INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

jueves, 13 de marzo de 2025

 Queridos lectores, lamento la demora en subir un nuevo capítulo. Estoy trabajando en la publicación del primer libro de los Craig, y me lleva tiempo. Pero no voy a dejar de publicar capítulos de Miel, canela, y ámbar. Solo téngame paciencia. Los quiero mucho. Gracias por estar aquí. Miles de besos. Lou.


Capítulo 63.

Boda por fin.

 

Mike.

 

Miré el reloj redondo en la mesa de luz de Kristoff. Iba un poco atrasado pero estaba seguro que a Chelle no le molestaría esperar por mí. Tampoco me hubiera importado esperar por él.

 

Cogí la sudadera negra con capucha y me vestí. Kristoff me observó sentado en la cama.

 

—¿Qué tal? ¿Luzco bien?

—Claro, eres el lindo de la familia, siempre luces como modelo.

—Calla, eres mi hermano, no exageres.

—No te preocupes no se lo diré a Chelle, aunque creo que ya debe saber que tienes a todas las hormonas de la Universidad tras de ti.

 

Reí.

 

—Tú también tienes lo tuyo, no te hagas el humilde.

—No soy feo… pero bueno, tú sabes, lo de la cadera no me hace lucir atractivo. De hecho mi chica me dejó.

—Tu chica te dejó porque es idiota, no sabe valorarte. Verás que encontrarás una loba que te haga feliz.

—No tiene por qué ser una loba, digo… Mira tú, a punto de casarte con un vampiro.

—Ey –sonreí—. No te hacía tan liberal.

—Aquí el único retrógrado es Hauk, lo sabes.

—Sí, lo sé. Le disgustan los humanos, los vampiros, y sobre todo Chelle. Pero me da igual.

 

Unos golpecitos en la puerta nos interrumpieron.

 

—¿Quién?

—Yo, mamá. ¿Puedo pasar?

—Adelante.

 

Mi madre abrió la puerta lentamente y dejó ver su maravilloso atuendo. Un vestido en negro al estilo sami, con solapas coloridas, y bordados en ocre. Su alto peinado la convertía en una dama muy distinguida.

 

—¡Mamá! Estás muy bella, ¿vas a una boda? –reí.

—Oh sí, una muy especial –avanzó sin dejar de estudiar mis jeans y sudadera de arriba a abajo—. Pero tú… ¿No te has vestido? ¡Mike! Llegarás tarde. Eres el novio.

—Oh oh… —murmuró mi hermano—. Ahora viene lo bueno.

—Mamá, ya estoy vestido. Iré así.

—¿Es una broma? Dime que estás jugando conmigo.

 

Negué con la cabeza y la abracé.

 

—Iré así. Porque así me conoció. ¿No es una idea brillante?

—Siii, es súper –rio Kristoff.

—Mike, por todos los cielos, es tu boda, mira como me he vestido. ¡Por favor! ¡Ponte algo adecuado!

—Mamá no se cambiará, lo sabes.

—Cierto, no me cambiaré.

—¡Mike! ¿Qué haré yo vestida de gala?

—Tú estás bien. Mira, Kristoff está de traje.

—¡Pero eres el novio! Creo que me va a dar un ataque de nervios. ¿Qué dirán tus amigos, tu familia, los Craig?

—Dirán, que tengo una bella madre.

—¡Por el gran Gumpe!

 

En ese instante Bua entró a la habitación.

 

—¡Guau! Mamá estás hermosa.

—Gracias, tú también. Pero tu hermano…

 

Me observó y sonreí.

 

—Mmm, ¿es como lo conociste?

—Exacto, ¿ves mamá? Ella entiende de qué va.

—¡Lo que va es un traje de boda, Mike!

—No me cambiaré, mamá. Ya soy adulto.

—¿En serio? A veces lo dudo.

—Ya mamá, déjalo. Es feliz así, es lo que importa. Ven, ya llegó Asgard y Neeja. Ven Kristoff, vamos a ubicarnos en el salón.

—Okay.

—No te demores, Mike. El novio puede arrepentirse.

—¡Graciosa! Jamás.

 

Asgard.

 

Nos sentamos junto a Bua y Gina en los bancos, cerca de un improvisado y bello altar. Mi madre conversaba con Gina y ambas parecían muy contentas. Bua encerró su mano en la mía y besó mi mejilla.

 

—¡Qué hermosa estás!

—Tú también.

 

Sus ojos se apartaron de mí para dirigirse al sector donde estaban sentados los niños. Sabía que buscaba a Elvis. Era muy protectora y excelente mamá. Lo vimos conversar y reír con varios niños. Niños lobo, sí… ¡Quién hubiera imaginado! Pude apreciar que no hallaba diferencia entre ellos y Elvis. Eran niños, simplemente eso. Salvo una niña que se destacaba con un pequeño lobo en la falda. No solo por su cabello ensortijado y cobre, sino por la forma que miraba al resto de los niños. Parecía custodiarlos con ternura. No le hubiera dado la edad que probablemente tendría. Quizás parecía un adulto, seguro de sí mismo.

 

—Es Gloria, la futura alfa de la manada –susurró Bua.

—¿En serio?

—¿Cómo lo saben?

—Largo de explicar, prometo te lo contaré regreso a casa.

—Okay, y… ¿esta boda es una reunión solo de lobos?

—Sí –giró su rostro hacia la puerta principal cuando esta se abría—. Y de vampiros.

 

Giré mi cabeza con disimulo y los vi entrar.

 

Sebastien Craig, lucía impecable con traje oscuro. Su porte lo decía todo. Un ser poderoso y seguro, tras un rostro amable y gentil. Me descubrió entre el público y sonrió con un asentimiento de cabeza. Tras él entró una joven, la había visto alguna vez. Su hermana. Bua era muy bella pero la joven no se quedaba atrás. Aunque sus rasgos no eran como mi amada. Creo que el color de sus ojos, convertían su mirada en dos glaciares. Se veía distante y definitivamente especial. Salvo, cuando dirigió sus ojos al hombre que la acompañaba. De inmediato lo reconocí. El oficial Grigorii Petrov,  mano derecha de mi amigo Vikingo. Tras ella una pareja, una joven de cabello largo y rubio. Tomada de la mano de un hombre de cabello oscuro y rasgos marcados.

 

—Ella es Liz y Lenya Craig.

 

Volví la vista a Bua.

 

—Todos vampiros, ¿verdad?

—Exacto. La pareja de Liz, la primera joven que entró, y Sebastien, son los hijos de Adrien Craig. Líder de los vampiros.

—Ah… Hay un líder… Sí, se notan diferentes.

—De Liz, puedo decirte que se habla mucho sobre sus dones.

—¿Dones?

—Sí. Dicen que domina los mares con solo su orden. De hecho, detuvo el tsunami para que no hiciera estragos en la ciudad.

—¡Caramba! ¡Qué diminuto me siento! Me preocupa si saldré vivo de aquí.

 

Rio.

 

—Descuida, hay leyes que deben cumplir. Los Craig no han permanecido centenas de años por ser descuidados. También hay alguien muy especial entre ellos. ¿Lo ves? El señor mayor que habla con Chelle.

—Oh sí. Se ve amable y sonriente.

—Es Charles, mayordomo de los Craig. Aunque lo menos que es, es un mayordomo. Es un fiel amigo de la familia. Mataría por ellos.

—Y… ya que lo mencionas, ¿lo ha hecho?

—Sí, asesinó a Christopher Saadi. Un lobo malvado que secuestro a Douglas Craig por venganza y racismo, cuando el aún era un joven ciego.

—¿Racismo? Douglas Craig es hijo de Sebastien.

—Sebastien es vampiro y la madre de Douglas es una loba. Él no admitía esa mezcla de razas no puras.

—Vaya, pensé que algunos humanos eran los únicos despreciables.

—Pues no, la maldad existe en todas las razas.

—¿Cómo recuperó la vista Douglas?

—Pero que preguntón está mi hijo, ¿no? –Neeja sonrió.

 

Reímos.

 

—Prometo contarle todo lo que necesite saber.

—Me parece bien, en una pareja no debe haber secretos. Aunque queridos míos la boda está por comenzar. Y es algo que imagino, no deberían perder detalle. Es todo tan maravilloso. El amor es maravilloso.

 

—Cierto, mamá. Aunque no ha llegado el párroco.

 

Bua rio.

 

—No hay párroco. Ayer se han casado por Civil y hoy los bendice Tim, chamán recién recibido.

—Vaya… ¿Dónde se reciben de chamanes?

—En la tribu que les pertenece por ascendientes –interrumpió mi madre.

—Neeja, ¿me contarás más sobre tu vida en la India? –Bua la miró entusiasmada.

—¡Por supuesto!

—¿Sabes? Me gustaría saludar a Sebastien y preguntar por Nicolay –me puse de pie—. Hace tiempo que no lo veo.

—Pero no te tardes, la boda debe estar por comenzar.

—No tardo.

 

Me levanté y fui haciéndome lugar entre los invitados. A medida que me acercaba al grupo de vampiros, pareció intuir mi intención. Desvió la vista hacia mí y sonrió.

 

Tiempo había transcurrido desde aquella primera vez que lo conocí. Cuando el niño Nicolay tenía una familia y un apellido diferente al que portaba. Nicolay Smirnov. Sebastien mantenía una relación muy tirante con la tía del niño. Ella lo había criado junto a dos caballeros. Uno le había dado el apellido… Y así fue como tuve la decisión más difícil. ¿Qué hacer con Nicolay? Aunque todos los casos que involucran niños son decisiones difíciles. Sientes que tienes su futuro en tus manos, y a veces… hasta la vida. Recordé por segundos a Oliversen… Se había suicidado por una mala decisión de la justicia. Cierto que no fue mi culpa. El maldito juez que reemplazó al querido Hermansen que había fallecido. Sin embargo, por mucho tiempo, sentí que podía haber hecho algo más para salvar la vida de aquel chico delincuente, que solo deseaba una nueva oportunidad.

 

—Defensor –Sebastien extendió su mano y la estreché al llegar a él.

—Señor Craig, un gusto volverlo a ver.

—Igualmente. Le presento a Scarlet y Lenya, mis hermanos. Y a sus parejas respectivas, Liz y Grigorii.

—Un gusto.

—Igualmente –respondieron.

 

Grigorii entrecerró los ojos al mirarme con media sonrisa.

 

—Cierto, lo conozco. Secuestrador de menores –rio.

—Bueno, intenté salvar a Elvis de las garras de una familia violenta.

—Lo sé, el comisario me puso al tanto.

—¿Nicolay? Prometió visitarme. Dígale que siempre lo recuerdo.

—Ha vivido últimamente en la Isla del Oso.

 

Arquee una ceja.

 

—No se preocupe, uno de mis hijos y su tía Ekaterina lo cuidaron muy bien. Kirkenes fue un peligro para su vida.

—Buen tino de su parte. ¿Sus estudios?

—Continuarán en Kirkenes. Así estará cerca de todos los que ama.

—Me parece bien. Por lo visto a limado asperezas con quienes lo criaron.

—Así es, estoy feliz de haberlo logrado, y mi esposa también. Veo que no pierde su vocación aún fuera de Tribunales –sonrió.

 

Reí.

 

—Es verdad, lo siento si parezco un policía.

—En absoluto, no me molesta. Aunque… también tengo que hacerle algunas preguntas. ¿Es posible?

—Por supuesto, ¿qué necesita saber?

 

Sus ojos se desviaron a Bua.

 

—Tengo entendido que la chica Fjellner y usted han comenzado una relación sentimental.

—Así es, ya hace tiempo, sí…

—Okay… Sé que siendo Defensor habrá vivido situaciones y hechos imposibles de creer.

—No tiene idea.

—Mmm… Iré al grano. He hablado con un viejo amigo, Bernardo es su nombre. Él me ha puesto al tanto de la decisión de Bua con respecto a usted. No es que seamos un montón de personas chismosas pero a esta altura, imagino que sabrá que me involucra.

—Lo sé. Puede confiar en mí. No habrá problema con su secreto.

—Créame que me asombra que lo haya tomado tan natural.

—No. No fue así al principio. Pero amo a Bua. El amor todo lo puede.

—Sí… doy fe.

—Okay, dígale a Nicolay que lo espero en casa junto a Dalila, mi perra. Le encantará el parque para jugar, y también conocerá a mi madre.  Estoy seguro que le agradará.

—Prometo llevarlo en cuanto me organice. ¿Su casa no se vio  afectada por la catástrofe?

—Nos salvamos por poco. El tsunami no llegó.

 

Movido por algún motivo, quizás agradecimiento, mis ojos fueron a la bella rubia. Su iris verde profundo se clavó en mi rostro.

 

—Cierto, el tsunami… Gracias.

 

Ella inclinó la cabeza y sonrió. Sebastien continuó.

 

—No puedo decir lo mismo de mi hogar. La lava nos alcanzó.

—Oh… ¡Cuánto lo siento! ¿Pudo recuperar algo?

—Muy poco.

—¿Y dónde viven?

—En la cabaña de un amigo. Es grande y cómoda pero estoy buscando un nuevo hogar. Si sabe de alguna propiedad en la ciudad, por favor, avíseme.

—Por supuesto. Regreso con Bua, fue un placer.

—Igualmente.

—Envíele mis cariños a Nicolay.

—Se los daré.

 

 

Chelle.

 

Nervioso es poco, aterrado no sería la palabra. Había deseado este momento con Mike. Creo que lo soñé desde que supe que lo que sentía por él era amor genuino. Genuino, sí. De lo contrario no hubiéramos ganado todas las batallas que habían surgido a nuestro paso. Pienso que la peor, fue que Mike volviera a creer en mí. Que entendiera que mi hermana, asesina de su padre, no tenía nada que ver con mi esencia. Por supuesto que también tuve que vencer el miedo a estar cerca de un lobo. Sonaría ridículo para cualquier vampiro, y aún no logro entender por qué me agobiaba ese temor. Pero quizás si no hubiera sido así, nuestro encuentro no hubiera sido tan especial.

 

Aún lo recuerdo como si fuera hoy. El aula 17… Escribía en el pizarrón una fórmula cuando escuché su “buenas tardes” seco y cortante. El aroma de lobo inconfundible, que me paralizó. Debía seguir la clase y así fue. Deseando que culminara la hora y los alumnos abandonaran el aula. Por supuesto,  partieron, todos… menos él. Justo él. Justo él y esa pregunta con sorna. “¡Qué extraño! ¿Un vampiro dando clase?” Entonces con una fuerza que no supe de donde surgió, le contesté, “también es extraño tener un lobo de alumno.” Y sonrió, levemente. Sin embargo, bastó para que temblara de pies a cabeza. No sé cuán evidente era mi malestar. De hecho, me preguntó de inmediato, “¿me tiene miedo profesor?” ¡Qué atrevido! ¡Qué insolente fue! Me enojé mucho, no sé a estas alturas si con él, o conmigo mismo por ser tan idiota.

 

Una palmada suave en el hombro me sacó de aquel recuerdo. Era Tim, el nuevo chaman y reciente amigo.

 

—¿Estás listo? –sonrió.

—Desde hace tiempo.

 

Se acercó al altar y lo seguí.

 

Recién cuando faltarían unos diez metros, lo vi… Mike estaba esperándome junto al púlpito. Lucía…increíble, como ese día. Me felicité de haberme puesto la camisa y pantalón que vestía ese día que nos conocimos. Evidentemente teníamos trasmisión de pensamiento. Pensé que le gustaría verme así, y él… Había pensado lo mismo. Éramos dos almas gemelas, no cabía duda.

 

La ceremonia que dirigió Tim fue excelente. Quizás no lo sería para los Huilliches, o para los Craig, pero sí para los lobos. Mike era uno de ellos. Y yo hace tiempo que pertenecía a esa manada, sin ser un licántropo. ¿Cómo explicarlo? No dejaría nunca de ser un vampiro, ni de pertenecer a esa estirpe tan valiosa que honraron mis padres y ancestros. Sí, aunque mi hermana lo hubiera manchado de oscuridad. Sin embargo, ese grupo de seres que vivían en la reserva de un bosque, que trabajaban para tener un futuro mejor, que vivían bajo reglas de convivencia y lealtad, me habían hecho un lugar. Entre los lobos, encontré amigos, una nueva familia, y al amor de mi vida. Sin olvidar jamás de dónde había venido, mi corazón también les pertenecía. Por gratitud y amor. Aunque habría alguno que aún no le gustaba mi presencia, por ejemplo Hauk. Pero solo el tiempo les demostraría que también era fiel a ellos, que los admiraba y los quería.

 

Si tuviera que hablar de nuestra boda fue como cualquier pareja enamorada que se casa. Salvo… Por alguna sorpresa que juro nunca hubiera esperado.

 

Cuando Tim pidió los anillos, Charles se acercó con un estuche pequeño de madera labrada. Mike la cogió y abrió. Habíamos quedado que él se encargaría de los anillos y así se fue. Dio unos pasos hacia mí y extendí la mano izquierda. Según la tradición, el anillo  se lleva en la mano derecha si estás comprometido. A partir de la boda se lleva en el dedo anular de la izquierda, cerca del corazón.

 

Observé el anillo confeccionado en piedra y madera. Un artesano había hecho una joya con materiales de la naturaleza.

 

—Me encanta –sonreí mientras Mike lo deslizaba.

—Son materiales de este bosque. De este lugar que ya es tuyo.

 

Sonreí y le di un beso en los labios.

 

—¡Todavía no pueden besarse! –se escuchó un grito desde los invitados.

 

Reímos.

 

De inmediato observé que no había otro anillo en el estuche. Lo miré y luego a Tim.

 

Tim susurró.

 

—¿Te olvidaste el otro anillo?

 

Mike sonrió e hizo seña a Charles. Él quitó de su bolsillo del traje otro estuche. Este era de terciopelo rojo. Pero no me lo entregó de inmediato. Lo acercó a mí y lo abrió.

 

Mi corazón se detuvo. El impacto que había producido ver la cadena y el dije fue demoledor. Fueron segundos que pasé del asombro a la felicidad. Una mezcla de sensaciones maravillosas. Mis ojos se humedecieron de emoción, sobre todo al escuchar a Charles.

 

—Ellos lo hubieran querido.

—Lo sé.

 

Mike me miró con ese amor que le salía por cada poro.

 

—¿Y? ¿Soy digno de llevarla?

—Por supuesto –reí—. Nadie mejor que tú.

 

Retiré la cadena del estuche, y el dije de la serpiente Huilliche se balanceó en el aire. Me acerqué y rodee su cuello, sintiendo ese perfume a clorofila que amaba. Lo prendí a la altura de la nuca y me alejé para observarlo.

 

—Te queda maravillosa.

—Gracias. Ahora también pertenezco a tu estirpe.

 

Un portazo fuerte se escuchó. Alguien había abandonado el salón. Sabía de quien se trataba. Y lo entendía. Algún día Hauk comprendería que yo no era como Vilu. Nadie de mi familia era como ella. Nunca hubieran aprobado su crimen. Solo esperaba que tarde o temprano ella pagara por tanto daño. ¿Yo haría justicia? Quién podría saberlo.

 

Douglas.

 

La boda de Mike y Chelle fue muy linda y emotiva. Por supuesto, no tuvo las dimensiones de lujo que estábamos acostumbrados los Craig o los Gólubev. Pero que eso que más daba. El lujo en las fiestas de casamiento, jamás indicaría seguridad en la felicidad de los contrayentes. Podía jurar que Chelle y Mike serían felices. Es cierto, uno nunca sabe que puede acontecer, pero ellos merecían ser una pareja de éxito. Tanto habían luchado para llegar a estar juntos. Hasta pudieron vencer los demonios de cada uno. Todos tenemos sombras y luces dentro de nosotros.

 

También tuve que luchar con mis demonios para llegar a Marin. Personas que intentaron separarnos y que en algún momento lograron captarnos. Sobre todo Camile. No la había visto en la fiesta. Claro que no la invitarían. Era un ser que lejos de desearte el bien, haría lo imposible por tu infortunio. También competí contra Carl…Pero Carl no se parecía a su prima. Al margen que sus aires de grandeza eran insoportables, sumado el odio hacia mí, convertían un peligroso combo.

 

Sentado junto a Marin, Anouk, Drank, y algunos lobos, giré mi cabeza para contemplarlo. Carl conversaba animadamente con Miyo Sherpa. Se habían hecho muy buenos amigos. ¿Quién lo hubiera dicho? Esa amistad seguramente habría cambiado su forma de pensar. Aunque creo, que él comenzó a reaccionar desde aquel hecho horrible en el cual quiso quitarse la vida. Lo recuerdo como si fuera hoy…Yo, su enemigo, salvándole la vida. Se habría preguntado porque me molesté en hacerlo. ¿Acaso su muerte no hubiera sido allanarme el camino? ¿Acaso no hubiera sido para mí una gran alegría? Y no, no hubiera sido una alegría. Ninguna muerte es dicha para otro ser, aunque éste sea tu rival. Uno desea luchar con armas limpias. Que él se hubiera suicidado no indicaba mi triunfo. Creo que ese día lo entendió.

 

Anouk acarició su vientre y sonrió.

 

—Estoy deseando conocer a mi bebé.

—Ya estará con nosotros en cuanto menos lo creas –dijo Drank.

—Será maravilloso –acotó Marin.

 

Iba apoyar lo dicho por mi amada pero algo me detuvo y solo sonreí. Un pensamiento no tan feliz invadió mi mente. Un lobo, una vampiresa… El niño nacería con problemas. Desee que la genética se equivocara en este caso. Porque lo había padecido. Quizás Natasha Gólubev encontraría el secreto para contrarrestar el error en la cadena de ADN. Por el momento solo cabía esperar.

 

Lenya.

 

Camino a casa los faros del coche iluminaban el camino. Iba de copiloto, Sebastien conducía. Las chicas con Charles iban en los asientos de atrás, conversando todo el tiempo sobre la sencilla pero hermosa boda de Chelle.

 

Mis ojos se desviaron a esos picos que se alzaban detrás de los pinos. El hogar de mi padre y sus guerreros. Ahora, lo cubriría un silencio perpetuo. Nadie habitaba ya las cumbres. Todos poco a poco las habían abandonado. Sin embargo, quizás, allí permanecerían los ecos de aquellas voces que alguna vez llenaron cada cueva, cada escondite de nuestra raza. Quizás… alguna que otra sombra proveniente de un espíritu recorrería con nostalgia cada rincón. ¿Cómo hubiera sido mi infancia o adolescencia en ese hogar? Nunca lo sabría. Pero lo que sí sabía, que había sido un Craig desde el primer día de mi existencia, aún en Rusia. Que mi padre me había amado con todo el corazón. Que les hice falta, al igual que a Sebastien, que a Scarlet, y a Charles. Ahora estaba con ellos. De nada servía lamentarme que Adrien Craig ya no estaba entre nosotros. Porque lo llevaba dentro del corazón.

 

Llegamos al fin a la explanada. En lo alto, tras el corto tramo que debíamos hacer a pie, la casa de Charles se veía toda iluminada, rodeada de cipreses. Bajamos del coche. El perfume a resina nos rodeaba. Las primeras nevadas ya nos habían visitado y hacía del paisaje una hermosa postal.

 

Sebastien me detuvo.

 

—Aguarda.

—¿Qué ocurre?

—Nada malo, solo que vienes tan distraído que aún no te has dado cuenta. Pero mejor. Eso quiere decir que a Charles y a Liz no se les ha escapado la sorpresa.

—¿Sorpresa?

—¿No confiabas en nosotros? –rio Liz.

—¿De qué hablan?

 

Mira el balcón, a la derecha. ¿No distingues nada?

 

Di varios pasos y me detuve. La luz de los faroles de la terraza me ocultaba parte del balcón. Aun así, pude ver una silueta apoyada en el balcón. De pronto, un grito.

 

—¡Ey! ¡Ya te olvidaste de mí!

 

Mi boca se abrió. Es cierto que el rostro no podía distinguirse, pero su voz… Su voz la hubiera reconocido entre miles.

 

—¡Rodion! ¡Por los infiernos! ¡Rodion!

 

Y corrí hacia él.