PD: Dedicado a Mela y su pronta recuperación y a Diana por su amor a Adrien Craig.
Capítulo 39.
La deuda.
Lenya.
Acodado
en la cuna observaba con ensoñación a esos dos ángeles diminutos de batitas
color pastel y chupete. Liz dormía plácidamente después de recibir la
transfusión y dar de mamar a los bebés. Dos… Dos bebés. Sonreí. No podían ser
más bellos. Rubios y delicados como ella, como mi amor. Tan valiente, tan
fuerte…
No
llegué a tiempo para verlos nacer. Cuando me materialice por milagro ya que el
estado de ansiedad me superaba, Arve se retiraba acompañado por mi hermano.
“¡Lo
felicito señor Craig! Son sanos y bellos. No puede pedir más.”
“¿Cómo
está mi esposa?”
“En
el estado normal de cualquier parturienta. Agotada, pero feliz. Déjela dormir
aunque sé que querrá saber todos los pormenores. Fueron partos difíciles.”
Obvio
que deseaba saber. Pero tampoco era un cavernícola insensible que por
curiosidad atosigaría a mi amada sabiendo por lo que había pasado. Un parto
difícil… Y yo no había llegado. Por suerte no estaba sola, Drank estaba de
visita. Él tuvo el privilegio de escucharlos llorar por primera vez. Pensé en
mi padre y la razón por la que no había podido hacer nada para interceder y
alertarme. No sé… Una voz que me dijera, “no viajes Lenya, nacerán tus hijos.”
Además esa maldita tormenta en mi contra y todos los móviles habidos y por
haber de Kirkenes sin señal.
Mentiría
si no dijera que estaba enojado con el destino, que al principio me sentí un
inútil, con percepción cero sobre acontecimientos futuros. Sin embargo al
entrar a la habitación y ver a Liz en la cama sonriente, mi enfado conmigo
mismo se disipó. Quizás porque había otro sentimiento mucho más fuerte.
Cerré
la puerta con cuidado y mi acerqué mientras ella trataba de incorporarse entre
almohadones.
—¡Lenya!
¡Ven! Quieren conocerte.
Avancé
lentamente hasta la gran cama. A su derecha, dos cabecitas rubias sobresalían
por el edredón azul. Abrí la boca… ¿Eran reales? ¿Eran míos? Sí eran reales y
míos, bueno, nuestros.
Con
cuidado me senté en la cama y me estiré todo lo que pude para verlos sin
molestarlos.
—Coge
a uno –sonrió.
La
miré con los ojos húmedos.
—Están
durmiendo.
—No
importa, anda. Deseabas tener a tu hijo en brazos, así que hazlo.
—¿A
cuál? –tartamudee.
—¡A
cualquiera! –Rio—. Aunque te aconsejo uno por vez.
Reí.
Si
alguna vez un padre estuvo en la situación de coger algo tan pequeño y valioso
como lo era un hijo recién nacido, seguro me entendería. Me sentía el ser más
inútil e inseguro. Ella me ayudó con total delicadeza y experiencia como si
hubiera sido madre toda la vida.
—¿Así
está bien? –pregunté.
Mi
duda era porque el bebé hizo un gesto de enfado.
—Está
bien, sí. No te preocupes. Él es Adrien, como habíamos pensado.
—Sí…
Adrien… —el bebé abrió los ojos.
Grises…
Fijos en mí.
—Hola
bebé. Soy tu papá y –un nudo apretó mi garganta—. Lamento haber llegado tarde.
Liz
posó su mano en mi antebrazo y nos miramos.
—No
te culpes. Debías estar en Oslo. Nadie imaginaba que nacerían.
—Lo
sé, pero aun así me angustia.
Mi
hijo llevó su mano pequeña a la boca y chupó.
—Ay
cielos tiene hambre otra vez –rio Liz—, dámelo o comenzará a llorar.
Le
entregué a nuestro niño con cuidado y cogí a la bebé.
—Entonces,
¿ella es Halldora?
—Sí,
tiene tu mentón y tus pómulos. Se parece más a ti.
—Cierto,
no son iguales.
—No
son gemelos.
—Guauu,
tenemos dos niños, Liz.
—Síii.
¿Te aterra?
—No.
Soy tan feliz que ni siquiera pienso en el doble trabajo.
Al
instante escuché la succión de mi niño en el pezón.
—Oyee,
con cuidado que eso es mío –bromee.
—Ya
no –sonrió—. Lo tendrás que compartir.
Reí
mientras acomodaba a Halldora entre mis brazos. Entreabrió los ojos y volvió a
cerrarlos.
—Es
muy dormilona.
—Es
que se cansó mucho al nacer, le costó respirar por primera vez.
La
miré con admiración.
—La
salvaste. Estoy seguro que diste todo de ti.
—Lo
di, pero Drank me ayudó.
—Cuéntame,
por favor. No quiero perder detalle.
………………………………………………………………………………………………
Fue
así como me contó todo los pormenores, el peligro que corrieron en la situación
precaria, sin luz, sin un médico… Solo Anne y Drank.
Volví
al presente para observarlos en la cuna. Uno estaba acostado cerca de la
cabecera y el otro bebé en el otro extremo. La cuna que había hecho por ahora
les resultaba cómoda pero en menos de un mes había que conseguir otra. Nunca
hubiéramos imaginado que nacieran mellizos.
Unos
golpes suaves se escucharon en la puerta. Liz se giró y abrió los ojos. Me adelanté
y abrí despacio y vi un grupo de hembras con cara sonriente. Scarlet, Sara,
Rose, y Margaret.
—¿Podemos
pasar? –dijo Sara.
—Bueno…
No sé…
—¡Quiero
conocer mis sobrinos! –dijo Scarlet entusiasmada.
—Vine
en cuanto Sebastien le avisó a Charles. ¡Mellizos!
—Seguro
son bellos como la madre –bromeó Rose.
—Déjalas
pasar, Lenya, de verdad estoy bien –dijo Liz sentándose en la cama.
De
inmediato la habitación se llenó de exclamaciones y alegría.
Poco
duraron en la cuna. Fueron pasando de brazo en brazo aunque al parecer a los
bebés no les molestaba. Sonreí envuelto en esa fragancia de lilas y limón.
Estaba seguro que ese aroma exquisito que comenzaría a percibir más a menudo,
no lo olvidaría… a pesar de que transcurrieran los años.
Me
acerqué a Liz y le di un beso en los labios.
—Ya
regreso, ahora que estás acompañada aprovecho a ausentarme solo por un rato. No
tardaré.
—Okay,
te esperaré despierta. ¿Irás a cazar?
—No,
lo que tengo que hacer no está tan lejos.
Adrien.
—¿Por
qué mi padre me hace esto? ¿Y qué le he hecho? –Refunfuñé ascendiendo por los
peñascos junto a Runik— ¿Lo has escuchado?
—Bah,
los hijos son todos iguales, mandados hacer para exigir.
—Es
que no se qué cree, ¿qué soy el Mago de Oz?
—Bueno,
tu cabello blanco y largo se le parece bastante.
—Calla
Runik, hablo en serio. No estoy pendiente todo el tiempo de lo que va a
ocurrir. Además, no podría haber cambiado el destino.
—Eso
es cierto, nadie de aquí puede de lo contrario me hubiera presentado ante mi
nieta menor antes de que uniera su vida a un lobo, ¡se me parte el corazón!
—Hay
cosas peores que no emparentarse con un vampiro. Y el lobo parece buen chico.
Gruñó.
Halldora
se nos unió al llegar a la explanada
luminosa.
—¿Los
vieron? ¡Son hermosos!
—Claro,
cariño. Y muy sanos.
—Felicitaciones
hechicera, ya eres abuela.
—Estoy
feliz. Y mi nuera, nada menos que la poderosa reina del mar. Digna de mi hijo.
—¡Ay
sí, cómo no! –Runik rodó los ojos—. Sigan festejando su gloria mientras me hundo
en la cotidiana simpleza.
—¿Qué?
–Halldora arqueó la ceja—. Yo no lo llamaría simpleza a tu aquelarre Gólubev.
Son todos virtuosos e inteligentes, refinados, educados, bueno… alguno que otro
infeliz todavía pero quizás encuentre el amor.
—Si
te refieres a mi nieto Ivan verás que encontrará una hembra de su calibre.
—Yo
creo que como siga así conseguirá un cupo en un monasterio de Rusia.
—Anda
Halldora, no lo pelees.
—Él
comenzó. Minimizó a Liz y sus niños tienen mucho de su carácter y belleza. Por
supuesto que mi hijo no queda atrás.
Sonreí.
—Ha
sido un parto difícil pero salió adelante. Por suerte la ayudó Drank. Es el
joven pelirrojo que salvé.
—Fue
una suerte Adrien –rio—. Los niños son tan bellos. ¿Has visto? Tienen el
cabello de la madre.
—Mmm…
yo diría tirando a pelirrojo.
—Runik,
¿quieres callarte? –retruqué.
Halldora
frunció el ceño.
—Es
de envidia. Haré oídos sordos a tus acotaciones. Y a pesar que no tienes tanta
fe en ello, Anouk y el lobo serán felices sin la fortuna y prestigio de los
Gólubev.
—Ojalá
hechicera…
—¿Un
lobo? ¿Se puede confiar en ellos?
La
voz llegó cercana desde la dimensión que ocupaba Runik.
—Huincha…
¿Cómo estás? He visto a Licarayen pero no te había encontrado a ti –me acerqué
todo lo que podía.
—Aun
no pude salir de aquí.
—Es
tu angustia. Debes confiar en que todo saldrá bien.
—Te
entiendo –dijo Halldora—. Las madres lo vivimos diferente.
—¿Sabes
algo de ese lobo, Adrien Craig? Dime, por favor. Mi hijo le ha entregado el
corazón.
—No
Huincha, no sé nada de él. Pero… yo diría que no te preocuparas por eso. Chelle
corre otro peligro mayor, sabes de quien hablo.
—Oh
no, Vilu es su hermana, no le haría daño.
—Los
ha asesinado a ustedes, sus padres –refutó Halldora apenada—. ¿No recuerdas?
—Sí…
Pero Chelle no la ha enfrentado. ¿Por qué debería destruirlo? Debimos actuar
con más cuidado, no supimos dominarla con inteligencia.
—No
creo que haya sido culpa de ustedes. Ella… es su esencia. Me duele decírtelo pero
Vilu está llena de maldad y no la hubieran persuadido con astucia.
—¡Un
balazo en la cabeza le hubiera dado yo!
—Calla
Runik. Mejor sírvete esos vodkas con sabor a nada. Tus soluciones no ayudan.
—Quizás
ahora que no estamos vivos, se arrepienta y cambie –entristeció.
—¡Olvídalo
Huilliche! Antes Blancanieves se comerá a un enano –Runik encendió un puro
imaginario.
—¿De
dónde conoces tú el cuento de Blancanieves? –protesté.
—Ah…
Mi nieta se lo contó a uno de esos engendros del Jardín donde enseña. Solo un
niño no vampiro puede creer que una princesa se adapte y viva feliz con siete
enanos mineros en el medio del bosque.
Con
Runik no sabías si echarte a reír o callarlo de un golpe. Así era él…
Me
dirigí a Huincha.
—Chelle
estará bien. En cuanto a Vilu… no sé qué decirte. Tiene muchos enemigos. Se lo
ha ganado a todos.
Me
miró con tristeza.
—Algunos
muy poderosos, ¿verdad?
—Sí...
–suspiré—. Uno de ellos es mi hijo. Y se la tiene jurada.
Se
alejó apenada. La entendía. Nadie quiere reconocer que su hijo es un monstruo.
Al menos los padres se aferran a que algún milagro los hará cambiar. Bueno…
Agravar se había sacrificado por Scarlet sin embargo Vilu…
Runik
negó con la cabeza.
—Pobre
hembra, me late que en cualquier instante –miró hacia la oscuridad—. Veremos a
esa cretina de Vilu pasar por aquí. La pregunta es, ¿será Sebastien quién hará
justicia?
—Juro
que no lo sé.
Chelle.
La
noche parecía pacífica después de la tormenta. Las estrellas brillaban y el
aire del bosque llegaba a mi olfato gracias a una brisa otoñal. Acodado en el
balcón, exhalé el humo de mi puro y disfruté del paisaje nocturno. No podía
dormir, no por pesadillas precisamente sino porque Mike se había instalado en
mi psiquis casi las veinticuatro horas del día. Desde la hora que había pisado
la cabaña había imaginado un mundo donde todos lo aceptarían, incluso…
Sebastien Craig.
Entendía
el recelo del líder de los vampiros. Había escuchado a Scarlet varias veces
contarle a Charles que no era bienvenida en la reserva a pesar de que era
madrina de un niño lobo. Es que después de la atrocidad que había cometido mi
hermana, era lógico la mala fama de cualquiera de nosotros. Pensé en mi
pasaporte, en mi falso apellido. Sebastien había pensado en mí, en evitarme
cualquier problema, incluso ocultarme de Vilu. ¿Sin embargo hasta cuándo podía
fingir que no era un Huilliche? Me dolía negar mi estirpe aunque fuera por
seguridad. Por ejemplo a Mike… Si todo salía bien y continuábamos juntos no
sería aceptable para mí ocultarle quién era yo. Seguro me entendería. No me
parecía a mi hermana, jamás hubiera cometido hechos de esa naturaleza. Pobre
lobo asesinado… ¿Sería joven? ¿Habría perdido toda una vida en manos de una
asesina? Tal vez era anciano bondadoso y la reserva lo admiraba y extrañaba. ¿Lo
habría conocido Mike? Cielos… Fuera quien fuera tenía el derecho de vivir.
El
móvil vibró en mi bolsillo trasero de los jeans. Rápidamente eché un vistazo a
la pantalla…
Birmhan…
Sonreí. Aún no había modificado el nombre del contacto por “Mike”.
—¡Hola!
“Hola
Chelle, ¿te desperté?”
—No,
yo… estaba aquí en el balcón. Es una noche preciosa.
“Sí…
Aunque mejor acompañado.”
—Siempre
es mejor. Ehm… ¿trabajaste hoy? Digo en la construcción de cabañas.
“Hasta
las tres y media de la tarde, después repasé un tema para el examen. El
profesor se le ocurrió tomar prueba mañana. Es un latoso.”
Sonreí.
—Bueno,
yo en su lugar quizás hubiera hecho lo mismo. Falta muy poco para los finales.
“Quiere
arruinarnos la semana, lo odiamos. Yo más, sabrás porqué.”
—Sí…
También los extraño.
“A
mí un poco más.”
Reí.
—Por
supuesto. No tengo quien me haga renegar por las tardes.
“¿Ah
sí? ¿Solo porque te hacía enfadar?”
—Sabes
que no. Extraño todo de ti. Lamento que no estés aquí conmigo.
“Ah…pues…
eso lo podemos solucionar.”
Arquee
la ceja.
—¿Y
cómo lo solucionarías?
“Tengo
un hotel que nos vendría muy bien”
—¿Te
has comprado un hotel? –bromee.
“No
–rio—. Anda, ¿te animas? Queda camino al centro de Kirkenes. Pertenece a
Sabina.”
—¿Una
loba?
“Sí
pero ella es amable y no le disgustaría que pasáramos la noche allí aunque eres
vampiro. No le importa”
—¿Pasar
la noche allí? ¿Tú y yo?
“Sí,
Chelle. ¿Por qué no?
—Ehm…
“Ya
sé, me darás una excusa.”
—No,
no… Creo que… podríamos encontrarnos sí… ¿Te parece en media hora?
“No
puedo creerlo, ¿me has dicho que sí?”
Reí.
—Sí…
Te he dicho que sí. Así que… dime el punto de encuentro.
Apenas
corté, me apresuré a darme un baño y me vestí con rapidez. Esperaba que no se
arrepintiera una vez que el valiente había sido yo. Me sentía nervioso pero más
ansioso. Por fin tendría a Mike como lo había soñado. Todo para mí.
Salí
de mi habitación y llegué a la sala. Scarlet había llegado de visita y hablaba
feliz junto a Margaret y Miyo sobre los bebés de Liz. Por suerte todo había
salido bien. Quizás en la semana iría a la mansión con dos regalos para conocer
los mellizos. No quería importunar a la reciente madre y los pequeños. Seguro
deseaban tranquilidad en estos primeros días.
—¿Vas
a salir, querido?
—Sí,
Margaret. Y… no regreso a dormir.
—Uuuuuh
–sonrió Scarlet—. ¡Qué te diviertas! Ah, ¿llevas profilácticos? Aunque no
contraemos enfermedades en ciertas ocasiones son muy útiles.
—¿Qué?
–la miré totalmente ruborizado—. No, yo… no tengo ahora mismo.
—Tengo
una caja aquí –revisó su bolso de mano—. Mmm… Déjame ver… ¡Aquí están! Son con
tachas espero no te importe.
—¿Tachas?
No… No… importa. Gracias.
Miyo
siguió con la mirada curiosa la elíptica de la caja hasta mis manos.
—¿Para
qué son los pro… pro… prilifáticos?
—Profilácticos,
tesoro –susurró Margaret sin saber que decir.
Miró
a Scarlet con desesperación. Por supuesto que la desenfadada hija de Adrien
Craig no iba a acobardarse por cosas por el estilo.
—Para
explicarte sencillo… Digamos que para no tener bebés.
Miyo
se sentó en el sofá con la vista clavada en el rostro de Scarlet.
—Pero
Chelle y el lobo no tendrán bebés. ¿O sí?
Avancé
hacia la puerta como alma que lleva el diablo.
—Yo
debo irme ya mismo… Le explican ustedes, ¿verdad?
—Claro
Chelle, ve tranquilo. Yo me encargo –sonrió.
Mike.
Entramos
a la habitación sin acercarnos. Como si los dos hubiéramos llegado hasta allí
para cotizar un inmueble. Cerré la puerta y observé alrededor. Fue inevitable
que mis ojos se detuvieran en esa cama doble de edredón burdeos. Entonces lo
miré. Él permanecía cerca de la ventana con la mirada en mí. Las manos en los bolsillos,
expectante.
Me
acerqué al tiempo que quitaba mi sudadera y la lanzaba a un sillón. No parecía
que fuera él el que tenía más experiencia y edad. Al contrario, se notaba el
temor por lo eminente. Pienso que no era ausencia de ganas, estaba aterrado por
el encuentro íntimo. También tenía temor de no gustarle pero digamos que lo
supe sobrellevar mejor.
Al
llegar no quise perder tiempo o mejor dicho, darle tiempo a pensar lo que
significaba intimar. ¿Consecuencias? Sí, las habría. ¿Qué hecho importante no
tiene consecuencias? Yo era un lobo, él un vampiro. Diferencias abismales. Sin
embargo, el mismo objetivo. Hacer el amor.
Avancé
hacia Chelle y desprendí la chaqueta de su traje. La deslicé por los hombros
hasta dejarla caer. Seguí con cada botón de su camisa hasta que la abertura
dejó libre a la vista ese pecho musculoso y el abdomen plano. Tenía un ombligo
perfecto, como era él.
—Eres
hermoso.
Sonrió
y al fin inclinó el rostro buscando mi boca. Lo atraje de la nuca y profundicé
el beso. Él atrapó mis caderas entre sus fuertes manos. Fuertes y poderosas
manos… Era un vampiro. Nadie ignoraba en la reserva el poder de los aquelarres,
solo que nunca me detuve a pensar en ello. De todas formas aquí y ahora, su
superioridad no me importaba.
El
beso lento pero no por ello menos deseado abrió pasó a mi corazón desbocado, la
piel como brasa reflejaba las ganas, y mis encías comenzaban el inminente
proceso de abrirse paso. Mis brazos lo envolvieron encerrándolo, apresándolo.
Como si fueran suficientes para retenerlo por siempre.
Alguna
vez lo había sentido con Kriger, después todo terminó. Su amor por mí, y el mío
por él. ¿Qué ocurriría con Chelle?
Separó
sus labios, jadeante.
—No
temas, nunca me iré.
Desde
ese instante todo fue más fácil. Las manos resbalando por su espalda, las suyas
sujetando mis caderas. Uno a uno, cada beso subsiguiente fue buscando el ángulo
de la perfección. Era el deseo de acaparar más, de bebernos todo, de apagar el
incendio en las entrañas.
Me
quitó la camiseta y disfruté sus manos tibias delinear cada músculo. Entre beso
y beso el silencio se rompía por gemidos. Entre beso y beso, nuestras frases
entrecortadas…
—Mi
amor… no puedes imaginarte… todo el tiempo que te desee.
Mi
amor… Había dicho, “mi amor”.
—Chelle…
te soñé tanto… Tanto…
Mis
dedos dibujaron un sendero desde los hombros redondeados hasta sus antebrazos.
Su piel ya no era fría, podía notase cálida. Di varios besos en sus labios a
modo de distracción, ya que las manos habían descendido a la cremallera de su
pantalón. No dudé si tenía ganas de mí, pero era evidente que tenía cierto
temor de lo que ocurriría.
Al
notar su erección sonreí contra su boca.
—Ahora
no puedes negar que te gusto.
Cerró
los ojos al tiempo que arrastraba mis labios por su cuello.
—Nunca
lo negué –murmuró—. Solo que…
—¿Qué?
–mordí la piel suavemente.
—Si
algo me detuvo fue el resto del mundo –jadeó—, no mi amor por ti.
—¿Y
ahora? –lo miré fijo a ese púrpura amado.
—Ya
no. Quiero hallar la felicidad y te le pareces bastante –sonrió.
Nos
miramos… Él acarició el contorno de la cara y se animó a descender por mi
pecho. Tenía una mirada hacia mí que no podría describirla. Porque Kriger jamás
me había mirado así. Ternura, pasión… Una mezcla de ambas.
—No
tengas miedo por los otros. Es tu vida y la mía, y la mía es toda tuya –susurré
contra su boca.
—No
será fácil, lo sabes —acarició mi pecho con la palma abriendo un surco de fuego—.
Es tan grande lo que siento por ti. Me descoloca, me saca de mi eje formal y
estructurado y eso no creas que no asusta. Sin querer, poco a poco, me
acostumbraste a ti. A tus berrinches, a tu carácter, a tus salidas espontáneas
e inesperadas. Pusiste mi mundo al revés y… ¿Si te vas? –respiró entrecortado—.
¿Si te aburres de mí? ¿Qué haré conmigo
y el despojo que sobre? He perdido tanto en mi vida.
—No
me cansaré de ti. No dejaré de amarte como te amo. Te lo prometo.
—No
me lo prometas. Tendremos que vivirlo para saber.
—¿Y
te arriesgas, entonces?
Nos
miramos. Yo… expectante ante tan importante respuesta. Así que redoblé la
apuesta.
—Este
es el momento, Chelle. Si no te animas dímelo ahora y todo quedará aquí. Porque
si hago el amor contigo… Dime, ¿te arriesgas o te vas?
Me
miró con ojos brillosos.
—Tú
eres alguien por quien vale la pena arriesgarse. Así que –besó mis labios—.
Aquí me tienes, desarmado completamente. Si algún día ya no me quieres no me
devuelvas el corazón. No tendrá sentido que me lo lleve sin vida.
Inclinó
el rostro y me devoró la boca. Mis manos continuaron la maravillosa tarea de
dejarlo completamente desnudo.
—Esto
no es justo –sonrió, y en segundos quitó mi ropa.
Su
piel sedosa revestía cada músculo duro de su perfecta anatomía. Me molestó
compararlo por segundos con Kriger. Sin embargo era inevitable teniendo un
adonis como él a mi disposición. Pero creo… que mi odiosa comparación no se
debía solo a lo físico. Había algo en Chelle que nunca tendría Kriger y no fue
solo su experiencia en la cama para hacerme gozar. Tampoco la habilidad de su
boca en cada rincón que saboreó, ni las potentes envestidas cada vez que entró
en mí. No… era su entrega. Me hizo ver que estaba totalmente equivocado al
pensar que había estado enamorado del amor de mi vida. Kriger nunca lo fue. No
me daba cuenta que mi sentimiento no había sido nunca correspondido. Que solo
había permanecido escuchado el eco de mis propios “te amo”. Que quise ver lo
que deseaba ver, no la realidad.
El
orgasmo del ser que amas siempre será un misterio para el otro. Por más que el
nivel de oxitocina se asimilen. Por más
que contemples sus gestos de placer o escuches los gemidos es algo que no lo
podrá explicar. Ese cosquilleo en tus pies, el corazón acelerando cada vez más,
y tus colmillos mostrándose con total impunidad. Entonces, confías en que
percibió lo mismo que tú. Algo maravilloso. Porque de esa forma la comunión es
perfecta. Como el amor…
Se
durmió entre mis brazos… Quitándome de la vista el color de su iris, pero
regalándome el gusto de contemplarlo desnudo en reposo y su aura de vampiro.
Con la respiración acompasada, expandiendo ese pecho de perfecta anatomía.
Estaba completamente enamorado de Chelle. Amé al destino, y si aquellos amados
que nos dejaban no desaparecían del todo, quizás mi padre lo habría puesto en
mi camino.
El
sol fue trasladándose lentamente con el correr del amanecer. Un tenue rayo
acarició mis párpados y se coló entre las sábanas a través de la ventana. Di un
salto y corrí la cortina.
Chelle
despertó confundido y giró para verme.
Sonrió.
Me
mantuve inmóvil aún asustado por lo que hubiera pasado si el sol tocaba su
piel.
—Ven,
cariño –extendió una mano.
Volví
a la cama y me recosté de perfil hacia él.
—Tengo
bloqueador. No te preocupes.
—Oh…
¿Es ese… olor… a coco?
—¿No
te gusta? –volvió a sonreír.
—Digamos
que se puede soportar a cambio de tantos beneficios.
Rio.
—No
te rías. Estoy pensando si no lo haces por venganza.
—¿Por
el aroma a tierra mojada y clorofila? No se me ocurrió pero parece buena idea.
—¡Maldito!
Cogí
la sábana y cubrí su cara.
—Oyeee
–rio—, no cubras la vista. Quisiera seguir admirando el mejor culo del mundo.
—¿Mejor
que cualquiera de los doscientos cinco? –arquee la ceja.
Su
carcajada llenó la habitación y provocó la mía.
Después
se puso serio y me rodeó entre sus fuertes brazos.
—¿Fue
por aquella apuesta? No hubo doscientos cinco.
Apoyé
las manos y barbilla en su pecho.
—¿Y
ciento noventa y nueve?
—Tampoco
–volvió a reír.
—¿Hubo
alguien importante?
—Eres
un lobo muy curioso.
—Lo
admito, pero no evadas la pregunta.
—Okay…
Sí, lo hubo.
—¿Vampiro?
—Humano.
—¿Te
enamoraste de él?
—Sí,
lo quería.
—Ojalá
no vuelvas a verlo.
—Murió.
—Entonces,
¿es el que mencionaste aquel día de lluvia cuando lloré por mi padre?
—El
mismo. Ahora cuéntame tú. ¿Hubo alguien importante el cual deba tener cuidado
si se aparece?
—No.
Sí fue importante. Mi primer macho, bueno… el único. Kriger… Ya lo has
conocido. En el vestuario. Me enamoré desde los diecisiete años y hasta
convivimos pero…
—¿Pero?
—Me
engañó.
—¿Y
aún te duele?
—No.
—¿Seguro?
Prometo no enojarme.
—Seguro.
Por la sencilla razón que un vampiro me robó el corazón. Lo tiene él así que no
puedo sentir nada por nadie más.
—Resultaste
ser un lobo muy romántico. Quién lo diría. Alumno rebelde y contestatario.
—Puedo
ser todo a la vez. Incluso más.
—¿Ah
sí? ¿Qué más?
—Puedo
ser muy apasionado.
Una
sonrisa pícara se adueñó de sus labios.
—Esa
faceta no me quedó muy clara. Exijo las pruebas.
—Examen
difícil, profesor –lo miré unos segundos a esos ojos púrpura, me estiré hasta
su boca y lo besé profundo y lento.
Sus
brazos me encerraron, me encadenaron a su cuerpo. La lengua se enredó en la mía
y chupó hasta hacerme gemir.
Rodó
hasta quedar encima de mí.
Apenas
nuestros labios se separaron para coger aire, susurró.
—El
examen irá con ayuda, si no te opones.
—En
absoluto.
Drank.
La
reunión bajo el frondoso ciprés fue divertida. Esta vez fui yo el centro de
atención de la manada. Habíamos terminado el trabajo por hoy y nos relajábamos
con unas cervezas mientras un atardecer otoñal iba tiñendo lentamente las hojas
caducas. En realidad, Vinter invitó ya que quería homenajearme.
—¡He
aquí, un lobo muy valiente! ¡Brindo por ti! –chocó la pequeña botella contra la
mía.
—Gracias
–me sonrojé.
—Oye
Drank, cuéntate la hazaña. Pues ignoraba que fueras partero –rio Louk.
—¡Sí,
eso! ¿Cómo te la has arreglado? –preguntó Bill.
Me
senté en un tronco e hice memoria.
—Es
que sucedió todo tan rápido. Cuando quise darme cuenta ya estaban nacidos.
—No
seas humilde, Sabina le contó a mi hembra que la bebé vampiro no respiraba, que
la reanimaste.
—Sí…
Fueron instantes horrendos al ver que no reaccionaba. No sabía qué hacer.
—Pero
sí supiste –dijo Hauk levantando la botella de cerveza.
—Creo
que jugó el instinto de la naturaleza por sobrevivir. La bebé puso mucho
esfuerzo dentro del vientre hasta que se cansó. Tenía el cordón umbilical
enredado en el cuello.
—¿Lo
cortaste con los dientes, lobo? –bromeó Luis.
—Use
un cuchillo.
—Arriesgado
lo tuyo, pudo salir mal –se preocupó Vinter.
—Lo
sé, sin embargo no había mucho por hacer.
Bernardo
avanzó por el sendero principal.
—Buenas
tardes a todos.
—¡Hola
Bernardo! –respondieron.
—He
revisado el Jardín y no ha tenido goteras, solo tuve que reforzar algunas
tejas, por las dudas –después me miró—. ¡Hola muchachito! Eres un héroe.
—No
es para tanto –sonreí.
—Te
felicito, Liz debe estar feliz. Iré a conocer los bebés junto a Sabina este fin
de semana. Por supuesto que con mis niños. Gloria está entusiasmada. No a
cesado de hablar y preguntar sobre los mellizos.
—Lo
imagino.
—Bueno
–miró alrededor—. No queda mucho por terminar esta cabaña. Antes del invierno
ya contaremos con cinco nuevas si sumamos esta.
—Sí…
¿Se alquilarán? –pregunté al tiempo que el resto recogía sus mochilas y
herramientas.
—Sería
lo ideal ya que habrá un par de bodas y los contrayentes querrán su hogar. El
precio será accesible y como siempre irá para un fondo en común. Las heladas se
avecinan y muchos no podrán trabajar en el bosque.
—Buena
idea. Creo que a Douglas y a Marin le encantará tener una.
—La
tendrán si Douglas consigue un buen trabajo. Sabina me tiene prohibido que
tenga favoritismo con él. Sebastien y ella están de acuerdo que lo ayudará a
madurar.
—Es
un buen chico.
—¡Claro
qué sí!
—¿Veremos
el partido de futbol en casa? –preguntó Louk antes de partir.
—Le
prometí a Anouk que cenaríamos y veríamos una película de las que le gustan.
—Oh
oh –rio— Me parece bien. Cuídala, tú la tienes contigo –y se alejó.
Recogí
mis herramientas y Bernardo trabó las aberturas con listones de madera.
—Ojalá
puedan reconciliarse con July.
—Tiempo
al tiempo Drank –miró al cielo—. Esperemos que por estos días no llueva.
—El
noticiero ha dicho que no.
—Anda,
adelántate que Anouk debe estar impaciente. No quisiera entusiasmarte pero de
la ventana de tu cocina puede olerse un rico aroma a guisado, y no es a
quemado.
Reí
junto con él.
—Pues
entonces, hasta mañana.
—Hasta
mañana, Drank.
Avancé
con mi mochila por el camino de piedra. Las hojas ocres tapizaban gran parte
del sendero. Un olor a brisa otoñal y a madera húmeda me envolvía. El cielo
entre las ramas lucía un añil intenso y el sol ya se despedía con una luz muy
tenue entre las raíces salientes de los pinos.
Levanté
la cabeza para divisar mi hogar, y fue cuando lo vi… De pie, interceptando el
camino. La vista plata fija en mí con un aire en la mirada indescriptible.
Me
acerqué hasta que estuve seguro que escucharía mi voz apagada. Me detuve y lo
miré.
—¿Liz
y los bebés están bien?
Asintió
en silencio sin apartar la mirada.
—Gracias
a ti.
Enmudecí.
—Llegué
hasta aquí –continuó—, aunque sé que los vampiros últimamente no son
bienvenidos. Pero no podía dejar pasar un día más sin agradecerte.
—No
fue nada. Solo… hice lo que cualquiera hubiera hecho.
—Yo
creo que no. Que no cualquiera lo hubiera hecho. Tu actuar rápido y valiente
fue lo que salvó a mis bebés –extendió su mano abierta—. Gracias.
Miré
su mano esperando mi respuesta. Él, tan poderoso, virtuoso en decenas de dones.
Capaz de desatar tormentas con solo desearlo. Hijo del gran Adrien Craig. No lo
dudé…
—No
olvido que te debo la vida –aseguré. Estreché su mano.
Sonrió.
—Te
equivocas. Ya no me debes nada.
Y
se fue… Retomé el camino a casa como cualquier atardecer normal. Sin embargo
nunca sería un atardecer como otros. Porque ese día que el sol desaparecía y la
penumbra ganaba terreno, un lobo y un vampiro, cerraban por fin ese círculo
imaginario, y sellaban un pacto implícito de eterna gratitud.
Uy genial capítulo. Lenya de papá es muy dulce. Y haodor la pareja de Chelle con Mike. Te mando un beso y te deseo un buen fin de semana
ResponderEliminar¡Muchas gracias Citu! Lenya es genial como padre, tienes razón, muy tierno.
EliminarYo también adoro a Chelle y Mike.
¡Te deseo un feliz fin de semana! Besotes y cuidate.
Hola, Lou... Te agradezco tu dedicatoria y, bueno, parece que me voy recuperando... aunque esto más bien parece un sube y baja
ResponderEliminarTe diré que me alegré mucho de que Louk no fuera echado de la Reserva, y que me encantó el viejo lobo Baltar... También tengo que decirte que la exmujer de Asgard es espantosa
Tengo muy claro que Numa y Ekaterina van a luchar por su amor... y que Douglas casi les pilla, pero es que tarde o temprano se va a enterar
Continúan los temblores en Kirkenes, temo que algo va a pasar
Margaret es estupenda... una inmejorable compañera para Charles... Margaret pasará buenos ratos leyendo "La chica del tren"... es un buen libro... Y muchas felicidades a la cumpleañera
Te aseguro que, a pesar de todo, no veo a Chelle muy capaz de matar a Vilu, y puedo entender a Huincha... pero me temo que su hija no cambiará para nada bueno
Me ha emocionado el abrazo que se han dado Drank y Liz... era un abrazo muy esperado
Drank y Liz han sido dos campeones, muy valientes los dos... y, desde luego, Drank le ha salvado la vida a la pequeña y a la madre... Y Lenya se lo agradecerá eternamente... Quiero que sepas que se me han puesto los ojos llorosos cuando la bebé ha llorado
Chelle y Mike se aman, no hay duda... pero ignoro como reaccionarán cuando sepan quién es cada uno
Lou, he intentado, con este comentario, hacer un resumen desde el capítulo 35... Quizás me he dejado sin comentar algo importante... espero sepas disculparme... y yo espero no volver a recaer y poder estar aquí
Sabes que me encanta tu novela, que me encantan tus personajes
Un abrazo muy fuerte
Querida Mela, me alegro por tu salud. Gracias bella escritora por tus comentarios.
ResponderEliminarLouk no fue echado y creo que lo merecía, no es mal chico. Baltar me ha hecho reír. Y sí tienes razón, La exmujer de Asgard es horrible persona.
Douglas casi se entera y no porque se lo haya querido decir Numa cuestión que me parece importante. Yo que él se lo diría cuanto antes.
Tiembla Kirkenes... no sé. Quizás le pregunte a Chelle, debe conocer mucho sobre geología.
Margaret te agradecer tu felicitación y lamenta que no hayas podido ir.
Chelle no creo que mate a su hermana por más que sea malvada y asesina. No es su esencia, pero a veces no queda más remedio.
Drank y Liz, el abrazo tan esperado, por fin amigos para siempre.
Cerró un ciclo con Lenya y Drank, nada se deben. Debía ocurrir tarde o temprano algo similar que salde las deudas.
Uf... Mike no sabe quien es Chelle, lo ama pero tienes razón. Muy fuerte que pertenezca al mismo aquelarre que mató a su padre. Esperemos que diferencie la clase de seres. Veremos...
Me ha encantado el comentario y la verdad no importa si es resumen o no. Siempre tus comentarios son maravillosos. Gracias amiga. Un besazo grande y feliz semana. Cuidate mucho.