INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

domingo, 12 de abril de 2020

¡Hola chicos! Aquí dejo el capi 37. Espero lo disfruten Un besote grande y feliz semana para todos.


Capítulo 37.
La llamada.

Chelle.

Para matar el tiempo ya que no daría clase en la Universidad y otro porque realmente me preocupaban los últimos temblores producidos en el mes, me dirigí a la biblioteca de Kirkenes. Cuatro años incluía la carrera de Licenciado en Geología, y siete Ingeniero Geofísico. Ambas las concluí en tres años. Me atraían los fenómenos naturales, me apasionaban las fórmulas físicas, y me fascinaba conocer la composición de la tierra. Fui un buen alumno. Al margen de tener esa habilidad muy propia de los vampiros había puesto mucha dedicación. Mi padre siempre decía, “la constancia te llevará muy lejos, aun cuando las cosas se tornen difíciles al intelecto”.

A mi padre le gustaba leer y que le leyera. Por eso en la época de estudiante nos unimos más. Yo repasaba días previos al examen y él escuchaba atento. Todo era más fácil y se tornaba menos tedioso.

Con la melancolía propia de quien recuerda sabiendo que aquel pasado nunca volverá, llegué a la mesa de entradas donde una señora anotaba la numeración y título de un libro que le habían entregado. Se disponía avanzar por uno de los pasillos quizás para ponerlo en su sitio cuando la llamé.

—Buenos días, disculpe. ¿Podría ayudarme?
—Buen día, ¿qué necesita?
—Verá, soy ingeniero en geología y busco un libro para informarme.
—El sector es el de la derecha al fondo. Geología general.
—Ok, ehm… Disculpe en realidad busco algo más específico sobre Kirkenes.
—¿Kirkenes? Mmm… No, tenemos un libro de edición antigua sobre Noruega en general.
—Me servirá para empezar, gracias.

………………………………………………………………………………………………

Había permanecido casi una hora leyendo sin encontrar un dato que me interesara. Salvo por un capítulo que destacaba la formación del suelo en el noroeste de Noruega. La mayoría eran rocas sedimentarias del período terciario y la gran transformación de los glaciares. Lo que más me interesaba era el complejo de Fen. Cadena de volcanes formados por magmas alcalinos hace más de 500 años. Pero nada decía sobre Kirkenes. Tampoco mencionaba tsunamis producidos por terremotos en tierras de Escandinavia. El autor del libro había realizado sus estudios a principio del siglo XVIII, y parecía bastante exhaustivo.

Finalmente cerré el libro y me dispuse a abandonar la biblioteca. Antes de girar hacia el pasillo principal mis ojos recorrieron el estante superior a unos cuatro metros del suelo y se detuvieron en una colección de textos con lomos de cuero rojo. En letras doradas los diferentes volúmenes destacaban la palabra “Vikingos”.

La bibliotecaria se acercó.

—Esos son libros muy antiguos pero son de historia.
—Ah… ¿Podría llevar de préstamo alguno de ellos?
—¿Tiene identificación?
—Sí.
—Bien, sacaré una fotocopia y me dejará otros datos como domicilio y teléfono. Solo podrá llevarse uno. Si cumple en traerlo en fecha se le prestará dos.
—Okay.
—¿Es oriundo de Kirkenes? No habla noruego con nuestro acento.
—No, soy de Chile pero estoy radicado aquí. Le daré todos los datos.
—Muy bien. Acompáñeme.

…………………………………………………………………………………………..

Al llegar a la cabaña de Charles me senté en el sofá de la sala y comencé a leer. Margaret entró feliz llevando un ramo de rosas.

—Hola Chelle.
—Hola… ¡Qué bonitas flores!
—Me las regaló Charles como adelanto de mi cumpleaños.
—¿Cuándo es? Disculpa, no lo sabía.
—No te preocupes, es en dos días. Mi media naranja me dará un obsequio por cada día de la semana que falte para la fecha. Con este ramo son cinco.
—¡Qué romántico! –sonreí.
—Así es él. A propósito, daremos una reunión divertida.
—¿Habrá muchos invitados?
—Oh no, entre nosotros. Además no podré contar con Sebastien, Bianca, ni Ron. Estarán en la Isla para la fecha. A Rose le entregarán el diploma de Bachiller Superior en Kirkenes así que tampoco podrá venir. Lenya estará en Oslo y Liz no vendrá con Anne hasta aquí. Scarlet y Grigorii trabajan hasta la media noche.
—Oh… Claro.
—Si quieres puedes invitar algún amigo. Charles me dijo que has hecho amistad en la Universidad.
—Te agradezco pero mejor que no traiga extraños.
—No te preocupes, nos comportamos bastante normales y prometo no comer a ninguno de tus amigos.

Reí.

—Gracias igual.
—Veo que estás leyendo –dijo mientras quitaba unas flores secas del florero.
—Sí, es sobre Vikingos.
—¿Te interesa nuestra historia?
—Algo así.
—Puedo contarte muchas anécdotas de ese tiempo.
—¿En serio?
—Por supuesto, tengo muchos años encima.
—Pues los llevas muy bien.
—Eres todo un caballero. Sales a tu padre.

Sonreí.

—Gracias, ¿lo conociste?
—En varias oportunidades. Aún él no se había enamorado de tu madre.
—Me encantará escuchar esas historias. No me ha quedado nada, solo recuerdos.

Se acercó y acarició mi cabeza con una sonrisa.

—Nos tienes a nosotros. Y los recuerdos… Trata de guardar solo aquellos que te hagan sonreír.
—Sí, lo haré. Con mi hermana dando vueltas por ahí no me siento tranquilo. A veces pienso que esto no terminará hasta que regrese a Chile y la enfrente.
—¡No se te ocurra! No lo permitiremos. En tal caso, Sebastien ideará un plan para atraparla y darle muerte. ¡Perdón! –se retractó apenada.
—No te preocupes. También pienso lo mismo. Es monstruoso pero… es la verdad. Si no hubiera sido cobarde y la hubiera enfrentado mis padres quizás estarían vivos. Nunca imaginé que al huir de casa ella aprovecharía y les quitaría la vida.
—Tú serías el que no estaría vivo. Ni ellos ni tú. Todo a su tiempo, Chelle. A ver –se sentó a mi lado dejando las rosas a un costado—. ¿Qué has estado leyendo sobre Vikingos?
—Bueno, la verdad buscaba otro tema, sobre los volcanes.
—¿En Kirkenes? No, olvídalo. Vivimos en las cumbres por centenas de años.
—¿Nunca hubo temblores? ¿Algo que te haya llamado la atención?
—Nada… No… —encogió los hombros—. Las grutas eran heladas, solo se cuela el agua de los deshielos y hay halos de luz en pocas zonas de lo profundo. Salvo… A veces…
—¿Qué?
—Un olor extraño, pero no siempre.
—¿Similar a qué?
—A azufre.

—¡Mi querido Chelle! –entró desde el balcón.
—¡Hola Charles!
—¿Ya has regresado de la Universidad?
—¿No te lo dije? Quede sin empleo, regresó el profesor titular.
—Mierda… Cierto… Bueno, no te preocupes, algo conseguirás.
—De hecho un alumno me dio el móvil de su hermana para darle clases particulares de Geología.
—¡Eso suena bien! ¿Ya la has llamado?
—No. Debería salir a cazar… Bianca no está para las transfusiones y…
—Te acompaño. Iremos a un lugar que te agradará.
—¿Me agradará?
—Sí, donde las víctimas son victimarios. Seres miserables. ¿Te suena la cárcel?

Arquee la ceja.

—Pues…
—Secuestradores, violadores, asesinos de niños, una amplia gama de monstruos. ¿Qué tal?
—Me gusta la idea.
—Margaret, querida, ¿nos acompañas?
—Está vez, no. Prefiero quedarme con los Sherpa. Khatry no está bien. Desde que rechazó la oferta de Sebastien de acompañarlo a la Isla para trabajar con Natasha lo noto triste.
—Sí… Si no me equivoco la razón no es el trabajo ni el viaje sino la compañía de Natasha.
—Es una chica adorable.
—Lo sé. Es él que tiene ese trauma con la cercanía de las hembras. Tú sabes…
—¿Mi hermana otra vez? No digas nada, no hay rincón donde no haya repartido su veneno.
—Tranquilo, Khatry saldrá de eso.

Natasha.

Recorrimos con Sebastien los alrededores de la Isla hasta alejarnos del complejo de cabañas habitadas por trabajadores mineros. Me presentó al nuevo ingeniero y algunos colaboradores más cercanos. La Isla no estaba demasiado habitada y eso era perfecto para no estar rodeada de ojos curiosos. Al llegar a una cabaña en ruinas Sebastien se detuvo.

—Si te gusta la reconstruiremos y será tu hogar mientras estés aquí. Es una propiedad que te sugiero por ser amplia y tiene un gran sótano, ideal para el laboratorio. ¿Qué te parece?
—¡Perfecta! ¿Cuánto llevará la reconstrucción?
—Calculo que menos de un mes. Necesitarás estar provista de los elementos propios de tu proyecto.
—Me encargaré.
—¿Cuántos humanos vendrán contigo?
—Dos colaboradores, vendrán en un mes. Me comunicaré con el General para saber cuándo llegarán los fósiles.
—Muy bien. Lo dejo en tus manos. Sabes que nuestro secreto debe…
—Lo sé, no te preocupes.
—Confío en ti.
—Gracias…Hablando de secretos… ¿Qué ocurrió con Khatry y Vilu?

Me miró unos instantes dudando.

—No hablaré de ello. Por respeto a él. Si algún día decide contártelo.

Sonreí con pena.

—Lo dudo. No quiere ni acercarse a mí.
—Hay algo a lo que debes recurrir en estos casos, Natasha, y se llama tiempo.
—Okay.
—¿Vamos? Bianca y Ron ya deben haber regresado de la playa. Ya cae la tarde y aquí hace mucho frío.
—Tienes razón yo llamaré a mamá. Últimamente se siente un poco sola. Entre Svetlana, Dimitri, Ivan, y Anouk que no están en casa, ya sabes como es.
—Una buena madre.

……………………………………………………………………………………………..

La noche cayó en la Isla demasiado temprano para mi gusto. Amaba la vida y el movimiento en Moscú, pero algo me decía que tras algo extraordinario había algún sacrificio. De verdad necesitaba trabajar en la investigación sobre genética y poder llegar a algunas conclusiones que nos sirvieran en el futuro.

A través de los grandes ventanales la oscuridad de la playa convertía la inmensidad del paisaje en infinito. No podía deslindarse el mar de la arena. Solo las luces de las pocas cabañas salpicaban la vasta extensión, al igual que las estrellas. Una aurora boreal deshilachada era la reina de los cielos y el silencio allí afuera solo era cortado cada tanto por el sonido de alguna ballena.

En la sala, bella y acogedora, el chisporrotear de la leña nos mantenía tibios y cómodos. Bianca se sentó a mi lado mientras Sebastien y Ron jugaban al ajedrez. En la tv las noticias locales anunciaban días despejados, no así para el norte de Noruega donde precipitaciones amenazaban en caer en ocho o diez horas. Pero las lluvias de otoño eran efímeras como las de verano, salvo que un poco más torrenciales. Imaginé como serían las tormentas en Siberia, hogar de los Sherpa. ¿Cómo se las habían apañado bajo ese riguroso clima? ¡Cuántos años viviendo en cuevas y cavernas con el mínimo de subsistencia! Solo contando con la fiel naturaleza, respetando sus códigos, matando únicamente para sobrevivir.

No recuerdo haber asesinado a un humano por una gran hambruna. Nunca la sufrí. Mis víctimas eran elegidas por débiles, mafiosos, delincuentes, arrogantes ricos, explotadores, todos en común de una belleza masculina impactante. Después del sexo, los descartaba… ¿Dónde quedó esa Natasha Gólubev? Aquella que humanos y vampiros caían a sus pies. ¿Dónde quedó? Quizás… comenzó a desaparecer desde aquel día, ese preciso instante que el bello heredero de Adrien Craig le dijo que no. No… No es contigo que quiero una vida para siempre… No… No eres tú la dueña de mi vida… No…

—¿Te sientes bien?

Aparté la vista de la ventana y miré a Bianca.

—Sí –sonreí.
—¿Extrañas Moscú? Porque te será difícil si próximamente deberás permanecer tiempo aquí.
—No te preocupes, todo es cuestión de habituarse.
—Sí… ¿Tu madre bien? He hablado hace una semana con ella. La noté un poco triste.
—La he llamado pero Ivan dijo que había salido con papá. Sé que tú y mamá son amigas. Así que no debes ignorar que lo de Anouk le cayó como bomba.

Suspiró.

—Dice que la entenderé mejor cuando tenga a mi hija.
—Anouk está feliz. Drank parece buen chico.
—No lo conozco demasiado pero Liz dice que es excepcional. Y le creo. Aunque ahora sea un lobo su esencia no cambiará.
—Es un humano.

Me miró sorprendida después bajó la vista.

—¿Es un lobo?
—Lo convirtieron hace poco, lo siento. Pensé que Anouk te lo había dicho. Ustedes son muy confidentes.
—Creo que no hemos tenido tiempo de hablar. Entonces… ¿Cómo está Anouk?  La llamaré.
—Será buena idea.
—Si prefieres no le diré que lo sé.
—No importa. Nadie dijo que no podría decirlo así que dile la verdad.

El móvil vibró en el bolsillo de mis jeans.

—Disculpa.
—No hay problema, haré café para todos.

Extrañada, acepté la llamada de número desconocido.

—Hola, ¿quién habla?
“Hola, ¿Natasha Gólubev?”

Una voz grave entró en mi tímpano y me estremeció.

—Sí, soy yo.
“Soy Khatry, perdona. Charles me dio tu número y… me enseñó cómo usar este aparato.”

Sonreí imaginado al guerrero presionando los botones de un móvil.

—Hola Khatry, ¡qué sorpresa!
“Es que te debo una disculpa.”
—¿Eso por qué? –mis manos transpiraron.
“Fui grosero al no querer aceptar ir de viaje. Quería que supieras que no es nada contra ti. Solo que no estoy preparado para separarme de mi familia.”
—Lo entiendo, no te preocupes. Gracias por querer explicarme pero de verdad no era necesario.
“Pienso que sí porque eres una dama y yo rechacé la invitación sin decir nada más.”
—No estabas obligado a venir. Quizás más adelante.
“Sí, quizás más adelante. Bueno… que pases bien.”
—Tú también. ¡Ah! Khatry…
“Dime.”
—Tienes una voz hermosa.
“Gracias.”

Y cortó.

Chelle.

Llegué a mi habitación a la tarde después de pasear con Miyo por la costa. El mar bravío por la proximidad de la tormenta fue novedoso para la Sherpa. Le permití saltar las olas en la orilla y su risa me contagió varias veces.

Miré mi reloj, las cinco… Abrí el cajón de la mesa de luz y conté el dinero ahorrado. Le compraría un regalo para Margaret, coñac para el bar de Charles, tabaco, crema de afeitar, y guardaría el resto. Si no conseguía pronto un empleo volvería a la situación de cuando llegué con lo puesto. Cogí el móvil y recorrí los contactos…

¿Y si llamaba a la hermana de Birmhan? No… Muy pronto… Parecía desesperado… Bueno, lo estaba. Además era por empleo, nada malo… Quizás la chica necesitaba varias clases…

Pulsé los números y esperé que contestara… A los cuatro llamados corté. No… Mejor esperar un día más. Me puse de pie, me desvestí y entré al baño a ducharme. Iría al centro comercial por el regalo y el resto de las compras. ¿Qué le obsequiaría a Margaret? ¿Un perfume? El gusto era muy personal… Abrí el grifo del agua caliente y luego el de agua fría. Fui templando ambas… ¿Una planta? No… Tenía muchas especies. Una vez había dicho que le gustaba leer policiales como Charles. Podía ser un libro… Sí…

El agua tibia recorrió mi cuerpo resbalando y brindándome una sensación placentera de relax. Enjaboné mis hombros, cuello, abdomen. El aroma a pino era exquisito. Similar a un bosque… Mi cerebro buscó en aquel recoveco que memorizaba ese aroma tan particular… Resina… Clorofila… Vegetación húmeda… Joder… Cerré los ojos y él allí, junto a mí. Con esos ojos color ámbar, con los hoyuelos en las mejillas cada vez que sonreía. Con la sudadera negra en un vano intento de ocultar ese físico tan tentador. Y ahora… esos labios que había probado, esa boca prohibida que había saboreado…

Continué mi baño tratando de pensar en el libro de Margaret…  Otra vez el aroma embriagador… Abrí los ojos, la espuma iba desapareciendo sobre mi piel y se reunía a mis pies en forma de copos. Me quedé unos minutos recibiendo la lluvia sobre la cara hasta que escuché el alerta de un mensaje en el móvil. Cerré los grifos. Mis manos se apoyaron en los azulejos empapados. Bajé la cabeza y respiré profundo. Mike… Ni siquiera había tenido oportunidad de llamarte por el nombre. Me quedé con las ganas de descubrir tu forma de amar. ¿Serías como Beto? Tan sutil, tan tímido… ¡No qué va! Si parecías ser la antítesis del recato y la delicadeza. Un viento huracanado que pasa y no deja nada en pie. Audaz, atrevido y caliente. Así era Mike. ¿Por qué mi piel no entendía que no éramos compatibles? ¿Por qué lo deseaba tanto? El agua y el aceite nunca se juntan.

Cogí la toalla y salí del baño. ¡Suficiente! ¡Basta de Fjellner! Ya no nos cruzaríamos y al menos le había dicho lo que sentía. Sí… Listo… A otra cosa… Revisé mi móvil… Era Sebastien.

“¿Todo bien, Chelle?”
“Sí, gracias.” Respondí.

Respiré profundo otra vez y me vestí. La vida debía seguir para mí y para Mike. Y él seguramente con el tiempo se reconciliaría con ese tal… ¿Kriger? ¡Lobo estúpido y arrogante! ¿Qué le había visto? A lo mejor era muy bueno en la cama… ¡Cabrón! Recordé ese día en el vestuario. Esa forma de llevarse el mundo por delante. “¿Interrumpo algo?” Dijo el imbécil. ¡Qué ganas de haberle dicho, “sabes qué sí! Él me pertenece ahora, es mi novio.” Pero no… ni era mi novio ni lo vería más.

Me sequé y me vestí con la rabia dentro de mí. ¿Fui cobarde otra vez o fui sensato? La imagen de Sebastien surgió en la mente. “No te quiero ver cerca de un lobo”. Y si lo decía el líder de los vampiros, debía tener razón.

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El centro comercial no estaba muy concurrido, quizás la hora y la próxima llegada del otoño provocaba que las personas hicieran sus compras más temprano. Esta mañana, el noticiero había anunciado lluvias pero Charles había escuchado a último momento que se extenderían para el fin de semana.

Me detuve en la librería y estudié la vidriera con los diversos títulos. No había policiales… Decidí entrar y preguntar al empleado.

Después de mostrarme tres autores del género buscado me decidí por “La chica del tren” Un lanzamiento nuevo con gran probabilidad que Margaret no lo hubiera leído. Pagué la compra y salí apresurado, la noche había caído sobre Kirkenes.

Al coger la escalera mecánica alguien tocó mi hombro. Me giré con el corazón en un puño. ¿Sería él? No… Scarlet.

—¡Holaaa! Gusto verte en mis dominios.

Sonreí.

—¡Hola! ¡Qué sorpresa encontrarte aquí!
—No querido, no es ninguna sorpresa. Lo extraño es que nos encontremos en la Jefatura y no en un centro comercial. ¿Qué has venido a comprar? ¿Zapatos, camisas, algún reloj nuevo?

Negué con la cabeza mientras llegábamos a planta baja.

—Un regalo para Margaret. Es su cumpleaños en un par de días.
—Noooo, cielos, casi lo olvido. ¡Gracias!
—De nada –volví a sonreír.
—¿Me acompañas a comprar alguna prenda? Quizás me ayudes a elegir.
—¿Por qué soy gay?

Me miró seria.

—No Chelle, nada de eso. Solo que cuatro ojos y dos cerebros son mejores.
—Lo siento, últimamente estoy perseguido.

Su mirada púrpura me contempló a los ojos por unos segundos.

—¿Bebemos un café?
—Ibas a comprar un regalo. Los negocios podrían cerrar.
—Tengo dos días más. Ven, conozco una cafetería aquí y los hacen muy ricos. No como Charles, por supuesto –sonrió.
—Okay, acepto. Pero invito yo.

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Scarlet era muy divertida, además de ser la reina de la belleza y seducción. Hija de dos importantes vampiros, guardaba en la mirada la fuerza volcánica de Agravar y la femineidad de Lucila. Por supuesto, su modo de ser tan segura de sí misma y la simpatía a flor de piel, nadie hubiera dudado que fuera criada por el líder de los vampiros, Adrien Craig. O el gran Thor como solía llamarlo mi padre.

Había que estar muy bien plantado para ser pareja de Scarlet y no morir de celos y angustia. No hubo nadie que no la mirara al pasar, mujeres, y hombres. El tal Grigorii Petrov debía ser excepcional para haberse ganado el corazón de la “princesa”.

—Cuéntame, ¿qué tal la Universidad?

Levanté la vista de mi café.

—Ya no trabajo allí.
—¿Te echaron?
—No, hacía una suplencia y regresó el titular.
—¡Qué pena! Si te gustan las armas y ser policía podría conseguirte un puesto, preparación mediante.
—Oh no –reí—. Te lo agradezco pero las armas las carga el diablo, no me gustan ni cerca.
—Haces mal –me miró fijo—. Deberías aprender a usarlas. Uno nunca sabe cuándo serán útiles.
—Creo que… de todas formas no las usaría.
—¿En serio? Piensa… ¿Jurarías que jamás empuñarías un arma contra tu enemigo?
—Pues, no…
—Cambiaré la pregunta. ¿Jamás usaría un arma si con ella tuvieras que defender a quien amas?

Dudé.

La imagen de Mike en peligro me estremeció.

Sonrió.

—¿Lo ves? La vida te pone a veces en situación límite.
—Si tuviera que matar a mi propia hermana… pienso que sería algo terrible, e insuperable.
—Créeme, si ocurriera, lo superarás. Yo sé porque te lo digo.
—¿A quién asesinaste?
—Tú habías desaparecido cuando maté a mi padre.

Arquee la ceja.

—Vaya… Un acto muy extremo.
—Un acto muy valiente diría yo. Porque no elegí esa situación, no fui a buscarlo para darle muerte. Pero él iba a dañar a alguien que yo amaba y tuve que elegir.
—Entiendo. Creo que en el caso de Vilu tiene tantos enemigos que es más factible que lo haga otro.
—¿Y si no fuera así? –Sus ojos nuevamente me miraron fijo.
—No lo sé, Scarlet, debería estar en esa situación.
—Por supuesto… ¡Cambiemos de tema! No te has emborrachado otra vez, ¿verdad?

Reí.

—No, te lo juro. Fue, un día especial.
—¿Y tu alumno? –bebió el café con una sonrisa pícara—. ¿Se siguen viendo?
—¡No! No, no no… No… Él… No sé… Yo no doy más clases así que… Nada.
—Pues para él no parece que fueras nada.
—¿Ah no? –Bebí el café—. ¿Por qué lo dices?
—Te miraba de una forma muy particular –movió las cejas burlona.
—¿Ah sí? –fingí desinterés encogiendo los hombros.

Ella pasó la servilleta delicadamente por los labios y miró el techo como recordando algo.

—Al final debo darle la razón a Bianca.
—¿Por qué?
—Ella me decía que soy buena lectora de almas. En este caso creo que lo soy –me miró con ternura—. Encoges los hombros como si no te importara, sin embargo tu iris brilla de emoción.

Suspiré.

—Tranquilo, no quiero ponerte incómodo. Era una charla informal. No soy tu enemiga.
—Lo sé… Mi alumno es un lobo.
—No, si eso ya lo olí a la distancia.
—Sebastien con buen criterio no le gusta que esté cerca de ellos. Dice que puede ser peligroso.
—¿Mi hermano? Oh… Te diré algo, Sebastien me alertó hace un par de años que  estar cerca de un policía sería muy peligroso.
—¿Y qué ocurrió?
—Vivo en casa con uno y me casaré con él –guiñó el ojo y sonrió.

También sonreí. Scarlet era inteligente en sus dichos y picante cuando quería. Pero a la vez imposible no caerte bien.

—Oye, creo que están cerrando los negocios. ¿Si aprovechamos y entramos a dar un vistazo allí? Venden ropa femenina.
—Vale, te ayudaré a elegir.

……………………………………………………………………………………………..

El día anterior al cumpleaños de Margaret no quise salir de mi habitación salvo para usar el lavarropa. Aún no llovía pero era uno de esos días grises y depresivos que atacan al buen humor en que ni siquiera te ríes por las ocurrencias de Miyo. Me dediqué a asear la alcoba y a fumar tabaco en el balcón. El paisaje desde allí era muy bello. La cabaña de Charles tenía una vista maravillosa desde cualquier punto de la casa pero creía que mi rincón era más favorable. Bajo el cielo plomizo, tras algunas copas de los árboles, podían verse las cumbres. Cada vez que las contemplaba contagiaban esa inmensidad y uno podía sentirse pequeño pero igual al resto de los seres vivos. La inferioridad en uno es un peso doliente que va carcomiendo tu autoestima, y de pronto no sabes cómo llegaste hasta aquí, sintiéndote tan poca cosa frente al mundo. Te preguntas, ¿fueron tus acciones? ¿O fueron los otros que te mostraron todo lo que no eres capaz de hacer? Entonces, más allá de la respuesta caes en aceptar que sirves para muy poco. Que nadie extrañará tu ausencia, salvo los alumnos que dije “adiós”. Ahora no tenía trabajo, no tendría que levantarme y preparar mi clase. Otra vez el vacío… Sin embargo, si lo pensaba bien, podía convertir ese espacio inútil en una nueva oportunidad.

Cogí el móvil de mi bolsillo y repasé los contactos. Birmhan… Su hermana me necesitaba y podía ayudarla más allá del dinero.

Pulsé y aguardé que atendiera.

“Hola”.

Una voz de hombre hizo que en segundos volviera a mirar el número de referencia… Era el correcto.

—Hola, disculpe… ¿La señorita Birmhan se encuentra?

Hubo silencio.

“¿Chelle?”

Enmudecí…

“Hola, Chelle, ¿eres tú?”
—¿Fjellner? –susurré.
“Sí soy yo, este es mi número. ¿Cómo lo conseguiste?”

Caminé lentamente hasta sentarme en la cama.

—Yo… Birmhan me dio este número porque su hermana necesitaba… ¡Joder! ¡No es gracioso que se hayan burlado de mí!
“¡Ey! ¡Tranquilo! No tengo idea lo que hizo mi amigo, ¡okay!

Medité unos instantes… Traté de recordar el momento en el que Birmhan se había acercado. Había esperado que Mike desapareciera del aula. Si Mike quería darme el número, ¿por qué no lo habría hecho cuando nos despedíamos?

“Chelle, no sé nada sobre la hermana de Birmhan, solo sé que jamás hubiera esperado tu llamada, te lo juro.” Insistió.
—Okay… Me dio este número porque dijo que su hermana debía rendir Geología libre, para que pudiera ayudarla con clases particulares. ¿Sabes algo?

Hubo silencio del otro lado… Después su suspiro cargado de emoción.

“Solo sé que tengo un buen amigo.”
—Ya veo… Bueno… entonces… disculpa.
“¡Aguarda! No cortes, por favor. Haz que valga la pena esa trampa.”
—No tiene sentido.
“¡Sí lo tiene! Las cosas suceden por algo.”
—Esto fue forzado, Fjellner.
“Aún así, estamos hablando.”
—Sí pero no tenemos nada que decir.
“¿Crees que no tenemos nada para decir?”
—Me refería… a…
“Pues yo sí tengo para decirte. Sobre todo después del beso que me diste.”
—Fue una despedida.
“Ahora no eres mi profesor ni esto es el aula, así que calla y escucha.”

Arquee la ceja, sorprendido. ¡Qué carácter!

“Sé que lo nuestro no estaría aprobado ni por los lobos ni por los Craig, ¿pero sabes qué? A mí me importa un cuerno. Porque tú podrías emparejarte con un vampiro y yo con un lobo, sin embargo me dijiste que estabas enamorado de mí, que te gusto, soy “ese macho especial” entre el resto. Y tú para mí… —hizo una pausa para coger aliento—. Tú para mí eres quien deseo para el resto de mi vida. Te quiero a ti, por encima de lo que piense el mundo. ¿Por qué no intentarlo, Chelle? Solo dime porque.”
—Si me dejara hablar…
“Te escucho, más vale que sea una justificación razonable.”

Quedé en silencio, después tuve ese arranque de enojo que surge cuando quieres desviar el tema.

—Fjellner, ¡sepa que es un prepotente!

Bajó un tono de voz.

“Aún no he escuchado la razón.”

Tragué saliva.

—Quizás porque solo soy un cobarde.
“Todo el mundo lo es en algún momento hasta que la motivación vale la pena y deja de serlo. Tal vez… los besos que nos dimos no fueron suficientes.”
—¿Qué intenta decir?
—Quizás… Necesites algo más para luchar por mí. Sentir mis caricias, tenerme entre tus brazos… Convencerte de que nadie te hará el amor como yo.

Mi respiración se alteró.

—Voy a cortar.
“Hazlo, yo no te llamaré.”

Dudé…

—Yo… tengo cosas que hacer, te llamaré en otro momento.
“¿Ves? Eres muy valiente. Estas jugando con el tiempo sabiendo que en un segundo todo puede cambiar.”
—Perfecto, ahora me amenazas con que puedes enamorarte de otro y olvidarme.
“No, no me refería a eso. A estar vivo mañana, pasado, o el próximo mes. Ni tú ni yo lo sabremos.”
—¡Qué filósofo Fjellner!
“No es filosofía barata. Es mi experiencia. Creí que a mi padre lo vería esa noche para cenar, pero no ocurrió. Y jamás ocurrirá. Y si me preguntas que hubiera hecho… —su voz se quebró—. ¿Qué hubiera hecho? No sé… quizás abrazarlo fuerte, quizás decirle que lo amaba.”
—Lo siento…

Charles entró a la habitación después de dar tres golpes en la puerta.

—¡Sí, adelante! Debo cortar… yo… te llamaré.

Douglas.

En el portal de la cabaña de mi madre aguardé por Marin. ¿Las chicas siempre se retrasaban cuando iban a un cumpleaños o fiesta? ¿O solo le ocurría a mi esposa? No solo eso, el “¡ya casi estoy lista!”, ¿se lo creían o era para que nosotros los machos no volviéramos a sentarnos al sofá y encendiéramos la tv con un paquete de patatas fritas? Sí señor, nos querían en la puerta y listos para salir aunque debiéramos aguantar media hora más.

—¡Por Dios Marin, ya estabas bella! –grité desde el jardín.

Bernardo salió sonriente.

—Ten paciencia.
—¡Si la tengo! Es que me ha dicho “ya casi estoy, ve saliendo”, y aquí me ves.
—Dile a Margaret que Sabina y yo le mandamos cariños.
—Se lo diré.
—¿Has hablado con tu padre?
—No.
—Debes hacerlo tarde o temprano. No es bueno que estés tanto tiempo enojado.
—Cuando tenga trabajo fijo y pueda mantener mi casa, se me pasará el enojo.
—Pensé que habías ido anoche para hablar con él.
—No, él está en la Isla con Bianca. Fui a ver a Numa.
—¡Bernardoo!
—Perdón, me llama Sabina. Le dije que me avise si llamaba Gloria para ir a buscarla, se avecina tormenta. Está en la casa de Ruth.
—Ah okay. Nos vemos cuando regrese del cumpleaños.
—Iré por mi chaqueta… ¿Están cómodos Marin y tú en la habitación del fondo? Pronto tendrán una linda cabaña.
—No te preocupes, demasiado que me dan una mano. Gracias.
—¡Berny! ¡Amor!
—¡Ya voy! Nos vemos Douglas. ¿Llevas piloto?
—No nos quedaremos mucho tiempo, mañana debo trabajar con los chicos en el bosque.
—Muy bien, que pasen bonito.
—Gracias.

Cuando Bernardo entró por su chaqueta la escena de ayer volvió a mi mente…

Había ido a la mansión a buscar a Numa para dar una vuelta por Kirkenes como en los viejos tiempos, claro que sin chicas. No por él, que yo supiera no tenía compromisos, pero sí por mí ya que después de Marin no existía posibilidad alguna que mis ojos se posaran en alguna fémina. Lo extraño fue… que subí a planta alta llamándolo. Al principio no respondió, sin embargo me escuchó casi llegando al altillo. Al fin salió antes de que tocara su puerta… estaba nervioso. Conocía a mi amigo como la palma de mi mano y no solo le sorprendió verme a esa hora sino que juraría que no le agradó.

Creí que estaba con Rose en la habitación y me sentí un inoportuno. Le pedí disculpas sonriendo y le dije que saldríamos otro día. Me agradeció, pero antes de despedirme vi a Rose avanzando por el pasillo. Mis ojos se clavaron en la puerta entreabierta y en el iris de Numa. Entonces estallé…

“¡Tú estás loco! ¿Trajiste una desconocida a esta casa? A papá no le gustará, Numa.”

Él balbuceó y me pidió por favor que lo dejara solo.

“Me voy pero trata de no volver hacerlo, es peligroso.” Insistí.

Me dijo que estaba todo bajo control y que no volvería a hacerlo. Entonces me fui… Con una sensación extraña e inquietante. Numa nunca había sobrepasado las normas de la casa. Éramos vampiros, no cualquiera podía quedarse a dormir en la mansión.

—¡Aquí estoy! –Marin sonrió.
—Ah… Vale, vamos. Estás hermosa. ¿Llevas abrigo impermeable? Por las dudas.
—Sí, y el tuyo también. Siempre sales muy desabrigado. ¿Tienes el regalo de Margaret?
—Sí, mamá –bromee rodando los ojos—. Colgué la bolsa en el manubrio de la moto.

Avanzamos hasta la cerca y subí a la moto.

—Sube cariño, o llegaremos muy tarde –le di su casco y cogí el mío

Se acomodó y abrazó mi cintura. Cuando iba a dar arranque alguien me llamó.

¡Douglas! Hola Marin.
—¡Hola!
—¡Mike! ¿Ocurrió algo?
—No, solo quería pedirte si puedo seguirte con mi moto. No tengo mucha idea de cómo llegar a la casa de la cumpleañera.
—¿Tú vas al cumpleaños de Margaret?
—Sí, me invitó Ovensen.
—¿Quién?
—Ovensen, ¿no sabes quién es?

Marin pellizcó mi cintura.

—Douglas, es Chelle.
—Aaah, Chelle, sí… perdón es que no lo llamo por el apellido.
—¿En serio? –me miró extrañado.
—Sí, Chelle hay uno solo, es él. Y por supuesto, sígueme.
—Okay.

Cuando Mike fue por su moto indagué.

—Me he callado por tu pellizco, Marin. No sabía que Chelle usaba otro apellido y no Huilliche.
—Liz me contó que tu padre ordenó un nuevo pasaporte para que nadie supiera de él. Por Vilu. Podría encontrarlo y correría peligro.
—Ah… Pues… Es buena idea. ¿Y de dónde se conocen estos dos?
—Eso no lo sé. Quizás de los paseos con Miyo cerca de la reserva.
—¿Miyo pasea cerca de la reserva? ¿Mi padre lo aprobó?
—No sé, ¿por qué lo dices?
—No hay buena vibra entre vampiros y lobos últimamente. Desde la muerte del padre de Mike.
—Entonces… Mike no sabe que Chelle es Huilliche… Huelo a problemas. Esperemos que todo se calme.
—Mierda… Sí… También lo espero.
  







2 comentarios:

  1. Lo dejaste interesante adoro al personaje de Chelle . Te mando un beso y te me cuidas

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    1. ¡Hola Citu! Me alegro que te haya gustado. A mi también me encanta Chelle. Te mando un besazo y muchas gracias por comentar.

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