INTRODUCCIÓN

Introducción:

Dentro de los Sami, una raza milenaria se ha mantenido en secreto. Los lobos basados en la naturaleza y el honor han logrado la supervivencia lejos del ojo humano.

La reserva es su hogar y transitaré en ella para conocer cada secreto. Es un gusto que ustedes me acompañen. Estoy segura que reirán y se emocionarán.

Por mi parte cada línea, cada párrafo sobre ellos, me ha llevado a un mundo de misterio y fascinación.

Lo siento no puedo prescindir de ellos. Ellos… también me han atrapado.

viernes, 11 de octubre de 2024

 Queridos lectores, he vuelto. Gracias infinitas por esperarme con paciencia. Les deseo un bello fin de semana. Lou.

Capítulo 62.

La mejor decisión.

 

Ekaterina.

 

Sentada en la alfombra de la sala, observé junto a Nicolay, la quinta vuelta del tren eléctrico, regalo de Numa. Era una suerte que la cabaña de Charles fuera inmensa. De lo contrario, el sonido del pitar del juguete hubiera despertado a Odette en dos segundos.

 

Numa había ido al colegio de Nicolay para interiorizarse sobre las asignaturas que debía rendir el niño para estar al día con el curso. Las clases habían comenzado a mediados de junio, no había podido asistir debido a nuestra estadía en Kirkenes. Por suerte, era muy inteligente y no tenía duda que en poco tiempo, alcanzaría a sus compañeros de escuela.

 

Bianca entró a la sala con Odette en brazos.

 

—¿Tengo que apagar el tren por mi hermana? –frunció las cejas.

 

Bianca sonrió y se sentó en el sofá.

 

—No, cariño. Odette no quiere dormir, está molesta. Debe tener algún pequeño dolor de panza, es normal.

 

La acomodó en el regazo y sus ojos se encontraron. Era muy bonita. Pero lo más importante, que era una bebé sana y tranquila. Casi nunca se la escuchaba llorar, aunque Sebastien opinaba que la causa se llamaba “Charles”, ya que al menor quejido corría a socorrerla.

 

A Bianca se la notaba triste, la razón… era justa. Su jefe y amigo, Olaf Arve, había muerto. Una desgracia para los Craig que siempre contaron con su complicidad y ayuda. Y también para los Gólubev… Pobre Ivan…

—¿Cuándo viene el abuelo Charles y la abuela Margaret?

—Pronto –contesté.

—¿Y papá? ¿Por qué tarda tanto papá? Quiero jugar con él.

—Ya estarán por llegar.

—¿Dónde fueron papá y los abuelos?

—Pues… a pasear… por la playa.

 

No podía decirle a Nicolay que habían ido al entierro de Olaf. No deseaba que recordara la muerte de mi hermana. Inventé lo primero que se me ocurrió en el momento.

 

—Hace frío para ir a la playa –contestó Nicolay mirándome fijo.

—Bueno, quizás querían ver el mar. ¿No te gusta ver el mar?

—Sí, pero no cuando hace frío.

—Tranquilo Nicolay, ya estarán por llegar –agregó Bianca—. ¿Quieres sostener un rato a tu hermanita?

—No, porque vomita en mi ropa.

 

Reímos.

 

—Quiero agregar un vagón más, ¿puedo?

—Sí, apaga el juguete. No lo hagas con el tren andando.

—Okay.

 

Bianca me miró y habló por lo bajo.

 

—Me ha llegado la notificación del nombramiento. Quieren que sea la nueva directora del hospital. Lo he pensado y aceptaré, es la mejor decisión.

—Eso es bueno, ¿verdad?

—Sí. Sin embargo, me será muy difícil saber que no lo veré más. Era un buen hombre.

—Terrible… ¿Sabes cómo está Ivan?

—Destrozado. Los Gólubev partirán en unas horas con él a Moscú.

—Pensé que ya se habían ido.

 

Nicolay se alejó buscando la caja del juguete.

 

—No, Mijaíl quiso asistir al… –bajó la voz aún más—, entierro. Sintió que debía una disculpa a Branden, aunque sonara inocua.

—Hace bien.

—¿El tío Mijaíl está en un entierro? –Nicolay nos miró a ambas.

—Ehm… —Titubee.

 

Bianca lo pensó unos segundos mientras él la miraba esperando una sincera respuesta.

 

—Sí, el de un amigo –contestó Bianca.

 

Creo que a veces a los niños, sabiamente se debe decir la verdad.

 

—¿Papá y los abuelos también?

—Sí. Después de la playa. Pero no debes preocuparte. Pronto llegarán. A veces suceden cosas tristes a personas que estimamos y hay que estar junto a ellas.

—¿Y quién se murió?

 

Por suerte el amado y salvador sonido de la moto de Douglas, se escuchó cerca.

 

—Oyeee, viene tu hermano. Podrás compartir el tren –dijo Bianca mostrando entusiasmo.

—¡Siiiii! –Nicolay dio saltos de alegría y se acercó al gran ventanal.

 

—Cariño, no salgas sin abrigo, aguarda que llegué a la puerta para abrir –Bianca y yo nos pusimos de pie.

 

En unos cuantos segundos Douglas entraba y fundió en un abrazo a su hermano.

 

—¡Holaaa! ¡Cada vez más alto! ¿Qué comes? Quiero lo mismo.

—¡Hola Douglas! Me han regalado un tren. ¿Quieres jugar?

—¡Claro qué sí! Antes voy a saludar a mamá y a la tía.

—¿Y a la bebé?

—También.

 

Me puse de pie sonriendo.

 

—Hola Douglas.

—Hola Ekaterina, hola Bianca. ¿Todo bien?

 

Nicolay tironeó de su abrigo.

 

—¡Vamos a jugar!

—Ya estoy, ya estoy, aguarda un momento –depositó un beso en la frente de Odette.

—Nicolay –debes esperar, Douglas recién llegó. Uno no debe ser impertinente. Ya lo hablaste con papá –ordenó Bianca.

—Pero yo quiero jugar.

—Y yo jugaré contigo, lo prometo. Solo espera que debo hablar un momento con las chicas.

—Okay…

 

Los tres nos miramos en silencio. Nuestras caras lo decían todo. No podíamos explayarnos demasiado con el niño presente. Douglas lo entendió. Además Bianca y él se entendían aunque no pronunciaran palabras.

 

—¿Sabes qué? Antes de jugar, me gustaría que te abrigues mucho así damos una vuelta en moto. Si tu mamá no se opone. ¿Te gusta la idea?

 

Nicolay abrió la boca con asombro y saltó de entusiasmo.

 

—¡Sí! ¿Puedo mamá?

—Sí, puedes. Te abrigas y busca el casco de Numa.

—¿Tengo que guardar el tren?

—No te preocupes, lo dejaremos para que juegues con tu hermano –respondí.

 

Nicolay abandonó la sala corriendo y Douglas nos miró.

 

—Bien, ¿qué novedades hay? ¿Papá no volvió?

 

Volvimos a sentarnos ya sin la presencia del niño y poder hablar con más libertad.

 

—Aún no.

—¿Sabes algo más de Ivan? –pregunté.

—En absoluto. Vengo del hotel. Hay mucho trabajo. Tengo que sumar nuevos gastos que tendrán que hacerse. Papá y los tíos contrataron una chica nueva. Una tal Beiwe.

—No te preocupes, ahora que estoy instalada en Kirkenes volveré al trabajo en el hotel. Le dije a Sebastien que mañana me reintegraré. Así será más fácil para ti –acoté.

—Gracias. Tu ayuda será bienvenida. Debo estar más tarde en la reserva. Es la despedida de soltero de Mike y Chelle.

—¡Oh es verdad! Será una pena no asistir a la boda, Odette es muy pequeña –se apenó Bianca.

—Es extraño que el abuelo Charles no se haya postulado para quedarse con ella –se burló Douglas.

—Es que él no debe faltar. Fue muy importante en la relación de los novios. Ha ayudado mucho cuando hubo peleas entre ellos, y ha contenido a Chelle desde el principio.

—Cierto, cuando papá estaba definitivamente en contra. ¿Recuerdas? Quería golpear a Mike.

—Ni lo menciones. Por suerte todo terminó bien.

—Bueno, disculpen que no sea tan optimista –agregué—. Todo terminará bien cuando esa víbora muera y ya nadie corra peligro.

—Sí… Tienes razón –Bianca me miró asintiendo.

—Por lo menos, ahora estamos unidos –agregó Douglas. Seremos más contra ella. No nos vencerá.

 

Branden.

 

Junto al cajón donde yacía mi padre, eché una mirada a la sala velatoria. Me parecía tan grande, columnas de mármol negro en cada esquina de sala y antesala, sillones esquineros en cuerina gris, mesas con tazas de café, algunas a medio terminar, y coronas de flores de partes de muchos amigos y colegas.

 

En uno de los sillones, sentado, cabizbajo, se encontraba Mijaíl Gólubev. Había tenido la decencia de acercarse a saludar. Después partirían a Moscú con Iván.

 

Ivan… A pesar de la enorme desgracia que había provocado en mi vida, no podía odiarlo. A ninguno de los Gólubev. Hace años ellos me habían acogido y ayudado mucho en mi transformación. Sabía que Ivan nunca lo hubiera hecho a propósito… Eso nunca. Pero él había asesinado a mi padre sin querer… Había sido buena idea que él no viniera al velatorio y se fuera de Kirkenes. Quizás los años curarían esta mezcla de sentimientos que me agobiaba. Por ahora… no deseaba verlo frente a mí.

 

Charles se acercó y palmeó mi hombro. Se mantuvo a mi lado en silencio.

 

Mi padre había sido un hombre muy querido y respetable. Era una enorme injusticia que ya no estuviera entre los vivos. ¿Cómo el destino nos había jugado tan mal? ¿Por qué se encontraba solo con Ivan? ¿Por qué nadie había entrado en ese instante para impedir el ataque? ¿Por qué no lo llamaron por una urgencia en ese momento? ¿Por qué? ¿Por qué?... De nada servía preguntarse el porqué.

 

Desde la otra sala escuché la voz de Boris. Preguntaba por mí. Seguramente Ekaterina le había avisado. Agradecía que quisiera estar en este horrible momento. Sin embargo, no por ser desagradecido, pero no me importaba un cuerno quien había venido y quién no. Solo quería a mi padre con vida.

 

Escuché sus pasos hasta llegar a mí. Me giré para verlo y me abrazó.

 

—Lo siento mucho.

—Lo sé. Gracias.

 

Me aparté lentamente y volví a aferrarme al cajón. Deslicé mis dedos por la madera lustrada hasta llegar a la cabecera. Acaricié su frente.

 

—Está helado –murmuré.

—Sí, es normal –dijo Charles.

—¿Normal? ¿Por cuánto tiempo? ¿Unos días? ¿Tres? –mi rostro reflejó la esperanza.

—No, no… No me refería a eso… Él dejó de existir –respondió en voz baja.

—¿Por qué no? —me exalté— ¿Quién lo asegura?

—Branden, tenemos experiencia, esto… no es lo que crees.

—¿Por qué? –insistí.

—Escucha –susurró—, su corazón dejó de latir. No hay oportunidad.

—¡Escúchame tú! ¡No cerraré el cajón ni lo enterraré hasta que esté seguro!

 

Noté que los murmullos de la sala callaron y el silencio invadió la sala. Solo se escucharon unos pasos acercándose. Era Sebastien.

 

—Branden, te traeré un café, siéntate y hablaremos.

—No quiero café, no quiero sentarme. Voy a quedarme aquí. Quizás haya una señal y…

—Branden… Entiendo tu deseo pero la realidad es otra. Ven, acompáñame.

—Dije que no. Aquí me quedo.

 

Noté en medio de tanta euforia que algunas personas se acercaron. Noté la mirada de Charles con un brillo de inquietud. Sebastien me rodeó por los hombros y no supe en cuantos segundos fui arrastrado hasta otra sala solitaria.

 

Me miró fijo y susurró, aunque con firmeza.

 

—¿Crees que si no estuviera seguro dejaría que lo entierren? Solo te diré, que no voy a permitir que mi familia y mi raza estén en peligro. Haré lo que sea. Ahora… Regresa a despedirte de tu padre y cerrar ese cajón. Olaf está muerto.

—No tienes corazón –acusé con rabia.

—Tú no estás razonando. Créeme, lo entiendo. No sabes todo lo que significó tu padre para mí. Sin embargo, mi tristeza no bloquea mi sentido común. Si persistes delante de todos que Olaf está vivo, no tardarán en llamar un enfermero e inyectarte un calmante. Y te juro que seré el primero en colaborar a que te internen.

—¡Vete al cuerno! –Exclamé, pero luego callé.

 

Me dirigí en silencio hasta la sala contigua a despedirme de mi padre. En el fondo, reconocía que ni Charles ni Sebastien permitirían que lo enterrase vivo… pero… solo me había aferrado a la única posibilidad de que todo no hubiera terminado así.

 

Sasha.

 

Sentada en la sala de espera del aeropuerto, busqué la mano de Mijaíl y la apreté suavemente.

 

Él me miró, sonrió, y observó a Ivan recostado en el gran ventanal que daba a la pista.

 

—No estés nerviosa, todo pasará.

—No lo veo bien.

—Es normal. No está pasando un buen momento. En Moscú podrá reponerse.

—No creo que desee ir a Moscú.

—No tiene muchas salidas. No puede quedarse con los Craig. Ellos no le reprocharán nada, pero nuestro hijo no se sentirá cómodo.

—Creo que está triste por partir de Kirkenes. Ahora que Anouk y él se sentían nuevamente tan unidos. Además la boda de Chelle con el chico Mike.

—No creo que le importe la boda de un lobo, Sasha.

—Bueno, Chelle es un Huilliche. No sé… quizás podría hacer nuevos amigos.

—Amigos dirás, Ivan no tiene viejos amigos que yo sepa. Siempre ha sido ermitaño y un poco complicado. Solo con sus hermanos ha mantenido lo más parecido a la camaradería.

—Es que es tan brillante e intelectual que no ha encontrado con quien compartir sus intereses.

—¿Y en la reserva de lobos lo va a encontrar?

—Mijaíl, ¿qué te ocurre? Tu no piensas así.

—Nada, no me hagas caso. Lo siento… A veces pienso que no debería haberse alejado de Rusia.

 

De pronto una señorita de uniforme se acercó a nosotros.

 

—Disculpen, ¿familia Gólubev?

 

Mijaíl y yo nos miramos sorprendidos. Mi marido le respondió.

 

—Sí, señorita. ¿Hay algún problema?

—No, señor. Hay un caballero en la entrada que desea ver a Iván Gólubev.

—Okay, ya le aviso a mi hijo. Muchas gracias.

 

Apenas se retiró me angustié.

 

—Mijaíl, ¿caballero? Busca a nuestro hijo. Debe ser el hijo del doctor, querrá matarlo por lo sucedido.

—Tranquila, Sasha. Branden no haría eso. Sebastien no lo permitiría.

—Cielos…

 

Ivan se acercó al ver la seña de su padre.

 

—¿Qué ocurre?

—Pues, alguien te busca a la entrada del aeropuerto.

—No entiendo.

—Nosotros tampoco –acoté—. De todas formas no irás solo.

 

 

Bianca.

 

Sebastien, Margaret, y Charles, habían llegado a casa. Reunidos en la gran sala, tomando café, disfrutábamos de la paz en familia. Luego de unos minutos, Ekaterina se retiró.

 

—Lo siento, mañana prometí ayudar a Douglas en las cuentas del hotel. Voy a descansar. Nicolay estuvo intenso.

—En un rato te sigo, amor –dijo Numa.

—No te preocupes, tu tranquilo, aprovecha –lo besó.

—Ekaterina, me gustaría que pasaras antes por el hospital –interrumpió Sebastien—. Es por la transfusión.

—Oh sí, no hay problema. ¿Debo preguntar por alguien?

—Sí –contesté—, pregunta por Cris. Le mentí sobre “tu anemia”. Así que no habrá problema.

—Perfecto. Buenas noches a todos.

—Buenas noches.

 

Retomamos la charla amena sobre la boda de Mike y Chelle, sobre los escarlata y su estadía en la reserva entre lobos, lo bien que parecían adaptarse a vivir fuera de las cumbres o montañas aisladas. Percibía que quizás las diferentes razas algún día podrían convivir sin resabios. Para ello los humanos también debían aceptarnos. Eso era lo más difícil de lograr. Sobre todo, si analizaba que debíamos por ahora mantener nuestro secreto.

 

El hecho peligroso, ocurrido en el sepelio de Olaf, pudo haber sido una catástrofe. Fue natural dentro de todo, que por un momento, Branden pensara que podía haber posibilidad que su padre reviviera. Por suerte, Sebastien pudo salir airoso. Nadie imaginaría que caos hubiera provocado a nuestra raza.

 

¿Nuestra raza? Sonreí… Pocos años habían pasado desde aquella vez que pisé Kirkenes. Era enero del 2015. Había celebrado la Navidad con Bernardo y mis primas. Ellas, tres jóvenes humildes y sencillas, que vivían en ese maravilloso rincón de Drobak. Pocos años habían transcurrido hasta hoy. Sin embargo eran demasiados hechos que habíamos vivido. ¡Cuántos cambios! ¡Cuántas vivencias dejadas atrás para vivir otras increíbles! Bernardo, ya no era un humano calificado como uno de los mejores fotógrafos forenses. Hoy lucía como un verdadero padre de familia, un licántropo, guía de una manada de hombres lobos que lo adoraban y respetaban. Hubo muchos cambios en él. Sin embargo, al menos había dos cosas que persistían como siempre. Era mi mejor amigo, y odiaba volar en avión –sonreí.

 

¿Y mi familia? Tía Mildri en Kirkenes, junto a mi padre, queriéndolo y cuidándolo. Marin viviendo en la reserva, junto a Douglas, su amor a primera vista. Liz, junto a su adorado vampiro perfecto y sus bebés mellizos. Y las cuatro… extrañando a Signy. Siempre la recordaríamos.

 

Mis ojos se desviaron a Charles que sentado frente a mí con gran embeleso, sostenía en brazos a Odette. Como si intuyera mis pensamientos levantó la vista y me miró. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

 

—Te dije, “mi nombre es Bianca” –murmuré.

 

Con una mueca risueña, contentó.

 

—Y yo te dije. “Bienvenida Bianca. Soy Charles, mayordomo de los Craig”.

 

Sonreímos.

 

—¿Están nostálgicos? –Sebastien guiñó un ojo.

—Algo –me acurruqué junto a él—, es lindo recordar cuando el pasado fue maravilloso.

—Bueno, taan maravilloso no sé –dijo Numa riendo—. ¿Recuerdan cuando Adrien no quería a la peligrosa “nueva humana”? No sabía si iba a guardar nuestro secreto.

—Cierto, pero lo convencí de que ella era especial –se ufanó Sebastien.

—Yo creo que el que lo convenció fui yo –retrucó Charles.

—¡Anda! No te lleves los laureles. Mi padre confiaba en la elección de mi felicidad.

—Pienso que confiaba más en su mejor amigo –sonrió Charles.

—A sí que tú dices que fuiste el que salvó a Bianca. No lo puedo creer.

—Créelo, querido. Tal cual.

—Cállense los dos. Quien influyó en Adrien, fue Douglas. Su adorado nieto –rio Margaret.

 

En ese instante Rose entró a la sala.

 

—¡Holaaa! Me encanta esta reunión de familia.

—Acércate Rose, ¿quieres café?

—Sí, pero tranquila Margaret. Yo lo traeré. ¿Saben? Estoy feliz. Me he puesto al día charlando con Anouk. Aunque está un poco triste por la partida de su familia. Ah… lo olvidaba –rio divertida—, tengo nuevas noticias. Y sé que no adivinarán.

 

Todos nos miramos y nos apresuramos a preguntar.

 

—¡Oye, cuenta! –dijo Numa.

—Vamos Rose, ¿de qué trata? –dijo Charles.

—¿Es sobre la reserva? –pregunté.

—Mmm… es sobre Ivan pero mejor, primero iré por mi café.

—¡Nooo! –exclamamos.

 

Odette se sobresaltó ante el griterío, pero al parecer siguió durmiendo.

 

Ante nuestras caras de protesta, la bella pelirroja desapareció rumbo a la cocina, y aunque nos pesara… debimos esperar.

 

Mijaíl.

 

Apenas las puertas de cristal se abrieron para darnos paso, observé alrededor. Afuera, en la acera, había mucha gente que aguardaba la llegada de sus seres queridos, otros nos esquivaban para poder entrar y presentar su billete de vuelo. Ivan se mantuvo quieto junto a Sasha, pero su vista de lince fue de derecha a izquierda y viceversa tratando de descubrir al caballero que lo buscaba.

 

No alcanzaron a transcurrir diez segundos, cuando descubrimos cuatro o cinco motos que aguardaban a diez metros, junto a la acera.

Uno de ellos, más adelantado que el resto. Por supuesto que lo reconocí. Mi yerno Drank.

 

—¡Hola Ivan! –Inclinó el rostro en señal de saludo—. Señor… señora Gólubev. Me alegro haber llegado a tiempo.

 

El resto de los lobos permanecieron como él en sus vehículos, pero cruzaron sus brazos a la altura del pecho. Como si esperaran una respuesta.

 

—¿Qué haces aquí? –mi hijo se acercó a Drank.

—Vengo a pedirte que te quedes con nosotros. En la reserva.

 

Noté que Sasha abría la boca como si fuera a decir algo, pero enmudeció. A mí también me había sorprendido la propuesta, y sinceramente si dependía de mí hubiera dicho que no.

 

—¿Qué dices? No entiendo.

—Sencillo. Sé que Anouk te necesita. Y tú también a ella. Por otra parte sería un honor para mí y para ellos –giró hacia atrás levemente y señaló a sus compañeros—. Queremos que te quedes con nosotros, en la reserva. Nadie te hará daño allí. Ni aunque un vampiro vengativo te buscara.

—No te preocupes, Branden no me hará nada malo. Yo… les agradezco la diferencia que hacen conmigo, pero mi lugar es en Moscú.

—¿En serio? –Drank sonrió de lado—. Diría que tu lugar es donde quieras estar. ¿Dónde quieres estar hoy, Ivan?

 

Ivan no contestó. Solo lo miró por largos e interminables segundos.

 

—Puedes quedarte en mi cabaña. Ya la comparto con un vampiro así que estoy acostumbrado –dijo un lobo de melena rubia.

—Vamos, vente con nosotros. Verás que te vas a divertir –dijo otro—. Además ya estás invitado a mi boda y a la de Chelle.

—Nosotros ya nos conocemos, desde el túnel –sonrió aquel lobo amigo de Drank.— Me has caído bien. Extrañarás tus amigos pero quizás ganes otros.

 

Ivan suspiró, tragó saliva. Nos miró.

 

Extrañaré al resto de mi familia, pero no tengo a nadie más a quien  extrañar.

 

Sin perder tiempo nos abrazó.

 

Sasha estaba al borde de las lágrimas, pero creo que como yo, entendimos que Ivan no haría nada que no tuviera deseos de hacer.

 

—Cuídate hijo, y llámanos a menudo –lo abracé.

—Te quiero, recuerda que siempre estaremos para ti.

—¡Gracias! Lo veré pronto, lo prometo. También llamaré a menudo.

 

Drank extendió un casco invitándolo a subir.

 

Ivan sonrió, y cogió el casco antes de subirse a la moto de Drank.

 

—Gracias, aunque no es necesario. No suelo morir con facilidad.

 

Drank rio.

 

—Tampoco yo.