INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

sábado, 4 de mayo de 2019

¡Queridos lectores! Bienvenidos nuevamente a mi blog y a un nuevo capítulo.
Muchas novedades, un poco de tensión, y verdades que salen a la luz.
Todo de ustedes, espero disfruten de un paso más en esta historia. Gracias por estar aquí y comentar. Miles de besos y buena semana.


Capítulo 14.
Verdades.

Anouk.



Apenas llegué a la puerta de Rose sentí una mano que salía y como centrífuga me arrebataba hacia el interior de la habitación.

Mi amiga abrió y cerró con la rapidez de un rayo.

—¡Siéntate y cuenta!

Reí y me senté sobre su cama. Ella me imitó y su cara dibujó la desesperación por que abriera la boca de una vez por todas.

—Muy bien, ante todo para no sembrar tu histeria y calmar tu ansiedad te diré que nos besamos.
—¿En serio?
—Sí.
—¿Beso verdadero? Quiero decir, ¿hubo lengua?
—Sí, Rose –rodee los ojos.
—¡No lo puedo creer!
—Yo tampoco. Aún pienso que fue un sueño.
—¿Cómo te decidiste? Es que me falta una parte esencial para entender. Veamos, la última vez que te vi desaparecías tras las sombras del bosque con un cachorro de lobo en los brazos. Dime en qué parte entra Drank a la escena y se besan.
—Ah pues, llevé el cachorro a su casa. En realidad no quería dejar el lobito en el medio del bosque y que mejor que él para cuidarlo.
—¡Ay qué astuta eres eh! Yo que creía que morirías virgen.
—Ya ves que no –reí—. De todas formas no creas que fue fácil.
—Eso ya lo sé viniendo de ti. ¿Cuándo venciste la timidez?
—Cuando lo vi salir de la ducha.
—¿Qué?
—Largo de explicar.
—Tengo todo el tiempo del mundo, querida. Me lo merezco.
—Lo sé. Gracias. Me has ayudado mucho en convertirme en lo que soy.
—De nada –encogió los hombros, sonriente—. ¡Continúa!
—Preparamos café, hablamos, y una cosa llevó a la otra.
—Se besaron.
—No, él me besó cuando me dejó en la puerta de la mansión. En su cabaña comenzamos a hablar y le confesé que estaba enamorada de él.
—¡No! ¿De verdad?
—Sí… Drank me dijo que yo le gustaba pero tenía miedo.
—¿De ti?
—Eso mismo le dije yo pero me contestó que temía a mi familia y a toda esa ostentación de la que estoy acostumbrada.
—No digas más nada. Ya sé. Le dijiste que por él te daría igual vivir bajo un árbol y sin ropa. Sobre todo sin ropa.

Reí.

—Algo así. Le conté lo importante que era para mí y de aquella vez del probador en la tienda. Que tú siempre me ayudaste para que él se fijara en mí.
—¿Me nombraste?
—Por supuesto.
—Eres una gran amiga.
—Es la verdad.

De pronto ambas escuchamos un llanto. Rose se puso de pie y entreabrió la puerta.

—Es Scarlet, pobrecita. ¡Cómo sufre!
—Deberíamos consolarla –me apené.
—Creo que está Bianca con ella. Ojalá le aconseje lo correcto. Debe enfrentar a Petrov.
—¿Tú crees que decirle la verdad sería lo mejor?
—Anouk, si no se lo dice ella tarde o temprano alguien más se lo dirá.


Vikingo.


Cuando la empleada de mesa de entradas me dijo que Olaf Arve se encontraba en planta baja despidiéndose de colegas, contesté que lo esperaría. Imaginaba que no tendría otra salida del hospital que la principal. Además, ¿por qué huiría por otra puerta? Si no me conocía y aún ignoraba el motivo de mi encuentro.

Cogí asiento y metí mi mano derecha en el bolsillo de la cazadora. Era la décima vez desde que había salido de casa que constataba que el móvil de Susan todavía permanecía allí. No podía perderlo por nada del mundo, porque ese aparato viejo e insignificante era la llave para llegar a la verdad.

Mis ojos se desviaron hacia una madre con un niño de la mano. El chico lloraba y tenía uno de sus ojos cubiertos con una venda. Ambos entraron por una puerta que parecía ser la de Guardia. Por el pasillo, un enfermero arrastraba una silla de ruedas con una joven. Aparté la vista hacia el lado opuesto y lo que vi no era mejor que lo anterior. Personas con yeso, un niño en camilla, un par de ancianos en silla con máscara de oxígeno. Okay… No estaba precisamente en Disney World. No sabía cómo Susan soportaba el dolor ajeno. Sería con la única convicción de aliviar algo de esa situación. Susan… ¿Cómo pudiste meterte en peligrosos secretos? ¿Por amor?

Suspiré y recosté mi espalda al respaldo de la silla.

De pronto, tres hombres vestidos de ropa de trabajo llevaban como podían al que parecía ser un compañero. Este sangraba por el hombro y su rostro dibujaba el dolor.

—¡Por favor! ¡Un médico urgente! –exclamó uno de ellos.

Muy pronto dos doctores corrieron hacia ellos para ayudarlos. El hombre herido se desmayó y el aire se volvió más tenso. Gritos, más doctores, un enfermero con camilla se acercándose a toda velocidad.

—¡Señor!

Miré hacia la mesa de entradas.

—¿Buscaba al doctor Arve?

Me puse de pie.

—Sí.

—Acaba de salir –señaló la puerta.
—¡Gracias!

Apresurado llegué hasta las puertas mecánicas y aguardé segundos que se abrieran. Salí al exterior y eché un vistazo alrededor. La gente iba y venía por la acera, otras cerca de sus coches subiendo o bajando, ¿quién era Olaf Arve? No podía permitir que se fuera ante mis narices.

Finalmente dos hombres llamaron mi atención. Uno de ellos llevaba la bata blanca clásica y conversaba con otro vestido de traje. Me acerqué sin perder tiempo e interrumpí.

—Disculpen, ¿el doctor Arve?
—Soy yo –dijo el hombre de traje.
—Ah, suerte de encontrarlo doctor, necesito hablar con usted.
—Si es por un paciente lamento decirle que estoy de vacaciones. Ha sido mi último día en el hospital.
—No, es un tema personal.
—¿Perdón? ¿Lo conozco?
—No en persona pero seguro que ha escuchado mi nombre.
—Disculpa Olaf, te dejo con el caballero. Por lo que he visto hay un paciente que entró por urgencias.
—Ve, Victor. Nos veremos cuando regrese.
—Disfruta, amigo.

Seguí con la vista al tal Victor para luego enfrentarme con el rostro curioso de Arve.

—¿Y bien? Tengo poco tiempo. Usted dirá.
—No creo que podamos hablar aquí. Vayamos al bar de la esquina.
—De ninguna forma, señor. Mi avión sale en un par de horas.
—Pues tendrá que perder el avión si es necesario. Primero tendremos que hablar.
—¿Quién cree que es? No me de órdenes.
—Tiene razón, no lo tome como orden. Es un consejo. Le aseguro que será mejor para usted saber que tengo para decirle.

Frunció el ceño e intentó alejarse.

—Está loco.
—Soy el oficial Hakon, hermano de Susan.

Se detuvo y giró para verme sorprendido. Me acerqué lentamente.

—Por favor, bebamos un café. Tengo algunas preguntas que hacerle.

Titubeó unos segundos y al fin cedió.

—Vamos, espero que no sea broma.
—No usaría a mi hermana para ello.

Caminamos en silencio. Ni yo agregué palabra ni él preguntó nada más. Seguro su cabeza trataría de adivinar qué cuernos querría el hermano de su ex amante muerta. Nos sentamos en una mesa apartada, junto a una ventana. Antes de que el mozo llegara a pedir la orden, Arve habló.

—Escuche, sé que usted no aprobaba nuestra relación, lo sé por Susan. Pero debe saber que fue la única mujer que amé después de la madre de mi hijo.
El mozo se acercó.

—Un café, por favor.
—Para mí también, gracias –agregó.

Cuando nos quedamos solos tocó mi turno de hablar.

—No es por Susan que estoy aquí. Si bien es cierto que nunca me gustó que la mantuviera en clandestinidad, ustedes eran adultos. Sabían porqué lo harían.
—¿Entonces? ¿Por qué está aquí?

Respiré profundo.

—Verá, ordenando los objetos de su casa, de Susan me refiero, encontré este móvil –quité el aparato y lo deposité en la mesa.

Mi mano sobre el móvil impediría si por cualquier motivo él quisiera arrebatarlo.

—¿Y ese móvil?
—Era de Susan. ¿No lo recuerda? Ella se comunicaba con usted a través de el.

Lo observó unos instantes.

—Sí… Aunque aún no entiendo porque lo trae y me lo muestra. Ella ya murió. ¿Qué espera para deshacerse del móvil? Pierda cuidado que no lo quiero. Se lo he regalado y no pienso reclamar algo así.

Sonreí con sorna.

—Lo imagino. Es más, creo que hubiera deseado que desapareciera como Susan.
—¿De qué habla?
—De los mensajes y audios que quedaron grabados.

Su rostro se tensó sin embargo salió airoso del momento incómodo.

—¿Qué puede haber de importante hoy? ¿Mensajes de enamorados le llamaron la atención?
—No me subestime. ¿Cree que perdería el tiempo en ello?
—¿Entonces? Diga de una vez porque me ha buscado.

El mozo trajo los cafés y se retiró.

—Doctor Arve –hice una pausa para buscar las palabras exactas y simples—. Este móvil tiene audios que comprometen terceras personas. Necesito saber sobre ellos.
—¿Terceras personas?
—Exactamente los Craig.

Esta vez el rostro se transfiguró y no pudo sobrellevarlo.

—¿Los Craig?
—Dicen poco, y mucho. Es como un rompecabezas donde me faltan piezas. Las mismas que quiero hallar y encajar en esta historia oculta. Y no diga que no los conoce, sé que tienen estrecha relación. Susan siempre hablaba de ellos.
—Debió preguntar a Susan, no a mí.
—Yo creo que se equivoca. Los audios van dirigidos a usted.
—¡Por favor! No se haga el intrigante y dígame de qué se me acusa.
—Tranquilo. Aún no lo estoy acusando de nada pero puedo hacerlo. Así que colabore, es un consejo.
—Le repito, no conozco demasiado a los Craig. Fueron pacientes para mí. Más exactos Douglas, necesitaba transfusiones. No tengo nada más para decirle. No sé qué habrá dicho Susan.
—¿Quiere escucharlo?

Sus ojos con temor se clavaron en el aparato.

—Sí, querrá escucharlo. Estoy seguro que no dormirá tranquilo pensando que rayos dijo mi hermana que ha llamado mi atención.

Sin esperar busqué el cuarto audio, el que en realidad tenía motivo de atención. Acerqué el móvil para que escuchara.

“Hola amor, escucha, me enteré que vendrá una nueva forense desde Oslo. Olaf… ¿Qué vamos a hacer con los Craig. Es peligroso que ella trabaje en la morgue. Tú ya lo sabes, me imagino. Dime que haremos”.

—Esta es su respuesta, doctor.

Busqué el audio siguiente.

“Cariño, no te preocupes. Sebastien Craig ya está informado. Si él no se preocupó, ¿por qué nosotros?”

Lo miré. Lucía realmente desencajado.
—Hay más audios. Escuche, por favor.

Busqué el audio dejando pasar dos o tres que no tenían mayor importancia.

“Olaf, no pudimos vernos por dos días, sigo engripada. Creo que me ha bajado la defensa por los nervios. No pude comentarte pero la forense volvió a preguntarme sobre Douglas  Craig y las transfusiones. Le expliqué nuevamente sobre la talasemia pero… Olaf… tengo miedo. Es muy buena profesional no dejará puntas sueltas. ¿Qué vamos a hacer? Si ella descubre todo… ¡Olaf, somos cómplices!”

El audio enmudeció. Nunca aparté la vista del director del hospital. Como buen policía no fue difícil saber que el mensaje no le daba muchas opciones de mentir y eso los sacaba de su eje.

—Este audio de mi hermana me preocupó, doctor. Pero mucho más su respuesta.

Presioné el siguiente audio de whatsapp…

“Susan, debes mantener la calma. Si la forense llega a saber la verdad, Sebastien se encargará de todo. ¿Entiendes? Debes cuidar esa gripe. Me haré un tiempo para verte esta noche. Tranquila. El secreto de Kirkenes no saldrá a la luz.”

Apagué el móvil y lo guardé en mi bolsillo.

—¿Y bien? ¿Me dirá a qué se refería mi hermana con respecto a los Craig? ¿Por qué su pánico? ¿Cuál ese secreto de Kirkenes?

Al ver que bajaba la vista y bebía un sorbo de café, continué.

—La forense es Bianca McCarthy, ¿verdad? Antes que me lo niegue estuve averiguando algunos datos antes de esta reunión con usted.

Se mantuvo en silencio pero no me miró. Siguió bebiendo el café.

Bebí un trago y seguí en carrera.

—La doctora McCarthy llegó al hospital en enero del 2015. Me pregunté qué hechos de Kirkenes podían llamar la atención a una forense. ¿Sabe qué descubrí?

Esta vez me miró y murmuró.

—No tengo la menor idea.
—Bien… Se lo diré. Contando tiempo atrás desde enero, en Kirkenes hubo apariciones de cadáveres en iguales condiciones. Se dijo que eran suicidios en cadena y todo quedó ahí. Sin embargo, ahora me pregunto si fueron realmente hechos derivados de una secta diabólica o alguien los asesinó.
—¿Cree que podría ocultar algo así? –se enfadó.
—No lo sé, no lo conozco. Y después de estos audios creo que tampoco conocía a mi hermana.
—No hable de ella. Era una mujer íntegra incapaz de delinquir.
—Por supuesto. Pero explíqueme que aconteció con esas muertes inexplicables. Porque lo que ocurrió con la forense ya lo sé. Se casó con Sebastien Craig.
—¡Por favor! No tiene que ver que se hayan conocido y enamorado con su trabajo como forense.
—Sin embargo yo pienso que sí. Me late que si los Craig no la hubieran sumado a la familia ella estaría muerta.
—¡Está loco!
—¡No me tome por idiota, doctor! Y hable, cuente todo lo que sabe.
—¿Qué hará si me niego? ¿Acaso puede obligarme? Ni siquiera tiene su placa. No está en función oficial.

Respiré profundo y pensé... Pensé… Pensé, ¿por qué realmente estaba allí, indagando a Arve? No era por un sentimiento de justicia para llevarme los honores y medallas de un caso prácticamente cerrado. Estaba aquí por mi amigo. Solo quería saber la verdad. ¿Qué escondían los Craig? ¿Qué escondía Scarlet?

—Escuche, podría entregar estos audios a la policía y entonces tendría que ser investigado formalmente. No desea eso, y yo… yo tampoco. Por otro motivo estoy aquí. Meterlo en problemas sería manchar la memoria de Susan. Porque estoy seguro que ambos compartían el hecho de ser cómplices. Ahora bien… Usted elige, o me cuenta a mí ese secreto, o entrego los audios.

Él apoyó los codos en la mesa y entrelazó los dedos a la altura de la boca. Pensativo, disgustado, acorralado.

Al fin levantó la vista y me enfrentó.

—Le diré lo que quiere saber, pero antes debo hacer una llamada.
—Hágala.
—Desde un teléfono público.
—De ninguna forma. ¿Cree qué soy idiota? Usará ese llamada para alertar a los Craig.
—¡No puedo hablar!

Respiré profundo nuevamente.

—Okay. Si así lo quiere –hice además de ponerme en pie.

Arve atinó a cogerme la muñeca.

—Aguarde, no se vaya.
—¿Hablará?
—Si no avisará a la policía para que quiere saber secretos.
—Le doy mi palabra que lo que hablemos en esta mesa no saldrá de mí. Saber la verdad es por un motivo ajeno al que piensa. No es por Susan, ni por clamar justicia. Es por un amigo.
—¿Un amigo?

Sabía que debía explicar a Arve la situación de Grigorii y Scarlet. Quizás tendría compasión y si podría salvar a mi amigo de algo malo me consideraba satisfecho.

Así lo hice… Conté su historia de amor con Scarlet Craig. Solo faltaba que me dijera que escondía ella.

Él escuchó atentamente. Sus ojos ya no esquivaban mi mirada, pero sí noté mucha congoja.

—Hizo bien Scarlet Craig en abandonar a su amigo. Es una mujer correcta. De lo contrario, el oficial podría estar en peligro.
—Por favor —rogué—, dígame el porqué. ¡Juro qué si no habla iré a la policía!
—¡Cálmese! Debería ser yo el que perdiera el control, ¿no es así?
—Por favor, le doy mi palabra de honor.

Tuve que esperar algunos segundos para que comenzara hablar. Imaginé que aunque yo nunca podría decir el secreto, por fin aquellas muertes tendrían explicación. Porque no dudaba a esta altura que los Craig tenían que ver. Sin embargo… lo que escuché de su boca… jamás en mi vida lo hubiera imaginado.

—Douglas Craig no sufre talasemia. Necesita sangre para alimentarse, vive de la sangre de los humanos. Él y todos los Craig.
—Están locos, ¡Dios! ¡Dementes!
—No son dementes. Son otra raza diferente a la nuestra.
—¿De qué está hablando?
—De vampiros, señor Hakon. De vampiros.

Quedé con la boca abierta y por unos instantes mi respiración se cortó. Cuando recobré el habla, balbucee.

—Usted, ¿no está tomándome el pelo?
—No. ¿Qué ganaría? Me pidió la verdad a consta de amenaza, porque de lo contrario jamás delataría a ninguno de ellos. Les debo mucho. Sebastien Craig salvó a mi hijo de morir. Créame, no son seres malvados. No tienen la culpa de su naturaleza.
—Se alimentan de humanos, Arve… ¿Cómo cree que puedo tomármelo bien?
—Supongo que no. Somos humanos. Pero… lo mismo pensaría de usted la vaca que almuerza en su plato. Y eso que puede elegir ser vegetariano. Ellos no tienen opción. Sin sangre morirían.

—¡Ay, por favor! No comparé esa monstruosidad! Las vacas son vacas y…

Mi cabeza se hundió entre mis manos. Cerré los ojos. ¿Estaba jugando conmigo? Pensé en Scarlet… Sus ojos extraños, su habilidad sobrenatural para disparar. Nunca la había visto comer… Y por último… la mordida… La mordida de Scarlet en el cuello de Grigorii. Mi amigo no se sentía bien…

—¡Dios mío! ¡Dios mío!
—Tranquilo. Si está preocupado por su amigo ya ve que Scarlet Craig se apartó de él. Debe amarlo mucho.
—¡Dios mío! –repetí.
—Hakon, contrólese. Me prometió que no iba a hablar con nadie.
—¿Piensa que me creerían? Me tomarían por loco.
—¿Cómo usted a mí?
—No… —negué lentamente con la cabeza—. Ahora me cierran algunas cosas que yo he conocido por estar cerca. Dios… Grigorii no lo superará.
—Es mejor que siga pensando que lo dejó por otro motivo. Es mi consejo. Y ahora… debo irme.
—Cierto, perderá el avión.
—No, abordaré otro. Antes voy a encontrarme con Sebastien. Jamás me iría sin contarle de nuestra conversación.
—Me matará.

Sonrió con sorna.

—No conoce a Sebastien. Por la única razón que lo asesinaría sería si usted los delata ante el mundo. Pero ya me prometió que no, ¿verdad?
—Sí, di mi palabra. Solo quiero que le diga a Sebastien que necesito hablar con él. Por favor…
—Se lo diré. Y recuerde. Los Craig tienen dos opciones para sobrevivir. La sangre humana y su secreto.


Sasha.


Gisele abrió la puerta al poco tiempo que toque timbre. La saludé y pregunté por Svetlana y Milenka. Ella dijo que estaban en su habitación. Subí las escaleras de mármol y entré a la sala.

Todo lucía impecable… ordenado, pulcro, perfumado.

—Gisele, dile a Svetlana que he llegado.
—Sí, Madame.

Me quité el abrigo húmedo por la llovizna y lo colgué del perchero. Mis ojos recorrieron el impecable lugar…

—¡Mamá! ¡Qué sorpresa! –sonrió nerviosa y se acercó con las manos extendidas.

Cogí sus manos y la abracé.

—¿Verdad qué sí? No me esperabas. Pues, estoy aquí, de visita.
—¿Ocurrió algo con nuestra familia?
—Nooo, tranquila. Solo quise venir a verte.

Nos miramos unos instantes y arqueó la ceja.

—Okay, vine porque estaba preocupada por ti.

En ese instante Milenka apareció con su bella carita. Aferrada al marco de la puerta sonrió.

—¡Hola cariño! ¡Ven aquí!

Me puse de pie y me incliné para quedar a su altura. Al tiempo que extendía los brazos mi nieta dio varios pasos torpes hacia mí.

Me acerqué para hacerle las cosas más fáciles. Cuando llegó hasta mí me abrazó y la cogí en brazos.

—¡Cada día más linda! Igual a tu abuela.

Mi hija sonrió a medias.

—Qué preocupada me tienes Svetlana!
—¿Preocupada? ¿Por qué?
—Porque soy tu madre y a mí no me engañas. Así que ahórrate las excusas. ¿Qué está ocurriendo contigo?
—Nada… Yo… Estoy bien.

Milenka descubrió con los ojos el bello centro de mesa y extendió su mano.

—No, no es buena idea, cielo. Mami se enfadará.

Gisele apareció en la sala con gesto de preocupación.

—Puedo llevarme a la niña a dar un paseo, así puedes hablar con tu madre con tranquilidad.
—La niña no molesta —retrucó.
—Gracias Gisele, es una buena idea.

Gisele se acercó.

—Mile, ¿quieres dar un paseo?

Milenka extendió los brazos.

—Es tarde para ella.
—Svetlana, estamos prácticamente en verano y si miras por la ventana la lluvia cesó.
—Sí, Svetlana. Además tengo un paraguas muy grande y podemos ver vidrieras. Iré por un abrigo liviano para ella.

—¿Quieres que bebamos un coñac? –pregunté.
—Está bien. Pero en una hora debo continuar el cuadro para los Bordou.

Cuando Gisele y mi nieta partieron, mi hija y yo bebíamos coñac sentadas en el sofá, cerca del hermoso ventanal. Las luces de la ciudad iban encendiéndose regalándonos una vista maravillosa.

—Mamá, sé que te preocupas por mí, pero estoy bien. Un poco agobiada.
—¿Estás bien? ¿Te has mirado en el espejo? Cielos, ¿desde cuándo no peinas tu cabello largo y lo tienes atado a un rodete? Déjame adivinar, desde la boda de Douglas.
—¡No exageres!
—Svetlana, mira tu ropa, manchada de pintura y hueles a aguarrás.
—Da casualidad que me dedico a pintar, ¿lo recuerdas?
—Lo sé. Pero ya es muy tarde. ¿No está por llegar Anthony? Te verá así… como… estropajo… Hija, por favor. Deberías cuidar tu aspecto. Te has casado y eres madre no te has muerto.
—Eso suena machista.
—No señorita, Machista sería si te aconsejo lucir bella y a Anthony no. Pero estoy segura que a él no necesito decírselo. ¿Acaso Anthony se ha descuidado?
—Claro qué no, él no tiene que cuidar la niña, asear la casa, pintar para ganar dinero.

Cogí su mano y la miré con pena.

—No sé que he hecho mal.
—Quizás nada. Creo que viéndolo desde afuera… Te has dedicado demasiado a Milenka. Eso está bien. Yo lo he hecho con ustedes cinco, pero… No debes olvidar que tu niña crecerá, tendrá su vida, sus proyectos, y se irá tarde o temprano. Entonces tarde te darás cuenta que lo único que seguirá a tu lado es el compañero que has elegido para tu vida. Tu larga vida. ¿Anthony no te ayuda con la niña?
—Sí, él se la lleva al negocio los fines de semana. Yo tengo que terminar los encargos que me hacen.
—¿Has probado con rechazar algunos?
—Es mucho dinero en mi vida que no puedo descartar.
—Es mucho tiempo de tu vida que estás descartando. Y el tiempo querida mía, ese no tiene precio por lo valioso. Habla con Anthony, él debe saber que te ocurre.
—Ya es tarde… Anthony ya no está enamorado de mí. ¡Él se olvidó de mí!
—¿Cómo dices? ¿De qué hablas?
—No quiero meterte en esto.
—Ah pues fíjate que ya metí sola y porque me preocupas. Vamos, puedes confiar en mí. ¿Qué ocurre con Anthony? ¿Te ha dicho que no te ama más?
—No, hubiera sido valiente de su parte. Prefirió buscar una amante a mis espaldas.
—¿Qué dices? No puedo creer eso de Anthony.
—¿No crees? Te mostraré.

Svetlana desapareció y me quedé sola en la sala…

Demonios… No hubiera imaginado haberme encontrado con un problema así. Había creído que Svetlana necesitaría algún que otro consejo para llevar su agobiada vida de profesional, esposa, y madre. Pero no… Esto era mucho peor.

Cuando regresó yo aún estaba en shock. ¿Cómo era posible que Anthony hubiera sido infiel? Parecía amarla tanto.

—Mira tú misma.

Extendió unos papeles y los cogí con mano temblorosa.

Eran correos de mail… De Anthony hacia una tal Madame Girardon, y viceversa. No hubiera tenido nada de malo ya que Anthony se dedicaba a vender las obras de Svetlana a importantes clientes. Sin embargo la carga emotiva que contenían las frases vislumbraba la íntima relación entre ellos.

“Hola cariño, ¿has llegado bien a tu hogar? Te has ido muy tarde. Recuerda que hay zonas muy peligrosas en París. Moriría de pena si te ocurre algo malo”. Madame Girardon.

“Llegué bien, guapa. Svetlana dormía, de lo contrario hubiera tenido que dar explicaciones. ¿Lo has pasado bien? Espero qué sí. Tendré tu pedido especial. Hasta el viernes, hermosa”.
Anthony.

Seguí leyendo otro correo mientras mi boca se secaba.

“¿Podrás venir el martes al cerrar el negocio? Si no tienes mi pedido no importa, sabes que lo que ansío es tu presencia”. Madame Girardon.

No quise leer más.

—¡La odio! ¡A ella y a él! Hubiera preferido que se quedara con esa Vilu –lloró mi hija.
—¿Qué dices? Calla…

Me puse de pie y dejé los correos sobre la mesa.

Me sentía angustiada, triste, decepcionada con Anthony. ¿Pero cómo podía ser? Me negaba a creerlo.

Me acerqué a la ventana pensando miles de soluciones. Cualquier madre diría a su hija que recogiera sus cosas y la niña y partiera a Moscú. Pero yo no era cualquier madre, era Sasha Gólubev. Y ninguna hembra tramposa y malvada saldría con la suya.

—¿Conoces la dirección de esa Madame Girardon?
—Soy hacker como Anouk, mamá. No hay secretos para mí. ¿Para qué quieres saberla?
—Vístete con lo mejor que tengas, péinate, maquíllate. Nos iremos a la casa de esa sinvergüenza.
—¡Estás loca!
—Tú estás loca si prefieres quedarte con los brazos cruzados. Aunque decidas dejar a Anthony, primero debes desenmascararlos. Vamos, no perdamos tiempo.

………………………………………………………………………………………………...

El taxi llegó hasta el distrito VII. Donde la famosa e imponente Torre Eifel lucía todo su esplendor bajo la noche ya despejada. La brisa había cambiado por una fresca y con aroma a asfalto húmedo. Sonido de bocinas y motores no lograron distraerme de la penosa situación antes vivida. ¿Cómo era posible? Anthony…

El chofer recorrió la zona izquierda del Sena. Uno de los barrios más ricos de París. Denominado Rive Gauche. Una vista maravillosa a escasa distancia del Palacio de Justicia. Entre los apartamentos señoriales, una mansión se destacaba. La casa de Madame Girardon.

Pagué al chofer ya que Svetlana no hubiera podido articular palabra y menos contar dinero de su bolso. La entendía, pobrecita… Casada con tantas ilusiones, una niña y… ahora un hogar hecho trizas.

Me detuve frente a los grandes portones de rejas esperando que Svetlana se me uniera. Ella solo caminaba con pasos indecisos y creí que en cualquier momento iba a desplomarse. La cogí del brazo y la animé.

—Hija, tienes que salir de esto, sea lo que sea no puedes seguir en tu casa alimentando dudas y rabia. El miedo paraliza, lo sé. Pero estoy aquí, contigo.
—Gracias, mamá.

Con ojos llorosos contempló el jardín señorial tras las rejas. Grandes faroles iluminaba un sendero de adoquines húmedos por la llovizna pasada, que moría en unos pocos escalones de mármol. La enredadera tupida con campanillas trepaba alrededor de los grandes ventanales. La mansión tenía luces encendidas menos en la planta superior.

Toqué timbre antes que Svetlana se arrepintiera y echara a correr.

No esperamos demasiado. Al par de minutos, un mayordomo de uniforme elegante se acercó con expresión seria.

—Bonne nuit, Madame. Mademoiselle? Comment puis—je les servir?

Hablé en francés.

—Buenas noches, disculpe la hora. Pero debemos ver a Madame Girardon.
—Madame está descansando.
—Imaginamos que sí, pero es urgente.
—¿Quienes se anuncian?
—Dígale que Svetlana Gólubev está aquí. La esposa de Anthony.

Vi la sorpresa  en los ojos del mayordomo. Sin embargo se compuso de inmediato y giró apresurado avanzando hacia el portal.

—Mamá, no quiero esto. Mejor nos vamos y le pido a Anthony el divorcio.
—Svetlana, ya estamos aquí. Si nos vamos, te arrepentirás de no haber llegado al fondo de esto.
—Me humillará –secó sus lágrimas.
—Pobre de ella si lo hace.

El móvil de Svetlana sonó dentro de su bolso. Con dedos temblorosos lo cogió y leyó.

—Es un mensaje de texto. Anthony.
—¿Qué dice ese crápula?
—Que llegará más tarde.
—Perfecto.
—¿Y si está aquí?
—Da igual. Pensándolo bien, mejor.
—Ahora nos hará pasar para que veamos a Anthony sin ropa en su cama –lloriqueó—. ¡Qué horror!
—¡Svetlana! Veo que tienes tiempo para ver series de tv. ¿De dónde sacas esas escenas novelescas?
—A veces leo un poco las revistas de Hollywood.
—Pues más vale que no esté desnudo frente a mí porque quien lo destripará será tu padre.

El mayordomo avanzó hacia los portones.

—Me quiero ir…—susurró.

La aferré fuerte a mi brazo y sonreí al caballero.

—Madame, dice que pasen, por favor.
—Te lo dije, mamá.
—Calla, Svetlana.

Creo que el sendero era común y corriente, propio de esas grandes casonas importantes. Sin embargo  se nos hizo muy largo, a las dos.

Aunque todo llega, hasta el portal de Madame Girardon.

Apenas pasamos a la gran sala, la muestra de opulencia y buen gusto deleitó mis ojos. No cabía duda que la señora, si podía llamarse “señora”, gozaba de muy buena posición. Muebles de estilo Luis XV, de movimiento rococó. Sillones estampados en combinación azul petróleo y líneas doradas rodeaban una mesa de té. La alfombra en tono apagado cubría gran parte de la sala y las pesadas cortinas de tono ocre, cubrían la vista al exterior.

—Madame, estará con ustedes en unos minutos. Pónganse cómodas, por favor.
—Gracias, estamos bien así –contesté con amargura.

Cuando el mayordomo desapareció contemplé a mi hija. Necesitaba saber si podría seguir en pie a pesar de mi insistencia. Pero Svetlana había abandonado su rostro compungido por uno asombrado. Caminó hacia una de las paredes y se detuvo. Entonces, los vi… Tres grandes cuadros de su autoría. Ambas nos quedamos viendo aquellas obras de arte tan delicadas, con tanta expresión de emociones.

—Pintas muy hermoso.

Fue lo primero que se me ocurrió decir.

—Así la conoció –susurró, mientras una lágrima rodaba por su mejilla—. ¿Te das cuenta, mamá? Sin querer lo llevé a los brazos de ella.
—Eso no tiene que ver, hija. El que es infiel puede serlo en cualquier momento o en cualquier oportunidad. Cielos… ¡Qué situación! No puede ser…
—Está demorándose. Seguro para que Anthony escape por otra puerta.
—Ay Svetlana…

Retorcí mis manos, nerviosa. Deseaba que esto terminara pronto para Svetlana. Sería una horrible escena la que debíamos enfrentar.

Quizás aguardamos unos diez minutos más, hasta que al fin la puerta se abrió y mi corazón se encogió. ¿Qué ocurriría ahora frente a frente a esa mujer rica y desalmada que no le había importado deshacer un hogar?

Pensé que Svetlana se desplomaría por la tensión, aunque me equivoqué. Eso no fue lo que ocurrió. Mi hija se irguió y sus ojos hasta ahora llorosos, destilaron rabia.

—Tranquila Svetlana, eres una dama –susurré.

Y fue lo único que atiné a decir en los minutos que siguieron. Ambas contemplamos una hembra joven de cofia y delantal que arrastraba a una anciana en silla de ruedas.

—¡Svetlana! Eres tú, ¿de verdad? ¡No puedo creerlo!

Quedé estática, congelada en el mismo sitio. Mi hija abrió la boca y la cerró.

La empleada sonrió y acercó la silla hasta nosotras. Una señora muy mayor, tendría alrededor de ochenta, de brillantes ojos azules y rostro arrugado, no dejaba de sonreír.

—¡Svetlana! Por fin te conozco. Es un placer tener frente a mí a la creadora de tanta belleza.

Demonios… Todo lo que habíamos pensado se desmoronaba en ese instante.

—Buenas noches –titubeó mi hija sin moverse.

La anciana extendió la mano al tiempo que en los labios de Svetlana comenzaba a nacer una sonrisa.

Cogió su mano entre las suyas y contestó.

—Yo también deseaba conocerla, Madame.
—¡Qué bella eres! Tal como me ha contado Anthony.

Me adelanté unos pasos y me presenté.

—Madame Girardon, soy la madre de Svetlana.

La anciana estrechó mi mano asombrada.

—Oh, Sasha Gólubev, un placer.
—¿Conoce mi nombre?
—Por supuesto. Anthony habla siempre de su familia. Está muy orgulloso. ¡Y la niña! ¿Milenka no ha venido?
—No, es que temíamos sacarla con este clima –balbucee.

Mi hija no articulaba palabra… Solo miraba el rostro de la anciana como queriendo convencerse de la escena.

—Tienen razón, se aproxima un verano muy inestable. Pero por favor, los invito a beber un té.
—No, de verdad le agradecemos. Sinceramente estábamos muy cerca de su casa y Svetlana decidió venir a conocerla, ¿verdad hija?
—Sí… Disculpe… la hora.
—No hay problema. No me hubiera perdonado no salir de la cama para conocerlas.
—¡Por favor, perdóneme! —exclamó Svetlana y se inclinó en cuclillas para coger sus manos—. Debía avisar que vendría… Disculpe. Yo también quería conocerla.

La anciana acarició el largo cabello rubio y sonrió.

—Tienes un talento maravilloso, querida. Eres una excelente madre y gran mujer. Lo primero lo sé por conocer tus obras y lo segundo por Anthony. Está tan enamorado de ti. Pero ahora que te veo, tan bella y ese rostro dulce, veo que no ha exagerado en absoluto. Aunque –hizo una pausa y rodó la silla hacia uno de los cuadros que colgaban en la pared—, ¿Por qué el demonio rubio? Si te pareces a un ángel.

Svetlana sonrió y se puso de pie. Se acercó hasta llegar a la anciana.

—Demonio rubio me puso mi padre de sobrenombre. Yo era… muy rebelde.
—¿De verdad? –se dirigió hacia mí.
—Oh sí, era una niña muy inquieta y de joven era…
—¿De joven? Pero si no debe pasar los treinta años. ¿Qué queda para mí? –rio.
—Quiero decir de más joven –sonreí.
—Ya tengo ochenta y dos. Lamentablemente, después de mi parálisis no he salido de esta casa. Todo mi mundo está aquí. Por eso mi encargo, la obra que encargué hace muy poco. Anthony dijo que podría estar lista en la semana.
—La obra… ¡Oh sí! La vista de la ciudad de Paris. La pinté desde mi altillo… Yo… debo terminar unos detalles.
—No te preocupes. Demasiado que puedes con todo lo de una casa.
—Cuento con una amiga, Gisele. Ella me ayuda mucho. Quisiera… Quisiera que viniera a visitarnos y conocer mi casa, algún día.
—Querida, gracias. Lo veo poco probable pero sí puedo esperarlos a todos a beber un té con macitas. ¿Vendrán una tarde?
—Sí, por supuesto.
—¡Qué alegría! Así conoceré a Milenka.
—Debemos irnos –interrumpí—. Usted debe descansar y nosotras… Nosotras debemos regresar. Ha sido un placer.
—El placer fue mío, señora Gólubev. Aquí no recibo muchas visitas. Dos amigas que vienen los sábados a alegrarme la tarde, y por supuesto Anthony que desde que me conoció me visita asiduamente. A veces jugamos a los naipes. Es un gran hombre.
—Sí… es un gran hombre –murmuró mi hija con tristeza.

La anciana rodó la silla hasta la mesa de té y cogió una campanilla. La empleada no tardó en venir.

—¿Madame?
—Por favor, tráeme de mi escritorio la postal que ya conoces. Está junto a mi notebook.
—Sí, Madame.
—Y avísale a Paul que mi bella visita se retira.

Continuamos hablando sobre el clima, París, y cuestiones triviales hasta que la señorita llegó con el encargo.

La anciana lo cogió y se lo entregó a Svetlana.

—Ese es el pueblo donde nací. Quisiera que lo lleves de recuerdo, tiene una dedicatoria para ti. La guardé hace tiempo desde que me enamoré de tus obras.
—Muchas gracias.

Svetlana lo observó detenidamente.

—Muy hermoso. Tiene un castillo.
—Sí. Rocamadour es una región con mística. Allí nací y me crié.
—Lo pintaré para usted.
—¡Oh, gracias!
—Gracias a usted, por recibirnos a estas horas. Debemos marcharnos pero… prometo traer a Milenka para que la conozca.
—Dios las bendiga, gracias por molestarse hasta aquí.

Y nos fuimos… partimos de esa casona con la angustia mezclada con sosiego. Habíamos descubierto que la supuesta amante de Anthony no existía, y a la vez Svetlana había cometido un grave error… No confiar en Anthony.

Ya en el taxi me decidí.

—Llama a Gisele y dile que prepare su bolso y uno para la niña. También el pasaporte. Me llevaré a Milenka unos días.
—¿Para qué, mamá?
—¿Cómo para qué? Sería correcto que enfrentes a Anthony y le digas la verdad. Que estén solos aunque sea una semana, lo hablen, se reconcilien. Ambos se aman y tienen un hogar maravilloso.
—Tengo miedo. Mamá… Anthony no me lo perdonará.
—Si puedes seguir mirándolo todos los días ocultando lo que ocurrió, es cosa tuya. Solo es un consejo. Siempre es mejor ir con la verdad. Se enojará, es probable. Sin embargo si ocultas algo tan importante tarde o temprano te pasará factura. Madame Girardon comentará de tu visita, ¿y qué dirás? ¿Qué te ha entrado de pronto unas ganas locas de conocerla? Ve con la verdad, es un consejo de alguien que ha vivido mucho más que tú.


Anouk.

Como le había prometido a mi padre, ese mediodía lluvioso fuimos por capuccinos en una elegante cafetería de Kirkenes. Él fue vestido con un traje impecable color azul petróleo y yo… Yo de camisa blanca tres cuartos y jeans. Por supuesto tenía como calzado unos bellos zapatos de cuero. La idea de usar tenis pasó por mi cabeza pero la deseché. No por mi padre que seguro no le molestaría pero a veces hay ciertos lugares que no permiten que consumas vestida como entrecasa. En definitiva quise ahorrarle el mal momento.

—Bonita cafetería –dijo mi padre—. Y el capuccino está exquisito.
—Sí. ¿Le has puesto azúcar?
—No, ya con el chocolate que agregan es suficiente.

Mientras bebía un sorbo sus ojos se desviaron hacia el techo.

—¡Qué bella araña!

Observé la lámpara de una decena de brazos que sostenía bombillas ovaladas de cristal.

—Oyeee, ¡qué bella! No lo había notado.

Bebió otro sorbo y no levantó la vista de la taza, pero sonrió.

—¿Qué ocurre?
—Nada… Si hubieras venido conmigo hace tan solo unos meses atrás quizás no hubiera pasado desapercibida para ti.

Bebí el capuccino.

—Cierto. Y ahora que me he fijado atentamente –miré alrededor—, tampoco los manteles de encaje bordados ni los cuadros imitación de Van Gogh.
—Muy bonito aquél…
—¿Cuál?
—A tu derecha.

Giré mi cabeza.

—Oh…Los girasoles, 1888.
—Exacto. Se dice que estaba destinada a decorar el estudio que compartían con Gauguin.
—Ajá… —bebí otro sorbo de capucino.
—Bueno, no estoy aquí para hablar de pintores. Más bien, quería saber de ti. ¿Cómo estás? ¿Estás feliz de haber concluido la carrera docente?
—Sí, mucho. Pero no la concluí. Es decir, ya aprobé toda la teoría pero para que me otorguen el título necesito seis meses de práctica.
—Por supuesto, sin embargo eso es más formal que otra cosa, ¿o no?
—Lo es. Aun así debo hacerla.
—¿Ya has conseguido algún colegio?

Bebí otro sorbo y miré hacia la ventana. Llovía…

—Estoy en ello.
—¡Qué bien! Imagino que será en Kirkenes.
—Imaginas bien. Sí…
—Y… ¿Dónde es? ¿En el centro?
—Ehm… No.
—Ah… —bebió un sorbo y aguardó paciente.

Recordé a Rose y sus palabras con respecto a Scarlet. “Si ella no se lo dice tarde o temprano alguien le dirá la verdad.”

—En la reserva.
—¿Perdón?
—En la reserva. Me preguntaste dónde haría la práctica.
—¿Qué reserva?
—La de lobos, papá. Donde vive Bernardo el amigo de Bianca.
—Ah… El amigo de… Bianca.
—Es un ser muy amable y con buen sentido del humor.
—¿En serio? –se limpió los labios con una servilleta que dobló con cuidado y dejó sobre la mesa.
—¿Alguna pregunta?
—¿Yo?
—Papá, te conozco. Confiesa que mueres por preguntarme.
—No es que… Bueno en realidad… Me llama la atención la relación con el amigo de Bianca. Sé que el lobo va a menudo a la mansión pero de ahí a que termines siendo docente en la reserva me falta parte de la historia.
—Sí… te falta parte de la historia –lo miré a los ojos.
—Por favor, soy todo oído.

Bebí de a sorbos, mientras pensaba cuál era la mejor forma de explicarle a mi padre que si bien ejercer mi profesión en la reserva me entusiasmaba había otra importante razón para aspirar al puesto allí. Drank.

—Me enteré que necesitaban una docente para niños de corta edad –comencé.
—Como en muchos lugares, supongo –contestó a media voz.

Mi padre era un ser muy inteligente. No podía irle con historias dibujadas. Podía simplemente decirle que no deseaba hablar de ello, entonces no insistiría. Pero me parecieron injustas ambas, así que le conté. Por otra parte tarde o temprano se enteraría y mi idea no era esconder a Drank.

—Me enamoré de un humano.

Sus ojos se desviaron de la taza y me miraron fijo. Creo que los primeros segundos fueron de temor, pero se disiparon y sonrió.

—Es una buena noticia que te hayas enamorado.
—¿Y que sea humano? –revolví el resto de espuma del capuccino.
—Anouk, que sea humano no me llama la atención. No soy tonto. ¿Cuántos vampiros hay en este planeta? Muy pocos. Es normal que te enamores de otra raza. Cuenta, ¿es docente como tú?
—No, es leñador. Pero ha completado sus estudios secundarios y es muy inteligente.
—Es bueno que trabaje y se mantenga, eso habla bien de él. Dime… ¿Vive cerca de la reserva?
—Vive allí.
—¿Con los Samis?
—Con los lobos.
—Ah… No sabía que había humanos entre ellos.
—No los hay. Él vive allí por una circunstancia especial. Llegó de Drobak con su padre. Quedaron sin nada y Liz le pidió a Bernardo que lo ayudara.
—¿Liz? ¿Bernardo?
—Drank es el chico que salvó Adrien Craig de la muerte. Amigo de Liz.
—Oh… Ese chico… Sí, recuerdo… Así que se llama Drank.
—Sí –encogí los hombros y sonreí.

Mi padre solo me contempló. Me dediqué a beber y a sonreír mientras recordaba el beso.

Finalmente bajó la vista y nuevamente pasó la servilleta por sus labios.

Giró la cabeza buscando al mozo y le hizo seña al tiempo que yo no dejaba de beber y sonreír.

Cuando el elegante mozo se acercó mi padre titubeó.

—Disculpe, ¿podría traerme algo fuerte?
—Sí señor, recomiendo un whisky de exportación, o un coñac nacional excelente. Lo que usted prefiera.
—El coñac está bien, gracias.
—Yo le pido otro capuccino, por favor –agregué.
—De inmediato, señorita.
—Muchas gracias.
—Sí… gracias –murmuró.

Ambos quedamos frente a frente, mesa de por medio,  con ese aire extraño y tenso que nos envolvía pero que no lograba distanciarnos.

Así continuamos, en silencio, sin mirarnos fijo, hasta que el mozo regresó.

Cuando se retiró agregué azúcar al capuccino y revolví. Mi padre bebió un trago y depositó el vaso en la mesa.

—Anouk, esta conversación hubiera continuado con consejos sobre el cuidado de saber bien si te has enamorado de verdad o puedes estar vislumbrada, pero… sentado frente a ti, contemplado la amplia sonrisa que no abandonas y el brillo de tus ojos… sé que el consejo estaría de más. Puedo conocer que estás profundamente enamorada.

Lo miré sin dejar de sonreír.

—Sí, lo estoy. Lo amo.
—¿Y él? –su voz se notó angustiada.
—También lo está.

El suspiro que escapó de su boca se escuchó claramente.

—Bueno… solo me gustaría preguntarte si has pensado en las diferencias. Si las has tomado en cuenta.
—¿Diferencias de clase?
—No, no… Las normales que pueden traer ambos de sus vidas anteriores.
—Sí, te refieres a las diferencias de clase. Lo adornas bien pero es eso.
—No, Anouk. No importa si es pobre, si es humano, si es… A ver… Nadie puede negar que hayas tenido un estilo de vida privilegiado y él no. Lo que pregunto si te has planteado que es un cambio drástico, ¿enfrentarás eso? Creo que debería importarte analizarlo. Por ti, no por nosotros. En algún momento debes pensarlo.

Bebí un trago y dejé la taza en su sitio. Mis manos apoyadas en el mantel palparon la suavidad de la tela. Uno de mis dedos recorrió el dibujo de una flor bordada.

—Quiero pedirte un consejo, papá. Ya que lo mencionas.
—Dime.
—Me gustaría saber en qué momento… el hijo de un gran guerrero Gólubev, prestigioso y rico, se detuvo a pensar cuando se enamoró de la sirvienta de los Romanov. Cuéntame, así seguiría tu consejo porque te fue muy bien.

Me miró fijo muy serio y noté sus ojos humedecerse.

—Nunca, nunca lo pensé –contestó. Y sonrió.


























12 comentarios:

  1. Han salido muchas verdades a la luz, pero es verdad que sólo un beso con lengua es un beso verdadero?:)
    Ya que el capítulo va de verdades, te digo la mía. He compartido el capítulo y he clicado que me encanta después de leerlo.
    Buena semana! Bso

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  2. ¡Hola Ignacio! Muchas gracias, de verdad! Tu comentario me ha alegrado mucho. Es una suerte que lo hayas disfrutado.
    Un abrazo grande y buena semana para ti!

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  3. Uy veamos como sigue y si Anouk logra conquistar a Drank. Te mando un beso y eres genial me sacaste un sonrisa y suspiro.

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    1. ¡Hola corazón! Muchas gracias por comentar. Veamos como sigue su historia, un beso grande y me alegro que te haya gustado.
      Buena semana!

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  4. Lou, estoy decepcionada, qué decepción tan grande!!! Yo que, pobre de mí, creía que era la más cotilla entre las cotillas y resulta que Rose es más cotilla que yo!!!
    Que me parto y reparto con la idea de vivir bajo un árbol y sin ropa!!!! Vikingo no tiene un pelo de tonto y ha sumado 2 más 2 y lo sabe tooodooooo.
    Me da que Anthony no ha sido muy infiel.
    Capítulazo!!!!!

    Besoteeeesssss!!!!!

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    1. ¡Hola mi sol! Me has hecho reír, como siempre. Es que ganarle a Rose es ya es muy extremo. Recuerda que ella puede escuchar y ver mejor que los humanos. Además en pocos tiempo puede estar encualquier parte. Así que no te decepciones. Rose es especial.
      Sín ropa y bajo un árbol creo que aquí al menos se nos complica, pronto será invierno y no lo veo grato jajaja.
      Vikingo ya sabe la verdad, ¿y ahora? Habrá que ver que hará con tamaño secreto.
      Anthony se ha comportado correctamente y Svetlana pensó mal de él. ¿La perdonara?
      Te mando miles de besos y muchas gracias por comentar cariño. Una buena semana para ti!

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  5. La amiga de Anouk no es cotilla,son muy amigas y es normal que le pregunte que ha pasado.Me ha gustado el padre de Anouk porque ha comprendido que su hija esta enamorada.Con Vikingo no se que pasara,se ha enterado que son vampiros y Anthony creo que no tendra problemas con su mujer porque la quiere y el que quiere lo perdona todo.Me ha gustado mucho el capitulo.Besos.

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  6. ¡Hola Ramón! Muchas gracias por tu comentario. Es cierto Rose es una buena amiga y desea seguir de cerca los pasos de Anouk, solo con la intención de ayudarla en lo que pueda.
    Mijaíl, ha comprendido porque a él le ha ocurrido y además ve a su hija feliz. Y eso es lo que más importa.
    Con Vikingo aún no sabemos que hará. Esperemos que no perjudique a los Craig.
    Anthony ama a Svetlana y seguro perdonará, aunque no quiere decir que al principio no se enfade porque ella no vino con la verdad.
    Me alegro muho que te haya gustado el capi.
    ¡Te mando un gran abrazo y el deseo que tengas una buena semana!

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  7. Hola, Lou... La verdad es que la conversación entre Anouk y Rose me ha parecido muy entretenida, e incluso divertida
    No, yo no creo que Rose sea cotilla... creo que es una buena amiga
    Y como he leído el comentario de mi hermana... te puedo asegurar, yo que la conozco muy bien, que ella tampoco es cotilla... Le gusta decir tonterías, eso es todo
    La actitud de Mijail me ha parecido la actitud de un padre que desea la felicidad de su hija... también la actitud de alguien que ha estado y está enamorado
    Bueno, la conversación entre Vikingo y Olaf ya ha sido más seria... Vikingo ha descubierto una verdad muy complicada de asimilar... Lo que dudo es sobre qué hará con esa verdad... quiero decir que no sé si se lo contará a Grigorii o hablará primero con Scarlet para darle la oportunidad de contárselo ella
    Lo que no creo es que vaya a denunciar a Los Craig... a Vikingo parece que solo le mueve ayudar a su amigo
    Respecto a Svetlana, pues puedo entender sus dudas... pero es que lo que no está nada bien y es inaceptable es que haya leído el correo de Anthony
    Pues me voy a repetir una y otra vez... pero tengo que felicitarte de nuevo por otro gran capítulo
    Besos

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    1. ¡Hola Mela! Un gusto que estés por aquí con tus bellos comentarios. Muchas gracias.
      La charla entre Anouk y Rose ha sido divertida, tienes razón. Como cuando se encuentran dos amigas y se cuentan todo.
      Tu hermana es un ser de luz al igual que tu y los lectores de mi blog, siempre alegran mis días.
      Yo creo que Mijail ha estado bien, sé que los Gólubev son especiales pero esta vez son los miedos propios de cualquier padre.
      Vikingo es un problema mientras no sepamos que hará con tamaña información. Supongo que los Craig no se verán perjudicados, debe guardar el secreto. Bajo su palabra de honor.
      En cuanto a decirle a Grigorii pienso que ni él ni nosotros nos animaríamos. Pues se trata de vampiros. Es un tan poco creíble, podría tratarlo de loco. Creo...
      Svetlana ha estado mal y lo mejor será decírselo a Anthony cualquiera sea la consecuencia. Veremos que decide hacer.
      En cuanto a tu felicitación, soy yo que no me cansaré de darte las gracias. Me da mucha alegría que una autora como tú le guste leerme.
      Un besazo reina, y espero que tengas una buena semana.

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  8. Me encantó la conversación de rose y anouk.
    La charla con mijail fue hermosa, aún teniendo miedo de lo que podía llegar a pensar su padre, abrió su corazón y le fue muy bien!
    Capitulazo!!!!

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    1. ¡Hola mi reina! Gracias por comentar.
      Si Rose y Anouk son muy amigas y se nota cada vez que hablan y se confían secretos. Anouk ha cambiado mucho y para bien.
      También la charla con su padre fue sincera. Supo mantenerse firma en lo que ella desea para su vida. Que no es la prestigiosa vida de los Gólubev. Sino amar y corresponder a un simple leñador que le robó el corazón.
      Me alegro que te haya gustado, amiga. Muchas gracias por estar aquí. Besotes miles.

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Gracias por visitarme y comentar.