas, recuerdos y afectos que encierran esas paredes. Pero también saldrá adelante porque ha salido de cosas peores.
Por último miles de gracias por tu tsunami de aplausos. Te aseguro que vale más que cualquier contrato de editorial.
Un beso grande querida escritora y feliz semana para ti.
Esto pinta peor de lo que pensaba. A lo bueno que venga, bienvenido. A lo malo, siempre se enfrenta con valentía y una sonrisa.
ResponderEliminarHoy agradezco a tus musas que hayan vuelto.
Beso
¡Hola Ignacio! Ante todo muchas gracias por pasarte y leerme. Yo agradezco tener lectores como tú.
EliminarSí, creo que se vendrá lo peor y veremos como la autora, las musas, los lobos, y los Craig, salen de está catástrofe. Un gran abrazo y feliz semana para ti.
No estoy seguro pero si la sirena lleva la primera ola al volcan creo que la lava no llegara a la mansion.Si hay dos olas seran dos tsunamis.Me ha gustado mucho.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por estar aquí y comentar. Un gusto enorme que me leas.
EliminarVeremos que pasa con el tsunami y si Vepar y Liz podrán con la fuerza de la naturaleza. La mansión no sé si se salvará pero lo importante son las vidas. Me alegro mucho que te haya gustado y gracias por acompañarme. Un abrazo grande y feliz semana para ti.
Holaaaaaa, fíjate bien que no digo olaaaa!!! Ya sé por qué huyeron los vikingos hace miles de años, lo sé del verbo sabiduría:))
ResponderEliminarEspero del verbo esperanza que Kirkenes no desaparezca, peroooo sobre todo que se salven nuestros queridos vampiros y lobos.
Cuánto me alegro de que Mike esté libre de sospechas injustas!!!!
El alzheimer es una malísima enfermedad. Conozco a gente que dice que es la peor. Fuerza, Bianca!!!!
Capítulazoooooo!!!!
Besoteeeeessssss!!!!
¡Holaaaa! Sé que ni quieres mencionar la ola pero creo que es inevitable. Ante todo muchas gracias por pasarte y comentar con ese sentido del humor brillante.
EliminarKirkenes quizás no desaparezca pero... no todo saldrá perfecto.
Mike está libre de sospecha gracias a Chelle y esperemos sean muy felices. Debería haber boda, ¿no crees?
Si, es horrible no poder conocer tu seres queridos. Bianca deberá ser fuerte. Gracias por tus buenos deseos y por acompañarme. Besotes miles y feliz semana para ti.