¡Hola chicos! Ya me tienen por aquí. Gracias por la paciencia. Capítulo con grandes sorpresas... Sorpresas que da la vida. Gratas e ingratas. Un beso grande y feliz semana para ustedes.
Capítulo 48.
Sorpresas de la vida.
Cuando
abrí la puerta de la cabaña y vi a mamá junto a Gina quedé muda. Literal.
—¡Hola
hija!
No
respondí, mientras mis ojos se agrandaban por el asombro. ¿Estaba soñando?
¿Había ocurrido algo grave con mis padres o mis hermanos? ¿Sebastien y Bernardo
habían levantado la directiva disfrazada de sugerencia? Por suerte Drank
regresaba de descolgar la ropa con la cesta y fue él que hizo que reaccionara.
—¡Sasha,
qué gusto! ¡Hola Gina!
—Buenas
tardes, Drank.
Mi
madre giró para verlo y sonrió.
—¡Drank!
Lamento haber caído de sorpresa.
—¡No
hay problema! Pasen, por favor.
Gina
se disculpó.
—Seguiré
camino. Vendré por Sasha en un par de horas si les parece.
—Por
supuesto –Drank me miró—. Cariño, ¿qué tal si te apartas de la puerta y
articulas palabra? –rio.
Al
fin reaccioné.
—¡Sí,
síiii! Perdón, estoy asombrada y… ¡feliz! –reí.
Abracé
a mi madre y di gracias a Gina. Tironee su mano para que pasara a la cabaña en
medio de saltos de alegría.
—¿Cómo
es que estás aquí? ¿Dónde conociste a Gina? ¿Alguien te dijo algo? ¿Te miraron
mal por entrar a la reserva?
—Mi
amor –rio Drank—, déjala contestar de a una pregunta y ofrezcámosle algo de
beber.
—Oh
sí, perdón. Siéntate mamá, ¿deseas algo de beber?
Ella
sonrió y quitó el abrigo abandonando la bolsa de compras sobre el sofá.
—Lo
que ustedes beban estará bien.
—Tenemos
limonada, té, café –Drank continuó pensando qué más podíamos ofrecerle.
—Limonada
será perfecto, gracias.
—Coge
asiento, mamá.
—Gracias.
—¿Has
estado de compras? –miré de reojo la
bolsa.
—Un
traje para tu papá.
—Quedará
feliz, tienes buen gusto.
—¿Quieres
verlo?
—No
le quites el envoltorio lo miraré desde aquí.
Abrió
la bolsa y me fijé.
—Guau,
un Yves Saint Lauren, azul.
—Le
agrada esa marca por el corte y caída.
—Me
parece bien, mamá. ¿Viajaste sin problemas?
—Sí,
el tiempo fue agradable durante el vuelo.
Mi
madre me miró a la cara sonriente. Primer detalle de un Gólubev. Ella no
observaría su alrededor curioseando por más que actuara con disimulo. Sí, lo
sé. Debí hacer lo mismo aquella tarde que junto a Scarlet habíamos venido por
leña a la cabaña de Drank. ¡Qué horrible me comporté! Si fuera Drank no hubiera
querido cruzarme más. De pronto, por unos segundos recordé el suceso de la
moto… Me detestaba. Con razón.
Drank
volvió con la limonada sin perder la sonrisa.
—Pueden
charlar a solas yo tengo que hacer, por mí no se preocupen.
—De
ninguna forma, Drank. Vine a visitarlos a los dos. Siéntate, por favor.
—Okay.
¿Y Mijaíl?
—Está
en la Isla con Sebastien.
—¿Natasha?
¿Ha comenzado los estudios de genética?
—Pues,
creo que sí. Sabes que tu hermana es bastante discreta, pero estamos seguros
que triunfarán en la investigación.
—No
lo dudo, mamá.
—¿Y
cómo van tus clases con los niños? –bebió un trago de limonada.
—Muy
bien. Te mostraré algunas carpetas.
—¿Y
tú, Drank? ¿Mucho trabajo?
Me
levanté de un salto y abrí el armario donde había traído un par de carpetas
para corregir.
—En
comparación hay bastante trabajo. Es que debemos juntar la leña posible antes
del invierno.
—Oh
claro, son muchos meses de temperatura extrema.
Me
acerqué y me senté junto a ella. Mi madre vio los dibujos de los pequeños y su
rostro dibujó la ternura.
—¿Qué
edades tienen?
—Entre
cuatro y seis.
—Dibujan
muy bien.
—Cierto.
¡Mira esta es de un pequeño al que adoro! Le falta un brazo pero es muy
talentoso.
—Oh,
es muy bonito.
—Sasha,
¿desea conocer nuestra cabaña?
Mi
madre alzó la vista sorprendida.
—No,
Drank. No es necesario. No vine aquí en calidad de fisgona. Extraño a Anouk y…
sí es verdad que me inquietaba saber si estaba cómoda. No me refiero a muebles
y esas cosas sino al hecho de vivir en la reserva con lobos. Pero Gina me dijo
que la querían mucho aquí.
—Y
yo a ellos –respondí. Cogí su mano—. Quédate tranquila, estoy bien.
—Encenderé
la estufa. Cuando se acerca la noche comienza hacer frío –dijo Drank poniéndose
de pie.
Lo
seguí con la mirada… Su camiseta de algodón en rojo que marcaba cada músculo de
su perfecta anatomía. Los jeans gastados que cubrían las piernas torneadas y
glúteos firmes. Sus manos cogiendo los leños, tan varoniles y fuertes…
Cuando
volví la vista a mi madre ella sonreía. Las madres saben de las miradas de los
hijos. Sé que confirmó en pocos segundos lo enamorada que estaba de ese lobo.
Ese
lobo con ojos dorados cada vez que me amaba por las noches. El mismo que le
gustaba dormirse en el sofá entre mis brazos, al tiempo que las chispas iban
apagándose con el correr de las horas. El que se levantaba de la cama
semidesnudo a la madrugada, iba a la heladera por agua fresca, y la luz de la
luna por la ventana recortaba esa silueta perfecta. El lobo que me conocía cada
estado de ánimo sin abrir la boca. El que reía como un chico de bromas simples,
entonces su iris se tornaba de un ámbar brillante. El único capaz de tocar mi
alma sin alterarla, sin quebrarla. Ese era Drank, mi lobo.
Gina
regresó por mi madre y llegó el tiempo de despedirla. Agradeció la limonada
como si hubiera sido el mejor vodca de Moscú. A la loba la noté pensativa y un
poco más avejentada que semanas anteriores. La angustia te degrada casi sin
quererlo. Yo la entendía, a pesar de no tener hijos. Hauk había regresado al
hogar paterno después de un fracaso amoroso. Kristoff no se socializaba como otros jóvenes, no se
le conocía amigos menos alguna chica que lo quisiera. Por otro lado Mike… Con
su depresión que iba y venía después de la muerte de su padre y la separación
de Chelle. Hablando de él, me sorprendió un sobre que Gina entregó a mi madre
cuando cogieron el camino juntas. Alcancé a ver “Chelle” en el dorso de la
carta. Mi madre iría a la mansión, ¿Gina le había entregado una carta para el
Huilliche? ¿Con qué fin?
Chelle.
En la sala iluminada
por las brillantes lágrimas de la lámpara central, me senté en el sofá y
deposité los tres libros que había pedido de préstamo a la biblioteca. Elegí
uno al azar y me dediqué a buscar minuciosamente algunos datos. La historia de
vikingos en Noruega era apasionante, sin embargo no fui llevado por un deseo de
ser un erudito en el tema cuando recorrí hoja por hoja el texto. Sinceramente
no era una asignatura que me volviera loco, pero debía encontrar la respuesta a
una intriga que daba vueltas en mi cabeza. ¿Por qué los vikingos abandonaron
repentinamente las tierras del norte? Kirkenes habrían sido las tierras soñadas
por su calidad de vida y salida al mar de Barents. ¿Por qué se fueron las
tribus en poco tiempo? Yo diría… de un día al otro.
Boris salió de la
cocina con Nicolay de la mano. El pequeño lucía el ceño fruncido y parecía muy
enojado.
—No
has querido beber la chocolatada, Nicolay. ¿No quieres crecer?
—Sí,
pero quiero quedarme aquí. Si me dices que no voy a ir con Branden entonces
beberé la leche.
—Es
que Branden hace varios días no te ve, quiere compartir contigo.
—No,
Branden no quiere estar conmigo ni contigo.
—No
tiene nada que ver que él y yo estemos distanciados. Los dos te queremos.
—¿Qué
pasa con el príncipe de la casa que está enojado? –Charles bajó las escaleras.
—Nicolay
no quiere ir con Branden y ya está por llegar –Boris se dejó caer en el sofá
resignado.
—Vamos
cariño, tu padre Branden te extraña.
En
ese instante un coche se escuchó cada vez más cerca.
—Debe
ser él. ¿Ves? No has querido beber la chocolatada y ahora Branden tiene que
esperarte –gruñó Boris.
—No
tiene que esperarme porque no iré.
—¡Qué
niño tan caprichoso! –Ekaterina bajó con Numa la escalera—. Por portarte mal
ahora no crecerás.
Numa
rio ante la ocurrencia de su hembra.
—Mentira,
que crezca no tiene que ver con portarse mal. No me engañes.
Todos
reímos. Menos Boris. Se lo notaba nervioso. Era obvio que no le simpatizaba
encontrarse con Branden después de la separación. Es normal que dejes pasar un
tiempo si de heridas se trata… De pronto… la visión de Mike entre mis brazos me
erizó la punta de los cabellos. ¿Era eso lo que buscaba entre él y yo? ¿Tiempo?
No, Mike me olvidaría.
Branden
entró a la sala a los pocos minutos en medio de un tironeo entre Nicolay y Ekaterina
que intentaba ponerle el abrigo. Observé a Boris. No lo miró a la cara. Y estoy
seguro que si hubiera resultado no cortés hubiera corrido escalera arriba.
—Vamos
Nico, he comprado dos tickets para el cine.
—No
quiero ir. Quiero quedarme aquí con Boris.
—¿Ya
no me quieres? –se inclinó para quedar a su altura.
—Sí,
pero estoy enojado porque hiciste daño a Boris.
Branden
disparó una mirada a Boris que de inmediato reaccionó.
—No
he dicho nada al niño.
—Por
supuesto, por eso se ha puesto en mi contra.
—¡No
me acuses de algo tan bajo!
—Calma
–Charles interrumpió—, por favor, tranquilos.
—No
me ha dicho nada, papá. Yo he escuchado cuando peleaban. ¡Le diste un beso a un
doctor!
Creo
que seguido del sepulcral silencio de la sala las bocas de cada uno se
abrieron. Solo se escuchó el sonido de mi libro al cerrarse. Quedé congelado…
Mierda…
Bianca
bajó la escalera y se detuvo a la mitad. La dama de los Craig por su gesto de
desagrado había escuchado al menos la mayor parte de las frases.
—Buenas
tardes. Nicolay… Ven, jugaremos un video juego.
Boris y Branden tendrán que hablar pero no nos corresponde meternos.
—¡No
quiero que se separen por culpa de Branden!
—Nada
de eso. No hay culpa de Branden. Ven… Hablaremos tu y yo y mientras me enseñas
el video juego. ¿O quieres llamar a papá Sebastien?
—Sí,
quiero hablar con papá Sebastien.
Cuando
Bianca y Nicolay abandonaron la sala, Charles se retiró a la cocina. Ekaterina
quedó petrificada. Su iris púrpura se clavó en sus dos “hermanos” si podíamos llamarlos
así. Al fin con cara de disgusto habló.
—¿Cómo
pudiste hacer algo así?
—No
es como lo contó Boris.
—¡No
he contado nada!
Numa
interfirió.
—Amor,
dejémoslo que hablen, ahora o cuando lo prefieran. Vamos, te prometí beber algo
en Kirkenes. Branden, ¿podemos usar el taxi que espera? Mi moto está averiada.
—Sí…
Pero yo también me iré. Es evidente que no tengo nada que hacer aquí. Mi hijo
no quiere ni verme.
—¡No
es mi culpa!
—No
quiero escucharte, Boris. Aunque te advierto que no renunciaré a Nicolay aunque
lo pongas en mi contra.
Dicho
esto… Se fueron. La sala quedó en silencio. A Boris se lo notaba destrozado,
abatido. Yo no era un ramillete de alegría para poder levantarle el ánimo. Al
menos lo entendía. Solo traté de acompañarlo hasta que tuviera ganas de
exteriorizar la tristeza que sentía. La separación había resultado por alguna
infidelidad de Branden, o no. Sorprendido en un beso con un colega no
significaba demasiado y a la vez podría ser que sí.
Cogí
el libro y en segundos lo volví a depositar en la mesa de living… Lo observé de
reojo y me partió el corazón. Tenía lágrimas que asomaban en sus ojos.
—Tranquilo
–murmuré—, todo se solucionará… ¿Quieres contarme?
Dudó
y cubrió su cara con ambas manos.
—¡Estoy
avergonzado! Soy un tonto ignorante.
—Ey
–me senté junto a él—, no digas eso. Todos pasamos por problemas de pareja. En
cuanto al engaño… ¿Estás seguro de lo que viste? ¿Fue un beso?
Asintió
con la cabeza y separó sus manos dejándolas caer en el regazo.
—No
me olvidaré de lo que vi. Lo tengo grabado en la retina. Entré al
estacionamiento del hospital. Fui a buscar a Branden más temprano de lo que
siempre iba. Él se quejaba que tenía que esperarme cada vez que decidía ir por
él. Branden se había comprado un coche con el sueldo de practicante. Le está
yendo muy bien. No estamos equilibrados en aporta para la casa. Estoy sin
trabajo aunque Sebastien dijo que me presente mañana al hotel.
—Espera…
Creo que estás mezclando todo. Separemos las cuestiones. Primero no tiene que
ver que uno no pueda aportar por el momento, hay otras cosas que haces en la
casa y ayudas para que la familia se mantenga en pie. No necesariamente debes
trabajar por un sueldo. Eso es algo que crees tú y tu baja autoestima. Deberías
trabajar en ello. Por otro lado hay una supuesta infidelidad. Digo supuesta
porque al parecer has visto un beso y no sabes quién lo provocó. Quizás Branden
se vio en una situación que no esperaba y tú justo llegaste.
—Eso
dijo él cuando trató de explicarme. Que no esperaba que ese médico iba a
besarlo.
—¿Por
qué no le crees?
—Porque
me cerraron muchas otras cosas. Últimamente ponía excusas para tener sexo.
Llegaba cansado, tenía que estudiar para el próximo pos grado, quería jugar un
poco con Nicolay ya que no lo había visto durante el día… En fin…
Suspiré
y callé.
—De
todas formas gracias por intentar que me sienta mejor. ¿Y tú cómo vas con el
lobo?
—No
voy ni vengo. Lo nuestro definitivamente terminó.
El
timbre del portero eléctrico sonó. Me puse de pie y avancé hacia la cámara.
—Oh,
es la señora Gólubev –pulsé el botón de pase.
—Yo…
Mejor voy a ver a Nicolay. No sé si Bianca ha podido calmarlo –antes de subir
la escalera se giró y me miró con tristeza—. Jamás le he hablado al niño lo de
Branden. No soy el que él cree.
—Seguramente
lo escuchó. Los niños son así, husmean silenciosamente por todos lados –sonreí.
Boris
subió y aguardé con la puerta entreabierta a que Sasha Gólubev atravesara el
jardín. Al llegar sonrió e inclinó la cabeza a modo de saludo.
—Chelle,
¿qué tal? Muy oportuno encontrarte en la sala –dio unos pasos hacia el centro
de la sala y se detuvo.
—¿Si?
Pues, dígame en que puedo ayudarla.
—Ten,
esto es para ti –extrajo un sobre de su bolso de mano y lo cogí sin entender.
—Es
de Gina Fjellner.
—¿Fjellner?
–tragué saliva.
—La
madre de Mike me dio la carta para ti. ¿Bianca se encuentra en casa?
—¿Qué?
–Creí empalidecer—. Ehm… Sí, Bianca está arriba. Le avisaré que usted llegó.
—No
es necesario, querido. Iré yo. Debe estar preguntándose si compré medio Centro
Comercial. Se me ha hecho tarde.
—Ah…
Okay…
La
vi subir la escalera con la elegancia que la caracterizaba. Me quedé tieso con
el sobre en mis manos. Bajé la vista a la escritura en manuscrito.
“Para
Chelle”
¿Qué
rayos? ¿Una carta de la madre de Mike? Lo único que podía esperar de ellos
sería una bomba.
Cogí
asiento y observé el sobre…
La
única forma de averiguar lo que decía la carta era abriéndola y leyendo el
contenido. No quedaba otra. Pero no por eso mi corazón dejó de latir
apresurado. Desdoblé el papel con cuidado como si fuera a romperse. Creo que en
realidad deseaba no enterarme de lo que podría decirme. No era ajeno a la
antipatía que resultaba un Huilliche para ellos, los Fjellner.
El
papel parecía común y no como los típicos que se usan para enviar cartas. Quizás
escribirme no resultó de una idea analizada con tiempo, más bien un arrebato.
La letra era prolija y clara. Imposible no entender cada palabra…
Chelle:
Te
sorprenderá mi carta después de todo lo que ha ocurrido entre Huilliches y
Fjellner. Yo también me sorprendo a mí misma porque nunca creí escribirte. Sin
embargo me he decidido por dos razones. La primera, porque gracias a Sasha
Gólubev supe quiénes eran ustedes realmente. Así que te pido disculpas si por
el dolor extendí mi rabia contra una asesina a todo el aquelarre Huilliche,
incluso a ti. La segunda razón, fue la misma que me llevó a buscarte semanas
atrás. Necesitaba conocerte y leer en tus ojos la verdad. Que pudieras decirme
en la cara que Mike no fue un juego para ti, y que lo amas.
Pensarás
que es un atrevimiento de mi parte inmiscuirme en tus sentimientos, pero soy su
madre y como tal deseo su felicidad. He notado la mirada de mi hijo cada vez
que piensa en ti. Entonces, es cuando entro en pánico y me pregunto, ¿qué hay
del otro lado? ¿Lo amará igual?
Estoy
seguro que Mike haría cualquier cosa por ti, lo sé. Lo conozco demasiado. El
hecho que haya vuelto a levantarse después de la caída también es por ti.
Aunque no estén juntos.
Juntos…
¿Acaso soy yo el impedimento para que eso suceda? ¿O sientes que ya no vale la
pena?
El
amor tiene muchos escollos, día a día, año tras año. La lucha debe ser de ambos
porque de lo contrario nada lograrían. Pregúntate a ti mismo, ¿harías cualquier
cosa por Mike? ¿Lo amas realmente para no importarte las dificultades que se
presenten? Es una pena que no pueda ver tus ojos cuando te respondas. Sin
embargo quizás no te lo has preguntado hasta ahora. Hazlo, y si tu respuesta es
sí, quiero que sepas que las puertas del hogar de los Fjellner, siempre estarán
abiertas para ti.
Gina
Fjellner.
Doblé
el papel y lo metí en el sobre… Mis ojos humedecidos aún no podían creer las
palabras escritas de Gina Fjellner. Respiré profundo, cerré los ojos… La imagen
aquella que había imaginado tantas veces de su familia aceptándome parecía
materializarse. Ya no era solo mi deseo…
El
corazón volvió a latir a ritmo normal, poco a poco… Sin embargo, no podía pasar
por alto un compromiso que se me exigía hacia Mike. Pensé en él… En una vida
junto a él… para siempre.
No
contaba con el número de Gina, pero sí el móvil de él…
Subí
a mi habitación y me senté en la cama. El teléfono dio varias vueltas entre mis
manos como si buscara la ficha de energía o no supiera como usarlo. Comencé a
transpirar apenas encendí la pantalla… La apagué…
La
imagen de mis padres vino a la memoria. Varias escenas… Infinidad de escenas…
Los
dos besándose, compartiendo el día a día, el amor en los ojos de cada uno al
mirarse. Mi padre no podía disimular la admiración por mi madre cada vez que la
observaba, y viceversa. Los días de
discusiones entre ellos, y al siguiente las sonrisas. La comprensión, el
cariño, la contención en cada suceso compartido…
Miré
hacia la ventana y el paisaje nocturno me sobrecogió. Hermosa noche pero bajo
su manto perfecto estaba ese bosque, esa reserva de los lobos casi
impenetrable. Y en el medio de todos esos temores que acechaban como fantasmas
aguardando mi presencia, estaba él… El ser que amaba más en este mundo. Por el
que había elegido sacrificarme para no hacerle daño.
Me
puse de pie y me acerqué a los cristales. Hice a un lado las cortinas y mi
vista recorrió el parque, los muros rodeando a la mansión, y más allá… ese
follaje espeso. Encendí la pantalla, y busqué el contacto. Pulsé el nombre y
abrió el whatsapp…
Mike.
Hoy había tenido que buscar a mi jefe al aeropuerto y el día fue muy movido. Lo acompañé a varias reuniones de negocios aunque en un par de ellas debí esperarlo en el coche lujoso. Terminamos muy tarde, más de lo normal, pero no se me ocurriría quejarme ya que mi sueldo era maravilloso.
Rendido
me recosté en la cama esperando que mi madre terminara la cena. No tenía deseos
de comer, menos de compartir sonrisas y charla en la mesa. Porque a pesar de
comenzar una vida con un futuro promisorio brillante me faltaba Chelle… El
hueco en mi corazón continuaba haciéndose sentir. Lo necesitaba tanto… En esta
cama, en esta noche, y en cada una de mi vida.
No
sé cuántas veces pensaba en él mientras me dedicaba a cumplir mi trabajo.
Decenas de imágenes pasadas golpeaban mi mente. Recuerdos que a cualquiera
hubieran hecho bien. A mí no. A mí me angustiaban. La diferencia está en que la
memoria es gratificante cuando puedes hacer que los hechos se repitan si lo
deseas. De lo contrario aunque te acaricien el alma dejan un rastro de
angustia. Siempre quieres volver a aquellas escenas que te hicieron feliz. Juro
que lo intenté. Aunque la brecha entre familias parecía indestructible. Como
debía haber sido nuestro amor. Hasta Shakespeare en su tragedia había resaltado
el amor de Romeo y Julieta contra los Montesco y Capuleto.
Solo
me quedaban los recuerdos de Chelle… Aquella
tarde en la que decidí reincorporarme a la Universidad… Ni siquiera lo miré al
entrar a clase. Ni siquiera noté el aura violeta en el profesor que estaba
escribiendo en el pizarrón. Solo cuando me ubiqué junto a Birmhan y mi amigo
susurró, “nuevo profesor, Mike”, levanté la vista y mis cejas se juntaron en
señal de desaprobación. ¿Qué hacía un vampiro dando clase? Solo eso me faltaba.
Lo increpé antes de retirarme, por gusto nomás, o no… Creo que desde el primer
instante intuí su temor a mí, a los lobos. ¡Qué satisfacción! ¡Cuánto poder!
Sin embargo, me equivoqué con el correr de los días. El hecho de temer a la
raza no fue el motivo de hacerme sentir poderoso dentro de mi estado
deplorable. Fue su amor, su entrega a mí. Eso fue lo que me convirtió en
importante.
Me
abracé a la almohada y cerré los ojos… ¿Y esa tarde en clase? Cuando Bill y yo
apostamos con cuántos se habría acostado. “Doscientos cinco” fue la respuesta
de Chelle mirándome a los ojos con ese púrpura brillante, que pasaba
inadvertido ante los humanos como ese iris extraño entre azules y violetas. Y
en ese momento sentí… esa punzada que se clavó en mi corazón como daga fina y
filosa… Celos… Sentí celos de cada amante, aunque esa tarde no lo hubiera
reconocido.
El
móvil vibró en mi mesa de luz y el zumbido hizo que Kristoff apartara la vista
de la pantalla del ordenador y girara hacia mí.
—¿Tu
jefe te envía mensajes a estas horas? ¡Qué latoso!
Me
incorporé y cogí el móvil. Apoyado con un codo sobre el colchón leí la
pantalla… “Chelle.”
Me
senté de un salto y la garganta se secó en segundos. Mi corazón pareció salirse
por la boca.
No
sé cuánto tardé en abrir el mensaje, creo que casi medio minuto.
Al
fin leí…
“Dile
a tu madre que sí. Que te amo y haría cualquier cosa por ti.”
Abrí
la boca y los ojos al mismo tiempo.
¿Mi
madre? ¿Qué le dijera a mi madre? ¿De qué iba esto?
Me
dirigí a la sala y la vi frente a la TV viendo su serie favorita. Me detuve
casi frente a ella. Me miró sorprendida.
—Mike,
¿te sientes bien?
—Tengo
un mensaje de Chelle para ti –balbucee.
—¿En
serio? ¿Y qué dice?
—Dice
que… Dice que te diga que sí. Que haría cualquier cosa por mí.
—Es
una buena noticia –sonrió.
—Mamá…
En
segundos el móvil en mi mano volvió a vibrar. Leí otro mensaje de él…
“Incluso,
atravesar una reserva de lobos a media noche solo para verte otra vez.”
Volví
a leer sin dar crédito a mis ojos.
“Incluso,
atravesar una reserva de lobos a media noche solo para verte otra vez.”
Podía
sentir mi pulso frenético en las muñecas, en la vena de mi cuello…
Mis
ojos se clavaron en el reloj de pared… Doce y cuarto de la noche…
Miré
la puerta tragando saliva… Lancé el móvil al sofá y corrí a la puerta. La abrí
y salí al portal. Estaba oscuro alrededor, apenas las luces de algunas cabañas
donde las familias aún no dormirían. Bajé la vista al pie de la escalera de
madera que moría en los canteros de flores… Nadie… No había nadie…
¿Por
qué el mensaje a mi madre? ¿Una especie de burla? No podía ser…
Fue
entonces cuando lo vi. Caminaba hacia mi cabaña por el sendero principal entre
luces y sombras. Su aura violeta de vampiro ante mis ojos de lobo.
Pude
apreciar que su vista me halló mientras bajaba la escalera lentamente. Por el
gran Jumpe… Cielos…
Mi
puño se cerró sobre el último tramo de la barandilla hasta que mis nudillos
dolieron, quizás para asegurarme que no estaba soñando. Entonces se detuvo…
—¡Aquí
estoy! ¡Lo logré! Solo por verte –sonrió con cierto temor a mi reacción.
¿Y
cuál podría ser mi reacción? La única de alguien que se muere por estar en
brazos del ser que ama.
Me
abalancé hacia él y lo aprisioné contra mí. Porque si su decisión por algún
instante lo hacía dudar de mi amor, ya no escaparía.
Inhalé
el aire frío y exhalé de golpe.
—Si
es un sueño mataré a quien me despierte.
Supe
que sonreía contra mi cuello.
—No
es un sueño. Nadie te despertará –se apartó para mirarme a los ojos y sus manos
acapararon mis mejillas—. Si no vine antes a buscarte es porque creí que era lo
mejor para ti. No porque dejé de amarte. Tu madre…
—¿Mi
madre? –mis labios temblaron.
—Sí
–murmuró. Después bajó la vista a mi boca.
Los
dedos de mi mano derecha como garras se aferraron a su nuca y lo atraje hacia
mi boca. Obvio que no se hizo rogar. Fueron segundos para sentir la lengua
buscando la mía y el beso demoledor calentó el aire de alrededor, estoy seguro.
Sentir esas manos que había extrañado tanto resbalar por la espalda me
convirtió en gelatina. Creo que apenas podía balbucear “mi amor” entre beso y
beso, entre gemido y gemido. No imagino como hubiéramos terminado en el medio
de la reserva entre tantas ventanas que podían estar observando. Pienso que no
me hubiera importado y tampoco a él. Sin embargo el sonido de un motor
acercarse provocó que reaccionáramos y nos comportáramos como seres pensantes.
Él
jadeó y trató de reponerse. Giró su cabeza hacia el coche que se detenía a poca
distancia.
—Es
mi hermana –respiré profundo unas cuantas veces tratando de volver a la
compostura.
Nos
separamos apenas unos centímetros. Bua bajó del coche después de despedirse de
Asgard. Cuando el coche arrancó ella caminó con una sonrisa hacia nosotros.
—Buenas
noches, Mike –lo miró a él—. Profesor, bienvenido.
—Gracias
–contestó tímido.
—Supongo
que sí ha venido a convencerlo de volver a la Universidad va por buen camino,
le tengo fe –volvió a sonreír.
—Chelle
no vino para convencerme de volver. Ya no tengo tiempo de reincorporarme, Bua
–reí.
—Cierto
–se acercó a nosotros antes de subir la escalera—. Pero sea lo que sea que
desee conseguir de ti, apuesto por él, lo conseguirá.
Sonreímos.
Cuando
Bua entró a casa volví a refugiarme en sus ojos.
—No
sabes cuánto te extrañé.
—Puedo
imaginarme porque sufrí la misma dolencia –acarició mi mejilla.
—¿Quieres
pasar a casa?
—No,
hoy no. Te prometo que vendré otro día a conocer tu familia. Ahora, debo irme.
Le prometí a Sebastien que no entraría a la reserva sin aviso y ya ves, rompí
la promesa.
¡Qué
diablos importaba Sebastien en estos momentos!
Cogí
el rostro entre mis manos y lo besé otra vez. Y otra vez, y otra vez… No quería
que se fuera. Estaba disfrutando del momento y a la vez percibía el temor de no
volver a verlo.
Su
lengua succionó la mía despacio, suave… hasta que separó sus labios lentamente
y pegado a mi boca susurró.
—No
me iré de tu lado. Mike. No tengas miedo. No me iré de tu vida nunca más.
Respiré
profundo mientras trataba que mi entrepierna no hiciera estallar mis jeans.
—Okay…
Okay… Cielos… Me has puesto en bandeja en pocos segundos –reí.
Su
mano guio la mía hacia su sexo duro como piedra.
—Creo
que tienes competencia. Pero debo regresar, cariño.
—Déjame
que te lleve en la moto hasta lo de Charles –jadee aun sintiendo la sensación
de su falo en la palma.
—No
estoy en la casa de Charles, estoy en la mansión de los Craig. Prefiero que no
preocupes a tu madre dando vueltas con la moto por ahí.
—¡Chelle!
–la voz de mi madre hizo que giráramos y miráramos al portal— Soy Gina, madre
de Mike.
—Encantado,
señora.
—Mamá…
—Por
favor, pase. Es muy tarde para volver y el bosque tiene peligros. Lobos
salvajes por ejemplo.
—Le
agradezco, pero no deseo incomodar.
—Caballero…
Si usted no espera la claridad para irse tendré a mi hijo tras de usted en
menos que canta un gallo.
Sonreí.
—Está
bien, acepto. Gracias.
Subimos
mientras ella esperaba arropada con un manto de colores tejido por los sami.
Chelle
extendió su mano y ella la estrechó. Mi corazón… No, no podría explicar lo que
sintió mi corazón al ver sus manos reunirse con afecto. Antes de pasar a mi
cabaña mi madre agregó.
Puede
quedarse en el sofá.
—¿En
el sofá? –pregunté—. Kristoff podría dormir en el sofá.
Me
apuntó con el dedo y repitió.
—Este
hogar se respeta, dije en el sofá.
—Okay,
Okay –sonreí y la abracé—. Gracias mamá.
—No
iba a permitir que se fueran a esta hora.
La
aparté y la miré a los ojos.
—No
lo digo por la invitación. Tú sabes por qué. Nunca hubiera imaginado que…
Sonrió.
—Lo
imaginarás cuando tengas un hijo.
Charles.
Hice
a un lado las cortinas para observar el amanecer en el parque. Cielo limpio sin
nubes, aún teñido de colores mañaneros. Había aprovechado a cambiar algunas
especies de plantas ya me que me encontraría en mi viejo hogar por una semana,
o quizás un poco más. Las flores que habían vestido los extensos canteros por
toda la época veraniega decaían por las fuertes heladas y había que
reemplazarlas. Así que me entretuve los primeros días entre el jardín y mimar a
Margaret. Ella feliz, nunca se había quejado ni lo había mencionado sin embargo
no ignoré jamás que había extrañado la mansión desde nuestra partida. También
yo aunque gozo de gran capacidad de adaptación. Pero la mansión fue mi hogar
por muchos años. Muchos más que lo años que tenía Douglas.
Recuerdo
que Sebastien la había comprado y amueblado cuando decidió dejar a su padre y
vivir la vida entre humanos. Por supuesto con el correr del tiempo nos dio
libertad para elegir parte de los muebles y decorado. No era tan importante
para él. Solo su piano, adquisición costosa aunque no caprichosa. Amaba la
música que se desprendía de las teclas sutiles del instrumento. Nunca aprendió
a tocar pero su oído fino era capaz de arrancar las más bellas melodías. Sí,
amaba el piano… Decía que muchas veces Douglas se dormía en el sofá con solo
escucharlo y además… había sido el gran testigo del primer encuentro con su
Bianca amada.
Cogí
la aspiradora y la ubiqué cerca de la puerta del vestidor, junto al despacho.
Comenzaría desde allí hasta completar la gran alfombra de la sala.
Scarlet
se materializó junto a la chimenea. La miré sorprendido.
—¿Te
ha visto alguien?
Lanzó
la gorra del uniforme sobre el sofá sonriendo.
—¡Claro
qué no! Solo estaba Vikingo en la oficina pero ya no se sorprende de nada.
—Lo
imagino. ¿Grigorii? ¿Debe entrar al turno diurno?
—Sí,
¿aún no se ha ido?
—Buen
día, cariño –Grigorii bajó la escalera vestido de particular—. ¿Cómo estuvo tu
noche?
—Sin
ti, horrible –ambos se acercaron y se besaron.
—Amor,
pensé que nos cruzaríamos en la Jefatura, ¿no estás retrasado?
—No,
Vikingo dijo que debo ir a otro lugar en cubierto, supuestamente dimos con una
punta de la ruta de las drogas. Nick me pasará a buscar en la patrulla y la
dejaremos a un kilómetro del lugar señalado –miró su reloj pulsera—.
Exactamente en media hora pasará por mí.
—¿Desayunamos
en la cocina? –guiñó un ojo y él sonrió complacido.
—Me
anoto.
—Charles,
¿quieres acompañarnos?
—No,
gracias. Intentaré rememorar viejos tiempos amigándome con esta aspiradora. La
de casa es más moderna.
En
ese instante una moto pareció detenerse en los portones. Me acerqué a pesar que
ya comenzaba a reconocer ese motor.
—Desayunen
tranquilos, les avisaré en cuanto llegue el tal Nick.
—¡Gracias!
Scarlet
y Grigorii desaparecieron de la sala y pulsé los comandos de apertura del
portón. Abrí la puerta y lo esperé con una sonrisa mientras la moto de Mike
aceleraba.
Chelle
llegó con una mueca de felicidad indescriptible. Miento, no llegó con ella,
debió tenerla desde ayer.
—Querido,
buen día.
—Buen
día, Charles.
—Celebro
ante todo que entre orgasmo y orgasmo te hayas acordado de avisar donde estabas
y si estabas bien.
Rio.
—No
podía dejar de avisar, sé que se preocupan. También avisé a Sebastien. No sé si
lo enfadé con la decisión.
—¿Contestó
el mensaje?
—Solo
clavó el visto.
—Entonces
si se enfadó. Pero no te preocupes valorará que le hayas dicho la verdad. ¿Y
qué tal tu noche? No quiero detalles, solo a nivel general. ¿Quieres un café?
Sonrió
y se sentó en el sofá.
—Gracias
pero desayuné con los Fjellner.
—Guau,
¡quién lo diría! Noche completa.
—No,
completa no. Aparta tu frondosa imaginación porque no hicimos nada. Gina no
deseaba dar mala imagen al resto de la familia así que solo me dio un lugar
para pasar la noche y no volver a altas horas.
—¿Con
qué Gina, eh?
—Sí
–rio—. Mi futura suegra.
Me
senté frente a él no porque no tuviera nada que hacer sino porque me parecía un
desaire no prestarle tiempo a Chelle y su sueño cumplido, así que escuché como
se dieron las cosas desde que Sasha Gólubev le entregó la carta.
—No
te imaginas como me siento, Charles.
—Puedo
tener una idea ya que seguí tu historia amorosa desde los comienzos. Cuando ese
lobo te sacaba de las casillas siendo alumno.
—Cierto
–rio—. Nunca lo hubiera imaginado que terminaría loco por él mientras temblaba
de indignación.
—Quizás
porque no temblabas de indignación –palmee su rodilla—. Me alegro mucho por ti.
Te mereces lo mejor.
—Gracias,
Charles. Me has ayudado mucho con Mike. ¿Recuerdas en las charlas de café?
Lucía aterrado por lo que comenzaba a sentir. Y tú me diste valor.
—¿Y
ahora?
Rio
otra vez—
—Bueno,
un poco aterrado pero no por lo mismo. No sé si estaré a la altura de Mike.
—¡Por
supuesto que sí!
—No
sabes… Cuando lo vi ayer tan cerca como tantas veces me había ocurrido, sentí
la misma corriente eléctrica que parece ponerte los pelos de punta. La misma
cantidad de latidos por segundo como al besarlo por primera vez.
—De
hecho el primer beso te lo dio él. Si es que no me falla la memoria.
—Es
verdad, contra una columna de la Universidad –sonrió—. Y mi mundo ya no volvió
a ser igual.
—Estoy
feliz por ti y tu reencuentro con la vida.
—Me
preocupa Sebastien, que no llegue a entenderme.
—Sebastien
conoce el amor, imposible que no entienda. Además eso déjalo en mis manos. Él
solo quiere la seguridad para nosotros.
Escuché
el motor de la patrulla acercarse.
—Y
hablando de la seguridad… Avisaré a Grigorii que vinieron por él.
—Okay,
yo iré a mi habitación a dormir un poco. Si es que no me necesitas.
—Ve
tranquilo. Pensé que habías dicho tener una noche tranquila.
—Sí,
pero no indica que pegué un ojo. Lo tenía tan a mano –sonrió—. Y no podía hacer
nada de lo que me hubiera gustado.
—Ya
podrás, querido Chelle. Ya podrás.
Mike.
Esta
mañana entré al despacho de mi jefe con un ánimo y alegría envidiable. Por
supuesto la vida me sonreía otra vez, a pesar que no contaría con la presencia
de mi padre para compartir la dicha de estar enamorado y que me correspondieran.
En ese sentido, la pena por su profunda ausencia no tendría remedio jamás, y
debía asimilarlo. Sin embargo contaba con una madre grandiosa que lucharía
junto a mí por la felicidad, con mi familia, y con Chelle.
Mi
jefe notó mi cambio de humor así que cuando preguntó cómo iba todo le conté.
Pareció alegrarse por mí. Otro punto a favor. Que uno pueda tener un
trabajo en el cual se sienta cómodo y
goce de excelente paga es maravilloso.
—¡Cuánto
me alegro Mike! De verdad. Pareces buen chico y mereces el amor. Disfruta, no
todos cuentan con ese regalo de la vida.
—Gracias,
señor.
—Ahora
debo pedirte un encargo. No es difícil pero sí debes llegar a tiempo. El señor
Otto Mayer partirá en el Hurtigruten en una hora. Es un gran amigo mío pero
lamentablemente no bajará a tierra en Kirkenes. Como sabes el Hurtigruten es un
crucero turístico que recorre tierras del norte. Así que no tendrás oportunidad
de un encuentro con tiempo. Solo espero que llegues al puerto y preguntes por
él. Me comuniqué para saludarlo y le dije que tenía un obsequio que aprecia.
Mi
jefe fue hacia uno de los estantes de cedro y extrajo una caja rectangular. La
leyenda decía, “Orange 1977.”
—¿Sabes
qué es, Mike?
Negué
con la cabeza.
—Es
un licor añejo de gran valor. Otto ama lo exótico y mi regalo será para él algo
muy preciado. Pero ha sido por muchos años mi mano derecha, me ha salvado de
grandes dificultades, se lo merece. ¿Crees que llegarás para dárselo antes de
partir? Te premiaré con una suma además de tu sueldo.
—No,
por favor señor Mykolaiv ya me paga más que suficiente y ya mismo parto para
allí. ¿Iré en uno de sus coches?
—Ese
es otro detalle. El Alfa Romeo se lo ha llevado Charly y yo usaré la limousine.
Te daré para el taxi y le dices que te espere. No hay problema por el dinero.
—Muy
bien, señor Mykolaiv.
—Al
regreso espérame que volveré de una reunión y quisiera hablar sobre tu
disponibilidad de días y horarios. En realidad, comenzaré a viajar a distintas
ciudades de Europa más a menudo y desearía que me acompañaras.
—Okay…
—¡No
te preocupes! Hablaremos largo y tendido después. Ve, no quiero entretenerte
más.
Por
suerte al salir del edificio con el costoso licor conseguí un taxi en menos de
dos minutos. El viaje se hizo interminable. No porque el chofer fuera despacio
o me paseara por calles inútiles sino porque debía cumplir con la tarea en
tiempo y forma. No conseguiría un empleo así en decenas de años. Debía quedar
bien con mi jefe. En cuanto a los viajes, ojalá no fueran muy a menudo. No
deseaba separarme de Chelle mucho tiempo.
Nuevamente
sonreía al recordar el encuentro de ayer… ¡Qué feliz me sentía! Chelle era mío
otra vez y nadie nos separaría.
El
chofer giró hacia la calle del puerto y el paisaje fue hermoso. El sol se
reflejaba en las aguas del muelle y varios barcos de tamaños diversos vestían
la costa como oleo alegre de un artista. No fue difícil hallar al Hurtigruten.
Era enorme. A medida que el taxi se acercaba multitud de personas con mochilas
y maletas iban y venían por la angosta vereda empedrada. Muchos de los turistas
se disponían a subir nuevamente al crucero a través de la escala de gato. La
mayoría aprovechaban el tiempo que el crucero se mantenía amarrado para conocer
la ciudad. Por el tiempo que quedaba varios ya regresaban para continuar el
viaje.
Bajé
del taxi y le pedí que aguardara. Avancé con premura hasta la primera escala
donde un marinero conversaba animadamente con un oficial de mayor grado.
—Disculpe,
buenos días. Necesito entregar un presente al señor Otto Mayer. ¿Ya embarcó?
El
oficial saludó y se fijó en la lista.
—Sí
caballero. El pasajero decidió quedarse así que está a bordo.
—¿Podría
avisarle que lo busco de parte de su amigo Mykolaiv?
—Aguarde
un minuto yo daré aviso por el parlante –contestó el marinero.
—Muy
amable.
Me
quedé aguardando inquieto. Deseaba que quisiera bajar y así poder entregarle el
regalo. Mi jefe se merecía que cumpliera con el recado. De pronto, un perro sujeto
con cadena tironeó hacia mí arrastrando a uno de los hombres que paseaba por el
muelle. Comenzó a ladrar en mi dirección insistente hasta que logró llamar la
atención del dueño y su acompañante.
Los
dos hombres se acercaron y sonreí.
—Lo
siento no le caigo simpático.
—Parece
que no –dijo uno de ellos acercándose más pero sujetando con fuerza al ovejero.
—¿Es
pasajero del crucero?
—No
–contesté—. Espero a alguien que está en el barco. Debo entregar una encomienda
para él.
El
oficial del barco se acercó a una pareja que se disponía a subir y se fijó en
la lista. Mientras el perro no dejaba de ladrarme y tironear hacia mí.
—¿Qué
tipo de encomienda debe entregar? –preguntó uno de los hombres.
—¿Perdón?
–fruncí el ceño.
¡Qué
cuernos le importaba!
Al
ver mi evidente enfado uno de ellos extrajo una identificación y la exhibió.
—Policía
de Kirkenes, oficial Petrov. Por favor… —señaló un lugar apartado de la escala.
Lo
seguí mientras el perro continuaba ladrándome. Yo era un lobo y nadie lo sabía.
Era probable que mi olor fuera parte del rechazo. Pero me equivoqué, no era yo…
Apenas
nos apartamos el policía que sostenía el perro se detuvo y quedó un par de
metros rezagado. El tal Petrov me acompañó y me pidió en tono amable.
—Por
favor, necesito ver la encomienda.
—Es
que es un regalo de mi jefe para el señor Meyer, es el pasajero que está en el
crucero y…
—Por
favor –insistió con firmeza sin dejar de ser correcto en la orden.
Abrí
la bolsa y quité la caja de madera.
—Es
un licor añejo.
El
ovejero comenzó a ladrar más insistente y tironeaba con fuerza como queriendo
el regalo.
El
oficial echó una mirada a su compañero y me miró fijo.
—Permítame
su identificación. Necesito ver que tiene la dichosa caja.
Entregué
mi documento y la caja. Después de leer mis datos personales depositó el regalo
sobre un muro bajo que separaba los postes de amarre.
—Escuche,
mi jefe me matará si el barco zarpa y no puedo entregarle el licor.
—Yo
que usted, no cumplir con el mandado es lo que menos me preocuparía.
Abrí
la caja y la botella oscura con un logo naranja se mostró a los ojos de él.
—¿Lo
ve? Por favor, debo entregarle el licor.
Sin
mediar palabra quitó la botella e hizo a un lado el aserrín de relleno en el
que reposaba. Un forro de celofán azul verdoso pudo distinguirse entre el
aserrín. Apartó con los dedos rápidamente y con un movimiento ágil quitó una
pequeña navaja de su cinto. Abrió el celofán y un polvo blanco se desparramo
alrededor.
Abrí
la boca y quedé atónito… Mi corazón comenzó a latir frenético y la
transpiración cubrió mi cuerpo.
El
tal Petrov cogió la radio y habló.
—Lo
tenemos.
—¿Qué?
–alcancé a balbucear.
Me
miró mientras tres hombres salidos de no sé dónde me rodeaban.
—Oficial,
no sabía que contenía la caja, me la dio mi jefe y… por favor, debe creerme –me
desesperé.
—Señor
Fjellner, queda usted detenido por tráfico ilegal de cocaína –sacó un par de
esposas—. Tiene derecho a guardar silencio y a negarse a responder preguntas.
Todo lo que diga puede ser usado en su contra ante un Tribunal Judicial. Tiene
derecho a un abogado. Si no puede pagar uno el Tribunal le asignará uno…
Genail capítulo. Me dio pena Boris Ojala todo se solucione con su pareja. Adore la reconciliación de Mike y Chelle. Te mando un beso
ResponderEliminarMuchas gracias querida amiga. Espero que tengas una bella semana. Muy buen capítulo el de tu novela. Besootess!
EliminarHola Lou!
ResponderEliminarNo imaginé que escribieras tan bien!!! Por cierto gracias por pasarte por mi blog.
Un beso enorme desde Francia
¡Muchas gracias Maria!
EliminarHola, Lou... Pues no nos has engañado. En este capítulo hay sorpresas gratas e ingratas
ResponderEliminarVoy a intentar comenzar con lo que me ha resultado agradable... La maravillosa sorpresa que se ha llevado Anouk cuando ha visto a su madre y lo muy felices que son Drank y ella
Creo que Sasha puede estar muy tranquila
La maravillosa carta que le ha escrito Gina a Chelle... Esta emotiva carta ha sido el empujón que precisaba Chelle
La reconciliación de Chelle y Mike... una reconciliación tan deseada por ellos como por los lectores
La alegría del bueno de Charles cuando se ha enterado de esta reconciliación
Bueno, ahora te comentaré lo ingrato
Nicolay lo está pasando mal... Yo creo que está muy claro que Boris no le habla mal de Branden... es que el niño escuchó algo y sacó sus conclusiones
Yo no lo sé todavía... no sé si el beso de ese doctor es suficiente para creer que Branden ha dejado de querer a Boris, y que le es infiel
El trabajo ayuda cuando lo estás pasando mal, cualquier distracción ayuda, y te aseguro que me alegraba de que Mike trabajara y me caía bien su jefe
Pues me he llevado una muy desagradable sorpresa con Mykolaiv... creo que ha metido en un grave asunto a Mike... también creo que, haberse reconciliado con Chelle, será de gran ayuda para Mike en este momento
Y, a pesar de las sorpresas ingratas, te diré que he disfrutado mucho del capítulo
¡Felicidades, Lou! Felicidades porque mereces ser felicitada
Besos
¡Hola Mela! ¡¡Muchas gracias!!
EliminarCierto han pasado hechos agradables y otros no tantos. Diría que se le avecina un problema a Mike y es probar su inocencia.
Lo ayudará haberse reconciliado con Chelle, verás que más de lo que imaginas. Aunque creo que aunque Chelle no hubiera ido por él haría cualquier cosa por amor.
Nicolay ha escuchado y algo hay de cierto, pero Branden será el que nos dará explicaciones. Creo que se las debe a Boris y también a nosotros.
La madre de Mike ha reaccionado como lo hacen las madres, por supuesto debía estar segura que del otro lado hay tanto amor como el que tiene su hijo por Chelle.
Así lo ha demostrado. Atravesar la reserva a la noche y con lobos rondando fue difícil. Una barrera de las tantas que quizás tengan que pasar los dos enamorados.
Estoy segura que el peor enemigo de ambos no son los lobos, ni los Craig, sino un villana que tal vez ronde pronto.
Me alegro que te haya gustado. Agradezco mucho tus palabras querida escritora. Gracias por acompañarme siempre. Un honor para mi.
Te mando un gran beso y feliz semana para ti.
Esta muy bien que Chelle y Mike se hayan reconciliado,eso me ha gustado.El jefe de Mike es un sinverguenza.Licor a su amigo Otto?Por que no se lo lleva el?Porque era cocaina.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar.
ResponderEliminarSí el jefe de Mike resultó ser un crápula y lo ha metido en líos. Veremos si nuestro lobo puede probar su inocencia. Mala racha para Mike.
Te agradezco que siempre acompañes mi locura de escribir historias. Te mando un abrazo y una feliz semana para ti.
Holaaaaaa, qué preciosura de reconciliación!!!! Me alegro muchísimo por Chelle y Mike!!!
ResponderEliminarPuafff, el jefe de Mike es de lo peor y un hipócrita!!!!
Capítulo guapísimooooo!!!!
Besoteeeessssss!!!
¡Hola belleza! Gracias por comentar. Me alegro mucho que el capi te haya gustad.
EliminarMike y Chelle se han reconciliado, lo esperábamos ansiosos, pero lamentablemente no terminan los problemas. Veremos si el jefe se lleva su merecido. Confiemos en la justicia, no... mejor confiemos en Chelle.
Te mando un besote grande y feliz semana para ti.