INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

domingo, 6 de diciembre de 2020

 ¡Hola chicos! Lamento la demora pero aquí estoy otra vez. No se puede capturar a las musas escurridizas pero si convencerlas de volver. Espero les guste el capi. Con el cariño de siempre les deseo una genial semana. Gracias por acompañarme. Lou.



Capítulo 51.

Unidos.

 

Sebastien.

 

Bajé las escaleras, atravesé la sala, y pulsé el botón de apertura de los portones. Suspiré… ¿Y ahora qué? Ocho de la mañana…

 

Sonreí amablemente cuando al fin llegó al portal.

 

—Comisario… ¿O puedo llamarlo Vikingo? Digo… dada la continuidad de las visitas que ya infiere familiaridad. Estoy pensando seriamente si otorgarle una llave de mi casa.

—Veo que conserva un cierto sentido del humor, señor Craig. Admirable en su caso, porque su vida es bastante movida, rozando lo aterradora. Y sí puede llamarme Vikingo.

—Tome asiento, ¿quiere algo de beber?

—No gracias. Estoy en servicio.

—Puede ser un café.

—Desayuné en la oficina.

—¿Se sabe algo de Chelle y Mike?

—Pensé que estaba enterado usted antes que yo. Creí que encontraría a los caballeros en su hogar.

—No, no están. No los he visto. Dígame. ¿Ha venido con alguna orden de arresto para mi protegido?

—No, quería darle personalmente la buena noticia de la modificación de la causa por tráfico que ya conoce. El señor Mike Fjellner está fuera de culpa y cargo. Exonerado como consecuencia de las nuevas pruebas que tenemos.

—No entiendo.

—Alguien dejó unos videos muy oportunos donde muestran al señor Fjellner entrando al edificio del señor Mykolaiv sin nada en sus manos y saliendo con unos determinados paquetes sospechosos en dos oportunidades. Además, junto con los videos, una nota de puño y letra de Mykolaiv confesando que el chico no sabía nada de lo que llevaba en las encomiendas, que lo usó para traficar la droga.

—Vaya… ¡Qué buena acción viniendo de un delincuente poderoso como el señor Mykolaiv!

—Lo mismo digo yo, ¿verdad? Es más, creo que alguien lo indujo a confesar, pero eso ya no importa. Ni para Mike Fjellner ni para Mykolaiv ya que este último se suicidó hace tres horas aproximadamente.

—Supongo que la culpa.

—Así parece… No puedo alegar nada más ya que la pólvora se halló en su mano derecha.

—Debe estar satisfecho, comisario. Si esto no hubiera ocurrido tendríamos un inocente en la cárcel. ¿No?

—Claro… Aun así, no creo que el mismo Mykolaiv haya llevado las cintas de grabación hasta la comisaría. Es más, la hora de muerte no condice con el tiempo que debió tener para acercarse hasta la comisaría y suicidarse. Además… Según los oficiales testigos que recibieron la prueba el sujeto era más bien joven.

—¿Importa acaso?

—Ya no… En cuanto al “joven” que se acercó a entregar las pruebas…

—Un acto de arrojo y valentía –interrumpí—. Pudieron encarcelarlo para averiguar dónde halló las pruebas.

—No si es suficientemente rápido. ¿Verdad?

—¿Qué tan rápido podría ser? Estaría repleto de policías.

—Claro… Como al escapar con Mike Fjellner.

—Vayamos al grano. Si va a amenazarme, hágalo de frente y ahora.

—No, solo quiero dejar en claro que no soy estúpido.

—Nadie en esta familia piensa eso de usted.

—Okay… Ahora me retiro, ha sido muy amable en recibirme.

—Por favor, haga de cuenta que es su casa –sonreí—. Que tenga buenos días.

 

Apenas se fue subí a la habitación de Charles y golpee la puerta. En pocos minutos se asomó con rostro aturdido.

 

—¿Se incendia algo? ¿Te has caído de la cama? Es domingo.

—No, el que se ha caído de la cama es el comisario que acaba de irse.

 

Ajustó la bata y salió al pasillo preocupado.

 

—¿Qué dijo?

—Te diré dos cosas. La primera que Mike Fjellner está libre de culpa y cargo por unas cintas de grabación que le llegaron a la policía. Por lo tanto ya no tiene que huir, Chelle tampoco. Y la segunda… que si quieres darte una vuelta por tu cabaña para ver si todo está en orden o el freezer no se descongeló, lo puedes hacer.

 

Sonrió.

 

—Seguiré tu consejo. Me vestiré y daré una vuelta por la cabaña.

—Lo imaginé.

 

Mike.

 

Dicha, dicha en la máxima expresión es lo que sentí a partir del día que estuve fuera de culpa. Aunque me sabía inocente desde un  primer momento conocía que no sería fácil demostrarlo. Sobre todo teniendo un jefe poderoso y millonario. Sin embargo no contaba con la valentía y audacia de mi pareja, Chelle Huilliche. Hijo de un poderoso aquelarre. Sí, tenía una hermana asesina imposible de olvidar pero mi madre valoró el acto de arrojo que tuvo él, a pesar de tener en contra al líder de los vampiros. Bua, Kristoff, y Burnaby también vieron con buenos ojos la acción del Huilliche, Hauk… Bueno, Hauk aún tenía sus reparos y no le caía simpático que un vampiro fuera mi pareja. ¿Sería cuestión de tiempo?

 

Levanté la copa de champagne frente a Chelle y sonreí. Él me imitó hasta chocar el cristal de la suya. Eché un vistazo al bar acogedor que habíamos elegido para distendernos y festejar. Pocas parejas bebían en las mesas alejadas. Nos habíamos ubicado en un rincón cerca de una ventana y lejos de la puerta de acceso.

 

Bebí un trago y deposité la copa en la mesa. Cogí un arrolladito entre mis dedos y lo devoré.

 

Me observó con una sonrisa de lado.

 

—¿Rico?

 

Negué con la cabeza y rio.

 

—¿A quién se le ocurre ofrecer sushi a un lobo?

—Pues, venía con el champagne. Gentileza de la casa. Puedo pedirte un bistec de cordero o algo parecido, aunque mi escaso conocimiento gastronómico me indica que no iría de acuerdo a la fina bebida.

 

Arquee una ceja, dudoso.

 

—No creo que tengas escaso conocimiento gastronómico. A mí me da que eres de la alta sociedad. Te haces el humilde. Mi hermano Kristoff dice que buscó y vio por You tuve la extensión de las bodegas de tus padres. La marca de vinos es famosa.

 

Encogió los hombros.

 

—Da igual. Nada de lo que soy tiene importancia si no estás tú. Además no tengo acceso a nada de ello.

—¿Sabes qué estoy a punto de clavarte un beso en esa boca ante todos los comensales?

—Por favor, no –rio.

 

Mi carcajada cristalina se unió a la de él.

 

—Me encanta que te pongas colorado a pesar de que a esta altura te conozco de punta a punta.

—¿Y eso te gusta? –bebió un trago y aguardó expectante.

—Me encanta. Amo que te pongas nervioso cada vez que me acerco o te miro.

—No estamos en equilibrio, ¿Qué hay de ti cada vez que me ves o me acerco?

 

Sonreí.

 

Lentamente deslicé mi mano sobre la suya a medida que mi sangre se alteraba.

 

—Hiervo.

 

Bajó la vista y sonrió. Apenas volvió a mirarme su rostro cambió el rictus de felicidad por uno de sorpresa… Sus ojos estaban fijos hacia mi espalda, en dirección a la puerta.

 

—¿Qué ocurre? ¿Es Sebastien? Me dijiste que ya habían hablado y estaba todo bien. ¿O es Hauk?

—No. Ninguno de los dos.

 

No tardaron segundos para escuchar la voz junto a mí. Levanté la vista y maldije.

 

—¿Qué diablos haces aquí, Kriger?

—Lo siento, no te enojes, solo vine… Solo vine a pedirte perdón.

 

Me recosté en el respaldo de la silla y suspiré.

 

—¿Es que no te rindes?

—No, te repito. No vine a molestarte Solo quiero pedirte perdón.

 

Chelle me miró con una mirada un tanto de compasión y resignación.

 

—Okay, ¿si te digo que te perdono te irás y no molestarás más?

—No molestaré más. Pero necesito que me perdones de corazón. Yo… Te amé… A mi manera, lo sé. Pero te amé… No quería hacerte daño.

—¡Pero lo hiciste!

—Sí… Por eso, perdóname.

—Yo mejor, dejo que hablen –murmuró Chelle, amagando ponerse de pie.

—Tú no te vas. Eres quien amo y mi pareja, así que lo que hable que lo haga frente a ti.

—Estoy arrepentido, Mike. Perdóname.

—Si hubiera sido por ti no estaría junto a Chelle. Hiciste lo imposible y te uniste nada menos que a esa bruja de Camile.

—Sí… —sus ojos se humedecieron—. Créeme la desesperación nos vuelve otra clase de personas.

—Me fuiste infiel cuando creía en ti, no te volviste otra persona. Siempre fuiste lo que finalmente demostraste.

—No… No sabía lo que tenía a mi lado.

—De todas formas es tarde, y lo sabes. Lo dejé bien claro desde el primer momento.

—Lo sé. Solo… Perdóname.

—Okay… Okay… Te perdono.

—¿De corazón me lo dices?

 

Me mantuve en silencio unos segundos. ¿Qué más daba ya? Yo era feliz, tenía a Chelle y un futuro promisorio.

 

—Sí, de corazón. Ojalá seas feliz.

—Gracias.

 

Fueron segundos… Sí… Segundos. Kriger metió su mano dentro de la chaqueta de cuero y sacó un arma ante nuestros ojos aterrados. No nos dio tiempo a nada, lo juro. Chelle solo alcanzó a murmurar un “no, no lo hagas”. Sin embargo él no se detuvo, apoyó el caño en su cien… y disparó.

 

Bianca.

 

Agotada me senté en el sofá y lancé el bolso de mano a un costado. La casa estaba en silencio a esa hora de la tarde. Thashy y Miyo paseaban por el parque, melancólicas. La partida de Khatry a la Isla del Oso junto a Numa y Ekaterina las había sorprendido. Suponía, que ambas a lo largo de sus vidas se habrían separado muy poco del guerrero al que consideraban como su hermano.

 

Rose en su habitación se preparaba para rendir el ingreso a la Universidad de Leyes. Scarlet y Grigorii en su habitación, al igual que Liz y los bebés. Mi marido y Lenya habían concurrido a una reunión de negocios en el hotel y luego junto a Ron cargaron más bidones de agua en el helicóptero para llevar a la reserva. Anne había ido de compras al Centro Comercial. Era la cuarta vez que se animaba a ir sola. Por otro lado Charles y Margaret habían organizado una cena en la cabaña para Douglas y Marin.

 

Estaba sola en la sala, y hacía mucho tiempo que esta mansión no me encontraba en esa situación. Es que éramos una numerosa familia. Por supuesto, si hilaba fino Odette me hacía compañía mientras acariciaba mi vientre. Pero ella no sabía del motivo de mi cansancio y tristeza. Bien… tenía dos opciones… Me preparaba un café y volvía a lanzarme al sofá con cada uno de mis horribles pensamientos o… llamaba a mi mejor amigo…

 

“¡Bianca! ¿Estás bien?”

 

Su voz siempre era un oasis para mí.

 

—Ehm… ¿Estás ocupado? No miré la hora y creo que debes estar con la tarea de repartir el agua y… Sí, lo siento, estás ocupado.

 

Él respondió como hacen los verdaderos amigos.

 

“Estaba ocupado pero ahora no lo estoy. ¿Qué te ocurre?”

—Es que, ¡no! No te preocupes, no es grave… En realidad un poco sí…

“Bianca, por favor, dime qué ocurre. ¿Es Odette?”

—No, por suerte no. De lo contrario hubiera llamado a Sebastien. No puedo mantenerlo apartado de lo que compete a nuestra bebé.

“¿Entonces?”

—Es mi padre. Hoy hablé con el neurólogo que lo trata.

“Es Burnaby? Tiene fama de ser muy bueno. ¿Qué te dijo?”

—Lo es. Sin embargo la enfermedad de mi padre no tiene buen pronóstico por más que su médico fuera el premio Nobel de medicina.

“¿Es por la conducta de este último tiempo?”

—Sí, él ahora… olvida donde guardar sus cosas y hay días que ni siquiera recuerda dónde encontrar el tarro de café. El otro día, tía Mildri dijo que dejó la llave de gas abierta y por suerte ella sintió el olor y ninguno encendió fósforos o la misma luz de la lamparilla, hubiera desatado una catástrofe.

 

Escuché que suspiraba.

 

“¿Alzheimer?”

—Sí… Soy doctora sé lo que es. Aunque no en profundidad. Es que cuando no te toca cerca es algo lejano que no interesa demasiado.

“A nadie le gusta saber más sobre cosas feas.”

—No sabré qué hacer.

“Claro qué sí. Sabrás, eres inteligente y los médicos lo apoyarán en el duro trance.”

—No me refiero a saber qué hacer con él… Sino… ¿Qué haré yo cuando él me olvide?

 

Y esa pregunta dicha al pasar había nacido de mi corazón, y sin saberlo me acompañaría por un largo tiempo.

 

 

Charles.

 

Mientras me bañaba pensaba en la cena de anoche. Marin y Douglas nos habían alegrado la cabaña. A pesar que el heredero de Sebastien Craig lució preocupado por la insalubridad del agua de la reserva, Marin supo reanimarlo con la esperanza que todo sería una falla subsanable con el tiempo. De hecho el Estado puso manos a la obra para estudiar y resolver el caso extraño en las napas de una gran parte del bosque. Quizás llevaría tiempo, pero continuaríamos con la ayuda de abastecer a los lobos porque creíamos que era lo correcto. Nosotros podríamos haber estado en una situación similar y seguramente los lobos nos brindarían auxilio. Bueno… Al menos la mayoría.

 

Salí de la bañera envuelto en la toalla y echando un vistazo a mi habitación, abrí la puerta y exclamé.

 

—¡Margaret! ¡Te me has escapado! –sonreí al escuchar su voz desde la sala.

—¡Viene tormenta Charles! ¡Debo entrar las plantas del balcón!

—¡Okay! ¡Ya te capturaré!

 

Hice a un lado la puerta del placar e indeciso observé mis camisas… Una a cuadros, informal. Unos jeans estarían perfectos para un día tranquilo en casa viendo tv.

 

—¡Charles! ¡Ven!

—¡Un segundo, querida!

—¡Charles!

 

Abandoné las prendas sobre la cama y calcé las pantuflas. Ajusté la toalla a la cintura y mientras corría las cortinas para que entrara la luz del día, me pregunté qué cosa urgente necesitaba Margaret que no podía esperar que me vistiera. Pero al hacer a un lado las cortinas quedé tieso. ¿Qué hora era? ¿No había amanecido y miré mal el reloj? ¿Por qué estaba todo muy oscuro? ¿La tormenta?

 

Al deslizar el cristal un aire denso me rodeó. Volví a cerrarla no sin antes percatarme, sobre el marco de la ventana parecía haberse acumulado una capa gruesa de suciedad.

 

—¡Charles!

 

Margaret entró a la habitación con rostro preocupado.

 

—¡Charles! ¿Qué ocurre? Mis plantas tienen una capa de… como si hubiera nevado nieve gris.

 

Salí de inmediato hasta la sala y abrí la puerta ventana que daba al balcón… Las baldosas estaban cubiertas por la misma sustancia, y más allá también. A pesar de la penumbra que rodeaba el día podían notarse las copas grises de los árboles que rodeaban la cabaña, y el sendero que guiaba hasta la escalera no se distinguía de la vegetación. Todo era gris. Con claros oscuros como película antigua.

 

Anoche junto a Douglas y Marin habíamos pronosticado una tormenta que amenazaba en el horizonte. Sin embargo algo andaba mal… Lo que cubría gran parte del relieve no era lluvia ni nieve.

 

Según el reloj de la sala eran siete y media de la mañana, en la mansión casi todos dormirían. Me dirigí a la habitación y cogí el móvil. Margaret se sentó en la cama lentamente sin apartar la vista de la ventana.

 

Aguardé unos segundos antes de que un Sebastien entre dormido me atendiera.

 

—Hola… Ve a la ventana, dime que ves.

“Charles… ¿Qué?”

—Por favor, ve a la ventana y fíjate fuera de la mansión. Dime que ves.

 

Margaret me miró sorprendida.

 

—¿Qué crees que es, Charles?

—Nunca lo he visto en años que vivo en Kirkenes… Tampoco en Inglaterra. Quizás lo viví hace más de un siglo, en un viaje a Italia… Pero no… No puede ser lo mismo.

—¿De qué hablas?

“Charles, no puedo ver prácticamente nada, el suelo del parque… Como si hubiera caído nieve gris” Contestó Sebastien.

—Encenderé la tv, quizás es un fenómeno sin importancia aunque te diré que es bastante molesto. Abrí el cristal solo por segundos y parece que se mete por la nariz.

“Espera, bajé a la sala, Chelle quiere decirme algo, no cortes.”

—Okay…

 

Ese silencio de unos segundos se hizo eternidad. Chelle… ¿Qué querría decirme?

 

“Charles, escucha… Debes cerrar puertas y ventanas. Pon paños húmedos en las rendijas. Es importante que la ceniza no entre.”

—¿Ceniza? Perdón no escucho bien, creo que hay interferencia. ¿Ceniza?

“Ceniza volcánica. Sé de lo que hablo.”

—¿Qué? Pero… En Kirkenes no hay volcanes –dibujé una sonrisa temerosa.

“Al parecer, la cumbre es un volcán. Por eso huyeron hace miles de años.”

—¿Quiénes huyeron?

“Los vikingos. Lo leí. No sabía cuál podía ser el motivo pero ahora lo tengo claro.”

—Es una locura, Chelle.

“Locura o no, cubre cualquier espacio por el que pueda colarse la ceniza. Si sales protege tu rostro lo más que puedas. Debemos seguir las noticias en la tv, porque...”

—¿Por qué?

“Porque todo puede cambiar de un momento a otro.”

 

 

Bernardo.

 

Conmoción en la reserva, temor, dudas, miles de preguntas sin responder. Todo había comenzado finalizando la madrugada. Esa que daría paso a un nuevo día, un nuevo amanecer quizás lluvioso, sin embargo nunca llegó. Reunidos a pocos metros de la puerta de mi casa, los lobos, mis pares, la gran familia que conformábamos en esa porción de tierras que alguna vez fue solo de los samis, los rostros compungidos, las miradas encontradas, los rezos por lo bajo al gran Jumpe, pero nada de eso servía para aliviarnos o encontrar respuesta. ¿Por qué? ¿La madre naturaleza se había cansado y agotada de su uso indiscriminado nos daba una lección? Y la duda más importante… ¿Nos daría otra oportunidad de aprender como los padres a sus hijos?

 

Mike nos había comentado lo que Chelle había dicho por medio de una llamada telefónica. Debíamos mantenernos encerrados en las próximas horas. Cenizas de un volcán estaban cubriendo gran parte de Kirkenes y aún no eran densas en la parte del bosque producto de los vientos hacia el este.

 

¿Un volcán? ¿Las cumbres habían sido un volcán dormido?

 

De pronto recordé… Una advertencia, un hallazgo, un libro…

 

“Debemos estar unidos antes que el gigante de fuego despierte”.

 

Me acerqué a Claire y Fanny, ambas enfermeras. Explicaban como debían armarse cubrebocas que fueran útiles para casos similares. Todos atentos seguían las indicaciones y yo… por un momento creí que estaba soñando. ¿Estaba ocurriendo de verdad? ¿Un volcán amenazaba nuestras tierras?

 

Tim preguntó angustiado.

 

—Si es un volcán, no solo serán cenizas, ¿qué ocurrirá después?

—No lo sé –respondí—. Juro que no tengo idea. Solo vi películas sobre volcanes.

—Yo he visto muchos videos en “You tuve” –Kristoff se acercó junto a su madre—. Y son aterradores. No escaparemos.

—¡No digas eso, hijo! Debemos seguir las indicaciones e incluso los humanos deben saber que hacer.

—¡Qué van a saber los humanos, mamá! –Hauk protestó—. Si todas las catástrofes son por culpa de ellos.

—Estás exagerando, nosotros no somos bebés de pecho. ¿Acaso no haces cabañas usando árboles? –retrucó Louk.

—Pero no indiscriminadamente.

—Basta –los detuve—, ahora no es momento de echar culpas, hay que ayudarnos. Por lo pronto seguiremos las noticias como aconsejó Chelle y nos aislaremos de las cenizas.

—Resulta que un vampiro nos dice que hacer, ¿no es cómico? –volvió atacar Hauk.

—¡Cállate, le tienes rabia y hablas de terco! – exclamó Mike.

—¡Sí! ¿Quieres que te recuerde el por qué?

—¡He dicho basta! Vamos, pongamos manos a la obra.

—Encerraré  a mis cabras –dijo Tim.

—Debo ir por él –Drank se alejó.

—¡Drank! ¿Dónde vas? –Anouk se preocupó.

—Rob, está solo en el bosque. Lo traeré. Todos unidos lograremos más que separados.

—¡Por favor cuídate!

 

Drank quitó su camiseta y la ató cubriendo parte de su rostro.

 

—No te preocupes, al menos lo lobos vemos mejor en la oscuridad.

—Pero los vampiros no –la voz de Douglas tembló—. No sabrán por donde escapar.

—¡Cielos, mi hermana también está en la mansión y si esto continúa será una trampa mortal! –lloró Marin

—Calma… —murmuré—.

—Bernardo, piensa bien lo que irás a decir –se enfadó Hauk.

 

Volví a recordar la profecía del libro…

 

—Por supuesto... Necesito que todos aquellos que dispongan de un vehículo ágil lo pongan en marcha. Iremos por los vampiros.

 

Sebastien.

 

Rose bajó apresurada la escalera con el mapa de Kirkenes que había pedido Chelle. Lo extendió en la mesa de living y lo estudió minuciosamente. Habíamos tapiado cada rendija de la mansión y el silencio de la sala por momento se hacía insostenible.

 

Observé a Bianca, más pálida de lo común. Me acerqué a ella y la abracé.

 

—Todo saldrá bien, cariño. Somos vampiros inmortales.

 

Sonrió.

 

Lenya y Liz en el sofá, con sus bebés en brazos, trataban de calmarlos. Parecían que intuían los nervios o temores de sus padres.

 

—¿Qué estudias, Chelle? –preguntó Ron.

—El relieve. Es importante en estos casos.

—Es que no hay duda, si esto es producto de un volcán proviene de las cumbres.

—No me preocupa de dónde viene, ahora lo más importante es saber que si hay erupción… hacia dónde se deslizará la lava.

—¡Lava! –fue la exclamación unísona.

 

No era que alguien ignorara que la lava era una consecuencia más que inminente de un volcán, pero… es que era todo tan irreal y en tan poco tiempo asimilar la catástrofe dificultaba pensar con claridad.

 

Chelle recorrió su dedo índice por la superficie del mapa. Todos aguardamos que dijera algo alentador. Creo que estábamos muy impacientes.

 

—¡Chelle, di algo por favor! –exclamé.

—Lo siento, hay una grieta profunda desde la cumbre hacia la ciudad, y esta mansión… queda a mitad de camino.

—¿Entonces? –Lenya se puso de pie.

—Hay que salir de aquí.

 

Rose aún sin creerlo y en un acto de desesperación, se acercó a la ventana y entreabrió los cristales.

 

—Cierra Rose, ordené.

 

Ella obedeció. Esos segundos no bastaron para que la ceniza entrara pero en ese instante algo provocó que Liz se pusiera de pie y respirara profundo. Dejó a Halldora en el cochecito y lo que dijo cayó como bomba en la sala. Sobre todo a su marido.

 

—Aroma a salitre… Debo ir, me llaman.

—¿Qué? ¿Dónde quieres ir? ¡Liz, te has vuelto loca!

—Lo siento, debo ir. No puedo hacer oído sordo a ellas.

 

Nadie preguntó, “¿a ellas? ¿A quiénes te refieres? Nadie. Pienso que era lo menos que importaba ante esa decisión al parecer descabellada.

 

—Liz, por favor, te lo suplico. ¿Cómo llegaremos a la costa si no podemos movernos de aquí?

—Llegaremos no, llegaré. Tú debes quedarte con los niños.

—¡Has perdido la razón! ¿Qué haré si te ocurre algo? Piensa en ellos. No te dejaré sola.

—En ellos pienso. Debo ir sola a la costa.

—No se ve nada, salvo por los faroles del parque. No podrás llegar a ningún lado. Es como si estuviéramos ciegos –aseguró Rose.

 

Liz enfrentó a Chelle.

 

—Dime la verdad, ¿qué probabilidades hay de que haya un gran temblor con la erupción?

 

Chelle dudó en contestar.

 

—Por favor, necesito la verdad.

—Muchas.

—¿Lo ves, amor? Solo yo podré detener al tsunami. Por eso me llaman, lo sé.

—Liz… —los ojos de Lenya se llenaron de lágrimas—. ¿No te das cuenta que no podemos ver a tres metros de nosotros? ¿Estamos atrapados?

 

De pronto ruidos de motores se escucharon, parecían llegar de todas partes. Después bocinas al unísono. Mi móvil vibró…

 

—Hola…

“Sebastien –la voz de Bernardo se bifurcaba—, estamos en los portones de la mansión. Vinimos a buscarlos. Vamos, junten lo indispensable y salgamos de aquí.”

 

Como pudimos juntamos lo indispensable, algo de ropa, documentos, y las notebooks. En mi caso me tomé unos segundos más para coger el escudo del león de los Craig. No podía irme sin él. Ignoraba que quedaría de todo aquello a lo que amé año tras año, de lo que tanto me costó conseguir, pero era una realidad… La mansión quedaba en la ruta que seguiría la lava si en tal caso el volcán entraba en erupción.

 

Llamé a Scarlet y le comenté la situación. En la ciudad los humanos aún ignoraban el peligro. El viento iba avanzando lentamente hacia el este llevando consigo las cenizas. Quizás pronto todo Kirkenes quedaría bajo la sombra siniestra del volcán.

 

No podía conducir mi coche porque alguien debía guiarme en la ruta al conducir y sería más complicado. Tampoco Ron estaba en condiciones de echar andar su moto a velocidad. Por lo tanto decidimos que cualquiera de los lobos tomará nuestro lugar. Nunca hubiera imaginado prestar el coche a un licántropo, tampoco imaginaba un volcán en Kirkenes. En esta situación solo los lobos tenía la visión perfecta del día envuelto en ceniza, envuelto en incertidumbre y oscuridad.

 

Al llegar a los portones gracias a los faroles del parque, la perfecta organización de los lobos nos ayudó a ganar cada segundo que nos jugaba en contra. Había alrededor de diez lobos, tres motos, y tres furgonetas. Una de ellas, la de Bernardo quien se apresuró a cargar los objetos que habíamos decidido llevar. Chelle usando una bufanda improvisada para cubrir su boca y nariz, subió a la moto de Mike. Douglas se acercó a Liz que intentaba no perder el control ante el impacto de la catástrofe inimaginable.

 

—Sube a la moto, seré yo quien te lleve a la reserva. Se lo prometí a tu hermana.

—Lo siento Douglas debo ir a la costa. Por favor si quieres ayudarme llévame hasta el acantilado. Solo tomará unos minutos.

 

Lenya entregó los bebés a Rose y a Anne y se acercó desesperado.

 

—¡Por favor, Liz!

 

Ella encerró su rostro entre sus manos.

 

—Debo ir, sabes en el fondo que debo ir. Mucha gente puede perecer. No ayudaré desde aquí.

—Lo sé… Por favor solo quiero que piensen en nosotros, que te amamos y deseamos volverte a ver.

—Me verán, tranquilo. Confía en mí.

 

La “Reina del mar” subió a la moto de Douglas y me acerqué suplicante.

 

—Por favor, cuídense.

—Tranquilo papá. Estaremos pronto en la reserva.

 

Creo que nunca olvidaré el sonido de la moto de mi hijo al alejarse rumbo a la costa, como tampoco el llanto de uno de los bebés que ante tanto movimiento se habría asustado.

 

Bianca se acercó a mí y acomodó mejor mi cubreboca.

 

—Vamos, debemos irnos. Chelle dice que Charles y Margaret estarán a salvo. No te preocupes todo saldrá bien.

 

Antes de subir a una de las furgonetas conducidas por un tal Ches, giré para ver la imponente mansión. ¿Sería la última vez que la vería?

 

Liz.

 

Douglas condujo a gran velocidad entre la penumbra como si fuera de día. En cinco minutos a mis oídos penetró el ruido del mar, las olas chocando contra las rocas. Eso me tranquilizó. Las aguas del Mar de Barents continuaban llegando normal y se retiraban de la misma forma. El ritmo era constante y repetitivo. No había habido temblor y aún estábamos a tiempo.

 

Bajé de la moto ante las decenas de súplicas de Douglas.

 

—Liz, no demores, y no te alejes demasiado. Debemos llegar a la reserva antes que la niebla espese.

—No te preocupes, solo dame unos minutos.

—Encenderé la luz alta del foco así podrás verme donde estoy e iluminaré el camino. Ten cuidado con las rocas.

—Gracias.

 

Me escurrí agazapada por las rocas para no resbalar y caer en pozos formados por el desgaste del mar. Gracias al foco potente de la moto y que conocía de memoria la costa y sus rincones, continué camino. Sabía que las sirenas irían aparecer. El llamado fue el mismo que aquella vez recién convertida en vampiresa, con ese aroma a sal a pesar de la distancia y la bruma. A medida que descendía me di cuenta que las cenizas no eran tan abundantes y espesas. Evidentemente el viento las elevaba y las dirigía hacia el este.

 

Cogí valor y las llamé…

 

—¡Aquí estoy! –hice un esfuerzo porque mi grito saliera parejo y sin temblor bajo el cubreboca. No debería mostrar el temor. Ellas me buscaban y estaba segura que necesitarían de mi don.

 

Vepar fue la primera que se acercó. Con su largo cabello rubio surgió de las profundidades y la niebla no impidió ver su imagen trepando las rocas hacia mí.

 

—Vepar, mucho tiempo que no te veía –sonreí bajo el barbijo protector.

 

Ella también sonrió.

 

—Reina del Mar, también te extrañé. Pero como te había dejado dicho, nos volveríamos a ver cuándo Halldora y Adrien estén juntos.

—Mis mellizos. En ese momento no entendí a qué se refería esa sirena. Como tampoco creí que nos viéramos en esta situación.

—Difícil sí… Pero nada imposible –sus ojos brillaron aún sin luna—. Pronto no habrá oscuridad, pero el suelo temblará bajo tus pies. Es señal que habrá llegado el momento de que vuelvas aquí.

—¿Las cenizas se disiparán?

—Sí, es el ciclo. Como aquella vez hace miles de años.

—Los vikingos que mencionó Chelle…

—Escucha, diles a los lobos que la grieta donde el agua contaminada se colaba ha sido sellada, pronto podrán beber del río como lo hacían antes.

—¿Lo han hecho las sirenas?

—Sí, pero eso lo puedes obviar. Ahora, escúchame bien. Tú y yo debemos salvar a los humanos. El volcán entrará en erupción y con ello el suelo temblará. Significa que las entrañas del mar se abrirán y cerrarán produciendo lo que ya las dos imaginamos.

—Salvar a los humanos… —de pronto razoné y murmuré—. Los vampiros salvaron a los lobos abasteciéndolos de agua, los lobos están ayudando a los vampiros. Ustedes lograron salvar el agua de la reserva… Yo te ayudaré a ti, y ambas a los humanos.

—Así es. La base de la existencia. Las razas unidas.

—Tú firmaste el libro. Reconocí tu nombre. Sin embargo dicen que son tres razas las que deben ayudarse. Con los humanos serían cuatro.

—Todo libro puede contener un error. Toda obra puede quedar incompleta –sonrió—. Eran otros tiempos.

 

La bocina de Douglas se escuchó repetidas veces. Giré mi cabeza hacia el sonido y volví a mirar a Vepar.

 

—No sé si podré –reaccioné—, nunca lo he hecho solo en situaciones graciosas. No he dominado grande masas de agua.

—No es muy diferente. Solo debes concentrarte y ser muy rápida. Estaré contigo lo más que pueda.

—¿Tu? ¿Me ayudarás con el tsunami?

 

Sonrió.

 

—Nací bajo Neptuno. Como tú. A veces hay secretos que solo se rebelan en el momento propicio.

—Entonces… ¿Por qué me dices que estarás conmigo lo más que puedas? ¿No es hasta que lo logremos?

—Un tsunami generalmente no es solo una gran ola, es muy probable que sean dos. Con la primera llevaré las aguas hasta el corazón del volcán. Por aquella gran cueva que alguna vez un vampiro con ojos de lobo quedó atrapado.

—Douglas… —murmuré recordando la hazaña de Lenya.

—La segunda ola… te la dejaré en tus manos. Debes aplacar su furia antes de que llegue a la ciudad.

—Cielos…

—Tranquila, confío en ti –hizo ademán de retirarse y la detuve.

—Aguarda, tú… ¿Cómo saldrás de la cueva?

 

Sonrió, no contestó, y se sumergió bajo las oscuras aguas.

 

 

 

Scarlet.

 

 

El rostro de Vikingo reflejaba la confusión. En realidad era uno más de tantos que parecían estar viviendo un sueño. Yo incluso, que en mis ciento y pico de años nunca imaginé que de las cumbres pudiera brotar esa ceniza que dificultaba la respiración.

 

Grigorii llegó con mi Civic y se acercó a nosotros consternado.  Fue el último coche que circuló y estacionó por las calles aledañas a la comisaría. Los que se animaban a salir cubriéndose parte de la cara optaban por volver a encerrarse en sus casas o mantenerse dentro de los vehículos.

 

Nosotros en la acera, con cubrebocas y tiesos. Es que no sabíamos cómo actuar. En mi caso era comprensible, tendría dos años de cumplir servicio, ¿pero Vikingo? Vikingo también lo superaba la situación. Según él, las cumbres siempre habían sido estudiadas, aunque no en profundidad. El clima extremo y la altura no permitían aventurarse ni aún aquellos alpinistas experimentados.

 

—¿Cómo has visto la ciudad? –Vikingo clavó su mirada en Grigorii.

—Parece abandonada. No hay movimiento. Todos siguieron nuestro consejo.

—Eso es bueno. Si es ceniza de un volcán tendremos que estar alertas. La táctica deberá cambiar si es que la lava llega a la ciudad.

—Chelle dijo que no era posible –contesté.

—Oh sí… Chelle. Ese vampiro virtuoso que puede aparecer y desaparecer cuando quiere. ¿Sabe algo de volcanes?

—Mucho, es ingeniero en geología. Además es oriundo de Chile. Tiene experiencia en ese tipo de catástrofes.

—Pues esperemos que no se equivoque. Aconsejar que la ciudad se encierre no sería buena idea si esta situación cambia. Así terminó Pompeya.

—Confío en él.

—Vamos Vikingo, no seas fatalista. Las cumbres son pequeñas –alegó Grigorii tratando de tranquilizarlo.

—Quizás lo que se ve es solo una parte de las entrañas de la tierra. Nunca se sabe.

 

Un colega salió con la cara envuelta con un pañuelo.

 

—Comisario, llamaron de la calle Pringles. Un coche quedó varado sin poder avanzar. Un conductor, un acompañante y dos niños. No pueden volver a su hogar.

—Pringles es cerca de la mansión –dijo Grigorii.

—Mi hermano asegura que pueden ver apenas. Las cenizas parecen ser más espesas allí.

—Bien, lo guiaremos con una de las patrullas. Usaremos las luces más potentes.

 

Las horas que siguieron fueron caóticas. Tuvimos que trasladar al hospital a ciudadanos que se descomponían en distintas partes de la ciudad. Conducimos con cuidado. Nosotros tampoco teníamos buena visibilidad aunque las luces que usáramos estaban preparadas para facilitar el trabajo en la oscuridad. ¿Y qué venía después? Muchos rostros de esa gente hicieron que recordara aquella inundación en Kirkenes donde Bianca casi muere.

 

¿El Mar de Barents nuevamente nos haría pasar un mal trago? Sí, después de la llamada de Liz ya no tuve duda que las cenizas eran solo un pequeño eslabón de la catástrofe. Debería seguir las indicaciones de la Reina del Mar en cuanto a buscar lugares altos. Si un temblor castigaba la ciudad tras él azotaría un tsunami. También dijo que trataría de detenerlo y pensé… ¿lo lograría?

 

 

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


10 comentarios:

  1. Uy extrañaba leerte no esperaba lo del volcán lo dejaste muy interesante. Adoro como unes a los personajes y la acción eres genial. Te mando un beso y ten una buena semana

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    1. Muchas gracias Citu. Es un placer tenerte de lectora. Un beso enorme y veremos que pasa con ese volcán. Ojala los lobos y vampiros sepan que lo mejor es estar unidos. ¡Genial semana!

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  2. ¡Hola, Lou!
    Bueno, ya he disfrutado con tu capítulo... ahora me toca comentar
    Es una alegría que Mike ya haya sido declarado inocente... Creo recordar que el señor Mykolaiv pidió a Chelle que le matara; cuando alguien pide algo semejante, ya no es muy extraño que se suicide
    Sí te diré que me ha sorprendido mucho el suicidio de Kriger; para nada imaginaba que tras pedir perdón a Mike se quitara la vida... Los dos suicidios me han impactado, pero el de Kriger más
    La enfermedad del padre de Bianca es terrible, nadie debería olvidar sus recuerdos... por lo menos, los buenos... y no reconocer a las personas que quieres, ya es demasiado
    Qué puede hacer Bianca cuando él la olvide... esta es una pregunta complicada... Yo supongo que lo querría más que nunca, pero me iba a doler y sería muy duro
    Pues creo que el gigante de fuego se está despertando, también tengo la sensación de que vampiros y lobos se están uniendo
    Un momento que me ha llegado... cuando Sebastien mira la mansión y se pregunta si será la última vez que la ve
    La desesperación y preocupación de Lenya son muy comprensibles, pero Liz debe acudir a la llamada de las sirenas
    He imaginado ese paisaje gris, la conmoción de todos...
    La verdad es que creo que el volcán ya ha entrado en erupción, y que lo peor está por llegar... La lava, el tsunami con sus dos olas... Voy a desearles mucha suerte a Vepar y a Liz
    Y a ti te mando un tsunami de aplausos y felicitaciones por este capítulo
    También, con el tsunami, van mis besos

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    1. ¡Hola mi sol! Extrañaba tus bellos comentarios. Muchas gracias como siempre.
      Gracias a Chelle, Mike fue declarado inocente. Es un gran apoyo después de haber perdido a su padre. El suicidio de ese delincuente pasará de largo, personas así no necesitamos en el mundo.
      En cuanto a Kriger... Temo que sus amigos y padre lo extrañarán. Creo que parte de no salir airoso de lo que ha hecho y de su desesperación quizás sea la gran falta de apoyo de los que lo rodean. Una pena, mucho dinero y pocos valores. Digo pocos y no nada porque al menos supo pedir perdón y eso es un gran valor.
      La enfermedad del padre de Bianca la he vivido muy cerca con mi ex suegra. Una persona maravillosa pero que lamentablemente se fue de este mundo sin saber casi quien era ella. Horrible experiencia.
      El gigante de fuego ha despertado, como bien dices. Hay que unirse y ayudarse entre todos. Creo es la idea que dejaron los más sabios.
      Liz tiene una tarea muy difícil porque no ha tenido demasiada práctica en dominar el mar. Pero tiene el don y la fortaleza y pienso que tal vez sea suficiente.
      Yo también me acongoja imaginar a Sebastien ver la mansión, no por lo que le ha costado sino por lo que imaginas, recuerdos y afectos que encierran esas paredes. Pero también saldrá adelante porque ha salido de cosas peores.
      Por último miles de gracias por tu tsunami de aplausos. Te aseguro que vale más que cualquier contrato de editorial.
      Un beso grande querida escritora y feliz semana para ti.

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  3. Esto pinta peor de lo que pensaba. A lo bueno que venga, bienvenido. A lo malo, siempre se enfrenta con valentía y una sonrisa.
    Hoy agradezco a tus musas que hayan vuelto.
    Beso

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    1. ¡Hola Ignacio! Ante todo muchas gracias por pasarte y leerme. Yo agradezco tener lectores como tú.
      Sí, creo que se vendrá lo peor y veremos como la autora, las musas, los lobos, y los Craig, salen de está catástrofe. Un gran abrazo y feliz semana para ti.

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  4. No estoy seguro pero si la sirena lleva la primera ola al volcan creo que la lava no llegara a la mansion.Si hay dos olas seran dos tsunamis.Me ha gustado mucho.Besos.

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    1. ¡Hola Ramón! Muchas gracias por estar aquí y comentar. Un gusto enorme que me leas.
      Veremos que pasa con el tsunami y si Vepar y Liz podrán con la fuerza de la naturaleza. La mansión no sé si se salvará pero lo importante son las vidas. Me alegro mucho que te haya gustado y gracias por acompañarme. Un abrazo grande y feliz semana para ti.

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  5. Holaaaaaa, fíjate bien que no digo olaaaa!!! Ya sé por qué huyeron los vikingos hace miles de años, lo sé del verbo sabiduría:))
    Espero del verbo esperanza que Kirkenes no desaparezca, peroooo sobre todo que se salven nuestros queridos vampiros y lobos.
    Cuánto me alegro de que Mike esté libre de sospechas injustas!!!!
    El alzheimer es una malísima enfermedad. Conozco a gente que dice que es la peor. Fuerza, Bianca!!!!
    Capítulazoooooo!!!!

    Besoteeeeessssss!!!!

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    1. ¡Holaaaa! Sé que ni quieres mencionar la ola pero creo que es inevitable. Ante todo muchas gracias por pasarte y comentar con ese sentido del humor brillante.
      Kirkenes quizás no desaparezca pero... no todo saldrá perfecto.
      Mike está libre de sospecha gracias a Chelle y esperemos sean muy felices. Debería haber boda, ¿no crees?
      Si, es horrible no poder conocer tu seres queridos. Bianca deberá ser fuerte. Gracias por tus buenos deseos y por acompañarme. Besotes miles y feliz semana para ti.

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