INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

sábado, 18 de abril de 2020

¡Holaaa! Uf, ¡qué noticias! Prometo no adelantar nadaaa. El capi, todo de ustedes. Besotes y feliz semana.


Capítulo 38.
Lobo.

Chelle

El cumpleaños de Margaret convirtió una tarde monótona en divertida. Pero además de pasarla entre amigos estaba ansioso. Ansioso y feliz. A la mañana Charles y yo habíamos hablado como tantas veces y le conté de la llamada y la trampa de Birmhan. Sonrió como era de esperar y por supuesto que me convenció de que Fjellner tenía razón. ¿Por qué no intentarlo? A pesar del resto del mundo. Claro que Charles no hacía las cosas a medias así que sugirió que era una buena oportunidad invitar al lobo a la cabaña.

Así fue como en un acto de arrojo llamé a Mike al mediodía y pregunté si le parecía bien venir ya que había un cumpleaños que festejar. Al principio quedó impactado por el cambio radical en mí y la invitación nada menos que a terreno enemigo. Pero le informé que era una reunión familiar y que Sebastien Craig no se encontraría entre ellos.

Bebía un coñac con Khatry cuando Miyo entró desde el balcón dando saltos de alegría.

—¡Visitas! ¡Síii!

Mi corazón saltó del pecho.

—¡Douglas y Marin!
—¡Oh, qué bien! –Exclamó Margaret—. Iré a abrir.

Respiré profundo y solté el aire. ¿Sería posible que Fjellner fuera capaz de ponerme en ese estado calamitoso?

Sí, era posible. Y que pensara casi todo el día en él, y que soñara despierto con vernos juntos, y que fuera solo mío… A pesar de los consejos del líder de los vampiros. Que dicho sea de paso si hubiera aparecido en esa reunión se hubiera caído de culo. Cielos…

A penas llegaron los chicos saludaron y dieron el regalo a Margaret, un chal confeccionado por los Sami. A ella le encantó. Entre las risas y la algarabía, Douglas dijo algo a Charles al oído y él me miró. Tragué saliva… ¿Mike le habría dicho que no vendría?

Margaret se dirigió a la cocina con gran entusiasmo y Charles se acercó a mí.

—El lobo está afuera, ¿por qué no lo invitas a pasar?
—¿Se animó a venir? –pregunté incrédulo.
—¿Tú qué crees? –sonrió.

Avancé hasta la puerta, la abrí, y salí hacia el portal. La moto de Mike estaba estacionada junto al sendero que daba al último cantero, al final de la escalinata de piedra. Caminé unos pasos y la luz de los faroles iluminaron su silueta. Estaba recostado a un árbol, con las manos hacia atrás, cabizbajo. Quizás dudaba si había hecho bien en venir.

—¡Mike! –Su nombre salió de mis labios casi sin quererlo –bajé la escalera.

Levantó la cabeza y sonrió –subió unos cuantos escalones.

—Hola, ¡qué bueno que viniste!

Ambos nos encontramos a mitad de camino.

—Vaya… Por el solo milagro de escucharte decir mi nombre valió la pena arriesgarse.

Sonreí.

—Ya no soy tu profesor… Ven, te presentaré al resto.

Mi mano se apoyó en el hombro para que avanzara. Su piel caliente traspasó la tela de la camisa. Por unos segundos me estremecí. Me miró y lo miré… Y el tiempo se detuvo… Por instantes no escuché las risas y voces del interior, solo sus ojos ámbar que me taladraban el pecho.

—¿Crees que le gustará el regalo? –Interrumpió mostrando una bolsa de papel celofán pequeña—. Es un gorro de piel para el invierno, los confecciona Rita, una loba.
—Por supuesto que le gustará.
—Quizás no vine vestido para la ocasión. ¿Quieres que regrese?
—No, ¿por qué? Sí así estás bien –mis ojos recorrieron fugazmente los jeans caídos a la cintura y la camisa blanca elastizada.
—Mi amigo siempre dice que visto muy dejado, bueno con ropa limpia pero tú sabes, camiseta y sudadera.
—Estás perfecto. Tienes… Hueles a…
—Ah sí, es un perfume de Hauk. Me lo prestó.
—Es genial pero prefiero el aroma a clorofila.

Nos miramos fijo por unos segundos. Me acerqué inclinado el rostro buscando un beso.
—¡Hola! –Charles salió a nuestro encuentro—. Como tardaban salí a verificar si no habían escapado. Después de todo era una buena oportunidad. Están todos distraídos.

Mike sonrió.

—Él es Charles, mi amigo –carraspee.
—Hola, soy Mike Fjellner. Gusto en conocerlo.
—Igualmente. Pasen por favor –se dirigió a Mike—. Dime que harás honor al pastel de Margaret. A ella le encanta la cocina, pero como imaginarás salvo Douglas y Marin no tenemos muchos comensales.
—Lo imagino. Pues sí… Me encantará probar el pastel.

Los Sherpa fueron los primeros que miraron extrañados al lobo entrar a la sala. Bueno, salvo Miyo que tenía una memoria prodigiosa cuando quería. Así que gritó al verlo, “¡lobo lindo!”

Mike rio y la saludó.

—¡Hola Miyo!
—Miyo está contenta, le gustan las fiestas –saltó de alegría.

Un trueno se escuchó en la lejanía.

—Oh oh –dijo Douglas—. Parece que nos iremos con lluvia.
—Entonces, no perdamos tiempo –Margaret avanzó con un pastel de fresas y chocolate.
—¡Eso se ve delicioso! –exclamó Marin.
—Bien, ¿Quién quiere coñac? –Invitó Chales—. Cojan asiento, brindaremos por la mejor hembra, la mía.

Y sí, Margaret era maravillosa. Una excelente anfitriona durante toda la reunión. Tan amable, afectuosa, con un sentido del humor rozando el de Charles. Se llevaban muy bien. Se notaba el amor que tenían al mirarse. ¿Algún día me encontraría en un hogar con alguien que me mirara así?

Desvié la vista de la bella pareja y giré la cabeza hacia mi lado izquierdo del sofá. Mike me miraba fijo con ese iris casi dorado. Sonreí y hasta creo que me ruboricé.

—¿Mike sabe jugar al ajedrez? –le preguntó Miyo sentándose en la alfombra.
—No… Sé jugar al pócker, lo jugaba con mi padre y mis hermanos.
—Ah… Miyo no sabe jugar al ajedrez, y al poc…
—Pócker –sonreí.
—Al póker tampoco.
—Yo sí, lobo –Khatry se acercó con un mazo de naipes—. ¿Quieres jugar?
—Vale, juguemos.
—Yo también jugaré –dijo Douglas—. Pero necesitaremos otro más para ser pares.
—Detesto los naipes –Marin sonrió—. Conmigo no cuenten.
—¿Charles? ¿Margaret? –preguntó Khatry.
—No sé jugar –contestó la anfitriona.
—Preferiría mirar, hace mucho no juego a los naipes y no quiero perder –sonrió Charles.
—Pues… Juego yo –dije animado por el ambiente—. Solo díganme con quién haré pareja.

Douglas sonrió mientras barajaba los naipes.

—¿Con quién va a ser, Chelle? Con Mike. Presiento que harán buena dupla.

Bajé la vista mientras los colores me subían a las mejillas.


—Por supuesto, Craig –Mike cortó el mazo y sonrió—. No te quepa la menor duda.

Amaba ese desenfado de su parte y odiaba no ser así, tan natural, y que no importara un cuerno el resto del mundo. Tenía que lograrlo, porque sentía que mi forma de ser tan estructurada y formal me haría perder muchos momentos mágicos de la vida.

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Alrededor de una hora los truenos se escucharon más fuertes. Marin se notaba preocupada así que Douglas dio por terminado el juego prometiendo seguir en otro momento. De todas formas Mike y yo ganábamos por puntaje y faltaría la revancha en otra oportunidad.

Cuando ya estaban listos para partir, Margaret sugirió que se quedaran esa noche. Sabina estaría más tranquila si la tierna pareja estaba bajo resguardo así que decidieron no regresar a la reserva.

—¿Otro trozo de pastel? –ofreció Margaret a Mike.
—No, gracias. Ha estado delicioso, pero debo regresar. Mi madre se preocupará. No soy un crío aunque la tormenta podría inundar el camino y sabe que viajo en moto.
—Haces bien en no preocuparla. ¿Eres hijo único?
—No, tengo cuatro hermanos.
—¡Familia numerosa! –Sonrió Margaret.
—Así es –se puso de pie—. Le agradezco la invitación.
—Gracias por el regalo –guiñó un ojo.
—De nada.

Me puse de pie y aguardé que saludara en general al resto de los invitados. Todos tuvieron un trato normal, aunque… Thashy, sí… ella lo observó en varias oportunidades. Sin embargo no con recelo ni con lujuria, nada de eso. Como si por momentos se compadeciera de él. No recordaba haberle contado que Mike había perdido a su padre. A lo mejor Charles lo había comentado.

Acompañé a Mike hasta el sendero donde había estacionado. Subió a la moto al tiempo que un rayo cruzaba el cielo sobre nuestras cabezas. Un cable de un poste lejano hizo un chispazo y todo quedó en la penumbra.

—Parece que es tormenta eléctrica.
—Cuídate, por favor llámame cuando llegues.

Sonrió de lado y no pude evitar fijarme en sus labios. Es más, no pude evitarme dejar de mirarlos. Su mano se aferró a la nuca y me atrajo hasta que nuestras respiraciones se mezclaron en el mismo espacio.

—Sé que no pedirás un beso, así que te lo daré yo.

Inclinó el rostro y me comió la boca. Él era así, le gustaba actuar sin autorización. Sin embargo esta vez, mi permiso flotaba implícito. Mi lengua urgente tanteo la suya y chupé hasta arranar un gemido. Sentí fuego en las venas, un fuego propio. Ya no era lo caliente de su cuerpo sino el mío en llamas. Las yemas de los dedos se deslizaron por su espalda. Era tan atlético y musculoso. Era perfecto…

Un trueno cimbró hasta el suelo bajo mis pies y las primeras gotas gruesas de lluvia comenzaron a caer. Me separé a pesar del deseo de continuar allí, sintiendo que me deseaba tanto como yo, pero él estaba ante todo y me preocupaba el camino que debía recorrer.

—Vete, por favor. No hay luces en los postes.
—Tranquilo, los focos de la moto son potentes. Te llamo apenas llegue.
—Por favor.

Besó mis labios y dio arranque. Se alejó por el sendero y me dejó esa angustia que nace cuando alguien amado está a merced de la furia de la naturaleza. Un nudo en la garganta apretó y se propagó en mi pecho.

—Tranquilo, es un lobo. Conoce el bosque, aunque haya tormenta –Charles se acercó.
—¿Nos quedamos sin luz?
—Sí, y sin señal en los móviles.
—Le dije que me llamara, ¿y ahora como sabré que llegó bien?
—Calma, el corte de luz será breve, es una tormenta de otoño. Ven, ayúdame a convencer a Miyo que “el Coco” no existe.

A pesar de los nervios reí.

—¿Quién le ha hablado de “el Coco”?
—Nadie, creo que lo escuchó de un cuento infantil de Anne.
—¿A quién se le ocurre leer un libro donde haya villanos?
—¿Conoces alguno que no los tenga? –sonrió—. Como la vida. Siempre está el bien y el mal, las princesas y dragones, los niños desobedientes y los “cocos”.
—Tienes razón. Eres muy sabio. Hablaré con ella.

Liz.

La tarde parecía tormentosa, pero no tan amenazante como para que Rose no fuera con Anouk a Kirkenes para recibir su título. Sara y Rodion habían dejado a Dyre con Ekaterina para poder pasar una noche de pareja en el lujoso hotel Storn.

El mar se escuchaba rugir al chocar con las lejanas rocas, pero no tenía miedo, amaba ese sonido aun en soledad. Me era familiar, como si siempre hubiera sido parte de mí.

Es cierto que la mansión parecía inmensa y un poco tétrica al no tener la algarabía de todos los que la habitábamos, sin embargo estar embarazada significaba que no estabas totalmente sola. Lo llevabas a él o ella dentro de ti. Lenya me hacía falta, también Marin, y hasta mamá… Por suerte Drank vendría a visitarme mientras Anouk acompañaba a Rose. Después juntos volverían a la reserva donde tenían su hogar.

Con gran entusiasmo preparé café y unas galletas de limón. Esas que me había enseñado Margaret y que no podía comer pero a Anne le encantaban. Hablando de ella, antes de bajar a la sala golpee su habitación. Como no respondía abrí la puerta y la encontré dormida con los cascos puestos. La música era su refugio así que no la desperté. Solo atiné a cubrirla con el edredón y salir silenciosamente.

Ya en la sala, me senté a esperar a mi amigo. Envié un mensaje a Lenya y me respondió con un “¿te sientes bien?” Le respondí que sí y envié un corazón. Él no tardó en enviar emoticones de besos.

Puse música en el móvil para cortar tanto silencio. “Amor de mi vida” de Queen, era mi preferido. Volví a acomodarme mejor en el sofá. Ya no encontraba posición ideal, el bebé parecía ser muy grande.
Un trueno se escuchó lejano y observé la ventana. El parque había oscurecido debido a las espesas nubes así que me levanté y encendí las luces de la araña. Me aproximé a los cristales y fue cuando lo escuché… El sonido del motor de una moto. Sonreí. Por fin lo vería. Por fin constataría con mis propios ojos si realmente Drank estaba bien.

Abrí la puerta y salí al parque no sin antes encargarme del comando de los portones. Caminé por el sendero a medida que las puertas de hierro daban paso a la moto. Me detuve para dejarlo transitar el sendero a baja velocidad. Apagó el motor y bajó quitándose el casco. Lo depositó con cuidado colgando del manubrio y fui acercándome con una sonrisa que el tiempo no borraría.

—¡Hola Drank! –Quedé inmóvil.

Ya no era un humano, sino un lobo. Y aun sonaban en mis oídos las múltiples recomendaciones de Lenya. Era un lobo, pero era mi amigo, el de siempre y eso jamás cambiaría.

—¡Liz! Por fin nos vemos –sonrió y se quedó de pie, observándome.

A simple vista no tenía grandes diferencias con el Drank que conocía. Desde su adolescencia había sido musculoso y alto, sin embargo sus ojos… ya no eran azules, eran canela. Y en ese momento supe que siempre lo adoraría más allá de su fisionomía.

—¡Preparé café! –mis ojos brillaron de emoción.

Él me miró en silencio sin avanzar un paso.

—Y… también galletas de limón –titubee.
—Me encantará probarlas. Pero antes… Debo pagarte una deuda –sus ojos también humedecieron—. ¿La recuerdas?

Asentí mientras una lágrima amenazaba con asomar.

—Sí… Me debes un abrazo.

Extendió su mano y corrí hacia él. Me abrazó fuerte y a la vez con cuidado. Estuve así, inmóvil, refugiada en ese calor que te brindan los amigos. Es reconfortante saber que aunque han estado lejos nunca se fueron de ti.

—Mi querida amiga –susurró—. Gracias por esperarme.
—Siempre –murmuré.
Ese abrazo tenía algunas sensaciones en común con aquel que nos dimos cuando pisó por primera vez Kirkenes. La gratitud al destino por la oportunidad de reencontrarnos. De verlo bien, recuperado del trance que fuera, la muerte en el pasado, la conversión ahora. Sin embargo también había diferencias. Él ya no era el mismo atormentado por amor a mí. Hoy su corazón latía por ella, Anouk Gólubev. La chica que lo hacía feliz.

Otro trueno se escuchó muy cerca y nos obligó a separarnos.

—Entremos Liz, no quiero que te agarre la lluvia.
—Vamos, quiero preguntarte muchas cosas.
—Y yo también –rio.

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Durante una hora bebimos café y él comió de las galletas mientras nos poníamos al día. Pregunté sobre la conversión, sobre la votación de Louk, si había comenzado a estudiar, y como llevaba la vida con Anouk. Se lo notaba feliz y eso era genial. Aquel sueño de tener una relación como Bianca con Bernardo se hacía más palpable. Hasta sugirió que si a Lenya no le molestaría le gustaría apadrinar al bebé. Sabía que Lenya no iba a negarse, también mi marido había cambiado. Se lo notaba seguro y no tan celoso de cuanto macho se cruzara. Creo que todos cambiamos a lo largo de la vida, lo bueno que todo parecía ser para mejor.

La lluvia se escuchó chocar contra los cristales. Drank envío un mensaje a Anouk y le pidió que cogieran un coche de alquiler hasta la mansión así se quedaría más tranquilo. Ella respondió que sí pero antes deseaban festejar con Rose su título y beberían un coñac en una cafetería.

Fue cuando decidí ir a la cocina por más café. Pero al coger la cafetera un dolor agudo atravesó mi bajo vientre. Me encogí por la molestia y respiré profundo tres veces. Mis ojos fueron al calendario de la cocina… Faltaba veinte días para que mi bebé naciera. Creí que me había esforzado más de lo común así que cuando el dolor pasó, continué con la tarea más despacio.

A pesar de ello, al llegar a la sala con la bandeja se lo comenté a Drank, y él me miró preocupado.

—¿No serán contracciones?
—No ha sido fuerte y ya pasó –lo tranquilicé.
—¿Por qué no llamas a un doctor? Por las dudas.
—Sí, tienes razón. Mamá siempre decía que las tormentas adelantan los partos.
—¡No bromees Liz!
—Calla, está todo bien.

Cogí el móvil y llamé a Arve para explicarle la situación. Sin embargo tuve que dejarle el mensaje en el contestador, quizás estaría con algún paciente.

Volví a sentarme con cuidado y llamé a Lenya, pero de inmediato me arrepentí. ¿Qué le diría? ¿Preocuparlo y estaba en Oslo con los futuros contratistas? Además ya estaba mejor.

Poco a poco la charla volvió a la normalidad. Drank me preguntó sobre mamá y mi relación. Le conté que nos visitábamos y habíamos limado asperezas. Aunque en el fondo seguía sin entenderla. Sobre todo teniendo un hijo por llegar. Era un amor tan grande y aun no lo había tenido en brazos.

Le conté de Scarlet y Grigorii, de lo bien que había terminado todo. También hablamos de Bua y la triste muerte de su padre en manos de Vilu. Eran tantos temas de charla que la noche cayó sin darnos cuenta, y la tormenta… también.

Cuando un rayo cayó muy cerca y nos dejó sin luz, los dos tomamos conciencia que no sería una tormenta pasajera de otoño. Encendí los candelabros de la sala y Drank volvió a enviar un mensaje a Anouk.

—Beberé algo fresco mientras llega tu chica, ¿quieres más café?

Sus ojos marrones muy claros me miraron con disgusto.

—No tengo señal.

Avancé rápidamente y cogí el móvil de la mesa de living. Intenté llamar a Lenya pero tampoco lo logré.

—Fue el rayo –murmuré—. Nos quedamos sin luz y sin señal.
—Tranquila… estamos en la mansión y Anouk esperará que aminoré para viajar.
—Sí… Haré café.
—Puedo hacerlo yo.
—¿Has aprendido? –sonreí.
—¡Claro! ¿Qué crees? –rio.

Llegó hasta uno de los candelabros y cogió una vela.

—Ya regreso y verás como haré mi café sin romper nada.

Reí.

—Pues la cafetera está en la encimera lado izquierdo y nuevos filtros encontrarás en el tercer cajón.

Antes de que llegara Drank a la cocina otro dolor agudo me paralizó.

—Drank

Giró para verme.

—¿Qué ocurre?
—El dolor regresó… Usaré el teléfono local para llamar a Arve.

Se acercó con gesto de preocupado.

Apenas disqué me di cuenta que no había línea. El teléfono producía ruidos de todo tipo, era evidente que el rayo había dañado una vasta extensión.

—¿Y si vamos en la moto al hospital? –después rectificó—. No, es una locura, llueve torrencial. ¿Hay algún coche en el garaje?
—No, Sebastien lo dejó en el aeropuerto y Charles se lo prestó a Brander para pasear a Nicolay.
—Okay… Okay… Tranquila… La luz volverá y la señal también. No te preocupes. No es la fecha de nacer el bebé, ¿o sí?
—No, faltan veinte días.
—Okay… Siéntate en el sofá, yo traeré algo fresco para ti y me haré café. Nada malo ocurrirá.
—No… nada malo ocurrirá.

Apresurado entró a la cocina y caminé lentamente hasta el sofá para sentarme. De pronto tras otra punzada dolorosa sentí un líquido tibio correr entre mis piernas. Me paralicé no solo por el dolor sino por lo que aquello significaba.

—¡Drank!

Regresó de inmediato y me contempló.

—¿Qué ocurre? ¿Otro dolor?
—Rompí… Rompí bolsa… la fuente… Rompí la fuente….
—¿Qué? –Su rostro en la penumbra quedó pálido como papel—. Dime que es broma.

Negué con la cabeza repetidas veces. Ni yo creía lo que estaba aconteciendo. Tormenta eléctrica, sin luz, sin señales, prácticamente solos sin preparación alguna, y un bebé que parecía dispuesto a nacer.

Lenya.

Me acomodé en la silla del lujoso restaurante y sonreí al humano que estudiaba las imágenes del hotel.

—Vaya, señor Craig, este hotel de Kirkenes es puro lujo. En Oslo sería un gran negocio. ¿De cuánto dinero a invertir?
—Allí en la penúltima hoja tiene el detalle.

Apenas el humano comenzó a leer quité el móvil del bolsillo y busqué un mensaje de Liz. No había ninguno, así que no había nada de qué preocuparme. De todas formas envié un corazón para que me tuviera presente. No por celos, en absoluto, sino para mimarla ya que la tenía a tantos kilómetros de distancia.

Observé el reloj pulsera… En Kirkenes ya serían las siete y media. La noche habría caído y deseaba de una vez por todas terminar la reunión y llegar a la mansión. Esperé con paciencia la lectura del humano hasta que por fin conforme con el proyecto quiso cerrar trato.

—¿Le parece bien que esperemos a mi socio? Vendrá en quince minutos.
—Está bien, así cerraremos trato y nos veremos dentro de una semana con la presencia de mis hermanos –contesté.

Así que aguardé un tiempo más con poco humor pero no me quedaba otra. Sebastien siempre se encargaba de cubrir casi todas las reuniones y entrevistas y era lógico que yo pudiera ayudarlo esta vez. Él tenía en consideración que Liz me necesitaba y por eso viajaba a la Isla y se quedaba durante largas horas en el hotel Storn todas las veces que había podido cubrirme. Era justo que aguardara un poco más, aunque algo me tenía intranquilo. Es que no me separa de mi hembra mucho tiempo últimamente. Ya el otoño comenzaría y la fecha de nuestro hijo estaba muy próxima. Por suerte aún quedaban veinte días para el parto. Mejor que el viaje fuera alejado del futuro nacimiento. Primeros días de septiembre, nada malo podía ocurrir.

Drank.

El grito ahogado de Liz puso la piel de gallina, más cuando la vi recostarse y acomodarse para parir.

—Liz, Liz no me hagas esto.

Ella jadeó.

—Escucha, no hay señal, llueve torrencial, Anne duerme y poco podría hacer. Confío en ti.
—¿Qué dices, Liz? No tienes nada preparado. ¡Por todos los cielos qué vamos a hacer! –el pánico ganó mis sentidos.
—Drank, ve a la cocina. Coge unos broches de ropa, ponlos a hervir.
—¿Broches de ropa? ¿Para qué?
—Para presionar el cordón umbilical.
—¿Qué? ¿Qué cordón? ¡Liz, por favor!
—Haz lo que te digo, todo saldrá bien. Tiene que salir bien. Sube a mi habitación con una vela y busca toallas limpias en el ropero, están a la derecha, primer estante. ¡Aay, cielos, qué dolor!
—¿Qué? Liz, por favor. Necesitas un médico no un amigo.
—No hay médico ni lo habrá, esa es la realidad. Y no me aflojes, sé que eres muy valiente.
—Esto es diferente, ¡ay Liz! No puede ser.

El gemido de dolor de mi amiga fue como un gran letrero fluorescente de, “sí puede ser”. Respiré profundo unas cinco veces antes de correr obedeciendo las indicaciones. Con el móvil en mi mano seguí intentando comunicarme con Anouk, pero nada… Seguíamos sin señal.

Mientras los broches hervían subí a la habitación y busqué con la luz pálida de la vela las toallas. Percibí mi piel hirviendo y las encías dolían. Mi estado de desesperación y alerta mutó parte de mis sentidos. La vista se agudizó en la penumbra. Con una fuerza incontrolable creo que lancé medio ropero al piso. Volaron prendas grandes y pequeñas. Solo quería encontrar las malditas toallas.

Cuando las tuve en mi poder bajé las escaleras de a seis escalones como si me persiguiera el mismo diablo.

—¡Aquí están! ¿Qué hago ahora? –murmuré a punto de echarme a llorar.
—¡Ya viene! Siento como si se desgarrara todo mi ser. ¡Draaaank!
—Tranquila, tranquila, respira profundo y luego jadea, así –mostré como debía hacerlo—. ¿Lo ves?

Sonrió apenas.

—¿Dónde aprendiste lecciones de parto?
—En una serie de tv –murmuré.
—Te ves… diferente.
—No te preocupes, me siento perfecto.
—Okay… Okay… Saldrá todo bien –se puso a llorar—. Lenya… Lenya está muy lejos.
—¡Lo llamaré! Sí, sí, él sabrá que hacer.
—¡Draaaank! Creo que voy a moriiiir del dolor!
—No, no no –negué con la cabeza—. No vas a morir, no lo permitiré.
—¡Mi bebé! ¡No quiero que le ocurra nada malo!
—Tranquila, lo lograremos, tú y yo lo lograremos –repetí bajito varias veces, quizás para convencerme al tiempo que mi sangre hervía bajo la piel.

Anouk.

Sentadas junto a la ventana de la confitería veíamos la lluvia torrencial caer copiosamente sobre el asfalto. La gente corría a guarecerse bajo techos de negocios y paradas de autobuses.

—¿Encontraremos un taxi? –pregunté bebiendo un trago de coñac.
—Por supuesto, tranquila. Además Drank dijo que esperaras a que cesara la tormenta.
—¿Pero se detendrá?
—Obvio, amiga.
—Pregunto por aquella inundación. Yo estaba en Moscú pero fue famosa.
—Olvídalo, estaba Agravar de por medio. Así que esto es simple naturaleza.
—Okay… No hemos traído paraguas.
—La parada de taxis está en la esquina, ¿quieres calmarte? Mira –extendió el título—. ¿No te parece grandioso?

Sonreí.

—Sí, y es solo el comienzo. ¿Qué te gustaría ser? ¿Doctora? ¿Abogada?
—Ah pues… no lo pensé. Me gustaría saber construir edificios pero la matemática es muy difícil.
—Pero no has reprobado. Puede que te cueste un poco más pero si te gusta debes seguir esa carrera.
—¿Y cuál sería?
—Arquitecta.
—Ah… estoy feliz. Se lo debo a Sebastien. Siempre alentó a que estudiara. Mucho tiempo pensé que no servía para nada de esto –quedó callada y me miró—. ¿Estás preocupada? Si quieres podemos irnos.
—No, Drank me aconsejó que nos quedáramos a salvo de la tormenta.
—Envíale un mensaje.
—Tienes razón.

Cogí el móvil y antes de terminar el mensaje un rayo iluminó el cielo, y tras el trueno ensordecedor, la luz de la ciudad se apagó.

—Oye, ese rayo terminó con los cables de tensión de todo Kirkenes. Está todo oscuro –dijo Rose preocupada.

De inmediato una débil iluminación acaparó cada rincón de la confitería.

—Deben tener generador. Las calles siguen a oscuras. Le enviaré un mensaje a Drank, es capaz de venir hasta aquí en la moto.
—No lo hará porque no estás sola y no me dejaría a mí a la merced mientras ustedes regresan a la reserva en moto.
—Cierto. Le escribiré que estamos bien.
—¿Pedimos otro coñac?
—Buena idea, está haciendo frío y estoy nerviosa.

Al enviar el mensaje la pantalla me mostró un alerta. “Señal perdida, inténtelo más tarde.”

—No hay señal en el móvil. Inténtalo tú.

Rose repitió la acción con su móvil enviando un texto a Liz.

—Le pondré que esperaremos en la confitería a que aminore la lluvia… Espera…

Llamé al mozo para pedir los coñac.

—Hay un círculo que gira y gira… —me mostró la pantalla.
—No hay señal Rose, estamos iguales. Fue el rayo.

En ese instante alguien se acercó a nuestra mesa. Alguien que conocía poco pero su aroma a lobo me recordó en segundos quien era.

—Buenas noches.
—Hola –respondí.
—Soy Kriger, no vemos visto un par de veces.
—Ajá… Y… ¿Entonces?
—¿Sabes dónde está Mike?
—¿Yo? ¿Por qué debía saberlo?
—Lo vi salir de la reserva con su moto hace varias horas. Y ya amenazaba tormenta.
—No tengo idea.
—¡En serio no sabes! –se enfadó.
—Escucha imbécil, deja en paz a mi amiga. Estamos disfrutando un coñac y tú no estás invitado –contestó Rose—. Vete, ya te ha dicho que no sabe dónde está ese tal Mike.
—No lo sé –volví a repetir.

Salió de allí con cara de pocos amigos.

—Estos lobos cada vez más locos. No sé como vives rodeada de ellos. Deja no contestes, es por Drank.
—Sí, pero no te preocupes, no son todos así, maleducados y antipáticos. Conozco varios muy amistosos. Tim, por ejemplo. Bua, Vinter, Kristoff, Mamina, Louk también a pesar de lo que hizo.
—Ese Louk, una joyita, ¡eh!
—Fue un acidente.
—No, Anouk. No fue un accidente. Convirtió a Drank en medio de una pelea. Tú misma me lo contaste.
—Pero Drank está feliz.
—Eso no implica la que se ha mandado.

Suspiré.

—No me gusta esta tormenta y sin señal.
—Tranquila, salir a la calle por un taxi en el medio de la oscuridad…
—Escucha… se sienten sirenas. Debe ser la Guardia Civil.
Nunca un apagón duró demasiado, estoy acostumbrada a tormentas de nieve y esas sí que te las regalo.
—¿Tú crees que se solucionará en poco tiempo?
—Lo que creo que lo peor que podríamos hacer es salir de aquí en estos momentos. Drank está en la mansión. Incluso podríamos desencontrarnos si se le ocurre venir.
—No sabe en cuál cafetería estoy.
—Por eso digo.
—Okay… beberemos el coñac y la lluvia cesará. Seamos optimistas. Nada malo ocurrirá.

La puerta de la cafetería se abrió dejando pasar a un oficial de policía.

—Mira Rose, hay un oficial.

Giró la cabeza y abrió la boca.

—Es Vikingo.
—¿Quién? ¿El policía que te gusta?

El oficial rubio miró alrededor.

—¿Están todos bien? –preguntó al mozo.
—Sí señor.
—Yo estaría mejor en su cama –murmuró mi amiga.
—¡Rose!
—No me escuchó –sonrió.

Informó que el corte de luz tardaría menos de una hora, aconsejó a los clientes que trataran de no transitar por las calles hasta que estuviera solucionado. Cables de alta tensión podrían encontrarse tirados en cualquier sitio y sería muy peligroso. Después se fue.

—¿Lo ves? Es mejor aguardar aquí.
—¿Sabes materializarte?
—Nooo. Nunca aprendí.
—Tranquila, no te dejaré sola. Esperaremos.


Drank.

Mientras Liz ahogaba los gritos de dolor y pujaba, el sudor corría por mi frente y los latidos de mi corazón parecían abrir en dos mi pecho. Había traído la pequeña olla con los broches, teníamos toallas, y hasta había conseguido alcohol en el baño a último momento.

—Lenya… Lenya no está aquí –sollozó Liz.
—¿Quieres qué intente llamarlo?
—Olvídalo… —jadeó—. No hay señal ni luz eléctrica. Cielooos, ¡qué dolor!
—¿Qué puedo hacer? ¡Dime!
—Solo ayúdame cuando lo veas.
—¿Qué? ¿Qué vea que cosa?
—¡El bebé, Drank!
—Oh sii, oh siii, tú tranquila… Dios mío… Dios mío… fui un hijo de puta en otra vida.
—Drank, me haces reír y tengo mucho dolor –sonrió.
—¡Maldita tormenta! Apenas vemos con las velas.
—Será suficiente. Solo quiero escucharlo llorar. ¡Diabloooos! ¡No resisto!
—Resiste, resiste, ¡hazlo por Lenya, por el bebé, por mí, y por quien se te ocurra!
—¡Ya vieneee! ¡Oh Dioooos!

Fue cuando vi coronando la pequeña cabeza.

—Tienes razón, ya viene. Solo es un esfuerzo, solo un poco… ¡Madre mía!

El grito de Liz creo que traspasó las gruesas paredes de la mansión y mis tímpanos. Un grito que jamás olvidaría.

—Juro que nos cuidaremos con Anouk, no quiero que pase por esto.
—¡Deja de decir idioteces! ¡Aaaaay! Voy a pujar, voy a pujar…
—Sí, sí, tú puja tranquila… Cielo santo.

De pronto una sombra caminó por el pasillo superior y se detuvo en la escalera.

—Liz… ¿Estás bien?
—¡Anne! Sí, sí, tranquila, solo es un corte de luz, ¡duele muchooo!

Bajó apresurada la escalera y tanteando a la luz de las velas cogió un paraguas del paragüero. Cuando la vi avanzar hacia mí con el objeto en alto grité.

—¡No! ¡No estoy atacándola!
—¡Anne! Es mi amigo y voy a parir, quédate sentada en la escalera, por favor –suplicó Liz.
—¿El bebé? –preguntó con cara de terror.
—Sí… el bebé quiere nacer.

Liz se aferró al sofá e inclinó su cuerpo como si se sentara y… pujó con todas sus fuerzas. Contemplaba ese rostro sudado y gesto de dolor y mi impotencia crecía. ¿Cómo ayudarla a que todo fuera más sencillo?

Pujó otra vez dando todo de sí. Pienso que su alma se fue en ello… Mis manos se unieron para recibir un bebé de piel arrugada y ojos encapotados. Sus puños estaban cerrados con fuerza y estaba envuelto en una especie de masa gelatinosa que fue desprendiéndose a pedazos. Lo limpié como pude con una de las toallas y el llanto no tardó en llegar.

Sonreí emocionado.

—Tráelo Drank, quiero verlo de cerca.

Se lo acerqué y lo encerró entre los brazos. El bebé abrió los ojos y su diminuta mano fue a la boca. Chupó y cesó de llorar.

Reímos.

—Es un varón, Liz.
—Sí… Es rubio, como yo.
—Sí cariño, es hermoso –presioné el cordón con dos broches –esto también lo vi en una serie.
—¡Bien! El bebé nació –exclamó la chica rubia aplaudiendo.
—Dios… Sigue doliendo mucho, debo expulsar la bolsa. Dicen que así cesarán las contracciones.
—Es que…la bolsa ya… la expulsaste… No debería dolerte, ¿o sí?
—No…

Mis ojos se desviaron a su entrepierna. Empalidecí. Más aún…

—Liz… Viene otro.
—¿Qué?
—Que viene otro bebé, tienes otro bebé. ¡Por todos los cielos!
—Oh… Debo resistir, tiene que nacer o se asfixiará. ¡Drank! No siento que empuje por salir, ¿qué ocurre?
—Tranquila, puja tú. Solo falta un poco más.
—¡Ayúdame! No quiere salir, no quiere salir –sollozó.
—Anne o como te llames, ven, ten al bebé. Mantenlo con la toalla que no coja frío.

La chica obedeció con cara de espanto.

—Vamos Liz, solo falta un poco más.
—¡No sale por más que pujo y sigue doliendo! ¡Ayúdame Drank, ayuda al bebé!

Mis dedos temblorosos tantearon la cabeza. Traté de meterlos y encajar suavemente para ayudarlo a salir. Al llegar al cuello me detuve.

—Liz… escucha, debo hacerlo con cuidado. Tiene algo en el cuello y creo que es el cordón.
—¡Se asfixiará!
—No, no lo permitiremos, tranquila… tranquila. Tú sigue pujando. ¡No, no pujes, lo ahorcará!
—¡Por favor, Drank, ayúdalo!

En medio de los gemidos de dolor corrí a la cocina, revisé cada cajón en la oscuridad. Por suerte mi vista ya no era humana y veía casi como si fuera de día. Encontré los cubiertos, cogí un cuchillo y encendí una hornalla con el aplique. Lo pasé por el fuego y volví sin perder tiempo.

—¡Drank! ¿Qué vas a hacer?
—Confía en mí.

Con cuidado introduje los dedos para hacer espacio y deslicé el cuchillo hasta el cordón.

—Ahora no pujes, ¡solo quédate quieta!

Tenía terror de fallar. La vida del bebé estaba en mis manos. Pero lo hice, no quedaba mucha alternativa.

Al cortar retiré el cuchillo y lo lancé a un costado. Solo faltaba un esfuerzo más.

—Ahora trata de pujar de nuevo, Liz. Una vez más y con todas tus fuerzas.
—¡Sí, sí!

Pero la fuerza de Liz ayudaba muy poco ya que el bebé no daba señales de movimiento. Era como si estuviera estancado sin reaccionar.

—¡Drank! No sale, ¿qué ocurre?

Mierda…

Sin perder tiempo usé los dedos de las dos manos y traté de llegar a su pequeño cuello, luego tantee los hombros entre los quejidos desgarradores de Liz. La transpiración me corría por la piel y percibí la fuerza sobrenatural de cada uno de mis músculos. Respiré profundo y lo atraje lentamente de los hombros.

—Ya casi Liz, ya casi está, sigue pujando.

Ella fue muy valiente y en ningún momento a pesar del dolor se echó atrás. Como al quedar sola con Marin en Drobak ese invierno atroz sin dinero ni comida.

Y nació… al fin tuve al bebé en mis manos. Liz echó la cabeza hacia atrás respirando agitada.

—¡Lo lograste! –reí—. Ya la tengo. Es una niña.
—Es una niña –rio emocionada—. ¡Gracias a ti!

Iba a entregarla a sus brazos y noté con terror que no respiraba. El color de su cuerpito era azulado.

—¿Qué le ocurre? ¿Qué ocurre Drank? No llora, ¡no abre los ojos! ¡Drank está muerta!
—No, no, no espera, espera…. ¡No puede morir!

La coloqué en el sofá y la envolví con una toalla. Presioné un broche en el trozo de cordón roto y comencé a masajear rápidamente el pecho inmóvil.

Nada… Ni un solo movimiento.

Liz sollozaba, extenuada. Aun así intentó acercarse pero la hemorragia que sufría la obligó a mantenerse acostada. Estaba perdiendo mucha sangre y eso también me preocupaba.

—¡Tienes hemorragia!
—No importa, soy vampiro, la herida sanará en poco, ¡importa el bebé!

La niña no respiraba… Entonces, solo quedaba una cosa por hacer…

Presioné delicadamente la nariz y cubrí la pequeña boca con la mía. Dar reanimación era un curso de muchos años atrás en Drobak  sin embargo hay lecciones que nunca te olvidas.

Y continué, sin bajar los brazos, una y otra vez, la bebé no podía morir. No lo iba a permitir aunque se fuera mi último aliento en ella.

—El bebé está empezando a llorar –murmuró Anne—. ¿qué hago?
—¡Tráelo aquí! –exclamó Liz.

De inmediato lo puso en su pecho para amamantar mientras yo continuaba en la dura tarea de reanimar ese cuerpito inerte de color blanquecino. No aflojé ni un minuto en la tarea de respiración, no iba a dejar de hacerlo. Ni siquiera cuando alguien me diría, “ya no puedes hacer más”.

La luz eléctrica volvió en todo su esplendor. El sonido de un trueno lejano flotó en la sala. Segundos después todo quedó en silencio… hasta romperse con un nuevo sonido… El llanto de la bebé.

Liz me miró y la miré jadeante.

—¿Es ella?
—Sí, es ella –y rompí a llorar.

Sebastien.

Después de hacer el amor, Bianca quedó dormida entre mis brazos. Me sentía inquieto, no podía conciliar el sueño a pesar del cansancio producido por mi perfecta amante. La separé lentamente y cogí el móvil de la mesa de luz. Revisé el whatsapp, los mensajes de texto, las llamadas perdidas… Nada….

Bianca se giró entre dormida y me miró.

—¿Estás preocupado? ¿No hay mensajes?
—No, ni de Charles, ni de Numa, de nadie. Es extraño.
—Quizás no tuvieron necesidad de comunicarse.
—No sé. He aprendido que el silencio prolongado no trae buenas noticias. Escucha, me materializaré en la mansión –salté de la cama y me vestí.
—¿Estás seguro? ¿Qué le digo al arquitecto?
—Dile que tengo gripe y fiebre, que lo veré en dos días. Sabes que no podré materializarme en tan breve tiempo para regresar.
—No te preocupes, Ron y Natasha están aquí, estaré bien. Solo llama para saber que ocurrió.

………………………………………………………………………………………………


Me materialicé en el medio de la sala… Recorrí con los ojos lentamente el cuadro. Anne sentada en la escalera con lágrimas en los ojos. Liz en el sofá cubierta de sangre amamantando un bebé. A unos metros otro bebé en brazos… de un lobo.

—¿Qué? ¿Qué ocurrió aquí? –balbucee.
—¡Sebastien! ¡Sebastien! –exclamó Liz sonriendo.

Lucía ojerosa y demacrada.

—¡Liz! –Avancé hasta ella desesperado—. ¿Qué ocurrió? ¿Pariste? ¿Pariste sola? ¡Demonios! ¿Qué pasó con Arve? ¿No lo llamaste? ¿Y Lenya no sabe nada? ¡Perdiste mucha sangre!
—Estoy bien, no te preocupes. Hubo un corte de luz y no había señal, fue la tormenta. ¡Quisieron nacer! ¡Oh Dios mío! No estuve sola. ¡Drank me ayudó!
—Ya veo… Pero… ¿nacieron? Dos… ¿Eran dos?
—Sí, hembra y macho, son hermosos Sebastien.

Caminé hacia el lobo que sonreía.

—No hubiera podido hacerlo sola. La niña no respiraba, Drank la salvó.
—Permíteme –dije al lobo, y cogí al bebé—. Gracias.
—De nada.
—Liz, ¿Lenya ignora lo que ocurrió? Debemos llamarlo.
—Envié un audio cuando volvió la señal. No sé si lo habrá escuchado.
—¡Cielos! –observé al bebé y sonreí—. Es hermoso Liz. ¿Y la niña? ¿Cómo está? —me acerqué a Liz.
—Está comiendo –rio—. Es muy glotona.
—Hay que llamar a Arve. Intentaré comunicarme con Lenya.
—Yo… mejor me voy –Drank cogió su chaqueta.
—No tienes por qué irte. Agradezco todo lo que has hecho.
—¡Quédate Drank!
—Es que no sé nada de Anouk, no respondió el mensaje.

El ruido de un motor se escuchó acercarse.

—Debe ser ella con Rose –dijo Liz acariciando a la bebé.

Me acerqué a las cámaras con el bebé en brazos.

—Sí, son ellas.


Lenya.

Con total impaciencia pero simulando muy bien, concluí la tediosa reunión con los contratistas. Sebastien y Scarlet estarían conformes y ahora solo faltaba regresar a mi hogar de una vez por todas.

Salí a la calle y paré un taxi. Después de indicarle al chofer el hotel cogí el móvil para saber de Liz.

Mis ojos recorrieron las alertas… Cinco llamadas perdidas… Revisé el whatsapp, un audio de pocos segundos… Lo activé y escuché su voz llorosa…

“Mi amor, mi amor, los bebés nacieron, son dos, ¡nacieron! Estamos bien, llama cuando puedas por favor. Te amo.”

¿Qué? ¡Quéeee! ¿Nacieron? ¡Cómo qué nacieron! –grité.

El chofer me miró por el espejo.

—¡Detenga el coche, por favor!
—Es una avenida.
—¡Deténgalo ya!

Pagué con un billete que seguramente le alcanzaría para mantenerse dos meses. Sin esperar el vuelto bajé en la mitad de la calle. Tras escuchar las bocinas crucé como pude y llegué a la acera. Pulsé llamar—Liz, y esperé…

Nada… sonaba y no atendía…

—¡Mierda, joder! ¡Atiende! Por favor, por favor.

Volví a intentarlo consecutivamente una y otra vez y no había respuesta. Una tortura, una horrible tortura.

Observé las calles, no había plaza solitaria, ni un parque, ni un edificio abandonado para poder materializarme. ¡Mierda!

De pronto, divisé un callejón a media manzana y allí me dirigí. Caminé a pasos agigantados mientras intentaba llamar otra vez. Casi llegando al callejón Sebastien atendió la bendita llamada.

—¡Hola1 Hola, no puedo creerlo que atiendan el móvil, ¿qué ocurrió? ¡Por favor, dime qué está todo bien! ¿Por qué tienes el teléfono de Liz? ¡Dame con ella!
—Tranquilo, hermano. Tranquilo. Escucha, Liz está bien y… tus bebés también. Aquí ya está Arve atendiendo a Liz. Yo tengo el móvil de ella pero no hay peligro. Tranquilo.
—¿Mis bebés? — tartamudee—. ¿Cómo que los bebés?
—Son dos, una niña y un niño. ¡Te felicito hermano!
—Son dos… Liz… ¡Dime la verdad! ¿Están bien?
—Sí, los tres están bien.
—Me materializaré ahora mismo. Yo estoy… ¡Oh cielos! No sé si podré estoy muy nervioso.
—Respira, cálmate o no lo lograrás. Ya pasó, están bien.
—Ya pasó… —murmuré con los ojos llenos de lágrimas—. Ya pasó… y no estuve con ella. ¡Por qué me hace esto mi padre! ¡Podría haberme ayudado en donde se encuentre!

Sebastien suspiró.

—Hermano, están bien y eso es lo más importante. Liz tendrá mucho para contarte. Ánimo, te esperamos. Los bebés quieren conocer a su papá.
—Sebastien… la dejé sola…
—Fue accidental. No te preocupes. No estuvo sola... Drank… Un lobo la ayudó.

Corté la llamada y me largué a llorar.


















2 comentarios:

  1. Uy que tierno y emocionante capítulo me alegra que los hijos Liz Lenya nacieron Drank es todo un héroe. Veamos que pasa con Lenya esperó que no se ponga celoso ni e culpe te mando un beso

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    1. ¡Hola Citu! Me alegro que te haya gustado.
      Nacieron y Drank ayudó. Lenya no se pondrá celoso, no debería. En realidad lo que debe hacer es dar las gracias. Veremos en el próximo capi. Gracias por comentar!!
      Un besazo y feliz semana para ti.

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Gracias por visitarme y comentar.