INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

jueves, 9 de julio de 2020

¡Hola! De nuevo por aquí después de un tiempo de ausencia. Mil disculpas, no lograba cerrar el capítulo. A los que gozamos de imaginación también nos suele pasar.
Este capi habla de una enfermedad silenciosa pero grave. Si bien no se cura tan fácil como demostrará el capítulo quise ubicar al lector en lo que puede causar a veces los fracasos o desilusiones en la vida. Por otro lado tenemos a Thashy y sus visiones. Quizás entenderemos el porque de algunas escenas pasadas.
Que tengan buena semana. Un beso grande y gracias por comentar.


Capítulo 45.
Desánimo.

Mike.

Otro amanecer… Otro día sin ganas de nada. Ausencia de apetito, de no querer moverme de esta cama, de contemplar la vida de otros como transcurre a través de mi ventana. Y sigues ahí, inmóvil, sin dar un paso porque ya no te interesa. Poco a poco las voces rutinarias de tu hogar se vuelven lejanas. No cobra importancia lo que hablan o callan. Si bromean o discuten. Solo prestando atención al latido de tu corazón, metódico, uniforme, con la única señal de saber que estás vivo. ¿Para qué? No, no tienes la razón que justifique tu existencia. Quizás para algunos una pena exagerada que puedes dominar. Mentira, no tienes el control de tu tristeza porque de lo contrario saldría a vivir la cantidad de años que me faltarían disfrutar. De lo contrario no amargaría a mamá y a mis hermanos con mi proceder. De verdad que no podía mandar todo al diablo y decirme a mí mismo, “¡oye Mike, no es para tanto! Muchos se han quedado sin sus padres, los amores van y vienen. Te olvidarás de Chelle y volverás a enamorarte.”

Era horrible sentir culpa. Preguntarse, “¿se merecen lo que les estás haciendo por tu actuar?” “¿Merecen soportar que te hayas enamorado del hermano de la asesina de tu padre?” No, sabía que no se lo merecían. ¿Pero cómo hacer? Y como esa, miles de preguntas… ¿Por qué no lo escuchaste? ¿Por qué no esperaste la explicación? ¿Por qué gritarle tantas frases que le hicieron daño? ¿Por qué alejarlo si la única solución de poder con el pasado que nos unía era luchar juntos? Ahora estaba solo, con toda la culpa y la depresión.

El único aliciente era pensar en aquellos momentos con papá y que ya no se repetirían. Imaginar a Chelle a mi lado y lo divertido que era compartir las horas.  Buenos momentos del pasado. Sin embargo, los dos se lo habían llevado todo. No, miento. Chelle no se lo había llevado, yo lo había roto en pedazos y desechado. La culpa, siempre la culpa… Sumándole las noches que despertaba a todos a los gritos por pesadillas, a mi permanente negación a comer lo suficiente ante la insistencia de mi madre. La preocupación de Burnaby cuando tomaba la presión y me examinaba. Trataba de hablarme, de convencerme, totalmente en vano. Hasta sugirió un psiquiatra. ¿No lo entendía? Un psiquiatra no me devolvería a mi padre ni a Chelle.

Otro amanecer igual a tantos… En poco tiempo escucharía los golpes en la puerta y la voz de Bernardo preguntando sobre mi salud. La misma rutina, sin esperanza de que algo me movilizara y me hiciera reaccionar. Eso creí… Porque si alguien me hubiera dicho que él sin decir palabra, sin insistirme en que saliera del pozo, me ayudaría… No, no lo hubiera creído. Pero así fue.

Kristoff salió de darse una ducha y se vistió en silencio. Desde la cama lo observé… Se vistió con movimientos torpes debido a la parálisis de su pierna que siempre arrastraba. Cogió su mochila y guardó un abrigo. Contó el dinero de un bolsillo y apartó parte de el en el cajón de su mesa de luz. Había escuchado hace un rato que Vinter lo había llamado para ayudarlo en el taller. Tenía trabajo atrasado y seguramente repararían motores hasta la medianoche.

Antes de salir de la habitación me miró.

—Hasta luego, Mike. Nos vemos a la noche.
—Hasta luego –murmuré.

Apenas cerró la puerta me senté en la cama. Sabía que Bua había comenzado en una oficina del Congreso como administrativa por las mañanas de esa forma continuaría los estudios en horario vespertino. Gracias a Asgard  y sus contactos había presentado el curriculum y la habían aceptado. Sin embargo fue la imagen de mi hermano preparándose para salir a trabajar que me había conmovido. En su caso podía alegar que tenía mucha dificultad para salir a ayudar a mamá, pero no usó su problema físico para liberarse de lo que era imperioso hacer.

Me puse de pie y abrí la puerta hacia la sala. Mamá se asomó por la cocina.

—Mike, ¿quieres un chocolate caliente? Está haciendo frío.
—No, gracias mamá. Bua dejó un periódico antes de ayer, ¿sabes dónde está?
—Bajo la TV.

Lo cogí y me senté en el sofá con la imagen de Kristoff… vistiéndose y saliendo a trabajar…



Chelle.


Entré a la Universidad apresurado rumbo a Rectoría sin mirar el pasillo que daba a la puerta 17, mi aula. Bueno, ya no lo era. Todo lo que parecía que completaría mi mundo había desaparecido. Las clases, mis colegas amistosos, los alumnos, Mike…

Apenas golpee la puerta de roble una voz amable invitó a pasar.

—¡Profesor Ovensen!
—Buenas tardes, bueno casi noches.

Sonrió.

—Es verdad, ahora oscurece muy temprano. Por favor, coja asiento. Lo llamé porque necesito saber si estará disponible el próximo cuatrimestre.
—No tengo trabajo por el momento –me senté frente a ella.
—¡Genial! Oh… Perdón –sonrió—. No es que me alegra que no haya encontrado trabajo. Es que si estuviera ocupado sería un obstáculo para decirme que sí. Y… tengo una propuesta. No sé si recuerda algo le había comentado sobre el curso superior.
—Creo que no contarían con una docente.
—Exacto.
—Debería traer un curriculum para la materia a enseñar.
—No es necesario, profesor. Con sus antecedentes en tercer año me basta y sobra. Presentó su título de ingeniero así que la materia que debe dar está más que aprobada para usted.
—Gracias. Necesito trabajar.
—Y un docente como usted es lo que la Universidad necesita.
—Gracias Rectora.
—Comenzará en dos semanas y concluirá su curso en diciembre, antes de las fiestas. El pago por sus horas de clase será…
—No, está bien. No se preocupe. Tener trabajo ya es para no desperdiciar.

Quitó sus gafas, apoyó sus manos en el escritorio, y me observó preocupada.

—Profesor Ovensen… Le diré algo como consejo si me permite.
—Por supuesto.
—Usted vale mucho. Debe tener confianza en sí mismo y darse el lugar. Es ingeniero y un excelente docente, no debería aceptar cualquier pago por su tiempo.
—La necesidad tiene cara de hereje.

Sonrió apenada.

—Entiendo. Yo pagaré el precio de lo que significa tener un docente como usted en mi plantel.
—Muchas gracias.
—Se lo merece, nunca lo olvide. No estoy regalándole nada.

Un llamado a la puerta nos interrumpió.

—Disculpe, ¡adelante!

La puerta se abrió y el aroma a lobo me envolvió. Comencé a transpirar en milésimas de segundos, mi respiración se alteró… pero al escuchar la voz femenina mi pulso volvió a la normalidad.

—Rectora, buenas noches.
—Buenas noches, ¿que necesitas, querida?
—Soy Bua Fjellner. Hermana de Mike.

Giré mi cabeza y la contemplé. Creo que ni lo pensé. Escuché su apellido y fue como un choque eléctrico imposible de disimular. Ella me miró y abrió la boca como si fuera a decir algo pero calló y se dirigió a la rectora.

—Traigo una nota de mi hermano.

La extendió y la rectora la cogió.

—Es la renuncia formal al curso. Cree que a esta altura ya no habrá oportunidad para otro alumno pero al menos el profesor no tendrá falsas expectativas al no contarlo dentro de su curso.
—¿Por qué? –Preguntó ella compungida—. ¿Por qué su hermano abandona cuando apenas quedan dos semanas para finalizar el cuatrimestre? ¡Con las notas excelentes que ha obtenido!
—Yo… cumplo órdenes.

Levanté la vista del suelo y me puse de pie. Recogí la nota del escritorio.

—Disculpe el atrevimiento pero no acepte la renuncia, por favor.
—¡Me encantaría! Aunque si el joven está decidido no podré hacer nada. Debe presentarse al examen final en cinco días.
—No vendrá, Rectora. Conozco a mi hermano.
—Hablaré con él.

La loba me miró.

—Profesor Ovensen, sería magnífico que pudiera convencerlo –sonrió la Rectora.
—Lo intentaré.
—No creo sea buena idea –la loba me miró fijo y yo a ella.
—Llámeme cuando necesite que me presente al nuevo curso. Ahora, permítame hablar con la señorita. Si nos disculpa –señalé la puerta.
—¡Claro qué sí! Esperaré hasta mañana para la decisión.
—Gracias.

Salí de allí junto a la loba. Caminando por el pasillo ella rompió el silencio.

—Le agradezco la intención, sin embargo Mike no cambiara su parecer.
—Ya lo veremos. ¿Está afuera esperándola?
—No. Está en casa, encerrado en su habitación. Ahora bien –se detuvo y cruzó los brazos—, dígame como hará. ¿Atravesará la Reserva y golpeará la puerta de mi casa?

Guardé silencio.

—No, ¿verdad? Entonces, entrégueme la nota, usted y yo sabemos que no hará ese sacrificio por él.
—El sacrificio debió hacerlo él. Levantarse y seguir la vida, por él, por su familia. Ya que Mike si cuenta con ella.

La loba bajó la vista.

—Conté a mi hermano que esa asesina mató a sus propios padres.
—No quiero que me tenga lástima.
—Usted sabe que mi hermano no lo mueve la lástima, sino el amor.
—No voy a hablar del tema.
—¿Tiene miedo jugarse?
—Señorita, no sabe nada de esas cosas, es joven.
—Para que sepa sí sé. Soy una loba que un día de la noche a la mañana destruyó toda idea hipotética de su familia de verla casada con un lobo. Sin embargo, me enamoré de un humano y pienso vivir con él hasta el fin de mis días.
—Los nuestro es diferente.
—Claro, lo sé. Digamos que una hermana de Asgard no ha asesinado a nadie de mi familia, pero… eso no cambia que se hayan enamorado.
—Mike está confundido. Salió de un desengaño y me crucé en su camino.
—¿En serio cree lo que dice? Mike conoce varios machos apuestos e inteligentes. Pero algo tiene usted que no vio en los demás.
—Soy un vampiro.

Sonrió de lado.

—Si quiere pensar eso, lo entiendo. Está eligiendo el camino más fácil.
—Es mejor para los dos olvidar lo nuestro. Me dará la razón con el tiempo.
—¿Y si se equivoca? ¿Si deja pasar el tiempo y ya es tarde? Debo reconocer que es muy valiente para jugarse algo tan importante como el amor.
—Eres su hermana y comprendo que lo defiendas. Me lastimó, no me escuchó, me echó de su vida.

Su expresión cambio por una apenada.

—Por favor, discúlpelo. Es arrebatado, lo admito. Le pido que no lo dejé hundirse en la depresión.
—No es depresión, es un capricho.
—Le recuerdo que quien tiene un médico en la familia soy yo. No estoy echándole la culpa. Solo que es el único que lo puede ayudar.
—Si se siente mal por haber sido injusto, hagamos una cosa… —suspiré—. Dígale que lo perdono, que siga su vida. No guardaré ningún rencor.

Me miró por varios segundos.

—Mejor hagamos otra cosa. Demuéstreme que tiene pelotas y dígaselo usted mismo en la cara. Le puedo asegurar que la puerta de mi casa no estará cerrada para usted. ¿Se anima?
—No iré, y usted no se engañe. Nunca sería bienvenido en su familia.
—Mi madre me dijo que quiso hablar con usted, ¿no la quiso atender?
—Jamás dejaría a una hembra en la puerta y me escondería. Charles, el dueño de casa me puso al tanto de la visita. No me encontraba en la cabaña cuando ella fue. Si me cree o no es cosa de ustedes. Sé cómo soy y como somos los Huilliches, pero dígale que es mejor así. Mike me olvidará y seguirá su camino lejos de aquello que les ha provocado a su familia y a él tanto dolor. Es mi hermana quien asesinó a su padre y nadie cambiará ese aberrante hecho. Sin embargo, no voy a permitir rebajarme ante ustedes como si toda mi estirpe fuera delincuente.
—Me parece bien, pero como no podrá ver a Mike y convencerlo, devuélvame la nota.

Dudé, pero al fin se la entregué. Me miró desilusionada.

—No quiere pisar mi casa y eso se llama terquedad.
—Eso se llama orgullo.

Giró y avanzó por el pasillo pero al dar unos cuantos pasos se detuvo y me miró.

—Orgullo… Un sentimiento que hay que saber usar en el momento adecuado. Porque nos enaltece pero también nos destruye. Si es verdad que se enamoró de mi hermano y lo amó, piense muy bien cuando poner en práctica el orgullo porque puede ser su bienestar, pero también su fin.


Tim.

Terminé de guardar las hormas de queso en los estantes de la cocina y puse agua para el café. Me senté en un taburete cerca de la ventana, destornillador en mano y la vieja radio que se negaba a funcionar.

Tendría unos veinte años encima pero no quería desprenderme de ella. Mi padre solía escuchar música por las tardes en su taller. Recuerdo entrar corriendo con mi mochila al llegar del colegio y quedarme unos segundos observándolo sonreír ensimismado en la tarea. Era carpintero, muy buen carpintero. Él construyó todos los muebles de casa. Esos que de tan buena calidad no habían perecido con la helada mortal.

En mi infancia fui un niño feliz. No tuve lujos como los Rotemberg pero nadie puede negar que disfruté mi infancia como merecen los críos. Es que nunca desee tener esos coches a pilas o robots a control remoto, lo mío era correr carreras por el bosque con mis amigos. Ir a nadar al rio en la época de verano, y acampar con lo imprescindible para sentirme orgulloso de mi capacidad de subsistencia. Fui un buen estudiante, tanto que mis padres pensaron que iría por el Terciario y me recibiría con un título importante. Sin embargo mi afán no iba por allí, mi sueño era no atarme al consumismo y afianzar el lazo con la naturaleza. Por suerte no los defraudé. Porque su afán siempre fue verme feliz. Y lo había logrado.

Por supuesto la vida no es color de rosa aun para aquellos que vivimos satisfechos con lo simple. Los perdí a los dos en menos de un año por la horrible enfermedad que todos temen. El cáncer. Me sobrepuse al dolor porque es una obligación levantarse y seguir luchando y también porque la tenía a ella, la dueña de mi corazón.

Hace más de ocho años otro episodio oscureció mis días… Mi hembra y mi bebé perdieron la vida en el accidente, pero mis padres ya no vivían para contemplar mi dolor. Eso fue una suerte dentro de la desgracia. No hubiera querido que me vieran desolado, perdido, casi sin fuerzas para levantarme. No miento, me costó reponerme. Lo logré gracias a amigos, a mi instinto de sobrevivir, y a mi fe. Siempre creí que los muertos no se iban del todo. Así que por mis padres, por ella, y por mi hijo, no podía darme el lujo de dejarme abatir. Tenía vida, por alguna razón estaba vivo. Por ejemplo, proteger a Gloria.

Hace un par de semanas sentía una angustia muy particular. No era la primera vez por lo tanto reconocía que mi inquietud no nacía de mí. Difícil de explicar a alguien que no ha sido guardián de otra persona. Muchas veces cuando nuestra futura alfa se sentía triste o preocupada yo lo percibía. Aunque no la viera. Generalmente hablaba con Bernardo sobre la sensación y él se encargaba de hablar con ella. Esta vez, presentí que la pequeña estaba realmente afligida.
Su congoja también era la mía. ¿La causa? Podría ser el gran malestar que estaba gestándose entre lobos y vampiros.

La puerta de la sala se escuchó y levanté la cabeza. No escuché su voz pero ya conocía su forma de entrar y salir.

—¡Carl, estoy en la cocina!

Apareció luciendo una mirada apagada.

—¿Qué ocurrió? ¿Tu amiga no apareció?
—No. No creo que regrese. Tu sabes las cosas no andan bien entre lobos y vampiros.

Arquee la ceja y continué con mi tarea.

—Pues, tendrán que funcionar porque ambos vivimos en el mismo planeta.
—¡Qué fácil lo dices!
—Es la realidad. Habrá que colaborar de ambas partes. Porque al final criticamos a los humanos y actuamos igual.

Arrimó otro taburete y se sentó frente a mí.

—Yo no estoy en contra de tener amigos vampiros.

Sonreí antes de girar el destornillador sobre la tapa.

—Eso ya lo sé. Has hecho amistad con la señorita vampiresa.
—Miyo de señorita no tiene nada y eso creo que es lo que me encariña. Es simple sin tantos adornos y ropas costosas. A ella no le importa estar descalza. Se asombra de las pequeñas cosas que ocurren alrededor. Todo es una novedad. He vivido tanto tiempo viajando por el mundo, reuniéndome con personas frías y calculadoras que aman los lujos y frivolidades. Como mi familia, tal cual. Y después de todo, ¿qué me quedó? Nada.
—Tienes dos sobrinos y a tu hermana.
—Deja ya ese afán de reconciliarme.
—Ella no es igual que tu madre.
—No sé. No me interesa averiguarlo. No le deseo mal, que siga su vida y se olvide de mí.
—No se olvidará, Carl. Eres su hermano.
—Se le olvidó durante muchos años.

El pitido de la cafetera interrumpió.

—Yo haré el café –observó detenidamente la radio entre mis manos—. ¿No jodas que intentarás componerla? ¡Cómprate otra por el gran Gumpe! Te prestaré dinero de mi paga de sueldo. Mi empleador me paga muy bien –guiñó un ojo y sonreí.
—Es que no es por ahorrar. Tiene muchos recuerdos. No quiero deshacerme de ella.
—De ella, de tus cuatro camisas leñadoras, los tres jeans, y las botas de invierno. Así no conquistarás una chica.
—¿Quién te dijo que quiero conquistar a alguien?
—No puedes estar solo para siempre.
—Tú lo estás.
—No te compares, eres un macho virtuoso.
—Anda, que tú sabes que tienes virtudes, eres apuesto.
—Vaya… Si no supiera con certeza que te gustan las hembras diría que quieres conquistarme.

Reí.

—En absoluto. Solo trato de convencer a un amigo de lo que vale.

Sirvió el café en silencio y me ofreció una de las tazas.

—¿Azúcar?
—Dos por favor.
—Aquí tienes… ¿Nunca pensaste en rehacer tu vida?
—¿Te refieres a tener una pareja?
—Sí, desde que tu hembra falleció siempre te vi solo.

Encogí los hombros.

—No es que esté cerrado a las posibilidades pero no quiero forzar al destino. Evidentemente no me he cruzado con alguien afín.
—Cualquiera podría enamorarse de ti, ya sabes, eres un buen lobo. Buen amigo, trabajador. ¿No te gusta alguna chica en la reserva?
—No. Tengo amigas pero no estoy enamorado.
—¿Cómo sería tu modelo ideal?

Deposité una de las partes de la radio sobre la mesa.

—Soy muy simple. No sé… me gustaría alguien espiritual y que le guste la naturaleza.

En ese momento se escuchó varios llamados a la puerta. Carl se dirigió a la sala y yo cogí el mini soldador para unir dos cables sueltos.

En segundos Bernardo se presentó en la cocina.

—¡Hola Tim!
—¡Hola Bernardo! ¿Todo bien? Pensaba ir a visitarte y conversar.
—¿Sobre Gloria?
—Exacto. Creo que no se encuentra bien anímicamente.
—Eso es lo que pienso. Está muy callada y pensativa.
—¿Te ha dicho algo del lobo blanco?
—No… Pero quería proponerte algo.
—Te escucho.
—¿Quieres café? –ofreció Carl.
—Gracias te acepto.
—Te serviré y luego me iré a ver tv.
—Puedes quedarte lo que hablaré con Tim no es un secreto.
—Coge asiento, Bernardo.
—Gracias. Gloria no estará feliz si no hacemos algo pronto. Ni ella ni ninguno de la Reserva.
—¿A qué te refieres? –abandoné la herramienta y la radio y lo miré preocupado.
—Todos sabemos que la relación con los vampiros está tirante.
—Sí.
—No podemos seguir así. Hay una frase en el Libro de los Lobos que me inquieta.
—¿La del “gigante de fuego”?
—Exacto. Habla de una unión, entre todos.
—“Antes que el gigante de fuego despierte” –agregó Carl.
—Sí, y no sabemos qué diablos significa exactamente pero el pedido de unión es claro y debemos hacer algo.
—¿Qué piensas hacer?
—Ir a hablar con Sebastien Craig. Sin embargo creo que no debo ir solo. No porque me crea inferior, todo lo contrario pienso que tenemos una relación amistosa. Scarlet es madrina de Yako y la dama de los Craig es mi mejor amiga. Temo no poder exponer el problema con objetividad.
—¿Entonces?
—Necesito que vayamos los cuatro guardianes, como representantes del futuro alfa. ¿Qué opinas?
—Me parece bien. Cuenta con ello. ¿Le has dicho a Drank y a Louk?
—Aún no. Quería saber que opinabas.
—Estoy de acuerdo. Solo que hoy se venera a Heimdall, el Dios de la luz. Todos los años llego hasta el cementerio donde descansan nuestros muertos para el ritual con mis hermanos sami.
—No te preocupes, tengo entendido que Drank viajará en estos días a Moscú con Anouk para formalizar su relación y necesito que estemos los cuatro presentes –bebió del café—. Sería maravilloso que los Gólubev pudieran visitar a su hija sin esta tensión que flota en la reserva.

En ese instante se escucharon llamados a la puerta. Carl fue a abrir mientras bebíamos el café con Bernardo y comentaba sobre la salud de Mike. Lo conocíamos como un chico alegre y trabajador. Últimamente parecía una sombra sin ganas de nada. La desilusión amorosa por Kriger, poco después el asesinato a su padre… Y aunque pudo distinguirse una mejoría al enamorarse del vampiro, al quebrarse la relación era notorio que había vuelto a caer en la depresión. ¿Pero quién podía ayudarlo? Sus amigos siempre estaban pendientes, incluso Bernardo, sin embargo estaba seguro que necesitaba algo más como ser un profesional que entendiera la gravedad de la situación.

De pronto escuché a Carl discutir y la voz de una hembra que de inmediato reconocí. Me excusé con Bernardo y me dirigí a la sala.

Sully poco más que rogaba por algo y Carl mantenía la postura repitiendo, “no lo voy a hacer”.

Me acerqué no por curioso sino porque Carl había avanzado mucho desde que vivía conmigo y no deseaba que alguien estropeara su nueva vida. Intentaba que mi flamante amigo no guardara rencores porque solo provocaría dolor, pero viniendo de los Rotemberg lo cierto es que no podía dar fe que siempre fueran buenas intenciones.

—Buenos días, Sully.
—Buenos Días, Tim. Espero que estés bien.

Carl interrumpió.

—Te comento que no ha venido para expresar sus buenos deseos hacia ti, sino a pedirme un favor al que por supuesto me negué.
—Tim, nuestra madre está internada en estado delicado –trató de explicar.
—Tú madre dirás, yo no tengo madre.
—Por favor, necesito cuidarla esta noche y no sé con quién dejar los niños.
—Es tu problema, Sully –remarcó Carl—. Será porque no tienes amigos en toda la reserva.

Suspiré.

Carl me miró.

—Olvídalo, no me quedaré con esos demonios.

Bernardo se acercó.

—Buen día, Sully.
—Buen día, Bernardo.
—Disculpen, debo hablar con Louk. Nos reuniremos los cuatro la próxima semana si te parece.
—Por supuesto, cuenta con ello.

Al retomar los hermanos la conversación decidí retirarme. Era un estricto tema familiar y no debía inmiscuirme así que solo le di un consejo a Carl y abandoné la sala.

—Carl, piensa bien tu respuesta, apoyaré lo que decidas.


Charles.

Terminaba de pasar la aspiradora por la gran alfombra de la sala cuando Miyo interrumpió feliz. De un salto se sentó en el sofá con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Qué estás haciendo, Charles?
—Pues, limpiaba la sala y ya casi termino. ¿Y tú?
—Terminé de estudiar la tarea del vampiro lindo.
—Ah – sonreí—, ¿Ivan?
—Sí. Ivan, vampiro lindo.
—¿Y qué has aprendido? –cogí asiento dejando la aspiradora a un lado.
—Verbos.
—¡Muy bien!
—¿Quieres que te los diga?
—Por supuesto.
—Dime cual.
—Mmm… Limpiar.
—Limpiar… Bueno… Es así… —observó el techo mientras pensaba—. ¡Yo sé!
Porque no se dice Miyo sabe, se dice yo sé.
—Muy bien. ¿Entonces, limpiar?
—Sí… Si limpio ahora, es “presente”. Yo limpio, tú limpias, él limpia, nosotros limpiamos, vosotros limpiáis, ellos limpian.

Aplaudí.

—¡Genial Miyo!
—Espera Charles, Miyo no terminó, ¡no! Yo no terminé.
—Ah, perdón –me recosté en el respaldo del sofá.
—Si yo limpié ayer es pasado. Yo limpié, tú limpiaste, él limpió, nosotros limpiamos, vosotros limpiasteis, ellos limpiaron.
—¡Bravo!
—¡Sí! –ella también aplaudió—. Si yo limpio mañana es, yo limpiaré, tú limpiarás, él limpiará, nosotros limpiaremos, vosotros limpiareis, ellos limpiarán… y también hay otros…

Después de dos horas, Miyo seguía con el mismo entusiasmo y yo trataba de mantenerlo…

—Con el verbo “vivir”, hay uno que se llama pluscuamperfecto y es, yo había vivido, tú habías vivido…

Margaret entró con la bolsa de compras.

—Holaaa, ¡Miyo a qué no sabes que te traje!
—Hola Margaret, yo estaba contándole a Charles los verbos. Se dice yo estaba no Miyo estaba.
—¡Muy bien! ¿Te los sabes todos?
—Sí, todos.
—Buena chica. Me he acordado de lo que te gustan los caramelos de cereza y te traje muchos.
—¡Gracias!
—¿Y a mí qué me has traído Margaret? –bromee.
—A ti te traje café molido importado de Colombia.
—¡Qué bien! Gracias, querida.

Margaret le entregó la bolsa de caramelos y los ojos de Miyo brillaron de alegría pero a los segundos se apagaron.
—¿Qué ocurre, Miyo?
—Miyo se puso triste, ¡no! Yo me puse triste.
—¿Y por qué?
—Porque yo… yo convido… a mi amigo el lobo y ahora no puedo ir.

Suspiré.

—Tranquila, es solo por un tiempo. Sebastien prefiere que guardemos distancia así ya no tendremos tanta discordia al vernos. Verás que nos haremos amigos de nuevo.
—Pero… si no nos vemos –pensó unos instantes—, no nos vamos a hacer amigos. Porque no podemos hablar de lo que nos molesta.

Margaret dejó las bolsas en el suelo y me miró arqueando la ceja.

—Pues… No es tan fácil, a veces es necesario distancia, ¿entiendes?
—No, Miyo no entiende. Yo no entiendo.
—A ver –respiré profundo y carraspee—, es que los lobos ya saben lo que nos molesta y no lo quieren cambiar por ahora.
—¿Y los vampiros qué debemos cambiar? Si no hablamos no lo sabemos.

Margaret se sentó en el sofá y se cruzó de brazos.

—Aguarden, no tengo todas las respuestas. Deberían preguntarle a Sebastien –bufé.

En ese momento entró Khatry.

—¡Hola! ¿Qué tal la playa? –preguntó Margaret poniéndose de pie y recogiendo las bolsas.
—Bella –contestó el guerrero—, el mar estaba calmo. Aunque el aire que he olido es…
—¡Olí! –saltó Miyo entusiasmada—. Ya lo oliste, es verbo pasado.

Khatry abrió la boca y no emitió sonido. Margaret sonrió.

—Querido, tu hermanita está aprendiendo con su vampiro lindo, parece que da buenos resultados.
—¿Y Thashy? ¿No ha ido a pasear contigo? Los vi salir juntos –pregunté preocupado.
—Quiso quedarse en la playa un tiempo más. Le gusta tener ciertos momentos de soledad y concentración.
—¿Ha recuperado el don de ver el futuro inmediato? –Margaret volvió a sentarse entusiasmada.
—No lo sé. Thashy es muy reservada e introvertida. La antítesis de Miyo. No en talentosa, ambas lo son –sonrió mirando a su hermana.
—¡Sí! Miyo vio a papá una vez. ¡No! Yooo, vi a papá una vez.
—¡Por supuesto!

Reí, y retomé la conversación llevado por la curiosidad.

—¿Qué oliste en la playa, Khatry?
—El aire traía un aroma horrible como a azufre.
—¿Qué extraño? –se asombró Margaret.
—Quizás de algún barco que se incendió –me preocupé.
—No vimos barcos lejos de la costa, tampoco humo—.
—Bueno, no nos preocupemos, después de todo si no había humo tal vez el viento trajo el aroma de un lugar lejano.
—Cierto, había viento.
—¡Oh, ya sé! –Interrumpió Margaret—. Es la fiesta de los sami. Seguramente son las fogatas en honor a los muertos. Ayer le conté la leyenda a Thashy. El bosque donde habitan los aborígenes no está tan lejos.
—Es verdad. Ahí tienes la respuesta Khatry –sonreí.
—¿Qué queman que huele así?
—Pues no lo sé. ¿Bebes un café? Probarás algo exquisito.
—Gracias.

Margaret extendió la bolsa plateada y di un beso en sus labios. Me dirigí a la cocina mientras ella conversaba con los Sherpa.

Al colocar el nuevo filtro y abrir mi flamante regalo, volvieron las dudas.

Azufre… ¿Qué quemarían los sami? Y lo más importante, ¿serían ellos?


Sebastien.

Sentado en la alfombra de la sala jugaba con Nicolay y su tren a pilas. Observaba en mi hijo el ceño fruncido no precisamente debido a la concentración, sino a un evidente enojo.

El tren recorría las vías de forma lenta, acerqué uno de sus muñecos playmovil y sugerí.

—¿Qué tal si sube en la próxima estación?

Negó con la cabeza rotundamente.

—¿Por qué no? Será divertido.
—Eso no es divertido. El tren va muy despacio y tiene que ir rápido.
—Pues, faltará reponer pilas nuevas.
—No quiero pilas nuevas.
—¿Y qué quieres?

Encogió los hombros.

—Dime, ¿quieres que juguemos a otro juego?
—¡No!
—Estás enojado, ¿quieres contarme?
—¡No!
—¿Peter se portó mal?
—¡No!
—Okay… —me puse de pie y me dispuse a guardar el tren.

Me siguió con la mirada a pesar de mantener el rictus de enojo.

—Ayúdame a guardar los “playmovil”.
—¿Por qué? No tengo ganas.
—Porque hay cosas que no tenemos ganas de hacer y hay que hacerla igual. Usamos los juguetes y ahora hay que guardarlos.
—En la alfombra no molestan.

Lo miré serio.

—Sabes qué sí. Nicolay, guarda los juguetes. Te ayudaré.
—¡No quiero! ¡Estoy cansado!
—¡Cansado de qué!

Bianca que bajaba la escalera escuchó la conversación.

—Puedo guardarlos por esta vez.
—No, los guardará él.
—Okay, okay…
—¡Eres malo! Como Branden y Boris. ¡Todos son malos!
—Ah, la cosa viene por ahí… Siéntate en el sofá, tu y yo hablaremos largo y tendido y después guardarás los juguetes.

Bianca cogió su abrigo del perchero y sonrió.

—Amor, iré de compras. Scarlet me dijo que había unas toallas para niña muy bonitas en el Centro comercial.
—Quisiera acompañarte pero…
—No te preocupes. Aprovecha a Nicolay, Branden vendrá a la noche a buscarlo.
—¡No quiero ir con Branden!
—¿Por qué no quieres?
—¡Por qué no!
—Uy, día difícil, cariño. Los dejos a solas para que hablen.
—Nos vemos, Bianca. Te amo.
—¡También yo!

Cerró la puerta y miré a Nicolay.

—Haremos algo tú y yo. Prepararé una chocolatada para los dos, y hablaremos del porqué estás tan enojado. Después guardaremos los juguetes.
—¿Chocolatada?
—Sí, con galletas de vainilla.
—¿Hay galletas de vainilla?
—Sí, muchas.
—Pero tú no comes galletas.
—Serán todas para ti.
—¿Y a los bebés no les daremos?
—No pueden comer, aún son pequeños.
—Me gusta la chocolatada con galletas de vainilla.
—¡Vamos a la cocina!
—¿Y Rose podría guardar los juguetes?
—No, los guardarás tú.
—Ufaaa.

El móvil vibró en mi bolsillo. Observé la pantalla… Bernardo…

—Bernardo, buenas tardes.
—Buenas tardes, Sebastien. ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
—Bien… Disculpa la molestia, necesito saber tu opinión.
—¿Mi opinión? ¡Qué sorpresa! Okay, ¿sobre qué?
—Estuve pensando que debemos reunirnos para hablar sobre la tensión que existe entre nosotros, tú sabes… Ustedes y nosotros.
—¿Tu y yo?
—Creo que mejor sería si asisten los guardianes de Gloria, yo incluido por supuesto.
—¡Papáaaa! –Nicolay llamó desde la cocina.
—¡Aguarda!
—¿Quieres esperar?
—No, le dije a mi hijo. Escucha, estoy abierto a la conciliación, plantear el problema, y de nuestra parte colaborar con lo que sea necesario.
—Me alegro escuchar eso ya que últimamente no se percibía una búsqueda de acercamiento.
—¿Por ti o por mí?
—Sebastien, dejemos para la reunión cualquier resabio o reclamo.
—Estoy de acuerdo solo que tú fuiste el que acaba de decir que yo no colaboro en la paz.
—Bien… Retomo… Debo esperar que Drank regrese de Moscú en la semana entrante.
—Okay, le diré a mis hermanos. Si tú vas con los que crees que son la influencia para Gloria no puedo asistir sin darles el lugar a Scarlet y a Lenya.
—Perfecto, ¿dónde?
—Mi hotel.
—¡Papáaaa! ¡Tengo hambree!
—¡Un segundo Nicolay!
—Prefiero lugar neutral.
—No puedo creerlo… Okay, como gustes.
—¿Te parece la entrada de las cavernas? Sobre la costa. ¿Te ubicas?
—Claro, dónde fue hallado Douglas cuando intentaron asesinarlo.
—Entonces, allí no. No sería un buen ambiente para conciliar.
—Estoy de acuerdo. Imagino que en la reserva tampoco. No nos quieren allí.

Silencio entre los dos…

—Okay Sebastien, en el hotel estará bien. Dime tú que día, así no te sientes obligado a mis decisiones.
—Me da igual, salvo dentro de diez días que viajo a la Isla, pon la fecha.
—Te confirmo el día exacto que podemos asistir los cuatro.
—Bien, le diré a mis hermanos. Cualquier imprevisto te mantengo al tanto.
—Okay, que tengas buen día.
—Igual para ti.

Thashy.


El mar lamía la arena mientras caminaba por la orilla. En el horizonte el sol estaba escondido hasta la mitad y lucía como galleta semi hundida en el café. Mi piel desprendía un ligero aroma a coco que se mezclaba con el aire azufrado. Pero era tanta la belleza de la playa que mi sentido del olfato no lograba opacar. Necesitaba un lugar así para pensar sobre esos extraños sueños con papá. ¿Por qué estaba rodeado de bosque y no entre las heladas cumbres donde siempre habíamos vivido? ¿Por qué no lo soñaba con su colmillo de leopardo de las nieves en su cuello y lo tenía yo en mis manos? En los sueños lo intentaba devolver y él no lo quería… Despertaba inquieta, angustiada por no entender aun lo que quería decirme. Solo su última frase hacía eco en mi mente… “Dáselo a él”. ¿Él? ¿Y quién era él?

El don de ver el futuro inmediato no me había dado respuesta. Pero siempre en la mayoría de las imágenes estaban en el bosque…

Observé frente a mí la costa calma. Arena fina y brillante que al esconderse el sol iba tornándose de un gris apagado. A mi derecha, las olas bañaban la base del acantilado. A la izquierda, el mar moría en un conjunto de árboles altos y frondosos que parecía espesarse hacia adentro. El bosque...

Una fina columna de humo sobresalía del verde y ocre de los pinos y se diluía hacia el cielo. Era la fogata de los sami para los muertos. La historia que me había contado Margaret ayer. Los Sherpa también creíamos en la conexión del alma y el universo. No había un Dios particular sino campos de energía oscura o brillante. Seres como los chamanes que al partir continuaban siendo iluminados, y lugares mágicos que marcan valles sagrados. Y me pregunté… ¿Era el bosque de los sami el mismo que el de mis sueños?

Cerré los ojos y mi mente quedó en blanco… Instantes después, el bosque… Una gran fogata… Humanos vestidos con ropa de colore vivos… Avancé entre ellos sin que alguien me detuviera, como si fuera una más. Hasta que llegué a él… El lobo de cabello rubio. El mismo que había visto en mis visiones aquella vez. ¿Por qué él?

Sus ojos miel casi tornasolados por las llamas me miraban sorprendidos. Estaba claro que no me esperaba, no me conocía. Solo dijo, “gracias” y extendió la mano. No comprendía porque me agradecía hasta que mis ojos fueron a mi mano derecha. Era el objeto de mi padre tan amado que había guardado al morir y que yo siempre llevaba como amuleto. El colmillo del leopardo de las nieves, símbolo Sherpa.

Abrí los ojos, a lo lejos la espesa arboleda… Y comencé andar hacia esa misteriosa vegetación. Tenía muchas dudas sobre ese futuro que se mostraba con incógnitas. Sin embargo de algo estaba segura, que nada en este mundo era por casualidad.


 NOTA: Para los que me preguntaron Thashy es palabra Sherpa y significa "Diosa de la inmortalidad".