Capítulo 40.
Pacto con el diablo.
Kriger.
Después
de la tercera cerveza salí del bar a las ocho de la noche. Mi padre me esperaba
a cenar en su maravilloso departamento que compartía con esa humana abogada. Se
lo veía feliz desde mi decisión de romper con Mike. Nunca había aceptado mi
condición de homosexual. En cuanto me descubrió me retiró toda ayuda económica
y hasta el saludo. Seguramente ahora albergaba la esperanza que según él,
tuviera una pareja “normal”. Lo que mi padre ignoraba es que mi sexualidad no
era un capricho o un gusto por experimentar cuestiones prohibidas. Siempre supe
que me agradaban los machos. Sin embargo por ahora no pensaba contradecirlo. De
esa forma podía contar con dinero extra y un nuevo trabajo en una de sus
oficinas. No podía regresar a la reserva y tener que cruzarme a Mike y a sus
amigos. Mucho menos a su hermana. Bua me odiaba y cada vez que me veía fuera
donde fuera lo dejaba bien claro. Ella y la reserva conocían la verdad. Yo no
había cortado la relación con su hermano, él me había descubierto en una
infidelidad sin importancia, pero Mike no me perdonó. Toda experiencia deja una
enseñanza y ser infiel provocó que entendiera todo lo que amaba a Mike. Solo
faltaba que me perdonara.
Pero
las cosas estaban poniéndose difíciles. Mi ex estaba escurridizo y reticente a
hablar a solas. Ni siquiera me atendía las llamadas. Sospechaba que habría un
tercero tras él que lo habría obnubilado y esa fantasía tenía que echarla
abajo, recordándole que mi amor era el único verdadero. El que podría aguantar
sus cambios de humor y sus caprichos. El que podría levantarle la autoestima
tan endeble que sufría.
Avancé
hacia el estacionamiento buscando mi flamante coche, regalo de mi padre. Un
Renault Clio color negro. Quité la alarma y me disponía a subir cuando vi a
Camile bajando de un vehículo. Me miró y alzó la ceja sonriendo.
Se
acercó muy a pesar mío. Lo único que hubiera deseado es no verla en mi
situación. Seguramente se burlaría como era su costumbre. Vivía divirtiéndose
con el sufrimiento del otro. ¡Cretina!
—¡Hola
Kriger!
Di
arranque al coche.
—Estoy
apurado, Camile.
—Apurado
y un poco bebido –disipó el aire con una mano—. ¿Puedes conducir con alcohol
encima? Te cuidado con el control policial.
—Dime,
¿irás corriendo a darle aviso a una patrulla?
—Oh
no, ni que fuera tu enemiga –sonrió.
—Entonces,
adiós.
—Adiós…
Me alegra que estés mejor y hayas olvidado a ese chico de mala muerte, no era
para ti. Va bien junto a ese ridículo vampiro –se alejó.
Apagué
el motor.
—¿Un
vampiro? ¿Sabes quién es?
—¿Disculpa?
–se giró para mirarme—. ¿No estabas apresurado?
—Sí…
Pero… tengo curiosidad por saber de ese vampiro que dices. ¿Los has visto
juntos?
—Bueno,
cada vez que entro al hotel a trabajar en el turno vespertino, he podido verlos
sí… a dos calles de aquí… varias veces en la calle de la Universidad.
—¿Es
ese profesor?
—¡Yo
qué sé a qué se dedica el vampiro!
—Sí…
Debe ser él. No sé cómo averiguar quién es y si es solo un juego de coqueteo
entre su alumno y él.
—Ah…
Pues… yo diría que para coqueteo es mucho. No iría a un hotel a pasar la noche
si solo es un juego de seducción.
—¿Qué
dices? ¡Regresa! Cuéntame que sabes.
Se
acercó altanera.
—¿Pero
tú te crees que yo regalo información gratuita? No eres mi amigo o familia.
—¿Cuánto
quieres? Tengo dinero.
—Bueno…
No sé… No hablaría bien de mí si lo hago solo por dinero. Sin embargo te
aprecio. Eres un lobo de familia distinguida aunque cometió algunos errores y…
—¡Cuánto,
Camile!
Sin
esperar quité de la billetera un suculento billete.
Lo
observó y lo cogió.
—Okay,
lo que sé es que se llama Chelle Ovensen. Se registró junto con Mike en el
hotel “La manada.”
—¿Ovensen?
No me suena de ningún aquelarre. ¿Será errante?
—Ese
vampiro apuesto y elegante no es un errante. Se ve como los Gólubev y los Craig
pero no es ninguno de ellos. Sus rasgos son más bien aborígenes. ¿Entiendes?
—No…
¿Puedes averiguar quién es? Te daré lo que me pidas.
—¿En
serio? ¿Qué ganarás con saber quién es?
—Todo
el mundo esconde secretos, Camile. Podría encontrar su talón de Aquiles y que
Mike despierte de su idilio.
—Ah…
eso sí… Bueno… Te avisaré si tengo novedades.
—No
te tardes, por favor.
Grigorii.
Abrí
los grifos y cerré los ojos bajo el agua cálida de la ducha. El día había sido
agotador. Tras seguir los pasos de un pesquero que traía contrabando de droga y
armas, al fin habíamos atrapado a los tres responsables. Vikingo había hecho un
muy trabajo de inteligencia, estaba orgulloso de contar con un comisario como
él. Además de ser mi amigo. Tenía un carácter apacible y sereno, jamás lo vi
descontrolarse por algo que no podía dominar. La paciencia era su virtud. En
casos como el que debimos desbaratar era sumamente importante su temperamento.
Recordé
como había seguido las pistas de los Craig. Desde el primer instante de aquellas
muertes declaradas suicidios, a él no le cerraron. Sin embargo en ese entonces
era un simple oficial sin el poder de decisión que se necesitaba. Me alegré por
ello. Todo se dio en el tiempo justo. Porque de lo contrario, Sebastien hubiera
huido con su familia a las cumbres sin dejar rastro, y lo que es peor… yo no
hubiera conocido a Scarlet.
Hablando
de ella…
La
mampara de la ducha se hizo a un lado y un par de ojos púrpura me miraron de
arriba abajo.
Sonrió.
—Aquí
estás… Envuelto para regalo.
Reí
mientras me enjabonaba.
—Scarlet
Craig, siempre tan silenciosa.
—Y
peligrosa –agregó—, se te olvidó decirlo.
—¡Cierto!
Olvidaba el detalle.
Se
despojó de la ropa con total seducción.
—¿Sabes
Grigorii? Tus nuevos talentos de destreza y puntería son muy excitantes.
—¿Y
mi humilde cuerpo humano no lo es? –fingí enojo.
—Oh
sí —sus ojos se clavaron en mi entrepierna—, solo que… me gustaría provocar
algunos cambios en tu perfecta anatomía.
Reí
y extendí la mano.
En
segundos me vi atrapado contra los azulejos. La rodee con mis brazos y su boca
quedó a centímetros de la mía.
—Tienes
unos labios tan suaves y carnosos –susurré—. Tus pechos se amoldan
perfectamente a mis manos, son ideales.
—Y
tú tienes un poder para levantar mi libido –resbaló sus manos por la espalda.
—Será
porque te conozco, mi princesa vanidosa.
La
besé con pasión sujetando sus caderas contra mí. Como si fuera capaz de
retenerla con mi fuerza humana.
Sus
manos descendieron hasta el trasero. Separó su boca jadeante.
—Tienes
un culo muy duro. Excepcional. ¿Genética? –sonrió.
—No,
miles de sentadillas.
—Oh…
Debí imaginarlo –me besó mientras el agua se deslizaba por la piel y moría en
el desagüe.
Lamí
sus pezones y me dediqué a ellos hambriento de su cuerpo. La respuesta de mi
parte fue instantánea. Pero no creía que era un nuevo don sino que la única
causa tenía su nombre y apellido. Era perfecta. Creada para amarla una y otra
vez y no cansarte nunca. Era un sueño dentro de la perfecta realidad de nuestro
amor. Era suyo y ella mía para siempre. ¿Para siempre? ¿Yo, un humano mortal?
No deseaba enredarme en pensamientos que obstruyeran este momento. Aunque
fueran parte de esa realidad idílica. Así que me esforcé por concentrarme en
disfrutarla, en darle todo de mí.
Sin
embargo en la intimidad del sexo como en la vida cotidiana, Scarlet Craig no
había nacido para permanecer inactiva solo recibiendo mientras disfrutaba.
Cada movimiento, cada paso natural o provocado, nunca pasaría inadvertido. Ser
protagonista era innato en ella. Como aquella vez que se puso de pie en el
restaurante y se dirigió a los baños, como al bajar del coche o subir cuando la
llevaba Ron a la Jefatura. Al caminar por el pasillo hacia la oficina… Cuando
clavaba ese iris misterioso en tu humilde existencia. Incluso cuando su voz
melodiosa y atrayente sonaba con un simple, “hola”.
Y
sus manos… delicadas, femeninas, y trampas mortales. Al acariciarte todo tu ser
se detenía en tiempo y espacio. Su roce o caricia descontrolaba las funciones
de tus células, solo respiración y latidos… Lo mínimo suficiente para saber que
aún sigues vivo... para ella. Únicamente para ella.
Entonces,
como ahora bajo la ducha, entras en ella. Y la haces tuya una y otra vez todo
lo profundo que puedes con el movimiento natural de esa excitación que crece y
crece… Y sin darte cuenta ella acapara tu físico adueñándose de cada
centímetro de la piel, dominando tu alterado torrente sanguíneo. Tus oídos no
son capaces de escuchar otra cosa que no sean sus gemidos. Luchas por mantener
un mínimo de control sobre ti y por segundos crees que lo logras, pero no.
Simplemente porque ella es la dueña del motor que te mantiene vivo, tu corazón.
Cuando
el orgasmo avanza… percibes que tu cuerpo se separa en miles de trozos. Ella te
divide por completo, te desarma… Te despoja de toda defensa como el mejor
depredador. Te abandonas en esos brazos que te acunan y es allí en ese
instante, cuando te vuelve a armar.
Unos
golpes suaves se escucharon en la puerta de la habitación.
Scarlet
arqueó la ceja y me liberó de sus brazos.
—¿Quién
será el inoportuno?
Cogió
una bata del armario y antes de salir me miró.
—No
te vayas cariño, regresaré.
—Es
una de mis frases predilectas –sonreí.
Mientras
cogía una toalla, me secaba e imaginaba que la cama sería nuestra próxima
parada, la voz de Sebastien se escuchó.
—Siento
interrumpirte Scarlet.
—Calla,
no lo sientes –rio—. Es una clara venganza por todas las veces que te
interrumpí.
—¡Graciosa!
De verdad me urge hablar contigo.
—Dime.
—Sé
que mañana irás a ver a Yako como tantas veces pero voy a pedirte un favor.
—Me
intrigas.
—Dadas
las circunstancias entre lobos y vampiros preferiría que Sabina o Bernardo
vengan aquí con el niño. Tú sabes, últimamente para varios de la reserva no es
grato la visita de cualquiera de nosotros. Incluso la de Bianca.
—Pues…
Sinceramente me importa un cuerno lo que opinen algunos licántropos y si les
cae mal mi visita.
—Es
su reserva, Scarlet. Su territorio.
—No
son dueños del bosque.
—Lo
sé, pero el gobierno les otorgó esos suelos a la reserva sami y alrededores.
Ellos sienten que nuestra presencia suena a invasión. Sé que no son todos. Sí
una gran mayoría.
—Es
por lo de Vilu, ¿verdad?
—Exacto.
Es mejor dejar que se calmen las aguas. No me gustaría que este malestar
termine en un verdadero enfrentamiento. Douglas vive rodeado de lobos. Ya
pasamos por algo así. Además la paz es un deber que surge de nuestro padre.
—Entiendo,
okay… No te preocupes. Hablaré con Sabina.
—Gracias,
ahora debo irme al hotel. Lenya no creo quiera separarse de Liz y los mellizos.
—Tranquilo
hermano. Me encargaré.
Cuando
Sebastien se retiró, salí del baño con la toalla a la cintura. Scarlet me miró.
—Luces
preocupado.
—Escuché
lo que dijo Sebastien. ¿Hay posibilidad de que lobos y vampiros se enfrenten?
Sonrió
con ternura.
No
te angusties. Estarías fuera de todo conflicto. Eres humano, mi amor.
—Lo
sé… Sin embargo si los lobos hacen daño a los vampiros… Adivina de qué lado
estaré.
Bernardo.
Sabina
me ofreció una tizana caliente a pesar que insistí en que sabía preparármela solo.
Ya demasiado tenía con dos niños y las tareas comunitarias en las que estaba
inmersa desde hace un mes. Yo me encargaba de limpiar la casa y hacer las
compras después de regresar de la construcción. A la noche después de cenar
cuando los niños dormían, veíamos alguna serie entretenida o si ella prefería
tejer prendas para el invierno, yo cogía el libro de los lobos y repasaba
algunos capítulos. No es que quisiera saberlo de memoria, pero me urgía
encontrar alguna respuesta en caso de enfrentamiento de razas. Debía saber la
solución si se presentaría algún conflicto importante.
Sin
embargo nada… Lobos y vampiros habían vivido por miles de años en armonía, sin
molestarse, respetando sus creencias y familias. Evidentemente Adrien y Maia lo
había hecho muy bien. Es cierto que no había un acercamiento como este último
tiempo. Cada uno en su lugar, en su territorio… Ahora, las cosas eran
diferentes.
En
la reserva vivía Douglas, hijo de un vampiro. Drank, un lobo, emparejado con
una vampiresa y amigo de Liz. Por supuesto, Bianca y yo. Scarlet, madrina de
Yako. Y a mis oídos había llegado la noticia que una de las jóvenes Sherpa
merodeaba la parte de pastoreo de la reserva. Tim me había comentado feliz
sobre el cambio de Carl y el buen ánimo que traía cuando se encontraba con su
nueva amiga. Mismo Sabina me había comentado que Camile estaba temerosa de que
un vampiro había alquilado una habitación del hotel, cuestión que mi hembra le
aseguró que todos los vampiros que merodeaban Kirkenes eran de conocidos
aquelarres y que nadie le haría daño. También procuró de ordenarle que su trato
fuera cordial bajo pena de despedirla, no deseaba tener problemas con los
Craig.
Así
como se veían los hechos parecían de una gran calma pero algo olfateaba en el
aire. Como si los lazos de las razas antagónicas costaran unirse y un denso
malestar fuera gestándose silencioso. Era obvio que el homicidio de Erland Fjellner
por un vampiro no iba a caer en gracia, pero había algo más. De hecho cuando
Anouk comenzó a enseñar en el Jardín tuvo que enfrentarse a varios padres que
temían que la educación Sami no fuera la primordial. Un temor a perder las
costumbres por otras, o quitar la importancia a tanta historia que formaba
nuestros cimientos. Por suerte Anouk supo dar tranquilidad y todo quedó en
aquella charla de reunión de padres.
Pensé
en los Gólubev… Algún día querrían visitar a la pareja. Por mi parte y la de
Sabina serían bien recibidos, ¿pero el resto?
No
deseaba dejarles a mis hijos una reserva egocéntrica y aislada del mundo. Desde
hacía algún tiempo mi lucha era lograr lo contrario. La pregunta es, ¿estaría
apresurando los hechos? ¿Debería dejar su curso normal? ¿O quizás debía poner
un límite a este intercambio de mundos tan opuestos porque el remedio sería
peor que la enfermedad?
Me
acomodé en el sofá y bebí un sorbo del té exquisito. Sabina se sentó a mi lado
con un café y una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Adivina
qué?
—Dime
cariño, seguro son buenas noticias.
—Rita
consiguió un buen empleo.
—¡Qué
bien! ¿Dónde?
—Hablé
con Sebastien y tiene un puesto para ayudar al conserje. Ese tal George tan
diligente que dirige el hotel.
—Oh…
¿Trabajará en el Storn? ¿Por qué no en La Manada?
—Pues…
porque tenemos ya dos empleados y el hotel no es de gran envergadura. ¿Algún
problema?
—No,
en absoluto.
—Yo
creo que sí. ¿Cuál es tu temor? Sebastien es respetuoso de las leyes laborales.
No la explotará.
—No
es eso…
—¿Entonces
qué es?
—A
ver, no me malinterpretes. No estoy pensando que le irá mal a Rita por trabajar
bajo las órdenes de Sebastien. Lo que creo es que ser ayudante de conserje no
es gran cosa. Lo sé, es trabajo. Pero no quisiera que Rita se sintiera menos
dentro de ese mundo lujoso.
—Bernardo,
si Rita no es la Contadora o Abogada de ese hotel es porque no estudió. Y te
diré que en el caso de ella fue elección casarse y vivir para ello. Hay muchas
hembras que no son así, sin embargo no es el caso de Rita. Y además está feliz
con el trabajo.
—Okay,
no te enfades.
—Es
que no entiendo porque no te alegras. Parece que tienes miedo de que afiancemos
lazos.
—No…
Bueno sí. Un poco. No me hagas caso. Este último tiempo hay una gran tirantez y
no lo puedes negar. Adrien y tu madre siempre han mantenido cierta distancia.
—No
lo niego. Tampoco tú ignores que tengo un hijo con un vampiro, y Drank y Anouk
tendrán los suyos. Quien sabe cuántos más se enamoren sin importarles su raza.
Douglas es la versión más real de lo que puede ocurrir, y eso algo que ni tú ni
el libro de los lobos podrán impedir.
En
ese instante Tim tocó a la puerta.
Apenas
me vio su rostro preocupado me contagió.
—¿Qué
ocurre?
—Es
Jorunn. Lo vi salir con su coche y doy fe que iba bebido. Intenté detenerlo y
casi me pasa por encima.
—Okay,
iré por un abrigo y la furgoneta. Vamos, entre los dos lo traeremos de regreso.
Miré
a Sabina.
—Te
amo –guiñé un ojo.
—Yo
también aunque no coincidamos –sonrió.
Douglas.
Abrí
los portones con el comando de mi llavero y reduje la velocidad para atravesar
el parque. Las luces de la planta alta estaban todas encendidas. Debían estar
reunidos en la habitación de Liz junto a Lenya y los mellizos. Marin y yo los
habíamos conocidos esta mañana pero había prometido traer los regalos que por
el apuro habíamos olvidado.
Descolgué
del manubrio las bolsas de celofán con ositos y me dispuse a entrar. Mi padre
salió vestido de traje y corbata antes que mi mano se posara en el picaporte.
—Oye,
¡qué elegante!
—Iré
por Bianca al hospital y cenaremos en Kirkenes.
—Adivino
que no regresarán a dormir.
Sonrió.
—Es
una posibilidad.
—Que
se diviertan y cuídenme a mi hermana.
—Claro…
Oye, Douglas. Quiero que te lleves algo de dinero.
—No
gracias papá.
—Es
un préstamo. Nada más. Es mientras no te paguen el primer sueldo.
—Puedo
arreglarme solo.
Rodó
los ojos.
—Okay,
sigues enojado conmigo.
—No…
Pero quieres que madure y haga frente a mis responsabilidades así que…
—Es
un préstamo, Douglas. Me lo devolverás. Vamos, no seas orgulloso.
—Te
prometo que si necesito y estoy al límite te aceptaré.
—Muy
bien.
De
pronto el motor de una moto se escuchó cerca.
—¿Vendrán
para aquí? ¿A la mansión?
—No
lo sé. Espero que no sean visitas de ningún tipo. Bianca no le gusta que la
haga esperar. Por las dudas voy encendiendo el coche.
—Okay.
Iré a ver los mellizos.
Mi
padre avanzó hacia el garaje y abrí la puerta de la sala. Sin embargo al
escuchar la moto detenerse mis ojos fueron hacia la cámara de seguridad ya que
los portones se habían cerrado nuevamente.
—¡Numa!
–exclamé feliz al verlo.
Abrí
los portones y salí al parque. Sin embargo lo que vi… me detuvo el corazón.
Estaba
con ella… Ekaterina. Y no solo venían juntos. Ella se bajó sonriendo y lo cogió
por la nuca y lo besó. Y él… la rodeó con los brazos y le correspondió como si
fueran novios. No… No como si lo fueran. Lo eran.
Me
quedé inmóvil tragando hiel por la garganta, casi temblando de confusión y
rabia. Como si alguien me despertara sacudiera mi cuerpo, y dijera, ¡eres
idiota! ¿No te habías dado cuenta?
Abrí
la boca pero mis palabras no salieron. Me sentía traicionado de la peor forma.
Porque se trataba de mi amigo, de mi hermano.
Al
fin me vio, me descubrió. Sus ojos se agrandaron por la sorpresa y quedó
inmóvil. Ella se apartó y su sonrisa se borró de un suspiro. Las bolsas cayeron
de mi mano y subí a la moto. No podía ser. Numa no podía haberme engañado y
burlado de mí.
Antes
de dar arranque a la moto y huir al fin del mundo, se interpuso con rapidez y
se aferró al manubrio.
—¡No
te vayas! ¡Déjame explicarte!
Reaccioné
furioso.
—¡Qué
mierda vas a explicarme! ¿Qué me mentiste? ¿Qué te burlaste de mí todo este
tiempo?
—¡No!
No es lo que piensas.
—¿Ah
no? ¿Me dirás que no hay nada serio entre los dos y que solo saliste a
divertirte? ¿O qué la encontraste de casualidad por el camino?
—No…
Somos novios… Pero no quiero que pienses que me burlé de ti.
—¿Desde
cuándo están juntos? ¡Dime!
—Hace
un tiempo.
—¿Y
no pudiste venir de frente y contármelo?
—No
quería enojarme contigo. Por favor, entiende.
—¿Quién
me entiende a mí? Lo que hiciste tiene un nombre y se llama traición.
—¡No!
—Estabas
con ella la otra noche, ¿verdad? Y no me lo dijiste. Me mentiste.
—No
te mentí, te lo oculté.
—¡Ah
okay! Eso te libera de traidor.
Mi
padre se acercó con el coche. Intuyendo que algo ocurría bajó apresurado y se
acercó.
—No
soy un traidor, Douglas. Solo tuve miedo decírtelo. Es que tú…la odias.
—Sigues
justificándote.
—Douglas,
Numa, tranquilícense –mi padre se interpuso entre los dos.
—No
quiero tranquilizarme, papá. Es un traidor.
—No
debí ocultártelo, lo siento.
—No
te perdono. Lo que me has hecho me duele y considero que no me lo merecía.
—¡Hablemos!
Déjame explicarte como me sentí, porque no te lo dije. Iba a hacerlo tarde o
temprano pero no encontraba el momento justo.
—¡Cálmense
los dos!
—No
hay momento que no sea justo para hablar con sinceridad a un amigo –bajé el
tono—. Es porque no lo soy para ti. No
quiero hablar más contigo. Se terminó. No podemos ser amigos. Sal de mi vista.
Numa
me miró desconsolado. Y yo… tenía tanta rabia… que no me retracté.
En
un arranque de desesperación subió a la moto y partió a toda velocidad.
—¡Numa!
–llamó mi padre.
Mis
ojos fueron a Ekaterina que había quedado inmóvil con cara de espanto.
—Tú
eres la culpable de todo. Siempre estás en todos los conflictos de esta casa.
Salió
corriendo hacia la mansión y se encerró en su habitación.
Sebastien.
El
ruido del coñac al caer en el vaso no me distrajo de la escena que tenía a
pocos metros de mí. Douglas sentado en el sofá con actitud de despojo humano y
lágrimas en los ojos. Bianca sentada en la banqueta del piano había llegado
hacía diez minutos, con gesto lastimoso me miraba sin saber qué hacer ya que en
poco tiempo mi hijo le había resumido el acontecimiento del parque.
Suspiré.
Okay… Ahí íbamos…
—Douglas,
tarde o temprano tendrás que hablar con él –me senté en el sofá y crucé la
pierna sobre la otra. Esto iba para largo.
—¿Para
qué papá?
—¿Cómo
que para qué? Numa tendrá una explicación razonable para haberte ocultado lo de
Ekaterina.
—¡Por
favor, papá!
—Numa
no te haría algo así por puro gusto, quizás no te has dado cuenta pero has
exteriorizado tanto rechazo hacia ella que es evidente que fue difícil
enfrentarte.
—Lo
hubiera entendido.
—¿En
serio? –arquee una ceja.
—Me
hubiera enojado, sí… pero… Ahora es mucho peor.
—Eso
no te lo discuto –bebí un trago y miré a Bianca.
—En
mí no busques apoyo. Con Douglas de por medio jamás seré imparcial, lo sabes.
—No
busco que no lo apoyes, solo minimicemos la situación. Son amigos desde los
siete u ocho años. Fue un error de parte de él, ¿no es posible entenderlo y
disculparlo? Todos cometemos errores. Tú, Bianca, yo.
—Es
que entre amigos la vara es a veces muy alta –dijo Bianca—. Uno… espera no
tantas cosas como con una pareja o hijo, pero si lo que espera es… como
decirlo…
—Que
no se rompa, indestructible –murmuró Douglas.
—¿Tú
no perdonarías a Bernardo algo así? –protesté.
—Pues…
el caso es que no imagino a Bernardo ocultándome algo importante por temor a
que me enoje. Prefiere que me enfade.
—¡Genial!
¡Qué valiente!
—Hablo
en serio, Sebastien.
—Por
favor, lo menos que quiero es que discutan por mí. Siempre hago desastres, todo
mal.
—Hijo…
No haces todo mal. Eres impulsivo. Tu reacción fue normal ante el hecho
evidente, lo que aconsejo es que cuando estés más tranquilo lo llames y hablen.
—Mejor
me voy. Marin debe estar preocupada.
Rose
entró a la sala.
—Hola
Rose, ¿vienes de cazar? –pregunté.
—Sí…
Ehn… El oficial, Vikingo… está en la puerta con el patrullero. ¿Espera a
Grigorii o a Scarlet?
—¿Vikingo
aquí? –avancé hacia la salida.
—No
lo escuchamos –dijo Bianca poniéndose de pie.
Atravesé
el parque y llegué hasta los portones
abiertos.
—Oficial
Hansen, ¿busca a Grigorii o a mi hermana?
Él
se mantuvo inmóvil junto a la puerta del patrullero. Me miró y clavó su vista
en unos papeles que sostenía.
—¿Oficial?
–insistí—. ¿Ocurrió algo?
Avanzó
lentamente como si no quisiera llegar nunca hasta mí.
—Sebastien,
buenas noches.
—¿Buenas
noches? Dígame usted si lo son.
Movió
la cabeza negando.
—Me
temo que no. Fue solo un saludo formal.
—Hable,
por favor.
Bianca,
Douglas, y Rose, se acercaron.
Vikingo
extendió uno de los documentos.
—Hubo
un choque frontal. Un coche… conducía borracho… Se llevó por delante una moto.
Douglas
arrebató el documento de mi mano y sus ojos se hundieron en los datos.
—El
joven de la moto… Numa Craig es su hijo, ¿no es así?
—¡Sí!
¿Cómo esta? –me desesperé.
—La
ambulancia lo llevó al hospital. Me temo que está grave.
Corrí
a mi coche con Bianca pegada a mis talones. Antes de darle arranque Douglas
subió a la moto y atravesó los portones a toda velocidad.
Carl.
Pastoreaba
con las cabras hacía quince minutos y aún Miyo no había llegado. La vampiresa
llenaba todo el aire con su graciosa presencia cada vez que venía al lugar de
reunión. Sus ocurrencias me hacían olvidar quien había sido yo. Un lobo triste
y rechazado por muchos. Ella no sabía de mi historia, de mi cruel familia, de
mi soledad. Así que me trataba como un nuevo amigo sin importarle mi pasado ni mi
raza.
Siempre
la acompañaba ese vampiro elegante. Pero no era su pareja, ella decía que se
llamaba Chelle y era su amigo.
—¿Quieres
ser amigo de Miyo, por favor? –me preguntó la segunda vez que nos vimos.
—Sí
–contesté—. Me gustaría.
La
verdad que nunca me habían pedido por favor que fuera amigo de alguien. No era
una loba o lobo, cierto… sin embargo fuera de Tim no me había ido muy bien con
mi raza. Los humanos con los que traté podían haberlo sido, pero mi madre había
calado tanto en mi cerebro con su estricta y equivocada educación que no les di
chance de acercarse más que el trato comercial de mis negocios.
Hoy
por hoy, no tenía familia en que refugiarme, y mis negocios habían quebrado en
manos de mi cuñado.
Con
Miyo era diferente. Era agradable al trato sin llegar a ser forzado por el
protocolo, porque de protocolo no sabía casi nada. Era cómica y alegre. Lo que
me hacía falta para olvidar la pesada rutina y el vacío de mi vida. A la vez, mis
ojos no la veían como a una hembra a la que quisiera conquistar. Entendí
aquello que dicen que los amigos apenas se conocen saben que serán buenos
amigos.
Si
me ponía a pensar, había sido mágico. Poco y nada nos conocíamos pero ella no
le importaba de donde venía yo, ni siquiera que fuera lobo. Y yo… yo tenía solo
a Tim, no gozaba de la amistad con más seres y creo que necesité esa parte de
Miyo desinteresada y que me hiciera reír.
Cuando
al fin llegó saltando alegre por las matas como un cervatillo, se detuvo cerca
de mí y me miró con ojos brillantes.
—¡Hola
amigo!
—¡Hola
Miyo! –sonreí.
El
vampiro acompañante se quedó a una distancia entre los árboles. Solo la
aconsejó.
—¿Ves
Miyo? Debes llamarlo por el nombre como él a ti.
—Me
llamo Carl –agregué—. Pero por mí está bien.
—¡Carl!
A Miyo le gusta tu nombre.
—Gracias.
Podría llamarte Miyo “coco” por tu rico aroma.
Rio
con una risa cristalina.
—¿Qué
quiere decir Carl?
—Ehm…
Bueno, no sé exactamente pero te prometo averiguarlo. ¿Y Miyo?
—Mi
nombre es Miyolangsangma, Diosa que mora en la cima.
—Guauuu
–reí—. Me gusta, es importante.
—Miyo
no es importante por el nombre. Es importante por lo que es. Por lo que tiene
aquí –señaló su corazón. Y Carl también.
—No
sé si tengo algo importante aquí –señalé mi pecho.
—Miyo
cree que sí.
Sonreí.
—Gracias,
amiga.
—Yo
me sentaré allí –dijo el vampiro señalando unos troncos cortados a quince
metros de distancia.
Antes
de cumplir lo que había dicho el movimiento entre la maleza nos hizo prestar
atención. Las cabras dejaron de pastar.
Agudicé
la vista y lo vi. De un salto llegó al claro.
—¡Hola!
—¡Mike!
¿Qué haces aquí? –pregunté asombrado.
Sacudió
sus jeans y sonrió.
—¡Hola
lobo!
—¡Hola
Miyo!
—¿Conoces
a Miyo?
—Sí,
tuve ese placer. Y como Tim me dijo que te encontrabas con una vampiresa muy
graciosa cuando pastoreabas con las cabras pues… quise dar una vuelta y ver si
era ella.
—¡Mike!
¡Está Chelle! –Miyo saltó de alegría.
—Ah,
¿también conoces al vampiro? –arquee la ceja.
Al
fin los dos se miraron.
—Sí,
también tuve el placer. ¡Hola Chelle!
—¡Hola
Mike! –sonrió.
—Es
mi profesor en la Universidad –agregó Mike.
—Sí,
soy su profesor.
—Bueno…
Si quieren hacemos una fogata y conversamos de la vida –bromee.
—Miyo
quiere acariciar las cabras –dijo ella cogiendo la más pequeña.
—Yo
mejor me quedo con Chelle por ahí. Creo que no conoce el bosque.
—No….
Ehm… No lo conozco –balbuceó él.
Ambos
se alejaron, pero no sentaron en los troncos. En un abrir y cerrar de ojos
desaparecieron.
Me
acomodé sobre la hierba bajo un ciprés y Miyo se sentó junto a mí con la
cabrita en brazos.
—Oye
Miyo, ¿qué hay entre esos dos?
Puso
su dedo índice en los labios.
—Ssssh,
secreto. Y Miyo no dice los secretos.
—Ah…
Okay. No preguntaré más.
Como
si hiciera falta…
La
tarde fue cayendo entre una charla divertida y repleta de aprendizaje. A Miyo
le gustaba aprender sobre cosas cotidianas y traté de enseñarle todo lo que
podía. Sin embargo, como cada tarde de encuentro me iba con la sensación de
haber aprendido mucho más de ella.
—¿Así
qué conoces la nieve? –pregunté.
—Sí,
me gusta.
—Me
gusta más el verano. Sufro el frío. En Kirkenes también nieva mucho por un
largo tiempo. Pronto vendrá el invierno y todo se volverá oscuro.
—En
casa no es oscuro en invierno.
—¿En
Siberia?
—Hay
sol, luna, estrellas, y nubes blancas. También llueve mucho.
—Me
gustaría conocer Siberia.
—Un
día Miyo te llevará. Te mostrará su casa, está lejos, muy lejos. Pero papá ya
no está, se fue más lejos.
—¿A
otro país?
—¿País?
—Sí,
quiero decir a otro sitio, lugar en el mundo.
—No,
papá está más lejos. Thashy dice que está más lejos que la luna. No puede
volver.
—Entiendo.
Mi padre también se fue muy lejos. Como el tuyo. Y tampoco volverá.
—¿Tu
mamá está con tu papá? La mía sí.
—No,
pero no quiero hablar de mi mamá. Ella no es buena aquí –señalé el corazón.
—Pobre.
—Sí,
no soy un lobo con suerte.
—No.
No pobre Carl. Pobre mamá de Carl.
La
miré a los ojos. Realmente parecía sentir lástima por mi madre. Y hasta cierto
punto, creo… le di la razón.
Mike.
Corrí
entre los estilizados pinos zigzagueando, con Chelle pisándome los talones. Reí
y giré mi cabeza para contemplarlo tras de mí.
—¿Eso
es todo lo que corres, vampiro?
Un
viento a mi costado se deslizó dejando ese perfume a coco encantador.
Me
detuve jadeando y observé a mi alrededor.
—¡Oye!
¿Dónde estás?
De
un salto me sorprendió de pie frente a mí.
Sonrió
burlón y respiró profundo.
—Para
que quede claro que solo iba tras de ti porque eres el que conoce el bosque.
Exhalé
el aire de mis pulmones y lo contemplé.
—Te
ves hermoso cuando te agitas.
—Tú
también, pero prefiero que te agites por otros motivos.
Sin
darme tiempo a decir palabra me acorraló contra un tronco. Sus manos se
aferraron a mis caderas y acercó su nariz a la mía.
Sonreímos.
Lo
cogí de la nuca y lo besé. Su lengua respondió al instante, con el mismo deseo
de la primera vez. Mis manos se deslizaron por debajo de la camiseta
acariciando el pecho musculoso. Su piel bajo el tacto era suave pero su cuerpo
parecía hecho de piedra.
Separó
su boca sofocado por la pasión y sus ojos púrpura se achinaron.
—Estás
atrapado, eres mío y…
No
escuché el final de la frase. Una escena golpeó mi cerebro traicionando el
maravilloso momento entre los dos… Mi padre… atrapado entre las garras de esa
vampiresa asesina. ¿Le habría dicho “estás atrapado” antes de darle muerte?
Creo
que mi rostro cambió bruscamente y él lo notó.
—¿Qué
ocurre?
No
podía arruinar este instante entre los dos así que simulé una sonrisa y me
escurrí de sus brazos apartándome a varios metros.
Me
miró preocupado.
—¡Al
rio!
Me
quité la ropa y corrí hacia la orilla en la parte más profunda. Me lancé
sintiendo el impacto del agua fría. Al emerger lo busqué con los ojos. Aún
estaba de pie, observándome dudoso. Pero no tardó en quitarse la ropa y unirse
a mí.
Nadamos
hasta la otra orilla. Yo era más rápido nadando así que lo esperé con una
sonrisa triunfante. Mis pies tocaban la arenilla del suelo mientras el agua
bajaba y subía bajo el mentón. Él emergió a los segundos y sacudió su cabello
empapado. Nos miramos…
—Eres
hermoso.
Sonreí.
—Tú
también.
Mis
manos lo encontraron bajo las aguas y me aferré a su cuerpo. Nuestras bocas se
rozaban. Hubiera permanecido eternamente en brazos de él pero lo cierto que
Chelle debía regresar con Miyo antes del anochecer, así que apresuré el trámite
y lo incité a hacer el amor en ese río que tantas veces me había visto jugar de
niño y a acampar de adolescente con mis pares.
La
corriente parecía muy calma. Habías días que era imposible sumergirse sin ser
arrastrado. Una vez, Burnaby me salvó de estrellarme contra un montón de ramas
que flotaban a la deriva. Siempre fui un chico valiente y temerario. Como Bua.
Tenía recuerdos maravillosos junto a mi hermana, y también peligrosos. Como la
noche que decidimos acampar aquí y no avisar en casa. Mi hermana tenía
dieciséis años y yo doce.
La
reserva salió a buscarnos. Nos encontraron pasando la medianoche. Aún puedo ver
a mi padre con el ceño fruncido. No nos dirigió la palabra hasta que llegó a
casa y mamá se encargó por todo lo que no nos dijo él. Después la penitencia.
Sin salir una semana entera…
Cuando
mi padre al fin nos habló, explicó el motivo de tanto enojo. El miedo por parte
de ellos a que hubiera ocurrido algo malo, y la consecuencia por no ser
responsable. También dijo algo que me quedó grabado… “No les dirigí la palabra
porque estaba muy enojado y cuando uno enfurece ante alguien que ama, debe
callar, porque dirá palabras que no siente y luego se arrepiente. Pero ya están
dichas. Lo que se dice no puede borrarse como lo escrito, ya no vuelve atrás.”
Hacer
el amor con Chelle en el río fue otra experiencia única. Todo con él era
diferente a lo vivido con Kriger. Era su amor por mí tan palpable, su entrega,
aunque nadie lo supiera y fuera secreto. Antes no hubiera podido comparar lo
real con lo ficticio o la atracción física del sexo con la pasión que nace del
amor. Enamorarse parece algo similar y confuso hasta que se presenta efímero,
entonces… te das cuenta de la gran diferencia.
Cuando
la explosión de placer nos llegó, Chelle no aflojó el amarre de sus brazos.
¿Temía perderme? Quizás… Pero yo nunca me iría de su corazón a pesar de vivir
lejos uno del otro.
Un
lobo aulló estremeciendo el bosque, le siguió otro aullido.
Chelle
cambió la expresión.
—¿Te
pone nervioso el llamado del alfa?
—Un
poco, sí –murmuró.
—Haces
bien, esos lobos salvajes sí son peligrosos –lo besé en los labios—. Vamos,
Miyo puede asustarse.
………………………………………………………………………………
Por
el camino de regreso junto a Carl, traté de explicar mi conducta y la huida con
el vampiro. Él no preguntó nada solo me miraba con cierta desconfianza ante mis
verborragias justificaciones. Hasta que decidí decir la verdad. Me había
apartado para tener sexo con Chelle.
—Como
verás estoy confiando en ti –alegué.
Carl
se detuvo y me miró.
—No
estás confiando en mí, Mike Fjellner. Lo que me has dicho era fácil de deducir.
Cualquiera lo hubiera adivinado que no fuiste a recoger florecillas. Contármelo
no significa que hubiera habido otra opción.
Siguió
camino y suspiré.
—¡Carl!
–lo llamé y giró para verme.
Me
acerqué hasta tenerlo cara a cara.
—Amo
a ese vampiro. Estoy enamorado de él. Solo mi hermana lo sabe. Ahora sí, estoy
confiando en ti.
Asintió
levemente y seguimos camino en silencio.
Uy veamos que pasa con Numa y siempre me ha gustado la pareja de Grigorri y Scarlett. Genial capítulo te mando un beso
ResponderEliminar¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar.
EliminarNuma parece estar grave, veremos que pasa como tú dices.
Scarlet y Grigorii comienzan a afianzar su convivencia. Me alegro que te gusten.
Un beso grande y genial semana para ti.
Hola, Lou... Kriger desea que Mike perdone su infidelidad, y yo creo que Mike no va a tener problema en perdonarle... pero ya no puede amarle, está absolutamente enamorado de Chelle
ResponderEliminarY temo que sea Camile quien averigüe quién es Chelle Ovensen
He disfrutado viendo tan felices a Grigorii y a Scarlet... bueno, estoy segura de que ellos han disfrutado más que yo ;-)
Tanto Sebastien como Bernardo están preocupados por la futura relación entre sus razas
La amistad que ha nacido entre Carl y Miyo es preciosa... y me encanta el significado del nombre de ella
Ya Douglas se ha enterado del amor que existe entre Numa y Ekaterina... Tenía que acabar pasando, y ha pasado
Bianca se ha puesto de parte de Douglas... yo me pongo de parte de Numa
Creo que nadie está obligado a contar de quién está enamorado; todo el mundo tiene derecho a su privacidad, a su intimidad... Y tampoco era sencillo, para Numa, hablarle a Douglas de lo que sentía por Ekaterina dados los prejuicios de este
Bueno, ahora lo realmente importante es que Numa se recupere de ese terrible accidente
Magnifico capítulo, Lou... Te felicito
Muchos besos
¡Hola Mela! Un placer leer tu comentario, como siempre.
EliminarComienzo por darte la razón en cuanto a Mike. Perdonará la infidelidad, podría estar segura. Por la sencilla razón que ya no le interesa. La confianza que perdió en él pasó a un tema secundario debido al gran amor que siente por Chelle.
También coincido que donde está Camile nada puede ser bueno. Averiguará y su veneno quizás triunfe. El problema es si Mike sabe quien es verdaderamente Chelle por boca de otro. Por supuesto, Chelle no sabe que es tan importante y aterrador el apellido Huilliche para su chico de lo contrario se lo diría. Jugarreta del destino, bueno... también de la autora.
Grigorii y Scarlet han disfrutado de su convivencia y yo me alegro mucho que tu disfrutes el capi.
Carl ha encontrado en Miyo una amistad transparente y divertida. Creo que este nuevo Carl, se lo merece.
Douglas y NUma... Bueno... Difícil situación entre los dos amigos. Pienso que tu comentario lleva la objetividad perfecta y es lo que le falta a Bianca, sentir a Douglas como hijo no la hace imparcial. Sabe que estuvo mal y quizás hable con él pero frente a terceros lo defenderá siempre.
Douglas y sus veintidós años es arrebatado e impulsivo aunque no todos los jóvenes son así. (Creo que debe andar por los veintidós) Te confieso que ya me he perdido un poco con las edades en este quinto libro, tendré que volver atrás.
Douglas ha dicho cosas por sentirse dolido y lo peor que ha hecho es no detenerse y escuchar a Numa. Su temor al rechazo evidente a Ekaterina provocó que no se animara a contarlo. Como tu dices, no era nada sencillo.
Tú sabes que mis personajes no son perfectos, ni siquiera Sebastien que la verdad la tendrá complicada con los lobos. Muchos sentimientos en juego y a veces decisiones rigurosas y no tan necesarias. Ya me contarás.
Me queda mandarte un besazo grande y muchas gracias por estar aquí. ¡Feliz semana!
Salam kenal
ResponderEliminarDan sukses selalu
Nice artikel