INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

sábado, 20 de junio de 2020

¡Hola chicos! Espero que estén todos bien. Les dejo con mucho cariño el capi nuevo. Un besazo y gracias por comentar.


Capítulo 44.

Por un hijo.


Chelle.

Recogí la ropa que tenía para lavar desperdigada en mi habitación y la lancé al canasto de mimbre. Por la ventana observé el día nublado y volví a mi tarea. Daba igual si llovía o no, me quedaría en la cabaña como días anteriores había hecho. No solo carecía de ganas de salir sino que ya no tenía excusa que me obligara. Miyo había comenzado las clases con Ivan Gólubev y tenía mucho que estudiar.

Al salir de mi alcoba caminé por el pasillo y abrí la puerta del subsuelo. Ante el ruido provocado Margaret preguntó desde la cocina.

—Chelle, ¿estás bien?

No, no estaba bien y no lo estaría quizás por mucho tiempo.

—¡Sí, Margaret! –mentí.
—¡Tengo café recién hecho!
—Gracias, ¡pero debo lavar ropa!
—¡Okay, querido!

Encendí la luz y bajé las escaleras. El tragaluz estaba entreabierto y a través de la abertura se colaba un aire tormentoso. Deposité el cesto en el suelo frente al lavarropas y lo volqué. Comencé la ardua tarea de separar colores y texturas y fui lanzando parte de mis prendas al hueco de metal. Puse jabón en la división y el enjuague en la otra más pequeña. Encendí el botón después de elegir el programa.

La memoria trajo una imagen de tiempo atrás.… Yo en la misma situación, metiendo prendas al lavarropa de casa. De pronto su voz… “¡Chelle, arruinarás las telas!” Después su sonrisa… “Mi amor, te enseñaré a lavar correctamente.”
Beto… Siempre me marcaba los errores con una sonrisa.

“¿Intentas decir que los vampiros no sabemos usar el lavarropa?” Otra vez su sonrisa...
“No, estoy afirmando que tú eres el que no sabe.”
“A ver, ¿y cómo es esa tarea tan difícil?” Reí.

Y él con su habilidad humana en ciento de cosas que los vampiros ignorábamos, me enseñaba. También me enseñó a esquiar en la montaña. A mis padres no les agradaba el deporte de riesgo. Beto era un poco temerario y divertido. Todo lo tomaba con humor. Convertía las pequeñas discusiones en cuadros tragicómicos. Así era él, con esas ganas de vivir y disfrutar cada minuto de la vida. Vida que ella arrebató borrándome la felicidad de un soplo. Pero no lo asesinó apenas nos conocimos y comenzamos la relación, no… Ese acto no hubiera provocado tanto daño en mí si apenas era un enamoramiento incipiente. Ella esperó… Aguardó a su presa como lo hace una serpiente silenciosa para hincar su veneno. De esa forma el daño fue más grande, más profundo. Sí, planeaba todo con exactitud.

Volví al presente, antes de cerrar la puerta de la máquina cogí mi suéter preferido y lo lancé al hueco. Un aroma familiar impregnó mi nariz. Quedé tieso, inmóvil. No era el perfume a Dolce Gabbana que solía usar… Era su aroma, la clásica clorofila y tierra húmeda.

Metí mi mano y lo quité del lavarropa. Lo acerqué a mi rostro y aspiré profundo. Mike… ¿Qué estarás haciendo esta mañana? ¿Seguirás maldiciendo haberme conocido? ¿Habrás podido dormir? O como yo, ¿te despertarías por las noches extrañando buenos momentos? La angustia regresó como nunca y apretó la garganta. Había pensado que por fin sería feliz con una pareja que me amaba igual que yo a él y que nadie arrancaría de mí. Sin embargo me equivoqué. Trataba de pensar en aquellos momentos bellos que pasamos juntos pero siempre las frases despectivas y sus ojos de odio volvían a recordarme que solo le había atraído. Mike nunca me había amado.

—¿Estás bien?

Giré mi cabeza hacia la escalera sobresaltado.

—Margaret, me asustaste.
—Lo siento, te traje un café dulce.
—Gracias, me puse de pie.

Se acercó sonriente taza en mano.

—Te entiendes bien con el lavarropa. A Charles le ha costado unas semanas. Creo que se resiste a tanta tecnología.

Quise sonreír pero no pude. La pena me acaparaba y mi ánimo se encontraba por el suelo.

—Sí, es cogerle la mano –mi voz tembló—. Como he puesto seda y lana debo anular… el agua caliente.

Mis ojos brillaron por la humedad de lágrimas retenidas.

Ella depositó la taza sobre el lavarropas y me abrazó.

—Querido… Todo pasará… No estás solo.

Y lloré como un niño.


Gina Fjellner.

Otra noche había caído sobre la reserva. Otoño, y el sol iría desapareciendo entre las sombras heladas de Kirkenes hasta comienzo de marzo. Regresé de trabajar junto a Jessi en el negocio del centro, frente al aeropuerto. Allí vendíamos suvenires grandes y pequeños como recuerdos para el turista. Cumplía el horario de la tarde porque el turno completo llevaba mucho tiempo y no deseaba descuidar mi hogar. En casa, a pesar de todo aún continuaban viviendo la mayor parte de la familia y quería que se sintieran unidos y protegidos.

Aunque Bua iniciaba sus preparativos para la boda con el humano. Aunque Hauk y su chica tal como lo había hecho Burnaby y Lily, habían decidido vivir juntos en otra casa. Sí… También a pesar de que el compañero de toda mi vida y mi único amor ya no estaba entre nosotros. Sin embargo estaba Kristoff mi hijo introvertido. Con su pasión por la edición de videos y la ilusión de un contrato jugoso con alguna editorial. Y Mike… Ahora y desde hace tiempo la sombra de él escurriéndose en cada rincón de la cabaña.

Entre a mi hogar y el aire helado me congeló los huesos. Observé una de las ventanas abiertas cuya brisa del bosque hacía danzar las cortinas suavemente. La estufa a leña apagada…

Fruncí el ceño y abandoné mi abrigo y bolso en el sofá.

—¡Kristoff! ¡Kristoff!
—¡Voy mamá!

Con los brazos en jarro esperé que apareciera por la puerta de su habitación.

—¡Hola!
—¿Hola? ¡Kristoff, has dejado que esta casa se congele!
—Perdón.
—No puedo mantener esta casa como si fuera un hogar normal si tú no me ayudas. ¿Qué has hecho en todo el día?
—Ayudé a Vinter en el taller. Me dio unos billetes como pago y te los dejé en el cajón del armario. Después hice unos videos y logré decenas de seguidores. ¿Quieres verlo?
—Después.

Avancé hasta la ventana y la cerré. Él se apresuró a quitar leña del armario y a encender la estufa.

—Tardará en dar calor a toda la casa.
—Lo siento, mamá.
—¿Tus hermanos?
—Bua está en la Universidad, pasaría por la casa de su novio y se quedaría a cenar. Y Mike, no lo sé.
—¿No preguntaste dónde iba?
—¿A Mike? No me lo diría. Últimamente habla poco y nada.
—¡Demonios de muchacho! Esto no pasaría si hubiera estado tu padre.
—Pero él no está.

Lo miré apenada.

—Ya lo sé. Sin embargo no podemos dejar que este hogar se desmorone.
—Ya se desmoronó, mamá. Solo que no quieres darte cuenta.
Mis ojos se humedecieron y me abrazó.

—No es tu culpa. Así sucedieron las cosas.
—No –me separé y acaricié su rostro—. No podemos dejarnos vencer. Mira, voy a preparar la cena e invitar a Hauk y su chica a que nos acompañen esta noche.
—Pero es jueves, mamá. Es el día de la semana que cenan con los padres de…
—Ah, lo olvidaba. Bueno… Quizás Bua no llegue muy tarde.
—Dijo que te avisaría si se quedaba a dormir con Asgard.
—Okay… Okay… Cenaremos tu yo.
—A lo mejor llega Mike.
—No querrá cenar, hijo. No te preocupes.

En ese instante la puerta se abrió.

—¡Mike!
—Hola mamá, hola Kristoff –su voz sonó apática y apagada.
—Cariño, haré patatas fritas y hamburguesas caseras, como te gustan.
—No, gracias mamá.

Avanzó hacia la habitación e insistí.

—Estamos solos los tres, por favor… Haznos compañía.

Se detuvo a mitad de camino y quedó inmóvil dando la espalda. Suspiró y giró para verme a los ojos. No supe si mi rostro lo convenció pero dijo que le avisara cuando la cena estuviera lista antes de encerrarse en la habitación.

Un poco animada, me dirigí a la cocina. La note limpia, ordenada,  y con aroma a limón. Sobre la encimera una nota.

“Te limpiamos la cocina con Bua. Te queremos, Mike.”

Sonreí.

Encendí la hornalla y puse a calentar el aceite en una sartén. Siempre preparaba patatas fritas generalmente los fines de semana. La familia se reunía a pleno y las charlas y risas aún las tenía grabadas en los profundo de mi ser.

Esta cena no iba a ser igual a las tantas ya pasadas. Había ausencia de algunos hijos, y ausencia de él. Esta última era profunda y dolorosa porque era persistente y definitiva. La sentía por las noches, durante momentos claves del día, fuera y dentro de mi cabaña. Donde iba me acompañaba. Me partía el alma… Hasta el móvil silencioso se convertía en un objeto cruel en aquellos instantes que solía llamarme por la tarde. Es que él era mi mundo. Mi compañero fiel y compinche en proyectos. El macho del que estaba tan enamorada como el primer día que lo conocí…

“Soy un lobo y tú una humana, pero no amamos y no existirá nadie que nos separe.”

El olor a aceite caliente me hizo reaccionar. Rápidamente hice a un lado la sartén y me dediqué a pelar las patatas y preparar la carne molida. Mike cenaría con nosotros y quizás poco a poco se sentiría mejor volviendo a ser el de antes.

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Pero nada de eso ocurrió. Mike nos acompañó sentado en la mesa, sin embargo no emitió palabra, apenas monosílabos cuando nos referíamos a él. Casi no probó bocado, después se retiró en silencio a su habitación.

Kristoff se ofreció a ayudarme a levantar la mesa, le dije que no. Prefería quedarme a solas y pensar. ¿Cuántos años me quedaban de vida? Quizás muchos. ¿Cómo vivir con la mitad de mi corazón? A veces parecía escuchar sus pasos de la sala a la cocina, o de la alcoba a la sala. Una tarde pensé que  era él, que todo había sido una pesadilla y que había despertado con su llegada. Era Burnaby que había venido a visitarme y atravesó la sala hasta la habitación donde yo estaba. Nunca me había dado cuenta que mi hijo mayor tenía su mismo andar.

Jessi me decía que si tuviera nietos mi vida sería diferente, tendría otro sentido. Que la tristeza no se iría del todo pero que disfrutaría momentos inolvidables junto a los niños. Sí… Los niños llenan espacios desolados de tu alma. Por el momento ninguno de mis hijos tenía la idea de darme ese regalo así que para ello debía esperar.

Después de limpiar la cocina y ordenar cogí una vela como todos los jueves. Busqué las cerrillas y encendí la llama. Dejé que goteara lentamente sobre el platillo de cerámica blanca y deposité la vela sobre el cebo caliente. Recé al gran Gumpe, espíritu del lobo sabio y guía de todos nosotros. Le pedí por mi fortaleza, que no flaqueara, por mis hijos que recuperaran la sonrisa y las ganas de vivir. Por supuesto pedí por él, por el lugar de luz que se merecía estar. Y le hablé… al amor de mi vida como si pudiera escucharme.

—Mi amor, enciendo esta vela como todos los jueves para que te halles envuelto en luz junto al gran Gumpe. Estoy tratando de llevar adelante nuestro hogar, ese que soñamos y que logramos construir. No me abandones estés donde estés. Guíame… Haz que Mike olvide a ese vampiro y encuentre entre nosotros alguien que valga la pena. Haré lo posible porque no piense más en él y no se desmorone. Dame una señal de que estoy en el camino correcto. Mientras esta luz brille sé que estarás feliz.

Kristoff salió de la habitación.

—Mamá, disculpa. Quería mostrarte mi último video. ¿Quieres verlo?
—Claro, hijo. ¿Mike duerme?
—Sí. Puse el audio volumen bajo.
—Está bien, vamos.

Antes de llegar a la puerta de la habitación Kristoff se detuvo.

—Mamá…
—¿Qué cariño?
—La vela… se apagó.


Chelle.


Esa tarde Miyo me acompañó a la biblioteca. Ivan le había pedido que buscara un libro que a ella le gustara para practicar lectura. Quedó fascinada con esas columnas de libros dentro de infinidad de estantes. En mi caso debía devolver el volumen III de “Vikingos” y llevarme el IV así que el paseo vino como anillo al dedo.

Entregué el libro a la bibliotecaria y pedí el próximo volumen, también pregunté por la sección de libros de Enseñanza primaria y Educación elemental. Después que la empleada nos guio, le dije a Miyo entre que libros podía elegir y que lo llevaría como préstamo.

—¿Y cuándo lo devolveremos? –preguntó preocupada.
—En un mes. Para ese tiempo sabrás leer muy bien.
—Chelle tiene fe en Miyo.
—Por supuesto eres muy inteligente.
—Chelle también. Lee esos libros que tienen muuuchas letras. ¡Muchas!

Reí. La verdad que era la única que me hacía reír.

De pronto señaló el último estante.

—¿Miyo puede llevar ese libro?
—¿Cuál? ¿El de color azul?
—No, junto al azul, el verde.
—Okay, veremos de que trata. Ten mi libro –cogí la escalera y me dispuse a traérselo.

Ella me quedó observando desde abajo con una sonrisa entusiasta. Cogí el libro y leí el título. “Príncipe y mendigo”.

—Es una historia entretenida –hojee el texto—. Parece que está contada más simple que la original, supongo servirá.

Me disponía a bajar y un aroma que conocía tan bien se percibió en el aire. ¿Estaba volviéndome loco? No podía ser… ¿En una biblioteca? ¿Por qué no? En Kirkenes había lobos…

—Hola lobo –saludó Miyo.

Y mi mundo se derrumbó.

Deseaba no mirar, no quería mirar. Ese saludo de la joven vampiresa no iba dirigido a cualquier lobo. La voz penetrante y melodiosa lo confirmó.

—Hola Miyo, ¿cómo estás?
—Bien. Chelle está arriba –señaló hacia el techo—. Está buscando un libro para mí.
—Me parece genial.

Okay… No podía estar eternamente arriba de esa escalera. Lo de ser cobarde ya me molestaba demasiado así que decidí bajar, por supuesto ignorándolo.

—Vamos Miyo, llevaremos este libro.
—Por favor, necesito hablar contigo.

Haciendo oídos sordos la cogí de la mano e intenté avanzar pero Mike se interpuso.

—Por favor quiero hablar contigo. Es solo un minuto. Miyo, ¿me dejas a solas con él?
—¡Miyo, no te vayas!
—Te lo suplico, Miyo. Es solo un momento.
—¡Qué no Miyo! ¡Vámonos!

La vampiresa pataleó como niño enfadada.

—¿Qué hace Miyo, se va o se queda? –lloriqueó.
—Nos vamos los dos y punto.
—¡Chelle! ¡No me huyas!

Avancé por el pasillo con el libro bajo el brazo y Miyo cogida de la mano. Por supuesto Mike me siguió. Si a terco nadie le ganaba. Se adelantó y nos interceptó.

—Tarde o temprano tendrás que hablar conmigo.

Enfurecí y solté a la Sherpa.

—¿Quién te has creído? ¿Tendré que hablar contigo? ¿Quién lo dice? ¿Tú?
—Por favor, es un minuto.
—No te daré ni un segundo más de mi vida. Ya la desperdicié casi dos meses.
—No digas eso. Aguarda, sé que dije cosas horribles y que no quise escucharte.
—¿En serio? ¿Ahora quieres escucharme? Pues fíjate que no me interesa darte explicaciones. Sigue pensando lo que quieras.
—¡Chelle!
—Sal de mi vista, Mike. No debemos vernos más.
—¿Sebastien Craig te convenció?

Volví sobre mis pasos y me acerqué hasta tenerlo cara a cara.

—No, no necesité a Sebastien Craig para abrirme los ojos. Tú lo hiciste muy bien. Me dejaste claro que concepto tenías de mí y cuánta sinceridad había en tu amor.
—Te amo y eso es verdad.
—Tú no tienes idea lo que amar, lobo. Fui un pasatiempo que te duró mientras las cosas eran fáciles. En el momento que debías demostrar que me amabas, se te complicó demasiado. ¿No es eso? Pero tranquilo, te entiendo después de todo. Imagínate decirle a tu familia que eres mi novio y enfrentarte a ella. ¿No verdad? Hasta ahí llegaba tu amor.
—Perdóname –me miró con súplica y ojos húmedos.

Eran muchos recuerdos, bellos, intensos, y también de los otros…  Ese día horrible que sus palabras me destruyeron, y sus golpes de los cuales ninguno me defendí.

—No –contesté—. No voy a perdonarte. Ahora déjame en paz.

Llegué hasta la bibliotecaria y con manos temblorosas extendí el libro.

—También llevaremos este de préstamo.
—Chelle, Mike está mirándote.
—No importa, Miyo. No prestes atención. Lo hace a propósito.
—¿A poprosi…? ¿Cómo se dice?
—A propósito.
—Caballero, el documento.
—Ah sí, aquí tiene –se lo di.
—Chelle, Mike está llorando despacito, pobrecito.

Me giré hacia ella y la miré pero cuidé que Mike escuchara mi voz.

—Llora porque tiene lágrimas de cocodrilo. No le creas.
—Pero no es un cocodrilo, es un lobo.

La bibliotecaria nos miró sorprendida.

Sonreí apenas.

—Ella lo llama así desde pequeña… Sí… es gracioso.

La señora puso los libros en una bolsa y tomó mis datos. Apenas me entregó el libro salimos de allí como alma que lleva el diablo.


Sebastien.


Reunidos en la sala con Charles y Bianca comentaba las últimas novedades sobre la Isla del Oso. Natasha ya tenía su laboratorio listo y esta semana llegarían los fósiles para su estudio. Teníamos muchas expectativas sobre los análisis de genética a esas antiguas especies. Quizás podríamos llegar a conocer algunos secretos hasta ahora ocultos para nuestra raza. En realidad no pensaba tanto en mi curiosidad, sino en el desarrollo de los bebés y niños en nuestra familia. Tenían derecho a desarrollarse y vivir lo más normal posible. También ocurría con Milenka Gólubev. Conociendo y dominando los defectos en nuestro organismo podríamos lograr descubrir por qué la necesidad de sangre, por qué el rechazo a alimentos sólidos, e incluso la razón del error genético en la cruza de vampiros y lobos.

Douglas había logrado el sentido de la vista gracias aquel trasplante, lo mismo ocurrió con Clelia y el cese de su parálisis, sin embargo aún podían surgir nuevos casos. Sí… A pesar de la distancia implementada entre las razas. El caso de Anouk y Drank angustiaba a los Gólubev, por lo tanto también me preocupaba. Hablando de ellos, Sasha y Mijail pensaban viajar a Kirkenes para ver a su hija. La menor de la familia vivía hoy por hoy en una reserva de lobos con su pareja recién convertido, y aunque traté de tranquilizarlos de que se notaba feliz, entendía que para los padres era necesario convencerse por sus propios ojos.

—¿Dejarás que los Gólubev visiten la reserva? –preguntó Charles.
—No es que prohíba que vayan, pero si hay ocasión que Anouk los vea aquí, pisar terreno enemigo lo encuentro innecesario. Parecería una provocación.
—Se dice que Drank es guardián de Gloria, deben tener peso sus decisiones. Que sus futuros suegros visiten su hogar no me parece que alguien pueda contradecirlo.
—Es el ambiente hostil, Charles. Si le sumamos a todos los hechos, la última vez que fui…
—Lo sé…
—Hablando de ello –Bianca depositó la taza de café sobre la mesa baja de la sala—, Bernardo me pidió que trasmita sus disculpas. No quiso echarte solo que se asustó. Nunca te vio así.
—Sé que me alteré pero si tu hubieras estado en ese momento…
—Cariño, sé de qué hablas. Yo misma pasé una situación horrible cuando no me permitían ver a mi amigo recién convertido. Hay algunos lobos que nos detestan.
—¿Algunos? Diría que la mayoría. Mi idea es que el distanciamiento provoque un poco de calma.
—¿Qué hay del lobo qué casi mata a Numa? –preguntó Margaret.
—Grigorii me dijo que le iniciaron una causa penal, pero quedó libre. Su estado de embriaguez al conducir fue un aliciente para la tentativa de homicidio.
—¿Qué harás? –Charles bebió un sorbo de café.
—Por ahora nada. Lo he pensado con Bianca y tiene razón.

Bianca sonrió.

—¿Y qué ha dicho la dama de los Craig? –Charles la miró orgulloso.
—Que tengo a Numa vivo y recuperándose. No buscaré venganza.
—Me parece bien. Es una sabia decisión.
—Lamento poner el tema en esta reunión amena pero –Margaret suspiró—, quizás si Vilu ya no existiera los lobos podrían aplacar el odio. El lobo era muy querido y no solo su familia quedó destruida.
—Sé que debo ir por ella tarde o temprano.
—¡No, por favor! –Suplicó Bianca—. Prometiste que no lo harías. Tengo terror de que te ocurra algo malo.
—Tranquila, mi amor. Ese día no iré solo y sin armas. Sin embargo es un hecho que no podemos vivir eternamente así a la espera de un próximo golpe. Por ahora la amenaza de Agravar la mantiene alejada pero no será por mucho tiempo.
—Avísame que iré contigo –Ron bajó las escaleras—. Hacerla desaparecer para siempre es algo que deseamos muchos.
—Dalo por hecho –sonreí.

Charles se puso de pie y Margaret lo imitó.

—Lamento no tener más tiempo pero los Sherpa fueron a pasear por la costa, Chelle está solo y me preocupa.
—¿Lo notas mejor?
—En absoluto.
—Maldito lobo –susurré—. Como lo engañó y lo degradó.
—No sabemos si el lobo se habría enamorado de verdad –aportó Margaret.
—Si hubiera querido a Chelle no hubiera actuado así. El dolor de quien amamos es nuestro dolor. Debió escucharlo.
—Es joven, como Douglas. Tú sabes en todas las razas cometen esta clase de impulsos. No te preocupes, te mantendré al tanto –Charle dio un beso en la frente a Bianca y palmeó mi hombro.
—Charles…
—Dime.
—Esta vez necesito que no me ocultes nada sobre ellos. Y si aparece para incriminarle algo, no lo dejes entrar.
—Entendido. Aunque estoy seguro  que si el lobo quiere verlo, lo encontrará en cualquier lugar.
—Estaré atento.

En ese instante el motor de un coche se acercó hasta detenerse en los portones. Charles se acercó al visor de la cámara.

—Un taxi… Creo que es uno de los padres de Nicolay.

Avancé preocupado por la hora de visita y sin la compañía de mi hijo.

—Dime que no escapó otra vez –murmuré mientras abría las puertas.

Salimos al parque al tiempo que Boris se adelantaba con una pequeña maleta.

—Boris, ¿qué ocurrió? ¿Nicolay?
—Está bien, con Branden… No te preocupes.
—¿Esa maleta? ¿Te vas de viaje?
—No… Me fui de casa.
—¿Cómo?

Bianca se acercó.

—¿Te has enfadado con Branden?
—Nos separamos –sus ojos brillaron por las lágrimas—. No estoy bien.
—Por favor, pasa.

Charles y Margaret se despidieron y me apresuré a entrar junto a Bianca.

—Boris, ¿quieres un café o un jugo?
—No gracias, Bianca. No me pasa nada por la garganta.
—Coge asiento, cuéntanos que pasó.

Se quitó el abrigo y se sentó cabizbajo.

—Me quedé sin trabajo hace dos meses y creo que empeoró la convivencia.
—No me parece que quedarte sin empleo tenga que ver con una separación. Son pareja, viven juntos, se quieren. A cualquiera puede ocurrirle.
—Es que soy yo… No puedo con la situación. Branden terminó los estudios y está trabajando en el hospital… Gana mucho dinero. Yo… No tengo nada.
—A ver –respiré profundo—. ¿Branden te reprochó haberte quedado sin empleo?
—No, es decir… No directamente. Pero sé que le molesta ser el único sustento.
—Boris, podría ser idea tuya. ¿Lo hablaron?
—No hablamos porque tiene poco tiempo libre y cuando lo tiene prefiere estar con Nicolay en su habitación. No veo mal que comparta tiempo con nuestro hijo sin embargo… Lo huelo, se cansó de mí. Quizás conoció a alguien inteligente y apuesto en el hospital.
—Boris, no veas fantasmas donde no hay. No creo que Branden te cambie por otro solo porque tiene trabajo y es guapo –se compadeció Bianca.
—No sirvo para nada.
—Pienso que el problema eres tú – lo miré a los ojos—. No porque tengas o no trabajo o estudio. Tú no tienes amor por ti, te crees poca cosa y no es cierto.
—Puede ser. Lo cierto es que plantee la separación y ni siquiera me pidió que me quedara –sollozó.

Cielos…

—Te pido si me dejas quedarme aquí por poco tiempo, hasta que encuentre otro trabajo y pueda alquilar. Estoy en la calle… No me preguntó dónde dormiría…
—Tranquilo, puedes quedarte todo lo que quieras. Douglas ya no vive en la mansión y Numa estoy seguro querrá instalarse en la habitación de Ekaterina, así que hay lugar. De todas formas me gustaría que intentaras hablar con Branden. Si es que aún lo amas.
—Claro que lo amo. Él y Nicolay son mi vida. Una de las razones de irme de casa es por mi hijo, no quiero que vea más discusiones.
—Verás que todo tendrá solución. En cuanto al trabajo preguntaré en el hotel que puedes hacer. ¿Te parece?
—Sí, muchas gracias.

Charles.

Apenas llegamos con Margaret, subí a la habitación de Chelle. No estaba… Busqué por si había una nota avisándome donde iría pero nada hallé. Rápido busqué en el cajón de la mesa de luz con una corazonada que me inquietaba…

Su pasaporte no estaba en el lugar de siempre…

Llegué a la sala con el corazón latiendo más de lo normal.

—Margaret, Chelle no está y se llevó el pasaporte.
—¿Qué?
—¡Joder, Margaret! ¡Hizo una locura!

Chelle entró por la puerta principal con una pequeña bolsa junto a Miyo.

—Buenas noches.
—¡Hola Charles!
—¿Dónde estaban? –volvió el alma al cuerpo.
—En la biblioteca, a una plaza, y después bebimos un jugo en una cafetería.
—Ah… Creí que Miyo saldría a la costa.
—Miyo no quiso ir con hermanos. Mira –buscó en la bolsa y mostró un  libro—. Nos prestaron libros para leer. Miyo está feliz.
—¡Me alegro, querida!

Margaret se acercó sonriente y hojeó el texto.

—Príncipe y mendigo, nunca lo leí.
—Puedo leértelo despacito.
—Me parece genial. Ven, vamos a la habitación y me cuentas que te pareció la biblioteca.

Cuando me quedé a solas con Chelle observé su rostro. Lucía igual que días anteriores. Demacrado y triste. Se sentó en el sofá y abrió el libro de Vikingos.

—No encontré tu pasaporte y… me preocupé. Yo… Creí por un momento…

Levantó la vista y me miró.

—¿Qué había ido tras ella?
—Sí.
—No creas que la idea en estos días no se me cruzó.
—Por favor, piensa bien lo que harás. Si decides hacer algún disparate, no lo hagas solo. ¿Entiendes? No queremos quedarnos sin ti. Eres parte de la familia.
—Gracias. No escaparé sin decirte.
—Bien… ¿Un coñac?
—Acepto.

Serví dos vasos y me senté frente a él.

—¿Quieres hablar de cómo te sientes?
—No.
—Okay. ¿Sigues leyendo sobre Vikingos?
—Sí… Hay un hecho en el pasado por el cual abandonaron Kirkenes, y sospecho saber porque fue.
—¿En serio? ¿Qué piensas?

Cerró el libro y miró un punto fijo durante varios segundos interminables.

—Mike estaba en la biblioteca –cambió de tema.

Bebí un trago y suspiré.

—¿Hablaron?

Negó con la cabeza.

—Entonces, ¿fue casualidad?
—No, estoy seguro que me siguió –bebió un trago de golpe—. Intentó pedirme disculpas pero me fui.
—Bueno… Todo a su tiempo. Estás herido y es razonable.
—No quiero verlo más y parece que en esta ciudad será un deseo imposible de cumplirse.
—Disculpa pero… estás cometiendo el mismo error del que lo acusas. No quisiste escucharlo.
—¿Para qué? Lo que dijo dicho está.
—¿No vale la pena para ti remediar las cosas?

Me miró e hizo una mueca de sonrisa fingida.

—Si Sebastien te escucha no se sentiría feliz.
—Sebastien se sentiría feliz si tú lo estás. Si para ello deben reconciliarse y estar juntos, es lo que vale.
—Sebastien es muy inteligente, me lo advirtió y no lo escuché.
—No dudo de su inteligencia. Lo que ocurre que a veces la inteligencia y el amor no tienen nada que ver. Los enamorados a veces hacen cosas tontas pero los hace felices y es lo que importa.
—Lo que le ocurre a Mike no es amor por mí. Me hubiera defendido frente a ese… idiota que se burló y aprovechó la situación.

Lo miré y arquee la ceja.

—No me mires así, no son celos.
—Pues, se le parecen mucho.
—¡Qué se quede con él!
—¿Vas a dejar que te lo arrebate?
—Quizás sean tal para cual.
—Ajá… Bueno… No te angusties, cuéntame sobre los vikingos noruegos y tu sospecha.
—Ah sí… Es que pienso que huyeron de estas tierras por una catástrofe… Y… —resopló y cerró los ojos.
—¿Qué ocurre?
—Nada, que… Se puso a llorar, ¿puedes creerlo? Frente a Miyo. A ella le dio pena.
—Debió ser un cuadro conmovedor. Por un falso machismo es extraño ver a los machos llorar.
—Él parece ser muy sensible, por supuesto menos conmigo. Conmigo fue cruel. Joder, no quiero hablar más de Mike.
—Obvio, cuéntame sobre los Vikingos.
—Sí… Ehm… ¿No te enfadas si me retiro a mi habitación?
—¡Claro qué no! Descansa. Mañana será otro día.
—Hasta mañana y… gracias por preocuparte.


Sebastien.

 Hoy había comenzado la jornada muy temprano. Dos empresarios estaban interesados en un proyecto para abrir un pequeño hotel en la Isla del Oso, así que me reuní con ellos en la gran sala del hotel. George, el gerente de conserjería, siempre tan atento, hizo que se sintieran muy a gusto durante la reunión. Realmente después de Charles no había quien preparara café tan exquisito.

Hablando de Charles, me había comunicado con él apenas me levanté. Necesitaba saber cómo estaba Chelle. Sabía que un corazón roto no se curaría de un día al otro pero debía seguirlo de cerca. Me sentía un poco más tranquilo cuando lloraba o se descargaba hablando con Charles, pero mi mayor miedo era cuando se quedaba en silencio, pensando. Porque allí, donde iban sus pensamientos no era un lugar que pudiera acceder. Nadie puede acceder a la mente de otro, salvo Natasha cuando se daban ciertas condiciones. Pero yo no contaba con esa virtud.

Chelle estaba muy bien acompañado por los Sherpa. Miyo lo apreciaba mucho y realmente lo lograba divertir algunas veces. Quizás debía tener paciencia para ver al hijo del querido aquelarre Huilliche, repuesto y con ganas de vivir. Sin embargo mi miedo iba más allá de lo que durara su pena de amor. Era la amenaza de Vilu que aun desaparecida seguía siendo un gran problema. Su hermano para ella había sido claramente un traidor y no iba a quedarse de brazos cruzados, así pasaran años. Con Chelle débil era más fácil capturarlo y darle muerte. No dudaba que lo haría en la primera oportunidad que se le presentara.

En Kirkenes estaba a salvo, aunque a veces me preguntaba, ¿estaba a salvo en esta ciudad? Planeaba junto con Lenya ir en busca de la asesina despiadada y darle fin a esta incógnita. Sin embargo no era un buen momento ni para Lenya ni para mí alejarnos de la mansión. Había que esperar. Bianca necesitaba más atención de mi parte, cuanto más Liz con sus bebés.

George golpeó la puerta con el respeto de siempre, al tiempo que yo apagaba mi notebook sobre el escritorio.

—Pasa George.

El conserje se acercó después de cerrar la puerta tras él.

—Dime, ¿necesitas algo?
—Señor Craig, sé que está a punto de retirarse pero ha llegado una persona que pregunta por usted. Dice que necesita verlo urgente.
—¿Un cliente?
—No –sonrió—. Jamás permitiría que un cliente del hotel con alguna queja lo molestara. Eso es asunto que yo tendría que resolver. Se trata de una señora.
—¿Dijo su nombre?
—No, insistió que usted no la conocía.
—Entonces, si no la conozco, ¿por qué tema desea verme?
—No lo mencionó.
—Dígale que pida una cita y que por favor indique el motivo. Quizás sea una empresaria, o alguien de parte del Estado.
—Mmm… no quisiera sonar peyorativo pero no creo que sea empresaria y mucho menos ser parte del Gobierno.
—¿Cómo lo sabe?
—Su vestimenta es más bien sencilla.
—Bien… Dígale lo mismo, que en otro momento la atenderé.
—Como guste, señor Craig.
—¡Ah George! Averigua si dentro del personal hay algún cupo para un amigo. Necesita trabajar.
—Sí, señor Craig.

George abrió la puerta y se asomó a la sala central donde podían escucharse las conversaciones de los turistas hospedados, el ruido de las maletas en los carritos de trasporte, y el pitido del ascensor abriendo las puertas. Algo más percibí… un aroma que conocía muy bien y últimamente no me era tan afable.

George se dispuso a salir y lo detuve.

—Aguarda.

Giró para verme aun con la puerta entreabierta. Me acerqué unos pasos lo suficiente para que el olor a lobo fuera sumamente inconfundible.

—Hágala pasar.
—Como guste, señor Craig.

Me mantuve de pie con la vista fija en la abertura esperando la extraña aparición. ¿Por qué una loba querría verme? Sabina no era, George la conocía por ser la madre de Douglas y la hubiera anunciado como tal.

George se hizo a un lado sonriendo.

—Adelante, señora.

La loba entró a la sala con pasos lentos, saludó con un educado “buenos días” y me miró.

—Buenos días –contesté—. Pase, dijo el conserje que necesitaba verme.
—Sí…
—Coja asiento, por favor. No gozo de mucho tiempo pero usted dirá.
—Gracias.
—¿La señora desea algo de beber? –preguntó George.
—No, muchas gracias.
—Gracias George, puedes retirarte.

Al cerrar la puerta ella se mantuvo de pie. Insistí.

—Coja asiento.
—No se preocupe, no le quitaré mucho tiempo. Llegué hasta aquí para hablar con usted porque es realmente importante.
—Me da curiosidad saber el motivo de la visita de una loba a un vampiro. No creo tener algún tema en común que discutir.
—Se equivoca. Tenemos mucho en común.
—La escucho.
—Mi nombre es Gina. Soy la madre de Mike Fjellner. Quizás ahora entienda mejor.

Respiré profundo tratando de que la rabia no volviera a adueñarse. De solo pensar el destrato que había recibido Chelle me era difícil sostener mi caballerosidad. Así que mantuve silencio para no exclamar, ¡qué tengo que hablar yo contigo! ¡Solo deseo que desaparezcan Mike y su familia de la vida de mi protegido! Traté de calmarme, también era la madre del cirujano que había salvado a Numa…

—Sé que lo que ocurrió entre el Huilliche y mi hijo no fue algo superficial. Se enamoraron y hay cosas que no podemos dominar.
—No involucremos a los dos si se trata de amor, señora Fjellner. Está cantado que el único que se entregó de corazón fue Chelle. Su hijo solo se divirtió.
—¿Con qué base mantiene esa acusación?
—Porque hace muchos años pasé por lo mismo.
—Los lobos también se enamoran, señor Craig.
—No me malinterprete, no estoy diciendo que no saben que es amar, digo que un lobo y un vampiro nunca llegan a buen fin si de parejas se trata. Debe ser cuestión de naturaleza. Al parecer a los lobos les resulta divertido y atrayente tener un romance con un vampiro.
—Está afirmando algo que estoy segura no cree. Está hablando con dolor. Y créame que lo entiendo.
—No, no comprende. El hecho de ignorar que significa Chelle para mí la aleja de todo entendimiento. Sobre todo cuando menciona el apellido Huilliche, noto su carga de resentimiento.
—¿No es algo normal? Recuerde que una Huilliche asesinó a mi marido.
—Estamos de acuerdo. No entiendo porque ha venido a hablar conmigo.
—Porque no soy un ser obtuso y terco aunque me invada el dolor. Demuéstreme que también es razonable.
—Bien… ¿qué se supone debería razonar?
—Que uno puede equivocarse llevado por la tristeza o la impotencia. Fue lo que ocurrió con todos nosotros, Mike y su familia. Por eso vine hasta aquí. Lo pensé mucho –bajó la vista—. Hacerme la idea que un Huilliche integrara el grupo familiar suena a locura. Verlo entrar a casa, saludar como si fuera cualquier ser sin ese pasado horrendo, contemplarlo a la cara y saber que por sus venas corre parte de la sangre de esa asesina. Entiéndame.
—La entiendo, aún no sé el motivo de discusión. Ambos no debieron cruzarse nunca.
—Pero lo hicieron, y se enamoraron. Jugarreta del destino o quizás un aprendizaje. Me preocupa.
—Señora Fjellner, de mi parte puede estar tranquila que haré hasta lo imposible porque su hijo y Chelle no se vean jamás.

Ella se mantuvo en silencio con la vista en la alfombra de persa. Se la veía apenada, aturdida. Levantó la vista y me miró.

—Es que no he venido a asegurarme que el Huilliche no se acerque. Todo lo contrario. Necesito hablar con él.
—De ninguna forma aceptaré. Chelle ya ha sufrido demasiado para soportar más discriminación. Y ya que estoy le repito lo que le dije a su hijo. No saben nada de los Huilliches. Los padres de Chelle y sus ancestros fueron un aquelarre noble, es cierto que tuvieron el error de no abortar a ese engendro de maldad pero no han tenido la culpa. Chelle es un ser excepcional, y su hijo… no se lo merece.

Calló unos segundos para volver a insistir.

—Dígame dónde está el vampiro. Necesito hablar con él.
—No se lo diré.

Su iris canela se fijó en los míos, con entereza. A pesar de las lágrimas que asomaban.

—Señor Craig, usted no imagina que difícil es vivir sabiendo que no veré más a mi compañero de vida, al padre de mis hijos, al ser que amé con el corazón. Es un dolor muy grande que todavía no puedo asimilar.
—Siento mucho su pérdida, de verdad. Por eso espero que pueda sanar la herida del rencor a medida que su hijo y Chelle transiten vidas separadas. Colaboraré en ello. ¿Para qué hablar con Chelle y torturarse? Como dice usted, sería difícil verlo a la cara y aceptarlo como uno más de su familia.
—Es muy difícil contar con ese poder de borrar lo que ocurrió y aceptar que se aman. Aun así debo hablar con el vampiro. Por favor, dígame dónde puedo encontrarlo. Porque hay una razón y una fuerza mucho más grande, señor Craig. Seguramente debe saberlo. La felicidad de un hijo por sobre todos los hechos.

En ese instante Bianca entró a la sala. Quedó inmóvil ante la escena. Una loba en el lujoso hotel hablando con su marido. Sí, era extraño.

—Disculpen, pensé que mi marido estaba solo.
—No te preocupes Bianca, la señora ya se retiraba.
—¿Y puedo saber quién es?
—Soy Gina Fjellner, madre de Mike —se adelantó ella.

Bianca avanzó lentamente hacia ella.

—Ah… comprendo. ¿Se siente bien? Está temblando.
—Sí, gracias. Escuche, por favor –se acercó más a Bianca con los ojos fijos en su vientre—. Usted… será madre, tiene que entenderme.
—¿Qué debo entender?
—Mi hijo está sufriendo. Sé que se equivocó pero necesito hablar con el vampiro.
—¡El vampiro tiene nombre! –me quejé.
—¿Con Chelle?
—¡Bianca, por favor! –exclamé—. Para que sepas no deseo que vuelva a verlo. Solo lo hará sufrir y no voy a permitirlo.

Noté en Bianca un quiebre de emoción. Quizás era su estado que desbordada sensibilidad.

—Por favor, señora Craig. Hágale entender que Mike no es un chico malvado.
—¿Por qué debería mi esposa creerle?

Bianca me miró y rodee los ojos.

—Aguárdeme afuera, por favor –Bianca cogió la mano entre las suyas.

La loba se retiró cabizbaja y yo me dejé caer en el sillón.

—Bianca…
—Sebastien…
—¿Qué irás a decirme? ¿Qué tenga piedad con ese lobo que no la tuvo para Chelle? Está solo y necesita que alguien lo defienda.
—Estoy de acuerdo –se acercó a mí y apoyó sus manos en la mesa—. Valoro que no permitas que sufra. Sé de tu intención porque estoy segura del macho del que me enamoré, pero… Sebastien… Es la vida de Chelle. Es el único que puede decidir si lo perdona.
—¿No lo conoces? Es un ser excepcional. Lo perdonará y volverá a caer.
—No sabemos nada de ese joven lobo.
—Lo que sé es suficiente.
—Entonces, piensa que perdió a su padre en manos de Vilu.
—Vilu no es Chelle. ¡No es tan difícil!
—Es su hermano. Nosotros lo conocemos a él sin embargo ellos no.
—Pues debería haberse interesado al menos antes de juzgarlo y gritarle la cantidad de disparates que le dijo. ¡Además lo golpeó!
—Sebastien… ¿Nunca me dijiste algo que te arrepintieras? Porque yo tengo varias cosas de que arrepentirme contigo. Te abandoné varias veces, te llegué a detestar algunas de ellas. ¿Y podrías asegurar que no te amo?
—No te compares.
—¿Por qué no? ¿Porque es un lobo?
—No es eso…
—Insisto, déjalo a Chelle que decida. Confía en mí.

Respiré profundo y tiré la cabeza hacia atrás. Cerré los ojos unos segundos… y la miré.

—¿Si lo lastima nuevamente?
—Te prometo que iré contigo a propinarle una paliza.

Sonreí.

—¿En tu estado?
—Anda, deja que la señora hable con él.
—Te asustaría saber qué cantidad de cosas haría por ti.
—Te amo.
—Ve… dile que pase.



  










6 comentarios:

  1. Uy que buen capítulo espero que Chelle y Mike se arreglen Ambos deben escucharse y perdonarse. Te mando un beso y ten una buena semana

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    1. ¡Hola Citu! Gracias por comentar!
      Esperemos que se reconcilien aunque no será fácil. El pasado que los une también pesa.
      Un besazo reina y feliz semana!!

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  2. Hola, Lou... Vilu es un personaje brutal, de una maldad increíble... bueno, increíble no... Mató a sus padres y esperó a que Chelle amara más y más a Beto para arrebatarle la vida también... Brutal
    Por supuesto que Chelle se equivoca... las lágrimas de Mike no son las lágrimas de un cocodrilo... Chelle está muy dolido, pero debe entender a Mike... debe entender que la reacción de Mike fue muy lógica... No puede olvidar que su hermana, aunque él no tenga culpa alguna, mató al padre de Mike... y eso es demasiado grave, demasiado doloroso
    Lamento que Boris y Branden se hayan separado... que uno de los dos se quede sin trabajo no es motivo para abandonar una relación si el amor era sincero... también lo siento por Nicolay
    Espero que la catástrofe, por la que sospecha Chelle que se fueron los vikingos, no se repita... aunque me temo que algo malo pasará en Kirkenes
    Supongo que por un hijo se haría todo, y eso es lo que ha demostrado Gina Fjellner... A pesar de su gran sufrimiento, de su intenso dolor, la felicidad de su hijo está por encima de todo... Mike tiene la fortuna de tener a esta madre
    Y nosotros, los lectores, tenemos la fortuna de tenerte a ti... y a esta gran novela que estás publicando
    Besos

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  3. ¡Hola Mela! Muchas gracias por comentar y por tus maravillosas palabras. Yo tengo la fortuna de tenerte entre mis lectores. Gracias de verdad.
    Vilu es malvada y no tiene perdón. El peligro siempre rondará mientras ella viva, aunque esté lejos.
    Mike es sincero y nosotros le creemos pero quizás Chelle no sabe todo lo que sabemos nosotros. Pienso que debería sentarse a hablar con Mike. Lo que debe costar perdonarle es no haberle dado la oportunidad de explicarle y frente a Kriger humillarlo. Aunque sin querer está cometiendo el mismo error, no quiere escucharlo. Estoy segura que llegará un momento que ambos reconocerán que estuvieron mal, se aman. Yo anhelo eso. Veremos que pasa.
    La madre de Mike es una buena madre. Muy difícil para ella pero como dices la felicidad de un hijo está por encima de todo.
    Boris, Branden, se separaron. Otra vez Nicolay en el medio. Coincido, quedarse sin trabajo de uno de los dos no es causa de separarse pero creo que es Boris que se siente inferior y no puede con ello.
    A lo mejor esta distancia les sirve para ver cuánto se necesitan.
    Gracias querida escritora, me haces muy feliz leerte. Te mando un beso. ¡Una buena semana para ti!

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  4. Bravooooo, bravísimo por Gina!!!! Eso es una madre!!!
    Después del sacrificio y esfuerzo de Gina, que no me hagan el tonto Chatel y Mike!!!
    Capítulazooooo!!!

    Besoteeeeesssss!!!!

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    1. ¡Hhola mi querida amiga! Sí, Gina estuvo muy bien, y Sebastien ha escuchado a Bianca.
      Chelle y Mike tienen que sentarse a hablar pero no es tan fácil. Debemos esperar cariño, solo un poco más.
      Te mando un besote y cuídate mucho. Feliz semana para ti.

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Gracias por visitarme y comentar.