Queridos lectores, lamento la demora en subir un nuevo capítulo. Estoy trabajando en la publicación del primer libro de los Craig, y me lleva tiempo. Pero no voy a dejar de publicar capítulos de Miel, canela, y ámbar. Solo téngame paciencia. Los quiero mucho. Gracias por estar aquí. Miles de besos. Lou.
Capítulo 63.
Boda por fin.
Mike.
Miré
el reloj redondo en la mesa de luz de Kristoff. Iba un poco atrasado pero
estaba seguro que a Chelle no le molestaría esperar por mí. Tampoco me hubiera
importado esperar por él.
Cogí
la sudadera negra con capucha y me vestí. Kristoff me observó sentado en la
cama.
—¿Qué
tal? ¿Luzco bien?
—Claro,
eres el lindo de la familia, siempre luces como modelo.
—Calla,
eres mi hermano, no exageres.
—No
te preocupes no se lo diré a Chelle, aunque creo que ya debe saber que tienes a
todas las hormonas de la Universidad tras de ti.
Reí.
—Tú
también tienes lo tuyo, no te hagas el humilde.
—No
soy feo… pero bueno, tú sabes, lo de la cadera no me hace lucir atractivo. De
hecho mi chica me dejó.
—Tu
chica te dejó porque es idiota, no sabe valorarte. Verás que encontrarás una
loba que te haga feliz.
—No
tiene por qué ser una loba, digo… Mira tú, a punto de casarte con un vampiro.
—Ey
–sonreí—. No te hacía tan liberal.
—Aquí
el único retrógrado es Hauk, lo sabes.
—Sí,
lo sé. Le disgustan los humanos, los vampiros, y sobre todo Chelle. Pero me da
igual.
Unos
golpecitos en la puerta nos interrumpieron.
—¿Quién?
—Yo,
mamá. ¿Puedo pasar?
—Adelante.
Mi
madre abrió la puerta lentamente y dejó ver su maravilloso atuendo. Un vestido
en negro al estilo sami, con solapas coloridas, y bordados en ocre. Su alto
peinado la convertía en una dama muy distinguida.
—¡Mamá!
Estás muy bella, ¿vas a una boda? –reí.
—Oh
sí, una muy especial –avanzó sin dejar de estudiar mis jeans y sudadera de
arriba a abajo—. Pero tú… ¿No te has vestido? ¡Mike! Llegarás tarde. Eres el
novio.
—Oh
oh… —murmuró mi hermano—. Ahora viene lo bueno.
—Mamá,
ya estoy vestido. Iré así.
—¿Es
una broma? Dime que estás jugando conmigo.
Negué
con la cabeza y la abracé.
—Iré
así. Porque así me conoció. ¿No es una idea brillante?
—Siii,
es súper –rio Kristoff.
—Mike,
por todos los cielos, es tu boda, mira como me he vestido. ¡Por favor! ¡Ponte
algo adecuado!
—Mamá
no se cambiará, lo sabes.
—Cierto,
no me cambiaré.
—¡Mike!
¿Qué haré yo vestida de gala?
—Tú
estás bien. Mira, Kristoff está de traje.
—¡Pero
eres el novio! Creo que me va a dar un ataque de nervios. ¿Qué dirán tus
amigos, tu familia, los Craig?
—Dirán,
que tengo una bella madre.
—¡Por
el gran Gumpe!
En
ese instante Bua entró a la habitación.
—¡Guau!
Mamá estás hermosa.
—Gracias,
tú también. Pero tu hermano…
Me
observó y sonreí.
—Mmm,
¿es como lo conociste?
—Exacto,
¿ves mamá? Ella entiende de qué va.
—¡Lo
que va es un traje de boda, Mike!
—No
me cambiaré, mamá. Ya soy adulto.
—¿En
serio? A veces lo dudo.
—Ya
mamá, déjalo. Es feliz así, es lo que importa. Ven, ya llegó Asgard y Neeja.
Ven Kristoff, vamos a ubicarnos en el salón.
—Okay.
—No
te demores, Mike. El novio puede arrepentirse.
—¡Graciosa!
Jamás.
Asgard.
Nos
sentamos junto a Bua y Gina en los bancos, cerca de un improvisado y bello
altar. Mi madre conversaba con Gina y ambas parecían muy contentas. Bua encerró
su mano en la mía y besó mi mejilla.
—¡Qué
hermosa estás!
—Tú
también.
Sus
ojos se apartaron de mí para dirigirse al sector donde estaban sentados los
niños. Sabía que buscaba a Elvis. Era muy protectora y excelente mamá. Lo vimos
conversar y reír con varios niños. Niños lobo, sí… ¡Quién hubiera imaginado!
Pude apreciar que no hallaba diferencia entre ellos y Elvis. Eran niños,
simplemente eso. Salvo una niña que se destacaba con un pequeño lobo en la
falda. No solo por su cabello ensortijado y cobre, sino por la forma que miraba
al resto de los niños. Parecía custodiarlos con ternura. No le hubiera dado la
edad que probablemente tendría. Quizás parecía un adulto, seguro de sí mismo.
—Es
Gloria, la futura alfa de la manada –susurró Bua.
—¿En
serio?
—¿Cómo
lo saben?
—Largo
de explicar, prometo te lo contaré regreso a casa.
—Okay,
y… ¿esta boda es una reunión solo de lobos?
—Sí
–giró su rostro hacia la puerta principal cuando esta se abría—. Y de vampiros.
Giré
mi cabeza con disimulo y los vi entrar.
Sebastien
Craig, lucía impecable con traje oscuro. Su porte lo decía todo. Un ser
poderoso y seguro, tras un rostro amable y gentil. Me descubrió entre el
público y sonrió con un asentimiento de cabeza. Tras él entró una joven, la
había visto alguna vez. Su hermana. Bua era muy bella pero la joven no se
quedaba atrás. Aunque sus rasgos no eran como mi amada. Creo que el color de
sus ojos, convertían su mirada en dos glaciares. Se veía distante y
definitivamente especial. Salvo, cuando dirigió sus ojos al hombre que la
acompañaba. De inmediato lo reconocí. El oficial Grigorii Petrov, mano derecha de mi amigo Vikingo. Tras ella
una pareja, una joven de cabello largo y rubio. Tomada de la mano de un hombre
de cabello oscuro y rasgos marcados.
—Ella
es Liz y Lenya Craig.
Volví
la vista a Bua.
—Todos
vampiros, ¿verdad?
—Exacto.
La pareja de Liz, la primera joven que entró, y Sebastien, son los hijos de
Adrien Craig. Líder de los vampiros.
—Ah…
Hay un líder… Sí, se notan diferentes.
—De
Liz, puedo decirte que se habla mucho sobre sus dones.
—¿Dones?
—Sí.
Dicen que domina los mares con solo su orden. De hecho, detuvo el tsunami para
que no hiciera estragos en la ciudad.
—¡Caramba!
¡Qué diminuto me siento! Me preocupa si saldré vivo de aquí.
Rio.
—Descuida,
hay leyes que deben cumplir. Los Craig no han permanecido centenas de años por
ser descuidados. También hay alguien muy especial entre ellos. ¿Lo ves? El
señor mayor que habla con Chelle.
—Oh
sí. Se ve amable y sonriente.
—Es
Charles, mayordomo de los Craig. Aunque lo menos que es, es un mayordomo. Es un
fiel amigo de la familia. Mataría por ellos.
—Y…
ya que lo mencionas, ¿lo ha hecho?
—Sí,
asesinó a Christopher Saadi. Un lobo malvado que secuestro a Douglas Craig por
venganza y racismo, cuando el aún era un joven ciego.
—¿Racismo?
Douglas Craig es hijo de Sebastien.
—Sebastien
es vampiro y la madre de Douglas es una loba. Él no admitía esa mezcla de razas
no puras.
—Vaya,
pensé que algunos humanos eran los únicos despreciables.
—Pues
no, la maldad existe en todas las razas.
—¿Cómo
recuperó la vista Douglas?
—Pero
que preguntón está mi hijo, ¿no? –Neeja sonrió.
Reímos.
—Prometo
contarle todo lo que necesite saber.
—Me
parece bien, en una pareja no debe haber secretos. Aunque queridos míos la boda
está por comenzar. Y es algo que imagino, no deberían perder detalle. Es todo
tan maravilloso. El amor es maravilloso.
—Cierto,
mamá. Aunque no ha llegado el párroco.
Bua
rio.
—No
hay párroco. Ayer se han casado por Civil y hoy los bendice Tim, chamán recién recibido.
—Vaya…
¿Dónde se reciben de chamanes?
—En
la tribu que les pertenece por ascendientes –interrumpió mi madre.
—Neeja,
¿me contarás más sobre tu vida en la India? –Bua la miró entusiasmada.
—¡Por
supuesto!
—¿Sabes?
Me gustaría saludar a Sebastien y preguntar por Nicolay –me puse de pie—. Hace
tiempo que no lo veo.
—Pero
no te tardes, la boda debe estar por comenzar.
—No
tardo.
Me
levanté y fui haciéndome lugar entre los invitados. A medida que me acercaba al
grupo de vampiros, pareció intuir mi intención. Desvió la vista hacia mí y
sonrió.
Tiempo
había transcurrido desde aquella primera vez que lo conocí. Cuando el niño
Nicolay tenía una familia y un apellido diferente al que portaba. Nicolay
Smirnov. Sebastien mantenía una relación muy tirante con la tía del niño. Ella
lo había criado junto a dos caballeros. Uno le había dado el apellido… Y así
fue como tuve la decisión más difícil. ¿Qué hacer con Nicolay? Aunque todos los
casos que involucran niños son decisiones difíciles. Sientes que tienes su futuro
en tus manos, y a veces… hasta la vida. Recordé por segundos a Oliversen… Se
había suicidado por una mala decisión de la justicia. Cierto que no fue mi
culpa. El maldito juez que reemplazó al querido Hermansen que había fallecido.
Sin embargo, por mucho tiempo, sentí que podía haber hecho algo más para salvar
la vida de aquel chico delincuente, que solo deseaba una nueva oportunidad.
—Defensor
–Sebastien extendió su mano y la estreché al llegar a él.
—Señor
Craig, un gusto volverlo a ver.
—Igualmente.
Le presento a Scarlet y Lenya, mis hermanos. Y a sus parejas respectivas, Liz y
Grigorii.
—Un
gusto.
—Igualmente
–respondieron.
Grigorii
entrecerró los ojos al mirarme con media sonrisa.
—Cierto,
lo conozco. Secuestrador de menores –rio.
—Bueno,
intenté salvar a Elvis de las garras de una familia violenta.
—Lo
sé, el comisario me puso al tanto.
—¿Nicolay?
Prometió visitarme. Dígale que siempre lo recuerdo.
—Ha
vivido últimamente en la Isla del Oso.
Arquee
una ceja.
—No
se preocupe, uno de mis hijos y su tía Ekaterina lo cuidaron muy bien. Kirkenes
fue un peligro para su vida.
—Buen
tino de su parte. ¿Sus estudios?
—Continuarán
en Kirkenes. Así estará cerca de todos los que ama.
—Me
parece bien. Por lo visto a limado asperezas con quienes lo criaron.
—Así
es, estoy feliz de haberlo logrado, y mi esposa también. Veo que no pierde su
vocación aún fuera de Tribunales –sonrió.
Reí.
—Es
verdad, lo siento si parezco un policía.
—En
absoluto, no me molesta. Aunque… también tengo que hacerle algunas preguntas.
¿Es posible?
—Por
supuesto, ¿qué necesita saber?
Sus
ojos se desviaron a Bua.
—Tengo
entendido que la chica Fjellner y usted han comenzado una relación sentimental.
—Así
es, ya hace tiempo, sí…
—Okay…
Sé que siendo Defensor habrá vivido situaciones y hechos imposibles de creer.
—No
tiene idea.
—Mmm…
Iré al grano. He hablado con un viejo amigo, Bernardo es su nombre. Él me ha
puesto al tanto de la decisión de Bua con respecto a usted. No es que seamos un
montón de personas chismosas pero a esta altura, imagino que sabrá que me
involucra.
—Lo
sé. Puede confiar en mí. No habrá problema con su secreto.
—Créame
que me asombra que lo haya tomado tan natural.
—No.
No fue así al principio. Pero amo a Bua. El amor todo lo puede.
—Sí…
doy fe.
—Okay,
dígale a Nicolay que lo espero en casa junto a Dalila, mi perra. Le encantará
el parque para jugar, y también conocerá a mi madre. Estoy seguro que le agradará.
—Prometo
llevarlo en cuanto me organice. ¿Su casa no se vio afectada por la catástrofe?
—Nos
salvamos por poco. El tsunami no llegó.
Movido
por algún motivo, quizás agradecimiento, mis ojos fueron a la bella rubia. Su
iris verde profundo se clavó en mi rostro.
—Cierto,
el tsunami… Gracias.
Ella
inclinó la cabeza y sonrió. Sebastien continuó.
—No
puedo decir lo mismo de mi hogar. La lava nos alcanzó.
—Oh…
¡Cuánto lo siento! ¿Pudo recuperar algo?
—Muy
poco.
—¿Y
dónde viven?
—En
la cabaña de un amigo. Es grande y cómoda pero estoy buscando un nuevo hogar.
Si sabe de alguna propiedad en la ciudad, por favor, avíseme.
—Por
supuesto. Regreso con Bua, fue un placer.
—Igualmente.
—Envíele
mis cariños a Nicolay.
—Se
los daré.
Chelle.
Nervioso
es poco, aterrado no sería la palabra. Había deseado este momento con Mike.
Creo que lo soñé desde que supe que lo que sentía por él era amor genuino.
Genuino, sí. De lo contrario no hubiéramos ganado todas las batallas que habían
surgido a nuestro paso. Pienso que la peor, fue que Mike volviera a creer en
mí. Que entendiera que mi hermana, asesina de su padre, no tenía nada que ver
con mi esencia. Por supuesto que también tuve que vencer el miedo a estar cerca
de un lobo. Sonaría ridículo para cualquier vampiro, y aún no logro entender
por qué me agobiaba ese temor. Pero quizás si no hubiera sido así, nuestro
encuentro no hubiera sido tan especial.
Aún
lo recuerdo como si fuera hoy. El aula 17… Escribía en el pizarrón una fórmula
cuando escuché su “buenas tardes” seco y cortante. El aroma de lobo inconfundible,
que me paralizó. Debía seguir la clase y así fue. Deseando que culminara la
hora y los alumnos abandonaran el aula. Por supuesto, partieron, todos… menos él. Justo él. Justo él
y esa pregunta con sorna. “¡Qué extraño! ¿Un vampiro dando clase?” Entonces con
una fuerza que no supe de donde surgió, le contesté, “también es extraño tener
un lobo de alumno.” Y sonrió, levemente. Sin embargo, bastó para que temblara
de pies a cabeza. No sé cuán evidente era mi malestar. De hecho, me preguntó de
inmediato, “¿me tiene miedo profesor?” ¡Qué atrevido! ¡Qué insolente fue! Me
enojé mucho, no sé a estas alturas si con él, o conmigo mismo por ser tan
idiota.
Una
palmada suave en el hombro me sacó de aquel recuerdo. Era Tim, el nuevo chaman
y reciente amigo.
—¿Estás
listo? –sonrió.
—Desde
hace tiempo.
Se
acercó al altar y lo seguí.
Recién
cuando faltarían unos diez metros, lo vi… Mike estaba esperándome junto al
púlpito. Lucía…increíble, como ese día. Me felicité de haberme puesto la camisa
y pantalón que vestía ese día que nos conocimos. Evidentemente teníamos
trasmisión de pensamiento. Pensé que le gustaría verme así, y él… Había pensado
lo mismo. Éramos dos almas gemelas, no cabía duda.
La
ceremonia que dirigió Tim fue excelente. Quizás no lo sería para los
Huilliches, o para los Craig, pero sí para los lobos. Mike era uno de ellos. Y
yo hace tiempo que pertenecía a esa manada, sin ser un licántropo. ¿Cómo
explicarlo? No dejaría nunca de ser un vampiro, ni de pertenecer a esa estirpe
tan valiosa que honraron mis padres y ancestros. Sí, aunque mi hermana lo
hubiera manchado de oscuridad. Sin embargo, ese grupo de seres que vivían en la
reserva de un bosque, que trabajaban para tener un futuro mejor, que vivían
bajo reglas de convivencia y lealtad, me habían hecho un lugar. Entre los
lobos, encontré amigos, una nueva familia, y al amor de mi vida. Sin olvidar
jamás de dónde había venido, mi corazón también les pertenecía. Por gratitud y
amor. Aunque habría alguno que aún no le gustaba mi presencia, por ejemplo
Hauk. Pero solo el tiempo les demostraría que también era fiel a ellos, que los
admiraba y los quería.
Si
tuviera que hablar de nuestra boda fue como cualquier pareja enamorada que se
casa. Salvo… Por alguna sorpresa que juro nunca hubiera esperado.
Cuando
Tim pidió los anillos, Charles se acercó con un estuche pequeño de madera
labrada. Mike la cogió y abrió. Habíamos quedado que él se encargaría de los
anillos y así se fue. Dio unos pasos hacia mí y extendí la mano izquierda.
Según la tradición, el anillo se lleva
en la mano derecha si estás comprometido. A partir de la boda se lleva en el
dedo anular de la izquierda, cerca del corazón.
Observé
el anillo confeccionado en piedra y madera. Un artesano había hecho una joya
con materiales de la naturaleza.
—Me
encanta –sonreí mientras Mike lo deslizaba.
—Son
materiales de este bosque. De este lugar que ya es tuyo.
Sonreí
y le di un beso en los labios.
—¡Todavía
no pueden besarse! –se escuchó un grito desde los invitados.
Reímos.
De
inmediato observé que no había otro anillo en el estuche. Lo miré y luego a
Tim.
Tim
susurró.
—¿Te
olvidaste el otro anillo?
Mike
sonrió e hizo seña a Charles. Él quitó de su bolsillo del traje otro estuche.
Este era de terciopelo rojo. Pero no me lo entregó de inmediato. Lo acercó a mí
y lo abrió.
Mi
corazón se detuvo. El impacto que había producido ver la cadena y el dije fue
demoledor. Fueron segundos que pasé del asombro a la felicidad. Una mezcla de
sensaciones maravillosas. Mis ojos se humedecieron de emoción, sobre todo al
escuchar a Charles.
—Ellos
lo hubieran querido.
—Lo
sé.
Mike
me miró con ese amor que le salía por cada poro.
—¿Y?
¿Soy digno de llevarla?
—Por
supuesto –reí—. Nadie mejor que tú.
Retiré
la cadena del estuche, y el dije de la serpiente Huilliche se balanceó en el
aire. Me acerqué y rodee su cuello, sintiendo ese perfume a clorofila que
amaba. Lo prendí a la altura de la nuca y me alejé para observarlo.
—Te
queda maravillosa.
—Gracias.
Ahora también pertenezco a tu estirpe.
Un
portazo fuerte se escuchó. Alguien había abandonado el salón. Sabía de quien se
trataba. Y lo entendía. Algún día Hauk comprendería que yo no era como Vilu.
Nadie de mi familia era como ella. Nunca hubieran aprobado su crimen. Solo
esperaba que tarde o temprano ella pagara por tanto daño. ¿Yo haría justicia?
Quién podría saberlo.
Douglas.
La
boda de Mike y Chelle fue muy linda y emotiva. Por supuesto, no tuvo las
dimensiones de lujo que estábamos acostumbrados los Craig o los Gólubev. Pero
que eso que más daba. El lujo en las fiestas de casamiento, jamás indicaría
seguridad en la felicidad de los contrayentes. Podía jurar que Chelle y Mike
serían felices. Es cierto, uno nunca sabe que puede acontecer, pero ellos
merecían ser una pareja de éxito. Tanto habían luchado para llegar a estar
juntos. Hasta pudieron vencer los demonios de cada uno. Todos tenemos sombras y
luces dentro de nosotros.
También
tuve que luchar con mis demonios para llegar a Marin. Personas que intentaron
separarnos y que en algún momento lograron captarnos. Sobre todo Camile. No la
había visto en la fiesta. Claro que no la invitarían. Era un ser que lejos de
desearte el bien, haría lo imposible por tu infortunio. También competí contra
Carl…Pero Carl no se parecía a su prima. Al margen que sus aires de grandeza
eran insoportables, sumado el odio hacia mí, convertían un peligroso combo.
Sentado
junto a Marin, Anouk, Drank, y algunos lobos, giré mi cabeza para contemplarlo.
Carl conversaba animadamente con Miyo Sherpa. Se habían hecho muy buenos
amigos. ¿Quién lo hubiera dicho? Esa amistad seguramente habría cambiado su
forma de pensar. Aunque creo, que él comenzó a reaccionar desde aquel hecho
horrible en el cual quiso quitarse la vida. Lo recuerdo como si fuera hoy…Yo,
su enemigo, salvándole la vida. Se habría preguntado porque me molesté en
hacerlo. ¿Acaso su muerte no hubiera sido allanarme el camino? ¿Acaso no
hubiera sido para mí una gran alegría? Y no, no hubiera sido una alegría.
Ninguna muerte es dicha para otro ser, aunque éste sea tu rival. Uno desea
luchar con armas limpias. Que él se hubiera suicidado no indicaba mi triunfo.
Creo que ese día lo entendió.
Anouk
acarició su vientre y sonrió.
—Estoy
deseando conocer a mi bebé.
—Ya
estará con nosotros en cuanto menos lo creas –dijo Drank.
—Será
maravilloso –acotó Marin.
Iba
apoyar lo dicho por mi amada pero algo me detuvo y solo sonreí. Un pensamiento
no tan feliz invadió mi mente. Un lobo, una vampiresa… El niño nacería con
problemas. Desee que la genética se equivocara en este caso. Porque lo había
padecido. Quizás Natasha Gólubev encontraría el secreto para contrarrestar el
error en la cadena de ADN. Por el momento solo cabía esperar.
Lenya.
Camino
a casa los faros del coche iluminaban el camino. Iba de copiloto, Sebastien
conducía. Las chicas con Charles iban en los asientos de atrás, conversando
todo el tiempo sobre la sencilla pero hermosa boda de Chelle.
Mis
ojos se desviaron a esos picos que se alzaban detrás de los pinos. El hogar de
mi padre y sus guerreros. Ahora, lo cubriría un silencio perpetuo. Nadie
habitaba ya las cumbres. Todos poco a poco las habían abandonado. Sin embargo,
quizás, allí permanecerían los ecos de aquellas voces que alguna vez llenaron
cada cueva, cada escondite de nuestra raza. Quizás… alguna que otra sombra proveniente
de un espíritu recorrería con nostalgia cada rincón. ¿Cómo hubiera sido mi
infancia o adolescencia en ese hogar? Nunca lo sabría. Pero lo que sí sabía,
que había sido un Craig desde el primer día de mi existencia, aún en Rusia. Que
mi padre me había amado con todo el corazón. Que les hice falta, al igual que a
Sebastien, que a Scarlet, y a Charles. Ahora estaba con ellos. De nada servía
lamentarme que Adrien Craig ya no estaba entre nosotros. Porque lo llevaba
dentro del corazón.
Llegamos
al fin a la explanada. En lo alto, tras el corto tramo que debíamos hacer a
pie, la casa de Charles se veía toda iluminada, rodeada de cipreses. Bajamos
del coche. El perfume a resina nos rodeaba. Las primeras nevadas ya nos habían
visitado y hacía del paisaje una hermosa postal.
Sebastien
me detuvo.
—Aguarda.
—¿Qué
ocurre?
—Nada
malo, solo que vienes tan distraído que aún no te has dado cuenta. Pero mejor.
Eso quiere decir que a Charles y a Liz no se les ha escapado la sorpresa.
—¿Sorpresa?
—¿No
confiabas en nosotros? –rio Liz.
—¿De
qué hablan?
Mira
el balcón, a la derecha. ¿No distingues nada?
Di
varios pasos y me detuve. La luz de los faroles de la terraza me ocultaba parte
del balcón. Aun así, pude ver una silueta apoyada en el balcón. De pronto, un
grito.
—¡Ey!
¡Ya te olvidaste de mí!
Mi
boca se abrió. Es cierto que el rostro no podía distinguirse, pero su voz… Su
voz la hubiera reconocido entre miles.
—¡Rodion!
¡Por los infiernos! ¡Rodion!
Y
corrí hacia él.