INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

domingo, 1 de marzo de 2020

¡Hola chicos! Gracias por la compañía y por comentar, me hace muy feliz saber que cuento con ustedes. Seguramente que subiré otro capítulo en estos días, ya que debo aprovechar que estoy en casa y puedo escribir. Así que pronto tendrán más de Miel canela y ámbar.
Muchas gracias y una bella semana para todos.


Capítulo 31.
Propensión.

Lenya.

Bajé con Sebastien a la sala mientras Scarlet y Bianca iban por Liz. Debía sentirme como el macho poderoso y seguro para darle tamaña noticia a mi amada. Debía ser contenedor, equilibrado, tranquilo. Olvídelo, muy lejos de sentirme así. Es más, creo que la entereza la pisaba cada vez que caminaba sobre la alfombra de un lado a otro. Por suerte mi hermano gozaba de toda esa imperturbabilidad que no sé de dónde diablos la sacaba. Cierto, él era nuestro líder. Si alguna vez me pregunté porque había heredado el lugar de mi padre, hoy mis dudas quedaban totalmente disipadas.

Se sirvió un whisky y me ofreció uno. Acepté de inmediato.

—Tranquilo –se acercó con total parsimonia.

Cogí el vaso y me lo bebí de un trago.

—¿Tú me ves nervioso? ¡Estoy tranquilo!
—¿Por qué todo tiene que acabar mal?
—¡Por supuesto! ¿Qué puede pasar? ¡La Reina del Mar irá a buscar al susodicho y lo enterrará entre caracolas y cochinillas! Entonces, se les sumarán otros lobos como venganza y se sumarán vampiros y… será una hecatombe.
—Liz no hará eso.
—No la conoces.
—No la conozco pero tendrá que escucharme. Además llamé a Charles con la mente. Dije que lo necesitaba.
—¡Ah! ¿Buscando refuerzos?

Encogió de hombros.

—No estará demás.
—¿No quieres probar con el Ejército de Gendarmería de Kirkenes? Un médico, deberíamos llamar a Arve para que facilite la situación porque está embarazada. ¡Demonios!
—¡Exagerado!
—¡Ay! Escucha, creo que ya salieron de la habitación –me senté en el sofá crujiendo los dedos.
—¿Quieres calmarte?

Carraspee y ensayé varias opciones en voz baja.

—Ejem… “Mira Liz… ha ocurrido algo… no es tan grave… en realidad… Drank no tenía un futuro nítido y era como estar sin saber qué hacer con su vida, esto le  vino al pelo y…” ¡Joder! No se lo cree nadie. No, mejor le digo así, “Liz, cariño. Tengo una gran noticia que darte. Tu amigo ya no tendrá que sentirse diferente entre los lobos… ¿Adivina qué? Es uno de ellos.” Nooo, no puedo decirle eso.
—Se lo diré yo.
—¡Jamás! Me hago cargo, soy su marido.
—Entonces piensa con tranquilidad. Dándole un tono que no parezca una catástrofe.
—¿Hay algún tono que obre ese milagro?

Charles se materializó en la sala, sonriente. Con la toalla de baño a la cintura.

—¿Tenemos reunión, caballeros? Disculpen, justo había tomado un baño, pero dijiste que era urgente. Aquí estoy. Perdonen el atuendo de gala.
—Sí –contestó mi hermano—. Quizás nos ayudes.
—Hay un lobo nuevo –largué.
—¿Y por eso me han llamado?
—Es Drank.
—¿Ves qué fácil se lo has contado? –dijo Sebastien.
—Una cosa es Charles otra es Liz.
—¿Perdón? ¿Escuché bien? ¿Drank?
—Sí, y Lenya debe decírselo a Liz. Te llamé porque eres muy inteligente y razonable en estas situaciones.
—¿Liz? ¿Liz todavía no lo sabe? –Abrió los ojos como platos—. Creo que dejé patatas fritas cocinándose y debo quitarlas de la hornalla.
—¡Charles! –exclamó mi hermano.
—Es broma, es broma. Pondremos el pecho. Literal porque ni tiempo a ponerme una camisa.
—Charles, Lenya está muy nervioso. Por favor, convéncelo que no es para tanto –protestó mi hermano.
—¿Y si te convenzo a ti que escapemos a la Isla del Oso?
—Basta, Charles. Esto no es broma.
—Eso, trato de relajarlos. Bien, respiremos profundo. Se trata de hablar con nuestra querida Liz… de carácter jodido… y… con un don… nada despreciable…  ¡Pero bueno! No es para tanto, a ver Lenya, levántate de ese sofá que pareces una cucaracha escondiéndose de mi insecticida. Es tu hembra, quiere a su amigo pero sabe que está embarazada. No hará nada contra su salud. Tranquilízate.
—Eso digo yo, que se calme.

Por el pasillo el taconeo de Scarlet anunció que tras de ella venía la pequeña comitiva. Bianca y Liz.

Me puse de pie. Respiré una, dos, tres veces.

—¡Liz, qué bella estás!

Ella se detuvo al final de la escalera y miró a Bianca y a Scarlet. Ambas sonrieron leves. Liz rio.

—¿Qué ocurre? ¿Me has llamado para decirme que estaba bella? Nos vimos hace una hora, en la habitación.
—Bueno… estás más bella –resoplé.
—¡Ya sé! Tienes un regalo para mí o para el bebé.
—¿Un regalo? No… Bueno es una sorpresa en parte sí… No un regalo.
—Scarlet, ¿por qué no traes un vaso con agua de la cocina? Por favor…–pidió mi hermano.

Scarlet bajó rápidamente la escalera y Bianca se acercó a Liz lentamente. Ella siguió con la mirada a Scarlet y despacio volvió su iris verde sanguinolento a Lenya. Bajó uno a uno los escalones con cuidado.

—¿Qué ocurre aquí?
—Siéntate –invité ya resignado— tengo que hablarte algo delicado. No es grave… es… importante.
—¿Quieres romper conmigo?
—Noo, ¿cómo se te ocurre?
—Es que –cogió asiento. Bianca lo hizo junto a ella—. A ver, me dices que no es grave y hay reunión en la sala. No es importante y veo a Charles a medio vestir como si lo hubieran llamado urgente. ¡No soy tonta!

Scarlet trajo el vaso con agua y se lo ofreció.

—¿Encima me traen agua? Gracias Scarlet, no tengo sed. Pasa algo malo y no soy imbécil.
—Lo sé, lo sé. Es que, que no sea grave no quiere decir que no sea difícil para mí darte la noticia.
—¿Qué noticia? Larga el rollo, Lenya.
—Se trata de Drank –largué la frase.
—¿Drank? ¿Qué ocurrió? –se asustó.

Charles se acercó y puso una mano en el hombro de Liz.

—Tranquila, él está bien –nos miró a espaldas de ella como diciendo, “¿dije bien? ¿Está bien?
—Sí, no te preocupes, cariño. Solo que… okay… Hubo una pelea con uno de los lobos y…
—¿Y? –Pareció pensar unos segundos. Después, sus ojos largaron chispas—. ¿Lo convirtió? ¿Convirtieron a Drank en lobo? Si es así, ¡ese hijo de puta se arrepentirá de haber nacido!
—¡Espera! No tenemos demasiada información –dijo Charles—. Bueno, en realidad Lenya la tiene. Así que te contará todo.

Lo miré para partirlo en dos.

—Liz, mi amor. Necesito que me escuches. Por favor –me arrodillé frente a ella y cogí sus manos temblorosas.

Su iris recorrió la sala lentamente, con angustia. Hasta que se encontró con mis ojos y el tinte de su mirada fue opacando el brillo criminal.

—Esto es horrible… Te escucho. Solo dime primero si él está bien.
—Sí –contesté, aunque no sabía exactamente como se encontraba—. Bernardo dijo que un tal Louk lo acusó de acostarse con su novia. Lucharon y todo se fue de las manos.
—¿Drank rompiendo códigos? ¿Tú no creerás eso?
—No, no. Evidentemente habrá habido una confusión.
—¿Cómo lo permitieron? ¿No afirman que es una regla prohibitiva? ¡Lobos inútiles!
—Yo creo que Bernardo no estaría cerca –lo defendió Bianca— Es guardián de Gloria.
—Pues si se le fue de las manos el cumplimiento de tan importante regla Gloria debería tener más cuidado.
—¡Liz, por favor!
—Sé que es tu amigo, pero es la verdad. No pueden convertir a humanos. Está al frente de la manada –me miró fijo—. ¡Quiero ver a mi amigo!
—Eso no podrá ser –retrucó Sebastien—. Por ahora.
—¿Esperan que me quede con los brazos cruzados? Lenya, por favor, no iré sola pero debo ir.
—Escucha cielo, prometo que te acompañaré cuando los lobos lo permitan. Debemos esperar.
—Es decir, los lobos cometen un error garrafal y se dan el lujo de ordenar que no vayamos. ¿Secuestraron a Drank?
—Noo, no es secuestro. Tiene que pasar por alguna etapa, eso dijo Bernardo. Nos mantendrá al tanto.
—Quiero hablar con Bernardo. ¿O eso también no me lo permitirán?

Cogí el móvil de mi bolsillo y se lo entregué.

—Busca en contactos, está por la B grande.
—Sé cómo se escribe Bernardo.
—Okay.

Pero Bernardo no contestó al llamado de Liz. Pienso que hubiera calmado los ánimos candentes. Al menos mi esposa sabría de buena fuente cómo se encontraba Drank. Tras varios llamados insistentes se dio por vencida. Sebastien prometió que iría a hablar con él y que solo tuviera paciencia.

Es difícil tenerla cuando no sabes cómo está tu amigo, lo entendía. Por eso la admiré más. Si no salía corriendo para sacarse la duda, fue por mí y mi pedido. También por su estado. Charles tenía razón. Ella no pondría en peligro a nuestro bebé.

Parecía que todo estaba bajo control, sin embargo nos habíamos olvidado de algo importante… O de alguien.

Rose y Anouk caminaron por el pasillo conversando animadamente. No hubo nadie de la sala que apartó la vista de la Gólubev. Miré a Sebastien y a Charles por si me daban una mano. Mi hermano apoyó el vaso de whisky en la mesa y se acercó a la escalera antes que ellas llegaran al primer peldaño.

—Charles –rio Rose—, ¿qué haces vestido como un emperador de Roma?

No sé qué hubiera dicho Charles ya que Liz no dio tiempo.

Se puso de pie y la enfrentó.

—Anouk, tengo que decirte algo.
—¿Tienes dolores de parto? ¿Ya es la hora? Yo debo ir a trabajar pero cuenta conmigo si…
—No, es sobre Drank.

Su rostro abandonó la sonrisa y fue ensombreciéndose. Se acercó a Liz con evidente angustia.

—¿Te dijo que no quiere verme más?
—No, no es eso.
—¿Estás enojada porque pasamos la noche juntos?
—No. Escúchame… Ocurrió algo con ese tal Louk. Se pelearon. Muy feo.
—¿Cómo está Drank? –su voz sonó desesperada.
—Dicen que bien… Eso dicen. Pero lo mordió.

Los ojos de ambas se encontraron. No sabía descifrar ese sentimiento porque de hecho no era el mismo el de una y otra, y a la vez la intensidad de la preocupación era idéntica.

—¿Lo mordió? –balbuceó.

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Y Liz la abrazó.

—Dicen que está bien. Todo saldrá bien, tranquila –Liz estalló en llanto y a mí me partió el corazón—. Solo calma un poco de mi angustia. Dime que no lo dejarás porque sea un lobo. Dímelo, por favor. Sé que está enamorado de ti. No lo dejes solo ahora que es un lobo.

Anouk se separó y secó sus lágrimas.

—No dudes que lo amo, sea humano o lobo.
—Aguarden –interrumpió Scarlet—, si Anouk dijo que pasó la noche con Drank, ¿cómo es que lo acusan de haber estado con otra?
—No deben saberlo –aportó Sebastien.
—¿Quién lo acusó de ese disparate? –Anouk encolerizó.
—Debió ser un mal entendido –dijo Charles.
—Pues el mal entendido les salió caro, echarán a Louk de la Reserva, es una ley. Disculpen, tengo que ir.

Sebastien abrió la boca para protestar pero Bianca lo enfrentó.

—Déjala ir. Es su hembra. No pueden negarse.
—No quiero problemas, Anouk. Es mejor que te quedes y esperes noticias.
—Sebastien, no me quedaré aquí. Sé que en el fondo lo sabes. No insistas.
—Tiene razón –opinó Charles. Ella tiene derechos, trabaja en la Reserva educando a lobos. Y es la hembra de un humano que acaban de convertir.

Liz suplicó.

—Anouk, por favor. Tenme al tanto.
—Lo haré.


Drank.

Abrí los ojos y todo me dio vueltas. Los cerré para que mi estómago no sufriera las consecuencias. En el instante que había podido ver, reconocí mi habitación, las paredes echas de troncos lustrados, el techo de tablones de madera, y la pequeña ventana.

Estaba en casa. ¿No había ido a trabajar? ¿Me había dormido? ¿Qué hora era?

Abrí mis ojos nuevamente e intenté mantenerlos así por algunos segundos. Fue cuando escuché ruidos en la sala. No estaba solo. ¿Anouk? No, se escuchaba murmullos graves, de voces masculinas.

Lo primero que hice fue quitarme las cobijas. Tenía calor, mucho calor. Casi al punto de descomponerme. Y ese olor penetrante al curador de la madera contra plagas.

¿Cómo terminé en mi habitación si esta mañana me había levantado y visitado al Sami. Después regresé en la moto… Y estaba Louk en la entrada de mi cabaña…

Las imágenes de la pelea no tardaron en presentarse en la mente. Louk y yo habíamos peleado, luchado… Me trató de traidor… Yo le dije otra cosas que lo enfurecieron… ¡Me mordió! ¡Louk me había mordido! No, no podía ser… ¡No podía ser!

Salté de la cama y me puse de pie. Las paredes parecían un carrusel a punto de detenerse. Entonces Tim se asomó por la puerta y me contempló. Estaba angustiado, preocupado por mí.

—¡Drank, regresa a la cama! –me sujetó de la cintura antes que mis piernas se aflojaran.
—Tim… Tim, dime que soñé todo, dime que tuve fiebre y deliré. Louk no me mordió, es mi amigo, dime que no lo hizo.
—Tranquilo, por favor –ayudó a sentarme en el borde de la cama—. Si te desesperas será peor. Entiende, por más que hagas lo que hagas, el tiempo no volverá atrás.

Lo contemplé con desesperación y aún no queriendo creer en sus palabras, mi mano hizo a un lado la camiseta a la altura del cuello… Ahí estaba, la perfecta mordida de Louk.

—Trae un espejo.
—No tengo uno encima.
—¡Descuelga el del baño! ¡Quiero un espejo!
—Okay, okay, tranquilo. ¡Carl!

Él se apersonó en la habitación.

—Dime –no escapó su mirada en mí. Me di cuenta que no luciría como el mismo Drank de siempre.
—Trae el espejo del baño, por favor.
—¿Estás loco?
—Haz lo que te digo.
—Me mordió… Ese grandísimo hijo de puta me mordió –murmuré desquiciado.

Sentía la sangre correr por mis venas a velocidad anormal. Como si corriera una carrera. Me dolía el cuerpo, el estómago, y ese olor tan fuerte al curador en las paredes y techo.

Carl regresó con el espejo del baño, se detuvo en la puerta y titubeó.

—No me parece buena idea. Puede ser chocante.
—Dámelo –estiré mi mano y fue cuando me detuve en los dedos, en las uñas. Cortas pero se notaban fortificadas.

Tim asintió y Carl ayudó a que lo sostuvieran frente a mí.

Mi rostro, no había cambiado en fisionomía. Mi piel lucía un tono rosado oscuro, mis ojos… tenían el iris terracota. No reflejaba el azul de los cielos que tanto decía mi padre desde que me vio nacer. Terracota…

—¿Por qué tienen este color? No son miel, ni ámbar, ni caramelo, no son iguales a los de ustedes.
—Eso necesita tiempo, depende de factores que desconocemos –contestó Tim.
—El rojo de tu piel es la circulación, cuando te calmes volverás a tener la pigmentación común –agregó Carl.

Dejé caer el espejo al suelo haciéndolo añicos.

—¡No quiero ser un lobo! ¡No quiero ser uno de ustedes! ¡Quiero ser humano, joder!
—Tranquilo. Drank, por favor. No hagas más difícil todo.
—¡Quiero matar a Louk! Se lo merece, ¡cretino!
—Carl, llama a Bernardo.
—Voy por él.
—¡Bernardo no podrá hacer nada contra mi furia! Ni siquiera esconder a Louk, voy a atraparlo tarde o temprano.
—Drank… Escucha, siempre has sido razonable.
—¡Pues ahora no lo soy! Así como cambiaron mi cuerpo y mi vida también arrebataron mi bondad estúpida. Si hubiera sido otro ninguno de ustedes se hubiera burlado de mí.
—No nos burlamos de ti. Fue un accidente.
—¿Un accidente? Ese descarado mal llamado amigo me acusó de haberme acostado con su novia.
—Lo sé.
—No, no sabes que se siente que alguien que creías tu amigo te acuse de algo así –estallé en llanto.
—Juro que te entiendo aunque no me haya ocurrido. Debe ser horrible y… hay algo que me tranquiliza al escucharte. Puedo darme cuenta que tu mayor dolor y rabia no es por ser un lobo como nosotros, es la decepción.
—¡Tampoco quiero ser uno de ustedes, maldito sea!
—Sí, pero no es el motivo que te hace perder el control.

La puerta se escuchó y Bernardo hizo acto de aparición. Otro rostro preocupado.

—Veo que… —observó el espejo roto—. Despertaste.
—¡Y adivina qué! ¡Con este puto color de ojos, una mordedura, y mis uñas endurecidas como acero! ¿Estás feliz de ser lobo? ¡Entérate, yo no!
—Déjenme a solas con él.
—¿Y qué pretendes lograr? Eres el guía de esta mierda de Reserva y ni siquiera evitaste que me mordiera un lobo. ¿No se supone que es una prohibición? ¡Contesta!
—No te dejaré solo –aseguró Tim a Bernardo.
—Anda Tim, por favor. Sé lo que hago. Pasé por lo mismo.
—¡Mientes! No has pasado por lo mismo. Tú deseabas ser como ellos por la sencilla razón que tu hembra era loba. ¡Dime qué hago! Arruinaron mi vida. Los Gólubev me odiarán, ella me odiará.
—No digas eso… Por favor Tim, Carl, vayan a sus casas.
—¿Estás seguro? –preguntó Carl.
—Sí, déjenme a solas con él.

Anouk.

Con la virtud de correr a gran velocidad atravesé el bosque y cogí un sendero alternativo. No podía transitar la ruta principal expuesta a que algún humano me viera. En mi cabeza no dejaba de estar Drank y su transformación. ¿Estaría bien? ¿Se sentiría triste? Muchas incógnitas para alguien como yo que lo amaba con todo el corazón y no deseaba verlo destruido. Sin embargo no era tonta. Drank había dejado de ser humano para ser lobo. No era algo que cualquiera pudiera tomar con calma y aceptación. Diferente a cambiarse de ropa o a elegir ser vegano a carnívoro. Era mucho más. De ahora en más pertenecería a otra raza con todo lo que ello significaba.

Al llegar al sendero que serpenteaba entre las primeras cabañas noté que todo parecía normal. Ruidos y movimientos cotidianos en la Reserva. Sin embargo en tres oportunidades que me crucé con lobos, fueron alevosas las miradas hacia mí. ¿Qué se preguntarían? ¿Cómo lo había tomado yo, una vampiresa? ¿Si lo dejaría? ¿Si no volvería a pisar la escuela y abandonaría todo?

Aceleré el paso deseosa de llegar a la cabaña de Drank. La misma que había sido testigo de nuestra primera noche de amor. ¿Por qué Louk lo había acusado de algo así? Todos debían enterarse de lo injusta que había sido la acusación. No estaba aquí solo para corroborar su estado sino para defenderlo con uñas y dientes.

La moto de Douglas aceleró a la distancia. Venía hacia mí desde la cabaña de Sabina. Detrás iba ella. Me detuve y aguardé pensando si tal vez tendría que luchar contra los dos para continuar camino.

—¡Anouk! –gritó Sabina.

Douglas detuvo la moto y ella bajó.

—Anouk, por favor. Sé que quieres ver a Drank, pero no es posible.
—Sabía que me dirías eso. Temo decirte que ni un ejército lo impedirá.
—Escucha, no es que no lo puedas ver más, es solo mientras está en período de transición.
—No provocaré ninguna pelea. He venido a saber cómo está.
—Está mejor.
—Quiero verlo, tengo derecho.
—Nadie dice que no lo tienes, Anouk –dijo Douglas—. Escucha a mi madre. Ella sabe que es lo mejor.
—Lo mejor hubiera sido que a Drank no lo hubieran mordido –protesté.
—Lo sé, pero las cosas están así. Es por el bien de él y tuyo. Debe estabilizarse —continuó.
—¿Y qué puede hacerme? No soy una humana, gozo de más fuerza que él.
—No hablo que te haga daño, son sus instintos animales.
—¿Piensas que temo a que me folle?
—Anouk…
—¡Quiero verlo y saber cómo está!
—Te entiendo, yo también amo a mi macho y no me gustaría que me impidieran verlo y tener esa sensación de inseguridad. Pero podemos hacer un trato. Mira… Tus alumnos están en la puerta hace ya un buen rato. No tienen la culpa esos padres que por motivo personal estés ausente. Por favor, da la clase y yo te prometo que después verás a Drank.

……………………………………………………………………..

Durante la clase junto a los niños traté de cumplir mi rol de maestra lo mejor que podía. Para ello me habían contratado y tanto padres como infantes confiaban en mí.

No fue tarea sencilla y una decena de veces mis pensamientos volaban hacia la cabaña de Drank. ¿En qué estado se encontraría? ¿Querría verme o me rechazaría por ser yo vampiresa?

En todo el correr de la mañana cumplí mi palabra y mantuve informada a Liz. Poco y nada sabía hasta verlo con mis propios ojos, pero al menos Sabina se acercó al Jardín para decirme que Bernardo había hablado con él y se sentía más tranquilo. ¿Tranquilo? No imaginaba a Drank alterado. También aseguró que después de terminar la hora de clase aguardara en el aula por si había una probabilidad de verlo. Y allí me quedé, sentada en uno de esas diminutas sillas de colores vivos escuchando un reloj imaginario que marcaba cada minuto que transcurría.

¿Qué diría cuando me viera? Me puse de pie y caminé hacia la ventana. A través de ella no podía verse la fachada de la cabaña de Drank ya que quedaba hacia el Este de la construcción. Solo podía admirar un paisaje otoñal muy bello pero solitario. Las hojas ocres comenzaban a salpicar el follaje caduco de algunas especies mientras los pinos perenes se alzaban orgullosos con las cargas de piñas. El césped aún reverdecía por las lluvias, las heladas no eran tan continuas. En poco tiempo, una alfombra de marrones y tostados de hojarascas cubriría los suelos e iría desapareciendo bajo las primeras nevadas.

Y después… la oscuridad.

De pronto vi un grupo de lobos caminando hacia el lugar de reunión. Uno de ellos era Vinter. Llevaba bajo del brazo, un libro. ¿El libro de los lobos? ¿Sería por Drank? ¿Qué pensaban hacer con él? Me inquietó darme cuenta que me encontraba entre leyes desconocidas. ¿Justas o injustas? ¿Cómo saberlo? Si yo era vampiresa.

No resistí. Abrí la puerta y avancé con decisión hacía la cabaña de Drank.


Bernardo.

Me senté en la pequeña sala y le pedí a Drank que hiciera lo mismo. Debíamos hablar y para ello teníamos que sentarnos frente a frente a dialogar con sensatez.

En otro momento no hubiera dudado que él habría aceptado de buena gana, sin embargo del humano aquel que todos conocíamos, ya no quedaba casi nada. Su temperamento mutó  debido a los cambios celulares, pero apelaba que entrara en razón y entendiera que esta era la peor parte y los síntomas más extremos desaparecerían.

Se quedó de pie entre el marco de la puerta de su habitación, me miró con un gesto que no sabía describir. Rabia, desconcierto, angustia, dolor.

—Por favor, Drank. Aunque sea por nuestra amistad.
—Ya no tengo amigos.
—No digas eso. Todos queremos tu bienestar.
—Al parecer Louk, no coincide con ustedes.

Suspiré.

—Sé que te duele. Es difícil ponerse en el lugar de quién no confió en ti.
—¡Quién no confió en ti era mi amigo!
—Sí, sí lo sé. Lo peor es que no tendrás la oportunidad de sentarte y preguntarle qué pasó.
—En algún momento, cuando ya no tenga esta fiebre molesta y dolor en las encías, lo haré. Que no significa que le daré una paliza.

Moví la cabeza negando tristemente.

—No creo tengas la oportunidad, al menos dentro de esta Reserva –me puse de pie y me acerqué—. Louk será echado de aquí, quizás ya no lo veremos más. He leído el Libro de los Lobos y solo habría una excepción. Que la votación de mayoría de la manada optara por que se quede. Resultado que no creo que sea así.

Avanzó hacia el sofá y se sentó.

—Podrían querer que se quede. Muchos lo quieren, como yo lo quería –sus ojos brillaron por la emoción.
—Conozco a todos aquí, sé cómo piensan. Querrán que se cumpla el castigo porque no sería ejemplo para el resto.
—¡Después de todo me mordió! ¿O también vas a acusarme que lo traicioné?
—No, no pienso eso de ti. Pero lo cierto que la prenda de July estaba aquí, en tu cabaña a la mañana cuando Louk vino a buscarte.
—Dormí con Anouk. Alguien puso la prenda a propósito. No encuentro explicación del porqué.

Cogí asiento frente a él.

—¿Ves? Piensa, por favor. Si tú lo razonas de esa forma, ¿por qué Louk no podría reaccionar con furia? Es lo que más te duele. No es el hecho de ser un lobo. Y me tranquiliza. Porque para lo primero debe haber una solución, una respuesta. En cambio ser un lobo, por más que te pese, eso no cambiará.

De pronto, husmeó el aire de la sala. Se puso de pie y se acercó a la ventana. La nariz se pegó a la rendija diminuta. Resopló una y otra vez como buscando respirar mejor.

—¿Te sientes bien? –me preocupé.

Giró la cabeza con ojos llameantes.

—Quiero a mi hembra. Sé que está aquí.
—¿Anouk? No sé si será conveniente.
—Te equivocas –me miró amenazante—. No habrá nada más conveniente.

Anouk.

En un abrir y cerrar de ojos estuve frente a la cabaña de Drank. Mi mano se acercó al picaporte pero me arrepentí, y golpee. Me quedé en silencio escuchando con mi fino oído por si captaba algún sonido extraño.

Aguardé… un minuto, dos…

Al fin la puerta se abrió.

—Bernardo.
—Buenos días, Anouk.
—Quiero ver a Drank.
—Primero tienes que tomar conciencia que no verás al mismo chico que conocías.
—No soy tonta. De humano a lobo hay una distancia bastante grande.
—En en primer lapso las células están en constante transformación.
—Déjame pasar.

Me miró por unos instantes y se hizo a un lado. Avancé decidida, no importaba con qué me encontraba. Si alguien con el rostro desfigurado o una bestia amenazante.

La pequeña sala estaba vacía. Me rodeaba el silencio que solo fue interrumpido por el chirriar de la puerta al cerrarse a mi espalda.

—Drank, soy yo. Necesito verte.

Silencio…

Volví la vista atrás para contemplar a Bernardo de pie junto a la puerta. No se había ido. ¿Yo corría peligro?

—Drank, por favor –insistí.

Escuché ruidos. Pasos en la habitación acercándose a la puerta. Hasta que se dejó ver.

—Drank…
—Hola… Dicen que no es conveniente que me acerque a otra raza que no sea un lobo… Por eso me quedaré aquí, a distancia de ti.

Sus ojos se humedecieron por las lágrimas. Ojos de un indefinido color ocre, como las hojas de otoño.

—Sé que no me harás daño. Soy fuerte.
—Estoy inestable. Mi carácter es un poco arisco y temperamental.
—Bueno… —sonreí—. Al principio conmigo fuiste algo parecido.

Sonrió.

—Estaba preocupada. ¿Estás bien?
—Estoy… horrible. Mis ojos ya no son azules, como te gustaban, ¿recuerdas?
—La variedad lo hace divertido.
—Tengo dolor en las encías, me saldrán colmillos.
—Como a mí.

Suspiró.
—Te enamoraste de un humano. Eso jamás volveré a ser.
—Me enamoré de Drank. Y eso seguirás siendo. Con tus colmillos y tus ojos de otro color. Y… tú aroma a ¿plantas? ¿Tierra?
—No lo sé –sonrió—. Tú estás hermosa… Con esa aureola… violeta.
—¿De verdad?
—Sí –una lágrima corrió por su mejilla.
—Tuve miedo de ya no gustarte.
—Aunque me convirtiera en cualquier cosa que imagines, te amaría hasta el día que me muera.

Sin dudarlo avancé antes que Bernardo pudiera reaccionar y lo abracé.

Sus brazos me rodearon tan fuerte pero sin llegar a hacerme daño. Se sentía caliente y los latidos de su corazón se escuchaban potentes y acelerados.

Nos quedamos así, abrazados. Con sus brazos como cadenas que me envolvían, con mi nariz pegada a la piel de su cuello que latía, y ese aroma nuevo para mí. Porque yo olía a los lobos a una distancia pero él tenía otro olor que se sumaba al ya conocido. El olor que estaba impregnado en mi piel cuando había partido esa mañana.

—Anouk, dime que nada cambiará entre nosotros. Porque es la más importante razón que me mortifica.

Lo miré a los ojos.

—Nunca dudes de mi amor. Yo también seas quien seas, te amaré hasta el día que me muera.

Inclinó el rostro buscando un beso tan lentamente que imaginé que temía hacerme daño. Lo cogí de la nuca y lo atraje hasta que mi boca se unió a la suya en un beso demoledor. Fue como vivir nuevamente la noche que pasamos juntos. Nada había cambiado para mí ni para él. Nuestro amor traspasaba cualquier barrera de razas antagónicas.

—Yo, debo irme –interrumpió Bernardo—. No creo que me necesites aunque… Estaré cerca y vendré en un par de horas. Necesito saber cómo sigue tu evolución.
—Siento haberte hablado mal –se disculpó Drank.
—No te preocupes. Entiendo tu desesperación –después se dirigió a mí—. Por favor, avisa a Sebastien que estás bien. No quisiera tener problemas.
—Lo haré.

Al cerrar la puerta volví a mirar a Drank entre sus brazos.

—Dijo que estaría en un par de horas.

Acarició mi rostro y sonrió.

—No creo que hacerte el amor en ese tiempo sea suficiente.
—Coincido, ¿qué tal la llave en la puerta?

Rio.

—Excelente idea.


Chelle.

Ese día la institución estaba conmocionada. No tanto como en la mansión el día de ayer, debido a la conversión de ese humano en lobo. Charles me había contado que a Sebastien no le había caído nada bien este desliz si es que se podía llamar así. Por otra parte, Liz, la Reina del Mar, estaba angustiada por su amigo. Deseaba verlo y corroborar que estuviera bien de salud, pero los lobos negaron toda visita extraña a su raza. Decían que sería por breve tiempo sin embargo entendía a la hembra de Lenya Craig. Era su amigo quien podía estar en peligro.

Charles me contó la historia de la Dama de los Craig y la amistad inquebrantable con el guía del alfa. Un tal Bernardo. Por eso Sebastien había decidido mantenerla al margen con buen criterio. Era diferente con la hija de los Gólubev, Anouk. Ella era la hembra de Drank… Vampiresa… Entonces, ¿había supuestos en que las razas antagónicas formaban pareja? En realidad no debería importarme el tema, yo no estaba enredado con un lobo… ¿O sí? No… Tener pensamientos pecaminosos o sueños eróticos con… No, eso no era suficiente.

Caminé por el ancho pasillo de la Universidad, mezclándome con alumnos y profesores de otras instituciones como ser la de Oslo y Bergen. Las autoridades de Noruega otorgaban un cheque suculento para ser destinado a ampliar y modernizar instalaciones. Nosotros habíamos quedado entre los tres mejores y ahora debíamos disputarnos el primer puesto y conseguir el ansiado dinero. Después de las heladas la Universidad de Kirkenes era el edificio que más necesitaba refacciones pero lo justo era que lo ganáramos por puntaje.

La contienda abarcaba desde el puntaje más alto en un examen de Lógica y Matemática entre alumnos de las tres ciudades hasta el invento más novedoso de ciencia con los jóvenes que cursaban el último año. Si se producía un empate entre todas las competencias debíamos demostrar en Juriridicción Deportiva nuestra superioridad. Había personas por donde quiera que miraras y la Rectora lucía sonriente dando la bienvenida a varias personalidades.

Cuando el reloj pasó el mediodía, el resultado era alentador. Ganamos el premio de Lógica y Matemática gracias a un alumno de quinto llamado Frank Heig y otras más sin tanta importancia. Pero a las tres de la tarde el invento novedoso se lo llevó Oslo y equiparó el puntaje de Kirkenes. Había un empate y recurriríamos al sector de deportes.

Me senté en las pequeñas gradas que rodeaban la piscina de natación. Lassen dijo que era un bochorno ganar por una ridícula demostración física así que abandonó la Universidad echando chispas. En realidad a la mayoría de los profesores les interesaba conseguir el premio y poder invertirlo en el edificio. Sonaba coherente. Estuve de acuerdo así que nos quedamos a ver el final de la competencia.

Junto a mí estaba Jonathan profesor de Filosofía, Kristen de Matemática, Arthur de Literatura,  Tomas de Historia Universal, y otros docentes de cursos superiores.

—Tenemos que ganar, lo merecemos –dijo Jonathan.
—Es verdad, hay muchas instalaciones que les vendría bien refaccionar –agregó Tomas.
—¿Alguien quiere un helado? –Preguntó Arthur—. Necesito azúcar.
—No gracias –respondí.

Mi apellido se escuchó entre las gradas inferiores.

—¡Profesor Ovensen!

Recorrí varias cabezas hasta dar con Birmhan.

—¡Hola! –saludé.
—¡Adiviné qué! ¡Gané la competencia de comer hamburguesas! ¡Comí dieciséis!

De solo pensarlo me revolvió el estómago. Traté de sobreponerme.

—¡Bien, Birmhan!
—¡Aaay! Se agarró la tripa con ambas manos.
—¿Se siente bien? –me preocupé.
—No… No… Creo que voy a enfermería.

Lo vi pedir permiso entre el público.

—¿Llegará? –murmuró Tomas.
—¡Espero qué sí!

De pronto vimos pasar un caballero alto y fornido. Kristen gritó.

—¡Ey Charlie! ¿Quién de tus alumnos nos representará en natación?

Él se detuvo sonriente.

—¿Quién va a hacer? ¡Fjellner!
—¡Bien! ¡Ganará estoy segura!

El solo escuchar su apellido algo encogió mi estómago. Titubee.

—Fjellner, ¿el mismo de tercer año? –pregunté.
—Por supuesto, Chelle. Es un gran deportista. Lo he visto nadando en una oportunidad y te aseguro que es el mejor incluso entre muchos campeones famosos. Parece que fuera de otro planeta.
—Ah…

Pensé… De otro planeta no, es un lobo.

¡Ganaremos! –se entusiasmó Arthur.

Hasta ese momento no ignoraba que la temperatura de un vampiro ascendía por el acto sexual, por furia, o por contacto de otro cuerpo cálido, pero desconocía que también la sangre bulle porque tus ojos se posan en un adonis casi sin ropa. Cuando apareció Fjellner con ese tipo malla, bóxers de baño, o no sé cómo carajo se llamarían, la circulación me explotó en las venas. Sinceramente los dos contrincantes parecían alfeñiques a su lado. Maldita vista de vampiro que desde mi lugar podía apreciar cada bíceps y tríceps de extremidades, y abdomen tipo “tabla de lavar ropa”. Joder…

—Permiso –me puse de pie antes que el color de mis mejillas me delatara—, les traeré una gaseosa del kiosco.
—Siéntate, Chelle. ¡No se te ocurrirá perderte la competición! –Kristen me jaló del brazo y me sentó.
—Oh… no… Yo decía porque si alguno deseaba…
—Nadie desea una gaseosa, tiene razón Kristen. No puedes irte ahora –apoyó Tomas.

Cielos…

Con una valentía que ignoraba que tenía, respiré profundo, asumí que estaba entre las cuerdas de un ring y debía salir lo mejor posible. Me acomodé tratando de observar el paisaje que no era otro que un natatorio de cincuenta metros con una pileta de tan solo veinte. Okay, no había demasiado que ver además de las gradas con humanos de todos los colores. Y las ganas… Esas putas ganas que jodían mi cerebro y susurraban, “míralo una vez más, solo una vez más”

En diez minutos mi cerebro obedeció unas tres veces. Pero siempre dicen que la tercera es la vencida, así que cuando me atreví a echar una mirada sobre él, me animé a demorarme unos segundos más. Era tan lindo…

—¡Vamos Fjellner! ¡Tú puedes! –gritó Kristen.

El lobo la miró y sonrió. La saludó con la mano y… me descubrió al lado de la profesora, mirándolo. Genial…

El llamado Charlie se acercó y pareció darle indicaciones. Fjellner asintió pero no apartó la mirada de mí.

—¡Salúdalo Chelle, nos está mirando! –exclamó Kristen.
—Oh síi –fingí entusiasmo mientras levantaba la mano.

Él dejó de sonreír pero clavó los ojos en los míos como si quisiera saber lo que pensaba. Después se dirigió al profesor y comentó algo. Respiré profundo evitando que alguien se diera cuenta en que me convertía Fjellner cada vez que me miraba.

Los participantes se ubicaron, un silbato sonó, y la competencia comenzó. Los tres se lanzaron al agua. En poco tiempo me contagié del entusiasmo y alegría de los profesores y me uní a ellos en el aliento efusivo.

Tenían razón, imposible que rompieran el récord de ese lobo. Terminó la vuelta completa cuando los dos restantes apenas tocaban por primera vez el otro extremo. Así que el júbilo y griterío de alumnos y profesores fue descomunal cuando él salió a la explanada triunfante.

Después que dirigió unas palabras para nuestra Rectora y la Universidad se retiró con una toalla al hombro. Bien… La tortura parecía haber terminado. Eso creí. Kristen me jaló del brazo en cuanto nos pusimos de pie.

—¡Ven!
—¿Dónde vamos?
—Debo llevarle a Fjellner sus pertenencias –exhibió una billetera de cuero y una pulsera del mismo material.
—¿Qué tal si esperamos? Debe estar cambiándose –balbucee nervioso.
—¡Lo sé! No entraré al vestidor, soy una dama.
—Ah okay.
—Entrarás tú.
—¿Qué? No, no no…

Se detuvo y me miró.

—¿A qué le tienes miedo? Mike es gay pero no por ello querrá abusar de ti. ¿O no digas qué eres cómo el idiota de Lassen?
—No, no. Nada más lejos. Lo que ocurre es que debería irme y quizás…
—Es un minuto. Anda, mi marido está esperando en el coche hace más de media hora. Ya debe estar de mal humor. Te guiaré hasta los vestidores. Dile que tuve que irme.
—Sí, yo… Le digo.
—Gracias.

La puerta de los vestidores estaba cerrada y golpee. Un humano salió con su bolso y el cabello mojado.

—Pasa, a la derecha es el de caballeros.
—¡Ah qué bien! Gracias.

Demonios…

Apenas entré un pasillo separaba dos puertas vaivén. Empujé la derecha y caminé unos pasos. El goteo de la ducha al cerrarse podía escucharse. Otro humano salió del baño a medio vestir.

—Lo siento, ¿hay alguien más?
—¡Yo qué sé! –se puso los tenis y la camiseta rápidamente y salió de allí.

Era en vano haber preguntado por él, el aroma a clorofila se sentía suave mezclada con jabón de fresas. Me quedé inmóvil unos segundos. ¿Y ahora qué hacía? ¿Esperar a qué saliera desnudo de la ducha? No, de ninguna manera.

—¡Fjellner! ¡Soy yo, el profesor Ovensen! ¡Le traje una pulsera y billetera que me ha dejado la profesora de Matemáticas!

Hacia el otro extremo de los bancos se escuchó un ruido, luego silencio.

—¡Fjellner!
—¿Qué hace aquí?
—Ah, bueno… le traje sus pertenencias —asomó su cabeza en la última puerta.
—Se las dejé a Kristen.
—Sí por eso, ehmm… ella tuvo que irse. Aquí están –extendí los objetos como si él llegara alcanzarlos desde allí.
—Okay, ya salgo.
—Yo se los dejo allí sobre los bancos y usted los coge y ya.

En un abrir y cerrar de ojos abrió la puerta y bajé la vista. Escuché el sonido de la fricción de la toalla sobre la piel y luego el de las prendas. Eché un vistazo y lo vi sentado en uno de los bancos junto a su bolso.

—Gracias, no se hubiera molestado –en un minuto se acercó descalzo, con los jeans desprendidos, y el torso desnudo.
—Aquí tiene –sonreí nervioso.

El aroma de su raza se hizo más fuerte. Cogió la billetera y la pulsera sin separar la vista de mis ojos.

—Gracias por molestarse.
—De nada… Buena competencia, lo felicito.
—Ganamos el dinero.
—¡Sí, qué bien!

Nos miramos… y un silencio incómodo nos rodeó. Si hubiera sido una novela de amor humana era el momento de acercarme y comerle la boca. Pero no, era la realidad, un vampiro y un lobo, un alumno y un profesor.

—Me voy –susurré.
—¿Ya no lo siente?
—¿Qué cosa?
—El miedo, digo… El temor a mí por ser lobo.
—No, yo… lo domino bien.
—Ajá… ¿Cómo cuánto lo domina? –dio dos pasos hacia mí.
—¡Quédese ahí! Por favor –supliqué.
—Por lo que veo, no mucho.

Le hubiera dicho, “te equivocas, ya no es el miedo a que seas un lobo. Es el terror a faltar a la ética y besarte hasta desfallecer.”

En ese instante la puerta se abrió y el olor a licántropo me invadió. El extraño que entró comenzó a aplaudir.

—¡Bravo! ¡Estuviste genial!
—¿Qué haces aquí? –el rostro de Fjellner palideció.

El lobo se acercó sonriente pero yo diría que no estaba feliz.

—Vine a buscarte. Podemos dar un paseo por Kirkenes.
—No puedo. Además yo no doy paseos contigo.
—¡No seas rencoroso! Tenemos que hablar.
—No, no tenemos que hablar.

Miraba a uno y a otro sin saber qué hacer.

Fjellner fue por su camiseta y su bolso. El lobo me miró con dejo desagradable.

—¿Interrumpí algo, vampiro? –preguntó cruzando los brazos a la altura del pecho.
—No, soy su… su profesor de Geología.
—Oh…
—¡Qué diablos te importa! Vete de una vez, no me iré contigo –caminó desafiante hacia la puerta.

El lobo lo cogió del brazo y lo acercó a él.

—Vamos, no seas caprichoso. Sabes que mueres porque lo solucionemos.
—¡Suéltame! Ya no me importas.
—¡No te soltaré!

No sé qué me ocurrió… Yo… solo enfurecí.

—¡Dijo qué no se irá contigo! ¿Entiendes? –lo cogí de la chaqueta y lo lancé contra la pared.

Se irguió y me miró furioso.

—¡Qué mierdas te metes!
—Vete, ¿no has escuchado? No se irá contigo. Esto es una Universidad, los jóvenes tienen libertad y si es preciso llamaré a las autoridades.

Me ignoró y se acercó a él. Fjellner no retrocedió, levantó la barbilla y lo miró con desprecio.

—¿No digas qué ahora te doy asco? ¿Recuerdas como te gustaba que te la metiera en la boca?

Una imagen fugaz de la escena entre ellos se cruzó… Mi sangre… Mis latidos… comenzaron a alterarse. Como si la presión subiera en segundos.

Mi puño cerrado golpeó el casillero cercano dejando la huella de mi golpe en la chapa.

—¿Sabes qué? Me arrepentí, no llamaré a las autoridades, te golpearé hasta que salgas de aquí.

No solo el lobo clavó el iris en la puerta abollada. Fjellner también. Parecía sorprendido por mi fuerza. Era lógico, hasta ahora me había comportado como un profesor educado y equilibrado. Pensé… ¡Entérate Fjellner esto también es parte de ser vampiro!

—Esto no quedará así –gruñó el idiota.

Alisó su chaqueta y partió echando chispas.

Miré a Fjellner. Su rostro estaba pálido, hasta parecía asustado.

—Saldré con usted.
—No se preocupe, mis hermanos han venido así que no me iré solo. Gracias.
—¿Está seguro?
—Sí. Gracias, de verdad… ¿No era qué temía a los lobos? ¿Qué fue lo que lo hizo olvidarse y enfurecer?
—Me voy.

Nos miramos otra vez ante un silencio incómodo.

—Gracias.
—De nada, cuídese –salí de allí a pasos agigantados.

Liz.

“Hola Drank, ¿estás bien?” Ese es el único mensaje en la semana que había enviado a mi amigo. No quería molestarlo o entorpecer su transición. Anouk me tenía al tanto de su salud. La fiebre había disminuido y la irritabilidad de su carácter parecía haberlo abandonado. Durante el día se sentía débil y por las noches era como si recibiera una inyección de vitamina. Las noches y los lobos… ¿Cuántas veces había dormido tras leer historias de hombres licántropos que luchaban contra vampiros? Hoy, era parte de una de esas historias. Yo… vampiresa de un linaje prestigioso. Él, lobo con la valiosa misión de proteger al alfa.

Me acerqué a la ventana mientras la brisa nocturna que venía de la costa hacía danzar las blancas cortinas de tul. Acaricié mi vientre al tiempo que mis ojos se dirigían al oeste. Ante el silencio de la habitación y mi fino oído podía escuchar el mar rompiendo en las rocas. Recordé aquella tarde que peleamos con Drank. Él se había lanzado con parapente y corría con esa moto a gran velocidad sin casco. Le recriminé porque no cuidaba su vida. Se enfadó. Creo que por el rencor de no obtener mi amor. La frustración de amar sin ser amado. Ahora estaba enamorado de otra hembra que le correspondía como merecía. Cerré los ojos y la imagen de aquel bar donde encontré a Bernardo y Bianca en esa reunión de amigos. Mi deseo de verme con Drank de esa forma. No quería perder a mi amigo, quizás nunca le hubiera dado el espacio si él no me lo hacía ver.

Drank necesitaba olvidarse de mí y para ello debía dejar de verlo. Un pedido terriblemente injusto para mí. Así lo tomé hasta que Lenya hizo entrara en razón. Entonces, poco a poco me alejé y aguardé en un rincón de su vida hasta que fuera capaz de tenerme frente a frente sin que le doliera. El egoísmo es una de los defectos que más cuesta reconocer porque siempre queremos encontrar explicación a nuestros deseos. Para algunos lo que queremos siempre tiene más valor, lo que ansiamos es impostergable. Sin embargo el cariño por el otro es lo único que no hace ceder, aun a los más testarudos como yo.

Estaba feliz de saberlo junto a Anouk. ¿Quién lo diría? Vampiresa soberbia e irritante. Todos cambiamos por amor. No importaba la raza, humanos, lobos, vampiros, El amor por una pareja o por un amigo seguía siendo el poder más grande del mundo. Incluso más que el poder de un mar furioso.

Cerré la ventana y me senté en la cama. Cogí el móvil de la mesa de luz, lo di vuelta entre mis manos… De pronto se encendió. Era la alerta de un mensaje de whatsapp. Drank…

Lo abrí y leí preocupada.

“Hola Liz. Tranquila, estoy bien.”

Contesté rápido.

“Gracias por el mensaje. Cuando puedas quisiera verte.”

Esperé unos segundos. Y leí.

“Claro cariño, hay una deuda que debo pagarte.”

Junté las cejas, intrigada. ¿Una deuda?

Al fin memoricé y supe a qué se refería. Sonreí.

“Pronto nos veremos, cuídate.” Cerré el móvil y miré hacia la ventana. Murmuré…

—Cierto, recuerda que me debes un abrazo.
















8 comentarios:

  1. Drank tenia miedo de que Anouk no quisiera un lobo y ella tenia miedo de que el no quisiera una vampiresa pero se siguen queriendo igual que antes o mas.No se como se lo tomara la familia de ella,la familia puede traer problemas.Me ha gustado mucho.Besos.

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    1. ¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar.
      Drank y Anouk se quieren no importa su raza, pero tienes razón el punto es, los Gólubev. Coincido contigo que por ahí pueden venir los problemas.
      Me alegro mucho que te haya gustado. Gracias por acompañarme en esta loca imaginación. Beso grande y feliz semana para ti.

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  2. Me alegro que Drank este bien y que ahora e un lobito. Adoro su relación con Anouk. Son un linda pareja. Veamos como sigue la historia. Te mando un beso

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    1. ¡Hola Citu! Muchas gracias por comentar.
      A mí también me gusta mucho Anouk y Drank reo que es una pareja que promete emociones.
      Tendrán dificultades pero se aman espero que triunfe el amor por sobre todas las cosas.
      Un besazo grande y feliz semana!

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  3. Hola, Lou... Entiendo que Lenya estuviera nervioso, no era tarea sencilla contarle a Liz lo que le ha sucedido a Drank
    Me ha encantado el encuentro entre Drank y Anouk... Anouk tiene razón... lobo o humano, sigue siendo Drank
    Estoy convencida de que ambos lucharán por el amor que sienten y les une
    Bueno, pues no sé qué decidirá la mayoría sobre el futuro de Louk
    Chelle ha defendido muy bien a Mike frente a ese lobo estúpido
    Bien, si Drank le debe un abrazo a la reina del mar, tendrá que dárselo... Creo que Drank y Liz podrán ser grandes amigos como lo son Bernardo y Bianca
    Pues como siempre voy a felicitarte por otro excelente capítulo
    Y espero que tu recuperación esté yendo bien... con la buena compañía de tus personajes, seguro que sí
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Muchas gracias por tu comentario. Voy a empezar por algo que me ha hecho reír. Cuando has mencionado a Kriger como lobo estúpido. ¿Y sabes qué? Me ha dado una gran alegría. No solo porque coincida absolutamente contigo, sino porque noté que los personajes los tienes en tu corazón. Y esa rabia genuina es la muestra. Gracias ante todo por querer a la saga de la forma que lo haces.
      Voy a Drank y Anouk. Es muy bello que se hayan enamorado y se quieran. Anouk ha camniado mucho, ha dejado varias cosas atrás y creo que se merece el amor de Drank. Juntos podrán contra las dificultades.
      No sé que decidirán sobre Louk, depende de un hecho y de que llegue a tiempo, ese hecho si lo sé. Y seguro te enterarás pronto.
      El mar espera los paseos por la costa de su reina. Y su reina espera el abrazo de su amigo. Ojalá no nos hagan esperar.
      Gracias nuevamente, tu comentario me anima en feos momentos. Aunque hoy por hoy ya estoy mejor.
      Un beso grande amiga y feliz muy feliz semana para ti.

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  4. Douglas, hijo de Sebastien y Sabina. ¿Los posibles hijos de Drank y Anouk tendrán los mismos problemas?
    Bso

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    1. ¡Hola Ignacio! Mi querido e inteligente amigo. Es un tema que se tratará en un tiempo. Yo tengo todo en mi cabeza pero como sabrás no puedo adelantar. Pero muy buena tu apreciación. Lo que sí ya sabemos es que un hijo de ambas razas tiene un defecto congénito. Eso es así. Veremos que pasa si Anouk y Drank tienen un bebé. Tal vez en ese tiempo habría una solución... No lo sé...
      Te mando un beso grande, muchas gracias por leerme y comentar.
      Feliz semana para ti!

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Gracias por visitarme y comentar.