Capítulo 37.
La llamada.
Chelle.
Para
matar el tiempo ya que no daría clase en la Universidad y otro porque realmente
me preocupaban los últimos temblores producidos en el mes, me dirigí a la
biblioteca de Kirkenes. Cuatro años incluía la carrera de Licenciado en
Geología, y siete Ingeniero Geofísico. Ambas las concluí en tres años. Me atraían
los fenómenos naturales, me apasionaban las fórmulas físicas, y me fascinaba
conocer la composición de la tierra. Fui un buen alumno. Al margen de tener esa
habilidad muy propia de los vampiros había puesto mucha dedicación. Mi padre
siempre decía, “la constancia te llevará muy lejos, aun cuando las cosas se
tornen difíciles al intelecto”.
A
mi padre le gustaba leer y que le leyera. Por eso en la época de estudiante nos
unimos más. Yo repasaba días previos al examen y él escuchaba atento. Todo era
más fácil y se tornaba menos tedioso.
Con
la melancolía propia de quien recuerda sabiendo que aquel pasado nunca volverá,
llegué a la mesa de entradas donde una señora anotaba la numeración y título de
un libro que le habían entregado. Se disponía avanzar por uno de los pasillos
quizás para ponerlo en su sitio cuando la llamé.
—Buenos
días, disculpe. ¿Podría ayudarme?
—Buen
día, ¿qué necesita?
—Verá,
soy ingeniero en geología y busco un libro para informarme.
—El
sector es el de la derecha al fondo. Geología general.
—Ok,
ehm… Disculpe en realidad busco algo más específico sobre Kirkenes.
—¿Kirkenes?
Mmm… No, tenemos un libro de edición antigua sobre Noruega en general.
—Me
servirá para empezar, gracias.
………………………………………………………………………………………………
Había
permanecido casi una hora leyendo sin encontrar un dato que me interesara.
Salvo por un capítulo que destacaba la formación del suelo en el noroeste de
Noruega. La mayoría eran rocas sedimentarias del período terciario y la gran
transformación de los glaciares. Lo que más me interesaba era el complejo de
Fen. Cadena de volcanes formados por magmas alcalinos hace más de 500 años.
Pero nada decía sobre Kirkenes. Tampoco mencionaba tsunamis producidos por
terremotos en tierras de Escandinavia. El autor del libro había realizado sus
estudios a principio del siglo XVIII, y parecía bastante exhaustivo.
Finalmente
cerré el libro y me dispuse a abandonar la biblioteca. Antes de girar hacia el
pasillo principal mis ojos recorrieron el estante superior a unos cuatro metros
del suelo y se detuvieron en una colección de textos con lomos de cuero rojo.
En letras doradas los diferentes volúmenes destacaban la palabra “Vikingos”.
La
bibliotecaria se acercó.
—Esos
son libros muy antiguos pero son de historia.
—Ah…
¿Podría llevar de préstamo alguno de ellos?
—¿Tiene
identificación?
—Sí.
—Bien,
sacaré una fotocopia y me dejará otros datos como domicilio y teléfono. Solo
podrá llevarse uno. Si cumple en traerlo en fecha se le prestará dos.
—Okay.
—¿Es
oriundo de Kirkenes? No habla noruego con nuestro acento.
—No,
soy de Chile pero estoy radicado aquí. Le daré todos los datos.
—Muy
bien. Acompáñeme.
…………………………………………………………………………………………..
Al
llegar a la cabaña de Charles me senté en el sofá de la sala y comencé a leer.
Margaret entró feliz llevando un ramo de rosas.
—Hola
Chelle.
—Hola…
¡Qué bonitas flores!
—Me
las regaló Charles como adelanto de mi cumpleaños.
—¿Cuándo
es? Disculpa, no lo sabía.
—No
te preocupes, es en dos días. Mi media naranja me dará un obsequio por cada día
de la semana que falte para la fecha. Con este ramo son cinco.
—¡Qué
romántico! –sonreí.
—Así
es él. A propósito, daremos una reunión divertida.
—¿Habrá
muchos invitados?
—Oh
no, entre nosotros. Además no podré contar con Sebastien, Bianca, ni Ron.
Estarán en la Isla para la fecha. A Rose le entregarán el diploma de Bachiller
Superior en Kirkenes así que tampoco podrá venir. Lenya estará en Oslo y Liz no
vendrá con Anne hasta aquí. Scarlet y Grigorii trabajan hasta la media noche.
—Oh…
Claro.
—Si
quieres puedes invitar algún amigo. Charles me dijo que has hecho amistad en la
Universidad.
—Te
agradezco pero mejor que no traiga extraños.
—No
te preocupes, nos comportamos bastante normales y prometo no comer a ninguno de
tus amigos.
Reí.
—Gracias
igual.
—Veo
que estás leyendo –dijo mientras quitaba unas flores secas del florero.
—Sí,
es sobre Vikingos.
—¿Te
interesa nuestra historia?
—Algo
así.
—Puedo
contarte muchas anécdotas de ese tiempo.
—¿En
serio?
—Por
supuesto, tengo muchos años encima.
—Pues
los llevas muy bien.
—Eres
todo un caballero. Sales a tu padre.
Sonreí.
—Gracias,
¿lo conociste?
—En
varias oportunidades. Aún él no se había enamorado de tu madre.
—Me
encantará escuchar esas historias. No me ha quedado nada, solo recuerdos.
Se
acercó y acarició mi cabeza con una sonrisa.
—Nos
tienes a nosotros. Y los recuerdos… Trata de guardar solo aquellos que te hagan
sonreír.
—Sí,
lo haré. Con mi hermana dando vueltas por ahí no me siento tranquilo. A veces
pienso que esto no terminará hasta que regrese a Chile y la enfrente.
—¡No
se te ocurra! No lo permitiremos. En tal caso, Sebastien ideará un plan para
atraparla y darle muerte. ¡Perdón! –se retractó apenada.
—No
te preocupes. También pienso lo mismo. Es monstruoso pero… es la verdad. Si no
hubiera sido cobarde y la hubiera enfrentado mis padres quizás estarían vivos.
Nunca imaginé que al huir de casa ella aprovecharía y les quitaría la vida.
—Tú
serías el que no estaría vivo. Ni ellos ni tú. Todo a su tiempo, Chelle. A ver
–se sentó a mi lado dejando las rosas a un costado—. ¿Qué has estado leyendo
sobre Vikingos?
—Bueno,
la verdad buscaba otro tema, sobre los volcanes.
—¿En
Kirkenes? No, olvídalo. Vivimos en las cumbres por centenas de años.
—¿Nunca
hubo temblores? ¿Algo que te haya llamado la atención?
—Nada…
No… —encogió los hombros—. Las grutas eran heladas, solo se cuela el agua de
los deshielos y hay halos de luz en pocas zonas de lo profundo. Salvo… A veces…
—¿Qué?
—Un
olor extraño, pero no siempre.
—¿Similar
a qué?
—A
azufre.
—¡Mi
querido Chelle! –entró desde el balcón.
—¡Hola
Charles!
—¿Ya
has regresado de la Universidad?
—¿No
te lo dije? Quede sin empleo, regresó el profesor titular.
—Mierda…
Cierto… Bueno, no te preocupes, algo conseguirás.
—De
hecho un alumno me dio el móvil de su hermana para darle clases particulares de
Geología.
—¡Eso
suena bien! ¿Ya la has llamado?
—No.
Debería salir a cazar… Bianca no está para las transfusiones y…
—Te
acompaño. Iremos a un lugar que te agradará.
—¿Me
agradará?
—Sí,
donde las víctimas son victimarios. Seres miserables. ¿Te suena la cárcel?
Arquee
la ceja.
—Pues…
—Secuestradores,
violadores, asesinos de niños, una amplia gama de monstruos. ¿Qué tal?
—Me
gusta la idea.
—Margaret,
querida, ¿nos acompañas?
—Está
vez, no. Prefiero quedarme con los Sherpa. Khatry no está bien. Desde que
rechazó la oferta de Sebastien de acompañarlo a la Isla para trabajar con
Natasha lo noto triste.
—Sí…
Si no me equivoco la razón no es el trabajo ni el viaje sino la compañía de
Natasha.
—Es
una chica adorable.
—Lo
sé. Es él que tiene ese trauma con la cercanía de las hembras. Tú sabes…
—¿Mi
hermana otra vez? No digas nada, no hay rincón donde no haya repartido su
veneno.
—Tranquilo,
Khatry saldrá de eso.
Natasha.
Recorrimos
con Sebastien los alrededores de la Isla hasta alejarnos del complejo de
cabañas habitadas por trabajadores mineros. Me presentó al nuevo ingeniero y
algunos colaboradores más cercanos. La Isla no estaba demasiado habitada y eso
era perfecto para no estar rodeada de ojos curiosos. Al llegar a una cabaña en
ruinas Sebastien se detuvo.
—Si
te gusta la reconstruiremos y será tu hogar mientras estés aquí. Es una
propiedad que te sugiero por ser amplia y tiene un gran sótano, ideal para el
laboratorio. ¿Qué te parece?
—¡Perfecta!
¿Cuánto llevará la reconstrucción?
—Calculo
que menos de un mes. Necesitarás estar provista de los elementos propios de tu
proyecto.
—Me
encargaré.
—¿Cuántos
humanos vendrán contigo?
—Dos
colaboradores, vendrán en un mes. Me comunicaré con el General para saber
cuándo llegarán los fósiles.
—Muy
bien. Lo dejo en tus manos. Sabes que nuestro secreto debe…
—Lo
sé, no te preocupes.
—Confío
en ti.
—Gracias…Hablando
de secretos… ¿Qué ocurrió con Khatry y Vilu?
Me
miró unos instantes dudando.
—No
hablaré de ello. Por respeto a él. Si algún día decide contártelo.
Sonreí
con pena.
—Lo
dudo. No quiere ni acercarse a mí.
—Hay
algo a lo que debes recurrir en estos casos, Natasha, y se llama tiempo.
—Okay.
—¿Vamos?
Bianca y Ron ya deben haber regresado de la playa. Ya cae la tarde y aquí hace
mucho frío.
—Tienes
razón yo llamaré a mamá. Últimamente se siente un poco sola. Entre Svetlana,
Dimitri, Ivan, y Anouk que no están en casa, ya sabes como es.
—Una
buena madre.
……………………………………………………………………………………………..
La
noche cayó en la Isla demasiado temprano para mi gusto. Amaba la vida y el
movimiento en Moscú, pero algo me decía que tras algo extraordinario había
algún sacrificio. De verdad necesitaba trabajar en la investigación sobre
genética y poder llegar a algunas conclusiones que nos sirvieran en el futuro.
A
través de los grandes ventanales la oscuridad de la playa convertía la
inmensidad del paisaje en infinito. No podía deslindarse el mar de la arena.
Solo las luces de las pocas cabañas salpicaban la vasta extensión, al igual que
las estrellas. Una aurora boreal deshilachada era la reina de los cielos y el
silencio allí afuera solo era cortado cada tanto por el sonido de alguna
ballena.
En
la sala, bella y acogedora, el chisporrotear de la leña nos mantenía tibios y
cómodos. Bianca se sentó a mi lado mientras Sebastien y Ron jugaban al ajedrez.
En la tv las noticias locales anunciaban días despejados, no así para el norte
de Noruega donde precipitaciones amenazaban en caer en ocho o diez horas. Pero
las lluvias de otoño eran efímeras como las de verano, salvo que un poco más
torrenciales. Imaginé como serían las tormentas en Siberia, hogar de los
Sherpa. ¿Cómo se las habían apañado bajo ese riguroso clima? ¡Cuántos años
viviendo en cuevas y cavernas con el mínimo de subsistencia! Solo contando con
la fiel naturaleza, respetando sus códigos, matando únicamente para sobrevivir.
No
recuerdo haber asesinado a un humano por una gran hambruna. Nunca la sufrí. Mis
víctimas eran elegidas por débiles, mafiosos, delincuentes, arrogantes ricos,
explotadores, todos en común de una belleza masculina impactante. Después del
sexo, los descartaba… ¿Dónde quedó esa Natasha Gólubev? Aquella que humanos y
vampiros caían a sus pies. ¿Dónde quedó? Quizás… comenzó a desaparecer desde
aquel día, ese preciso instante que el bello heredero de Adrien Craig le dijo
que no. No… No es contigo que quiero una vida para siempre… No… No eres tú la
dueña de mi vida… No…
—¿Te
sientes bien?
Aparté
la vista de la ventana y miré a Bianca.
—Sí
–sonreí.
—¿Extrañas
Moscú? Porque te será difícil si próximamente deberás permanecer tiempo aquí.
—No
te preocupes, todo es cuestión de habituarse.
—Sí…
¿Tu madre bien? He hablado hace una semana con ella. La noté un poco triste.
—La
he llamado pero Ivan dijo que había salido con papá. Sé que tú y mamá son
amigas. Así que no debes ignorar que lo de Anouk le cayó como bomba.
Suspiró.
—Dice
que la entenderé mejor cuando tenga a mi hija.
—Anouk
está feliz. Drank parece buen chico.
—No
lo conozco demasiado pero Liz dice que es excepcional. Y le creo. Aunque ahora
sea un lobo su esencia no cambiará.
—Es
un humano.
Me
miró sorprendida después bajó la vista.
—¿Es
un lobo?
—Lo
convirtieron hace poco, lo siento. Pensé que Anouk te lo había dicho. Ustedes
son muy confidentes.
—Creo
que no hemos tenido tiempo de hablar. Entonces… ¿Cómo está Anouk? La llamaré.
—Será
buena idea.
—Si
prefieres no le diré que lo sé.
—No
importa. Nadie dijo que no podría decirlo así que dile la verdad.
El
móvil vibró en el bolsillo de mis jeans.
—Disculpa.
—No
hay problema, haré café para todos.
Extrañada,
acepté la llamada de número desconocido.
—Hola,
¿quién habla?
“Hola,
¿Natasha Gólubev?”
Una
voz grave entró en mi tímpano y me estremeció.
—Sí,
soy yo.
“Soy
Khatry, perdona. Charles me dio tu número y… me enseñó cómo usar este aparato.”
Sonreí
imaginado al guerrero presionando los botones de un móvil.
—Hola
Khatry, ¡qué sorpresa!
“Es
que te debo una disculpa.”
—¿Eso
por qué? –mis manos transpiraron.
“Fui
grosero al no querer aceptar ir de viaje. Quería que supieras que no es nada
contra ti. Solo que no estoy preparado para separarme de mi familia.”
—Lo
entiendo, no te preocupes. Gracias por querer explicarme pero de verdad no era
necesario.
“Pienso
que sí porque eres una dama y yo rechacé la invitación sin decir nada más.”
—No
estabas obligado a venir. Quizás más adelante.
“Sí,
quizás más adelante. Bueno… que pases bien.”
—Tú
también. ¡Ah! Khatry…
“Dime.”
—Tienes
una voz hermosa.
“Gracias.”
Y
cortó.
Chelle.
Llegué
a mi habitación a la tarde después de pasear con Miyo por la costa. El mar
bravío por la proximidad de la tormenta fue novedoso para la Sherpa. Le permití
saltar las olas en la orilla y su risa me contagió varias veces.
Miré
mi reloj, las cinco… Abrí el cajón de la mesa de luz y conté el dinero
ahorrado. Le compraría un regalo para Margaret, coñac para el bar de Charles,
tabaco, crema de afeitar, y guardaría el resto. Si no conseguía pronto un
empleo volvería a la situación de cuando llegué con lo puesto. Cogí el móvil y
recorrí los contactos…
¿Y
si llamaba a la hermana de Birmhan? No… Muy pronto… Parecía desesperado… Bueno,
lo estaba. Además era por empleo, nada malo… Quizás la chica necesitaba varias
clases…
Pulsé
los números y esperé que contestara… A los cuatro llamados corté. No… Mejor
esperar un día más. Me puse de pie, me desvestí y entré al baño a ducharme.
Iría al centro comercial por el regalo y el resto de las compras. ¿Qué le
obsequiaría a Margaret? ¿Un perfume? El gusto era muy personal… Abrí el grifo
del agua caliente y luego el de agua fría. Fui templando ambas… ¿Una planta?
No… Tenía muchas especies. Una vez había dicho que le gustaba leer policiales
como Charles. Podía ser un libro… Sí…
El
agua tibia recorrió mi cuerpo resbalando y brindándome una sensación placentera
de relax. Enjaboné mis hombros, cuello, abdomen. El aroma a pino era exquisito.
Similar a un bosque… Mi cerebro buscó en aquel recoveco que memorizaba ese
aroma tan particular… Resina… Clorofila… Vegetación húmeda… Joder… Cerré los
ojos y él allí, junto a mí. Con esos ojos color ámbar, con los hoyuelos en las
mejillas cada vez que sonreía. Con la sudadera negra en un vano intento de
ocultar ese físico tan tentador. Y ahora… esos labios que había probado, esa
boca prohibida que había saboreado…
Continué
mi baño tratando de pensar en el libro de Margaret… Otra vez el aroma embriagador… Abrí los ojos,
la espuma iba desapareciendo sobre mi piel y se reunía a mis pies en forma de
copos. Me quedé unos minutos recibiendo la lluvia sobre la cara hasta que
escuché el alerta de un mensaje en el móvil. Cerré los grifos. Mis manos se
apoyaron en los azulejos empapados. Bajé la cabeza y respiré profundo. Mike… Ni
siquiera había tenido oportunidad de llamarte por el nombre. Me quedé con las
ganas de descubrir tu forma de amar. ¿Serías como Beto? Tan sutil, tan tímido…
¡No qué va! Si parecías ser la antítesis del recato y la delicadeza. Un viento
huracanado que pasa y no deja nada en pie. Audaz, atrevido y caliente. Así era
Mike. ¿Por qué mi piel no entendía que no éramos compatibles? ¿Por qué lo
deseaba tanto? El agua y el aceite nunca se juntan.
Cogí
la toalla y salí del baño. ¡Suficiente! ¡Basta de Fjellner! Ya no nos
cruzaríamos y al menos le había dicho lo que sentía. Sí… Listo… A otra cosa…
Revisé mi móvil… Era Sebastien.
“¿Todo
bien, Chelle?”
“Sí,
gracias.” Respondí.
Respiré
profundo otra vez y me vestí. La vida debía seguir para mí y para Mike. Y él
seguramente con el tiempo se reconciliaría con ese tal… ¿Kriger? ¡Lobo estúpido
y arrogante! ¿Qué le había visto? A lo mejor era muy bueno en la cama… ¡Cabrón!
Recordé ese día en el vestuario. Esa forma de llevarse el mundo por delante.
“¿Interrumpo algo?” Dijo el imbécil. ¡Qué ganas de haberle dicho, “sabes qué
sí! Él me pertenece ahora, es mi novio.” Pero no… ni era mi novio ni lo vería
más.
Me
sequé y me vestí con la rabia dentro de mí. ¿Fui cobarde otra vez o fui
sensato? La imagen de Sebastien surgió en la mente. “No te quiero ver cerca de
un lobo”. Y si lo decía el líder de los vampiros, debía tener razón.
………………………………………………………………………………………………...
El
centro comercial no estaba muy concurrido, quizás la hora y la próxima llegada
del otoño provocaba que las personas hicieran sus compras más temprano. Esta
mañana, el noticiero había anunciado lluvias pero Charles había escuchado a
último momento que se extenderían para el fin de semana.
Me
detuve en la librería y estudié la vidriera con los diversos títulos. No había
policiales… Decidí entrar y preguntar al empleado.
Después
de mostrarme tres autores del género buscado me decidí por “La chica del tren”
Un lanzamiento nuevo con gran probabilidad que Margaret no lo hubiera leído.
Pagué la compra y salí apresurado, la noche había caído sobre Kirkenes.
Al
coger la escalera mecánica alguien tocó mi hombro. Me giré con el corazón en un
puño. ¿Sería él? No… Scarlet.
—¡Holaaa!
Gusto verte en mis dominios.
Sonreí.
—¡Hola!
¡Qué sorpresa encontrarte aquí!
—No
querido, no es ninguna sorpresa. Lo extraño es que nos encontremos en la
Jefatura y no en un centro comercial. ¿Qué has venido a comprar? ¿Zapatos,
camisas, algún reloj nuevo?
Negué
con la cabeza mientras llegábamos a planta baja.
—Un
regalo para Margaret. Es su cumpleaños en un par de días.
—Noooo,
cielos, casi lo olvido. ¡Gracias!
—De
nada –volví a sonreír.
—¿Me
acompañas a comprar alguna prenda? Quizás me ayudes a elegir.
—¿Por
qué soy gay?
Me
miró seria.
—No
Chelle, nada de eso. Solo que cuatro ojos y dos cerebros son mejores.
—Lo
siento, últimamente estoy perseguido.
Su
mirada púrpura me contempló a los ojos por unos segundos.
—¿Bebemos
un café?
—Ibas
a comprar un regalo. Los negocios podrían cerrar.
—Tengo
dos días más. Ven, conozco una cafetería aquí y los hacen muy ricos. No como
Charles, por supuesto –sonrió.
—Okay,
acepto. Pero invito yo.
………………………………………………………………………………………………..
Scarlet
era muy divertida, además de ser la reina de la belleza y seducción. Hija de
dos importantes vampiros, guardaba en la mirada la fuerza volcánica de Agravar
y la femineidad de Lucila. Por supuesto, su modo de ser tan segura de sí misma
y la simpatía a flor de piel, nadie hubiera dudado que fuera criada por el
líder de los vampiros, Adrien Craig. O el gran Thor como solía llamarlo mi
padre.
Había
que estar muy bien plantado para ser pareja de Scarlet y no morir de celos y
angustia. No hubo nadie que no la mirara al pasar, mujeres, y hombres. El tal
Grigorii Petrov debía ser excepcional para haberse ganado el corazón de la
“princesa”.
—Cuéntame,
¿qué tal la Universidad?
Levanté
la vista de mi café.
—Ya
no trabajo allí.
—¿Te
echaron?
—No,
hacía una suplencia y regresó el titular.
—¡Qué
pena! Si te gustan las armas y ser policía podría conseguirte un puesto,
preparación mediante.
—Oh
no –reí—. Te lo agradezco pero las armas las carga el diablo, no me gustan ni
cerca.
—Haces
mal –me miró fijo—. Deberías aprender a usarlas. Uno nunca sabe cuándo serán
útiles.
—Creo
que… de todas formas no las usaría.
—¿En
serio? Piensa… ¿Jurarías que jamás empuñarías un arma contra tu enemigo?
—Pues,
no…
—Cambiaré
la pregunta. ¿Jamás usaría un arma si con ella tuvieras que defender a quien
amas?
Dudé.
La
imagen de Mike en peligro me estremeció.
Sonrió.
—¿Lo
ves? La vida te pone a veces en situación límite.
—Si
tuviera que matar a mi propia hermana… pienso que sería algo terrible, e
insuperable.
—Créeme,
si ocurriera, lo superarás. Yo sé porque te lo digo.
—¿A
quién asesinaste?
—Tú
habías desaparecido cuando maté a mi padre.
Arquee
la ceja.
—Vaya…
Un acto muy extremo.
—Un
acto muy valiente diría yo. Porque no elegí esa situación, no fui a buscarlo
para darle muerte. Pero él iba a dañar a alguien que yo amaba y tuve que
elegir.
—Entiendo.
Creo que en el caso de Vilu tiene tantos enemigos que es más factible que lo
haga otro.
—¿Y
si no fuera así? –Sus ojos nuevamente me miraron fijo.
—No
lo sé, Scarlet, debería estar en esa situación.
—Por
supuesto… ¡Cambiemos de tema! No te has emborrachado otra vez, ¿verdad?
Reí.
—No,
te lo juro. Fue, un día especial.
—¿Y
tu alumno? –bebió el café con una sonrisa pícara—. ¿Se siguen viendo?
—¡No!
No, no no… No… Él… No sé… Yo no doy más clases así que… Nada.
—Pues
para él no parece que fueras nada.
—¿Ah
no? –Bebí el café—. ¿Por qué lo dices?
—Te
miraba de una forma muy particular –movió las cejas burlona.
—¿Ah
sí? –fingí desinterés encogiendo los hombros.
Ella
pasó la servilleta delicadamente por los labios y miró el techo como recordando
algo.
—Al
final debo darle la razón a Bianca.
—¿Por
qué?
—Ella
me decía que soy buena lectora de almas. En este caso creo que lo soy –me miró
con ternura—. Encoges los hombros como si no te importara, sin embargo tu iris
brilla de emoción.
Suspiré.
—Tranquilo,
no quiero ponerte incómodo. Era una charla informal. No soy tu enemiga.
—Lo
sé… Mi alumno es un lobo.
—No,
si eso ya lo olí a la distancia.
—Sebastien
con buen criterio no le gusta que esté cerca de ellos. Dice que puede ser
peligroso.
—¿Mi
hermano? Oh… Te diré algo, Sebastien me alertó hace un par de años que estar cerca de un policía sería muy
peligroso.
—¿Y
qué ocurrió?
—Vivo
en casa con uno y me casaré con él –guiñó el ojo y sonrió.
También
sonreí. Scarlet era inteligente en sus dichos y picante cuando quería. Pero a
la vez imposible no caerte bien.
—Oye,
creo que están cerrando los negocios. ¿Si aprovechamos y entramos a dar un
vistazo allí? Venden ropa femenina.
—Vale,
te ayudaré a elegir.
……………………………………………………………………………………………..
El
día anterior al cumpleaños de Margaret no quise salir de mi habitación salvo
para usar el lavarropa. Aún no llovía pero era uno de esos días grises y
depresivos que atacan al buen humor en que ni siquiera te ríes por las
ocurrencias de Miyo. Me dediqué a asear la alcoba y a fumar tabaco en el
balcón. El paisaje desde allí era muy bello. La cabaña de Charles tenía una
vista maravillosa desde cualquier punto de la casa pero creía que mi rincón era
más favorable. Bajo el cielo plomizo, tras algunas copas de los árboles, podían
verse las cumbres. Cada vez que las contemplaba contagiaban esa inmensidad y
uno podía sentirse pequeño pero igual al resto de los seres vivos. La
inferioridad en uno es un peso doliente que va carcomiendo tu autoestima, y de
pronto no sabes cómo llegaste hasta aquí, sintiéndote tan poca cosa frente al
mundo. Te preguntas, ¿fueron tus acciones? ¿O fueron los otros que te mostraron
todo lo que no eres capaz de hacer? Entonces, más allá de la respuesta caes en
aceptar que sirves para muy poco. Que nadie extrañará tu ausencia, salvo los
alumnos que dije “adiós”. Ahora no tenía trabajo, no tendría que levantarme y
preparar mi clase. Otra vez el vacío… Sin embargo, si lo pensaba bien, podía
convertir ese espacio inútil en una nueva oportunidad.
Cogí
el móvil de mi bolsillo y repasé los contactos. Birmhan… Su hermana me
necesitaba y podía ayudarla más allá del dinero.
Pulsé
y aguardé que atendiera.
“Hola”.
Una
voz de hombre hizo que en segundos volviera a mirar el número de referencia…
Era el correcto.
—Hola,
disculpe… ¿La señorita Birmhan se encuentra?
Hubo
silencio.
“¿Chelle?”
Enmudecí…
“Hola,
Chelle, ¿eres tú?”
—¿Fjellner?
–susurré.
“Sí
soy yo, este es mi número. ¿Cómo lo conseguiste?”
Caminé
lentamente hasta sentarme en la cama.
—Yo…
Birmhan me dio este número porque su hermana necesitaba… ¡Joder! ¡No es gracioso
que se hayan burlado de mí!
“¡Ey!
¡Tranquilo! No tengo idea lo que hizo mi amigo, ¡okay!
Medité
unos instantes… Traté de recordar el momento en el que Birmhan se había
acercado. Había esperado que Mike desapareciera del aula. Si Mike quería darme
el número, ¿por qué no lo habría hecho cuando nos despedíamos?
“Chelle,
no sé nada sobre la hermana de Birmhan, solo sé que jamás hubiera esperado tu
llamada, te lo juro.” Insistió.
—Okay…
Me dio este número porque dijo que su hermana debía rendir Geología libre, para
que pudiera ayudarla con clases particulares. ¿Sabes algo?
Hubo
silencio del otro lado… Después su suspiro cargado de emoción.
“Solo
sé que tengo un buen amigo.”
—Ya
veo… Bueno… entonces… disculpa.
“¡Aguarda!
No cortes, por favor. Haz que valga la pena esa trampa.”
—No
tiene sentido.
“¡Sí
lo tiene! Las cosas suceden por algo.”
—Esto
fue forzado, Fjellner.
“Aún
así, estamos hablando.”
—Sí
pero no tenemos nada que decir.
“¿Crees
que no tenemos nada para decir?”
—Me
refería… a…
“Pues
yo sí tengo para decirte. Sobre todo después del beso que me diste.”
—Fue
una despedida.
“Ahora
no eres mi profesor ni esto es el aula, así que calla y escucha.”
Arquee
la ceja, sorprendido. ¡Qué carácter!
“Sé
que lo nuestro no estaría aprobado ni por los lobos ni por los Craig, ¿pero
sabes qué? A mí me importa un cuerno. Porque tú podrías emparejarte con un
vampiro y yo con un lobo, sin embargo me dijiste que estabas enamorado de mí,
que te gusto, soy “ese macho especial” entre el resto. Y tú para mí… —hizo una
pausa para coger aliento—. Tú para mí eres quien deseo para el resto de mi
vida. Te quiero a ti, por encima de lo que piense el mundo. ¿Por qué no
intentarlo, Chelle? Solo dime porque.”
—Si
me dejara hablar…
“Te
escucho, más vale que sea una justificación razonable.”
Quedé
en silencio, después tuve ese arranque de enojo que surge cuando quieres
desviar el tema.
—Fjellner,
¡sepa que es un prepotente!
Bajó
un tono de voz.
“Aún
no he escuchado la razón.”
Tragué
saliva.
—Quizás
porque solo soy un cobarde.
“Todo
el mundo lo es en algún momento hasta que la motivación vale la pena y deja de
serlo. Tal vez… los besos que nos dimos no fueron suficientes.”
—¿Qué
intenta decir?
—Quizás…
Necesites algo más para luchar por mí. Sentir mis caricias, tenerme entre tus
brazos… Convencerte de que nadie te hará el amor como yo.
Mi
respiración se alteró.
—Voy
a cortar.
“Hazlo,
yo no te llamaré.”
Dudé…
—Yo…
tengo cosas que hacer, te llamaré en otro momento.
“¿Ves?
Eres muy valiente. Estas jugando con el tiempo sabiendo que en un segundo todo
puede cambiar.”
—Perfecto,
ahora me amenazas con que puedes enamorarte de otro y olvidarme.
“No,
no me refería a eso. A estar vivo mañana, pasado, o el próximo mes. Ni tú ni yo
lo sabremos.”
—¡Qué
filósofo Fjellner!
“No
es filosofía barata. Es mi experiencia. Creí que a mi padre lo vería esa noche
para cenar, pero no ocurrió. Y jamás ocurrirá. Y si me preguntas que hubiera
hecho… —su voz se quebró—. ¿Qué hubiera hecho? No sé… quizás abrazarlo fuerte,
quizás decirle que lo amaba.”
—Lo
siento…
Charles
entró a la habitación después de dar tres golpes en la puerta.
—¡Sí,
adelante! Debo cortar… yo… te llamaré.
Douglas.
En
el portal de la cabaña de mi madre aguardé por Marin. ¿Las chicas siempre se
retrasaban cuando iban a un cumpleaños o fiesta? ¿O solo le ocurría a mi
esposa? No solo eso, el “¡ya casi estoy lista!”, ¿se lo creían o era para que
nosotros los machos no volviéramos a sentarnos al sofá y encendiéramos la tv
con un paquete de patatas fritas? Sí señor, nos querían en la puerta y listos
para salir aunque debiéramos aguantar media hora más.
—¡Por
Dios Marin, ya estabas bella! –grité desde el jardín.
Bernardo
salió sonriente.
—Ten
paciencia.
—¡Si
la tengo! Es que me ha dicho “ya casi estoy, ve saliendo”, y aquí me ves.
—Dile
a Margaret que Sabina y yo le mandamos cariños.
—Se
lo diré.
—¿Has
hablado con tu padre?
—No.
—Debes
hacerlo tarde o temprano. No es bueno que estés tanto tiempo enojado.
—Cuando
tenga trabajo fijo y pueda mantener mi casa, se me pasará el enojo.
—Pensé
que habías ido anoche para hablar con él.
—No,
él está en la Isla con Bianca. Fui a ver a Numa.
—¡Bernardoo!
—Perdón,
me llama Sabina. Le dije que me avise si llamaba Gloria para ir a buscarla, se
avecina tormenta. Está en la casa de Ruth.
—Ah
okay. Nos vemos cuando regrese del cumpleaños.
—Iré
por mi chaqueta… ¿Están cómodos Marin y tú en la habitación del fondo? Pronto
tendrán una linda cabaña.
—No
te preocupes, demasiado que me dan una mano. Gracias.
—¡Berny!
¡Amor!
—¡Ya
voy! Nos vemos Douglas. ¿Llevas piloto?
—No
nos quedaremos mucho tiempo, mañana debo trabajar con los chicos en el bosque.
—Muy
bien, que pasen bonito.
—Gracias.
Cuando
Bernardo entró por su chaqueta la escena de ayer volvió a mi mente…
Había
ido a la mansión a buscar a Numa para dar una vuelta por Kirkenes como en los
viejos tiempos, claro que sin chicas. No por él, que yo supiera no tenía
compromisos, pero sí por mí ya que después de Marin no existía posibilidad
alguna que mis ojos se posaran en alguna fémina. Lo extraño fue… que subí a
planta alta llamándolo. Al principio no respondió, sin embargo me escuchó casi
llegando al altillo. Al fin salió antes de que tocara su puerta… estaba
nervioso. Conocía a mi amigo como la palma de mi mano y no solo le sorprendió
verme a esa hora sino que juraría que no le agradó.
Creí
que estaba con Rose en la habitación y me sentí un inoportuno. Le pedí
disculpas sonriendo y le dije que saldríamos otro día. Me agradeció, pero antes
de despedirme vi a Rose avanzando por el pasillo. Mis ojos se clavaron en la
puerta entreabierta y en el iris de Numa. Entonces estallé…
“¡Tú
estás loco! ¿Trajiste una desconocida a esta casa? A papá no le gustará, Numa.”
Él
balbuceó y me pidió por favor que lo dejara solo.
“Me
voy pero trata de no volver hacerlo, es peligroso.” Insistí.
Me
dijo que estaba todo bajo control y que no volvería a hacerlo. Entonces me fui…
Con una sensación extraña e inquietante. Numa nunca había sobrepasado las
normas de la casa. Éramos vampiros, no cualquiera podía quedarse a dormir en la
mansión.
—¡Aquí
estoy! –Marin sonrió.
—Ah…
Vale, vamos. Estás hermosa. ¿Llevas abrigo impermeable? Por las dudas.
—Sí,
y el tuyo también. Siempre sales muy desabrigado. ¿Tienes el regalo de
Margaret?
—Sí,
mamá –bromee rodando los ojos—. Colgué la bolsa en el manubrio de la moto.
Avanzamos
hasta la cerca y subí a la moto.
—Sube
cariño, o llegaremos muy tarde –le di su casco y cogí el mío
Se
acomodó y abrazó mi cintura. Cuando iba a dar arranque alguien me llamó.
¡Douglas!
Hola Marin.
—¡Hola!
—¡Mike!
¿Ocurrió algo?
—No,
solo quería pedirte si puedo seguirte con mi moto. No tengo mucha idea de cómo
llegar a la casa de la cumpleañera.
—¿Tú
vas al cumpleaños de Margaret?
—Sí,
me invitó Ovensen.
—¿Quién?
—Ovensen,
¿no sabes quién es?
Marin
pellizcó mi cintura.
—Douglas,
es Chelle.
—Aaah,
Chelle, sí… perdón es que no lo llamo por el apellido.
—¿En
serio? –me miró extrañado.
—Sí,
Chelle hay uno solo, es él. Y por supuesto, sígueme.
—Okay.
Cuando
Mike fue por su moto indagué.
—Me
he callado por tu pellizco, Marin. No sabía que Chelle usaba otro apellido y no
Huilliche.
—Liz
me contó que tu padre ordenó un nuevo pasaporte para que nadie supiera de él.
Por Vilu. Podría encontrarlo y correría peligro.
—Ah…
Pues… Es buena idea. ¿Y de dónde se conocen estos dos?
—Eso
no lo sé. Quizás de los paseos con Miyo cerca de la reserva.
—¿Miyo
pasea cerca de la reserva? ¿Mi padre lo aprobó?
—No
sé, ¿por qué lo dices?
—No
hay buena vibra entre vampiros y lobos últimamente. Desde la muerte del padre
de Mike.
—Entonces…
Mike no sabe que Chelle es Huilliche… Huelo a problemas. Esperemos que todo se
calme.
—Mierda…
Sí… También lo espero.
Lo dejaste interesante adoro al personaje de Chelle . Te mando un beso y te me cuidas
ResponderEliminar¡Hola Citu! Me alegro que te haya gustado. A mi también me encanta Chelle. Te mando un besazo y muchas gracias por comentar.
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