Capítulo
18.
De
lo que no se habla.
Bua.
La
cena con Asgard y su madre fue maravillosa. Neeja era intensa y su personalidad
avasallante, sin embargo no impidió que me sintiera importante durante toda la
amena reunión. Tuve oportunidad de contarles mis proyectos y sobre la reserva,
por supuesto omitiendo el gran secreto que guardaba celosamente. Permanecí
cómoda y relajada durante las tres horas que compartimos. Asgard y su madre
eran personas encantadoras. Elvis hubiera vivido feliz en ese hogar. Era una
pena no reunir los requisitos para la adopción. Uno de ellos, era la condición
de dar al niño a una pareja estable, mejor si estaban unidos en matrimonio.
Lamentablemente no era el caso de Asgard y admití que las leyes humanas muchas
veces solían ser ridículas sin razones coherentes. ¿Qué más necesita un niño
para vivir feliz además de mucho amor y un pasar si penurias?
Asgard
había conseguido empleo junto al Ministro Rasmussen. No era lo que había
elegido por vocación pero por el momento no podía reincorporarse al cargo de
Defensor hasta descubrir las fechorías de ese juez siniestro. Mientras tanto
Elvis continuaba en un hogar de tránsito y seguramente le hallarían una pareja
que querría adoptarlo. Era adorable. Supuse que Asgard se sentiría triste
aunque deseaba lo mejor para el niño. Ambos se habían encariñado.
Recorría
el bello parque tan bien cuidado, embelesada por una flor blanca y de pétalos
como una rosa, cuando Neeja me sorprendió.
—Es
la Dama de noche –se acercó sonriente llevando una copa en cada mano—. Haces
bien en admirarla. Su flor durará unos minutos.
Abrí
la boca asombrada y acepté la copa que me ofreció.
—Te
gustará, es una bebida dulce refrescante, un toque de alcohol. Se bebe durante
o después del postre. Yo la preparé.
Bebí
un trago y un sabor a limón y menta deleitó el paladar.
—Muy
rica… Eso de la flor… ¿Durará unos minutos?
—Así
es —se acercó para observarla mientras no perdía esa sonrisa encantadora—. La
dama de noche florece una vez en la vida. Justo a la medianoche. Le regalé la
semilla a Asgard. La traje de un viaje en Centroamérica.
Observé
mi reloj pulsera.
—¡Qué
mágico!
—Cierto.
Cuando se cierre morirá y no florecerá más.
—Es
triste.
—Depende
como lo veas. Piensa que hay plantas que no florecen jamás. Ella embellece y
regala esos instantes.
—¡Qué
suerte he tenido!
—Sí
–me observó con sus ojos chispeantes y dulces, como los tenía Asgard—. Yo diría
que eres una privilegiada por estar aquí.
El
“estar aquí” me supo a un significado más profundo que ver la Dama de noche
florecer. Quizás, fue una sensación.
—Disculpen,
es la asistente social en el teléfono. –se disculpó Asgard desde la arcada.
—No
te preocupes –me apresuré a tranquilizarlo—. Estoy en buena compañía.
Volví
la vista a la flor. Aún lucía abierta con sus pétalos inmaculados resaltando en
la noche.
Neeja
se mantuvo en silencio, junto a mí. Disfrutando de ese milagro efímero de la
naturaleza.
A
mi olfato llegaba el aroma de los fresnos y a mi oído la quietud del parque. La
breve noche veraniega de Kirkenes llegaría a su fin en menos de una hora. Pero
la Dama le ganó, y comenzó a cerrarse…
Me
angustié. Lo sé, soy una sensiblera perdida. No pude evitarlo y mis ojos se
llenaron de lágrimas.
—Morirá
–susurré.
Neeja
pasó su brazo por mis hombros.
—Como
todo ser vivo.
—Sí…
Lo siento –sonreí y me sequé las lágrimas.
—No
pidas disculpas por tener sentimientos a flor de piel. Eres una chica encantadora.
—Gracias,
usted me cae muy bien.
—¿En
serio? Es la primera vez que me lo dicen.
—No
le creo –reímos.
De
pronto una multitud de luciérnagas rondaron los arbustos de la cerca. Dalila
corrió a perseguirlas en un vano intento por atraparlas.
—Mira
Bua, ¡qué bonito!
—¡Cómo
en mi bosque! Abundan allí entrando la noche. Bueno, no es mi bosque. Es un
decir –sonreí.
—¿Por
qué no? Uno hace suyo lo que ama sin permiso.
—¡Chicas!
–Asgard se acercó—. Encargué helado, ¿qué les parece?
—Buena
idea, hijo. ¿Qué gustos has pedido?
—Los
clásicos, no quería interrumpirlas.
—Por
mi está bien. Me gusta el helado.
—¿Entramos?
–su rostro mostraba cierto disgusto.
—¿Ocurrió
algo? –pregunté.
—La
asistente social… Dice que no podré ver a Elvis por un tiempo.
—¿Por
qué? –se extrañó Neeja.
—No
le hace bien al niño en la adaptación de sus posibles nuevos padres.
—¿Ya
tiene adoptantes? –me acerqué con pena.
—Sí,
están a prueba.
—Tranquilo,
hijo. Piensa que será para su futuro.
—Lo
sé. Bien… Entremos a esperar el helado.
—Adelántense
ustedes. Le daré un paseo a Dalila.
—No
te alejes, mamá.
—No
te preocupes. Estaré de regreso antes que el Delivery llegue.
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Sentados
en el sofá, Asgard me contaba sobre Elvis y las novedades. A pesar de que era
buena noticia que un matrimonio estuviera interesado en el niño, se lo notaba
triste. No me gustaba verlo así. Se me rompía el corazón cuando sus ojos
mostraban melancolía. ¿Pero qué podía hacer yo?
Después
cambiamos de tema y se interesó sobre mis estudios y el próximo examen. Le
pareció extraño que hubiera elegido una carrera científica ya que la rama
humanitaria y social me iba muy bien. Pues, ni yo sabía porque había escogido
esa tendencia. Quizás por mi curiosidad hacia la biología y la genética con
respecto a nuestra raza. Aunque ese detalle no podría confesarlo. Me pregunté
si sería capaz de guardar el secreto a Asgard si es que continuábamos viéndonos.
Sea como amigos o algo más. Es que tarde o temprano no contarle mi condición lo
sentía como traición y no deseaba que nada empañara la relación entre los dos.
Con el tiempo, ¿podría consultar con Bernardo? ¿Aceptaría que un humano extraño
supiera de nosotros? Al menos si no fuera tan ajeno. Por ejemplo si se
convirtiera en alguien muy allegado a mí…
—Estuve
pensando.
—¿Qué?
–sonrió—. ¿Qué tarda mucho el helado? ¿Estoy aburriéndote?
—No,
de ninguna forma. Yo… Bueno… En cuanto a Elvis y los requisitos…
—Dime.
—Pues…
¿Si nos casamos?
Sus
ojos se agrandaron y noté confusión al observar mi rostro.
—No,
no es una broma. Lo digo en serio. Pienso que…
—Bua,
es una locura. Nosotros apenas…
—Sí,
lo sé. Apenas nos conocemos. Sería de mentira, quiero decir, ante el resto
seríamos un matrimonio y… Olvídalo, dije un disparate.
Me
miró fijo y yo a él. Con esas miradas que entran profundo dentro de tu ser y te
hacen temblar el alma. Quería besarlo, que me besara con las mismas ganas que contenían
cada molécula de mi cuerpo. Hubo un silencio tan profundo que hasta se podría
tocar. Él bajó la vista a mis labios e inclinando la cabeza lentamente, se
acercó.
Cuando
sus labios tocaron los míos, lo recibí. Dulce, sin apresurar ese primer beso
tan deseado. Él lentamente abrió su boca y exploró la mía. Sentí su mano fuerte
y cálida enredarse en mi cabello y el movimiento lento, acompasado me encendió.
Correspondí, ¿cómo no corresponderle? Sin embargo, a la vez que notaba el fuego
recorrer mis venas percibí el calor en mis pupilas. No necesitaba verme en un
espejo para saber que el tono miel habría mutado a un amarillo dorado. Debía
hacer algo pronto. Asgard no podía descubrir que era una loba.
Me
distancie lentamente y me acurruqué en su pecho. Mis párpados cubrían el iris y
él lo tomó como una acción de ternura. Me abrazó contra su pecho y besó mi
coronilla.
—Gracias.
Sé que quieres ayudarme. Pero… al primero que le mentiría sería a Elvis y no me
haría sentir nada bien.
Quise
decirle que no sería un sacrificio para mí. Que sonaba a locura pero que me
había enamorado perdidamente de él. No deseaba otra vida junto a nadie más.
Hubiera sido otro disparate confesar lo que sentía así que le mentí.
—Es
un disparate, cierto. No sé cómo se me ocurrió. No lo pensé demasiado.
—Tranquila,
es que tienes un corazón de oro y quieres ayudarme. Yo… de verdad te lo
agradezco.
Nos
quedamos así por un breve lapso de tiempo. Rodeada de ese perfume varonil tan
embriagador.
Al
fin, tomé distancia y lo miré, ya segura que no había rastro de aquel fuego en
mis ojos.
Asgard
sonrió.
—En
cuanto al beso, perdón. No quise abusar y caer grosero yo…
—No
te preocupes.
—Es
que… Tú… Eres una mujer bella y me gustas mucho. No he dejado de pensar en ti.
Aunque sé que no debo ilusionarme. Tus padres no verían con buenos ojos que
tengas un novio tan mayor.
Reí.
—Mis
padres están curados de espanto.
—¿Ah
sí? –Achinó la mirada—. Lograrás ponerme celoso.
—Bueno
–sonreí—. Tengo un pasado un poco turbulento. Puedo contarte.
—No,
sinceramente no me interesa. También tengo un pasado. Pero ahora estamos aquí,
los dos, juntos. Quizás comenzando algo maravilloso. Iremos paso a paso, ¿estás
de acuerdo?
—Por
supuesto… Iremos sin prisa.
Sin
prisa, le dije. Yo… que deseaba bebérmelo todo. Que soñaba con una vida
siéndole completamente fiel hasta la muerte. Ahora entendía a Drank y su
entrega. En el pasado por Liz, hoy tal vez por Anouk. También a Louk y July. A
Bernardo y Sabina. A mis padres. Y a Mike y su tristeza por Kriger. A tantos
que vivían el amor como algo sublime y bello. Me pareció que había perdido años
de vida sin percibir el amor de la forma más pura, pero a la vez, sin él… no
hubiera tenido ningún sentido.
Llegó
el Delivery y el helado, llegó Neeja y Dalila. Antes de sentarnos a deleitarnos
con el postre me excusé para ir al tocador. Al salir caminé por el pasillo
alfombrado en burdeos. Tenía una casa muy bonita aunque demasiado grande para
él. Al pasar por la segunda puerta eché un vistazo rápido sin detenerme.
Hubiera sido de mala educación curiosear. A través de la penumbra se distinguía
una cama de dos plazas y largas cortinas que cubrirían un gran ventanal. La
tercera puerta camino a la sala estaba cerrada. Nada llamaría la atención, sin
embargo me detuve… Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Debía continuar camino
pero quedé petrificada con la vista clavada en la puerta de roble.
No
sentí llegar a Asgard cuando se acercó.
—Era
la habitación de Ricky.
Lo
miré sin saber que acotar. Él continuó…
—Nunca
volví abrirla desde aquel trágico día. Mi mujer no quiso llevarse nada de aquí.
Dijo que no necesitaba objetos inanimados para recordar a un hijo… Yo… No es
que los necesite es que…
—No
te animas a entrar. Puedo entenderte.
—Sí…
Es difícil.
Mi
mano se elevó a la altura de la mejilla y lo acaricié.
—Cuando
quieras hacerlo, cuenta conmigo.
—Gracias…
Vamos —sonrió apenas—, el helado está servido.
Numa.
En
el lujoso estudio de Sebastien, sentado en el sofá frente al galán de los
Gólubev, suspiré y continué en silencio. Él se dedicaba a escribir unas notas
en su agenda hasta que pidió permiso para fumar.
—Haz
lo que quieras. Después de todo estás perdiendo tu tiempo –despotriqué
enfadado.
Dimitri
se tomó varios segundos para encender el cigarrillo mientras sus ojos se
clavaban en mi rostro.
Expulsó
la primera bocanada y sonrió irónico.
—Has
de saber que aquí el que pierde tiempo eres tú. A mí me pagan por estar aquí.
—¿No
suena grosero de tu parte?
—¿No
es la verdad?
—Sí
–respondí confuso—, pero podrías ser más amable.
—Dime
el porqué.
—Porque…
Pues… porque soy tu paciente.
—¿Y
eso me obliga? No soy igual con todos mis pacientes.
—Por
eso mismo.
—Por
eso mismo, ¿qué?
No
supe que decir.
—¿Porque
eres un paciente con una historia jodida?
—Pongámosle
–dudé.
Aspiró
el cigarro varias veces antes de contestarme.
—Primera
regla, si me siento frente a ti a escucharte y tenerte lástima no sería un buen
comienzo. Ante todo –volvió a fumar—, porque no tengo porque tenerla. Segunda
regla, no soy tu amigo, ni tu hermano, ni tu padre. Debes estar preparado para
ello. Posiblemente el noventa por ciento de las respuestas que recibas de mi
parte no te gusten en absoluto. Tercera regla, la puerta está abierta y sin
llave. Puedes irte cuando quieras. Cobraré igual por haberme molestado en
venir.
Abrí
la boca para lanzar un improperio pero no lo hice y callé.
—¿Fumas?
–convidó—. Lo siento, no compartir mi atado de cigarrillos si fue una grosería
–sonrió.
—No,
gracias. Y no tengo ganas de hablar.
—Como
gustes.
Sin
más que decir se acomodó en el sillón frente a mí con la pierna cruzada sobre
la otra.
Me
exasperé.
—Mira,
si no hablo te haré un favor. No te gustará escuchar mi niñez aberrante.
—¿En
serio? ¿Piensas que eres el único en el mundo que ha sufrido una infancia
atroz? ¡Qué egocéntrico resultaste! Entérate que tengo pacientes desde hace
muchos años con pasados terribles. Ahora, lamento desilusionarte si crees que
no dormiré por escuchar tu historia.
—Así
que vives de solucionar los pasados de las personas.
Volvió
a sonreír y a fumar.
—Cuarta
regla, los psicólogos no solucionamos los pasados, ni borramos la memoria. Solo
ayudamos a vivir con ella. Si buscas un tipo de amnesia que te salve no es mi
fuerte y no creo en esa solución. Porque tarde o temprano, por algún hecho
fortuito o no, tú pasado regresará. No se trata de eliminar hechos horribles
que ocurrieron, sino de que ya no te importen. Y dime Numa, ¿qué deseas para tu
vida? ¿Seguir atrapado, o liberarte?
—No
lo lograrás.
—Permíteme
el beneficio de la duda. ¿Qué puedes perder? ¿Tiempo? –Miró el reloj de oro de
su muñeca—. Bueno, algo has perdido, digamos que más de media hora.
—Perderé
la hora entera. Y si no me voy de aquí es porque no deseo que Sebastien se
sienta mal.
—Al
menos tienes sentimientos hacia los demás, eso es bueno. Sería maravilloso
comenzar a importarte a ti mismo. Supongo que no será fácil, pero… Okay,
seguiré con mis anotaciones.
—Eres
muy desagradable.
—Me
lo han dicho, sí. Creo que más de una decena de veces.
Me
puse de pie de un salto y me acerqué a la ventana. La noche llegaba a su fin.
Él seguía anotando como si no le importara no recibir colaboración.
Silencio
y más silencio… Me giré para observarlo ensimismado en la escritura.
—¿Qué
diablos apuntas en tu libreta? No he largado prenda sobre mí.
Una
sonrisa se formó en sus labios mientras escribía.
—Querido
Numa, tu silencio me dice mucho más de lo que imaginas.
Más
me enfadó.
En
un acto de mala educación desbordada avancé hacia él y le quité la libreta.
—¿Qué
mierda escribes sobre mí?
Apenas
leí me esforcé por comprender aquellos jeroglíficos. No entendí en absoluto
nada de lo escrito en aquella hoja.
Estiró
la mano con absoluta pasividad.
—No
te angusties, no entiendes no por ser tonto sino porque es otro idioma. ¿Me lo
das?
Lo
entregué y bajé la vista avergonzado.
—¿Es
chino? –murmuré.
—Egipcio.
Le debo las gracias a Ivan. Un idioma difícil por cierto. Tardé dos años en
aprender. Pero todo se logra con fuerza de voluntad. ¿Tú qué crees?
Lo
miré y cogí asiento lentamente frente a él.
—Creo
que no todo se logra por más que pongas empeño.
—¿Eso
piensas?
—Sí.
—¿Y
qué no has logrado aunque hayas puesto todo de ti?
Fruncí
el ceño.
—No
he hecho nada… No quiero hablar.
Sus
ojos fueron directo a mi mano derecha. El anillo de los Craig resaltaba con su
rojo rubí.
Estiré
los dedos y deslicé mi mano por la rodilla.
—Me
lo dio Sebastien. Como a todos los Craig.
—¿Por
qué te lo obsequió?
—Por
lástima.
—¿En
serio?
—Sí,
como su casa, su familia, su apellido, todo. Todo me lo dio.
—Mmm…
Así que él te lo dio todo y tú no has hecho nada… Cielos, dadivoso es Sebastien
–balanceó sus manos en el aire—. Todo y nada… Nada y todo… No me parece que
cuestiones tan opuestas no tengan un punto medio. ¿De verdad crees que entre
los extremos de no hacer nada y darlo todo no existe un hilo conductor? No sé,
algo que los relacione.
—Di
muy poco en comparación.
—Bueno,
poco… —acortó la distancia entre sus manos—. Ya nos vamos acercando –sonrió.
Suspiré.
—Sé
que eres muy inteligente y terminarás forzándome a hablar. Pero de verdad no
tengo ganas.
—Okay.
¿Quieres irte? Hazlo.
Me
puse de pie.
—Debut
y despedida. No creo que tengamos otra sesión. Es frustrante para los dos
–susurré.
—No
para mí.
—No
mientas. Te irás igual que como has venido.
—Nadie
se va de un lugar igual que como ha llegado. Ni aunque haya sido de casualidad.
—Al menos pagará tus honorarios.
—Cierto.
Sin embargo tú tampoco saldrás de aquí igual que como llegaste.
—Di
lo que quieras. Por favor, explícale a mi padre que no haré otra sesión.
—No,
yo ya no vendré si no quieres pero las explicaciones se las darás tú.
—Te
pedí “por favor”.
—No
tengo porqué hacerte favores —señaló la puerta—. Buena suerte.
—Un
Craig no respondería así.
—Será
porque no lo soy. Dimitri Gólubev es mi nombre.
—Es
curioso que te dediques a ser psicólogo y ni siquiera comprendas mi situación
–me indigné.
Se
puso de pie y apagó el cigarrillo en el cenicero de hueso.
—Lo
curioso es que te moleste que tengan lástima de ti y sin embargo buscas que te
la tengan.
—¡No
busco eso!
—Buena
suerte, Numa.
Salí
cerrando la puerta. Aunque no la golpee. Lenya se encontraba en la sala junto a
Bianca y hubiera recibido miradas de reproche. Partí enfadado a mi habitación
dispuesto a regresar a la Isla a medianoche.
Sebastien.
Llegué
hasta los portones y moví la cabeza en señal de resignación. Miré a Dimitri
prender los botones de su chaqueta.
—Lo
siento. Debió ser desesperante que Numa no dijera palabra.
—¿Pensabas
que lo haría? Yo no. Apenas me conoce. Además esta sesión fue idea tuya, no del
paciente. Es normal que se rebele.
—No
quiero que viajes a Kirkenes si no valdrá la pena. Sé que estás por contraer
matrimonio y debes estar muy ocupado.
—Lo
estoy pero es mi trabajo. Es mi vocación. Disfruto de ello.
—Aún
de sesiones como las de Numa.
Sonrió
y palmeó mi hombro.
—Aún
como las de Numa.
—No
sé si te llamaré para intentarlo otra vez. ¿Tú qué dices?
—No
será necesario. Él mismo me llamará.
—¿Tan
seguro estás?
—¿Quieres
apostar?
—No
gracias. Contra la terquedad de un Gólubev es posible que pierda.
Reímos.
—No
te he preguntado sobre los Sherpa. ¿Se hospedan aquí?
—No,
sería peligroso. Somos muchos pero Vilu es de temer. Charles se encarga.
—Cierto,
tiene una casona cerca de un barranco.
—Muy
bello lugar y apartado.
Un
coche de alquiler frenó en la puerta.
—Mi
taxi.
—Okay,
dale mis cariños a tu familia.
—Se
los daré. Por supuesto, a Anouk dáselos tú de mi parte. Mi hermana se arraigó
en Kirkenes como nunca lo hubiera imaginado.
—Sí
–reí—. Buena chica.
—Lo
sé. Nos vemos pronto.
—Ojalá,
buen viaje.
Antes
de subir giró hacia mí.
—Ah,
lo olvidaba. Natasha te hará una visita. Dijo que tenía novedades que contarte.
Está muy misteriosa desde que trabaja en la Fuerza de Inteligencia.
Sonreí.
—La
espero. Cuando quiera, esta es su casa.
Grigorii.
Avancé
con pasos decididos por el pasillo de la Jefatura. Tenía rabia acumulada, odio
contra el mundo, contra mi religión, y contra mi pobre e insignificante
existencia. Abrí la puerta con ímpetu al tiempo que Hansen se servía un café de
la vieja cafetera.
—¡Petrov!
¿Cómo te sientes? Pensé que aún no te reincorporarías.
—Mejor
–cerré la puerta y me quedé de pie.
—No
te imaginas que problemas tiene Kirkenes. Hay una ola de delincuencia que no
cesa hace un par de semanas. Del gobierno ya se me ha llamado la atención. Sé
que son épocas pero lo cierto que saben que tenemos buenos oficiales.
—¿Son
homicidios? –pregunté angustiado.
—Nada
de eso. Robos a propiedades, hurtos a turistas, etc…
Hansen
se sentó y cogió unos papeles del escritorio para leer. En mi mente no cesaban
imágenes de los Craig asesinando para comer. Rostros aterrorizados de
diferentes personas se superponían una y otra vez.
—Bien,
te pondré al día. La empresa que construye el famoso subte le falta completar
algunos requisitos de habilitación. Es un dolor de cabeza, hay mucho dinero en
juego en la inversión y se niegan a seguir algunas normas. Sabes cómo es esto.
¿Puedes acompañar a Hakon y a los inspectores? La resistencia de estos
inescrupulosos es de temer y…
—No
vine a reincorporarme –lo interrumpí.
Me
miró bebiendo un sorbo de café.
—¿Qué
ocurre?
—Tengo
que contarle algo importante.
Creo
que algo intuyó en mi rostro porque depositó la taza lentamente y me observó
preocupado.
—Dime.
—Sé
que no lo creerá.
—Prueba.
Me
mantuve en silencio, ¿cómo empezar? “Hansen, hay vampiros en Kirkenes” No… “Hansen,
Scarlet es una asesina.” Tampoco…
Scarlet…
No podía quitármela de la cabeza. Esa noche de pasión… ¿Cómo pude creer que era
amor? Solo me había utilizado. Teniéndome de su lado, los Craig no correrían
riesgo de ser descubiertos. Pero… Si ella no me lo hubiera confesado, ¿alguna
vez podría haber imaginado que se trataba de vampiros? Ella… En algún punto
confió en mí. Tarde para mi gusto, sin embargo confió…
—Petrov,
dime. ¿Qué tienes para contarme?
Cuando
me conoció, ¿por qué no se alejó de mí? Hubiera sido todo más fácil para ellos.
¿Scarlet se habría enamorado de verdad? Dios… ¿Cómo creer en ella?
Unos
golpes en la puerta de la oficina interrumpieron el silencio entre Hansen y yo.
—Adelante.
—Jefe
–era Philips. Oficial de patrullaje—. Los obreros no van a desalojar el puesto
de trabajo hasta que la empresa ordene y si no hay un oficio judicial la
compañía continuará con la obra. ¿Qué hacemos?
—Mierda
–Hansen golpeó el escritorio—. Regresen a la Jefatura, conseguiremos una orden
judicial.
Cuando
Philips se retiró, Hansen bebió de un trago lo que quedaba de café.
—¿Y
bien, Petrov? Tenemos trabajo como verás. ¿Vas a contarme de una buena vez lo
que tienes para decir?
—Sí.
—Te
escucho.
¿Y
si lograban capturar a los Craig y condenarlos? ¿Qué sería de Scarlet? Ella
habría dicho que sería imposible que los atraparan. Pero una cosa era segura…
Se irían de Kirkenes. Desaparecerían para siempre. ¿Nunca más la vería? ¿Podría
vivir con ello?
—¡Petrov!
—Sí,
perdón… Yo…
Imaginé
a Scarlet sufriendo…
Metí
la mano en mi bolsillo de la chaqueta y quité mi billetera. La abrí y puse
sobre la mesa la chapa identificadora.
—Yo…
renuncio. No trabajaré más para la policía.
—¿Qué?
¿Qué bicho te pico? ¡Estás loco!
—No
voy a volver atrás con mi decisión.
—Pero…
Pero… ¿Por qué? ¿Estás enfermo? Si es así, tómate más vacaciones.
—No,
estoy seguro. No quiero más vacaciones. Solo quiero que acepte mi renuncia.
—Eres
uno de mis mejores oficiales. ¡Justo ahora! Petrov, no puedes hacerme esto.
—Quiero
agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Sé que encontrará alguien que me
reemplace.
Salí
de allí antes de arrepentirme. No había delatado a los Craig. Sin embargo, era
incoherente que continuara luchando contra la delincuencia y salvando vidas.
Hubiera sido peor que simplemente callar.
Por
el pasillo me crucé con Vikingo. Al verme se detuvo y me miró.
—Grigorii,
tenemos que hablar, por favor.
—Ya
no, disculpa. Tengo que hacer unas maletas. Anne y yo nos marcharemos de
Kirkenes.
—¡Grigorii,
espera! –me siguió.
—Suficiente,
Vikingo. No quiero escucharte.
—¡Tendrás
que hacerlo! –me empujó contra la pared aprovechando un recoveco del pasillo.
—¡Déjame
en paz! –Quité su mano de mi hombro—. Renuncié. Ahora tienen el camino libre
para seguir asesinando.
—En
el fondo sabes que no lo hacen por deporte. No les queda otro remedio, ¡mierda!
Bajé
la vista.
—Okay,
supongamos que no tienen salida. Pero no voy a participar de este secreto. Si
quieres ser cómplice hazlo.
—No
los delataste, ¿verdad?
—No,
déjame ir. Podría arrepentirme en cualquier momento.
—No…
Ya no lo harás… ¿Sabes por qué?
—A
ver, dime tú porque fui tan cobarde.
—No
es cobardía. Dentro de ti no desconoces que te hubieras podrido en la cárcel si
no hubiera sido por Sebastien Craig. Que tu hermana aún estaría sin hablar y
encerrada si no hubiera conocido a Scarlet. No eres un desagradecido.
—¡Soy
un idiota!
—Solo
intenta comprender.
—¿Qué?
La ecuación es simple. Matan para vivir. Son ellos que no deberían existir.
La
frase fue sin pensar, sí… Invadido por la rabia y el dolor. Hubiera quedado en
una acción impulsiva, si es que Scarlet no me hubiera escuchado.
Caminó
lento hacia mí y le mantuve la mirada. Se detuvo y cruzó los brazos a la altura
del pecho.
—¿Así
que te gustaría que no existiéramos? No me extraña, humano… Por supuesto, son
mayoría. Frente a ti deben sentirse horrible la gente de raza diferente a la blanca,
o los gay, o los ciegos, o los enanos o… ¡Cualquiera que no llene los cánones
de tu perfección!
—¡No
compares! –me exalté.
Hansen
salió de la oficina y caminó apresurado. Se sorprendió al ver a Scarlet.
—Oh,
oficial Craig. Pensé que se reincorporaba el lunes.
—Vine
a renunciar.
—¡Qué
diablos les ocurre! ¿Es una epidemia? ¡Primero Petrov, ahora tú! ¿Qué tengo que
hacer para convencerlos?
Scarlet
me miró fijo.
—No
sé qué hará el oficial Petrov. Lo mío no tiene marcha atrás.
—¡Mi
decisión tampoco!
Hansen
caminó furioso hacia nosotros.
—Les
diré qué haré, maldita sea. No voy a aceptar la renuncia de ninguno de los dos
hasta que me traigan un justificativo que valga la pena.
—No
puede obligarme –protesté.
Más
lo enfurecí.
—¿Me
toman por idiota? ¿Creen que no sé lo de ustedes dos? ¡Arreglen sus problemas
amorosos como seres civilizados y no metan su profesión!
Dicho
esto volvió sobre sus pasos y abrió la puerta de la oficina.
—Entren
los dos. Quiero hablarles de algo que les interesará.
Ambos
titubeamos, sin embargo finalmente obedecimos mientras Vikingo se quedaba
inmóvil en el pasillo.
—Siéntense
—cerró la puerta.
Scarlet
cogió asiento y yo quedé de pie.
—Siéntate,
Petrov.
Obedecí
de mala gana.
Antes
de sentarse, Hansen buscó en uno de los armarios de archivos. Quitó un
expediente y después con unas pequeñas llaves que tenía en su bolsillo abrió el
cajón del escritorio para sacar un viejo documento.
Lanzó
sobre la mesa ambos.
—Iré
por parte. El primer expediente está archivado gracias a mí. Se trata de ti,
Petrov. Del homicidio a tu compañero. ¿Recuerdas? Sebastien Craig pagó tu
fianza. En este expediente hay un testimonio de Chake, Oficial de Segunda
aportando tu mala relación con la víctima. Sé que sería injusto porque no dudo
como fueron los hechos y no dudo de ti. Pero es cierto que instar el expediente
te complicaría.
—¿Dónde
va con esto? –fruncí el ceño.
—Simple.
Voy a parecer un maldito hijo de puta manipulador, pero créeme necesito que te
quedes, al menos por un tiempo.
—¿Entendí
bien? –me enfadé—. ¿Está diciendo que tengo que quedarme en la Policía porque
sino usted instará el expediente? Creí que era un hombre de bien.
—Lo
soy, solo estoy desesperado. Los jóvenes que entraron como oficiales no tienen
casi experiencia. Cuento con Vikingo y ustedes dos.
—No
hay una denuncia en mi contra –se defendió Scarlet.
Hansen
la miró fijo.
—No,
hay algo peor.
Dicho
esto giró el segundo expediente para que lo viera.
—Este
documento lo encontré después de la helada mortal. Se salvó de ser quemado ya
que el antiguo comisario lo había guardado muy bien. ¿Quieres saber de qué
trata?
—Sí,
no tengo ánimo de leer –contestó altanera—. ¿De qué se me acusa?
—No
específicamente a ti. El comisario anterior no estuvo conforme con los exámenes
de la forense en cuanto… aquellas muertes dudosas.
Tragué
saliva, creo que estaba tan asustado como Scarlet. Aunque otro se hubiera
puesto feliz. Me di cuenta en ese instante que la amaba con todo el corazón y
no deseaba nada malo para ella.
—El
resultado de la autopsia que llegó de Berger dio un resultado anómalo e
increíble. Los orificios que se hallaron en los cuerpos no eran producto del
trabajo de un tatuador, sino de colmillos de un animal que los desangró.
—Es
un disparate –se defendió.
—Cierto,
lo hubiera sido, o consecuencia de algún error. Sin embargo, me pregunté por
qué Bianca McCarthy, hoy por hoy Bianca Craig, había ocultado información. Sé
que es brillante. Más tarde, el caso de Samanta Vasiliev… Con una autopsia
apresurada. Entonces… solo presté más atención a hechos aislados que podrían
llevarme a la verdad. Los Craig ocultaban algo y no tenía a quien seguir solo a
ti.
—Bianca
pudo haberse equivocado. No tiene pruebas contra mí, Hansen. Fui un oficial
intachable.
—También
es cierto. Intachable y con unos dones extraordinarios. Dones que llamaron mi
atención. Así que… una noche te seguí, si me permites tutearte… Ibas por una
pizza si no me equivoco. Un extraño te detuvo. Alguien que a cualquier ser
humano hubiera aterrado con solo verlo. A ti no te inmutó.
—No
me asusto fácilmente.
—Lo
sé… Y todo hubiera quedado en una hazaña valiente. Si uno se pone a pensar que
eras una dama en una calle solitaria, sin armas, frente a ese hombre tan
intimidante. Sin embargo lo que llamó mi atención es la familiaridad con que lo
trataste. Creo que hasta lo acusaste de no ser tu padre. Al margen de esa
discusión y ante mis ojos atónitos, ese hombre lucía colmillos… Y esperó a que
te fueras para desvanecerse en el aire. Como si tal cosa.
Scarlet
se puso de pie de un salto.
—¡Está
loco!
—No,
sé lo que vi. Y siéntate. Esta charla no es acusatoria. No sé qué especie son
los Craig, pero algo me dice que hay algo oscuro y sobrenatural y que no
debería indagar demasiado. No voy a luchar contra la naturaleza, existes, estás
aquí y eres una realidad.
—¿Qué
busca, Hansen?
—Necesito
contar contigo. Haremos un pacto. El secreto sea lo que sea quedará entre los
tres a cambio de que no te vayas por un tiempo. No podré solo con la
delincuencia. Si me jubilo en unos años en medio de este caos sería terrible
para mí. Por otra parte… No estoy ocultando a enfermos mentales u homicidas
comunes, ¿no es así?
—No…
Largo de explicar.
—¿Qué
tanto?
—Como
la prehistoria.
—Lo
imaginé. Aunque confieso se me cruzó extraterrestres.
—Es
increíble que se haya animado a decirme estas cosas frente al oficial Petrov.
Él podría no saberlo.
—Oficial
Craig, soy un comisario. Mi carrera ha sido prestigiosa. No me subestime.
Siendo ustedes dos tan inseparables y viéndolos enamorados aunque lo hubieran
querido ocultar, ¿cree que pensaría que Petrov ignoraba todo?
—Pues
se equivoca –retruqué dolido—. Ella me lo dijo hace muy poco. Nunca confió en
mí.
—¡Cómo
si hubiera sido gran idea! –protestó—. Cuando lo supiste me trataste como
basura.
—No
discuto que me asombró pero lo que más dolió fue tu mentira. Dijiste que me
amabas.
—¡Tú
peor! Te escuché decirle a Vikingo que no debía existir.
—Basta,
los dos. Por favor… ¿Hakon lo sabe?
—Sí
–contesté—. Anne también. Todos lo sabían menos yo.
—¿Quién
más lo sabe?
—¡Exagera!
Todos no lo saben.
—Es
una forma de decir. Me hubiera gustado que me lo dijeras antes.
—¿A
ti? ¡Misógino! ¡Discriminador! ¡Racista!
—Mentira,
tú eres una embustera.
—¡Basta!
Hablemos de lo importante. Quédense un tiempo hasta poder librar a Kirkenes de
esta ola de delincuencia. Ganaríamos los tres… Petrov, tu hermana necesita de
tu sueldo al menos por ahora. Quedarte sin trabajo y hacerte el ofendido no
será la solución. Y a ti Scarlet… solo un pedido más…
—¿Cuál?
—¿Podrían
los Craig no alimentarse en Kirkenes?
—Nunca
lo hacemos. Sin embargo, le haré una aclaración. Ser policía es mi vocación,
amo lo que hago. No es un sacrificio quedarme siempre y cuando mi especie no
corra peligro. Y ya que están los dos juntos —me miró con furia—. Una acusación
en contra de mí y de mi familia y no verán un nuevo amanecer. No estoy jugando.
Dicho
esto se puso de pie y caminó hacia la puerta. No la abrió para salir. Scarlet
Craig no era cualquier especie fuera lo que fuera. Así que demostró una vez más
su poder y… despareció en el aire.
Scarlet.
Atravesé
la sala y me dejé caer en el sofá. Lenya tocaba el piano para una Liz que
anonadada lo escuchaba. Sebastien y Bianca bajaban la escalera con una sonrisa
de satisfacción amorosa. Rose y Ron salían de la cocina conversando
alegremente.
—Siento
romper esta paz armoniosa que flota en la mansión pero… Hansen, el comisario
sabe nuestro secreto.
—¿Qué?
–exclamaron todos.
—Lo
que oyeron.
—Maldito
Petrov, ¡lo sabía! –enfureció Lenya.
—Olvídalo,
no fue él.
—¿Cómo
lo supo? –preguntó Sebastien preocupado.
Poco
a poco conté la conversación en la oficina ante los ojos atónitos de mis Craig.
—No
hay tiempo que perder, Liz y yo nos iremos a Moscú, hablaré con Rodion. Debemos
separarnos en grupos, es lo mejor.
—Tranquilo,
no lo dirá –aseguré—. En el fondo todo el mundo tiene miedo de morir.
Bianca
se sentó a mi lado.
—Pero
ignora que poderosos podemos ser, cariño.
—No
te creas. Para reafirmar lo que podría temer, desaparecí en el aire. Después de
amenazarlos, por supuesto.
—Eso
no es muy de Adrien, hermanita –sonrió Lenya.
—Lo
sé, no puedo negarlo. Es parte de mi genética. No te preocupes, aprendí a
aceptarlo.
—¿Amenazaste
a los dos? ¿También a Grigorii?
—Sí,
Bianca. También a Grigorii.
—Lo
amas.
—Ya
no.
—¿Ya
no? –Liz arqueó una ceja—. El amor no se va de un día al otro.
—Sí,
si escuchas de su parte que no deberíamos existir.
—Pudo
ser rabia, o resentimiento.
—Da
igual, lo dijo. Y nunca se lo perdonaré.
Sebastien
se sentó frente a mí con una sonrisa socarrona.
—Quiero
pensar que me darás vía libre si tengo que eliminarlo.
Creo
que mi rostro palideció y su sonrisa se profundizó.
—Lo
imaginaba –murmuró.
—Hablaré
con Anouk, debe saber estos peligrosos acontecimientos –se apenó Rose.
—Yo
le diré a Charles. Además debo saber de los Sherpa –agregó Sebastien.
—Al
que deberíamos dar protección sería a Petrov –Lenya me miró fijo.
—No
he dicho que lo asesinaría –me defendí.
—Cierto,
por ahora… No sabemos si tu furia en algún momento te hará cometer un error que
no te perdonarás.
—No
sé de donde sacas esas ideas.
—Recuerda…
Lo he vivido. Alguien alguna vez dijo amar a mi madre… Y la mató.
Me he quedado de piedra,no esperaba que el comisario supiera que los Craig son vampiros.Grigorii y Scarlet tienen que hacer las paces porque se quieren.No se lo que pensara Asgard cuando se entere de que Bua es loba,puede que tambien tengan problemas.Numa no se si se animara a hablar con el psicologo y le hace falta hablar.Me ha gustado mucho.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Un gusto leer tu comentario y que te haya gustado el capi.
EliminarYo tampoco esperaba que el comisario supiera y atara cabos, te aseguro que mis musas también me sorprenden y es lo divertido de escribir.
Scarlet y Grigorii se quieren, estoy de acuerdo aunque por el momento están muy enojados.
Asgard seguro se sorprendería como cualquiera de nosotros pero quizás la madre pueda aportar en que no lo tomen tan mal.
Numa tendrá que hablar si quiere sentirse mejor y liberarse de ese pasado. Veremos si reacciona.
Muchas gracias por comentar. Que tengas una feliz semana. Un beso grande.
Uy genial capítulo Ojala Grgori deje los complejos y prejuicios a un lado. Ojala Numa pueda exorcizar sus demonios. Esperó q el siguiente capítulo con ganas,
ResponderEliminar¡Hola mi querida Citu! Muchas gracias por el comentario.
EliminarNuma ha vivido cosas horribles pero creo que Dimitri puede darle una esperanza de continuar su vida sin tanto rencor.
Grigorii y Scarlet están pasando una tormenta pero después siempre sale el sol, habrá que esperar. Un besazo grande querida amiga y eliz semana para ti.
¡Hola, Lou!
ResponderEliminarLo primero que voy a decirte es que la madre de Asgard es una señora encantadora... Tal vez, por esta razón, Asgard también lo es
Por supuesto, no puedo dejar de mencionar a esta flor mágica... a la Dama de noche... Creo que sus peculiaridades le dan un gran valor, y hacen que destaque sobre el resto de flores
También estoy convencida de que Elvis sería muy feliz con Asgard... No creo que Asgard olvide jamás a Ricky, las personas que queremos son inolvidables aunque hayan dejado de estar
Bua también es encantadora, y muy valiente... Quizás llegue el día en el que sea Asgard quien le pida que se case con él
Yo creo que Dimitri ha sido bastante duro con Numa... me parece bien que no quiera compadecerle, pero es que da la sensación de que no le da ninguna importancia a lo que provoca los sufrimientos de Numa
En fin, Dimitri es psicólogo... yo no ;-)
Bueno, me queda muy claro que Grigorii y Scaerlet se aman... Ambos están enfadados y alterados
Me temo que los dos querían renunciar a seguir siendo policías... y los dos van a seguir siéndolo
No, Lenya se equivoca... Scarlet jamás mataría a Grigorii... No se puede hacer daño a quien amas, es algo imposible
Y a Grigorii le ha resultado imposible delatar a Scarlet... No, tampoco puede hacerle daño
El capítulo me ha encantado, Lou... He pasado un rato estupendo
Muchas felicidades por escribir tan bien... por esta novela
Besos
¡Hola Mela! Gracias como siempre por tus comentarios. Yo también creo que Neeja es encantadora. Quizás ayude en la relación de ambos y puedan ser felices.
EliminarLa Dama de noche es una flor muy particular y me gustó contarles su breve y bella existencia. Es una planta que requiere muchos cuidados y me encantaría tenerla pero aún no la he conseguido.
Cierto, como Asgard con Ricky todos tenemos alguien que ya no está y sabemos que siempre se encontrarán con nosotros.
Ojalá Elvis viviera con Asgard pero para ello deberá reunir los requisitos. Imagino que Bua sería una pareja genial para el Defensor. ¿Se enamorará de ella? Veremos...
Dimitri ha sido duro con Numa, eso parece. Yo tampoco soy psicóloga solo que mis musas juegan con atrevimiento a serlo. Indagando un poco en Dimitri supongo que es una estrategia para darle la contra. Pienso que siempre pareció que todos lo compadecían y Numa no está buscando eso, aunque se sienta confundido. Quisiera saber como seguirá Dimitri la estrategia. Alejarse y no darle importancia es justo lo que Numa no esperaba y eso provoca que piense en las sesiones.
Scarlet y Grigorii se aman, estoy de acuerdo y también pienso como tú que no le haría daño, aunque Lenya no estuvo mal en pensarlo. Lo que ocurre que a Lenya Craig ya lo conocemos. Difícil que calle. Es bastante impulsivo. Le deberá una disculpa.
Gracias querida amiga, me haces muy feliz cuando comentas con ese entusiasmo. Un beso grande y una feliz semana para ti.
Holaaaaaa!!!! Bien por Hansen!!! Grigorii y Scarlet siguen siendo polis y están condenados a verse, jejejejejej. Me ha encantado Bua!!!! Heyyyy, se han besado!!!!
ResponderEliminarCapítulazooooo!!!!
Besoteeeeessssss!!!!
¡Hola mi sol! Sí, Hansen se lo tenía callado pero el seguimiento a Scarlet más las conjeturas ha dado en el clavo. Por suerte le conviene que se queden, por ahora los Craig no corren peligro.
EliminarBuan y Asgard serían una hermosa pareja. Hay que ver si nos hacen esperar.
Muchas gracias por comentar. Un besazo y buena semana para ti!
Cuando una mujer le pide matrimonio a un hombre, algo inusual, y él la besa, algo más usual, la respuesta es un sí. Asgard desea casarse con Bua!
ResponderEliminarBso
¡Hola Ignacio! Gracias por el comentario.
ResponderEliminarEs inusual que Bua le haya pedido matrimonio, pero no es cualquier mujer, de hecho es una loba. Debe ser por eso que es tan audaz.
Yo creo como tú que ambos están enamorados pero supongo que aún él no lo ve tan claro. Quizás tenga miedo de empezar de nuevo. Habrá que darle ánimos.
Muchas gracias por estar aquí. Un beso grande y feliz semana!