Capítulo 44.
Por un hijo.
Chelle.
Recogí
la ropa que tenía para lavar desperdigada en mi habitación y la lancé al canasto
de mimbre. Por la ventana observé el día nublado y volví a mi tarea. Daba igual
si llovía o no, me quedaría en la cabaña como días anteriores había hecho. No
solo carecía de ganas de salir sino que ya no tenía excusa que me obligara.
Miyo había comenzado las clases con Ivan Gólubev y tenía mucho que estudiar.
Al
salir de mi alcoba caminé por el pasillo y abrí la puerta del subsuelo. Ante el
ruido provocado Margaret preguntó desde la cocina.
—Chelle,
¿estás bien?
No,
no estaba bien y no lo estaría quizás por mucho tiempo.
—¡Sí,
Margaret! –mentí.
—¡Tengo
café recién hecho!
—Gracias,
¡pero debo lavar ropa!
—¡Okay,
querido!
Encendí
la luz y bajé las escaleras. El tragaluz estaba entreabierto y a través de la
abertura se colaba un aire tormentoso. Deposité el cesto en el suelo frente al
lavarropas y lo volqué. Comencé la ardua tarea de separar colores y texturas y
fui lanzando parte de mis prendas al hueco de metal. Puse jabón en la división
y el enjuague en la otra más pequeña. Encendí el botón después de elegir el
programa.
La
memoria trajo una imagen de tiempo atrás.… Yo en la misma situación, metiendo
prendas al lavarropa de casa. De pronto su voz… “¡Chelle, arruinarás las
telas!” Después su sonrisa… “Mi amor, te enseñaré a lavar correctamente.”
Beto…
Siempre me marcaba los errores con una sonrisa.
“¿Intentas
decir que los vampiros no sabemos usar el lavarropa?” Otra vez su sonrisa...
“No,
estoy afirmando que tú eres el que no sabe.”
“A
ver, ¿y cómo es esa tarea tan difícil?” Reí.
Y
él con su habilidad humana en ciento de cosas que los vampiros ignorábamos, me
enseñaba. También me enseñó a esquiar en la montaña. A mis padres no les agradaba
el deporte de riesgo. Beto era un poco temerario y divertido. Todo lo tomaba
con humor. Convertía las pequeñas discusiones en cuadros tragicómicos. Así era
él, con esas ganas de vivir y disfrutar cada minuto de la vida. Vida que ella
arrebató borrándome la felicidad de un soplo. Pero no lo asesinó apenas nos
conocimos y comenzamos la relación, no… Ese acto no hubiera provocado tanto
daño en mí si apenas era un enamoramiento incipiente. Ella esperó… Aguardó a su
presa como lo hace una serpiente silenciosa para hincar su veneno. De esa forma
el daño fue más grande, más profundo. Sí, planeaba todo con exactitud.
Volví
al presente, antes de cerrar la puerta de la máquina cogí mi suéter preferido y
lo lancé al hueco. Un aroma familiar impregnó mi nariz. Quedé tieso, inmóvil.
No era el perfume a Dolce Gabbana que solía usar… Era su aroma, la clásica
clorofila y tierra húmeda.
Metí
mi mano y lo quité del lavarropa. Lo acerqué a mi rostro y aspiré profundo.
Mike… ¿Qué estarás haciendo esta mañana? ¿Seguirás maldiciendo haberme
conocido? ¿Habrás podido dormir? O como yo, ¿te despertarías por las noches
extrañando buenos momentos? La angustia regresó como nunca y apretó la garganta.
Había pensado que por fin sería feliz con una pareja que me amaba igual que yo
a él y que nadie arrancaría de mí. Sin embargo me equivoqué. Trataba de pensar
en aquellos momentos bellos que pasamos juntos pero siempre las frases
despectivas y sus ojos de odio volvían a recordarme que solo le había atraído.
Mike nunca me había amado.
—¿Estás
bien?
Giré
mi cabeza hacia la escalera sobresaltado.
—Margaret,
me asustaste.
—Lo
siento, te traje un café dulce.
—Gracias,
me puse de pie.
Se
acercó sonriente taza en mano.
—Te
entiendes bien con el lavarropa. A Charles le ha costado unas semanas. Creo que
se resiste a tanta tecnología.
Quise
sonreír pero no pude. La pena me acaparaba y mi ánimo se encontraba por el
suelo.
—Sí,
es cogerle la mano –mi voz tembló—. Como he puesto seda y lana debo anular… el
agua caliente.
Mis
ojos brillaron por la humedad de lágrimas retenidas.
Ella
depositó la taza sobre el lavarropas y me abrazó.
—Querido…
Todo pasará… No estás solo.
Y
lloré como un niño.
Gina Fjellner.
Otra
noche había caído sobre la reserva. Otoño, y el sol iría desapareciendo entre
las sombras heladas de Kirkenes hasta comienzo de marzo. Regresé de trabajar
junto a Jessi en el negocio del centro, frente al aeropuerto. Allí vendíamos
suvenires grandes y pequeños como recuerdos para el turista. Cumplía el horario
de la tarde porque el turno completo llevaba mucho tiempo y no deseaba
descuidar mi hogar. En casa, a pesar de todo aún continuaban viviendo la mayor
parte de la familia y quería que se sintieran unidos y protegidos.
Aunque
Bua iniciaba sus preparativos para la boda con el humano. Aunque Hauk y su
chica tal como lo había hecho Burnaby y Lily, habían decidido vivir juntos en
otra casa. Sí… También a pesar de que el compañero de toda mi vida y mi único
amor ya no estaba entre nosotros. Sin embargo estaba Kristoff mi hijo
introvertido. Con su pasión por la edición de videos y la ilusión de un
contrato jugoso con alguna editorial. Y Mike… Ahora y desde hace tiempo la
sombra de él escurriéndose en cada rincón de la cabaña.
Entre
a mi hogar y el aire helado me congeló los huesos. Observé una de las ventanas
abiertas cuya brisa del bosque hacía danzar las cortinas suavemente. La estufa
a leña apagada…
Fruncí
el ceño y abandoné mi abrigo y bolso en el sofá.
—¡Kristoff!
¡Kristoff!
—¡Voy
mamá!
Con
los brazos en jarro esperé que apareciera por la puerta de su habitación.
—¡Hola!
—¿Hola?
¡Kristoff, has dejado que esta casa se congele!
—Perdón.
—No
puedo mantener esta casa como si fuera un hogar normal si tú no me ayudas. ¿Qué
has hecho en todo el día?
—Ayudé
a Vinter en el taller. Me dio unos billetes como pago y te los dejé en el cajón
del armario. Después hice unos videos y logré decenas de seguidores. ¿Quieres
verlo?
—Después.
Avancé
hasta la ventana y la cerré. Él se apresuró a quitar leña del armario y a
encender la estufa.
—Tardará
en dar calor a toda la casa.
—Lo
siento, mamá.
—¿Tus
hermanos?
—Bua
está en la Universidad, pasaría por la casa de su novio y se quedaría a cenar.
Y Mike, no lo sé.
—¿No
preguntaste dónde iba?
—¿A
Mike? No me lo diría. Últimamente habla poco y nada.
—¡Demonios
de muchacho! Esto no pasaría si hubiera estado tu padre.
—Pero
él no está.
Lo
miré apenada.
—Ya
lo sé. Sin embargo no podemos dejar que este hogar se desmorone.
—Ya
se desmoronó, mamá. Solo que no quieres darte cuenta.
Mis
ojos se humedecieron y me abrazó.
—No
es tu culpa. Así sucedieron las cosas.
—No
–me separé y acaricié su rostro—. No podemos dejarnos vencer. Mira, voy a
preparar la cena e invitar a Hauk y su chica a que nos acompañen esta noche.
—Pero
es jueves, mamá. Es el día de la semana que cenan con los padres de…
—Ah,
lo olvidaba. Bueno… Quizás Bua no llegue muy tarde.
—Dijo
que te avisaría si se quedaba a dormir con Asgard.
—Okay…
Okay… Cenaremos tu yo.
—A
lo mejor llega Mike.
—No
querrá cenar, hijo. No te preocupes.
En
ese instante la puerta se abrió.
—¡Mike!
—Hola
mamá, hola Kristoff –su voz sonó apática y apagada.
—Cariño,
haré patatas fritas y hamburguesas caseras, como te gustan.
—No,
gracias mamá.
Avanzó
hacia la habitación e insistí.
—Estamos
solos los tres, por favor… Haznos compañía.
Se
detuvo a mitad de camino y quedó inmóvil dando la espalda. Suspiró y giró para
verme a los ojos. No supe si mi rostro lo convenció pero dijo que le avisara
cuando la cena estuviera lista antes de encerrarse en la habitación.
Un
poco animada, me dirigí a la cocina. La note limpia, ordenada, y con aroma a limón. Sobre la encimera una
nota.
“Te
limpiamos la cocina con Bua. Te queremos, Mike.”
Sonreí.
Encendí
la hornalla y puse a calentar el aceite en una sartén. Siempre preparaba
patatas fritas generalmente los fines de semana. La familia se reunía a pleno y
las charlas y risas aún las tenía grabadas en los profundo de mi ser.
Esta
cena no iba a ser igual a las tantas ya pasadas. Había ausencia de algunos
hijos, y ausencia de él. Esta última era profunda y dolorosa porque era
persistente y definitiva. La sentía por las noches, durante momentos claves del
día, fuera y dentro de mi cabaña. Donde iba me acompañaba. Me partía el alma…
Hasta el móvil silencioso se convertía en un objeto cruel en aquellos instantes
que solía llamarme por la tarde. Es que él era mi mundo. Mi compañero fiel y
compinche en proyectos. El macho del que estaba tan enamorada como el primer
día que lo conocí…
“Soy
un lobo y tú una humana, pero no amamos y no existirá nadie que nos separe.”
El
olor a aceite caliente me hizo reaccionar. Rápidamente hice a un lado la sartén
y me dediqué a pelar las patatas y preparar la carne molida. Mike cenaría con
nosotros y quizás poco a poco se sentiría mejor volviendo a ser el de antes.
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Pero
nada de eso ocurrió. Mike nos acompañó sentado en la mesa, sin embargo no
emitió palabra, apenas monosílabos cuando nos referíamos a él. Casi no probó
bocado, después se retiró en silencio a su habitación.
Kristoff
se ofreció a ayudarme a levantar la mesa, le dije que no. Prefería quedarme a
solas y pensar. ¿Cuántos años me quedaban de vida? Quizás muchos. ¿Cómo vivir
con la mitad de mi corazón? A veces parecía escuchar sus pasos de la sala a la
cocina, o de la alcoba a la sala. Una tarde pensé que era él, que todo había sido una pesadilla y
que había despertado con su llegada. Era Burnaby que había venido a visitarme y
atravesó la sala hasta la habitación donde yo estaba. Nunca me había dado
cuenta que mi hijo mayor tenía su mismo andar.
Jessi
me decía que si tuviera nietos mi vida sería diferente, tendría otro sentido.
Que la tristeza no se iría del todo pero que disfrutaría momentos inolvidables
junto a los niños. Sí… Los niños llenan espacios desolados de tu alma. Por el
momento ninguno de mis hijos tenía la idea de darme ese regalo así que para
ello debía esperar.
Después
de limpiar la cocina y ordenar cogí una vela como todos los jueves. Busqué las
cerrillas y encendí la llama. Dejé que goteara lentamente sobre el platillo de
cerámica blanca y deposité la vela sobre el cebo caliente. Recé al gran Gumpe,
espíritu del lobo sabio y guía de todos nosotros. Le pedí por mi fortaleza, que
no flaqueara, por mis hijos que recuperaran la sonrisa y las ganas de vivir. Por
supuesto pedí por él, por el lugar de luz que se merecía estar. Y le hablé… al
amor de mi vida como si pudiera escucharme.
—Mi
amor, enciendo esta vela como todos los jueves para que te halles envuelto en
luz junto al gran Gumpe. Estoy tratando de llevar adelante nuestro hogar, ese
que soñamos y que logramos construir. No me abandones estés donde estés.
Guíame… Haz que Mike olvide a ese vampiro y encuentre entre nosotros alguien
que valga la pena. Haré lo posible porque no piense más en él y no se
desmorone. Dame una señal de que estoy en el camino correcto. Mientras esta luz
brille sé que estarás feliz.
Kristoff
salió de la habitación.
—Mamá,
disculpa. Quería mostrarte mi último video. ¿Quieres verlo?
—Claro,
hijo. ¿Mike duerme?
—Sí.
Puse el audio volumen bajo.
—Está
bien, vamos.
Antes
de llegar a la puerta de la habitación Kristoff se detuvo.
—Mamá…
—¿Qué
cariño?
—La
vela… se apagó.
Chelle.
Esa
tarde Miyo me acompañó a la biblioteca. Ivan le había pedido que buscara un
libro que a ella le gustara para practicar lectura. Quedó fascinada con esas
columnas de libros dentro de infinidad de estantes. En mi caso debía devolver
el volumen III de “Vikingos” y llevarme el IV así que el paseo vino como anillo
al dedo.
Entregué
el libro a la bibliotecaria y pedí el próximo volumen, también pregunté por la
sección de libros de Enseñanza primaria y Educación elemental. Después que la
empleada nos guio, le dije a Miyo entre que libros podía elegir y que lo
llevaría como préstamo.
—¿Y
cuándo lo devolveremos? –preguntó preocupada.
—En
un mes. Para ese tiempo sabrás leer muy bien.
—Chelle
tiene fe en Miyo.
—Por
supuesto eres muy inteligente.
—Chelle
también. Lee esos libros que tienen muuuchas letras. ¡Muchas!
Reí.
La verdad que era la única que me hacía reír.
De
pronto señaló el último estante.
—¿Miyo
puede llevar ese libro?
—¿Cuál?
¿El de color azul?
—No,
junto al azul, el verde.
—Okay,
veremos de que trata. Ten mi libro –cogí la escalera y me dispuse a traérselo.
Ella
me quedó observando desde abajo con una sonrisa entusiasta. Cogí el libro y leí
el título. “Príncipe y mendigo”.
—Es
una historia entretenida –hojee el texto—. Parece que está contada más simple
que la original, supongo servirá.
Me
disponía a bajar y un aroma que conocía tan bien se percibió en el aire.
¿Estaba volviéndome loco? No podía ser… ¿En una biblioteca? ¿Por qué no? En
Kirkenes había lobos…
—Hola
lobo –saludó Miyo.
Y
mi mundo se derrumbó.
Deseaba
no mirar, no quería mirar. Ese saludo de la joven vampiresa no iba dirigido a
cualquier lobo. La voz penetrante y melodiosa lo confirmó.
—Hola
Miyo, ¿cómo estás?
—Bien.
Chelle está arriba –señaló hacia el techo—. Está buscando un libro para mí.
—Me
parece genial.
Okay…
No podía estar eternamente arriba de esa escalera. Lo de ser cobarde ya me molestaba
demasiado así que decidí bajar, por supuesto ignorándolo.
—Vamos
Miyo, llevaremos este libro.
—Por
favor, necesito hablar contigo.
Haciendo
oídos sordos la cogí de la mano e intenté avanzar pero Mike se interpuso.
—Por
favor quiero hablar contigo. Es solo un minuto. Miyo, ¿me dejas a solas con él?
—¡Miyo,
no te vayas!
—Te
lo suplico, Miyo. Es solo un momento.
—¡Qué
no Miyo! ¡Vámonos!
La
vampiresa pataleó como niño enfadada.
—¿Qué
hace Miyo, se va o se queda? –lloriqueó.
—Nos
vamos los dos y punto.
—¡Chelle!
¡No me huyas!
Avancé
por el pasillo con el libro bajo el brazo y Miyo cogida de la mano. Por
supuesto Mike me siguió. Si a terco nadie le ganaba. Se adelantó y nos
interceptó.
—Tarde
o temprano tendrás que hablar conmigo.
Enfurecí
y solté a la Sherpa.
—¿Quién
te has creído? ¿Tendré que hablar contigo? ¿Quién lo dice? ¿Tú?
—Por
favor, es un minuto.
—No
te daré ni un segundo más de mi vida. Ya la desperdicié casi dos meses.
—No
digas eso. Aguarda, sé que dije cosas horribles y que no quise escucharte.
—¿En
serio? ¿Ahora quieres escucharme? Pues fíjate que no me interesa darte
explicaciones. Sigue pensando lo que quieras.
—¡Chelle!
—Sal
de mi vista, Mike. No debemos vernos más.
—¿Sebastien
Craig te convenció?
Volví
sobre mis pasos y me acerqué hasta tenerlo cara a cara.
—No,
no necesité a Sebastien Craig para abrirme los ojos. Tú lo hiciste muy bien. Me
dejaste claro que concepto tenías de mí y cuánta sinceridad había en tu amor.
—Te
amo y eso es verdad.
—Tú
no tienes idea lo que amar, lobo. Fui un pasatiempo que te duró mientras las
cosas eran fáciles. En el momento que debías demostrar que me amabas, se te
complicó demasiado. ¿No es eso? Pero tranquilo, te entiendo después de todo.
Imagínate decirle a tu familia que eres mi novio y enfrentarte a ella. ¿No
verdad? Hasta ahí llegaba tu amor.
—Perdóname
–me miró con súplica y ojos húmedos.
Eran
muchos recuerdos, bellos, intensos, y también de los otros… Ese día horrible que sus palabras me
destruyeron, y sus golpes de los cuales ninguno me defendí.
—No
–contesté—. No voy a perdonarte. Ahora déjame en paz.
Llegué
hasta la bibliotecaria y con manos temblorosas extendí el libro.
—También
llevaremos este de préstamo.
—Chelle,
Mike está mirándote.
—No
importa, Miyo. No prestes atención. Lo hace a propósito.
—¿A
poprosi…? ¿Cómo se dice?
—A
propósito.
—Caballero,
el documento.
—Ah
sí, aquí tiene –se lo di.
—Chelle,
Mike está llorando despacito, pobrecito.
Me
giré hacia ella y la miré pero cuidé que Mike escuchara mi voz.
—Llora
porque tiene lágrimas de cocodrilo. No le creas.
—Pero
no es un cocodrilo, es un lobo.
La
bibliotecaria nos miró sorprendida.
Sonreí
apenas.
—Ella
lo llama así desde pequeña… Sí… es gracioso.
La
señora puso los libros en una bolsa y tomó mis datos. Apenas me entregó el libro
salimos de allí como alma que lleva el diablo.
Sebastien.
Reunidos
en la sala con Charles y Bianca comentaba las últimas novedades sobre la Isla
del Oso. Natasha ya tenía su laboratorio listo y esta semana llegarían los
fósiles para su estudio. Teníamos muchas expectativas sobre los análisis de
genética a esas antiguas especies. Quizás podríamos llegar a conocer algunos
secretos hasta ahora ocultos para nuestra raza. En realidad no pensaba tanto en
mi curiosidad, sino en el desarrollo de los bebés y niños en nuestra familia.
Tenían derecho a desarrollarse y vivir lo más normal posible. También ocurría
con Milenka Gólubev. Conociendo y dominando los defectos en nuestro organismo
podríamos lograr descubrir por qué la necesidad de sangre, por qué el rechazo a
alimentos sólidos, e incluso la razón del error genético en la cruza de
vampiros y lobos.
Douglas
había logrado el sentido de la vista gracias aquel trasplante, lo mismo ocurrió
con Clelia y el cese de su parálisis, sin embargo aún podían surgir nuevos
casos. Sí… A pesar de la distancia implementada entre las razas. El caso de
Anouk y Drank angustiaba a los Gólubev, por lo tanto también me preocupaba.
Hablando de ellos, Sasha y Mijail pensaban viajar a Kirkenes para ver a su
hija. La menor de la familia vivía hoy por hoy en una reserva de lobos con su
pareja recién convertido, y aunque traté de tranquilizarlos de que se notaba
feliz, entendía que para los padres era necesario convencerse por sus propios
ojos.
—¿Dejarás
que los Gólubev visiten la reserva? –preguntó Charles.
—No
es que prohíba que vayan, pero si hay ocasión que Anouk los vea aquí, pisar
terreno enemigo lo encuentro innecesario. Parecería una provocación.
—Se
dice que Drank es guardián de Gloria, deben tener peso sus decisiones. Que sus
futuros suegros visiten su hogar no me parece que alguien pueda contradecirlo.
—Es
el ambiente hostil, Charles. Si le sumamos a todos los hechos, la última vez
que fui…
—Lo
sé…
—Hablando
de ello –Bianca depositó la taza de café sobre la mesa baja de la sala—,
Bernardo me pidió que trasmita sus disculpas. No quiso echarte solo que se
asustó. Nunca te vio así.
—Sé
que me alteré pero si tu hubieras estado en ese momento…
—Cariño,
sé de qué hablas. Yo misma pasé una situación horrible cuando no me permitían ver
a mi amigo recién convertido. Hay algunos lobos que nos detestan.
—¿Algunos?
Diría que la mayoría. Mi idea es que el distanciamiento provoque un poco de
calma.
—¿Qué
hay del lobo qué casi mata a Numa? –preguntó Margaret.
—Grigorii
me dijo que le iniciaron una causa penal, pero quedó libre. Su estado de
embriaguez al conducir fue un aliciente para la tentativa de homicidio.
—¿Qué
harás? –Charles bebió un sorbo de café.
—Por
ahora nada. Lo he pensado con Bianca y tiene razón.
Bianca
sonrió.
—¿Y
qué ha dicho la dama de los Craig? –Charles la miró orgulloso.
—Que
tengo a Numa vivo y recuperándose. No buscaré venganza.
—Me
parece bien. Es una sabia decisión.
—Lamento
poner el tema en esta reunión amena pero –Margaret suspiró—, quizás si Vilu ya
no existiera los lobos podrían aplacar el odio. El lobo era muy querido y no
solo su familia quedó destruida.
—Sé
que debo ir por ella tarde o temprano.
—¡No,
por favor! –Suplicó Bianca—. Prometiste que no lo harías. Tengo terror de que
te ocurra algo malo.
—Tranquila,
mi amor. Ese día no iré solo y sin armas. Sin embargo es un hecho que no
podemos vivir eternamente así a la espera de un próximo golpe. Por ahora la
amenaza de Agravar la mantiene alejada pero no será por mucho tiempo.
—Avísame
que iré contigo –Ron bajó las escaleras—. Hacerla desaparecer para siempre es
algo que deseamos muchos.
—Dalo
por hecho –sonreí.
Charles
se puso de pie y Margaret lo imitó.
—Lamento
no tener más tiempo pero los Sherpa fueron a pasear por la costa, Chelle está
solo y me preocupa.
—¿Lo
notas mejor?
—En
absoluto.
—Maldito
lobo –susurré—. Como lo engañó y lo degradó.
—No
sabemos si el lobo se habría enamorado de verdad –aportó Margaret.
—Si
hubiera querido a Chelle no hubiera actuado así. El dolor de quien amamos es
nuestro dolor. Debió escucharlo.
—Es
joven, como Douglas. Tú sabes en todas las razas cometen esta clase de impulsos.
No te preocupes, te mantendré al tanto –Charle dio un beso en la frente a
Bianca y palmeó mi hombro.
—Charles…
—Dime.
—Esta
vez necesito que no me ocultes nada sobre ellos. Y si aparece para incriminarle
algo, no lo dejes entrar.
—Entendido.
Aunque estoy seguro que si el lobo
quiere verlo, lo encontrará en cualquier lugar.
—Estaré
atento.
En
ese instante el motor de un coche se acercó hasta detenerse en los portones.
Charles se acercó al visor de la cámara.
—Un
taxi… Creo que es uno de los padres de Nicolay.
Avancé
preocupado por la hora de visita y sin la compañía de mi hijo.
—Dime
que no escapó otra vez –murmuré mientras abría las puertas.
Salimos
al parque al tiempo que Boris se adelantaba con una pequeña maleta.
—Boris,
¿qué ocurrió? ¿Nicolay?
—Está
bien, con Branden… No te preocupes.
—¿Esa
maleta? ¿Te vas de viaje?
—No…
Me fui de casa.
—¿Cómo?
Bianca
se acercó.
—¿Te
has enfadado con Branden?
—Nos
separamos –sus ojos brillaron por las lágrimas—. No estoy bien.
—Por
favor, pasa.
Charles
y Margaret se despidieron y me apresuré a entrar junto a Bianca.
—Boris,
¿quieres un café o un jugo?
—No
gracias, Bianca. No me pasa nada por la garganta.
—Coge
asiento, cuéntanos que pasó.
Se
quitó el abrigo y se sentó cabizbajo.
—Me
quedé sin trabajo hace dos meses y creo que empeoró la convivencia.
—No
me parece que quedarte sin empleo tenga que ver con una separación. Son pareja,
viven juntos, se quieren. A cualquiera puede ocurrirle.
—Es
que soy yo… No puedo con la situación. Branden terminó los estudios y está
trabajando en el hospital… Gana mucho dinero. Yo… No tengo nada.
—A
ver –respiré profundo—. ¿Branden te reprochó haberte quedado sin empleo?
—No,
es decir… No directamente. Pero sé que le molesta ser el único sustento.
—Boris,
podría ser idea tuya. ¿Lo hablaron?
—No
hablamos porque tiene poco tiempo libre y cuando lo tiene prefiere estar con
Nicolay en su habitación. No veo mal que comparta tiempo con nuestro hijo sin
embargo… Lo huelo, se cansó de mí. Quizás conoció a alguien inteligente y
apuesto en el hospital.
—Boris,
no veas fantasmas donde no hay. No creo que Branden te cambie por otro solo
porque tiene trabajo y es guapo –se compadeció Bianca.
—No
sirvo para nada.
—Pienso
que el problema eres tú – lo miré a los ojos—. No porque tengas o no trabajo o
estudio. Tú no tienes amor por ti, te crees poca cosa y no es cierto.
—Puede
ser. Lo cierto es que plantee la separación y ni siquiera me pidió que me quedara
–sollozó.
Cielos…
—Te
pido si me dejas quedarme aquí por poco tiempo, hasta que encuentre otro
trabajo y pueda alquilar. Estoy en la calle… No me preguntó dónde dormiría…
—Tranquilo,
puedes quedarte todo lo que quieras. Douglas ya no vive en la mansión y Numa
estoy seguro querrá instalarse en la habitación de Ekaterina, así que hay
lugar. De todas formas me gustaría que intentaras hablar con Branden. Si es que
aún lo amas.
—Claro
que lo amo. Él y Nicolay son mi vida. Una de las razones de irme de casa es por
mi hijo, no quiero que vea más discusiones.
—Verás
que todo tendrá solución. En cuanto al trabajo preguntaré en el hotel que
puedes hacer. ¿Te parece?
—Sí,
muchas gracias.
Charles.
Apenas
llegamos con Margaret, subí a la habitación de Chelle. No estaba… Busqué por si
había una nota avisándome donde iría pero nada hallé. Rápido busqué en el cajón
de la mesa de luz con una corazonada que me inquietaba…
Su
pasaporte no estaba en el lugar de siempre…
Llegué
a la sala con el corazón latiendo más de lo normal.
—Margaret,
Chelle no está y se llevó el pasaporte.
—¿Qué?
—¡Joder,
Margaret! ¡Hizo una locura!
Chelle
entró por la puerta principal con una pequeña bolsa junto a Miyo.
—Buenas
noches.
—¡Hola
Charles!
—¿Dónde
estaban? –volvió el alma al cuerpo.
—En
la biblioteca, a una plaza, y después bebimos un jugo en una cafetería.
—Ah…
Creí que Miyo saldría a la costa.
—Miyo
no quiso ir con hermanos. Mira –buscó en la bolsa y mostró un libro—. Nos prestaron libros para leer. Miyo
está feliz.
—¡Me
alegro, querida!
Margaret
se acercó sonriente y hojeó el texto.
—Príncipe
y mendigo, nunca lo leí.
—Puedo
leértelo despacito.
—Me
parece genial. Ven, vamos a la habitación y me cuentas que te pareció la
biblioteca.
Cuando
me quedé a solas con Chelle observé su rostro. Lucía igual que días anteriores.
Demacrado y triste. Se sentó en el sofá y abrió el libro de Vikingos.
—No
encontré tu pasaporte y… me preocupé. Yo… Creí por un momento…
Levantó
la vista y me miró.
—¿Qué
había ido tras ella?
—Sí.
—No
creas que la idea en estos días no se me cruzó.
—Por
favor, piensa bien lo que harás. Si decides hacer algún disparate, no lo hagas
solo. ¿Entiendes? No queremos quedarnos sin ti. Eres parte de la familia.
—Gracias.
No escaparé sin decirte.
—Bien…
¿Un coñac?
—Acepto.
Serví
dos vasos y me senté frente a él.
—¿Quieres
hablar de cómo te sientes?
—No.
—Okay.
¿Sigues leyendo sobre Vikingos?
—Sí…
Hay un hecho en el pasado por el cual abandonaron Kirkenes, y sospecho saber
porque fue.
—¿En
serio? ¿Qué piensas?
Cerró
el libro y miró un punto fijo durante varios segundos interminables.
—Mike
estaba en la biblioteca –cambió de tema.
Bebí
un trago y suspiré.
—¿Hablaron?
Negó
con la cabeza.
—Entonces,
¿fue casualidad?
—No,
estoy seguro que me siguió –bebió un trago de golpe—. Intentó pedirme disculpas
pero me fui.
—Bueno…
Todo a su tiempo. Estás herido y es razonable.
—No
quiero verlo más y parece que en esta ciudad será un deseo imposible de
cumplirse.
—Disculpa
pero… estás cometiendo el mismo error del que lo acusas. No quisiste
escucharlo.
—¿Para
qué? Lo que dijo dicho está.
—¿No
vale la pena para ti remediar las cosas?
Me
miró e hizo una mueca de sonrisa fingida.
—Si
Sebastien te escucha no se sentiría feliz.
—Sebastien
se sentiría feliz si tú lo estás. Si para ello deben reconciliarse y estar
juntos, es lo que vale.
—Sebastien
es muy inteligente, me lo advirtió y no lo escuché.
—No
dudo de su inteligencia. Lo que ocurre que a veces la inteligencia y el amor no
tienen nada que ver. Los enamorados a veces hacen cosas tontas pero los hace
felices y es lo que importa.
—Lo
que le ocurre a Mike no es amor por mí. Me hubiera defendido frente a ese…
idiota que se burló y aprovechó la situación.
Lo
miré y arquee la ceja.
—No
me mires así, no son celos.
—Pues,
se le parecen mucho.
—¡Qué
se quede con él!
—¿Vas
a dejar que te lo arrebate?
—Quizás
sean tal para cual.
—Ajá…
Bueno… No te angusties, cuéntame sobre los vikingos noruegos y tu sospecha.
—Ah
sí… Es que pienso que huyeron de estas tierras por una catástrofe… Y… —resopló
y cerró los ojos.
—¿Qué
ocurre?
—Nada,
que… Se puso a llorar, ¿puedes creerlo? Frente a Miyo. A ella le dio pena.
—Debió
ser un cuadro conmovedor. Por un falso machismo es extraño ver a los machos
llorar.
—Él
parece ser muy sensible, por supuesto menos conmigo. Conmigo fue cruel. Joder,
no quiero hablar más de Mike.
—Obvio,
cuéntame sobre los Vikingos.
—Sí…
Ehm… ¿No te enfadas si me retiro a mi habitación?
—¡Claro
qué no! Descansa. Mañana será otro día.
—Hasta
mañana y… gracias por preocuparte.
Sebastien.
Hoy había comenzado la jornada muy temprano.
Dos empresarios estaban interesados en un proyecto para abrir un pequeño hotel
en la Isla del Oso, así que me reuní con ellos en la gran sala del hotel.
George, el gerente de conserjería, siempre tan atento, hizo que se sintieran
muy a gusto durante la reunión. Realmente después de Charles no había quien
preparara café tan exquisito.
Hablando
de Charles, me había comunicado con él apenas me levanté. Necesitaba saber cómo
estaba Chelle. Sabía que un corazón roto no se curaría de un día al otro pero
debía seguirlo de cerca. Me sentía un poco más tranquilo cuando lloraba o se
descargaba hablando con Charles, pero mi mayor miedo era cuando se quedaba en
silencio, pensando. Porque allí, donde iban sus pensamientos no era un lugar
que pudiera acceder. Nadie puede acceder a la mente de otro, salvo Natasha
cuando se daban ciertas condiciones. Pero yo no contaba con esa virtud.
Chelle
estaba muy bien acompañado por los Sherpa. Miyo lo apreciaba mucho y realmente
lo lograba divertir algunas veces. Quizás debía tener paciencia para ver al
hijo del querido aquelarre Huilliche, repuesto y con ganas de vivir. Sin
embargo mi miedo iba más allá de lo que durara su pena de amor. Era la amenaza
de Vilu que aun desaparecida seguía siendo un gran problema. Su hermano para
ella había sido claramente un traidor y no iba a quedarse de brazos cruzados,
así pasaran años. Con Chelle débil era más fácil capturarlo y darle muerte. No
dudaba que lo haría en la primera oportunidad que se le presentara.
En
Kirkenes estaba a salvo, aunque a veces me preguntaba, ¿estaba a salvo en esta
ciudad? Planeaba junto con Lenya ir en busca de la asesina despiadada y darle
fin a esta incógnita. Sin embargo no era un buen momento ni para Lenya ni para
mí alejarnos de la mansión. Había que esperar. Bianca necesitaba más atención
de mi parte, cuanto más Liz con sus bebés.
George
golpeó la puerta con el respeto de siempre, al tiempo que yo apagaba mi
notebook sobre el escritorio.
—Pasa
George.
El
conserje se acercó después de cerrar la puerta tras él.
—Dime,
¿necesitas algo?
—Señor
Craig, sé que está a punto de retirarse pero ha llegado una persona que
pregunta por usted. Dice que necesita verlo urgente.
—¿Un
cliente?
—No
–sonrió—. Jamás permitiría que un cliente del hotel con alguna queja lo
molestara. Eso es asunto que yo tendría que resolver. Se trata de una señora.
—¿Dijo
su nombre?
—No,
insistió que usted no la conocía.
—Entonces,
si no la conozco, ¿por qué tema desea verme?
—No
lo mencionó.
—Dígale
que pida una cita y que por favor indique el motivo. Quizás sea una empresaria,
o alguien de parte del Estado.
—Mmm…
no quisiera sonar peyorativo pero no creo que sea empresaria y mucho menos ser
parte del Gobierno.
—¿Cómo
lo sabe?
—Su
vestimenta es más bien sencilla.
—Bien…
Dígale lo mismo, que en otro momento la atenderé.
—Como
guste, señor Craig.
—¡Ah
George! Averigua si dentro del personal hay algún cupo para un amigo. Necesita
trabajar.
—Sí,
señor Craig.
George
abrió la puerta y se asomó a la sala central donde podían escucharse las
conversaciones de los turistas hospedados, el ruido de las maletas en los
carritos de trasporte, y el pitido del ascensor abriendo las puertas. Algo más
percibí… un aroma que conocía muy bien y últimamente no me era tan afable.
George
se dispuso a salir y lo detuve.
—Aguarda.
Giró
para verme aun con la puerta entreabierta. Me acerqué unos pasos lo suficiente
para que el olor a lobo fuera sumamente inconfundible.
—Hágala
pasar.
—Como
guste, señor Craig.
Me
mantuve de pie con la vista fija en la abertura esperando la extraña aparición.
¿Por qué una loba querría verme? Sabina no era, George la conocía por ser la
madre de Douglas y la hubiera anunciado como tal.
George
se hizo a un lado sonriendo.
—Adelante,
señora.
La
loba entró a la sala con pasos lentos, saludó con un educado “buenos días” y me
miró.
—Buenos
días –contesté—. Pase, dijo el conserje que necesitaba verme.
—Sí…
—Coja
asiento, por favor. No gozo de mucho tiempo pero usted dirá.
—Gracias.
—¿La
señora desea algo de beber? –preguntó George.
—No,
muchas gracias.
—Gracias
George, puedes retirarte.
Al
cerrar la puerta ella se mantuvo de pie. Insistí.
—Coja
asiento.
—No
se preocupe, no le quitaré mucho tiempo. Llegué hasta aquí para hablar con
usted porque es realmente importante.
—Me
da curiosidad saber el motivo de la visita de una loba a un vampiro. No creo
tener algún tema en común que discutir.
—Se
equivoca. Tenemos mucho en común.
—La
escucho.
—Mi
nombre es Gina. Soy la madre de Mike Fjellner. Quizás ahora entienda mejor.
Respiré
profundo tratando de que la rabia no volviera a adueñarse. De solo pensar el
destrato que había recibido Chelle me era difícil sostener mi caballerosidad.
Así que mantuve silencio para no exclamar, ¡qué tengo que hablar yo contigo!
¡Solo deseo que desaparezcan Mike y su familia de la vida de mi protegido!
Traté de calmarme, también era la madre del cirujano que había salvado a Numa…
—Sé
que lo que ocurrió entre el Huilliche y mi hijo no fue algo superficial. Se
enamoraron y hay cosas que no podemos dominar.
—No
involucremos a los dos si se trata de amor, señora Fjellner. Está cantado que
el único que se entregó de corazón fue Chelle. Su hijo solo se divirtió.
—¿Con
qué base mantiene esa acusación?
—Porque
hace muchos años pasé por lo mismo.
—Los
lobos también se enamoran, señor Craig.
—No
me malinterprete, no estoy diciendo que no saben que es amar, digo que un lobo
y un vampiro nunca llegan a buen fin si de parejas se trata. Debe ser cuestión
de naturaleza. Al parecer a los lobos les resulta divertido y atrayente tener
un romance con un vampiro.
—Está
afirmando algo que estoy segura no cree. Está hablando con dolor. Y créame que
lo entiendo.
—No,
no comprende. El hecho de ignorar que significa Chelle para mí la aleja de todo
entendimiento. Sobre todo cuando menciona el apellido Huilliche, noto su carga
de resentimiento.
—¿No
es algo normal? Recuerde que una Huilliche asesinó a mi marido.
—Estamos
de acuerdo. No entiendo porque ha venido a hablar conmigo.
—Porque
no soy un ser obtuso y terco aunque me invada el dolor. Demuéstreme que también
es razonable.
—Bien…
¿qué se supone debería razonar?
—Que
uno puede equivocarse llevado por la tristeza o la impotencia. Fue lo que
ocurrió con todos nosotros, Mike y su familia. Por eso vine hasta aquí. Lo
pensé mucho –bajó la vista—. Hacerme la idea que un Huilliche integrara el
grupo familiar suena a locura. Verlo entrar a casa, saludar como si fuera
cualquier ser sin ese pasado horrendo, contemplarlo a la cara y saber que por
sus venas corre parte de la sangre de esa asesina. Entiéndame.
—La
entiendo, aún no sé el motivo de discusión. Ambos no debieron cruzarse nunca.
—Pero
lo hicieron, y se enamoraron. Jugarreta del destino o quizás un aprendizaje. Me
preocupa.
—Señora
Fjellner, de mi parte puede estar tranquila que haré hasta lo imposible porque
su hijo y Chelle no se vean jamás.
Ella
se mantuvo en silencio con la vista en la alfombra de persa. Se la veía
apenada, aturdida. Levantó la vista y me miró.
—Es
que no he venido a asegurarme que el Huilliche no se acerque. Todo lo
contrario. Necesito hablar con él.
—De
ninguna forma aceptaré. Chelle ya ha sufrido demasiado para soportar más
discriminación. Y ya que estoy le repito lo que le dije a su hijo. No saben
nada de los Huilliches. Los padres de Chelle y sus ancestros fueron un
aquelarre noble, es cierto que tuvieron el error de no abortar a ese engendro
de maldad pero no han tenido la culpa. Chelle es un ser excepcional, y su hijo…
no se lo merece.
Calló
unos segundos para volver a insistir.
—Dígame
dónde está el vampiro. Necesito hablar con él.
—No
se lo diré.
Su
iris canela se fijó en los míos, con entereza. A pesar de las lágrimas que
asomaban.
—Señor
Craig, usted no imagina que difícil es vivir sabiendo que no veré más a mi
compañero de vida, al padre de mis hijos, al ser que amé con el corazón. Es un
dolor muy grande que todavía no puedo asimilar.
—Siento
mucho su pérdida, de verdad. Por eso espero que pueda sanar la herida del
rencor a medida que su hijo y Chelle transiten vidas separadas. Colaboraré en
ello. ¿Para qué hablar con Chelle y torturarse? Como dice usted, sería difícil
verlo a la cara y aceptarlo como uno más de su familia.
—Es
muy difícil contar con ese poder de borrar lo que ocurrió y aceptar que se
aman. Aun así debo hablar con el vampiro. Por favor, dígame dónde puedo
encontrarlo. Porque hay una razón y una fuerza mucho más grande, señor Craig.
Seguramente debe saberlo. La felicidad de un hijo por sobre todos los hechos.
En
ese instante Bianca entró a la sala. Quedó inmóvil ante la escena. Una loba en
el lujoso hotel hablando con su marido. Sí, era extraño.
—Disculpen,
pensé que mi marido estaba solo.
—No
te preocupes Bianca, la señora ya se retiraba.
—¿Y
puedo saber quién es?
—Soy
Gina Fjellner, madre de Mike —se adelantó ella.
Bianca
avanzó lentamente hacia ella.
—Ah…
comprendo. ¿Se siente bien? Está temblando.
—Sí,
gracias. Escuche, por favor –se acercó más a Bianca con los ojos fijos en su
vientre—. Usted… será madre, tiene que entenderme.
—¿Qué
debo entender?
—Mi
hijo está sufriendo. Sé que se equivocó pero necesito hablar con el vampiro.
—¡El
vampiro tiene nombre! –me quejé.
—¿Con
Chelle?
—¡Bianca,
por favor! –exclamé—. Para que sepas no deseo que vuelva a verlo. Solo lo hará
sufrir y no voy a permitirlo.
Noté
en Bianca un quiebre de emoción. Quizás era su estado que desbordada
sensibilidad.
—Por
favor, señora Craig. Hágale entender que Mike no es un chico malvado.
—¿Por
qué debería mi esposa creerle?
Bianca
me miró y rodee los ojos.
—Aguárdeme
afuera, por favor –Bianca cogió la mano entre las suyas.
La
loba se retiró cabizbaja y yo me dejé caer en el sillón.
—Bianca…
—Sebastien…
—¿Qué
irás a decirme? ¿Qué tenga piedad con ese lobo que no la tuvo para Chelle? Está
solo y necesita que alguien lo defienda.
—Estoy
de acuerdo –se acercó a mí y apoyó sus manos en la mesa—. Valoro que no
permitas que sufra. Sé de tu intención porque estoy segura del macho del que me
enamoré, pero… Sebastien… Es la vida de Chelle. Es el único que puede decidir
si lo perdona.
—¿No
lo conoces? Es un ser excepcional. Lo perdonará y volverá a caer.
—No
sabemos nada de ese joven lobo.
—Lo
que sé es suficiente.
—Entonces,
piensa que perdió a su padre en manos de Vilu.
—Vilu
no es Chelle. ¡No es tan difícil!
—Es
su hermano. Nosotros lo conocemos a él sin embargo ellos no.
—Pues
debería haberse interesado al menos antes de juzgarlo y gritarle la cantidad de
disparates que le dijo. ¡Además lo golpeó!
—Sebastien…
¿Nunca me dijiste algo que te arrepintieras? Porque yo tengo varias cosas de
que arrepentirme contigo. Te abandoné varias veces, te llegué a detestar
algunas de ellas. ¿Y podrías asegurar que no te amo?
—No
te compares.
—¿Por
qué no? ¿Porque es un lobo?
—No
es eso…
—Insisto,
déjalo a Chelle que decida. Confía en mí.
Respiré
profundo y tiré la cabeza hacia atrás. Cerré los ojos unos segundos… y la miré.
—¿Si
lo lastima nuevamente?
—Te
prometo que iré contigo a propinarle una paliza.
Sonreí.
—¿En
tu estado?
—Anda,
deja que la señora hable con él.
—Te
asustaría saber qué cantidad de cosas haría por ti.
—Te
amo.
—Ve…
dile que pase.
Uy que buen capítulo espero que Chelle y Mike se arreglen Ambos deben escucharse y perdonarse. Te mando un beso y ten una buena semana
ResponderEliminar¡Hola Citu! Gracias por comentar!
EliminarEsperemos que se reconcilien aunque no será fácil. El pasado que los une también pesa.
Un besazo reina y feliz semana!!
Hola, Lou... Vilu es un personaje brutal, de una maldad increíble... bueno, increíble no... Mató a sus padres y esperó a que Chelle amara más y más a Beto para arrebatarle la vida también... Brutal
ResponderEliminarPor supuesto que Chelle se equivoca... las lágrimas de Mike no son las lágrimas de un cocodrilo... Chelle está muy dolido, pero debe entender a Mike... debe entender que la reacción de Mike fue muy lógica... No puede olvidar que su hermana, aunque él no tenga culpa alguna, mató al padre de Mike... y eso es demasiado grave, demasiado doloroso
Lamento que Boris y Branden se hayan separado... que uno de los dos se quede sin trabajo no es motivo para abandonar una relación si el amor era sincero... también lo siento por Nicolay
Espero que la catástrofe, por la que sospecha Chelle que se fueron los vikingos, no se repita... aunque me temo que algo malo pasará en Kirkenes
Supongo que por un hijo se haría todo, y eso es lo que ha demostrado Gina Fjellner... A pesar de su gran sufrimiento, de su intenso dolor, la felicidad de su hijo está por encima de todo... Mike tiene la fortuna de tener a esta madre
Y nosotros, los lectores, tenemos la fortuna de tenerte a ti... y a esta gran novela que estás publicando
Besos
¡Hola Mela! Muchas gracias por comentar y por tus maravillosas palabras. Yo tengo la fortuna de tenerte entre mis lectores. Gracias de verdad.
ResponderEliminarVilu es malvada y no tiene perdón. El peligro siempre rondará mientras ella viva, aunque esté lejos.
Mike es sincero y nosotros le creemos pero quizás Chelle no sabe todo lo que sabemos nosotros. Pienso que debería sentarse a hablar con Mike. Lo que debe costar perdonarle es no haberle dado la oportunidad de explicarle y frente a Kriger humillarlo. Aunque sin querer está cometiendo el mismo error, no quiere escucharlo. Estoy segura que llegará un momento que ambos reconocerán que estuvieron mal, se aman. Yo anhelo eso. Veremos que pasa.
La madre de Mike es una buena madre. Muy difícil para ella pero como dices la felicidad de un hijo está por encima de todo.
Boris, Branden, se separaron. Otra vez Nicolay en el medio. Coincido, quedarse sin trabajo de uno de los dos no es causa de separarse pero creo que es Boris que se siente inferior y no puede con ello.
A lo mejor esta distancia les sirve para ver cuánto se necesitan.
Gracias querida escritora, me haces muy feliz leerte. Te mando un beso. ¡Una buena semana para ti!
Bravooooo, bravísimo por Gina!!!! Eso es una madre!!!
ResponderEliminarDespués del sacrificio y esfuerzo de Gina, que no me hagan el tonto Chatel y Mike!!!
Capítulazooooo!!!
Besoteeeeesssss!!!!
¡Hhola mi querida amiga! Sí, Gina estuvo muy bien, y Sebastien ha escuchado a Bianca.
EliminarChelle y Mike tienen que sentarse a hablar pero no es tan fácil. Debemos esperar cariño, solo un poco más.
Te mando un besote y cuídate mucho. Feliz semana para ti.