Ojalá disfruten e imaginen todo lo que está por llegar.
Muchas gracias por comentar. Un beso grande y feliz fin de semana.
Capítulo 27.
Otra raza. (Segunda
parte)
Scarlet.
Abrí
la puerta de la habitación con el corazón latiendo a lo loco. Tenía miedo de lo
que quería hablar Grigorii conmigo. A la vez tenía razón Sebastien, la
incógnita me mataba.
Cerré
lentamente y me volví hacia él. Grigorii estaba acostado con el edredón
cubriéndole hasta la cintura. El rostro
de perfil hacia la ventana. No se movió a pesar de escuchar mis pasos
atravesando la alcoba. Me detuve…
—Dijo
Rose que deseabas verme.
Giró
su rostro apenas.
—Scarlet…
Siéntate, por favor.
Rodee
la cama y me senté a los pies. Él no me miró. Sus ojos azules estaban clavados
en los cristales. La piel había tomado color y sus pectorales desnudos marcaban
los músculos de una vida larga de entrenamiento. Estaba repuesto de aquel
horrible trance.
—Quiero
agradecerte que me hayas salvado la vida.
—No
lo menciones. Me avergüenza saber que ese día estuviste en peligro por mí.
—No
estuve en peligro solo ese día. Lo estuve desde que te conocí y me enamoré de
ti.
Tragué
saliva y mi angustia recorrió todo mi ser.
—Discúlpame
por cruzarme en tu camino y…
—No,
déjame terminar.
—Okay…
—Cuando
te vi y quise seguirte a donde fueras, siempre supe que eras sinónimo de
misterio, de peligro, pero ¿sabes qué? Eso fue lo que me atrajo de ti. Porque
amo el peligro. Nací para enfrentarlo. Me atrae, me hace sentir vivo. Me he
dado cuenta… que eres mi destino, para bien o para mal. No puedo vivir sin ti.
Te amo con todo lo que conlleva amarte.
Un
suspiro de alivio escapó de mis labios.
—No
sé si tú puedes aceptar ser el amor de un humano simple como yo. Ese es mi
temor.
—No
eres simple.
—¿Tú
crees? –sonrió apenas y me miró a los ojos.
—Estoy
segura, porque nunca me atrajo lo simple. Y tú, me atrapaste desde la primera
vez. Aunque no lo recuerdes.
—Claro
que lo recuerdo, como si fuera hoy. Ese restaurante del hotel Thon, tu andar
hacia el baño de damas, tu nombre en el espejo empañado.
Sonreí.
—Sin
embargo, lo que no sabes es que estabas en mis sueños. Ya te conocía. Ya te
amaba sin que fueras real. No hay otra prueba mejor que esa. De lo contrario
nada tendría razón de ser. La muerte de Samanta Vasiliev y mi intriga en el
caso, la doctora McCarthy y su autopsia, la amistad de Vikingo hermano de
Susan, el tatuaje, tu llegada a las Fuerzas Policiales, tu amistad con Anne,
todo… todo llevaba un hilo conductor. No voy a luchar contra mi destino.
Primero porque creo que sería inútil, segundo… porque tengo ganas de ser feliz.
—Te
amo, –una lágrima corrió por mi mejilla—, con mi orgullo, vanidad, y todas mis
equivocaciones. Y quiero que te quedes tranquilo en cuanto a… esa breve mordida.
Rose me ha dicho que comes normal. Estaba asustada pensando que te había
arruinado la vida convirtiéndote en lo que soy.
—Tú
me arruinarías la vida si escapas otra vez de mí. Así que ya sabes, aunque
vayas al mismo infierno, iré contigo.
Sonreí.
—No
tienes que ir al infierno. No soy tan mala.
—Lo
sé.
Me
acerqué e incliné mi rostro hacia él. Lo besé en los labios. Grigorii alzó su
mano y me cogió de la nuca profundizando el beso. Había amor… había amor en ese
dulce pero apasionado beso…
Nos
separamos lentamente y nos miramos a los ojos.
Él
sonrió y acarició mi mejilla.
—Dime
ahora, qué haremos tú y yo. ¿Cómo sigue nuestra historia de amor?
—Eso
es algo que… tendremos que vivirlo paso a paso, día a día. Al principio creo
que será difícil –noté un gesto imperceptible de molestia—. ¿Te duele algo?
—Es
solo mi espalda. Es que he estado mucho tiempo en cama. ¿Me ayudarías a ponerme
de pie? Me gustaría aunque sea ver por la ventana.
—Te
recuperarás. Ven –extendí la mano para que se apoyara en mí.
Apenas
se puso de pie el pantalón pijama quedó trabado en los huesos de las caderas.
Estaba más delgado, sin embargo tenía fe que volvería a ser el de antes, fuerte
y vigoroso.
Caminamos
lentamente hacia la ventana abierta. El aire fresco pareció reanimarlo.
—Ojalá
pronto pueda trabajar y volver a casa con Anne.
—¿Estás
incómodo aquí?
—No,
no es eso. No quiero dar más molestias a tu hermano.
—Olvídalo.
El
paisaje era típico otoñal. Los colores ocres y ambarinos se mezclaban entre las
ramas de los altos pinos.
Respiró
profundo y me miró.
—¿Vivirías
conmigo en un departamento pequeño?
—¡Claro
qué sí! –reí—. Siempre que permitas que escape alguna que otra noche.
—Mientras
no sea para ver otro vampiro, o humano –sonrió.
—O
lobo, te olvidas de ellos –bromee.
—Oh
sí, lo olvidaba. Lobos también. Y a propósito de ellos, espero me dejen dormir
esta noche. Creo que aúllan a la luna o algo así.
Lo
miré sorprendida.
—¿Escuchas
a los lobos por la noche?
—Sí,
cuando la ventana queda abierta. ¿Por qué? ¿Es tan extraño que haya lobos
merodeando?
—Es
que… Lo lobos no merodean la mansión. Están muy lejos.
Me
miró con ojos de asombro.
—Grigorii…
Están muy lejos… ¿Entiendes lo que digo?
—Sí…
Natasha.
Avancé
por la calle Vozdvizhenka hasta el edificio de Defensa. Me sentía agotada
aunque regresaba de las vacaciones. Es que no estaba durmiendo muy bien. Tenía
un sueño recurrente, inexplicable. Un sitio extraño… montañas gigantescas,
imponentes… Nieves eternas y un pasaje desolado. Caminaba sin rumbo aunque
juraría que sabía dónde iba. Mucho frío, a pesar de ser vampiresa. Percibía
congelarme los huesos… Pero yo continuaba entre brumas y la incipiente tormenta
de nieve. De pronto… el latido de un corazón cada vez más cerca. Se escuchaba
con un compás lento, muy lento, como si la vida de su dueño se apagara.
“Ayúdame”
Esa
voz… lastimera, que iba apagándose… Los latidos cada vez más cerca.
Buscaba
alrededor… Sentía que debía encontrar ese corazón en agonía. Salvarlo… ¿Pero de
qué?
Y
continuaba caminando con la ventisca en contra. ¿Por qué no huía de allí? ¿Era
tan importante salvar ese corazón?
Al
fin lo veía… semienterrado en la nieve, rojo como la sangre, latiendo lento…
Llegaba
hasta él y lo cogía delicadamente entre mis manos. Lo acunaba en el pecho…
Murmuraba…
“Guerrero,
estoy aquí, para salvarte.”
Entonces,
aparecía ese anciano de cabello largo y blanco, sonriéndome…
“Bienvenida,
reina de las nieves.”
Y
me despertaba. Así sucesivamente, el mismo sueño casi todas las noches.
Volvía
al presente frente a la fachada del edificio de Defensa. Saludé al guardia de
seguridad de mesa de entradas y me dirigí a una de las grandes puertas de acero
que dividía los más extraordinarios secretos del resto de la humanidad. Era una
privilegiada por tener acceso a ello. Me lo había ganado, cierto. Mi
inteligencia, mi trayectoria, y mi dedicación, habían logrado la confianza de
aquellos que desconfiaban por razones obvias de cualquier mortal que tuviera
tan importante información.
El
General Losovich me recibió en su despacho con una sonrisa ancha y brillo de
alegría en sus ojos.
—Natasha,
bienvenida nuevamente. ¿Qué tal las vacaciones?
Acepté
cordialmente la mano del hombre al que no dudaba sentía por mí, admiración y
algo más.
—Muy
bien, Igor. Tengo una familia numerosa así que he compartido momentos
inolvidables. He estado muy casera en realidad.
—Me
parece bien. Aunque… Bueno usted sabe, aquí todo llega a nuestros oídos. ¿Ha
viajado a Kirkenes?
—Oh…
Sí. Mis primos noruegos. Encantadores por cierto. Además la boda de mi hermano
se ha celebrado antes de ayer.
—¡Felicitaciones!
¿Ivan o Dimitri?
Sonreí.
Vaya si no olvidaba los integrantes de la familia.
—Dimitri.
Ivan seguirá soltero por el momento.
Cogió
asiento y sonrió débilmente.
—¿Y
usted?
—Extraño
que me pregunte. Deberían saber aquí si tengo algún pretendiente. Pero no, sigo
soltera y será por largo tiempo.
—Es
una pena. Una chica tan inteligente y bella.
—Soy
una incomprendida, Igor. Me dedico mucho a lo que amo. La ciencia. No todos lo
logran comprender.
—Tiene
razón. Y… Hablando de ello… De su amor y dedicación por la ciencia. Estoy
esperando al Mayor Tretiakov, desea hablar con usted. Quizás le interese la
proposición.
—¡Qué
curiosidad!
—No
se preocupe, no tardará en llegar. La puntualidad es nuestro fuerte en las
Fuerzas.
—No
lo dudo.
—¿Bebe
café?
—Por
favor, gracias.
………………………………………………………………………
El
Mayor Tretiakov no tardó en presentarse. Fue cortés como era habitual aunque
nunca abandonaba el rictus de seriedad y rigidez que caracterizaba a su carrera
militar. A pesar de ello, dejaba entrever la admiración por mi inteligencia y
dedicación.
Al
principio de la conversación y después que Igor sirviera para los tres un vodka
de selección del bar de su despacho, pareció meditar lo que iba a decir.
Losovich lo alentó.
—Mayor,
confío plenamente en la doctora Gólubev.
—También
yo. Mi temor es… si aceptará nuestra propuesta.
—¿Propuesta?
–Bebí un sorbo y clavé mi mirada en el viejo militar—. Me intriga.
Era
una pena que no leyera mentes humanas.
—Doctora
Gólubev, por órdenes del gobierno ruso debemos abortar la investigación
científica.
—¿Es
definitivo?
—Sí.
—Es
una mala noticia.
—Lo
sé. Para cualquier científico lo es. Pero lo que iniciamos y adelantamos hasta
ahora con su ayuda está llevando mucho dinero. Hay prioridades en Rusia. El
mundo secretamente está preparándose por si acaso surgiera una…
—¿Tercera
guerra Mundial?
—Exacto.
Las armas nucleares son esenciales para un contraataque si ello ocurriera
alguna vez. Rusia no puede estar ajena a los adelantos.
—Entiendo.
Y… Entonces, ¿qué papel jugaría yo?
Carraspeó.
—Bueno
–se acomodó en la silla de respaldo ornamental—. Sé que su familia goza de una
situación privilegiada, económicamente quiero decir. Tal vez no cuente con
tanto dinero como la Fuerza sin embargo… es la más cercana ayuda en la que
podemos recurrir. Usted tiene un alto coeficiente, ama la ciencia, y es
responsable. Nuestro secreto seguiría resguardado.
—Disculpe,
no sé si he entendido bien. ¿Quiere que me haga cargo totalmente de la
investigación? ¿Eso incluye, los fósiles?
—Sí.
El gobierno quiere que los restos encontrados queden a resguardo para unos años
más. Y con mi experiencia eso quiere decir que abandonó el interés por el
estudio prehistórico. El General Losovich aquí presente y quien le habla nos
sentimos frustrados ante este abandono por parte del Gobierno. Sabemos que es
por una buena razón pero todos los que participamos en la investigación de esas
extrañas especies hemos puesto alma y corazón.
—¿De
cuánto dinero hablamos para invertir?
—Mucho.
Pero no se preocupe. No la abandonaremos. Igor y yo tenemos ahorros que
aportar. Por supuesto, la infraestructura será en parte a nuestro cargo. No
podremos pagar su suculento sueldo como hasta ahora y… tampoco a Vladimir y a
Yuri, ambos colaboradores.
—Necesitaré
la ayuda de los dos. En mi familia no hay científicos.
—Lo
sabemos. Además no podemos arriesgarnos a contratar personas ajenas. Confiamos
en ellos. Ahora mucho más, en la situación secreta en la que seguiremos la
investigación.
—Okay…
No sé si responder en este momento. Mi padre puede donar cierta parte de la
fortuna familiar. Lo haría por mí, sin embargo los estudios pueden durar años,
incluso décadas.
—¿Y
los Craig?
Alcé
la ceja.
—¿Mis
primos?
—Tenemos
conocimiento que son potentados. Uno de sus primos es empresario, dueño de un
importante hotel en la ciudad de Kirkenes y contratado por el Gobierno noruego
en el proyecto de habitar y explotar la Isla del Oso.
—Cierto.
Veo que está muy bien informado, Mayor.
Sonrió.
—Ocurre
que dudo que mi primo desee gastar dinero en investigar sobre la prehistoria
–mentí.
—Es
entendible. Lo que necesitamos urgente es un lugar para depósito de los
fósiles, que sea seguro y esté acondicionado. La Isla del Oso es un perfecto
lugar. Hoy por hoy está poco habitada. ¿Cree que su primo accederá? No podemos
contarle la verdad. Cuantas menos personas sepan de los hallazgos y nuestras
intenciones, será mejor.
—No
sé cómo podría convencerlo, Mayor. Pedirle un lugar en la Isla y no notificar
la intención es complicado.
—Doctora,
tengo la impresión que usted tiene el magnetismo de convencer a cualquiera.
Sonreí.
—No
lo crea. A veces me ha sido imposible.
Recordé
a Lenya Craig y su abandono por Liz.
—¿Podría
intentarlo?
—Por
supuesto, ¿cuánto tiempo tengo antes de que el Gobierno se deshaga de los
fósiles.
—Dos
semanas.
Suspiré
y simulé dudarlo. Sabía que era una buena noticia tener a cargo la
investigación con total libertad. Conocía que Sebastien no me negaría el pedido
pero no podía demostrar que estudiar la genética de esos fósiles para nosotros
sería sumamente importante. Porque éramos parte de ella.
—Me
comunicaré con usted en cuanto tenga la respuesta.
—Yo
debo presentarme en un proyecto nuclear en tres días. Cualquier novedad puede
hablar con Losovich.
Igor
hizo una mueca de asentimiento.
—Si
me disculpan, tengo una última pregunta.
—Dígame.
—Ustedes,
¿tendrán acceso al laboratorio? Porque tendré que avisarle a mi primo
Sebastien.
—No
podemos levantar sospechas, doctora. Por eso confiaremos plenamente en sus
informes. Sé que no nos defraudará.
—Por
supuesto.
………………………………………………………………………
—¿Qué?
¿Cuánto dinero necesitas?
Mi
padre se puso de pie de un salto.
—Papá,
si te pones a pensar no es tan grande la cifra para el objetivo. Además
Sebastien estará encantado de cooperar.
—Sí,
por supuesto. Tan encantado como ser líder de todos nosotros.
—Papá…
Se trata de nuestra genética. Puedo lograr desentrañar muchos secretos y mejorar
la estirpe futura.
—¿Pero
tú te crees Frankenstein?
—No
exageres.
—No
podrás cambiar el orden de la naturaleza.
—No
dije que iba a crear mutaciones. Pienso que la charla con Anouk te ha caído
pésima, ves todo horrible.
—¿Qué
charla?
—Los
vi. Juro que no escuché. Sin embargo es muy simple deducir que Anouk no volverá
a Moscú y vivirá con los lobos.
Me
miró fijo y rendido se dejó caer en el sofá.
—Tu
madre está desconsolada.
—Se
le pasará. Anouk tiene derecho hacer su vida como quiere.
—Lo
sé… Igual no es fácil.
—¿Qué
cambia? Vendrá a visitarnos como hasta ahora viviendo con los Craig.
—No,
no la veremos a menudo –mi madre entró en la sala con pasos cansinos y rostro
apenado—. El bosque… el bosque se quedará con ella.
—¿Qué
dices, mamá?
—Sí,
esa es la sensación que he sentido cada vez que he pasado cerca de allí. Me
robará un pedazo de corazón.
—Pienso
que están muy susceptibles. Dimitri y Anoushka viajaron, Svetlana y Anthony en
París, Ivan en… ¿Dónde está Ivan?
—En
Nueva York. Tiene que dar una charla sobre Mitología –contestó mi padre.
—Oh…
Bueno, retomo… Con casi todos los hijos fuera del hogar deben estar sufriendo
el “síndrome del nido vacío”. Se les pasará y si no Dimitri sabrá como
aconsejarlos. Pero piénsenlo bien. Querían vernos felices, aquí estamos,
proyectando nuestro futuro. Algún día tenía que ocurrir.
—Natasha…
Tu madre y yo siempre deseamos lo mejor para ustedes y sabíamos que cada hijo
debe buscar su felicidad. Lo que ocurre es que Anouk es un tema aparte. Vivirá
entre lobos. Poco a poco se alejará de sus costumbres y añorará cada vez menos
sus raíces.
—No
es así. O imaginan que le crecerá pelo en el cuerpo y aullará a la luna.
—No
te burles, hija. Eres inteligente, sabes a que me refiero.
Cogí
la mano de mamá con ternura.
—No
tengas miedo, estará bien.
—No
la cuidarán. No es una de ellos –murmuró con tristeza—. No nos aprecian como lo
haría un aquelarre de vampiros. No olvides, hija… Una vampiresa a asesinado a
un lobo.
—Anouk
se hará querer, además…
—¿Además?
–preguntaron al unísono.
—Está
Drank, ese humano que le gusta. No es un lobo.
—¿Lo
conoces? ¿Es un buen chico?
—Por
lo que sé, sí. Trabajador, honrado, y si la ama sería perfecto.
—¿Y
si la aparta de su familia? ¿Si no la deja venir a menudo?
—Mamá,
¿cómo se te ocurre? ¿Te olvidas quien es Anouk? Nadie le dirá qué hacer.
—Hay
algo que me inquieta… No sé cómo explicarlo…
—Por
esta vez, no sigas tu intuición.
—¿Tú
crees?
—Sí…
Y ahora… Díganme, ¿me prestan ese dinero?
—Claro,
hija.
—Cuenta
con ello.
—Bien,
gracias –les di un beso sonoro a cada uno y sonreí—. Hablaré con Sebastien en
estos días y… también con Anouk.
Chelle.
Avancé
por el pasillo de la Universidad hasta la puerta de Rectoría. Golpee suavemente
y una voz cascada se escuchó.
—Adelante.
—Buenas
tardes, Rectora.
—Profesor
Ovesen, buenas tardes. Coja asiento, por favor.
Ovesen…
Apellido que había escogido al azar. Sentía angustia por no poder usar el de mi
aquelarre.
—Gracias,
después de usted.
La
mujer de cabello corto y canoso, vestida formalmente, cogió asiento y sonrió.
—Dirá
usted, profesor. ¿Por qué desea verme?
—Bueno,
espero que no sea tomado como atrevimiento pero… En dos días tendré que evaluar
un examen como estaba previsto por el profesor a cargo, el señor Vang.
—Así
es. Y le adelanto que los alumnos están muy conformes con las clases de apoyo.
Me lo han dicho.
—Gracias…
Lo que ocurre es que tengo dos alumnos que no están asistiendo a clase.
Fjellner y Monak.
—Estoy
al tanto. Monak ha tenido que viajar a Oslo. Su madre está muy enferma. Dudo
que pueda asistir más.
—Entiendo.
Aun así no quisiera quitarla de la lista. Sé que hay un reglamento y sus
ausentes están en el límite.
—Veremos
qué podemos hacer.
—En
cuanto a… —miré la lista—. Fjellner…
—Mmm…
Es un caso especial. Ha tenido excelentes notas, pero de aquí a dos meses atrás
no ha cumplido ni siquiera con los trabajos prácticos. No ha avisado el porqué
de sus faltas. No tengo razón alguna para mantenerlo en la lista.
—Lo
que ocurre… Es que tiene calificaciones muy altas. Le pido que espere a la
fecha de examen. Quizás asista.
Suspiró.
—El
reglamento dice treinta inasistencias. Si no me equivoco debe haberlas
cumplido.
—Lo
sé. ¿Puede haber una excepción? Es por sus notas.
—Es
usted un muy buen docente comprometido. Estoy complacida de tenerlo en la
Universidad de Kirkenes. Sin embargo debe recordar que los alumnos que asisten
no son criaturas en los que pueda uno hablar con sus padres. Son adultos, señor
Ovesen. Está en ellos mismos velar y cuidar su futuro. Siendo una Universidad
de prestigio no pueden desechar el sitio que ocupan. Es decir, no valorarlo.
Hay mucho que desean poder ingresar.
—Sí,
pero quizás le ocurrió algo grave o importante para dejar la universidad.
Insisto –miré la lista—, este alumno tiene nueves y ochos en las
calificaciones.
Pareció
meditarlo unos cuantos segundos.
—Está
bien… Pero solo hasta la fecha de examen. Si Fjellner no se presenta, estará
fuera del curso.
—Okay,
gracias.
Me
retiré con la convicción de que la Rectora tenía una muy buena impresión de mí.
Quizás después de la suplencia conseguiría otro puesto definitivo dentro de mis
conocimientos.
Por
el pasillo muchos alumnos transitaban. Había chicos sentados en el piso leyendo
y repasando lecciones, otros se agrupaban y conversaban. Algunos caminaban
apresurados hacia las aulas. Al pasar por la escalera que bajaba a cafetería el
aroma a café y pan caliente llegó a mi olfato. Volví al pasado. Tal vez no era
el mismo aroma que aquella Universidad donde había estudiado. La prestigiosa
Universidad de Santiago de Chile. Nombres de profesores y compañeros se
agolparon en mi cabeza. Los rostros algunos difusos por la cantidad de años
transcurridos, pero las voces… todas estaban dentro de mi corazón.
El
desarraigo por tu lugar en el mundo, aquel que te vio nacer y crecer,
seguramente no pueda entenderlo cualquiera. Solo aquel que lo sufre. Es similar
a una planta cuando la arrancas de cuajo para trasplantar. Tendrá sus raíces
consigo, sin embargo de ella dependerá que pueda adaptarse a la nueva tierra.
Algunas especies lo logran, otras se marchitan y mueren.
Creo
que ocurría algo parecido conmigo, la diferencia es que aún no sabía si
sobreviviría a los cambios. Porque además… debía sumarle la ausencia de mis
padres, de aquellos amigos y amigas que había logrado tener a pesar de mi
condición de vampiro. No mataba de forma indiscriminada sin importarme nada en
absoluto. Así me habían enseñado. Mis padres eran maravillosos. Siempre nos
criaron con dulzura y constancia. Aunque después comprendí que en todos los
hijos no surge el mismo efecto. Quizás en Vilu habría que haber empleado más
firmeza y rigor. O no… A lo mejor tampoco hubiera dado resultado. Era dañina
desde pequeña. Con los años fue afianzando su maldad. Pero cuando eres familia
a veces tardas en darte cuenta. Es que es difícil reconocer que alguien de tu
sangre pueda ser tan diferente a ti. Es como si el orden de la naturaleza diera
un salto en la secuencia y produjera un caos. A nadie le agrada el caos. Pienso
que la primera razón es no saber qué hacer con él. Muy similar a lo que ocurre
muchas veces en el planeta. Los desastres climáticos te desorientan, te
paralizan, te enfadan. Por eso algunos humanos siguen rebeldes ante la
ecología. Como si fuera posible ganarle la pulseada a la naturaleza. Y no… De
esa forma no lo lograrán. Solo queda hacerle frente y corregir. Con Vilu no
pudieron. ¿Por ignorancia? ¿Por la vanidad? ¿Por miedo? Quizás muchas veces se
preguntaron, ¿cómo va a poder superarnos un hijo? Somos nosotros quienes
tenemos el poder. Pero el poder no solo se tiene por decir nada más. Hay que hacerlo
efectivo. Como lo hizo Adrien en su momento. Como lo hace Sebastien aunque use
la adornada diplomacia. Tener el poder para algo no es un billete de lotería
que te cae del cielo. Es mucho más que eso. Estar en el sitio que te permite
dominar es un don que debes saber desarrollar y aplicar sobre las bases de la
mayor virtud, la justicia.
Lamentaba
que mis padres no hubieran podido con el caos de Vilu. El único que recordaba
haberle hecho frente desde muy joven, era Dalca, mi otro hermano. Cuando el desapareció
sin dejar rastro, pensamos que algo malo había ocurrido, pero creo que ninguno
de los Huilliche se atrevió a creer que esa ausencia repentina podía tener
nombre y apellido. ¿Por qué no ser Vilu la que se había encargado de él? Hoy
por hoy, las deducciones me llevaban a que habría sido posible. ¿Acaso no había
asesinado a mi novio? ¿No había sido capaz de cometer el crimen atroz contra
sus propios padres? Maltratar a Huan Yen, secuestrar a los Sherpa, querer
acabar con los Craig… Entonces, ¿por qué no? Y cuántos hechos aberrantes
ignoraría.
La
puerta del aula 17 se mostró a mis ojos. Okay…
Al
entrar algunos callaron sus voces otros continuaron con la charla animada.
—¡Profesor,
buenas tardes! Tengo una duda sobre el examen –se escuchó una voz.
—Buenas
tardes –sonreí viendo a la joven que se acercaba al pupitre con su carpeta.
—Tranquila,
no te preocupes, coge asiento. Decidí dar otra clase de repaso.
Exclamaciones
de júbilo y alivio resonaron en el aula.
—Pasaré
lista primero y luego iremos desarrollando los distintos temas de la prueba.
La
primera media hora de clase transcurrió pacífica. Muchas dudas pero todas pude
responder. Llegando al problema de las transformaciones en el núcleo de la
tierra decidí hacer un bosquejo en el pizarrón, para que fuera posible retener
con más facilidad las ecuaciones de las sustancias.
—Se
piensa que el núcleo interno está compuesto por hierro, níquel, y otros
elementos más ligeros. Aunque estudios más contemporáneos detallan que existen
elementos pesados con mayor número atómico que el Cesio. Es decir mayor de 55.
—Profesor,
¿el oro, el mercurio, y el uranio, podrían existir en el núcleo terrestre?
—Así
es.
—¿Cómo
quedaría la fórmula final?
Arrastré
la tiza con celeridad mientras escribía la conclusión hasta que algo sucedió.
Me paralicé… No por el silencio sepulcral de los alumnos siguiendo la lección,
tampoco fue el ruido de la puerta al abrir y cerrarse, ni siquiera su “buenas
tardes”, seco y cortante. Nada de eso… Fue su fuerte aroma que distinguí en un
abrir y cerrar de ojos. El olor a lobo que impregnó mi sentido del olfato y me
inmovilizó.
Tragué
saliva mientras escuchaba un par de voces femeninas.
—¡Bienvenido
otra vez, bombón!
—¿Descansaste
cariño?
Después
una voz masculina.
—¡Ey,
cabrón! Por fin apareces.
Mis
dedos soltaron la tiza que cayó en la canaleta. La cogí apresurado e intenté
escribir el nombre de la última sustancia.
Recordé
el caos en el que había pensado. Enfrentarme a un lobo sin sentir miedo era
para mí un caos. ¿Qué hacer? ¿Podía tener tanta mala suerte? No podía huir. Eso
hubiera sido lo incorrecto ante un desastre. Traté de respirar profundo e
hilvanar las palabras para continuar la clase. Sí… Debía seguir como si nada
hubiera pasado.
—¡Fjellner
regresó, profesor!
—¡Oh!
–me hice el sorprendido y giré rápidamente.
Eché
un vistazo fugaz a la clase y mis ojos buscaron refugio en la lista sobre el
pupitre.
—Le
pondré el “presente” –balbucee.
La
punta de mi lapicera recorrió temblorosa la lista y lo escuché. Su voz grave
retumbó en cada rincón del aula.
—Gracias.
Cerré
la lista y traté de continuar la clase evitando los asientos del fondo porque
allí había lugares vacíos. Seguramente se habría ubicado detrás de los últimos
chicos.
En
la hora restante hubo algunas preguntas más que no dudé en contestar. Poco a
poco mi estado crítico volvió a la normalidad. Mi pulso, la firmeza de mis
músculos, la desaparición del nudo en el estómago.
Sin
embargo la vida últimamente no me había sido fácil. ¿Por qué ahora debía serlo?
El
final de la clase se anunció con un timbre estridente. Creo que eran mis oídos
sensibles por el hecho de ese alumno lobo, porque nunca me había dado cuenta
que sonaba horrible.
Tras
los saludos afectuosos el aula quedó vacía. Miento, casi vacía. Porque el lobo
no se retiró. El aroma persistía… Intenté seguir mi rutina antes de abandonar
el recinto. Guardé las tizas en el cajón y me dispuse a borrar el pizarrón.
Mi
fino oído alcanzó a escuchar los pasos hacia el pupitre.
Cielos…
¿Por qué a mí?
—Profesor.
Otra
vez su voz penetrando en mi tímpano.
—Sí
–me giré y me refugié en las carpetas y la lista de la mesa.
—Traje
dos trabajos prácticos, se los debía a Vang.
—¿Vang?
–lo miré a la cara con un valor que ignoraba que tenía.
Sus
ojos estaban clavados en las hojas que extendía hacia mí. El ceño fruncido,
como molesto, enojado con el mundo. Al menos no miraba fijo. Sus cejas,
pómulos, mentón, enmarcaban un rostro perfecto.
—El
antiguo profesor.
—Ah
sí. Gracias. Puede dejarlo en el pupitre. Lo corregiré en casa.
Los
depositó lentamente como si no tuviera el deseo de partir de allí y regresar a
su hogar, lo contrario a cualquier alumno.
Cogí
las hojas y las apilé entre la carpeta negra y la celeste. Traté de acomodarlas
en un intento vano de hacer tiempo y que saliera de una maldita vez.
—Qué
extraño… —volvió a hablarme—. ¿Un vampiro dando clase?
Debía
vencer mi caos. Al menos intentarlo y hablar de frente. Así que lo miré. Sus
espesas pestañas descubrieron un iris de color ámbar. Yo diría que hasta un
tinte de tristeza convertía el tono en casi transparente. Respiré profundo y
lento sin que lo notara.
—También
es extraño tener un lobo de alumno.
Una
mueca mínima de sus labios rellenos pareció dibujar una leve sonrisa de lado,
ante mi respuesta triunfante. De un movimiento se colocó la capucha negra de su
sudadera que le cayó hasta las cejas arqueadas.
—Tiene
razón. Ambos somos extraños aquí.
Bajé
la vista y recogí las carpetas.
—Bueno,
puede retirarse. Pasado mañana a la tarde tendremos el examen. Trate de no
faltar –mi voz salió insegura y entrecortada.
—¿Me
tiene miedo, profesor? –su mirada se clavó en mis ojos asustados—. Creo que
está deseando que me vaya.
Saqué
fuerzas no sé de dónde.
—¿Cómo
se le ocurre?
—Intuición,
solo eso.
—Pues,
guarde la intuición y la astucia para el examen, Fjellner.
—Me
llamo Mike.
—Pues
yo le diré Fjellner, como corresponde.
—¡Qué
correcto! –se burló.
Volvió
sobre sus pasos y aproveché a estudiarlo. No debía hacerlo, lo sabía. Pero algo
me atraía a observarlo. Es que nunca había tenido la oportunidad de ver un lobo
tan cerca. Su andar era seguro aunque parecía arrastrar una pesada carga en cada
paso, como si se llevara el mundo por delante y a la vez no quisiera. La
espalda en perfecta cuadratura, sus brazos torneados bajo la tela de algodón
recogieron la mochila y la cargó a la espalda. Avanzó sin dejar de mirarme a
los ojos. Esta vez no bajé la vista. No sé si fue mejor o peor.
No
me había dado cuenta que me había quedado paralizado apretando las carpetas
contra mi pecho. Mi respiración volvía a ser irregular.
Se
detuvo a medio camino con el ámbar fijo en mí.
—Sí…
me tiene miedo. Lo que no entiendo es por qué –achinó los ojos—. Y me atrevería
a decir que… por cómo me mira… le gustan los machos.
La
indignación ante tanto atrevimiento evitó que mi cerebro aconsejara callar.
—¡No
sea insolente, Fjellner! ¡Discúlpese o notificaré a la Rectora su
comportamiento!
—Haga
lo que le plazca –murmuró.
Caminó
hacia la puerta y la abrió.
—Hasta
pasado mañana —tartamudee—, por favor póngase al día con el estudio. Hoy… no ha
sido un buen comienzo.
Antes
de retirarse volvió a mirarme.
—Coincido.
………………………………………………………………………………………………..
Camino
a la cabaña de Charles maldije tantas veces como me fue posible. No podía creer
que todo iba sobre ruedas y ese lobo me había arruinado el cuatrimestre.
¿Cuánto tiempo quedaba para terminar el curso? ¿Un mes? No, dos meses. Dos
malditos meses. ¡Joder con mi destino!
Al
entrar a la sala Miyo y Margaret miraban un álbum de fotos sentadas en el sofá.
—Buenas
noches, querido. ¿Quieres algo de beber?
—¡Hola
Chelle! ¿Quieres algo de beber? –repitió Miyo tratando de memorizar la frase de
Margaret.
—Buenas
noches, no gracias.
Charles
llegó a la sala llevando consigo un insecticida.
—Ah,
Chelle. ¿Cómo te ha ido?
—Más
o menos.
—Oh...
—Te
haré un café, pareces agotado –insistió Margaret.
Miyo
dio un salto y se pegó a ella.
—¿Puedo
hacer café?
—¿Estás
segura que te animarás?
—Sí,
Miyo quiere aprender.
—Okay
–sonrió—. Ven conmigo.
Me
senté frente al hogar apagado y deposité las carpetas a mi lado.
—¿Alumnos
rebeldes? –preguntó Charles.
—Algo
así… ¿Matarás algún insecto?
—No,
una araña que se ha empecinado en hacerme la guerra
Sonreí.
Roció
un rincón del estante y observó satisfecho.
—Es
que puedes creer que limpio sobre lo limpio y la cretina tejé la tela en
segundos.
—¿En
serio?
—Sí…
—giró para verme y sonrió amablemente.
Depositó
el insecticida en la mesa de living y se sentó frente a mí.
—Cuéntame,
¿alumnos de Universidad que parecen de Primero Inferior?
—No…
Mi clase es bulliciosa pero no tan molesta. Es solo uno… Que se cree… no sé…
Vanidoso, arrogante, y maleducado.
—Bueno,
si tuviera que jugar a adivinar apostaría que es un lobo.
—Es
un lobo.
—¿De
verdad? Sabía que esta semana debía comprar un billete de lotería –sonrió.
—Un
lobo que me hará la vida imposible.
—¿Tan
así? En fin… Tú sabes la docencia es un cadalso que en mi vida se me hubiera
ocurrido seguir. Pero… tú tienes paciencia. Te pareces a tu madre.
Lo
miré con tristeza.
—¿En
serio?
—¡Claro
qué sí!
—Me
agrada saber que me parezco a ella. No porque mi padre fuera intolerante, pero
ella…
Sentí
la hiel en la garganta y nuevamente las ganas de llorar.
—Animo,
Chelle. Estás aquí, vivo. Seguramente con decenas de buenas sorpresas por
descubrir.
—Hoy
precisamente no fue una de ellas.
—Paciencia.
A veces son jóvenes rebeldes y si a eso le sumamos que es licántropo…
—Es
muy inteligente. Sus calificaciones son brillantes.
—¿Ah
sí?
—Sí.
Debe ser su única virtud.
—Quizás
tenga otras, aunque sea un lobo, claro.
Reí.
—Me
gusta que te rías. Hazlo más a menudo.
Miyo
apareció con una taza en la mano. Sus ojos escarlata miraban fascinados el líquido
oscuro con la intención de no volcar.
—Miyo
hizo café.
Charles
aplaudió y lo imité.
—¡Muy
bien, Miyo!
—Sí,
muchas gracias –cogí la taza.
Ella
aguardó que bebiera con actitud impaciente. Por no desalentarla lo probé con
cuidado. Por supuesto mis labios rozaron lo caliente y pasé la lengua por los
labios.
Miyo
se acercó inclinando su rostro hasta que casi rozamos la nariz. Era evidente
que no deseaba perderse mi expresión.
—¿Te
gustó?
—Oh
sí –sonreí—. Está muy rico.
En
ese instante Khatry y Thashy entraron a la sala. Venían de afuera. Quizás
habían ido a cazar.
—Buenas
noches –dijeron al unísono.
—Buenas
noches –respondimos.
Intenté
beber más café. Al menos no miraría al guerrero a la cara. Es que… me sentía
avergonzado por lo ocurrido en Chile. Por suerte la voz cantarina de Miyo
rompió el silencio.
—Miyo
hizo café. Chelle lo probó. Y le gustó.
—¡Qué
bien, hermana!
—Sí,
cariño. Muy bien. Te felicito.
—¡Aplaudan
a Miyo! –golpeó sus manos como si les enseñara a hacerlo.
Ambos
rieron y aplaudieron.
Ella
dio saltos de alegría y rio hasta que Margaret hizo su entrada triunfal con una
gran toalla en sus brazos.
—Buenas
noches, Sherpas. Miyo… ya he preparado el baño para ti.
—¿Cómo
el lago o como lluvia?
Margaret
rio.
—Como
el lago. He llenado la bañera.
—A
Miyo le gusta la lluvia. Como la que cae del cielo —señaló el techo.
—Okay,
puedes bañarte como lluvia si prefieres.
—Por
favor, hermana. No des trabajo a Margaret.
—No
digas eso, Thashy. Si no hago varias cosas me aburro aquí. Extraño la mansión.
Charles
se puso de pie.
—Para
que no extrañes la mansión te llevaré a la habitación y…
—¡Charles!
–protestó su hembra.
—Y
ordenaremos el ropero, querida… ¿qué creías que iba a decir?
Rodó
los ojos.
—Entonces
aceptaré la oferta ya que últimamente has perdido la orientación del ropero.
Digo porque hay alguna camisa dispersada por la habitación.
—¿En
serio? No creo haber sido yo.
—Yo
no uso ese tipo de camisas.
—Ah,
entonces fui yo. Estimados –hizo una reverencia—, tengan buenas noches.
Ambos
desaparecieron y Miyo cogió la toalla del respaldo del sofá. La extendió
estudiando el tamaño.
—Miyo
pequeña, toalla muy grande.
—Anda,
hermana. Pórtate bien. Si necesitas ayuda me dices.
—Miyo
sabe bañarse –se ofendió—. Y hacer café.
—¡Claro!
Te felicitamos.
Al
quedarnos solos, me sentí incómodo. Los Sherpa se sentaron y presentí que me
observaban mientras bebía el café.
—Si
no está bueno puedes dejarlo. Juro que no se lo diré –sonrió Thashy.
—No,
no… Está muy rico. De verdad.
Bebí
de un sorbo aunque confieso que estaba caliente.
—Si
me disculpan, yo iré a descansar –balbucee nervioso.
—Siéntate,
por favor. Mi hermano quiere hablar contigo.
Por
supuesto, si el día debía terminar como el diablo. Cielos…
—Okay
–volví a coger asiento y aguardé la catarata de cosas que debería decirme sobre
lo ocurrido y mi linaje. Nada menos que un Sherpa había sido denigrado y
ofendido por una Huilliche.
—Chelle…
Hasta
mi nombre le quedaba diminuto en su boca de guerrero.
—Sí,
dime –lo miré.
Pensé
que había sido valiente varias veces en el día.
—Quería
proponerte algo porque sé que estás dando clase. Por mi hermana menor. Ella
debe aprender y cultivarse. De todas formas Charles me contó que tus
conocimientos brillantes son muy específicos. Geología, matemática… Así que
busco algo más general para empezar. Sin embargo, ¿te molestaría acompañarla
por los alrededores? Ella es obediente, aunque no tan cautelosa. Por eso
necesito alguien además de Charles que la guíe. ¿Tienes inconveniente?
—No,
puedo hacerlo –contesté confundido—. Será un honor. Pero… ¿Confías en mí?
—¿Por
qué no debería hacerlo? –sus ojos me miraron con franqueza.
—Por
lo que todos sabemos. Soy un Huilliche.
—Exacto.
Por eso mismo.
—Pero…
mi hermana… oh cielos… ¡Lo siento tanto! Debes tener grabado en la memoria cada
atrocidad, cada hecho aberrante –bajé la vista.
—La
memoria no es como un reflejo, Chelle. Se domina. Tengo memoria sí… Recuerdo a
una pareja de vampiros honorables que habitaban a los pies del volcán Osorno.
Dignos y bondadosos. Huilliche era su linaje. El resto, lo olvidé.
Mis
ojos se llenaron de lágrimas y asentí con la cabeza.
Y
ese día, el cual me había dedicado a enseñar a otros, aprendí una lección. Ser
virtuoso guerrero Sherpa no lo demostraba su cuerpo poderoso ya casi
recuperado, sino su espíritu. Ese que forjaba su corazón.
Me encanto que Grigorri y Sacalert se reconciliaran. Me dejaste intrigada sobre lo que es Grigori ahora. Te mando un beso y te me cuidas mucho
ResponderEliminar¡Hola Citu! Me alegro mucho que te haya gustado. Parece que ambos comienzan una nueva etapa. ¿Qué es Grigorii? Yo creo que es un humano, aunque me animaría a decir que con algunos dones extraños. Parece que la leve mordida algo provocó. Veremos que ocurre. Un besazo y muchas gracias por comentar. Feliz semana para ti.
EliminarHola, Lou... Es preciosa la nueva cabecera de tu blog, y me ha sorprendido la pregunta... Elijo ser Caperucita... no me imagino como lobo
ResponderEliminarTambién ha sido preciosa la reconciliación de Grigorii y Scarlet... Después de tamaña tormenta, has logrado que salga un muy hermoso arcoíris
Grigorii escucha a unos lobos que están muy lejos... Grigorii parece entenderlo, creo que Scarlet también
Es cierto que el sueño recurrente de Natasha parece inexplicable, pero seguro que alguna explicación va a tener
Solo espero que Anouk viva feliz entre los lobos y, en especial, con Drank... Bueno, solo deseo que nada malo le suceda
Fjelner ha resultado ser Mike... con unas notas muy brillantes, y aroma a lobo... Bien, Chelle es un profesor brillante y con aroma a vampiro
Creo que va a ser imposible que Miyo no me arranque las sonrisas que ella quiera
Excelente capítulo, Lou... Lo he disfrutado mucho... Leer tu capítulo ha sido una bonita manera de comenzar el día, y la semana
Besos
¡Hola Mela! Como siempre un gusto leer tu comentario y me encanta que te haya gustado el capi y la cabecera.
ResponderEliminarLa reconciliación de Grigorii y Scarlet por fin ha llegado aunque como dices tú, hay cosas y hechos que irán descubriendo a partir de esa breve mordida. Supongo que algunas respuestas las dará Natasha.
Y hablando de ella, mi inteligente lectora, ese sueño algo tiene que ver con su destino. Muy pronto lo sabrás.
Anouk será feliz en la reserva pero obvio en la vida no todos son rosas, ya lo sabemos. Así que recorreremos el camino con ella en su nueva vida lejos de los Gólubev.
Mike Fjelner... un lobo. Chelle Huilliche, un vampiro... Parece que las distintas razas van acercándose, como alguna ve ocurrió con las distintas razas de humanos hace mucho tiempo. Es que a veces la historia se repite.
En cuanto a ellos especialmente, te diré que el destino no se les hará fácil. Tú sabes, al padre de Mike lo asesinó Vilu, y Chelle es su hermano, a pesar que por ahora ambos ignoran quienes son. Veremos que pasa querida amiga.
Me queda agradecerte que siempre me acompañes en esta loca imaginación.
¡Miles de besos y feliz semana!
Sin peleas no habría reconciliaciones y el amor sería aburrido. Me llevaría bien con Natasha por la ciencia y la investigación. Chelle y Mike, ¿nueva pareja?
ResponderEliminarBso
¡Hola Ignacio! Muchas gracias por comentar.
EliminarTienes razón sin peleas no hay reconciliaciones y tienen su encanto. Esperemos que haya un poco de paz para Scarlet y Grigorii por un tiempo.
¿Te gusta la ciencia y la investigación? Es muy atrayente. En mi caso me resulta muy difícil la química y física así que admiro a los que pueden dominarla.
Chelle y Mike nueva pareja, parece que sí. Habrá que ver el camino que les toca recorrer. Porque al parecer fue un comienzo no tan pacífico.
Un beso grande querido amigo y feliz semana para ti.
Holaaaaa, Grigorii y Scarlet tenían que entenderse. Preciosura de reconciliación!!!
ResponderEliminarA los papis de Anouk se les pasará la tristeza cuando vean a su hija feliz con el bueno de Drank. Natasha seguirá estudiando los fósiles y me da que algo ocurrirá entre Chelle y Mike.
Capítulazo!!!!
Besoteeeessssss!!!!
¡Hola Merche! ¡Qué bueno que te haya gustado! Muchas gracias por comentar.
ResponderEliminarScarlet y Grigorii se han reconciliado y ahora toca vivir cada día con ese amor y sus razas diferentes. Aunque veremos que tan diferentes.
Los Gólubev siempre han tenido a sus hijos cerca a pesar que Svetlana está en París. Lo que ocurre es que se enamoró de un vampiro así que aún en Francia sienten que no la perdieron. Anouk es otro tema. Es humano... y vive en una reserva de lobos. Pero tienes razón todo pasa. Solo hay que esperar.
Chelle y Mike los polos opuestos se atraen, en este caso sus historias también son opuestas. Espero que te diviertas mucho con ellos y también con Natasha y esos descubrimientos novedosos.
Un besazo reina y feliz semana para ti.
Me ha gustado muchisimo porque Grigorii y Scarlet se merecen estar juntos porque ella se fue a las cumbres y el se jugo la vida por ir a buscarla.Se quieren de verdad y creo que Vilu tambien mato a Dalca.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por comentar.
EliminarTienes razón ambos se merecen estar juntos. Afianzar el amor será cuestión de tiempo como ocurre con los enamorados.
Coincido contigo, Dalca despareció con seguridad por culpa de Vilu. Esperemos que algún día tenga su merecido.
Un abrazo amigo, y feliz semana para ti.