PD. Mela se que te encanta Miyo así que este capi es para ti.
Capítulo 32.
Intriga.
Scarlet.
Cerré
la puerta muy despacio. Bajé los tres escalones del portal lentamente. Traté de
no hacer ruido con mis tacones stiletto hasta pisar el césped. Bajo mis pies la
tierra endurecía y la gramilla había perdido cierta lozanía propia del verano.
La noche estaba hermosa. El cielo mostraba diadema de estrellas en un fondo
azul profundo. El aire podía notarse fresco y traía un aroma a las primeras
“Autumn joy” plantadas por Charles.
Me
detuve para observarlo… Estaba de pie, de espaldas a mí, a unos treinta metros.
La mayoría de las días cuando el clima era agradable él salía al parque y se
quedaba escuchando los sonidos de la noche.
Sonreí.
Sus
jeans caídos a la cintura, un suéter negro liviano, el cabello rubio, corto y
desordenado. Un aire salvaje lo rodeaba. Su físico no había cambiado demasiado.
Siempre había gozado de una musculatura digna de admirar.
—Scarlet,
sé que estás ahí.
Reí
y me acerqué.
Grigorii
giró hacia mí y sus comisuras se arquearon con esa sonrisa que iluminaba mi
mundo.
—No
es justo –llegué hasta él y lo rodee con mis brazos a la altura del cuello.
—¿Qué
no es justo? –me cogió de la cintura.
—Ya
no puedo esconderme de ti. Tu oído fino me delata.
—Te
equivocas, fue tu aroma, antes de escuchar tus pasos.
—Oh…
Parecías extasiado escuchando los sonidos de la noche.
—Sí,
me encanta. Lo que más me gusta es el ruido del mar contra las rocas.
—Eso
es algo que no escucharás a menudo, solo cuando se aproxima tormenta, pero hoy
no es el caso.
—Entonces,
¿por qué lo escucho a lo lejos?
—La
brisa viene del oeste y además… el mar está inquieto, furioso.
—¿Y
eso?
Mis
ojos se dirigieron a una de las ventanas de planta alta.
—Su
reina está enojada.
—¿Liz?
—Sí.
Me temo que no cree que Drank esté bien. Ojalá pueda verlo pronto.
—¿Y
si no puede verlo más?
—Eso
no ocurrirá. Cuando Bernardo fue convertido por un lobo estuvo un tiempo
encerrado hasta que se estabilizó, según ellos. De todas formas pudo asistir a
la boda de su amiga Bianca. Ese detalle tranquilizó los ánimos.
—¿Convierten
humanos muy a menudo?
—No,
es una regla prohibitiva. Aunque ya ves, a veces puede suceder.
—¿Quién
rompió la regla?
—Un
amigo de Drank aunque no lo creas.
De
pronto ambos quedamos en silencio. Giramos el rostro hacia la ruta.
—Hablando
de amigos… ¡Es el motor de un patrullero! –exclamamos al unísono.
Reímos.
—¿Tu
lo recibes? Voy a preparar café –dijo besando mis labios.
—Vale.
Hace mucho que Vikingo no te ve.
—¿Luzco
muy diferente?
—En
absoluto, mi amor. Aunque… —tantee su espalda a la altura de los omóplatos—.
Creo que están saliéndote alas puntiagudas.
—¡Qué!
Reí
a carcajadas.
Frunció
el ceño.
—¡Scarlet!
¡No juegues con eso!
Lo
atraje y lo besé lento y profundo. Cerré los ojos y sentí que se abandonaba
entre mis brazos. Inclinó el rostro buscando el ángulo mejor y succionó mi
lengua. Hubiera arrastrado por la superficie cálida mis colmillos, pero era
demasiados chistes en breve tiempo así que solo correspondí a su pasión.
Nos
separamos y sonrió.
—¿Sabes
en qué pienso cuando descubro un don nuevo?
—No.
—En
que podré atrapar a los malos mucho mejor que antes.
—Ya
eras muy eficaz.
—Pero
ahora además del oído tengo excelente puntería.
—¿Cómo
sabes?
—Esta
mañana Ron me puso a prueba. Dibujó un pequeño círculo en el muro, allí –señaló
a la distancia—. Dijo que disparara y lo hice. Di al blanco sin esfuerzo.
—¡Genial!
–lo besé nuevamente.
La
bocina de la patrulla se escuchó tras los portones y de muy mala gana nos separamos.
—Recuérdame
seguir esta cita en tu recámara –sonrió y se alejó por el café.
Avancé
hasta los portones y presioné el botón de apertura. Vikingo ya estaba junto a
los muros y lanzó el cigarrillo en cuanto me vio.
—Buenas
noches, Scarlet.
—Hola,
Vikingo. Pasa, bienvenido.
—Traje
un vino, imaginé que unos canapés no hubieran dado mucha gracia.
—Gracias
comisario –sonreí.
Acepté
el vino y caminamos por el parque a medida que los altos portones volvían a
separarnos del mundo humano.
—Tu
amigo sigue comiendo como antes, o quizás más. ¿Te tranquiliza?
Sonrió.
—Me
alegro que esté mucho mejor.
Pasamos
a la sala y lo invité a coger asiento.
—Grigorii
fue a preparar café.
—Para
mí estará genial porque debo conducir de regreso.
—Si
es que sales vivo de aquí.
—¿Perdón?
–se preocupó.
Grigorii
salió de la cocina.
—Discúlpala
Vikingo, esta noche está muy graciosa.
—¡Grigorii!
Me alegro de verte. En cuanto al chiste, casi me lo creo.
Ambos
se abrazaron y Vikingo lo apartó para observarlo.
—Has
recuperado el color. Ya no estás ojeroso y luces fuerte. ¡Qué alegría!
—Gracias
amigo. Siéntate, en unos minutos traeré el café.
—¿Y
Anne?
—Salió
con Rose al Centro Comercial.
—¿No
es muy tarde?
—Ron
las acompañó. No creo que haya mejor guardaespaldas –contesté.
—Ah
sí, lo tengo visto. Pensé que acompañaba a todos lados a Sebastien.
—No
siempre. Mi hermano vive viajando últimamente a la Isla del Oso y cuando está
prefiere quedarse en casa con Bianca.
—Amigo,
cuéntame cómo está los chicos en la Jefatura.
—Ah
pues, hay mucho trabajo y se te extraña. ¿Scarlet no te lo dijo?
—Sí,
pero confieso que pensé que era un incentivo para que volviera a mi rutina.
—Te
hará bien.
—Lo
sé. ¿Sabes que mi oído se agudizó?
—¿En
serio? ¿Qué tanto escuchas?
—Grillos,
zumbido de abejas, el mar, a una distancia considerable. También las
conversaciones lejanas.
—¿Creen
que es por el virus?
—Sería
lo lógico –respondí—. Aparentemente no ha sido efectivo en todo el organismo.
Ignoramos la razón pero es una suerte.
—Quizás
fueron pocos segundos o una dosis pequeña –agregó Grigorii.
Vikingo
lo miró sonriendo.
—Estás
feliz, ¿verdad?
—Lo
estoy. Iré por el café.
Cuando
quedamos a solas Vikingo aprovechó.
—Lo
veo muy bien. Feliz, se lo merecen.
—Gracias.
—Sebastien,
la doctora, ¿cómo están?
—Muy
bien, ansiosos porque nazca Odette.
—¿Será
niña?
—Sí,
nacerá antes de fin de año.
—¡Qué
bien! Y… ¿Los niños nacen siendo…? Tú sabes.
—¿Vampiros?
No, su transformación ocurre alrededor de los veinte años o más. La razón de la
edad exacta es un misterio.
—Es
una pena que aún tengan tantas incógnitas.
—Es
lo que hay, Vikingo. No podemos confiar en los científicos humanos.
—¡Aquí
está el café para los tres!
Grigorii
acercó la bandeja y sirvió la efusión de aroma exquisito.
Mi
móvil sonó sobre la mesa de living.
—Disculpen
–atendí a Sebastien—. Hermano, ¿todo bien?..................
¿Qué?.............. Guauuu…….. ¡Me encanta! ¿Cuándo lo
conoceremos?.................. ¿Me llevarás a dar una vuelta? –reí—. ¿Cuándo
regresas?..................... Okay, es sorpresa para Bianca, no se lo
diré…………… Síiii, te lo prometo…………… No, Ron no está aquí pero no tardará en
llegar, le diré que te llame…………… Yo también te quiero, cuídate. Un beso.
Los
miré y ambos dejaron de hablar.
—Sebastien,
compró un helicóptero. Será más fácil para él estar en varios lugares en menos
tiempo.
—¿Ha
conseguido el permiso? –preguntó Grigorii.
—Mañana
terminará los trámites. ¡Qué novedoso! Los Craig tendrán helicóptero. Tuvo la
idea desde que Nicolay huyó con los Sami, ¿recuerdan?
—¡Cómo
olvidarlo! –sonrió Grigorii.
—En
horabuena Scarlet –felicitó Vikingo.
—¡Gracias!
De
pronto, Grigorii me miró sobresaltado. Lo miré fijo sin comprender el suceso
que parecía haber ocurrido.
Ambos
dirigimos la vista al suelo.
—¿Qué
ocurre? –se preocupó Vikingo.
—Es
que… ¿no han sentido que el suelo vibró? –preguntó Grigorii.
—Yo
no.
—Yo
sí –contesté—. Nunca lo había notado.
—¿Los
cimientos de esta casa son fuertes?
—Supongo.
Lo
que siguió nos dejó boquiabierta. La araña de cristal emitió un ligero
tintineo. Ambos observamos las lágrimas y su casi imperceptible movimiento.
—La
araña de la sala está temblando –informé.
—¿Un
terremoto? –preguntó Grigorii.
—Yo
no veo nada –Vikingo se puso de pie.
Después
de unos segundos todo volvió a la normalidad.
—¿Qué
habrá sido? –pregunté.
—Pues,
no alcancé a percibir nada, ustedes sí.
—Puede
ser por el don de captar las vibraciones.
—Entonces,
¿por qué te preocupa Scarlet?
—Es
que hace años estoy viviendo en esta mansión y nunca ocurrió. Ninguno comentó
nada sobre temblores. Y somos varios vampiros viviendo aquí.
—¿Las
montañas? –Preguntó Grigorii—. Quizás un movimiento propio del epicentro de las
cumbres.
—Podría
ser. Bueno, en fin… Ya pasó.
—Cierto.
Un
motor se escuchó cercano y observé la hora en el reloj de pared.
—Son
las nueve y cuarto, deben ser Ron y las chicas.
Escuché
pasos en el pasillo superior. En segundos Liz hizo su aparición.
—Buenas
noches, disculpen. ¿Han percibido un pequeño temblor?
—Sí,
Grigorii y yo sentimos. Por lo que veo tu también.
—Tuve
miedo, Lenya aún está en el hotel.
—Tranquila,
al parecer fue mínimo.
—Es
que nunca ocurrió.
—Quizás
nunca prestamos atención. ¿Quieres que llame a Lenya?
—Gracias,
lo llamaré yo. Buenas noches.
—Buenas
noches.
……………………………………………………………………
La
llegada de Ron y las chicas sirvió de ocasión para que la reunión se
extendiera. Vikingo se veía a gusto y muy animado, sobre todo ahora que
comprobaba que su amigo gozaba de buena salud. En cuanto a Rose no separa los
ojos de él. Se la veía interesada en el flamante comisario. ¿Cómo sería Rose
con una pareja como Vikingo? Era tan estructurado, formal, maduro. Rose era
todo lo contrario. A esta altura no podía negar cualquier relación que
pareciera disparatada. Grigorii era policía y yo una asesina.
De
pronto, recordé.
—Ron,
Sebastien quiere hablar contigo. Dijo que lo llames.
—Okay
–se puso de pie y se alejó hasta el despacho.
Anne
lo siguió con la mirada. Sonreí. Sería fantástico que ellos dos con el tiempo
formaran pareja. Okay, estaba enamorada y deseaba que todo el mundo lo
estuviera.
Antes
de la medianoche, Vikingo decidió partir. Justo en el momento que Lenya hacia
su entrada triunfal.
—Buenas
noches. ¿Alguien sabe por qué el suelo de Kirkenes vibró?
—¿Lo
sentiste en el hotel? –preguntó Rose.
—¿Ustedes
también? –me preocupé.
—Sí,
pero Ron y yo pensamos que era el taxi y su pésimo conductor.
—Liz
me llamó y me di cuenta que no había sido una sensación de mi parte.
—Tranquilos,
ya pasó. Fueron segundos –dijo Grigorii.
—Subiré
a ver a Liz. Me alegro de verlo comisario. Siéntase como en su casa.
—Muchas
gracias. Ya debo irme. Dejen mis saludos a Sebastien y a Bianca Craig.
Bua.
El
mes de agosto había resultado bastante lluvioso y parecía que septiembre
continuaría el clima inestable. Por suerte eran lluvias discontinuas y no
peligrábamos ninguna inundación. Hoy el día había amanecido muy bonito así que
después de entregar un curriculum en una oficina de Kirkenes iría a visitar a
Neeja.
Mamá
trajo a la mesa el café humeante de aroma delicioso y yo ubiqué las tazas y
sumé los panecillos calientes. Tim nos había convidado con una horma de queso
fresco así que el desayuno se veía prometedor.
Kristoff
terminó de ducharse y vestirse y se acercó a su sitio. Arrastraba la pierna más
de lo común y con cada movimiento de su brazo acompañaba un leve gesto de
dolor. No pasó inadvertido para nosotras, mucho menos para mi madre. Lo observó
sentarse y preguntó con angustia.
—¿No
tienes más medicina?
—Creo
que sí.
—Kristoff,
no me mientas.
—Se
terminó –bajó la vista.
—¿Cuánto
hace que no la tomas?
—Tres
días.
—¿Por
qué no me has dicho?
—Porque
no hay dinero, mamá.
—Hubiera
avisado a Burnaby, trabaja en el hospital.
—Tiene
que pagarlas, es igual. Y ya está manteniendo muchos gastos. No quiero ser una
carga más.
—Kristoff,
somos familia. Ya estaremos mejor y podremos ayudarlo a él, quién sabe.
—Quizás
tengas trabajo en poco tiempo –agregué para alentarlo.
—No
me dan trabajo así, inválido.
—No
digas eso, solo tienes una dificultad.
—¡Buenos
días!
—¡Buenos
días, Mike! –saludamos—. ¿Te vas temprano a trabajar?
—Sí,
hoy no tengo Universidad.
—Pero
aún no es la hora para que se reúnan en el bosque –dijo mamá sirviendo café en
las tazas.
—Cierto,
es que quiero desayunar con ustedes.
—Buena
idea –sonreí—. Hauk se quedó en casa de su novia. Hoy somos menos.
—¡Qué
suerte, hijo! Traeré otra taza.
—Iré
yo, mamá. Quédate sentada –contestó.
Cuando
Mike fue a la cocina mi madre y yo nos miramos. Mi hermano hacía bastante
tiempo que no compartía un desayuno familiar. Era excelente noticia que
quisiera modificar su actitud.
Transcurrió
la hora entre charlas y novedades. Hablamos de Drank y su conversión, en el
futuro de Louk después que se votara la decisión. De Anouk y su brillante
desempeño como maestra, y por supuesto de mi próxima boda con Asgard.
A
mamá le pareció genial que Neeja quisiera visitarnos y conocer la familia el
próximo fin de semana. Le adelanté que mi futura suegra era una persona muy
cálida, aunque excéntrica y divertida. Que había vivido en la India muchos años
y tenía una amplia forma de pensar en cuanto a religiones y creencias se
tratara.
Kristoff
ayudó a levantar la mesa y mi madre se dispuso a hacer la lista de compras. Al
quedarnos a solas con Mike largué la pregunta que tenía atragantada.
—¿Te
arreglaste con Kriger? ¿Seguirán juntos?
Bebió
el último trago de café y me miró asombrado.
—¿Cómo
se te ocurre? La tarde que estuviste en la competencia te conté que quiso
imponerse a que me fuera con él y lo eché.
—Sí,
lo sé. Pero como hoy…
—¿Hoy
qué?
—Anda
Mike, te has levantado de muy buen humor, has querido desayunar con nosotros.
Pensé que se habían reconciliado.
—Nada
de eso. Volver con él no me haría feliz.
—Ajá…
¿Y qué te hace estar feliz? –sonreí—. ¿No vas a contarme?
Sonrió
pero no me miró a los ojos.
—Escondes
algo, ¡lo sabía!
—Sssh,
mamá está en la cocina.
—Okay
–bajé la voz—. Cuenta ya.
—Pues…
nada… creo que… estoy enamorándome.
—¡Síiii!
–aplaudí.
—Calla
–rio otra vez.
—¿Por
qué tanto secreto?
—Es
que… no sé. Es muy pronto. Él no se fija en mí, bueno algunas veces.
—¿Quieres
decirme quién es? ¿Lo conozco? ¡Ya sé! ¡Burt! ¡Es Burt!
—¿Burt?
No sabía que era gay.
—Sí,
lo es. Anda, ¿es él?
—Nooo,
no es de la reserva.
—No
digas que es otro humano. Conmigo ya es suficiente, a mamá le dará un infarto.
Suspiró.
—No
es humano.
—Entonces…
es…
—Un
vampiro.
—¡No
jodas!
—Ssssh…
Sí, es un vampiro. ¿Qué quieres que haga? Me gusta mucho. Es guapo, viste
elegante y pulcro, es inteligente, y su trato es tan… amable y correcto a pesar
que lo saco de quicio, lo reconozco.
Me
quedé en silencio pensando, mientras mordía el último pedazo de mi panecillo.
Tenía buena memoria así que repasé mentalmente los sucesos transcurridos en el
último tiempo. Guapo, amable… Mike lo sacaba de quicio…
—¿Tu
profesor? ¿Ese que mintió lo de la apuesta?
—El
mismo –bajó la vista.
—¡Te
has puesto colorado! –reí.
—Mentira.
—Sí,
oh cielos, estás hasta las pelotas.
—Calla
–rio.
—Mike,
un vampiro. ¿Sabes lo qué significa en esta familia?
—Ya
lo sé. Porque crees que no lo comparto con mamá.
Eché
un vistazo hacia la cocina.
Entonces,
cuéntame a mí.
Encogió
los hombros.
—No
hay mucho que contar. Es todo nuevo para mí. Nunca había mirado otro macho que
no fuera Kriger.
—¿No
digas qué sientes que lo traicionas? Te recuerdo que te engañó y decidió darte
una patada en el culo.
—Lo
sé. Igual, es diferente. Lo del profesor no se me hace fácil. Cuando ganamos el
premio…
—¿Qué
ocurrió?
—En
la competencia descubrí que me miraba, tú sabes. No con ojos de profesor
orgulloso de su alumno sino…
—¿Crees
qué le gustas?
—No
sabría decírtelo con seguridad. Lo importante es lo que me ocurrió cuando lo vi
sentado en las gradas. Había ido vestido informal, con esos jeans… Lucía una
camisa celeste de manga corta y podía ver sus… brazos y…
Reí.
—No
te rías, Bua. Esto es serio.
—No
me burlo de ti, me encanta que estés enamorándote. Continúa.
Sonrió
mientras sus ojos se perdían en un punto de la sala.
—Esa
camisa… Madre mía. Son esas que la tela es elastizada y se le marcaba todos los
músculos de abdomen. Sentí por primera vez que ansiaba poner mis manos sobre
ese cuerpo.
—¿Y
quién dice que no podrás?
—Me
huye. Puedo notarlo. No sé si es por temor a que lo descubran siendo profesor.
Sin embargo… Hay algo que debo contarte. Puede que no tenga importancia.
—¡Cuenta!
—Sssh…
—bajó la voz—. Cuando estaba en el vestuario ese día de la competencia, mi
profesor fue para darme unas pertenecías que le había dejado a Kristen.
—¿Quién
es Kristen?
—Profesora
de Matemática.
—¿Por
qué las tenía él?
—No,
es que Kristen se las dio, debía irse.
—Suena
extraño.
—Pero
eso no es lo importante. En un momento Kriger llegó para felicitarme. Tú sabes,
con ese aire de que me hace un favor acercándose y convencido que debemos
hablar para volver a estar juntos.
—¿Y?
—Se
puso pesado, me jaló del brazo y le dije que se fuera. Insistió prepotente y el
profesor lo echó furioso. Me lo sacó de encima.
—¿Echó
a Kriger? ¡Ese vampiro es mi héroe! –reí—. Hubiera dado todo por verle la
expresión.
—Eso…
que… no sé. Podía no haberse metido. Quizás me ilusiono demasiado y cumplió con
un deber de defender a su alumno.
—No
estés tan ansioso, disfruta del momento. Enamorarse más allá que nos resulte
bien o mal es una sensación maravillosa.
—Ya
lo creo –rio.
—No
tengas miedo. Te apoyaré como siempre.
—Te
amo, hermana.
—Y
yo a ti. Es más, iré a buscarte al aula el lunes.
—No,
no. Deja yo me arreglo solo.
—¡Qué
va! Has tenido solo un novio y ese zapato de Kriger está muy lejos de saber
seducción. Aprende de mí.
—¡Por
supuesto! Y después me echarán de la Universidad.
—No
dije que iría a ser alevosa. Tú confía en mí.
—Estoy
temblando.
Reí.
—Ya
se me ocurrirá algo. Escucha, ¿has ido a ver a Drank?
—Sí,
por supuesto. Está muy triste con lo de Louk, le ha dolido que lo haya acusado
de traición.
—Es
todo tan horrible. Le creí a Drank desde el primer instante. La cuestión es,
¿cómo llegó la prenda de July allí?
—Ni
idea.
—Hay
que averiguarlo hermano.
Chelle.
El
día había amanecido nublado. Aprovechamos con Miyo para recorrer la costa. Era
un paseo con diversión segura. La Sherpa era simpática y ocurrente.
Sinceramente me hacía olvidar de cualquier problema o mal trago de la semana.
Caminamos
por la orilla descalzos, conversando. Mejor dicho ella preguntando curiosa y yo
respondiendo. Le gustó saltar las pequeñas olas que rompían en la arena húmeda
y reía cada vez que la salpicaban. Pensé que había seres que podían divertirse
y ser felices con poco. Eso era ser muy afortunado. Maravillarse de cosas
simples como lo eran las caracolas y cangrejos de la playa fue algo que admiré
en Miyo.
Me
senté en la arena mirando el mar de Barent. Ese mar tan diferente a mí océano
Pacífico que bañaba las costas de Chile. Al menos me transmitía paz y sosiego.
Una sensación que hace muchos años no percibía.
Miyo
corrió hacia mí con una caracola apoyada en su oreja.
—Escucha
–se sentó a mi lado—. Dijo la Reina del Mar que tiene sonido a olas.
Acerqué
la caracola y traté de escuchar.
—Sí,
tienes razón.
Cuando
se la devolví volvió a acercar la oreja y se quedó por largos segundos inmóvil.
Después frunció el ceño tratando de descubrir el interior.
—¿Dónde
está el mar? Miyo lo escucha pero no lo ve –apuntó sus ojos hacia el recoveco
oscuro del caparazón.
—No
lo verás. El mar es muy misterioso.
No
podía decirle a Miyo que la razón era el aire golpeando suavemente el exterior
de las paredes de la concha produciendo la vibración. ¿Por qué quitarle un
pensamiento tan maravilloso como pensar que un trozo de mar estaba atrapado?
—Ah…
—Puedes
llevártela de recuerdo.
Abrió
los ojos escarlata, como asombrada.
—Nooo,
es del mar.
—Bueno,
el mar te la regala.
—¿Dónde
dijo que me la regala?
—Se
dice “cuando dijo” corregí risueño—. Y no lo dijo, se entiende que puedes
llevarla. Tiene muchas caracolas.
—Pero
si Miyo se lleva, Chelle se lleva, y muchos se llevan, el mar no tendrá más
caracolas.
Enmudecí.
—Chelle
no contestó –me miró impaciente.
—No,
es que… tienes razón en parte pero… no todos pueden llevarse caracolas. Si la
descubriste es porque el mar quiso que la encontraras.
—¿En
serio?
—Por
supuesto.
Observé
un barco pesquero que atravesaba la línea del horizonte. A lo lejos, a mi
izquierda, un cúmulo de rocas formaba una explanada baja. Tras de ella surgía
un bosque. Según mis cálculos, estaba el asentamiento Sami, cerca de la Reserva
de los lobos. Fjellner viviría allí… ¿Estaría a salvo de ese energúmeno? ¿Y si
lo había convencido de volver?
—¿Miyo
y Chelle pueden ir allí?
—¿Dónde?
–pregunté siguiendo su dedo índice.
—Allí,
donde miras mucho.
—Ah…
El bosque. No, no podemos.
—¿Es
lejos y Miyo se cansará?
—No,
es porque viven los lobos.
—Los
lobos son amigos.
—No
todos.
—Bernardo,
lobo amigo. Humano que ahora es lobo, amigo –contó con los dedos de una mano.
—Sí,
ellos sí pero hay lobos amigos y lobos enemigos. Podrían hacer daño.
—Como
la mala.
Supe
a quién se refería.
—No,
como ella no. No hay nadie tan malo –bajé la vista.
—¿Dónde
estaba Chelle cuando la mala hizo daño?
Cielos…
Es difícil asumir que uno es cobarde.
—Hui.
—¿Tenías
miedo?
—Sí…
Escucha…
—¿La
caracola? –volvió apoyarla en su oreja.
—No,
a mí. Quiero que escuches lo que voy a decirte.
—Miyo
escucha –me miró a la cara con suma atención.
—Lamento
no haberte podido ayudar. Debí hacerle frente aunque fuera yo solo contra ella.
Pero… cuando mis padres desaparecieron yo… entré en pánico, quiero decir…
miedo. Siempre tuvo ese efecto en mí. Efecto, quiero decir… me hacía sentir
miserable y pequeño ante su maldad poderosa. Perdón. Necesitaba decírtelo.
—Miyo
te perdona porque Chelle es bueno.
—Gracias.
—Como
Chelle es bueno, ¿iremos allí? –señaló el bosque.
Sonreí.
—Eso
es trampa. Pero… ¡Okay! –Me puse de pie—. Iremos pero solo hasta donde yo crea
conveniente.
—¿Conveniente?
—Sí,
quiero decir hasta donde crea que no hay peligro. No te separes de mí.
—Miyo
hace caso.
—Muy
bien, vamos.
………………………………………………………………………..
Casi
sin darnos cuenta, la tarde comenzaba a morir lentamente y las nubes grises
daban paso a un cielo vespertino y tormentoso. Entre el follaje el olor a
vegetación silvestre se hacía más penetrante. Sin embargo no era igual que el
aroma que despedían los lobos. Ese era más intenso mezcla de tierra húmeda. Por
lo tanto estaba seguro que no había peligro rondando.
Miyo
corrió detrás de una mariposa amarilla. Saltó las matas y la atrapó. La observó
y acarició las alas. Después la soltó y quedó admirada de su revolotear.
—Es
una mariposa.
—Ma
ri po sa. Linda mariposa.
Me
senté sobre un viejo tronco y la observé atento. Caminó con cuidado entre unas
flores silvestres y se detuvo.
—¡Mira!
¿Eso qué es?
Seguí
la trayectoria de su dedo.
—Eso
es una ardilla. Sube y baja del árbol porque allí tiene su casa.
—Ah…
De
pronto la ardilla salió del hueco y se escurrió entre las raíces retorcidas.
Miyo se acercó pero el animal corrió hacia las matas. En un intento por cogerla
la joven Sherpa la siguió.
Me
puse de pie en cuanto la perdí de vista.
—¡Miyo!
¡No te alejes!
Joder,
en un abrir y cerrar de ojos había desparecido. ¿Y ahora? No tuve más remedio
que salir tras ella aunque el bosque parecía espesarse y la luz natural no
ayudaba demasiado.
Carl
Con
la pronta llegada del otoño las tiernas raíces e hierbas que alimentaban las
cabras iban escaseando. Así que me aventuré con ellas hasta un claro para que
lograran comer mejor. La leche que producían era excelente gracias al cuidado
de Tim. Había aprendido con él muchos secretos para que los quesos que
vendíamos fueran de calidad.
Nunca
hubiera imaginado terminar como granjero. Sin embargo no me disgustaba trabajar
con mi nuevo amigo. O quizás mi único amigo. Tim era algo excepcional. Siempre
tenía la palabra justa para hacerme sentir mejor. Era solidario, amable, y
paciente. Cualidades que rogaba contagiarme alguna vez. Aunque igual que él no
había nadie. Por algo Gloria lo había elegido como guardián. Si analizaba la
situación, los cuatro guardianes eran diferentes pero con grandes virtudes.
Bernardo era analítico y razonable. Intentaba ser justo y creo que lo lograba
en cada ocasión que se le presentaba como guía. Louk, a pesar de sus arrebatos
contaba con esa intuición de conocer cuando Gloria podía estar en peligro. Así
había sido la primera vez cuando estuvo cerca de ser atrapada por lobos
salvajes. Lástima en el lío que se había metido por lo impulsivo. Y Drank…
Bueno, no hubiera adivinado que el humano ahora convertido sería el cuarto
guardián. Pero si lo analizaba a fondo la elección era coherente. Su fortaleza
para enfrentar cualquier hecho, incluso había burlado a la muerte. Era un gran
luchador de la vida. Leal con sus amigos y los conocidos. Incluso conmigo
siempre se había comportado amable.
En
cambio yo… Tenía un pasado vergonzoso.
Un
movimiento brusco hizo que entrara en alerta. Si un lobo rondaba atraído por
las cabras no tardaría en llamar a su manada. Estarías en problemas, no podría
con todos a la vez y no debía perder a ningún animal.
Otra
vez más movimiento tras los matorrales. Me apresuré a coger una rama gruesa y
seca, quité el encendedor de mi bolsillo y prendí fuego en un extremo. Los
lobos les temían a las llamas. Observé alrededor por si la fiera saltaba por
algún costado y me sorprendía.
De
pronto, una cabeza se asomó tímidamente sobre la planta de moras, la rodeaba
una luz violeta.
Se
irguió y la pude ver de cuerpo entero. Una vampiresa de largos cabellos negros
y vestido vaporoso. Estaba descalza.
—¡Oh!
Fuego, magia –exclamó asombrada mirando mi mano.
Exhibí
el encendedor.
—No
es magia. ¿De dónde vienes? ¿Eres de los Craig?
—No,
soy Miyo. Miyo Sherpa. ¡Lobo!
—Sí,
eso soy.
—¿Amigo
o enemigo?
—Bueno…
ni uno ni lo otro. Deberías regresar, estamos cerca de la Reserva.
—Miyo
se perdió –encogió los hombros.
—Ah…
Pues… Deberías volver. No hay buen ánimo entre lobos y vampiros últimamente.
—¿Úl
ti ma mente? Lobo habla difícil. Lobo inteligente.
Reí.
—Nunca
me han dicho eso. Gracias –sonreí.
—De
nada. Miyo sabe decir “de nada”, “gracias”, “por favor” y… —contó con sus
dedos.
—Eres
muy graciosa. Pero, de verdad, deberías regresar por el sendero de allí. Al
menos darás con la ruta y de allí es más fácil.
Sin
hacer caso a lo que explicaba descubrió las cabras.
—¡Cabras!
—Sí,
son cabras.
—¿Del
lobo?
—De
un amigo.
—¡Miyo!
–la voz tras la espesura del follaje vino acompañada de un macho rodeado de la
luz violeta.
Ella
lo miró y sonrió.
—¡Chelle!
Mira, cabras como en la montaña de casa.
—Sí,
vamos Miyo, no debes estar aquí.
—Miyo
quiere tocar la cabra.
—No
Miyo. Vamos.
—Déjala
que acaricie una –retruqué—. Total ya estás aquí. Aunque no entiendo como
llegaste tan lejos de tu aquelarre. Este territorio es Sami.
—La
perdí –señaló a la vampiresa.
—Pues
ten más cuidado aquí hay lobos salvajes –después me dirigí a ella—. Ven,
acaricia a una.
Ella
sonrió. Parecía una niña feliz con un juguete. Se acercó despacio hasta llegar
a Buki, el cabrito pequeño.
—Chiquito
–murmuró mientras lo acariciaba.
—Sí,
es de la última camada.
—¿Camada?
—No
entiende mucho el noruego –explicó el vampiro sin acercarse.
—Me
he dado cuenta.
—Miyo,
vamos por favor. O no nos dejarán pasear más.
La
vampiresa obedeció.
—Yo
vengo por aquí una vez por semana. Si quieres puedes volver para ver las
cabras.
—Sí,
Miyo quiere.
—Eso
está por verse Miyo. Hay que pedir permiso a Sebastien.
Él
la tomó de la mano y partieron perdiéndose entre la vegetación. No creí que
regresaría sobre todo si debía volver con el vampiro. Se notaba que no deseaba
cruzarse con lobos. Mucho menos si debían pedir autorización al líder de los
Craig. Después de la conversión de Drank podía notarse una cierta tirantez
entre las razas. Creo que los vampiros no perdonaban el error. Quizás el
malestar venía porque Drank era íntimo amigo de Liz Craig. Nada menos que de la
poderosa Reina del Mar.
Mike.
Reunidos
en el pasillo al terminar la clase, encendí mi móvil para no preocupar a mamá.
Últimamente se perseguía con todos nosotros. Que si estábamos bien, que si era
tarde y no habíamos regresado, que no apagáramos el móvil, etc… Creo que después
de la muerte de papá necesitaba confiar en que no perdería a nadie más de la
familia. La entendía… Yo mismo me desesperaba cuando Bua desaparecía sin decir
dónde estaba. O cuando Hauk tardaba en llegar a casa del trabajo. O cuando
Burbary no daba señales de vida en dos o tres días. Es que la pérdida de mi
padre nos había impactado. Un día cualquiera, salió pescar y no volvió…
Birmhan
codeó mi brazo y me trajo al presente.
—¿Irás
a bailar este sábado?
—No
lo sé. Suele frecuentar Kriger y no quiero cruzarlo. Está empecinado en volver
conmigo y que lo perdone.
—No
les des importancia a ese idiota. Puedes conocer a alguien más.
En
ese instante Ovensen salió del aula con las carpetas bajo el brazo. Se dirigió
hacia Rectoría y lo seguí con la vista. La fina tela de su pantalón de acrosel
se adhería con el movimiento de su andar y marcaba ese culo extraordinario que
me quitaba el sueño. Porque soñaba con él. A nadie había confesado mis
fantasías eróticas. Ni siquiera a mi amigo Birmhan, ni a Bua, mi confidente.
Desde
hace un par de semanas me despertaba a mitad de la madrugada, sudoroso,
agitado. Reviviendo imágenes de mis sueños. Él y yo desnudos en una cama.
Haciendo el amor. Porque no era sexo desenfrenado el que lograba excitarme.
Eran sus frases mientras me recorría con su boca… “Te amo, Mike”. Eso era lo
que conseguía encenderme. Era olvidarme las malditas diferencias de nuestras
respectivas razas. En mis sueños, a él no le importaba, tampoco a mí.
Birmhan
revisó su móvil.
—Mi
chica está con su coche en la puerta. Ya me voy. ¿Quieres que te alcancemos
cerca del lago? Te ahorrarás un bus.
—No,
gracias. Esperaré un rato y luego me iré. Tendría que pedir el programa en
librería. El del próximo cuatrimestre.
—Oh
siii, clarooo –rio—. Y de paso lo ves.
Lo
miré y arquee la ceja.
—¿Vas
a negarme que te gusta?
—¿Quién?
—¿Quién
va a ser? El profe de Geología. Te trae de las narices. Lánzate de una vez.
—Estás
loco. No querrá saber nada conmigo. Soy su alumno.
—Bueno,
ya casi terminamos. Pronto no lo serás.
—Ni
siquiera me mira con interés.
—¡Por
supuesto, imbécil! ¡Mira como vienes! Despeinado, y con esa sudadera negra que
tapa todos tu bíceps. ¿Cómo quieres atraerlo?
—¿Me
queda mal?
—No
es eso. Es que vistes muy cubierto. No eras así. Toda la Universidad estaba tras
de ti y tú orgulloso.
—No
me interesa. Desde que Kriger me dejó…
—¡Y
dale con el idiota! Que le garue finito por donde vaya y a otra cosa.
Reí.
—Me
voy o cortarán mis pelotas.
—Ve,
nos vemos el lunes.
—Vale.
Se
alejó y envié un mensaje a mamá.
“Llego
un poco más tarde, besos.”
Levanté
la vista al escuchar la puerta de Rectoría. Ovensen salió y comencé a
transpirar. Avanzó hacia mí con la vista en las baldosas.
No…
no podía decirle como si nada lo que me pasaba…
De
pronto, una chica que corría hacia la escalera patinó y cayó. Todos corrieron
para ayudarla. Ovensen quedó atrás al igual que yo aunque observó impactado el
hecho. Lo vi acercarse con la intensión de colaborar sin embargo… algo lo
detuvo.
Entonces,
me di cuenta. En la rodilla de la joven una herida abierta provocaba que la
sangre brotara como manantial. Mis ojos se apartaron de ella lentamente para
clavarse en el rostro del profesor. Estaba pálido, aferró las carpetas y una
mano encerró la garganta. No lo pensé, no había tiempo. Nadie podía darse
cuenta quién era él. Un vampiro.
Guardé
el móvil en el bolsillo a la vez que corrí hacia él. Lo cogí del brazo
arrastrándolo lo más lejos que pude en segundos. Lo empujé tras una columna
mientras trataba de calmarlo.
—Tranquilo,
ya pasó. Todo está bien. Respira, respira profundo.
Él
jadeaba como si sufriera de asma y el iris pareció oscurecerse.
Mis
manos lo tenían presionado por los hombros contra el cemento, sujetándolo.
—Profesor…
respire… Piense en otra cosa… No pueden descubrirlo.
Ovensen
jadeó. Su labios perfectos se entreabrieron buscando oxígeno. Dos pequeñas
puntas blancas sobresalieron de las encías.
—Profesor,
respire profundo. Piense en cualquier otra cosa.
Parecía
que lo estaba logrando. Sin embargo, ahora era yo que no podía pensar en otra
cosa… La barba incipiente, forma candado, encuadraba… esos labios… sedosos, en
forma de corazón.
Los
ojos buscaron los míos. Estábamos tan cerca… Nuestros rostros tan próximos…
Juro que no lo pensé. No hubo nada de raciocinio en ese beso que le robé…
No
esquivó su cara. Solo quedó inmóvil dejando caer las carpetas mientras lo
besaba. Creo que aún estaba en shock. O no… Nunca sabría el porqué permitió que
las manos encerraran su rostro y mi lengua acariciara cada rincón de su boca.
Porque apenas podía con el cúmulo de sensaciones de mi físico. Me estremecí
cuando atinó a apoyar sus manos frías en mi pecho. El primer contacto que se
asimilaba a los sueños. Sus brazos cayeron laxos al costado del cuerpo como si
la resistencia que había intentado fuera risorio e insuficiente.
Las
yemas de mis dedos apoyadas en sus mejillas percibieron un cambio de
temperatura. Su piel estaba tibia, ya no se sentía tan fría como al principio.
¿Se mimetizaba con mi calor? Es que no sabía nada de él. Ignoraba cómo era un
vampiro en similares situaciones. Pero adoré que ocurriera ese tipo de unión
física. Como si fuéramos a fundirnos en uno solo casi sin tocarnos.
Me
separé lentamente. Él mantuvo sus ojos cerrados por varios segundos, respirando
con dificultad.
Mi
pulso latía frenético y no salían las palabras. ¿Pedir disculpas? ¿De qué? ¿Por
besarlo o por haberme enamorado de él?
Al
fin abrió los ojos. Tragué saliva. ¿Me bajaría de la nube de una trompada?
—Fjellner
–murmuró—, no… joder, no podemos… Sabe que no podemos.
Me
aparté y recogí las carpetas esparcidas. Se la di, un poco avergonzado. Las
cogió sin mirarme.
—Gracias
–dijo con un hilo de voz.
—¿Por
salvarlo de que lo descubrieran o por el beso?
No
me respondió. Nos miramos fijo por un tiempo que pareció interminable. Y se
alejó.
Drank.
Una
semana encerrado entre paredes estaba enloqueciéndome. Por más que contaba con
algunos lobos que venían a visitarme y darme ánimo, y con Anouk que salvo por
sus horas de trabajo no se separaba de mí.
Le
había enviado un mensaje a Liz tranquilizándola. La verdad que no sabía cuando
podríamos vernos pero era imperioso calmarla y que su bebé estuviera en
perfectas condiciones. Por mi parte me sentía mejor. La fiebre había bajado,
los músculos ya no me dolían, estaba acostumbrándome a los aromas fuertes y
penetrantes, y las encías hinchadas molestaban solo el momento especial de
intimidad con Anouk. Entonces, al orgasmo arrollador del sexo se le sumaban mis
colmillos.
No
hubiera querido verme en el espejo en esos instantes. Tenía miedo de mi propia
imagen.
En
cuanto al humor fue apaciguándose. La irritabilidad surgía cuando deseaba
correr con todas mis fuerzas por el bosque y aún no me era indicado, y cuando
pensaba en Louk… ¡Joder con él! Entraban unas ganas locas de enfrentarlo y
darle la paliza de su vida. Por idiota, por celoso y mal amigo. Por
defraudarme…
Pero
incluso esas ideas homicidas fueron cambiando, ya no eran tan intensas como el
primer día. Sobre todo desde hoy a la tarde cuando Mike me visitó…
Sentados
en el sofá, tv encendida, café por medio. Mike comenzó a preguntar sobre mi
estado de salud, y se alegró que Anouk pudiera instalarse definitivamente en mi
cabaña. Sin embargo el tema de conversación fue poco a poco desviándose hacia
el hecho de la conversión. Debí intuirlo. Mike y Louk eran amigos mucho antes
de que yo llegara, desde pequeños se conocían, era obvio que quisiera salir en
su defensa.
—Drank,
imagino que nunca habrás esperado lo ocurrido ese día.
—Nunca.
—Louk
tampoco lo imaginó.
—Pero
yo fui la víctima, esa es la diferencia –retruqué.
—No
lo dudo. Aunque no coincido en que hubo uno solo perjudicado.
—Él
es un lobo y seguirá siéndolo. Nada cambió para él.
—¿En
serio lo crees? Corre el riesgo de ser echado de aquí. Este es su lugar desde
que nació. Su tierra, su gente, su familia, amigos.
—Ahora
tiene uno menos.
Suspiró.
—Es
un buen chico, jamás tuvo maldad.
—¿Estamos
hablando del mismo lobo? Te recuerdo que me acusó de acostarse con su novia y
no me dio oportunidad de defenderme.
—Lo
sé. Solo quiero que aunque tengas mucha rabia intentes ponerte en el lugar.
—¡Tú
estás loco, Mike! Nunca haría eso a un amigo.
—Dije
que lo intentes, no me respondas de forma automática. Ponte en su lugar. Tú
encuentras una prenda íntima de Anouk en su casa. ¡Dímelo! ¿Piensas que
descolgó la ropa de la soga y se confundió? Sé sincero contigo mismo aunque no
quieras reconocerlo. Pensarías lo mismo que él. Al menos se te hubiera cruzado.
Lo
miré furioso. Indignado.
—¿Tú
piensas cómo Louk? ¡Que me acosté con July!
Mi
puño golpeó la mesa de living y la partió en dos partes. Mike abrió los ojos
sobresaltado pero no se puso de pie ni huyó.
Jadee
con rabia unos segundos hasta que mi pulsación volvió a lo normal.
Observé
la mesa rota y los ojos de Mike que me miraban en silencio.
Tragué
saliva y respiré profundo.
—Lo
siento.
—Ser
un lobo no fue tu elección, pero sí lo es ser una bestia. ¿Eso deseas para ti?
¿Para Anouk?
—No
–negué rotundo con la cabeza—. Tengo mucha rabia. Perdón… Entiendo que Louk es
tu amigo desde que llegaste desde pequeño de Suiza. No te culpo que quieras que
lo perdone para que no haya consecuencias.
—No
vine aquí para conseguir que no lo echen. Tu perdón hacia él no cambiará la
decisión de la votación. De ella depende. Pero los dos son mis amigos. Tú, no
hace tanto tiempo pero te considero amigo. No quiero verlos así, enemistados.
Sé que lo que hizo fue grave, sin embargo Bua y yo coincidimos que alguien
quiso que esto terminara mal. ¿Lo pensaste? ¿Cómo llegó la prenda de July a tu
casa?
—No
lo sé.
Palmeó
mi rodilla y se puso de pie.
—Prometo
pagarte una cerveza cuando puedas salir. ¿Hecho? –sonrió.
—Hecho.
Antes
de abrir la puerta para partir lo detuve.
—Mike.
—¿Qué?
—¿Dónde
tienen a Louk?
—En
su casa, con Mamina. Hasta que tomen la decisión.