Muchas novedades, un poco de tensión, y verdades que salen a la luz.
Todo de ustedes, espero disfruten de un paso más en esta historia. Gracias por estar aquí y comentar. Miles de besos y buena semana.
Capítulo 14.
Verdades.
Anouk.
Apenas
llegué a la puerta de Rose sentí una mano que salía y como centrífuga me
arrebataba hacia el interior de la habitación.
Mi
amiga abrió y cerró con la rapidez de un rayo.
—¡Siéntate
y cuenta!
Reí
y me senté sobre su cama. Ella me imitó y su cara dibujó la desesperación por
que abriera la boca de una vez por todas.
—Muy
bien, ante todo para no sembrar tu histeria y calmar tu ansiedad te diré que
nos besamos.
—¿En
serio?
—Sí.
—¿Beso
verdadero? Quiero decir, ¿hubo lengua?
—Sí,
Rose –rodee los ojos.
—¡No
lo puedo creer!
—Yo
tampoco. Aún pienso que fue un sueño.
—¿Cómo
te decidiste? Es que me falta una parte esencial para entender. Veamos, la
última vez que te vi desaparecías tras las sombras del bosque con un cachorro
de lobo en los brazos. Dime en qué parte entra Drank a la escena y se besan.
—Ah
pues, llevé el cachorro a su casa. En realidad no quería dejar el lobito en el
medio del bosque y que mejor que él para cuidarlo.
—¡Ay
qué astuta eres eh! Yo que creía que morirías virgen.
—Ya
ves que no –reí—. De todas formas no creas que fue fácil.
—Eso
ya lo sé viniendo de ti. ¿Cuándo venciste la timidez?
—Cuando
lo vi salir de la ducha.
—¿Qué?
—Largo
de explicar.
—Tengo
todo el tiempo del mundo, querida. Me lo merezco.
—Lo
sé. Gracias. Me has ayudado mucho en convertirme en lo que soy.
—De
nada –encogió los hombros, sonriente—. ¡Continúa!
—Preparamos
café, hablamos, y una cosa llevó a la otra.
—Se
besaron.
—No,
él me besó cuando me dejó en la puerta de la mansión. En su cabaña comenzamos a
hablar y le confesé que estaba enamorada de él.
—¡No!
¿De verdad?
—Sí…
Drank me dijo que yo le gustaba pero tenía miedo.
—¿De
ti?
—Eso
mismo le dije yo pero me contestó que temía a mi familia y a toda esa
ostentación de la que estoy acostumbrada.
—No
digas más nada. Ya sé. Le dijiste que por él te daría igual vivir bajo un árbol
y sin ropa. Sobre todo sin ropa.
Reí.
—Algo
así. Le conté lo importante que era para mí y de aquella vez del probador en la
tienda. Que tú siempre me ayudaste para que él se fijara en mí.
—¿Me
nombraste?
—Por
supuesto.
—Eres
una gran amiga.
—Es
la verdad.
De
pronto ambas escuchamos un llanto. Rose se puso de pie y entreabrió la puerta.
—Es
Scarlet, pobrecita. ¡Cómo sufre!
—Deberíamos
consolarla –me apené.
—Creo
que está Bianca con ella. Ojalá le aconseje lo correcto. Debe enfrentar a
Petrov.
—¿Tú
crees que decirle la verdad sería lo mejor?
—Anouk,
si no se lo dice ella tarde o temprano alguien más se lo dirá.
Vikingo.
Cuando
la empleada de mesa de entradas me dijo que Olaf Arve se encontraba en planta
baja despidiéndose de colegas, contesté que lo esperaría. Imaginaba que no
tendría otra salida del hospital que la principal. Además, ¿por qué huiría por
otra puerta? Si no me conocía y aún ignoraba el motivo de mi encuentro.
Cogí
asiento y metí mi mano derecha en el bolsillo de la cazadora. Era la décima vez
desde que había salido de casa que constataba que el móvil de Susan todavía
permanecía allí. No podía perderlo por nada del mundo, porque ese aparato viejo
e insignificante era la llave para llegar a la verdad.
Mis
ojos se desviaron hacia una madre con un niño de la mano. El chico lloraba y
tenía uno de sus ojos cubiertos con una venda. Ambos entraron por una puerta
que parecía ser la de Guardia. Por el pasillo, un enfermero arrastraba una
silla de ruedas con una joven. Aparté la vista hacia el lado opuesto y lo que
vi no era mejor que lo anterior. Personas con yeso, un niño en camilla, un par
de ancianos en silla con máscara de oxígeno. Okay… No estaba precisamente en
Disney World. No sabía cómo Susan soportaba el dolor ajeno. Sería con la única
convicción de aliviar algo de esa situación. Susan… ¿Cómo pudiste meterte en
peligrosos secretos? ¿Por amor?
Suspiré
y recosté mi espalda al respaldo de la silla.
De
pronto, tres hombres vestidos de ropa de trabajo llevaban como podían al que
parecía ser un compañero. Este sangraba por el hombro y su rostro dibujaba el
dolor.
—¡Por
favor! ¡Un médico urgente! –exclamó uno de ellos.
Muy
pronto dos doctores corrieron hacia ellos para ayudarlos. El hombre herido se
desmayó y el aire se volvió más tenso. Gritos, más doctores, un enfermero con
camilla se acercándose a toda velocidad.
—¡Señor!
Miré
hacia la mesa de entradas.
—¿Buscaba
al doctor Arve?
Me
puse de pie.
—Sí.
—Acaba
de salir –señaló la puerta.
—¡Gracias!
Apresurado
llegué hasta las puertas mecánicas y aguardé segundos que se abrieran. Salí al
exterior y eché un vistazo alrededor. La gente iba y venía por la acera, otras
cerca de sus coches subiendo o bajando, ¿quién era Olaf Arve? No podía permitir
que se fuera ante mis narices.
Finalmente
dos hombres llamaron mi atención. Uno de ellos llevaba la bata blanca clásica y
conversaba con otro vestido de traje. Me acerqué sin perder tiempo e
interrumpí.
—Disculpen,
¿el doctor Arve?
—Soy
yo –dijo el hombre de traje.
—Ah,
suerte de encontrarlo doctor, necesito hablar con usted.
—Si
es por un paciente lamento decirle que estoy de vacaciones. Ha sido mi último
día en el hospital.
—No,
es un tema personal.
—¿Perdón?
¿Lo conozco?
—No
en persona pero seguro que ha escuchado mi nombre.
—Disculpa
Olaf, te dejo con el caballero. Por lo que he visto hay un paciente que entró
por urgencias.
—Ve,
Victor. Nos veremos cuando regrese.
—Disfruta,
amigo.
Seguí
con la vista al tal Victor para luego enfrentarme con el rostro curioso de
Arve.
—¿Y
bien? Tengo poco tiempo. Usted dirá.
—No
creo que podamos hablar aquí. Vayamos al bar de la esquina.
—De
ninguna forma, señor. Mi avión sale en un par de horas.
—Pues
tendrá que perder el avión si es necesario. Primero tendremos que hablar.
—¿Quién
cree que es? No me de órdenes.
—Tiene
razón, no lo tome como orden. Es un consejo. Le aseguro que será mejor para
usted saber que tengo para decirle.
Frunció
el ceño e intentó alejarse.
—Está
loco.
—Soy
el oficial Hakon, hermano de Susan.
Se
detuvo y giró para verme sorprendido. Me acerqué lentamente.
—Por
favor, bebamos un café. Tengo algunas preguntas que hacerle.
Titubeó
unos segundos y al fin cedió.
—Vamos,
espero que no sea broma.
—No
usaría a mi hermana para ello.
Caminamos
en silencio. Ni yo agregué palabra ni él preguntó nada más. Seguro su cabeza
trataría de adivinar qué cuernos querría el hermano de su ex amante muerta. Nos
sentamos en una mesa apartada, junto a una ventana. Antes de que el mozo
llegara a pedir la orden, Arve habló.
—Escuche,
sé que usted no aprobaba nuestra relación, lo sé por Susan. Pero debe saber que
fue la única mujer que amé después de la madre de mi hijo.
El
mozo se acercó.
—Un
café, por favor.
—Para
mí también, gracias –agregó.
Cuando
nos quedamos solos tocó mi turno de hablar.
—No
es por Susan que estoy aquí. Si bien es cierto que nunca me gustó que la
mantuviera en clandestinidad, ustedes eran adultos. Sabían porqué lo harían.
—¿Entonces?
¿Por qué está aquí?
Respiré
profundo.
—Verá,
ordenando los objetos de su casa, de Susan me refiero, encontré este móvil
–quité el aparato y lo deposité en la mesa.
Mi
mano sobre el móvil impediría si por cualquier motivo él quisiera arrebatarlo.
—¿Y
ese móvil?
—Era
de Susan. ¿No lo recuerda? Ella se comunicaba con usted a través de el.
Lo
observó unos instantes.
—Sí…
Aunque aún no entiendo porque lo trae y me lo muestra. Ella ya murió. ¿Qué
espera para deshacerse del móvil? Pierda cuidado que no lo quiero. Se lo he
regalado y no pienso reclamar algo así.
Sonreí
con sorna.
—Lo
imagino. Es más, creo que hubiera deseado que desapareciera como Susan.
—¿De
qué habla?
—De
los mensajes y audios que quedaron grabados.
Su
rostro se tensó sin embargo salió airoso del momento incómodo.
—¿Qué
puede haber de importante hoy? ¿Mensajes de enamorados le llamaron la atención?
—No
me subestime. ¿Cree que perdería el tiempo en ello?
—¿Entonces?
Diga de una vez porque me ha buscado.
El
mozo trajo los cafés y se retiró.
—Doctor
Arve –hice una pausa para buscar las palabras exactas y simples—. Este móvil
tiene audios que comprometen terceras personas. Necesito saber sobre ellos.
—¿Terceras
personas?
—Exactamente
los Craig.
Esta
vez el rostro se transfiguró y no pudo sobrellevarlo.
—¿Los
Craig?
—Dicen
poco, y mucho. Es como un rompecabezas donde me faltan piezas. Las mismas que
quiero hallar y encajar en esta historia oculta. Y no diga que no los conoce,
sé que tienen estrecha relación. Susan siempre hablaba de ellos.
—Debió
preguntar a Susan, no a mí.
—Yo
creo que se equivoca. Los audios van dirigidos a usted.
—¡Por
favor! No se haga el intrigante y dígame de qué se me acusa.
—Tranquilo.
Aún no lo estoy acusando de nada pero puedo hacerlo. Así que colabore, es un
consejo.
—Le
repito, no conozco demasiado a los Craig. Fueron pacientes para mí. Más exactos
Douglas, necesitaba transfusiones. No tengo nada más para decirle. No sé qué
habrá dicho Susan.
—¿Quiere
escucharlo?
Sus
ojos con temor se clavaron en el aparato.
—Sí,
querrá escucharlo. Estoy seguro que no dormirá tranquilo pensando que rayos
dijo mi hermana que ha llamado mi atención.
Sin
esperar busqué el cuarto audio, el que en realidad tenía motivo de atención.
Acerqué el móvil para que escuchara.
“Hola
amor, escucha, me enteré que vendrá una nueva forense desde Oslo. Olaf… ¿Qué
vamos a hacer con los Craig. Es peligroso que ella trabaje en la morgue. Tú ya
lo sabes, me imagino. Dime que haremos”.
—Esta
es su respuesta, doctor.
Busqué
el audio siguiente.
“Cariño,
no te preocupes. Sebastien Craig ya está informado. Si él no se preocupó, ¿por qué
nosotros?”
Lo
miré. Lucía realmente desencajado.
—Hay
más audios. Escuche, por favor.
Busqué
el audio dejando pasar dos o tres que no tenían mayor importancia.
“Olaf,
no pudimos vernos por dos días, sigo engripada. Creo que me ha bajado la
defensa por los nervios. No pude comentarte pero la forense volvió a
preguntarme sobre Douglas Craig y las
transfusiones. Le expliqué nuevamente sobre la talasemia pero… Olaf… tengo
miedo. Es muy buena profesional no dejará puntas sueltas. ¿Qué vamos a hacer?
Si ella descubre todo… ¡Olaf, somos cómplices!”
El
audio enmudeció. Nunca aparté la vista del director del hospital. Como buen
policía no fue difícil saber que el mensaje no le daba muchas opciones de
mentir y eso los sacaba de su eje.
—Este
audio de mi hermana me preocupó, doctor. Pero mucho más su respuesta.
Presioné
el siguiente audio de whatsapp…
“Susan,
debes mantener la calma. Si la forense llega a saber la verdad, Sebastien se
encargará de todo. ¿Entiendes? Debes cuidar esa gripe. Me haré un tiempo para
verte esta noche. Tranquila. El secreto de Kirkenes no saldrá a la luz.”
Apagué
el móvil y lo guardé en mi bolsillo.
—¿Y
bien? ¿Me dirá a qué se refería mi hermana con respecto a los Craig? ¿Por qué
su pánico? ¿Cuál ese secreto de Kirkenes?
Al
ver que bajaba la vista y bebía un sorbo de café, continué.
—La
forense es Bianca McCarthy, ¿verdad? Antes que me lo niegue estuve averiguando
algunos datos antes de esta reunión con usted.
Se
mantuvo en silencio pero no me miró. Siguió bebiendo el café.
Bebí
un trago y seguí en carrera.
—La
doctora McCarthy llegó al hospital en enero del 2015. Me pregunté qué hechos de
Kirkenes podían llamar la atención a una forense. ¿Sabe qué descubrí?
Esta
vez me miró y murmuró.
—No
tengo la menor idea.
—Bien…
Se lo diré. Contando tiempo atrás desde enero, en Kirkenes hubo apariciones de
cadáveres en iguales condiciones. Se dijo que eran suicidios en cadena y todo
quedó ahí. Sin embargo, ahora me pregunto si fueron realmente hechos derivados
de una secta diabólica o alguien los asesinó.
—¿Cree
que podría ocultar algo así? –se enfadó.
—No
lo sé, no lo conozco. Y después de estos audios creo que tampoco conocía a mi
hermana.
—No
hable de ella. Era una mujer íntegra incapaz de delinquir.
—Por
supuesto. Pero explíqueme que aconteció con esas muertes inexplicables. Porque
lo que ocurrió con la forense ya lo sé. Se casó con Sebastien Craig.
—¡Por
favor! No tiene que ver que se hayan conocido y enamorado con su trabajo como
forense.
—Sin
embargo yo pienso que sí. Me late que si los Craig no la hubieran sumado a la
familia ella estaría muerta.
—¡Está
loco!
—¡No
me tome por idiota, doctor! Y hable, cuente todo lo que sabe.
—¿Qué
hará si me niego? ¿Acaso puede obligarme? Ni siquiera tiene su placa. No está
en función oficial.
Respiré
profundo y pensé... Pensé… Pensé, ¿por qué realmente estaba allí, indagando a
Arve? No era por un sentimiento de justicia para llevarme los honores y
medallas de un caso prácticamente cerrado. Estaba aquí por mi amigo. Solo
quería saber la verdad. ¿Qué escondían los Craig? ¿Qué escondía Scarlet?
—Escuche,
podría entregar estos audios a la policía y entonces tendría que ser
investigado formalmente. No desea eso, y yo… yo tampoco. Por otro motivo estoy
aquí. Meterlo en problemas sería manchar la memoria de Susan. Porque estoy
seguro que ambos compartían el hecho de ser cómplices. Ahora bien… Usted elige,
o me cuenta a mí ese secreto, o entrego los audios.
Él
apoyó los codos en la mesa y entrelazó los dedos a la altura de la boca.
Pensativo, disgustado, acorralado.
Al
fin levantó la vista y me enfrentó.
—Le
diré lo que quiere saber, pero antes debo hacer una llamada.
—Hágala.
—Desde
un teléfono público.
—De
ninguna forma. ¿Cree qué soy idiota? Usará ese llamada para alertar a los
Craig.
—¡No
puedo hablar!
Respiré
profundo nuevamente.
—Okay.
Si así lo quiere –hice además de ponerme en pie.
Arve
atinó a cogerme la muñeca.
—Aguarde,
no se vaya.
—¿Hablará?
—Si
no avisará a la policía para que quiere saber secretos.
—Le
doy mi palabra que lo que hablemos en esta mesa no saldrá de mí. Saber la
verdad es por un motivo ajeno al que piensa. No es por Susan, ni por clamar
justicia. Es por un amigo.
—¿Un
amigo?
Sabía
que debía explicar a Arve la situación de Grigorii y Scarlet. Quizás tendría
compasión y si podría salvar a mi amigo de algo malo me consideraba satisfecho.
Así
lo hice… Conté su historia de amor con Scarlet Craig. Solo faltaba que me
dijera que escondía ella.
Él
escuchó atentamente. Sus ojos ya no esquivaban mi mirada, pero sí noté mucha
congoja.
—Hizo
bien Scarlet Craig en abandonar a su amigo. Es una mujer correcta. De lo
contrario, el oficial podría estar en peligro.
—Por
favor —rogué—, dígame el porqué. ¡Juro qué si no habla iré a la policía!
—¡Cálmese!
Debería ser yo el que perdiera el control, ¿no es así?
—Por
favor, le doy mi palabra de honor.
Tuve
que esperar algunos segundos para que comenzara hablar. Imaginé que aunque yo nunca
podría decir el secreto, por fin aquellas muertes tendrían explicación. Porque
no dudaba a esta altura que los Craig tenían que ver. Sin embargo… lo que
escuché de su boca… jamás en mi vida lo hubiera imaginado.
—Douglas
Craig no sufre talasemia. Necesita sangre para alimentarse, vive de la sangre
de los humanos. Él y todos los Craig.
—Están
locos, ¡Dios! ¡Dementes!
—No
son dementes. Son otra raza diferente a la nuestra.
—¿De
qué está hablando?
—De
vampiros, señor Hakon. De vampiros.
Quedé
con la boca abierta y por unos instantes mi respiración se cortó. Cuando
recobré el habla, balbucee.
—Usted,
¿no está tomándome el pelo?
—No.
¿Qué ganaría? Me pidió la verdad a consta de amenaza, porque de lo contrario
jamás delataría a ninguno de ellos. Les debo mucho. Sebastien Craig salvó a mi
hijo de morir. Créame, no son seres malvados. No tienen la culpa de su
naturaleza.
—Se
alimentan de humanos, Arve… ¿Cómo cree que puedo tomármelo bien?
—Supongo
que no. Somos humanos. Pero… lo mismo pensaría de usted la vaca que almuerza en
su plato. Y eso que puede elegir ser vegetariano. Ellos no tienen opción. Sin
sangre morirían.
—¡Ay,
por favor! No comparé esa monstruosidad! Las vacas son vacas y…
Mi
cabeza se hundió entre mis manos. Cerré los ojos. ¿Estaba jugando conmigo?
Pensé en Scarlet… Sus ojos extraños, su habilidad sobrenatural para disparar.
Nunca la había visto comer… Y por último… la mordida… La mordida de Scarlet en
el cuello de Grigorii. Mi amigo no se sentía bien…
—¡Dios
mío! ¡Dios mío!
—Tranquilo.
Si está preocupado por su amigo ya ve que Scarlet Craig se apartó de él. Debe
amarlo mucho.
—¡Dios
mío! –repetí.
—Hakon,
contrólese. Me prometió que no iba a hablar con nadie.
—¿Piensa
que me creerían? Me tomarían por loco.
—¿Cómo
usted a mí?
—No…
—negué lentamente con la cabeza—. Ahora me cierran algunas cosas que yo he
conocido por estar cerca. Dios… Grigorii no lo superará.
—Es
mejor que siga pensando que lo dejó por otro motivo. Es mi consejo. Y ahora…
debo irme.
—Cierto,
perderá el avión.
—No,
abordaré otro. Antes voy a encontrarme con Sebastien. Jamás me iría sin
contarle de nuestra conversación.
—Me
matará.
Sonrió
con sorna.
—No
conoce a Sebastien. Por la única razón que lo asesinaría sería si usted los
delata ante el mundo. Pero ya me prometió que no, ¿verdad?
—Sí,
di mi palabra. Solo quiero que le diga a Sebastien que necesito hablar con él.
Por favor…
—Se
lo diré. Y recuerde. Los Craig tienen dos opciones para sobrevivir. La sangre
humana y su secreto.
Sasha.
Gisele
abrió la puerta al poco tiempo que toque timbre. La saludé y pregunté por
Svetlana y Milenka. Ella dijo que estaban en su habitación. Subí las escaleras
de mármol y entré a la sala.
Todo
lucía impecable… ordenado, pulcro, perfumado.
—Gisele,
dile a Svetlana que he llegado.
—Sí,
Madame.
Me
quité el abrigo húmedo por la llovizna y lo colgué del perchero. Mis ojos
recorrieron el impecable lugar…
—¡Mamá!
¡Qué sorpresa! –sonrió nerviosa y se acercó con las manos extendidas.
Cogí
sus manos y la abracé.
—¿Verdad
qué sí? No me esperabas. Pues, estoy aquí, de visita.
—¿Ocurrió
algo con nuestra familia?
—Nooo,
tranquila. Solo quise venir a verte.
Nos
miramos unos instantes y arqueó la ceja.
—Okay,
vine porque estaba preocupada por ti.
En
ese instante Milenka apareció con su bella carita. Aferrada al marco de la
puerta sonrió.
—¡Hola
cariño! ¡Ven aquí!
Me
puse de pie y me incliné para quedar a su altura. Al tiempo que extendía los
brazos mi nieta dio varios pasos torpes hacia mí.
Me
acerqué para hacerle las cosas más fáciles. Cuando llegó hasta mí me abrazó y
la cogí en brazos.
—¡Cada
día más linda! Igual a tu abuela.
Mi
hija sonrió a medias.
—Qué
preocupada me tienes Svetlana!
—¿Preocupada?
¿Por qué?
—Porque
soy tu madre y a mí no me engañas. Así que ahórrate las excusas. ¿Qué está
ocurriendo contigo?
—Nada…
Yo… Estoy bien.
Milenka
descubrió con los ojos el bello centro de mesa y extendió su mano.
—No,
no es buena idea, cielo. Mami se enfadará.
Gisele
apareció en la sala con gesto de preocupación.
—Puedo
llevarme a la niña a dar un paseo, así puedes hablar con tu madre con
tranquilidad.
—La
niña no molesta —retrucó.
—Gracias
Gisele, es una buena idea.
Gisele
se acercó.
—Mile,
¿quieres dar un paseo?
Milenka
extendió los brazos.
—Es
tarde para ella.
—Svetlana,
estamos prácticamente en verano y si miras por la ventana la lluvia cesó.
—Sí,
Svetlana. Además tengo un paraguas muy grande y podemos ver vidrieras. Iré por
un abrigo liviano para ella.
—¿Quieres
que bebamos un coñac? –pregunté.
—Está
bien. Pero en una hora debo continuar el cuadro para los Bordou.
Cuando
Gisele y mi nieta partieron, mi hija y yo bebíamos coñac sentadas en el sofá,
cerca del hermoso ventanal. Las luces de la ciudad iban encendiéndose
regalándonos una vista maravillosa.
—Mamá,
sé que te preocupas por mí, pero estoy bien. Un poco agobiada.
—¿Estás
bien? ¿Te has mirado en el espejo? Cielos, ¿desde cuándo no peinas tu cabello
largo y lo tienes atado a un rodete? Déjame adivinar, desde la boda de Douglas.
—¡No
exageres!
—Svetlana,
mira tu ropa, manchada de pintura y hueles a aguarrás.
—Da
casualidad que me dedico a pintar, ¿lo recuerdas?
—Lo
sé. Pero ya es muy tarde. ¿No está por llegar Anthony? Te verá así… como…
estropajo… Hija, por favor. Deberías cuidar tu aspecto. Te has casado y eres
madre no te has muerto.
—Eso
suena machista.
—No
señorita, Machista sería si te aconsejo lucir bella y a Anthony no. Pero estoy
segura que a él no necesito decírselo. ¿Acaso Anthony se ha descuidado?
—Claro
qué no, él no tiene que cuidar la niña, asear la casa, pintar para ganar
dinero.
Cogí
su mano y la miré con pena.
—No
sé que he hecho mal.
—Quizás
nada. Creo que viéndolo desde afuera… Te has dedicado demasiado a Milenka. Eso
está bien. Yo lo he hecho con ustedes cinco, pero… No debes olvidar que tu niña
crecerá, tendrá su vida, sus proyectos, y se irá tarde o temprano. Entonces
tarde te darás cuenta que lo único que seguirá a tu lado es el compañero que
has elegido para tu vida. Tu larga vida. ¿Anthony no te ayuda con la niña?
—Sí,
él se la lleva al negocio los fines de semana. Yo tengo que terminar los
encargos que me hacen.
—¿Has
probado con rechazar algunos?
—Es
mucho dinero en mi vida que no puedo descartar.
—Es
mucho tiempo de tu vida que estás descartando. Y el tiempo querida mía, ese no
tiene precio por lo valioso. Habla con Anthony, él debe saber que te ocurre.
—Ya
es tarde… Anthony ya no está enamorado de mí. ¡Él se olvidó de mí!
—¿Cómo
dices? ¿De qué hablas?
—No
quiero meterte en esto.
—Ah
pues fíjate que ya metí sola y porque me preocupas. Vamos, puedes confiar en
mí. ¿Qué ocurre con Anthony? ¿Te ha dicho que no te ama más?
—No,
hubiera sido valiente de su parte. Prefirió buscar una amante a mis espaldas.
—¿Qué
dices? No puedo creer eso de Anthony.
—¿No
crees? Te mostraré.
Svetlana
desapareció y me quedé sola en la sala…
Demonios…
No hubiera imaginado haberme encontrado con un problema así. Había creído que
Svetlana necesitaría algún que otro consejo para llevar su agobiada vida de
profesional, esposa, y madre. Pero no… Esto era mucho peor.
Cuando
regresó yo aún estaba en shock. ¿Cómo era posible que Anthony hubiera sido infiel?
Parecía amarla tanto.
—Mira
tú misma.
Extendió
unos papeles y los cogí con mano temblorosa.
Eran
correos de mail… De Anthony hacia una tal Madame Girardon, y viceversa. No
hubiera tenido nada de malo ya que Anthony se dedicaba a vender las obras de
Svetlana a importantes clientes. Sin embargo la carga emotiva que contenían las
frases vislumbraba la íntima relación entre ellos.
“Hola
cariño, ¿has llegado bien a tu hogar? Te has ido muy tarde. Recuerda que hay
zonas muy peligrosas en París. Moriría de pena si te ocurre algo malo”. Madame
Girardon.
“Llegué
bien, guapa. Svetlana dormía, de lo contrario hubiera tenido que dar
explicaciones. ¿Lo has pasado bien? Espero qué sí. Tendré tu pedido especial. Hasta
el viernes, hermosa”.
Anthony.
Seguí
leyendo otro correo mientras mi boca se secaba.
“¿Podrás
venir el martes al cerrar el negocio? Si no tienes mi pedido no importa, sabes
que lo que ansío es tu presencia”. Madame Girardon.
No
quise leer más.
—¡La
odio! ¡A ella y a él! Hubiera preferido que se quedara con esa Vilu –lloró mi
hija.
—¿Qué
dices? Calla…
Me
puse de pie y dejé los correos sobre la mesa.
Me
sentía angustiada, triste, decepcionada con Anthony. ¿Pero cómo podía ser? Me
negaba a creerlo.
Me
acerqué a la ventana pensando miles de soluciones. Cualquier madre diría a su
hija que recogiera sus cosas y la niña y partiera a Moscú. Pero yo no era
cualquier madre, era Sasha Gólubev. Y ninguna hembra tramposa y malvada saldría
con la suya.
—¿Conoces
la dirección de esa Madame Girardon?
—Soy
hacker como Anouk, mamá. No hay secretos para mí. ¿Para qué quieres saberla?
—Vístete
con lo mejor que tengas, péinate, maquíllate. Nos iremos a la casa de esa
sinvergüenza.
—¡Estás
loca!
—Tú
estás loca si prefieres quedarte con los brazos cruzados. Aunque decidas dejar
a Anthony, primero debes desenmascararlos. Vamos, no perdamos tiempo.
………………………………………………………………………………………………...
El
taxi llegó hasta el distrito VII. Donde la famosa e imponente Torre Eifel lucía
todo su esplendor bajo la noche ya despejada. La brisa había cambiado por una
fresca y con aroma a asfalto húmedo. Sonido de bocinas y motores no lograron
distraerme de la penosa situación antes vivida. ¿Cómo era posible? Anthony…
El
chofer recorrió la zona izquierda del Sena. Uno de los barrios más ricos de
París. Denominado Rive Gauche. Una vista maravillosa a escasa distancia del
Palacio de Justicia. Entre los apartamentos señoriales, una mansión se
destacaba. La casa de Madame Girardon.
Pagué
al chofer ya que Svetlana no hubiera podido articular palabra y menos contar
dinero de su bolso. La entendía, pobrecita… Casada con tantas ilusiones, una
niña y… ahora un hogar hecho trizas.
Me
detuve frente a los grandes portones de rejas esperando que Svetlana se me
uniera. Ella solo caminaba con pasos indecisos y creí que en cualquier momento
iba a desplomarse. La cogí del brazo y la animé.
—Hija,
tienes que salir de esto, sea lo que sea no puedes seguir en tu casa
alimentando dudas y rabia. El miedo paraliza, lo sé. Pero estoy aquí, contigo.
—Gracias,
mamá.
Con
ojos llorosos contempló el jardín señorial tras las rejas. Grandes faroles
iluminaba un sendero de adoquines húmedos por la llovizna pasada, que moría en
unos pocos escalones de mármol. La enredadera tupida con campanillas trepaba
alrededor de los grandes ventanales. La mansión tenía luces encendidas menos en
la planta superior.
Toqué
timbre antes que Svetlana se arrepintiera y echara a correr.
No
esperamos demasiado. Al par de minutos, un mayordomo de uniforme elegante se
acercó con expresión seria.
—Bonne nuit, Madame. Mademoiselle?
Comment puis—je les servir?
Hablé en francés.
—Buenas noches, disculpe la
hora. Pero debemos ver a Madame Girardon.
—Madame está descansando.
—Imaginamos que sí, pero es
urgente.
—¿Quienes se anuncian?
—Dígale que Svetlana Gólubev
está aquí. La esposa de Anthony.
Vi la sorpresa en los ojos del mayordomo. Sin embargo se
compuso de inmediato y giró apresurado avanzando hacia el portal.
—Mamá, no quiero esto. Mejor
nos vamos y le pido a Anthony el divorcio.
—Svetlana, ya estamos aquí. Si
nos vamos, te arrepentirás de no haber llegado al fondo de esto.
—Me humillará –secó sus
lágrimas.
—Pobre de ella si lo hace.
El móvil de Svetlana sonó
dentro de su bolso. Con dedos temblorosos lo cogió y leyó.
—Es un mensaje de texto.
Anthony.
—¿Qué dice ese crápula?
—Que llegará más tarde.
—Perfecto.
—¿Y si está aquí?
—Da igual. Pensándolo bien,
mejor.
—Ahora nos hará pasar para que
veamos a Anthony sin ropa en su cama –lloriqueó—. ¡Qué horror!
—¡Svetlana! Veo que tienes
tiempo para ver series de tv. ¿De dónde sacas esas escenas novelescas?
—A veces leo un poco las
revistas de Hollywood.
—Pues más vale que no esté
desnudo frente a mí porque quien lo destripará será tu padre.
El mayordomo avanzó hacia los
portones.
—Me quiero ir…—susurró.
La aferré fuerte a mi brazo y
sonreí al caballero.
—Madame, dice que pasen, por
favor.
—Te lo dije, mamá.
—Calla, Svetlana.
Creo que el sendero era común y
corriente, propio de esas grandes casonas importantes. Sin embargo se nos hizo muy largo, a las dos.
Aunque todo llega, hasta el
portal de Madame Girardon.
Apenas pasamos a la gran sala,
la muestra de opulencia y buen gusto deleitó mis ojos. No cabía duda que la
señora, si podía llamarse “señora”, gozaba de muy buena posición. Muebles de
estilo Luis XV, de movimiento rococó. Sillones estampados en combinación azul
petróleo y líneas doradas rodeaban una mesa de té. La alfombra en tono apagado
cubría gran parte de la sala y las pesadas cortinas de tono ocre, cubrían la
vista al exterior.
—Madame, estará con ustedes en
unos minutos. Pónganse cómodas, por favor.
—Gracias, estamos bien así
–contesté con amargura.
Cuando el mayordomo desapareció
contemplé a mi hija. Necesitaba saber si podría seguir en pie a pesar de mi
insistencia. Pero Svetlana había abandonado su rostro compungido por uno
asombrado. Caminó hacia una de las paredes y se detuvo. Entonces, los vi… Tres
grandes cuadros de su autoría. Ambas nos quedamos viendo aquellas obras de arte
tan delicadas, con tanta expresión de emociones.
—Pintas muy hermoso.
Fue lo primero que se me
ocurrió decir.
—Así la conoció –susurró,
mientras una lágrima rodaba por su mejilla—. ¿Te das cuenta, mamá? Sin querer
lo llevé a los brazos de ella.
—Eso no tiene que ver, hija. El
que es infiel puede serlo en cualquier momento o en cualquier oportunidad.
Cielos… ¡Qué situación! No puede ser…
—Está demorándose. Seguro para
que Anthony escape por otra puerta.
—Ay Svetlana…
Retorcí mis manos, nerviosa.
Deseaba que esto terminara pronto para Svetlana. Sería una horrible escena la
que debíamos enfrentar.
Quizás aguardamos unos diez
minutos más, hasta que al fin la puerta se abrió y mi corazón se encogió. ¿Qué
ocurriría ahora frente a frente a esa mujer rica y desalmada que no le había
importado deshacer un hogar?
Pensé que Svetlana se
desplomaría por la tensión, aunque me equivoqué. Eso no fue lo que ocurrió. Mi
hija se irguió y sus ojos hasta ahora llorosos, destilaron rabia.
—Tranquila Svetlana, eres una
dama –susurré.
Y fue lo único que atiné a
decir en los minutos que siguieron. Ambas contemplamos una hembra joven de
cofia y delantal que arrastraba a una anciana en silla de ruedas.
—¡Svetlana! Eres tú, ¿de
verdad? ¡No puedo creerlo!
Quedé estática, congelada en el
mismo sitio. Mi hija abrió la boca y la cerró.
La empleada sonrió y acercó la
silla hasta nosotras. Una señora muy mayor, tendría alrededor de ochenta, de
brillantes ojos azules y rostro arrugado, no dejaba de sonreír.
—¡Svetlana! Por fin te conozco.
Es un placer tener frente a mí a la creadora de tanta belleza.
Demonios… Todo lo que habíamos
pensado se desmoronaba en ese instante.
—Buenas noches –titubeó mi hija
sin moverse.
La anciana extendió la mano al
tiempo que en los labios de Svetlana comenzaba a nacer una sonrisa.
Cogió su mano entre las suyas y
contestó.
—Yo también deseaba conocerla,
Madame.
—¡Qué bella eres! Tal como me
ha contado Anthony.
Me adelanté unos pasos y me
presenté.
—Madame Girardon, soy la madre
de Svetlana.
La anciana estrechó mi mano
asombrada.
—Oh, Sasha Gólubev, un placer.
—¿Conoce mi nombre?
—Por supuesto. Anthony habla
siempre de su familia. Está muy orgulloso. ¡Y la niña! ¿Milenka no ha venido?
—No, es que temíamos sacarla
con este clima –balbucee.
Mi hija no articulaba palabra…
Solo miraba el rostro de la anciana como queriendo convencerse de la escena.
—Tienen razón, se aproxima un
verano muy inestable. Pero por favor, los invito a beber un té.
—No, de verdad le agradecemos.
Sinceramente estábamos muy cerca de su casa y Svetlana decidió venir a
conocerla, ¿verdad hija?
—Sí… Disculpe… la hora.
—No hay problema. No me hubiera
perdonado no salir de la cama para conocerlas.
—¡Por favor, perdóneme! —exclamó
Svetlana y se inclinó en cuclillas para coger sus manos—. Debía avisar que
vendría… Disculpe. Yo también quería conocerla.
La anciana acarició el largo
cabello rubio y sonrió.
—Tienes un talento maravilloso,
querida. Eres una excelente madre y gran mujer. Lo primero lo sé por conocer
tus obras y lo segundo por Anthony. Está tan enamorado de ti. Pero ahora que te
veo, tan bella y ese rostro dulce, veo que no ha exagerado en absoluto. Aunque
–hizo una pausa y rodó la silla hacia uno de los cuadros que colgaban en la
pared—, ¿Por qué el demonio rubio? Si te pareces a un ángel.
Svetlana sonrió y se puso de
pie. Se acercó hasta llegar a la anciana.
—Demonio rubio me puso mi padre
de sobrenombre. Yo era… muy rebelde.
—¿De verdad? –se dirigió hacia
mí.
—Oh sí, era una niña muy
inquieta y de joven era…
—¿De joven? Pero si no debe
pasar los treinta años. ¿Qué queda para mí? –rio.
—Quiero decir de más joven
–sonreí.
—Ya tengo ochenta y dos.
Lamentablemente, después de mi parálisis no he salido de esta casa. Todo mi
mundo está aquí. Por eso mi encargo, la obra que encargué hace muy poco.
Anthony dijo que podría estar lista en la semana.
—La obra… ¡Oh sí! La vista de
la ciudad de Paris. La pinté desde mi altillo… Yo… debo terminar unos detalles.
—No te preocupes. Demasiado que
puedes con todo lo de una casa.
—Cuento con una amiga, Gisele.
Ella me ayuda mucho. Quisiera… Quisiera que viniera a visitarnos y conocer mi
casa, algún día.
—Querida, gracias. Lo veo poco
probable pero sí puedo esperarlos a todos a beber un té con macitas. ¿Vendrán
una tarde?
—Sí, por supuesto.
—¡Qué alegría! Así conoceré a
Milenka.
—Debemos irnos –interrumpí—.
Usted debe descansar y nosotras… Nosotras debemos regresar. Ha sido un placer.
—El placer fue mío, señora Gólubev.
Aquí no recibo muchas visitas. Dos amigas que vienen los sábados a alegrarme la
tarde, y por supuesto Anthony que desde que me conoció me visita asiduamente. A
veces jugamos a los naipes. Es un gran hombre.
—Sí… es un gran hombre –murmuró
mi hija con tristeza.
La anciana rodó la silla hasta
la mesa de té y cogió una campanilla. La empleada no tardó en venir.
—¿Madame?
—Por favor, tráeme de mi
escritorio la postal que ya conoces. Está junto a mi notebook.
—Sí, Madame.
—Y avísale a Paul que mi bella visita
se retira.
Continuamos hablando sobre el
clima, París, y cuestiones triviales hasta que la señorita llegó con el
encargo.
La anciana lo cogió y se lo
entregó a Svetlana.
—Ese es el pueblo donde nací.
Quisiera que lo lleves de recuerdo, tiene una dedicatoria para ti. La guardé
hace tiempo desde que me enamoré de tus obras.
—Muchas gracias.
Svetlana lo observó
detenidamente.
—Muy hermoso. Tiene un castillo.
—Sí. Rocamadour es una región
con mística. Allí nací y me crié.
—Lo pintaré para usted.
—¡Oh, gracias!
—Gracias a usted, por
recibirnos a estas horas. Debemos marcharnos pero… prometo traer a Milenka para
que la conozca.
—Dios las bendiga, gracias por
molestarse hasta aquí.
Y nos fuimos… partimos de esa
casona con la angustia mezclada con sosiego. Habíamos descubierto que la
supuesta amante de Anthony no existía, y a la vez Svetlana había cometido un
grave error… No confiar en Anthony.
Ya en el taxi me decidí.
—Llama a Gisele y dile que
prepare su bolso y uno para la niña. También el pasaporte. Me llevaré a Milenka
unos días.
—¿Para qué, mamá?
—¿Cómo para qué? Sería correcto
que enfrentes a Anthony y le digas la verdad. Que estén solos aunque sea una
semana, lo hablen, se reconcilien. Ambos se aman y tienen un hogar maravilloso.
—Tengo miedo. Mamá… Anthony no
me lo perdonará.
—Si puedes seguir mirándolo
todos los días ocultando lo que ocurrió, es cosa tuya. Solo es un consejo.
Siempre es mejor ir con la verdad. Se enojará, es probable. Sin embargo si
ocultas algo tan importante tarde o temprano te pasará factura. Madame Girardon
comentará de tu visita, ¿y qué dirás? ¿Qué te ha entrado de pronto unas ganas
locas de conocerla? Ve con la verdad, es un consejo de alguien que ha vivido
mucho más que tú.
Anouk.
Como
le había prometido a mi padre, ese mediodía lluvioso fuimos por capuccinos en
una elegante cafetería de Kirkenes. Él fue vestido con un traje impecable color
azul petróleo y yo… Yo de camisa blanca tres cuartos y jeans. Por supuesto
tenía como calzado unos bellos zapatos de cuero. La idea de usar tenis pasó por
mi cabeza pero la deseché. No por mi padre que seguro no le molestaría pero a
veces hay ciertos lugares que no permiten que consumas vestida como entrecasa.
En definitiva quise ahorrarle el mal momento.
—Bonita
cafetería –dijo mi padre—. Y el capuccino está exquisito.
—Sí.
¿Le has puesto azúcar?
—No,
ya con el chocolate que agregan es suficiente.
Mientras
bebía un sorbo sus ojos se desviaron hacia el techo.
—¡Qué
bella araña!
Observé
la lámpara de una decena de brazos que sostenía bombillas ovaladas de cristal.
—Oyeee,
¡qué bella! No lo había notado.
Bebió
otro sorbo y no levantó la vista de la taza, pero sonrió.
—¿Qué
ocurre?
—Nada…
Si hubieras venido conmigo hace tan solo unos meses atrás quizás no hubiera
pasado desapercibida para ti.
Bebí
el capuccino.
—Cierto.
Y ahora que me he fijado atentamente –miré alrededor—, tampoco los manteles de
encaje bordados ni los cuadros imitación de Van Gogh.
—Muy
bonito aquél…
—¿Cuál?
—A
tu derecha.
Giré
mi cabeza.
—Oh…Los
girasoles, 1888.
—Exacto.
Se dice que estaba destinada a decorar el estudio que compartían con Gauguin.
—Ajá…
—bebí otro sorbo de capucino.
—Bueno,
no estoy aquí para hablar de pintores. Más bien, quería saber de ti. ¿Cómo
estás? ¿Estás feliz de haber concluido la carrera docente?
—Sí,
mucho. Pero no la concluí. Es decir, ya aprobé toda la teoría pero para que me
otorguen el título necesito seis meses de práctica.
—Por
supuesto, sin embargo eso es más formal que otra cosa, ¿o no?
—Lo
es. Aun así debo hacerla.
—¿Ya
has conseguido algún colegio?
Bebí
otro sorbo y miré hacia la ventana. Llovía…
—Estoy
en ello.
—¡Qué
bien! Imagino que será en Kirkenes.
—Imaginas
bien. Sí…
—Y…
¿Dónde es? ¿En el centro?
—Ehm…
No.
—Ah…
—bebió un sorbo y aguardó paciente.
Recordé
a Rose y sus palabras con respecto a Scarlet. “Si ella no se lo dice tarde o
temprano alguien le dirá la verdad.”
—En
la reserva.
—¿Perdón?
—En
la reserva. Me preguntaste dónde haría la práctica.
—¿Qué
reserva?
—La
de lobos, papá. Donde vive Bernardo el amigo de Bianca.
—Ah…
El amigo de… Bianca.
—Es
un ser muy amable y con buen sentido del humor.
—¿En
serio? –se limpió los labios con una servilleta que dobló con cuidado y dejó
sobre la mesa.
—¿Alguna
pregunta?
—¿Yo?
—Papá,
te conozco. Confiesa que mueres por preguntarme.
—No
es que… Bueno en realidad… Me llama la atención la relación con el amigo de
Bianca. Sé que el lobo va a menudo a la mansión pero de ahí a que termines
siendo docente en la reserva me falta parte de la historia.
—Sí…
te falta parte de la historia –lo miré a los ojos.
—Por
favor, soy todo oído.
Bebí
de a sorbos, mientras pensaba cuál era la mejor forma de explicarle a mi padre
que si bien ejercer mi profesión en la reserva me entusiasmaba había otra importante
razón para aspirar al puesto allí. Drank.
—Me
enteré que necesitaban una docente para niños de corta edad –comencé.
—Como
en muchos lugares, supongo –contestó a media voz.
Mi
padre era un ser muy inteligente. No podía irle con historias dibujadas. Podía
simplemente decirle que no deseaba hablar de ello, entonces no insistiría. Pero
me parecieron injustas ambas, así que le conté. Por otra parte tarde o temprano
se enteraría y mi idea no era esconder a Drank.
—Me
enamoré de un humano.
Sus
ojos se desviaron de la taza y me miraron fijo. Creo que los primeros segundos
fueron de temor, pero se disiparon y sonrió.
—Es
una buena noticia que te hayas enamorado.
—¿Y
que sea humano? –revolví el resto de espuma del capuccino.
—Anouk,
que sea humano no me llama la atención. No soy tonto. ¿Cuántos vampiros hay en
este planeta? Muy pocos. Es normal que te enamores de otra raza. Cuenta, ¿es
docente como tú?
—No,
es leñador. Pero ha completado sus estudios secundarios y es muy inteligente.
—Es
bueno que trabaje y se mantenga, eso habla bien de él. Dime… ¿Vive cerca de la
reserva?
—Vive
allí.
—¿Con
los Samis?
—Con
los lobos.
—Ah…
No sabía que había humanos entre ellos.
—No
los hay. Él vive allí por una circunstancia especial. Llegó de Drobak con su
padre. Quedaron sin nada y Liz le pidió a Bernardo que lo ayudara.
—¿Liz?
¿Bernardo?
—Drank
es el chico que salvó Adrien Craig de la muerte. Amigo de Liz.
—Oh…
Ese chico… Sí, recuerdo… Así que se llama Drank.
—Sí
–encogí los hombros y sonreí.
Mi
padre solo me contempló. Me dediqué a beber y a sonreír mientras recordaba el
beso.
Finalmente
bajó la vista y nuevamente pasó la servilleta por sus labios.
Giró
la cabeza buscando al mozo y le hizo seña al tiempo que yo no dejaba de beber y
sonreír.
Cuando
el elegante mozo se acercó mi padre titubeó.
—Disculpe,
¿podría traerme algo fuerte?
—Sí
señor, recomiendo un whisky de exportación, o un coñac nacional excelente. Lo
que usted prefiera.
—El
coñac está bien, gracias.
—Yo
le pido otro capuccino, por favor –agregué.
—De
inmediato, señorita.
—Muchas
gracias.
—Sí…
gracias –murmuró.
Ambos
quedamos frente a frente, mesa de por medio,
con ese aire extraño y tenso que nos envolvía pero que no lograba
distanciarnos.
Así
continuamos, en silencio, sin mirarnos fijo, hasta que el mozo regresó.
Cuando
se retiró agregué azúcar al capuccino y revolví. Mi padre bebió un trago y
depositó el vaso en la mesa.
—Anouk,
esta conversación hubiera continuado con consejos sobre el cuidado de saber
bien si te has enamorado de verdad o puedes estar vislumbrada, pero… sentado
frente a ti, contemplado la amplia sonrisa que no abandonas y el brillo de tus
ojos… sé que el consejo estaría de más. Puedo conocer que estás profundamente
enamorada.
Lo
miré sin dejar de sonreír.
—Sí,
lo estoy. Lo amo.
—¿Y
él? –su voz se notó angustiada.
—También
lo está.
El
suspiro que escapó de su boca se escuchó claramente.
—Bueno…
solo me gustaría preguntarte si has pensado en las diferencias. Si las has
tomado en cuenta.
—¿Diferencias
de clase?
—No,
no… Las normales que pueden traer ambos de sus vidas anteriores.
—Sí,
te refieres a las diferencias de clase. Lo adornas bien pero es eso.
—No,
Anouk. No importa si es pobre, si es humano, si es… A ver… Nadie puede negar
que hayas tenido un estilo de vida privilegiado y él no. Lo que pregunto si te
has planteado que es un cambio drástico, ¿enfrentarás eso? Creo que debería
importarte analizarlo. Por ti, no por nosotros. En algún momento debes
pensarlo.
Bebí
un trago y dejé la taza en su sitio. Mis manos apoyadas en el mantel palparon
la suavidad de la tela. Uno de mis dedos recorrió el dibujo de una flor
bordada.
—Quiero
pedirte un consejo, papá. Ya que lo mencionas.
—Dime.
—Me
gustaría saber en qué momento… el hijo de un gran guerrero Gólubev, prestigioso
y rico, se detuvo a pensar cuando se enamoró de la sirvienta de los Romanov.
Cuéntame, así seguiría tu consejo porque te fue muy bien.
Me
miró fijo muy serio y noté sus ojos humedecerse.
—Nunca,
nunca lo pensé –contestó. Y sonrió.
Han salido muchas verdades a la luz, pero es verdad que sólo un beso con lengua es un beso verdadero?:)
ResponderEliminarYa que el capítulo va de verdades, te digo la mía. He compartido el capítulo y he clicado que me encanta después de leerlo.
Buena semana! Bso
¡Hola Ignacio! Muchas gracias, de verdad! Tu comentario me ha alegrado mucho. Es una suerte que lo hayas disfrutado.
ResponderEliminarUn abrazo grande y buena semana para ti!
Uy veamos como sigue y si Anouk logra conquistar a Drank. Te mando un beso y eres genial me sacaste un sonrisa y suspiro.
ResponderEliminar¡Hola corazón! Muchas gracias por comentar. Veamos como sigue su historia, un beso grande y me alegro que te haya gustado.
EliminarBuena semana!
Lou, estoy decepcionada, qué decepción tan grande!!! Yo que, pobre de mí, creía que era la más cotilla entre las cotillas y resulta que Rose es más cotilla que yo!!!
ResponderEliminarQue me parto y reparto con la idea de vivir bajo un árbol y sin ropa!!!! Vikingo no tiene un pelo de tonto y ha sumado 2 más 2 y lo sabe tooodooooo.
Me da que Anthony no ha sido muy infiel.
Capítulazo!!!!!
Besoteeeesssss!!!!!
¡Hola mi sol! Me has hecho reír, como siempre. Es que ganarle a Rose es ya es muy extremo. Recuerda que ella puede escuchar y ver mejor que los humanos. Además en pocos tiempo puede estar encualquier parte. Así que no te decepciones. Rose es especial.
EliminarSín ropa y bajo un árbol creo que aquí al menos se nos complica, pronto será invierno y no lo veo grato jajaja.
Vikingo ya sabe la verdad, ¿y ahora? Habrá que ver que hará con tamaño secreto.
Anthony se ha comportado correctamente y Svetlana pensó mal de él. ¿La perdonara?
Te mando miles de besos y muchas gracias por comentar cariño. Una buena semana para ti!
La amiga de Anouk no es cotilla,son muy amigas y es normal que le pregunte que ha pasado.Me ha gustado el padre de Anouk porque ha comprendido que su hija esta enamorada.Con Vikingo no se que pasara,se ha enterado que son vampiros y Anthony creo que no tendra problemas con su mujer porque la quiere y el que quiere lo perdona todo.Me ha gustado mucho el capitulo.Besos.
ResponderEliminar¡Hola Ramón! Muchas gracias por tu comentario. Es cierto Rose es una buena amiga y desea seguir de cerca los pasos de Anouk, solo con la intención de ayudarla en lo que pueda.
ResponderEliminarMijaíl, ha comprendido porque a él le ha ocurrido y además ve a su hija feliz. Y eso es lo que más importa.
Con Vikingo aún no sabemos que hará. Esperemos que no perjudique a los Craig.
Anthony ama a Svetlana y seguro perdonará, aunque no quiere decir que al principio no se enfade porque ella no vino con la verdad.
Me alegro muho que te haya gustado el capi.
¡Te mando un gran abrazo y el deseo que tengas una buena semana!
Hola, Lou... La verdad es que la conversación entre Anouk y Rose me ha parecido muy entretenida, e incluso divertida
ResponderEliminarNo, yo no creo que Rose sea cotilla... creo que es una buena amiga
Y como he leído el comentario de mi hermana... te puedo asegurar, yo que la conozco muy bien, que ella tampoco es cotilla... Le gusta decir tonterías, eso es todo
La actitud de Mijail me ha parecido la actitud de un padre que desea la felicidad de su hija... también la actitud de alguien que ha estado y está enamorado
Bueno, la conversación entre Vikingo y Olaf ya ha sido más seria... Vikingo ha descubierto una verdad muy complicada de asimilar... Lo que dudo es sobre qué hará con esa verdad... quiero decir que no sé si se lo contará a Grigorii o hablará primero con Scarlet para darle la oportunidad de contárselo ella
Lo que no creo es que vaya a denunciar a Los Craig... a Vikingo parece que solo le mueve ayudar a su amigo
Respecto a Svetlana, pues puedo entender sus dudas... pero es que lo que no está nada bien y es inaceptable es que haya leído el correo de Anthony
Pues me voy a repetir una y otra vez... pero tengo que felicitarte de nuevo por otro gran capítulo
Besos
¡Hola Mela! Un gusto que estés por aquí con tus bellos comentarios. Muchas gracias.
EliminarLa charla entre Anouk y Rose ha sido divertida, tienes razón. Como cuando se encuentran dos amigas y se cuentan todo.
Tu hermana es un ser de luz al igual que tu y los lectores de mi blog, siempre alegran mis días.
Yo creo que Mijail ha estado bien, sé que los Gólubev son especiales pero esta vez son los miedos propios de cualquier padre.
Vikingo es un problema mientras no sepamos que hará con tamaña información. Supongo que los Craig no se verán perjudicados, debe guardar el secreto. Bajo su palabra de honor.
En cuanto a decirle a Grigorii pienso que ni él ni nosotros nos animaríamos. Pues se trata de vampiros. Es un tan poco creíble, podría tratarlo de loco. Creo...
Svetlana ha estado mal y lo mejor será decírselo a Anthony cualquiera sea la consecuencia. Veremos que decide hacer.
En cuanto a tu felicitación, soy yo que no me cansaré de darte las gracias. Me da mucha alegría que una autora como tú le guste leerme.
Un besazo reina, y espero que tengas una buena semana.
Me encantó la conversación de rose y anouk.
ResponderEliminarLa charla con mijail fue hermosa, aún teniendo miedo de lo que podía llegar a pensar su padre, abrió su corazón y le fue muy bien!
Capitulazo!!!!
¡Hola mi reina! Gracias por comentar.
EliminarSi Rose y Anouk son muy amigas y se nota cada vez que hablan y se confían secretos. Anouk ha cambiado mucho y para bien.
También la charla con su padre fue sincera. Supo mantenerse firma en lo que ella desea para su vida. Que no es la prestigiosa vida de los Gólubev. Sino amar y corresponder a un simple leñador que le robó el corazón.
Me alegro que te haya gustado, amiga. Muchas gracias por estar aquí. Besotes miles.